¿Cómo nos atrevemos a excluir a las mujeres del ministerio?

¿Cómo nos atrevemos a excluir a las mujeres del ministerio?

Por John Phiri


Sobre el autor: John Anderson Giobanni Phiri es el presidente de la Asociación Central de Malawi, en África. Ha estado en el ministerio por más de 20 años. Está casado con Ireen, y tienen cuatro hijos, dos niñas y dos varones.


Emile Durnkheim, uno de los fundadores de la sociología moderna, argumentó que “Dios no es más que unarepresentación simbólica de la energía colectiva y los valores dominantes de lasociedad que lo adora”. Cualquier imagen de Dios, de acuerdo a Durkheim, estácaracterizada por las particularidades que la sociedad de adoradores valora másentre ellos. Consecuentemente, la religión no es nada más que un proceso por elcual un grupo termina adorándose a sí mismo. (Antony Campolo, A ReasonableFaith, p. 97).

Aunque no podemos estar de acuerdo con todo lo que Durnkheim dice, podemos estar de acuerdo que cuando Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”, la narración del Génesis cierra con este testimonio: “Y Dios vio todo lo que había hecho y he aquí que era bueno en gran manera” (Gn. 1:31). Pero en el momento en que el hombre decidió “crear a Dios a su propia imagen” (Gn. 3), los problemas comenzaron a derramarse sobre nosotros y la Biblia testifica que “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gn. 6:5).

Actualmente me dicen que mi hija es menos humana que mi hijo, que mi hijo es más santo que su hermana; aún así nosotros sabemos que “al principio no fue así” (Mt. 19:8 RV60. No, “pero no fue la intención original de Dios” (NTV). Cuando el Señor dijo, “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Gn 1:26). Ante sus ojos santos Él los hizo hombre y mujer. Lo sé porque el siguiente versículo dice: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn. 1:27). Pablo no estaba engañado cuando dijo que no hay varón ni hay mujer (Gal. 3:28) porque Dios creó al “hombre”. Y “hombre”, de acuerdo a Dios, es “varón” y “mujer”. En esencia, ¡todos ellos son “hombres”! Así es como Dios diseño que fuera.

Así como Jesús no es más santo que el Espíritu Santo o que el Padre, mi esposa y yo fuimos creado maravillosamente iguales a los ojos del Señor. También lo fueron mis hijas e hijos. Y humildemente recuerdo que no soy más santo ni mejor que mi esposa. Nada en mí me califica para ser mejor ante nuestro Padre que mi esposa porque somos una sola carne después de todo. La misma tierra. La misma sangre. El mismo Padre. Beneficiarios de la misma comisión. La misma gracia. La misma cruz. Gobernar y enseñorearse (Gen. 1:28) no solo fue dado a los varones. Si, el pecado puede haberse entrometido en este diseño (Gen. 3:14-17) pero considero que quienes están en Cristo son nuevas criaturas (2 Cor. 5:17; cf. Gal. 6:15). Y, por lo tanto, decido operar basándome en el principio supremo del cielo “como era en el principio”. Respeto la voluntad de mi Padre a pesar de estar rodeado por un mundo pecaminoso. Respeto a la mujer como una compañera igual. Nuestros miembros corporales pueden ser diferentes en algunas maneras, pero somos iguales y uno.

Es triste cuando un teólogo que se supone que debe saber más, se ha enceguecido y está siendo impulsado por los instintos de su cultura y por el pecado, y cuando incluso se ha convertido en un defensor de este dualismo sutil que acecha al cristianismo actualmente. Las personas voluntariamente escuchan a la cultura más que a los susurros del Espíritu Santo. Siguen a su pastor o teólogo favorito en vez de a una convicción guiada por un “Así dice el Señor”. “Si no encaja con mi cultura, no es de Dios y no es para mi” para ser el principio detrás de la vida de muchos.

Es entendible ya que incluso los apóstoles tenían sus dudas acerca de la voz de Dios en sus vidas, al menos en algunos puntos Pedro viene a mi mente. El quedó en la historia como alguien que desafío a Dios en lo que era “puro” y llegó al extremo de llamar “impuro” a lo que Dios había limpiado (Hch. 10.13-14). ¡Fue casi como si estuviera educando a Dios sobre lo que era aceptable para él! Dios tuvo que amonestar los prejuicios culturales de Pedro: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (Hch. 10:15).

Lo que aprendemos de esta historia es que la prerrogativa suprema de ordenar o santificar algo no está en la mano de sus seguidores (la iglesia) sino de Dios solamente, hasta el punto en que Él a veces puede sorprendernos con una experiencia impactante como la de Pedro. Eso nos recuerda que necesitamos ser humildes. Esto os advierte que siempre que caminamos con el Señor necesitamos ser humildes y estar dispuestos a escuchar la dirección del Espíritu Santo incluso cuando a en contra de algo que siempre hemos acariciado. ¡Si, me refiero a nuestra cultura! Y Así, Pedro rompió todos los reglamentos de la iglesia y técnicamente desobedeció a la iglesia porque tenía que obedecer al Dueño de la iglesia.

E hizo todo eso sin incluso consultar a al congreso denominacional de su tiempo.

Esa es la razón por la cual siempre admiro a la iglesia primitiva de Jerusalén y al Concilio de Jerusalén. Incluso cuando un asunto teológico ante ellos no tenía precedente en su Escritura, cuando ningún judío había recibido el permiso de predicar a los paganos, ellos dijeron: en tanto no viole la ley moral y no destruya la obra del Señor, dejaremos que el Señor cumpla su voluntad entre nosotros. Ellos votaron con un resonante “Si”. Y luego dijeron “Al Espíritu Santo y a nosotros nos ha parecido bien no imponerles ninguna otra carga” (Hch. 15:28).

Aquí hay algo más de ese discurso:

“y cuando terminaron de hablar, Jacobo respondió y dijo: «Hermanos, escúchenme. Simón nos ha contado cómo Dios visitó a los no judíos por primera vez, para añadirlos al pueblo que cree en su nombre. Las palabras de los profetas concuerdan en esto, pues está escrito: “Después de esto volveré, y reedificaré el caído tabernáculo de David; repararé sus ruinas y lo volveré a levantar, para que el resto de la humanidad busque al Señor, y también todas las naciones que invocan mi nombre.” Esto lo dice el Señor. Lo ha dado a conocer desde los tiempos antiguos. Mi consejo es que no inquieten a los no judíos para que se conviertan a Dios, sino que los instruyan para que se aparten de la idolatría, del libertinaje sexual, del comer carne de animales ahogados, y de comer sangre. A Moisés no le falta quien lo predique en las sinagogas, cada día de reposo, en cada ciudad y desde los tiempos antiguos.” (Hch. 15:13-21)

Hoy en día soy orgullosamente un cristiano y un teólogo gracias a hombres y mujeres que estuvieron dispuestos a dejar de lado sus prejuicios personales, ambiciones políticas y los dictados de sus tradiciones cuando Dios les mostró una dirección diferente.

Noten cómo ellos se refirieron a la profecía (la Biblia) y de esa manera confirmaron la voluntad de Dios acerca de alcanzar a los paganos y aceptarlos dentro de la iglesia. Admiro su actitud humilde cuando descubrieron que ya estaba profetizado que Dios haría esto en el tiempo del fin. Ellos no pudieron oponerse a esto para preservar sus tradiciones o prácticas preferidas.

Con tristeza noto que actualmente las mismas personas que no podían de ninguna manera ser parte del sacerdocio por no ser judíos, mucho menos descendientes de Leví, quieren obstaculizar a las hermanas que el Señor explícitamente llama a predicar el evangelio. Todo esto a pesar de que Joel 2:28 sigue siendo parte de la Escritura y que Pablo nos recuerda que con Dios “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gal. 3:28).

Esto me recuerda la parábola del Señor acerca del siervo ingrato (Mat. 18:23-25). Él debía tanto, y le fue perdonado tanto, pero ¡oh!, el pobre hombre no se benefició en nada de la gracia del perdón que había recibido. Se olvidó que también había sido deudor y maltrató a quien le debía tan poco. Cuando considero algunos de los debates en nuestra iglesia actualmente, siento ganas e exclamar:

“Siervo malvado, yo te perdoné toda aquella gran deuda, porque me rogaste. ¿No debías tú tener misericordia de tu consiervo, como yo la tuve de ti?” (Mat. 18:32-33).

Yo los hice “sacerdotes” (Apo. 1:6) y los “ordené” incluso aunque no se suponía que pudieran entrar en mi santo templo (Efe. 2:1ff). ¿Así es cómo tu deseas tratar a quienes son más débiles que tu solo porque tienes el privilegio del poder y de la educación? Siento dolor y vergüenza. ¿No judíos afirmando ser “sacerdotes” y “ordenados”? ¿Ustedes “que estaban lejos” (Efe. 2:17), personas que no son descendientes de Moisés, ni Aarón, ni de levitas? ¿Personas que ni siquiera hubieran tenido la oportunidad de poner un pie en el templo de Dios (Eze. 44:9), se atreven a obstaculizar a otros? ¿De dónde sale tanta audacia? ¿Mucho menos atreverse a prohibir a los “marginados” de apropiarse del mismo privilegio que ustedes piensan que merecen, cuando en primer lugar ni siquiera mereces la gracia del Señor?

Entonces, considerando todo esto, vamos a la pregunta de si ordenar o no mujeres. Te pregunto: ¿Eres tu la persona correcta para argumentar en contra de la ordenación? Preferiría discutir con los descendientes de Leví que contigo. ¡Cierra tu boca y humíllate ante el Señor!

La aplicación selective de principios bíblicos y teologías puede ser peligroso y desastroso para la iglesia. No puedes aplicar una parte de la ley mosaica e ignorar otras sin una lógica clara. Si la iglesia de Jerusalén hubiera tenido la mentalidad que algunos en la iglesia tienen actualmente, seguramente muchos de nosotros no podríamos ser cristianos actualmente. Gracias, Señor, por las personas que son lo suficientemente humildes para permitir que se cumpla tu voluntad. Soy un deudor a ti gracias a ellos.

La realidad es que cuando el hombre hace cultura hay esperanza, porque la puede cambiar cuando su luz aumenta. Pero cuando la cultura hace al hombre ¡no hay esperanza!

Yo solo puedo orar por el día en que Jesús ilumine nuestros ojos cegados por la cultura e arroje luz sobre nuestros cerebros prejuiciosos. Si, un día Él removerá todos los géneros y nos hará sin sexo, si es que eso es lo que quiso decir cuando dijo: “El error de ustedes es que no conocen las Escrituras ni el poder de Dios; porque en la resurrección, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles de Dios en el cielo”. (Mat. 22:29-30, cf. Rom. 3).

Estoy cansado de adorar a los dioses de la cultura. ¡Mi único miedo es que cuando el Señor quite los géneros algunos se sientan tentados a evitar que nuestras hijas y esposas sean como los ángeles!


Fuente: https://atoday.org/dare-we-gentiles-exclude-women-from-ministry/

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