Porque necesitamos mujeres como capellanas

Porque necesitamos mujeres como capellanas

Por Capellán Gary R. Councell

 

La Iglesia cristiana primitiva luchó para mantener el equilibrio entre el evangelismo y el cuidado pastoral en su misión. El testimonio extraordinariamente efectivo de los apóstoles ganó miles de conversos para “El Camino”.  Su éxito también creó el desafío de cuidar las necesidades físicas y espirituales de los nuevos miembros, definir las prácticas de fe, organizarse para el servicio y asimilar a los gentiles en la fe judía “revisada”. Cartas de instrucción y guía fueron escritas por los apóstoles para las congregaciones recientemente establecidas. Las epístolas del Nuevo Testamento reflejan la cultura y los problemas relevantes de su tiempo, aunque los principios inspirados permanecen válidos para todas las épocas.

El libro de Hechos relata cómo la iglesia enfrentó las diferentes necesidades funcionales de la administración organizacional, la evangelización misionera, la instrucción y el cuidado pastoral. Posteriormente el ministerio se especializó para satisfacer las demandas de la vida social, las instituciones y los cambios políticos, y el ministerio especializado de la capellanía evolucionó para proporcionar apoyo religioso a ejércitos, hospitales y escuelas.

Actualmente, la capellanía es una expresión esencial del ministerio hacia personas en círculos usualmente pasados por alto o que son de difícil acceso para los pastores de iglesia o programas denominacionales tradicionales. Mientras la vida institucional y organizacional se vuelve más importante en la vida social, los líderes y miembros de estos grupos buscan capellanes para recibir guía y apoyo ético, moral, religioso y espiritual.

Cómo convertirse en capellán

Los requisitos para convertirse en un capellán profesional comprenden tres niveles de preparación:

  1. Un título de teología de una universidad teológica acreditada (preferentemente una maestría con especialización en capellanía e idealmente al menos una materia de educación pastoral clínica en el currículum).
  2. Recomendación eclesiástica de una fe religiosa para representar esa fe y servir en un institución u organización como capellán de esa fe; y
  3. Experiencia pastoral que demuestre que el candidato es completamente capaz de ministrar todas las ordenanzas/ritos o rituales/sacramentos o tradiciones de su fe a los creyentes. Eso implica que el candidato ha sido ordenado y posee credenciales válidas para llevar a cabo esas funciones del ministerio. Usualmente, se exige un mínimo de dos años de experiencia pastoral. Algunas iglesias y denominaciones cristianas no permiten mujeres como líderes religiosas, ni recomiendan a mujeres como capellanas.

Hasta la década de 1970 todos los capellanes adventistas eran varones. Lentamente, mientras las puertas se abrían lentamente para que las mujeres sean ordenadas como ancianas locales y sirvan como pastores, la entrada a las capellanías fue obtenida por unas pocas persistentes mujeres “pioneras”. En febrero de 1977, Frances Osborne se convirtió en la primera capellana clínica adventista “certificada” en el Centro Médico Huguley Memorial en la ciudad de Forth Worth, Texas. Seis años más tarde Helen Tyler comenzó su obra en el Hospital New England Memorial. Wanda G. Davis fue la primera mujer negra en servir como capellana. Ella deseaba ser una capellana militar, pero sin ordenación no pudo serlo.

Comenzando en 1974, el ejército de los EEUU permitió que las mujeres sirvan como capellanas, pero pasaron treinta años hasta que la primer mujer adventistas ingresó a la capellanía militar. Wanda Acevedo calificó para ingresar a la reserva del Ejército. Ella es ahora la capellana (con el rango de mayor) en Fort Buchanan, Puerto Rico. Otras cinco mujeres han seguido sus pasos en los Cuerpos de Capellanía de las Fuerzas Armadas de los EEUU.

Durante los últimos cuarenta años los adventistas del séptimo día les han otorgado recomendaciones eclesiásticas a más de cincuenta mujeres para que sirvan como capellanas, la mayoría en instituciones adventistas y en algunas organizaciones públicas. Muchas más podrían ser ubicadas en la arena pública, que no restringe el servicio de mujeres.

El desafío de las capellanas

Los Reglamentos Eclesiásticos-Administrativos de la Asociación General y de la División Norteamericana define a los capellanes como pastores: “Todos los capellanes son pastores, aunque no todos los pastores son llamados a ser capellanes. Para convertir en capellán/a los pastores deben tener entrenamiento avanzado, experiencia pastoral verificada por credenciales actuales, y recomendación eclesiástica” (Reglamentos Eclesiásticos-Administrativos de la Asociación General FA 30).

Los reglamentos denominacionales no excluyen a mujeres del ministerio de capellanía ni de tener credenciales ministeriales, aunque ciertos prejuicios culturales y procedimientos actuales hacen que sean más difícil que las mujeres cumplan los prerrequisitos para ingresar en las diferentes capellanías, especialmente en la arena pública.

Los seminaristas que expresan interés en eventualmente ingresar a una de las capellanías a menudo no son apoyados por una asociación con ayuda financiera. Sin apoyo, las mujeres generalmente se les hace mucho más difícil financiar su preparación para el ministerio. (Una pequeña beca ha sido establecida para quienes ingresan al programa de estudios para capellanías militares para ayudar a aliviar este desafío para hombres y mujeres).

Después de su graduación, obtener un llamado para el ministerio pastoral es otro desafío. Dado que la experiencia pastoral es el fundamento reconocido para el ministerio especializado de todas las capellanías, el Departamento Adventista del Capellanía estableció un método alternativo para ser empleada como una pasantía ministerial.

El Memorandum de Entendimiento y Acuerdo (MOUA por sus siglas en inglés) es un convenio aprobado que le ha permitido a muchas mujeres obtener la experiencia pastoral esencial (Contactarse con el Departamento de Ministerios Adventistas de Capellania en la División Norteamericana por más detalles).Afortunadamente los líderes actuales de la División Norteamericana se han comprometido a ubicar más mujeres en puestos pastorales durante este quinquenio, lo cual le abre las puertas un poco más para que puedan obtener empleo y experiencia pastoral.

Las credenciales son una manera de identificar a los líderes dentro de una organización y delinean quienes son los privilegiados para ministrar como clérigos profesionales. Las credenciales también verifican ante el ojo público la autoridad reconocida y el estatus dentro de un cuerpo religioso; de allí que se exija esto para cualquier capellanía pública. Sin credenciales válidas para verificar el estatus de clérigo, ciertos privilegios legales no son permitidos; por ejemplo., oficiar en bodas. Dentro de los reglamentos adventistas se emiten a los ministros cuatro tipos de credenciales: licencia ministerial, credencial ministerial (de ordenación), licencia de comisión y credencial de comisión (equivalente a la ordenación). Las mujeres solo son comisionadas.

Si una mujer ha sido ordenada como una anciana local, se ha graduado de un seminario acreditado, posee una credencial legítima emitida por una asociación y ha cumplido los requisitos de experiencia pastoral, ya está lista para buscar una recomendación eclesiástica del Departamento de Ministerios Adventistas de Capellanía de su división para que le otorgue credenciales. Una vez que ha sido recomendada, ella tiene dos años para obtener empleo como capellana.

Porqué necesitamos mujeres como capellanas

Dios ha creado a la humanidad diferenciándola en varones y mujeres, diferentes en algunas maneras, pero aun así teniendo necesidades similares. No obstante, cada uno refleja por igual la imagen divina y poseen la misma dignidad al ser creados para la gloria de Dios. Esta creencia bíblica forma la base para la postura adventista sobre la sexualidad, el matrimonio y la familia. Este hecho es reconocido y aplicado a todos los aspectos de la vida, excepto cuando asuntos de paridad surgen en lo relacionado a la ordenación de clérigos. En ese momento las pastoras y capellanas deben continuar siendo pacientes mientras esperan el resultado de la controversia entre los principios éticos y las preocupaciones políticas.

Idealmente los capellanes de ambos sexos y de cualquier cultura, raza o religión deberían ser capaces de ministrar profesionalmente a otros a pesar de las diferencias. Los capellanes sirven las necesidades espirituales de personas de todas las fe o de ninguna, en vez de imponer su propia fe sobre otros. El propósito principal de un pastor se enfoca en una fe religiosa en particular para evangelizar y nutrir para el beneficio de esa religión.

Dejando de lado la sexualidad, un capellán de cualquier género debería ser capaz de satisfacer las necesidades espirituales del sexo opuesto. Desafortunadamente, aunque los capellanes tienen una extensa preparación para el ministerio, la subjetividad y el prejuicio personal permanecen en el inconsciente emocional que obstaculiza en vez de ayudar a un cuidado pastoral responsable.

Incluso cuando capellanes varones son profesionalmente objetivos en su ministerio con mueres, existen situaciones cuando es más apropiado que una capellana se encargue de ministrar.

A comienzos de mi ministerio militar fui convocado a la oficina del Juez Defensor General para “aconsejar” a un afligida soldada afroamericana. Ella estaba enojada y llorando. Me senté en silencio en la habitación con ella quizás por unos quince minutos más o menos; ella se mostraba reticente a mirarme, mucho menos a hablar. Con vacilación comenzó a relatar lo que le había pasado. Ella había sido acosada sexualmente por un sargento mayor. Cuando reportó el evento a sus superiores en la cadena de mando su historia no fue creída. Ella tenía buenas razones para no confiar en los hombres. No había capellanas asignadas para ese puesto. El ministerio de una capellana hubiera sido más apreciado que el mío (aunque la situación de esta soldada fue resuelta).

Independientemente de la perspectiva prevalente, las capellanas traen al ministerio una presencia de comprensión y cuidado que es rápidamente aceptada por mujeres y la mayoría de los hombres. Ellas son valoradas por su presencia y lo que esa presencia representa. Cuando los varones son heridos física o emocionalmente, frecuentemente piensan en sus esposas o madres después de su llamado por un médico o de una oración a Dios. El monumento  a las enfermeras militares al lado del Muro de Vietnam en Washington DC es un testimonio del valor de las mujeres en situaciones de crisis. Una capellana proporciona un sentimiento de seguridad y consuelo en el que se puede confiar.

Con cada vez más mujeres en los campus de colegios y universidades, las capellanas pueden recibir más fácilmente su confianza en casos de violaciones, acoso o abuso, además de proporcionar consejería en cuestiones éticas y morales, embarazo, etc. Ellas pueden servir como consejeras en las universidades en cuestiones de reglamentos y normas que pueden ser pasadas por algo por varones.

Con un creciente número de mujeres en centros de detención, las capellanas de prisiones son de vital importancia para las poblaciones de reclusas como “oídos seguros”. Es más apropiado tener capellanas del mismo sexo aconsejando en una cárcel para mujeres. Incluso acompañadas por capellanes varones, las capellanas pueden tener un efecto positivo en prisioneros de cárceles masculinas.

Como capellán policial, veo la necesidad de oficiales femeninas cuando acompaño las patrullas. Los oficiales de policía experimentan situaciones considerablemente tensas y emocionales. Hace dos años atrás la muerte de una oficial en la línea del deber afectó duramente a todo el departamento. Afortunadamente, el departamento tenía una capellana y psicóloga para ayudar con la resiliencia y bienestar de las personas. Entre sus muchas tareas, las capellanas de las fuerzas de seguridad pública ministran las necesidades de oficiales mujeres así como a víctimas de crímenes y abuso sexual.

En el área de la salud, las capellanas pueden ofrecer apoyo a los pacientes y aconsejar al personal médico en asuntos que a veces pueden ser incómodos para los varones. Las pacientes femeninas se sienten más cómodas y abiertas a dialogar de sus preocupaciones acerca de dar a luz, el amamantamiento y ciertas cirugías, entre otros temas, con capellanas.

Por último, una organización con capellanes de ambos géneros comunica inclusividad e igualdad de valor a sus miembros; la institución u organización está abierta a preocuparse por las necesidades y preocupaciones de toda la población a la que sirve. Las capellanas pueden proporcionar consejos y sugerencias profesionales a los capellanes varones que pueden sentirse incómodos tratando con una mujer o que tienen preguntas acerca de cómo tratar con temas que han surgido al aconsejar a una mujer. Las capellanas pueden estar disponibles para ser referidas cuando sea más apropiado que se involucren en un caso. Las capellanas traen cualidades y perspectivas únicas al ministerio que complementan y fortalecen lo que los capellanes hacen, y completan lo que varones a veces fracasan en hacer. Todo esto las hace necesarias para todos los equipos de capellanía.


Sobre el autor: el capellán Gary Councell sirvió 32 años como capellán militar antes de trabajar en favor de los aproximadamente 500 capellanes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día como recomendador eclesiástico durante nueve años. Actualmente trabaja como capellán voluntario con el Departamento de Policía del Condado de Prince William y en el Aeropuerto Internacional Dulles, además de proporcionar cuidado pastoral para dos congregaciones trabajando en centros USO.

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