¡Piensa en esta alegoría!

En el inicio del año, un hospital de la iglesia, debido a la jubilación de dos de sus médicos y al aumento de pacientes, decide incorporar cuatro médicos. Encuentra a cuatro profesionales recién recién recibidos, graduados con honores y recomendaciones por sus destrezas y vocación de servicio mostrados durante las residencias. Con alegría el hospital incorpora a los médicos: dos varones y dos mujeres, cubriendo así la acuciante demanda de servicios de salud.
En el inicio del año, un colegio de la iglesia, debido a la jubilación de dos de sus profesores y al aumento de alumnos, decide incorporar a cuatro profesores. Encuentra a cuatro profesionales recién recibidos, graduados con honores y recomendaciones por sus destrezas y vocación de servicio mostrados durante las residencias. Con alegría el colegio incorpora a los profesores: dos varones y dos mujeres, cubriendo así la acuciante demanda de servicios educacionales.
En el inicio del año, una Asociación de iglesias, debido a la jubilación de dos de sus pastores y al aumento de feligreses y de interesados, decide incorporar a cuatro licenciados en teología. Encuentra a cuatro profesionales recién recibidos, graduados con honores y recomendaciones por sus destrezas y vocación de servicio mostrados durante las residencias. Con alegría la Asociación incorpora solo a dos licenciados: dos varones, pero no a dos mujeres. Así queda sin cubrir la acuciante demanda de servicios espirituales.
¿Por qué no incorpora para el servicio pastoral a las dos profesionales femeninas que reunían las mismas capacidades que sus colegas varones? Respuesta: por no poseer los mismos genitales que los varones.
Hasta donde yo sé, el Espíritu Santo se comunica con la mente. Las condiciones éticas, morales y espirituales se desarrollan en el órgano llamado cerebro, no en los testículos. Un pastor puede realizar un excelente ministerio aunque pierda los testículos, pero no si pierde la ética, la mural y el juicio, que se asientan en la mente. Y la mente es común en los hombres y mujeres.

Tomado de la página de Mario Eugenio Roscher

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