La Ordenación de la Mujer
Por Gordon M. Hyde
1976
Durante los últimos cinco años se han hecho varios estudios sobre el rol de la mujer en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Estos estudios han, en parte, provisto las bases para la consideración del tema en varios de los últimos Concilios Anuales y de Primavera del Comité de la Asociación General.
Los estudios y los concilios han dado algún tipo de reconocimiento al consejo inspirado para que las mujeres sean separadas mediante la oración y la imposición de manos para un trabajo aproximado al de una diaconisa: “Las mujeres que están dispuestas a consagrar parte de su tiempo al servicio al Señor deberían ser establecidas para visitar al enfermo, cuidar al joven, y ministrar para las necesidades del pobre. Ellas deberían ser separadas para este trabajo mediante la oración y la imposición de manos” (Elena de White, Review and Herald, 9 de Julio de 1895). Ellos incluso le han dado una aceptación cautelosa y limitada a la ordenación de la mujer como ancianas en iglesias locales (con el consejo de la asociación, unión y división). Ellos incluso han alentado una mayor involucramiento de las mujeres en los procesos de toma de decisiones de la iglesia. Pero el liderazgo elegido de la iglesia no ha sentido que la ordenación de la mujer al ministerio es aconsejable en este tiempo. La mayor razón dada por este punto de vista es que el campo mundial completo debería estar unido al aprobar un paso tal antes de implementarle en todo el mundo. Por lo tanto, puede ser de algún interés para la investigación de los pros y los contras de esta cuestión de ordenar mujeres al ministerio de esta iglesia. Ahora mismo podemos declarar que los prerrequisitos para la ordenación de hombres sería aplicable para las mujeres –el llamado de Dios, el reconocimiento de la iglesia de ese llamado, el entrenamiento y educación requerido, el apoyo de una asociación para autorizar una pasantía, una congregación o institución (en el caso de los capellanes) que los acepte.
Y habría varios asuntos adicionales que deben ser enfrentados en la ordenación de la mujer. En el caso del matrimonio, habría problema si el esposo de una mujer pastora sería capaz (incluso si estuviera dispuesto) de seguirla a las distintas ubicaciones a las cuales ella sería llamado según los patrones normales del ministerio adventista. Posibles conflictos de interés entre el ministerio y la maternidad podrían ser un factor que también habría que tratar.
Más mujeres que hombres
Sin embargo, sobre ese punto debe ser notado que en diferentes países hay frecuentemente muchas más mujeres adventistas que hombres, así que muchas mujeres permanecer sin casarse, e incluso cuando este no es el caso, no todas las mujeres consideran el matrimonio y la familia como el único rol o, en algunos casos, ni siquiera el rol preferente en la vida. Así que indudablemente hay una cierta cantidad de mujeres que incluso ahora sienten que han escuchado el llamado del Señor para el ministerio, tienen la capacidad y talento para recibir (o ya han recibido) el entrenamiento necesario, puende predicar y enseñar tan efectivamente como cualquier hombre, y solo les falta el llamado de una asociación. ¿Debería la iglesia mundial aprobar la ordenación de la mujer al ministerio?
Pero muchos lectores pueden preguntar: ¿Dónde dice la Biblia que las mujeres deberían ser ordenadas como pastoras? O ¿Ha dado Elena de White alguna indicación sobre el tema? Y otros pueden decir (tal vez tanto mujeres como hombres): Yo simplemente no puede ser mujeres sirviendo como pastoras en esta iglesia.
Está bien. Echemos un vistazo a estas observaciones.
Es verdad que la Iglesia Adventista del Séptimo Día declara que encuentra todas sus doctrinas en la Biblia y solo en la Biblia, pero en asuntos de política de la iglesia y la administración hay muchas áreas en las cuales, en la ausencia de instrucciones bíblicas, ¿podemos seguir prácticas cristianas heredadas de nuestros antepasados espirituales? ¿O puede ser la instrucción dada mediante el don de profecía al remanente el que nos guía? ¿o las decisiones de la Asociación General en sesión después de estudios y recomendaciones en varios Concilios Anuales?
Por ejemplo, ¿Dónde encontraremos instrucciones bíblicas específicas para nuestra manera de preparar y administrar las ordenanzas de la casa del Señor?
¿Dónde en la Biblia encontraríamos el sistema de misioneros licenciados y acreditados, colportores licenciados y acreditados o ministros licenciados y acreditados? Ni siquiera es demasiado fácil el tema de encontrar un sistema establecido en orden para los líderes de la iglesia. ¿y que hemos hecho con los apóstoles, profetas y maestros (ver 1 Corintios 12?
Bueno, puede decir otro, si Cristo hubiera querido que las mujeres sean pastores él hubiera llamado a alguna mujer para ser uno de los apóstoles. Ahora hay varias razones lógicas que pueden ser sugeridas para esta exclusión, pero quien hace la pregunta debería considerar que Cristo no llamó a ningún gentil entre los Doce, ¿Y dónde nos deja eso?
Hay muchas otras cosas que involucran a la iglesia, además de la ordenación de la mujer al ministerio, cuyos pros y contras no se pueden discutir desde las escrituras. ¿Acaso tenemos que decir que la Iglesia Cristiana ha estado en un error al hacer o no hacer algo que no está específicamente explicado en la Escritura?. Algunos aspectos de la temperancia no están trazados en la Escritura. Pero los principios si lo están. Así pasa también con algunos aspectos de la dieta. La Escritura no las discute. O consideremos la institución de la esclavitud o muchas de los otros crueles abusos e injusticias sociales prevalentes en los tiempos de Cristo. Mientras que él y los discípulos anunciaban los principios del evangelio que atacarían la raíz que causa esas opresiones humanas, Él “no intentó reformas civiles. No atacó los abusos nacionales, ni condenó a los enemigos nacionales” (El Deseado de Todas las Gentes, p. 470). Hasta donde dice la Escritura, ni Cristo ni sus Apóstoles alguna vez demandaron la abolición de la institución de la esclavitud. ¿Deberían los cristianos entonces haber resistido la emancipación de esclavos como algo no-bíblico?
Las Preguntas
¿Qué harían ustedes con el consejo de Pablo en 1 Corintios 14?, pregunta alguien. “guarden las mujeres silencio en la iglesia… porque no está bien visto que una mujer hable en la iglesia” (vers. 34-35). Sería útil tener las preguntas literales que Pablo estaba respondiendo en sus cartas a los Corintios. Pero no las tenemos. Si tenemos 1 Corintios 11, en donde el apóstol está aclarando las condiciones que las mujeres que “oraban o profetizaban” tenían que cumplir (ver también 1 Timoteo 2:12).
El contexto parece ser un lugar de reunión. ¿Podría haber habido problemas particulares en tiempos particulares y lugares a los cuales Pablo estaba hablando? ¿O él estaba en realidad enunciando una ley divina de aplicación universal? ¿Qué acerca de las profetisas de tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos? ¿Eran ellas violadoras de esta “ley” o eran excepciones especiales? ¿Qué acerca de Elena de White?
En cualquier caso, si Pablo estaba enunciando una ley universal, entonces nosotros como pueblo la hemos estado violando por un siglo. Elena de White no estaba cohibida por esta “ley” ni la invocó sobre otra mujer –aunque ella prefería que su esposo predicada el sermón del sábado cuando él estaba presente-.
Lo que nos trae otra vez a Elena de White. ¿Qué hizo o dijo ella que nos sirve en todo este asunto?. Nosotros entendemos que ella no fue ordenada al ministerio, pero que ella recibió credenciales ministeriales por algún tiempo. Ella sí llamó a que las mujeres sean separada, cono hemos notado antes, a un tipo de trabajo parecido al de las diaconisas mediante oración e imposición de manos (Review and Herald, 9 de Julio de 1895). Ella también demandó que las esposas de los ministros que dedicaban su tiempo para trabajar al lado de sus esposos recibieran un salario comparable al de sus esposos. Ella incluso indicó que ellos podían poner a sus hijos en buenas manos mientras sus madres trabajaban (Obreros Evangélicos, p. 468). Ella repetidamente pidió que las mujeres sean educadas como doctoras y médicas también. Cuando los doctores revelaban un llamado a ministrar la Palabras, ellos debían ser ordenados, dijo Elena de White. Y ella no excluyó a las mujeres doctoras de esta instrucción (El Evangelismo, p. 397). Como en muchos otros asuntos, nosotros podemos desear que una instrucción inspirada y autoritativa fuera más completa o más específica. Estamos más cómodos con un “Así dice el Señor” que seguir. Pero en el tema de la ordenación de la mujer al ministerio, no tenemos una discusión real de la cuestión en la Biblia o en los escritos de Elena de White, ni a favor ni en contra. Alguno quisieran tomar ese silencio como una prohibición ¡solo para estar seguros!.
Entendiendo los Dones
Debe haber un lugar donde el entendimiento de uno sobre la iglesia y de los dones y la obra del Espíritu Santo pudiesen tener peso. Y podemos señalar a estudios y acciones de Concilios tomados como contrapartes modernas de los procesos de la Iglesia Apostólica. La propia edad de uno, los prejuicios, la actitud general hacia las mujeres, y la evaluación de sus talentos comparados con los de los hombres tendrían un peso sobre si uno está feliz o infeliz con una decisión de ordenar o no a las mujeres.
Algunos pueden estar a favor de las mujeres como pastoras en tanto ellas no sean ordenadas. Sería muy difícil encontrar algún tipo de principio bíblico para una opinión así. Si Dios ha llamado a una mujer, y su ministerio es fructífero, ¿Por qué la Iglesia debería negarle su acto estándar de reconocimiento? ¿Será solo porque el candidato es una mujer?
El paso del tiempo puede y hace una diferencia en asuntos que afectan a la iglesia. Y cuando estamos hablando acerca de mujeres como pastoras, nos sentimos inclinados a pensar que estamos lidiando con un grupo minoritario, incluso aunque las mujeres son la mayoría de nuestra membresía.
Puede ser, por lo tanto, que con el clima general cambiante en la sociedad en lo relacionado a mujeres teniendo posiciones de liderazgo en facetas cada vez más importantes de actividad humana hay espacio para tomar una posición sobre la ordenación de las mujeres hoy que podría no haber sido la misma tomada en Corinto en los tiempos de Pablo, o en Battle Creek en los tiempos de Elena de White, o en cualquier otro lugar entre los adventista en los últimos 20 años.
Así que hay muchas maneras de mirar a esta cuestión de ordenar mujeres como ministras del evangelio. Ciertamente todo esfuerzo debería ser hecho para evitar que la iglesia se divida. Pero si la Iglesia permanece abierta al guía del Espíritu Santo aprenderá la voluntad de Dios sobre este tema.
Si algunas mujeres fervientes, pías, indican que el Señor las ha llamado para el ministerio, ciertamente la iglesia querrá darles consideración respetuosa y devota.
Una cosa es segura. Hay una necesidad desesperante por cada talento disponible y recurso en la iglesia para ser enlistado en el esfuerzo final para cumplir la comisión del evangelio. Y ciertamente oraremos para que el Señor guie a su iglesia para hacer su voluntad en este asunto. Estemos abiertos y dispuestos y esperando que el Señor pueda guiarnos como un pueblo unido sobre esta cuestión.
Esta es una traducción del artículo “Ordination of Women” de Gordon M. Hyde, publicado en la Review and Herald del 28 de Octubre de 1976.