¿Deberían las mujeres ser ordenadas al ministerio evangélico?

¿Deberían las mujeres ser ordenadas al ministerio evangélico?

Por Mary Gordon[1]

 

Georgina estaba embarazada con su tercer hijo cuando su esposo abandonó el hogar para casarse con otra mujer. Georgina está reconstruyendo su vida –aprendiendo a ser el sostén de la familia, ama de casa y madre soltera. Mirando hacia atrás ella dice: “El rechazo que sentí del divorcio es indescriptible. Pastores varones hicieron todo lo posible para ayudarme, pero ellos no podían entender exactamente por lo que estaba pasando. Me hubiera gustado tener una pastora mujer”

Alicia siente que ha sido llamada para alcanzar a las mujeres que están en las fuerzas militares de los Estados Unidos. “¡Es un campo de misión!, y está abierto para los adventistas. Pero para poder ser considerada, debemos ser ordenadas por nuestra propia iglesia. Aquí hay un caso donde “el mundo” quiere a mujeres en el ministerio, pero la iglesia las está reteniendo. Yo esperó que se le dé consideración piadosa a mujeres calificadas ordenadas para que así está necesidad no quede sin respuesta”.

Rosa es una maestra adventista que asiste a una iglesia pequeña en una gran ciudad. “Es verdad que mujeres que están divorciadas, que han sido abusadas, que son dependientes de narcóticos, o en hospitales o en el Ejercito realmente necesitan el ministerio de otras mujeres”, comenta ella. “Pero la necesidad es mucho más grande. Las mujeres y hombres miran a la vida y la religión de manera diferente. Tener un evangelio predicado solo por hombres deja parte del mensaje afuera. Quiero escuchar a mujeres predicando, identificándose con mis necesidades espirituales”.

Silvia es una de las pocas mujeres adventistas en Norteamérica que ha elegido el ministerio pastoral como su vocación. “Es increíble sentir que el Señor te está llamado”. Yo tenía otros planes. Además, mi familia pensó que enfrentaría mucho prejuicio. Ellos me instaron a convertirme en una contadora pública o en una abogada o en algo más. Pero no pude deshacerme del Espíritu Santo. Ahora que actualmente he sido una pastora, siento la confirmación de que el Señor está en esto. Existen algunas maneras en las que puedo servir y en las que un hombre no puede; necesitamos trabajar juntos. Por ejemplo, si una mujer repentinamente enviuda, tengo la libertad de quedarme en su casa para ministrarla y consolarla. Debido a que un pastor varón y yo somos un equipo, solucionamos en amplio espectro de necesidades.

Nellie ha sido una pastora-evangelista en las Filipinas por muchos años. Ella simplemente dice “Quiero servir a Dios y ganar muchas almas antes de que Él venga”. Sus series evangelísticas típicamente  durante entre 15 y 20 días y puede atraer multitudes de 200 personas. Ella está casada y ha adoptado a dos hijos, pero ella dice que sus responsabilidades familiares son compatibles con su ministerio. ¿Sus iglesias la aceptan?. “He observado que algunos hermanos les gusta tener una mujer pastora y a otros no”, responde Nellie. “Pero si ellos saben que yo puedo construir iglesias a ellos no les gusta cuando soy transferida a otro lugar”. Como conclusión ella dice “Cada año tengo como mi proyecto personal construir una iglesia en mi distrito”.

Estas historias revelan que algunos adventistas sinceramente quieren a mujeres en el ministerio completamente autorizadas en la iglesia. Otros testimonios personales expresan que el Señor las ha llamado a este mismo trabajo, y los frutos de su trabajo apoyan esto. Mientras reflexionamos en esto, nosotros deberíamos considerar la posibilidad de que Aquel que nos está guiando a una aceptación de la ordenación de estas mujeres puede ser nuestro Señor Jesús, que escogió estos candidatos improbables para este rol  es estos días, del mismo modo en que Él escogió a pescadores iletrados, recolectores de impuestos y otros.

Sorpresa e iniciativa

Dios a veces nos guía al sorprendernos. En otras ocasiones Él parece manifestar su voluntad mediante la iniciativa humana bajo la tranquila influencia del Espíritu. Mientras consideramos el caso para ordenar mujeres al ministerio evangélico, revisemos dos historias de Dios guiándonos en el libro de Hechos.

Hechos 10 y 11 hablan de Dios guiándonos mediante la sorpresa. Pedro es sorprendido por un sueño en el cual Dios le manda comer animales limpios e inmundos sin considerar las leyes levíticas. Con gentiles golpeando a su puerta, Pedro pronto se da cuenta que el sueño significa que el debe sentirse libre para predicarles de Jesús a ellos. Más tarde, el concilio de la iglesia en Jerusalén debate acaloradamente el asunto de aceptar a estos gentiles convertidos sin requerirles que se hagan judíos primero. Al final el concilio acepta el testimonio personal de Pedro: “Por tanto, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros al creer en el Señor Jesucristo, ¿quién soy yo para pretender estorbar a Dios?” (Hechos 11:17 NVI).

Pedro estaba sorprendido al ver que el Espíritu Santo cayó sobre los gentiles. Nosotros podemos sentirnos sorprendidos de encontrar los dones del Espíritu en las mujeres en el ministerio. Pero si Dios es el dador de esto dones, nuestro deber es considerar cual debería ser la respuesta apropiada de la iglesia.

Una segunda historia es encontrada en Hechos 6. Aquí está la apertura de Dios a la iniciativa de líderes eclesiásticos responsables.

Aparentemente había discriminación hacia las viudas entre los judíos que hablaban griego; ellas no habían sido alimentadas y cuidadas como el resto de las viudas. El Comentario Bíblico Adventista sugiere que “no fue una queja suave, sino una protesta suficientemente fuerte como para merecer seria preocupación.”[2]

El texto no indica que Dios les dio a los apóstoles un sueño o que les entregó un diseño para una organización eclesiástica ideal. Estos fueron los primeros diáconos. ¡No hubo ningún precedente! Pero la iniciativa fue bendecida. Ellos encontraron personas que tenían “sabiduría” y que estaban “llenas del Espíritu” (Cap. 6:3). Pero ellos no los pusieron a trabajar en seguida. La iglesia tomó el paso adicional de confirmarlos públicamente. Los apóstoles “oraron y les impusieron las manos” (vers. 6).

Este fue el primer servicio de la ordenación de la iglesia. Aparentemente el acto de la ordenación era una extensión apropiada de principios bíblicos, porque Elena de White nota: “Esta medida estaba de acuerdo con el plan de Dios, como lo demostraron los inmediatos resultados que en bien de la iglesia produjo”[3]. Manteniendo estas ideas en mente, tratemos dos asuntos acerca de la propiedad de ordenar mujeres al ministerio.

Circunstancias

La primera serie de cuestiones tiene que ver con nuestra situación, lo que vemos a nuestro alrededor. ¿Hay necesidades legítimas en la iglesia que mujeres con la habilidad y cualificaciones pueden resolver? ¿Testifican estas mujeres que Dios las llamó al ministerio? ¿Hay resultados positivos cuándo ellas ministran? ¿Son las personas bendecidas?

Estas cuestiones pueden ser respondidas con hechos y evidencias. De las breves historias personas presentadas antes en este artículo, nosotros empezamos a reconocer que el ministerio de mujeres adventistas ha sido útil y efectivo. Las mujeres son tan proclives a cometer errores como los hombres, pero no  más proclives. Los seres humanos que aceptan el llamado de Dios son aún criaturas frágiles. Pero hay necesidades que las mujeres parecen que están particularmente adaptadas para satisfacer. Para la primera serie de preguntas podemos responder: “Si, mujeres capaces son llamadas al ministerio y las necesitamos”.

Algunos argumentan que estas necesidades no valen la pena el intenso debate que está sucediendo. Pero podemos preguntarnos ¿qué proporción de la iglesia primitiva estaba constituida por viudas que hablaban griego? ¿Fueron el 10 por ciento o el 2 por ciento de la iglesia? Dado que estas mujeres eran tanto viudas como hablantes de griego, no es difícil imaginar que ellas no constituían una parte grande de la membresía. Aun así los apóstoles reconocieron las necesidades y la injusticia, y pusieron manos a la obra.

Escritura e Historia

La segunda serie de cuestiones se enfocan en entender la Biblia y las fuentes históricas. ¿Prohíbe la Biblia que las mujeres sirvan a Dios en roles ministeriales? ¿Está la ordenación reservada solo para hombres? ¿Apoyan los pioneros adventistas que las mujeres están en silencio y evitaban que prediquen y evangelicen?

Para responder a estas preguntas se han escrito libros y artículos por eruditos de adentro y fuera de la Iglesia Adventista. Los lectores interesados se beneficiarían al estudiar los artículos preparados por eruditos adventistas en 1975[4]. La conclusión fue que no había obstáculos teológicos para ordenar mujeres al ministerio evangélico.

Al responder esta segunda serie de cuestiones podemos decir: ·No, la ordenación y el liderazgo no están restringidas a los hombres”. Pero para apoyar esta declaración, miremos más profundamente en estas fuentes.

Principios bíblicos

Viendo el hecho de que la imagen de Dios es reflejada en la raza humana mediante la combinación de hombres y mujeres (Gén. 1:27) encontramos que la igualdad de sexos está establecida desde el comienzo. Elena de White concuerda.[5]

Aunque el pecado estropeó las relaciones entre Dios y los seres humanos, y entre los hombres y las mujeres (cap. 3). La obra redentora de Jesús es restaurarnos a la semejanza de Dios. El pecado ha traído dolor, separación y opresión, pero estas condiciones son malignas y debemos trabajar para superarlas (Lucas 4:18-19)[6]

En el Antiguo Testamento Dio usó algunas mujeres en maneras que no eran la costumbre en Israel. María, Hulda y Débora fueron profetas. Débora mantuvo un doble nombramiento, dado que ella sirvió como una jueza y ejercitó autoridad militar. Rut y Ester tomaron iniciativas atrevidas que normalmente pertenecían a hombres, pero su coraje fue recompensado por Dios. Joel predijo que el Espíritu provocaría: que “sus hijos y sus hijas” profetizarían. Aunque los roles de las mujeres estaban restringidos en el Antiguo Testamento, había lugar para excepciones.

El Nuevo Testamento expande los roles de las mujeres. Priscila fue una notable maestra del evangelio; Febe fue una diaconisa de la congregación de Cencreas (Rom. 16:1); Euvodia y Síntique era co-trabajadoras con Pablo (Fil. 4:3). Y Junia era una apóstol (Rom. 16:7)[7]

Jesús rompió muchas convenciones religiosas y sociales que habían limitado o suprimido a las mujeres, sugiriendo que nuevas opciones estén abiertas para ellas. A pesar de las protestas de Marta, Jesús alabó a María por sentarse a sus pies para aprender las verdades espirituales. Él dos veces shockeó a los líderes religiosos al sanar en Sábado y al hacer objeto de su compasión a una mujer (Lucas 13:10-17). Jesús se reveló más abiertamente como Mesías a una samaritana divorciada. Después de su resurrección se apareció primero a María, instruyéndola para anunciar este evento sorprendente a los hombres.

El hecho de que el bautismo antes que la circuncisión marcó la entrada del creyente a la Iglesia promovió la igualdad; el rito aplicaba tanto para hombres como para mujeres.

Pablo enseñó la igualdad en la iglesia debido a que todos somos salvados por Cristo. “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús.” (Gál. 3:28). Por extensión, este principio enseña que el racismo, la discriminación y el sexismo son inapropiados dentro de la familia de la iglesia. Podemos diferir entre nosotros en la clase social, raza o género, pero estas distinciones no deben establecer favoritismo o discriminación. Dios no hace acepción de personas.

El significado de la ordenación

Como hemos aprendido en Hechos 6 la ceremonia de la ordenación es culminación de un proceso de cuatro pasos:

  • Una necesidad es reconocida;
  • Se establecen calificaciones;
  • Se buscan personas que tengan los dones; y finalmente
  • Las personas son ordenadas.

Raoul Dederen, un erudito y autor de un artículo llamado “Una teología de la ordenación”, correctamente declara que la ordenación no confiere a un individuo nuevos dones[8]. Cuando Elena de White describe como los creyentes en Antioquia ordenaron a Pablo y Bernabé ella nota que “pidieron a Dios, por ese acto, que concediera su bendición a los apóstoles escogidos, en la devoción de éstos a la obra específica para la cual habían sido designados.”[9]

La ordenación para nosotros los adventismo es un reconocimiento de los dones que Dios ya ha dado. Esto está en un contraste distinto a la creencia de los católicos de que la ordenación otorga el don del Espíritu Santo y es un sacramento. (Aquellos que aceptan esta interpretación creen que los pastores ganan ciertos poderes místicos. Pero los adventistas compartimos con la mayoría de los protestantes la creencia de que el don del Espíritu no viene con la ordenación, sino en el bautismo). En el bautismo nos convertimos en “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios” (1 Pe. 2:9). Esto es el sacerdocio de todos los creyentes.

Como sacerdotes en este sentido todos tenemos directo acceso a Dios. Aun así nosotros poseemos dones y llamados diferentes. La ordenación es la manera en que la iglesia reconoce esto.

La ordenación es también la manera en que autorizamos plenamente a un individuo a actuar en nombre de la iglesia. De acuerdo a la Enciclopedia Adventista del Séptimo Día, los ministros adventistas tienen cinco privilegios: predicar el evangelio, bautizar conversos, organizar iglesias, oficiar casamientos, y conducir servicios de la Cena del Señor[10]. Ancianos locales pueden predicar, dirigir la Cena del Señor y, con permiso, bautizar.

Varias mujeres adventistas actualmente trabajan en varias partes del mundo como pastoras, evangelistas y ministras. Ellas tienen todas las responsabilidades que los ministros varones también tienen, pero le son negados los privilegios que son regularmente dados a hombres.

Cuando no permitimos la ordenación para las mujeres, diciendo que no es necesaria para su trabajo, no estamos argumentando contra las mujeres, sino contra la ordenación. En realidad estamos haciendo la pregunta ¿Es necesaria la ordenación para alguien? Los hombres y mujeres pueden trabajan sin ella. Pero la ordenación es la señal que la iglesia da cuando aprueba el trabajo, los dones y el llamado de alguien. Esta es la manera en que la iglesia se regocija en lo que Dios ha dado para edificar a sus miembros. Cuando ordenamos a alguien, es un acto de reconocimiento y aceptación de esos dones. El mismo acto de nuestra confirmación alienta a los individuos a continuar desarrollándose en el servicio de Dios.

La historia de los pioneros adventistas

Entre los pioneros adventistas hubo mujeres involucradas en la enseñanza, la obra médica y la temperancia, la administración y la predicación. El libro de John G. Beach “Notables Mujeres del Espíritu” documenta muchas de estas historias.

El Review and Herald del 24 de Agosto de 1876 reporta que Elbert y Ellen Lane, un equipo evangelístico que sostuvo reuniones en tiendas por varios años en Ohio, Indiana, Virginia y Tennessee. Un sábado a la mañana Elbert predicó para un grupo de 35; ¡al día siguiente la Señora Lena atrajo una multitud de 650!. “Esta es, creemos, la congregación más grande para un lugar campestre; nuestra tienda ha sido tendida en una granja”, escribió Elbert. “La influencia refinadora y suavizadora de las mujeres cristianas se necesita en la gran obra de predicar la verdad”, según Elena de White[11]. Ella añade “Si hay celo y diligencia continua en nuestras hermanas que se afanan en diseminar la verdad, tendrán un éxito total, y nos asombrarán con sus resultados.”[12]

Quizás la obra de mujeres evangelísticas como la Sra. Lane y las declaraciones de la Hermana White, como se han mostrado, llevaron a la adopción de esta resolución en la Asociación General de 1881:

“RESUELTO, que las mujeres que posean las cualificaciones necesarias para llenar esa posición, puedan, con perfecta propiedad, ser separadas mediante la ordenación para la obra del ministerio cristiano”[13]

La resolución fue enviada al Comité de la Asociación General para su implementación. El registro de que pasó con ella está en silencio. Mientras que algunos especulan que el asunto fue abandonado debido a que Elena de White no lo apoyó, esto parece inconsistentemente con sus declaraciones o con su propia recomendación de ordenar mujeres al ministerio de la bondad cristiana[14].

La hermana White misma no fue ordenada como un ministro, nunca ocupó una posición oficial de la iglesia, y nunca reclamó el título de profeta. Ella explicó: “mi obra ha abarcado tantos aspectos, que no puedo llamarme sino mensajera, enviada para dar un mensaje del Señor a su pueblo y para ocuparme de cualquier actividad que él me señale”[15]. Sin embargo, en 1871 la iglesia eligió darles credenciales. Su nombre aparece, por ejemplo, entre los ministros licenciados como Urías Smith, J. N. Loughborough, George Butler, y otros 77 en el Boletín de la Asociación General de 1895[16]

¿Por qué hay preguntas acerca de las mujeres en la iglesia? La Biblia no es una sola pieza de ropa, sino un tejido de contribuciones de muchos autores. Nuestro dilema sobre si ordenar o no a las mujeres como pastoras se origina en parte de pasajes difíciles, y en parte de la tradición judía, la historia cristiana, e interpretaciones de la Escritura dadas por los padres de la iglesia y los reformadores protestantes

Los rabinos judíos en el primer siglo, por ejemplo, enseñaba que “es mejor que las palabras de la Torá sean quemadas que confiadas a una mujer… el que le enseña a su hija la Torah es como alguien que le enseña lujuria”[17]. Josefo escribió “La mujer, dice la ley, es en todas las cosas inferior al hombre”[18]. Culpando a la mujer por traer el pecado y la muerte al mundo, Tertuliano dijo en un tono mordaz: “Tu eres la puerta de entrada del diablo… la primera desertora de la ley divina, la que persuadió a quien el diablo no era suficientemente valiente para atacar.  Tu destruiste tan fácilmente la imagen de Dios: el hombre. Por culta de tu deserción, es decir, la muerte, el Hijo de Dios tuvo que morir.”[19]. Juan Calvino argumentó en su Comentario de Corintios que “la mujer es un ornamento distinguido del hombre” y que “así como la mujer deriva su origen del hombre, ella es por lo tanto inferior en rango”[20]. Calvino enseñó que “la eterna de Dios… ha hecho al sexo femenino sujeto a la autoridad del hombre”. Él exhortó a la mujer a “estar satisfecha con su estado de sujeción, y no tomarse mal [el hecho de] que ella fue hecha inferior al sexo más distinguido”. Creyendo que la enseñanza era una “superioridad” en la iglesia e “inconsistente con la sujeción”, Calvino excluyó a las mujeres de eso.

Estos sentimientos han influenciados al pensamiento y la práctica cristiana, pero carece de sensatez teológica. Muchas de estas ideas han sido cuidadosamente examinadas y descartadas por completo por los eruditos adventista en los artículos mencionados antes del Instituto de Investigación Teológica.

No podemos pretender que no hay pasajes difíciles para estudiar. Algunos textos presentan ideas negativas de las mujeres pero otros ofrecen puntos de vista atrevidamente positivos.  ¿Cómo vamos a balancearlas?

Esta tarea no es nueva. Jesús y los líderes religiosos de su tiempo a menudo debatieron el verdadero significado de la Escritura. Deuteronomio 24:1 claramente permite el divorcio, indicaban los fariseos. Si, decía Jesús, pero el texto debe ser interpretado a la luz de la intención de Dios, no solo de sus provisiones temporales. “En el principio no era así”, dijo Jesús (Mat. 19:8). Así que nuestra tarea no es solo leer los textos sino buscar los significados subyacentes de toda la Biblia. Puede ser que Génesis 3, por ejemplo, no es una prescripción de roles masculinos y femeninos, sino una descripción de como el pecado los afecta. “Pero en el principio no era así”.

J. N. Andrews, nuestro primer misionero y erudito, adoptó un punto de vista positivo de las mujeres. Escribiendo hace más de 100 años atrás para la Review and Herald, el miró a 1 Corintios 14:34-36 y 1 Timoteo 2:12, textos que a menudo son citado para probar que las mujeres no deben hablar o dirigir encuentros religiosos.

Andrews argumentó que los textos no deben aplicarse universalmente. Él dijo que la iglesia de Corinto estaba “en un estado de gran desorden”[21]. Cuando Pablo instruyó a que las mujeres permanezcan en silencio, no debería “se tomado como una norma para todas las mujeres cristianas en otros tiempos, cuando y donde tales desordenes no existen”. Mientras que para 1 Timoteo 2, Andrews no veía que este texto evite que las mujeres enseñen, porque Priscila y otras mujeres eran alentadas y alabadas por enseñar por Pablo mismo. Andrews terina su artículo diciendo: “Pablo en Romanos 10:10 dice: “Con el corazón el hombree cree para justicia, y con la boca hace confesión para la salvación”, y esto debe ser aplicado para mujeres igualmente a los hombres”[22].

Una iglesia que acepta la comisión del evangelio como un desafío serio y tienen una visión de un campo mundial de labor, no puede seguir permitiéndose limitar su reconocimiento de dones particulares y de la ordenación del ministerio a la mitad de su membresía. Al recordar el espíritu de mujeres notables de la Escritura, la confirmación del llamado de mujeres a un discipulado igual por Jesús y Pablo, y la contribución de las mujeres adventistas pioneras, somos alentados a aceptar plenamente y autorizar a mujeres en roles pastorales y evangelísticos hoy. Hay un campo de necesidad esperando por ellas. Podemos afirmarlas mejor para este trabajo al usar el acto cristiano de la ordenación.


Referencias

[1] Mary Gordon es un pseudónimo

[2] Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, p. tomo 6?, 190

[3] Los Hechos de los Apóstoles, p. 74)

[4] Estos artículos están disponibles gratuitamente en idioma inglés en el sitio web oficial del Instituto de Investigación Bíblica:

[5] Patriarcas y Profetas, p. 25

[6] Comentando sobre la Caída, Elena de White en Patriarcas y Profetas, p. 38: “En su afán de subir más allá de su posición original, descendió a un nivel más bajo… En su deseo de lograr una posición más elevada, muchas han sacrificado su verdadera dignidad femenina y la nobleza de su carácter, y han dejado sin hacer la obra misma que el cielo les señaló.” Algunos interpretan que Eva estaba intentando ascender de su lugar como mujeres para ocupar el lugar del hombre. En realidad, ella era igual al hombre (Gén. 1:27)  e intentando ascender del lugar de un ser humano para convertirse como Dios como la serpiente sugirió en Génesis 3.

 

[7]  Los traductores de la Biblia han estado intrigados por este nombre y usualmente han optado por la forma masculina, Junias, dado que la persona tenía el título de apóstol, el cual han asumido que solo puede ser tenido por hombres. Pero la evidencia lingüística favorece la forma femenina, y así es como algunas versiones lo traducen.

 

[8] Este artículo está incluido entre aquellos comisionados por el Instituto de investigación Bíblica de la Asociación General de los Adventistas del séptimo Día en 1975.

[9] Los Hechos de los Apóstoles, p. 131

[10] P. 925

[11] El Evangelismo, p. 345

[12] El Ministerio Pastoral, p. 88

[13] Review and Herald, 20 de diciembre de 1881

[14] Review and Herald, 9 de Julio de 1895

[15] Mensajes Selectos, tomo 1, p. 39)

[16] P. 427

[17] Mishna Sotah 3, 4

[18] Contra Apión II, 201

[19] De cultu feminarum 1. 1

[20] John Calvin,  Commentaries on Corinthians  (Grand Rapids, Mich.: Eerdmans, 1948), Vol. I, pp. 355-361, 468.

[21] Review and Herald, 2 de Enero de 1879

[22] Ibíd.

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  1. “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que a sus ojos le parecía bien” (Jueces 17:6) – “Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos. ” (1 Samuel 8:7) – “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar” (1 Timoteo 3:1-2)

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