Bert Haloviak – Anhelando un Pastorado

ANHELANDO UN PASTORADO: MINISTERIO EN EL ADVENTISMO DEL SIGLO XIX

Por Bert Haloviak

1988

 

Introducción

¿Le aconsejaría Elena de White hoy en día a la iglesia Adventista ordenar mujeres calificadas para el ministerio pastoral? Mientras que la cuestión puede ser presuntuosa, este escritor cree que la guía del Señor a través del ministerio pasado de Elena de White permite que la cuestión sea respondida con un resonante ¡Si!

La clave debe yacer en la percepción de Elena de White sobre el ministerio. Y es claro que Elena de White favoreció un rol activo para las mujeres en el ministerio y no mantuvo ninguna inhibición contra el acto de ordenar mujeres en la iglesia. De hecho, ella realmente defendió ordenar mujeres para el ministerio más vital de la década de 1890, el ministerio de la Ayuda Cristiana.

Dado que no habían pastores asentados en la Iglesia Adventista del siglo XIX, se vuelve necesario examinar la naturaleza del ministerio durante esa era para trasladar estos principios para nuestra era. Este escritor ha intentado examinar los ministerios relevantes durante ese siglo pasado y no ha encontrado ministerio dentro de la Iglesia Adventista en que las mujeres no participaran activamente y recibieran el completo apoyo de Elena de White en esa participación. Elena de White claramente consideró a las mujeres como ministras plenas en el concepto adventista de ministerio en el siglo XIX.

La cosa más relevante para Elena de White estaba sobre si las mujeres podían actuar como ministras, y no sobre la cuestión de la ordenación.

Un examen del ministerio en el Adventismo del siglo XIX revela una relación íntima entre su enfoque teológico centra y una definición de ministerio. Cuando la Iglesia se enfocó en la ley y en probar doctrinas, las funciones del cuidado pastoral fueron abruptamente minimizadas o no presentes. Pero cuando su orientación se volvió más cristocéntrica, esa perspectiva fue claramente reflejada en su percepción del ministerio.

Evangelistas o Pastores: la Conversión de James White

La iglesia adventista, en su entendimiento inicial del ministerio, se enfocó enteramente sobre el recientemente descubierto mensaje del Tercer Ángel y efectivamente evangelizó el medio-oeste de Norteamérica durante las décadas de 1850 y 1860. James White hizo uno de los primeros intentos para definir el ministerio adventista: la tarea del ministro era la de “predicar la palabra, enseñar fielmente las declaraciones claras de la Palabra de Dios” y una vez que esa tarea inicial fue realizada el ministro debería moverse adelante. Él instó a los ministros adventistas: “Deben entrar en todos los aspectos del deber de sus hermanos, estarían seguros de meterse en el camino de los ángeles ministradores, y tomar su trabajo en sus manos”. Si los evangelistas se volvieran “pastores” y se asentaran en las iglesias, ellos emularían a las iglesias caídas porque “la iglesia los miraría a ustedes en vez de al Señor”[1]. La experiencia milerista, cuando muchos creyentes habían sido desfraternizados, les recordaba a los adventistas el autoritarismo eclesiástico y fue un factor que evitó que los adventistas tuvieran pastores estacionarios.

Dentro de su perspectiva evangelística inicial, sin embargo, hubieron intentos para incorporar un ministerio de cuidado pastoral. Parece que las mujeres, como miembros de equipos evangelísticos de marido-mujer, desempeñaron esos roles. Varios de estos equipos funcionaron durante las décadas de 1860 y 1870 y James White describe sus esfuerzos típicos:

“Iowa parece ser un alentador campo de labor… El camino está abierto para el Hermano Cornell para trabajar exitosamente en ese parte del estado. La Hermana Cornell ha cumplido muy bien con su parte. El modo de combate es algo así: el Hemano Cornell va solo a un nuevo lugar, quizás comience en la taberna, predique algunos días, y cuando amigos aparezcan para invitarlo a sus casa; y cuando el trabajo esté bien encaminado, la Hermana Cornell se une a su esposo, y trabaja de casa en casa a medida que son invitados. Y cuando el trabajo del Hermano Cornell está hecho, es un bueno lugar para que la Hermana Cornell permanezca y defienda la verdad en conversaciones privadas, y cargue las responsabilidades del trabajo en el medio de los jóvenes discípulos. De esta manera, ambos pueden cargar una parte en la buena obra”[2].

La miembro femenina del equipo de marido-mujer era vital en ese entonces y se traduciría en un rol mayor hoy. A lo largo de la mayor parte del siglo XIX, la compañera mujer en el equipo marido-mujer se volvió lo más cercano a nuestro entendimiento del ministerio pastoral. El equipo marido-mujer buscó combinar la necesidad de la iglesia para tanto el ministerio evangelístico como el pastoral. James White consideró el ministerio de la mujer de una magnitud importante:

“Mis puntos de vista y mis sentimientos son que la esposa del ministro permanece en una relación tan cercana a la obra de Dios, una relación que lo afecta para mejor o para peor, que ella deberían en la oración de ordenación, ser separada como su colaboradora”[3]

Mientras que James White continuó para definir su concepto de ministerio a lo largo de la década de 1860 primariamente en términos evangelísticos, la iglesia empezó a ver más claramente una necesidad por el ministerio pastoral: las iglesias estaban siendo desbandados, los hijos comenzaron a rechazar la religión de sus padres, las iglesias empezaron a ser plagadas por la desunión. Así, intentos fueron hechos para mejorar el pastorado. Las Asociaciones comenzaron a separar sus territorios en distritos para permitir la visita sistemática de iglesias, una columna fue establecida en la Review and Herald que reportada el “Labor entre las Iglesias”, encuentros trimestrales de iglesias locales fueron asistidos por ministros y las preocupaciones pastorales serían su enfoque primario.

Parece que habían sido los consejos de Elena de White lo que empujó a la iglesia hacia una reforma ministerial mayor. La Hermana White hizo direcciones significativas concernientes al ministerio tanto en la sesión de la Asociación General de 1870 como en la de 1871 y buscó mover a la iglesia de su preocupación con un ministerio de debate hacia preocupaciones más pastorales. Como consecuencia de la exhortación de la Hermana White para un ministerio más “calificado”, la sesión estableció un comité para delinear un curso de estudio para los ministros[4]. En adición, un curso de predicación ministerial para hombres y mujeres que estaban planeando hacer labores ministeriales fue sostenido después de la sesión de 1871. Es interesante que el precio de la membresía en la Asociación de Predicación para Ministros era de $5 para hombres y $3 para mujeres. James hite delineó el propósito del curso de homilética ministerial: “Hay cientos de jóvenes varones y mujeres que deberían asistir a un minucioso curso de predicación” que “los calificaría para enseñar la palabra a otros”[5]

En la sesión de la Asociación General de 1871, Elena de White parecía exhibir un nuevo enfoque para los ministros reunidos:

“Hoy más que nunca antes, me di cuenta del exaltado carácter de esta obra, su santidad y consagración, y cuán importante que es que estemos preparados para esta obra…

Hay una palabra más que casi había olvidado. Es en respecto de la influencia que el ministro debería ejercer en su predicación. No es simplemente pararse en el púlpito. Su obra ha apenas empezado allí. Es entrar en las diferentes familias, y llevar a Cristo allí; llevar sus sermones allí llevarlos en sus acciones y palabras. Mientras él visita una familia, él debería inquirir en la condición de esa familia. ¿Es él el pastor del rebaño? La obra de un pastor no es hecho completamente en el púlpito. Él debería hablar con todos los miembros del rebaño; con los padres, conocer su situación; y con los niños, aprender la de ellos. Un ministro debería alimenta el rebaño sobre el cual Dios lo ha hecho su supervisor”[6]

Aparentemente reaccionando ante las amonestaciones de Elena de White, los delegados de la sesión de la Asociación General de 1871 votaron que “se deberían tomar medidas para alentar e instruir apropiadamente a hombres y mujeres para la obra de la enseñar la palabra de Dios”. La resolución pidió por un curso “para instruir a nuestros devotos jóvenes varones y mujeres, por toda la tierra, en los principios de la verdad presente, y los mejores métodos de enseñarles a la gente”[7]

En 1873, George Butler, presidente de la Asociación General, definió el propósito de las predicaciones ministeriales como “proveer instrucción en la teoría de nuestra fe para aquellos que desean entrar en el ministerio inmediatamente”  y en el mismo ejemplar de la Review and Herald el Comité de la Asociación General contó porque la Iglesia Adventista estaba entonces permitiendo a sus mujeres recibir entrenamiento y licencias para el ministerio: “Es bien sabido por la mayoría de los lectores de la Review [and Herald] que nuestra causa permanece con una gran necesidad de trabajadores apropiadamente calificados para presentar nuestros puntos de vistas a las personas que están en todas partes listas para escucharlos”. El cuerpo administrativo centra de la iglesia “creyó que hay algunos entre nosotros que tienen habilidad suficiente, podrían recibir la instrucción apropiada” para convertirse en exitosos evangelistas del mensaje adventista del séptimo día[8]. Esto parece haber sido el primer intento para proveer entrenamiento formal para el ministerio. Esto fue varios años antes de que el Colegio de Battle Creek fuera establecido para ese propósito. Alrededor de ese tiempo, la Asociación de New York-Pennsylvania licenció a Sarah Lindsey, que fue así oficialmente calificada para predicar y mantener encuentros evangelísticos[9]. Así vemos que entre 1865, cuando James White definió el ministerio y 1871, un aparente apertura de las puertas ministeriales adventistas para las mujeres. Ellas recibieron entrenamiento y eran licenciadas como ministras.

Por el último año de su vida, James White pareció haberse movido más cerca a la perspectiva de ministerio que cercanamente anticipa los puntos de vista del siglo XX. Su concepto parece hacer sido condicionado por su creciente enfoque cristocéntrico. James exigió al ministerio que “predique más a Cristo” y proclamó que él creía “que nosotros tenemos un testimonio para nuestro pueblo en este tiempo, relacionado al exaltado carácter de Cristo, y su disposición y poder para salvar”.  Él creyó que la iglesia estaba enfocándose demasiado prominentemente en “extender la obra y dejando a nuestros ministros en necesidad y desaliento y a nuestros iglesias esparcidas”[10]. En uno de sus últimos artículos, el reflejó el dilema de la iglesia con su necesidad de hacer constantes compromisos entre asuntos pastorales y evangelísticos:

“Nuestros esfuerzos como pueblo debería estar dirigido a mantener lo que tenemos, y ganar todo lo que podamos en nuevos campos. Pero en el presente, estamos evidentemente perdiendo casi tanto en viejos campos de labor como ganando en los nuevos… Es ahora evidente que estamos ocupando demasiado terreno… En el presente estado de las cosas, ¿No deberían nuestros más capaces hombres, aquellos que tienen la habilidad para edificar la causa, como una regla, trabajar donde ellos puedan lograr más?”[11]

M. Canright, por ese entonces considerado uno de los más exitosos y perceptivos ministros en el Adventismo, observó que mientras era una cosa plantar una iglesia, era “una cosa bastante diferente regar y cultivarla, para que así continúe creciendo y cargue buen fruto”. El concluyó que ambas tareas deben ser realizadas. “La historia de nuestras propias iglesias, como la de todas las otras, muestra que ellas deben ser cuidadas si se espera que crezcan”[12]

Fue mientras James White y la iglesia se estaban moviendo hacia una orientación más pastoral que White murió. Canright hizo esta observación acerca de la última fase del ministerio de James White:

“Como todos recordarán, donde sea que él predicó en los pasados dos meses, él se basó grandemente en Cristo y el ilimitado amor de Dios”[13]

La consecuencia de este enfoque Cristo-céntrico de 1888 también movió a la iglesia adventista del séptimo día hacia una orientación más pastoral en su definición del ministerio.

La Cuestión de la Autoridad Escritural

Un intenso análisis de la cuestión de la autoridad escritural en asuntos de la política de la iglesia levantó durante las discusiones acerca de la organización eclesiástica a fines de la década de 1850 y comienzos de 1860. Los principales argumentos favorecían una organización que fuera pragmática y diseñada para evitar la “apostasía, desunión y peligro” que por aquel entonces estaban atormentando a la iglesia.

Organización fue también propuesta para evitar que edificios eclesiásticos adicionales se pierdan debido al fracaso de registrar la propiedad de la iglesia con el estado. Aquellos que se oponían consideraban que tales ataduras con el estado no estaban autorizadas por la Escritura moverían a la iglesia hacia “Babilonia”. Oponiéndose a esa lógica, James White argumentó: “No deberíamos tener temor de este sistema que no es opone a la Biblia, y es aprobado por el sano juicio”. Él continuó:

“Es verdad que la Biblia no dice en tantas palabras que nosotros deberíamos tener reuniones anuales; ni tampoco dice que deberíamos tener un periódico semanal, una imprenta, que deberíamos publicar libros, construir lugares de adoración y enviar a nuestras tiendas. Cristo dice “Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida, Dejen que su luz brille ante los hombres, etc.” Él no entra en los detalles de cómo esto debe ser hecho. La iglesia viviente de Dios es dejada para humildemente moverse adelante en esta gran obra, orando por la guía divina, y actuando según el plan más eficiente para su logro[14]

Ese argumento de James White fue rechazado por prominentes ministros adventistas. Aquellos que se oponían a White declaraban ser la voz del Adventismo tradicional y de hecho lo eran, dado que su posición concerniente a “Babilonia” había sido la posición de la iglesia por más de una década. R. F. Cottrell, el principal orador de este grupo, argumentó en contra de reunirse como un cuerpo religioso debido a la falta de un mandato escritural. Él argumentó que la iglesia tendría así que asumir un nombre oficial y dado que todos los nombres escritural estaban tomados, la iglesia debería aceptar un nombre no escritural[15]. Cottrell preparó otros argumentos que lo convencieron que asegurar la propiedad de la iglesia era anti-escritural[16]. T. J. Butler, que más tarde la iglesia de Gilboa, Ohio fuera de la denominación, presentó la resolución de esa iglesia a la asociación general de 1860: “    Resuelto, que están altamente favorables para una organización tal, y solo así, como la Biblia autoriza t reconoce”[17]

Fue en respuesta a esta cuestión ampliamente debatida de la autoridad escritural que James White formuló el siguiente principio general que emergió como la respuesta de la iglesia adventista primitiva:

“Si se pregunta: ¿Dónde están los textos claros de la Escritura para mantener propiedad de la iglesia legalmente? Nosotros respondemos: la Biblia no nos provee de ninguno… La iglesia es dejada para avanzar en la gran obra, orando por la guía divina, actuando sobre los planes más eficientes para su logro. Creemos que es seguro estar gobernados por la siguiente REGLA: todos los medios que, de acuerdo al sano juicio, avanzarán la causa de la verdad, y no están prohibidos por claras declaraciones de la escritura, deberían ser empleados”[18]

La Hermana White prestó su apoyo a esa posición y a la pragmática necesidad por la organización de la iglesia al referirse a una visión del 3 de Agosto de 1861:

“se me mostró que algunos habían temido que nuestras iglesias se convertirían en Babilonia si se las organizaba; pero las iglesias de la zona central de Nueva York ya han sido una perfecta Babilonia, confusión. Y ahora, a menos que las iglesias sean organizadas para continuar su marcha y poner en vigencia el orden, no tienen ninguna esperanza para el futuro, y serán esparcidas en fragmentos. Enseñanzas anteriores han alimentado los elementos de la desunión.”[19]

Se puede observar que Elena de White reclamó autoridad divina mientras ella se involucró en el asunto de la política de la iglesia sobre la organización y ella lo hizo a pesar de que la posición de muchos prominentes adventistas habían tomado de que para que la iglesia se avanzara en este asunto, se requería de autoridad escritural explícita. Parecería que la Hermana White trató tales asuntos de política eclesiástica práctica en un nivel diferente de aquellos de asuntos doctrinales. Fue en asuntos de la aplicación práctica de principios escriturales en que la Hermana White reclamó autoridad específica dentro de la iglesia. La Hermana White, más que nadie dentro de la iglesia, trabajó para formar el concepto adventista de ministerio.

Mujeres y Ministerio: la Licencia Ministerial para Predicar.

Más de 20 mujeres adventistas fueron licenciadas como ministras durante el período desde la década de 1870 hasta el fin del siglo XIX. Aunque la iglesia no estuvo de acuerdo sobre la cuestión de su ordenación, ellas eran consideradas como dentro del ministerio de la iglesia, ellas no eran miembros laicos. Las mujeres eran licenciadas y pagadas por las asociaciones locales o la Asociación General con los fondos de los diezmos. Ellas seguían el mismo camino al ministerio como el que seguían los hombres. EL hecho de que algunas mujeres fueron licenciadas por siete u ocho años consecutivamente indica que las asociaciones locales las consideraban exitosas en el ministerio.

La naturaleza de la licencia ministerial había sido definida  previamente a la recepción de mujeres con esa licencia. Mientras que algunos de los pioneros ministros fueron ordenados antes de 1844, un medio más formal de determinar la membresía en el ministerio adventista comenzó con la organización general de la iglesia de 1861 a 1863[20]. El Comité de la Asociación de Michigan en 1872 concisamente definió la licencia para predicar. Su definición era consistente con el de todas las conferencias:

“En referencia a nuestros jóvenes licenciados, debería ser entendido que el lugar apropiado para que ellos trabajen es en los nuevos campos. Ellos han recibido licencias para probar sus dones, para cerciorarse si ellos están calificados para presentar la verdad. El único lugar apropiado para que ellos hagan esto es en los nuevos campos.”[21]

La declaración anterior claramente revela la falta de enfoque pastoral en esta temprana fase del entendimiento denominacional del ministerio. Es claro que la manera en que el ministerio era probado era mediante el evangelismo. Fue durante este período temprano que varias mujeres adventistas que portaron licencias ministeriales probaron ser exitosas evangelistas y así probaron su ministerio mientras que la iglesia así definió el ministerio.

En 1873, el Presidente George Butler una vez más evidenció el estatus oficial que la licencia ministerial conllevaba:

“[Los Comités de la Asociaciones] deberían ser excesivamente cuidadosas en no ponerse en el camino de aquellos que pueden ayudar a la causa, sino que deberían alentarlos en tal [actividad], mientras que ellos no deberían conceder licencias o credenciales hasta que tengan evidencia de que el candidato sería de real beneficio para la causa. En el caso de aquellos con quienes no estamos familiarizados y que saben poco de nuestras doctrinas y del espíritu de nuestra obra, mejor esperaremos hasta que podamos actuar de manera inteligente. Una persona que va debidamente acreditada con una licencia para representarnos puede, al presentar nuestras creencias, dejar impresiones que evitará que aquellos que las reciban tengan opiniones favorables de nosotros… Estamos en desesperada necesidad de obreros, pero queremos la clase correcta”[22]

La Asociación de Michigan refleja la importancia general en la cual la iglesia sostuvo la entrega de credenciales ministeriales oficiales:

“MIENTRAS, nosotros sabemos con gran pesar que algunas de nuestras iglesias han animado a individuos a predicar para ellos que –y sea por defectuosidad en asuntos de doctrina o por motivo de alguno otra descualificación, como no haber sido licenciado, o habérseles retirado licencias o credenciales; por lo tanto

RESUELTO, que expresamos tal como lo sentimos en esta Asociación que es el deber de todas las iglesias pertenecientes a ella, respetar sus acciones en este asunto al negarse a alentar individuos para predicarles que no han sido licenciados, o que han tenido sus licencias o credenciales retiradas [excepto por la completa aprobación del Comité de la Asociación]. Aprobado y  enmendado”[23]

La licencia para predicar o licencia ministerio era así tomada en serio por la iglesia. En 1878 la Asociación de Michigan renovó la licencia ministerial de E. S. Lane y ese mismo año, Julia Owen recibió una licencia de la Asociación de Kentucky-Tennessee. Ambas eran esposas de ministros ordenados y habían mostrado un llamado al trabajo ministerial[24]. Kansas y Minnesota se unieron a la lista de asociaciones al licenciar mujeres en 1879 e Illinois le concedió licencias a Helen Morse e Ida Ballenger en 1881. Para el tiempo de la sesión de la Asociación General de 1881, al menos seis conferencias habían concedido licencias ministeriales a una docena de mujeres ministras.

Elena de White fue informada respecto del licenciamiento de mujeres ministras. Ella rutinariamente se involucró en las examinaciones que ocurrieron antes de la concesión de licencias y ella asistió a los procedimientos de las Asociaciones donde licencias ministeriales les fueron dadas a mujeres. Adicionalmente, reportes concernientes a la entrega de licencias ministeriales aparecieron regularmente en la Review and Herald. En la Asociación de Kansas de 1879, el comité sobre credenciales y licencias hizo un reporte inicial después del cual se observó, “la Hermana White habló con cierta extensión sobre el tema de las licencias”. En la reunión de la tarde, el comité entregó un reporte ulterior que contenía diez nombres adicionales, incluyendo el de Hattie Enoch. En 1893, la Hermana White habló favorablemente de la licencia ministerial portada por la Dr. Margaret Caro de Nueva Zelanda, observando que “ella tiene una licencia ministerial y lleva muchas cargas en su iglesia en Napier. Ella le habla a la gente, es inteligente y en todo muy capaz”[25]

Dos de los 24 miembros originales enlistados en la Asociación Ministerial de Michigan en 1882 eran mujeres ministras licenciadas. Una de ellas, Ellen Lane, fue llamada para hacer presentaciones ante la asociación. La asociación estaba abierta para la membresía a “cualquier ministro licenciado u ordenado de la Asociación Adventista del Séptimo Día de Michigan” y su propósito era la “instrucción mutua y el mejoramiento de sus miembros en todo lo que respecta al trabajo de un ministro evangelístico”[26]. Las mujeres continuaron siendo licenciadas por la Iglesia Adventista del Séptimo Día mientras el ministerio continuó siendo mejorado a lo largo del siglo XIX.

Varios asuntos concernientes al licenciamiento, ordenación y políticas generales fueron discutidas en las sesiones de la Asociación General de 1884 y 1885 y resultaron en la publicación en 1886 de “The Church: Its Organization, Ordinances, and Discipline (La Iglesia: Su organización, Ordenanzas y Disciplina)” por J. H. Waggoner. Waggoner comentó sobre la licencia ministerial:

“Las Asociaciones siempre les dan a entender a los licenciados que la primera cesión de una licencia es solo una prueba… Al darle un licencia, ellos refuerzan sus convicciones que [es] su deber predicar”[27]

En 1881, George Butler observó que Smith Sharp, presidente de la Asociación de Kansas, hizo uso especial de los licenciados en un recién desarrollado concepto de ministerio que se enfocó más en líneas pastorales. Butler hizo este comentario a Elena de White respecto en estos licenciados:

“Entre ellos están Marshall Enoch y su esposa que es una oradora pública que trabaja con su esposo. El Anciano Cook [ministro de Kansas que poco después se convirtió en el presidente de la asociación] piensa que ella es una mejor obrera en tales acosas que cualquier otro ministro en el Estado”[28]

Butler observó que había otros “prometedores licenciados viniendo” en Kansas y mencionó a una joven señorita, una presbiteriana, una maestra de escuela, que fue candidata para ser Supervisora del Condado de Escuelas Públicas”[29]

El Ejemplo de Ellen Lane

La Sra. Ellen Lane comenzó su experiencia ministerial durante el ministerio de su esposo en Ohio. Inicialmente, ayudándole durante un período de enfermedad, la Sra. Lane adquirió una creciente destreza como oradora. Tan pronto como en 1872, la Review and Herald dio reportes de varios discursos de la Sra. Lane. Ella tomó el control de las reuniones evangelísticas de su esposo en 1873, cuando él se enfermó de difteria. Comenzando en 1874, los reportes de los obreros que aparecieron en la Review and Herald ya no son firmados únicamente por E. B. Lane, sino que son escritos juntos. Los equipos marido-mujer de los Lane y los Corliss iniciaron la obra en Virginia, donde no había ni un adventista en 1876. LA Sra. Lane ciertamente fue considerada una ministra en su propio derecho. Observen estos reportes desde Virginia firmados por J. O. Corliss y E. B. Lane. Ellos claramente revelan que no adventistas respetaban el ministerio de ella. Por momentos ella fue capaz de mantener reuniones separadas para extender los trabajos evangelísticos del grupo. La Sra. Lane fue realmente una ministra plena dentro de la definición evangelística del ministerio. Puede verse que ella también se involucró en la definición pastoral del ministerio que fue siendo consistentemente defendida más y más por Elena de White.

“Nuestras congregaciones promedio son de alrededor de sesenta. Hay mucha emoción sobre la cuestión del sábado. La Sra. Lane está teniendo reuniones de oración de casa en casa, para introducir a los jóvenes y otros en la obra de orar y hablar en reuniones. Ella ha tenido un excelente éxito.”[30]

“Durante la última semana hemos sostenido 10 reuniones en la tienda, y Mrs. Lane ha tenido tres en Soliloquy”[31]

“En domingo la Sra. Lane se dirigió a una asamblea de 650. Esto es, según creemos, una gran congregación para para el campo; porque nuestra tienda está ubicada sobre una granja. Unos 20 han decidido guardar el Sábado, y esperamos a otros”[32]

“La Sra. Lane, debido a un pedido urgente, habló en un iglesia de la Hermandad Unidad, en Grove Hill; el edificio estaba repleto, y solo cerca de la mitad fueron capaces de entrar.”[33]

El esposo de la Sra. Lane murió mientras él estaba conduciendo reuniones en Camdem, Michigan, mientras ella lideraba reuniones en Casnovia. Ambas, la Sra. White y la Sra. Lane, enviudaron el mismo día y ambas continuaron su trabajo por mucho tiempo después de la muerte de sus esposos. La definición del ministerio en la iglesia adventista del siglo XIX permitió que Elena de White hiciera esta significativa observación:

“Fui instruida de que hay asuntos que necesitan ser considerados. Se ha hecho injusticia a las mujeres que trabajan tan devotamente como sus esposos y que son reconocidas por Dios como siendo tan necesarias para la obra del ministerio como sus esposos[34]. El método de pagar a los hombres obreros y no a sus esposas es un plan que no sigue las órdenes del Señor. Así se comete injusticia. Se comete un error. El Señor está a favor de este plan. Este plan, si es seguido en nuestras Asociaciones, desalentará a nuestras hermanas de calificarse a sí mismas para la obra en que ellas deberían involucrarse…

El Señor ha puesto su Espíritu sobre ambos. Si el marido muriera, y dejara a su esposa, ella está preparada para continuar su trabajo en la causa de Dios y recibir un salario por el trabajo que ella realiza”[35]

Cuando la Asociación de Michigan se reunió un después de la muerte del esposo de Ellen Lane, se votó la renovación de su “licencia para predicar”. Su licencia ministerial fue renovada por los siguientes siete años. Así la Sra. Lane continuó su trabajo como una ministra denominacional en el estricto sentido de la palabra, excepto por su falta de ordenación lo que le impidió organizar iglesias, bautizar o dirigir servicios de ordenación. Ella fue una miembro de la Asociación Ministerial de Michigan, asistió a Escuelas Bíblicas de ministros, dirigió encuentros trimestrales, predicó sermones evangelísticos en todas las fases de enseñanza denominacional, predicó a grandes audiencias de adventistas y no adventistas sobre salud y temperancia, condujo reuniones de reavivamientos, hizo visitas pastorales a iglesias languidecientes, mantuvo excelentes contactos (mediante su interés en la temperancia) con muchas iglesias no adventistas, y he incluso compañeros ministros le pidieron que terminara sus encuentros evangelísticos cuando ellos eran llamados a otra parte. En el sentido estricto del ministerio en el siglo XIX, la Sra. E. S. Lane fue una ministra adventista del séptimo día.

Mujeres y la Reforma Ministerial

En Agosto de 1878, la Hermana White hizo un urgente llamado a la iglesia por reformas ministeriales y un enfoque racional en Cristo. “Veo que una gran reforma debe realizarse en el ministerio antes de que sea lo que Dios quiere que sea”, le informó a la Iglesia la Hermana White. Ella de nuevo analizó los resultados de los debates que provocaron que los ministros “se comporten como actores de teatro”, mientras ellos predicaban “demasiados largos sermones doctrinales” sin decir nada “del amor y la compasión de Jesucristo”. Ella hizo este llamado para una definición más compasiva del ministerio:

“No es suficiente predicarles a los hombres; debemos orar con ellos y por ellos; no debemos mantenernos fríamente lejos de ellos, sino acercarnos en simpatía a las almas que deseamos salvar, visitarlos y conversar con ellos. El ministro que conduce el trabajo fuera del púlpito en una manera apropiada logrará diez veces más que el que confina su trabajo al púlpito.”[36]

Junto con una examinación general de la naturaleza del ministerio vino la cuestión del rol de la mujer en el ministerio y la ordenación. Poco después del llamado para la reforma de Elena de White, la sesión de la Asociación General de 1878 publicó dos resoluciones concernientes al ministerio:

“RESUELTO, que aquello que apliquen para una licencia para predicar el mensaje del tercer ángel deberían, antes de recibir una licencia, ser examinados por un comité competente en lo que respecta a sus cualificaciones doctrinales y educativas.

RESUELTO, que tengamos un comité de tres para sugerir un curso de estudio para todos nuestros ministros, que ese comité se reporte en algunas de las futuras reuniones de esta sesión”[37]

El hecho de que las mujeres continuaron siendo licenciadas como ministras adventistas después de la aprobación de estas resoluciones evidencia su estatus como ministras en es estricto sentido de la palabra. Reuniéndose alrededor del mismo tiempo que la Asociación General en 1878, la Asociación de Michigan aprobó una resolución que claramente tenía implicaciones pastorales. Los ministros ya no iban a deambular a lo largo y ancho del estado, sino que iban a trabajar dentro de una sección asignada del capo por todo el año. El plan fue explicado:

“Si un hombre acepta la verdad, él debería ser cuidado, visitado e instruido hasta que se vuelva completamente firme en todos los principios de la fe. Si ocho o más reciben la verdad, ellos necesitan observación y cuidado constante por los primeros seis meses al menos. Por todo el país encontramos pequeñas compañías que habían sido traídas a la verdad por mediante el esfuerzo de [las reuniones en] tiendas o un curso de un mes de sermones, y luego el ministros los ha dejado. Nadie los ha visitado de nuevo en seis meses o en todo un año. El resultado siempre es el mismo”[38]

Fue en Diciembre de 1878 que a Stephen Haskell, considerado por Elena de White como uno de los principales líderes denominaciones en análisis escritural, le fue pedido por el “Hermano” White[39] que provea una análisis del rol de las mujeres en los tiempos bíblicos. Después de un extenso análisis de la prominencia de las profetisas durante los períodos del Antiguo y Nuevo Testamento, Haskell se volvió a los escritos paulinos y enfatizó Romanos 16 al afirmar que “Pablo tenía mucho para decir sobre las mujeres trabajando en el evangelio”. Haskell al comentarista del siglo XIX Bloomfield:

“De acuerdo con la constitución de la iglesia primitiva, había un orden de mujeres a cargo de parte de los asuntos públicos de la iglesia consistente en dos clases: (1) Mujeres ancianas que presidían y supervisaban la moral de otras mujeres cristianas (2) Diaconisas que estaban a cargo de algunos de los puestos del ministerio, como bautizando a las mujeres convertidas, y que también recogían y distribuían las contribuciones para el alivio de los enfermos y pobres, además de otros puestos menos importantes”[40]

Haskell observó que hubieron al menos seis mujeres mencionadas en Romanos 16 como  trabajadoras: “Tres en el versículo 12 que trabajaron mucho en el Señor”. Él interpretó que “se habla de aquellas que son llamadas trabajadoras y ayudantes como entregándose a sí mismas a la obra del ministerio” y concluye que Febe “una cierta mujer viajó a diferentes iglesias y trabajó en una manera la cual especialmente fue para ayudar a las mujeres, especialmente para construir algún tipo de emprendimiento que involucraba medios”[41]

En su análisis y del comentarista que citó, Haskell estaba ciertamente considerando un rol mayor para las mujeres que involucraría deberes ministeriales como bautizar mujeres y otras funciones pastorales. Él también parece estar preparado para ver mujeres sirviendo como ancianas en congregaciones locales.

Elena de White también buscó un ministerio más pastoral, personalizado que involucre más directamente a las mujeres. A principios de 1879 ella instó:

“Las mujeres pueden ser instrumentos de justicia, sirviendo servicio santo… Si hubieran veinte mujeres donde ahora hay una, veríamos muchos más convertidos a la verdad. La influencia suave y refinada de las mujeres cristianas es necesitada en la gran obra de predicar la verdad. Diligencias celosas y continuadas en nuestras hermanas esforzándose para el esparcimiento de la verdad sería completamente exitoso, y nos asombrará con sus resultados.”[42]

La Hermana White se enfocó en otra fase del ministerio que alcanzaría cada más prominencia en la Iglesia Adventista para el resto del siglo XIX:

“Estamos careciendo obras de simpatía y benevolencia para los necesitados, los oprimidos, y los sufrientes. Las mujeres que puedan trabajar son necesitadas ahora, mujeres que no sean arrogantes, sino mansas y humildes de corazón, que trabajaran con la mansedumbre de Cristo donde sea que puedan encontrar trabajo para hacer para la salvación de las almas”[43]

Ella le escribió a Haskell que “debe haber más visitas a la iglesias y cuidado para aquellos que recién se han levantado” y expresó a su familia su idea de una nueva definición del ministerio: “Hay necesidad no solo de ministros, sino de aquellos que pueden actuar como misioneros, hombres y mujeres de buen entendimiento, de moral digna con bases morales que puedan circular entre las personas y esparcir luz, preciosa luz en todas partes”[44]. La Hermana White parece estar llamando a ambos, hombres y mujeres, para servir como pastores itinerantes durante la era cuando no había pastores estacionarios.

Cuando la Hermana White observó una tendencia de un anciano en una iglesia local de “dictar y controlar asuntos” para el detrimento de las hermanas dentro de esa iglesia, ella sugirió: “No son siempre los hombres los que están mejor adaptados para ser manejo exitoso de una iglesia”[45]. En las circunstancias de esos tiempos, la premisa que las mujeres pueden “éxito[samente] manejar” los asuntos de una iglesia local sugiere fuertemente que ella implicaba que las mujeres podían servir como ancianas locales.

En el contexto del siglo XIX, cuando no habían pastores estacionarios, los ancianos de las iglesias eran los administradores locales de la iglesia. Parecería que la Hermana White, junto con Haskell, consideró que las mujeres eran elegibles para roles mayores en el ministerio de la iglesia. En 1882 ella percibió que la obra de los colportores era una preparación valiosa para tanto hombres como mujeres porque era una obra “que educará a hombres y mujeres para realizar labor pastoral”[46].

La Cuestión de la Ordenación.

La siguiente resolución fue discutida en la sesión de la Conferencia General de 1881: “Las mujeres que posean las cualificaciones necesarias para ocupar esa posición, puedan, con perfecta propiedad, ser separadas mediante la ordenación para la obra del ministerio cristiano”. Desde 1878 varios test han sido aplicados a los candidatos para el ministerio. Ellos han sido examinados respecto a sus calificaciones doctrinales y educativas, conocimiento escritural, bienestar espiritual y éxito en el ministerio. Durante todo este período continuaron siendo licenciadas por las asociaciones estatales. La resolución entonces sugiere fuertemente que al menos sus redactores consideraban que había mujeres que de hecho si poseían las cualificaciones necesarias para la ordenación para el ministerio cristiano.

Las cualificaciones de las mujeres no era el asunto, la cuestión que fue debatida fue la “perfecta propiedad” de ordenar mujeres. Si las mujeres no habían sido consideradas ministras, el asunto de la ordenación no se hubiera levantado[47].

Se ha argumentado que el silencio de Elena de White respecto de la resolución de 1881 ofrece una gran evidencia de que ella consideró el rechazo de ordenar mujeres como una decisión apropiada, y que ella no creyó que la iglesia había cometido un perjuicio al no ordenar a sus mujeres. Después de todo, ¿Acaso Elena de White no hablo consistentemente contra la injusticia dentro de la iglesia? Debido a la importancia del asuntó que surgió en la Asociación General en 1881, es útil examinar el contexto de esta sesión.

La hermana White no asistió a la sesión de 1881. Además de la reciente muerte de su esposo, tal vez hubieron otros factores que la mantuvieron lejos. Sin embargo su hijo, Willie White, de 27 años por aquel entonces, fue un astuto observador de la sesión. Él había asistido a las sesiones de la Asociación General desde 1870 y fue activo como delegado desde 1877. White reportó que los delegados en la sesión de 1881 se habían alineado en campamentos rivales “progresivos” y “conservadores” y había mucha “probabilidad de tiempos avivados” antes de que la sesión terminará[48].

La desunión dentro de la denominación era rampante en 1881. La situación era tan peligrosa en la ubicación de las oficinas centrales que la Hermana White escribió en Abril de 1881 que “ella no podía “ver ninguna manera de ayudar [a remediar] las cosas”. De hecho, ella reportó que “no me atrevo a dar consejos, incluso a mis hermanos. Es un tiempo peligroso. Nunca ha habido un estado tal de la cosas como ahora en Battle Creek”[49]

Los asuntos candentes de la situación escolar en el Colegio de Battle Creek[50] y la severa animosidad entre J. H. Kellogg y James White hizo que la Hermana White observara: “No hay fe genuina en mis testimonios en el Sanatorio”[51]. Kellogg había realmente amenazado con avivar los asuntos divisivos durante la sesión de 1881, lo que implicaba ataques tanto sobre Elena como sobre James White, a pesar del trauma de la reciente muerte de James[52].

En Junio de 1881, la Hermana White le escribió a Butler y Haskell que “las diferencias en sus puntos de vista y mi esposo sobre temas importantes es una gran carga para mí”. Ella había esperado que este trío resolviera sus diferencias de una manera armoniosa, pero ella estaba “decepcionada, tristemente decepcionada” y vio más bien un “espíritu en ustedes que prefería el presente estado de desunión de las cosas antes que la armonía”. La Hermana White les record a Butler y Haskell que ella previamente les había “dicho a ambos que a menos que haya unión, yo debería retirarme del campo de labor” y “aun así ustedes no han hecho el menor esfuerzo por armonizar”. La Hermana White “estaba sorprendida” que Butler y Haskell “manifiesten tan poco interés en asegurar la armonía de acción” y ella extendió su observación a la iglesia completa: “Las personas en todas partes están desalentadas [por] el daño que la desunión está creando”[53]

La desunión se había extendido tanto en la denominación que el presidente de la Asociación General le pregunto a la Hermana White: “¿Vamos a tener un división entre nosotros, Hermana White?, Por mi parte no podría decir que es lo que está viniendo”[54]. Tanto el estado de las cosas y la baja estima en la que el ministerio de Elena de White era tenido, militaron en contra de una desapasionada decisión concerniente a ordenar mujeres en 1881.

Una situación un poco similar a la de la sesión de la Asociación General de 1881 ocurrió durante varias sesiones de la Asociación General en la década de 1870 relacionado con la introducción del moderno sistema de diezmos tal como lo entendían los adventistas. R. A. Underwood, que introdujo la resolución que hubiera modificado el sistema prevaleciente de benevolencia sistemática para reflejar mejor nuestro entendimiento actual del diezmo, reportó que delegados como S. H. Lane, J. O. Corliss y S. N. Haskell argumentaron que dado que Elena de White había apoyado y se había adherido el sistema previo de benevolencia sistemática, el diezmo no podía ser correcto. No solo la resolución de Underwood no fue aprobada, sino que fue removida de las minutas de la sesión. Esa remoción refleja la política aceptada de no reportar asuntos donde existían opiniones divididas. Underwood reportó que “el Anciano White dijo que si reportamos solo lo que la Asociación aprueba, se mostraría que la Asociación era una unidad y todos acordaban en sus movimientos.” Él también reportó que “ese método de reportar acciones de la Asociación General era seguido por George Butler[55].

El ejemplo concerniente al diezmo ilustra no solo la importancia que el liderazgo le daba a la apariencia de unidad, sino también a que Elena de White no necesariamente resolvió asuntos, incluso cuando estos involucraban una malinterpretación de su propia posición. No podemos simplemente asumir que si algo es importante y hay varias posiciones sobre el tema, Elena de White recibirá una guía inmediata y específica sobre ese punto. El asunto, en la opinión de este escritor, no es por qué Elena de White no habló específicamente sobre la resolución de 1881, sin más bien la actitud de Elena de White hacia las mujeres como pastoras.

También, el asunto en 1881 no era la cuestión de si las mujeres estaban calificadas por virtud de su desempeño para la ordenación al ministerio evangélico, sino más bien la propiedad de su ordenación. Si el reporte de la Review and Herald sobre la acción de 1881 es exacta, significaría que la cuestión de la “propiedad” de ordenar mujeres iba a ser decidida por el Comité de la Asociación General de tres hombres: George Butler, Stephen Haskell y Urias Smith; y su decisión parece haber sido que no era propicio.

Respecto de esa propiedad, W. H. Littlejohn, escribiendo en la Review and Herald en 1887, observó que, mientras que algunas iglesias adventistas habían elegido a “una o más mujeres para ocupar una posición similar a la que se supone que Febe y otras ocupaban en sus días”, “no ha sido, sin embargo, la costumbre entre nosotros de ordenar a tales mujeres”[56]. Aparentemente no hubo ninguna mujer ordenada para ninguna posición hasta después del hito que fue la declaración de 1895 de Elena de White e incluso esa declaración aparentemente ha estado perdida la mayor parte de la historia adventista. La edición de la Enciclopedia Adventista del Séptimo Día de 1976 dice: “Dado que en el Nuevo Testamento no hay registro de diaconisas siendo ordenadas, ellas no son ordenadas en la Iglesia Adventista”[57]. El asunto en 1881 parecía haber sido la “propiedad” de una mujer siendo ordenada y Elena de White, una década y media después resolvió ese asunto, a pesar del hecho que era aparentemente contrario a la historia pasada de la iglesia. Antes de considerar la situación de 1895, sería útil mirar a ciertos desarrollos en el enfoque adventista al ministerio.

Nuevos e Innovadores Ministerios Desarrollados.

Poco después de la sesión de la Asociación General de 1881, varios desarrollos innovadores ocurrieron en el entendimiento adventista del ministerio. La Asociación de Vermont, en 1882, estuvo cerca de acertar la propuesta que más tarde fue renunciada por W. C. White, es decir, que las asociación local licencien pastores que sirvan como pastores estacionarios[58]. Cuando el Comité de Vermont sobre credenciales y licencias recomendó que el “Hermano F. Gould”, cuya salud le impedía viajar, recibiera una licencia como un “Exhortador”, la propuesta para una licencia formal fue rechazada. La Asociación, sin embargo, si le concedió a Gould el informal “privilegio de ejercitar su don al hablar a la iglesia donde su suerte se eche, lo mismo que él ha hecho antes”[59

W. C. White, en un encuentro del Comité de la Asociación General en 1890 sugirió entrenar a ancianos locales y otros “para prepararse para predicar en sus propias iglesias y en iglesias vecinas, y así edificar una clase de predicadores locales que puedan hacer una buena obra pastoral”[60]. Otra vez al año siguiente, W. C. White “[creyó] que el día no está distante cuando licenciemos predicadores locales, y entonces le daremos más crédito y honor a los hombres haciendo esta clase de obra”[61]. Mientras que parece que nada se logró de esa idea, propuestas así ilustran el dilema de la iglesia adventista del siglo XIX y su intensa necesidad de un ministerio pastoral.

No solo el ministerio adventista era débil en su aproximación a las Escrituras, la Hermana White le dijo a los ministros en la sesión de 1883, sino que continuaba atado a un concepto ineficiente del ministerio. El concepto del ministerio se había desarrollado en una atmósfera defensiva donde el foco estaba puesto en proteger doctrinas y por lo tanto, se enfatizaron los argumentos y se excluyó el cristianismo práctico. Carecía de la esencia de todo pensamiento religioso relevante, el Cristo de las Escrituras. “Nuestro deber no es simplemente predicar, sino ministrar, acercarnos a los corazones, poner esfuerzos personales para encender el fuego”, lo dijo la Hermana White a los ministros[62]. Ella impulsó una nueva metodología: “Si ustedes predicaran pocos sermones e hicieran más trabajo personal al visitar y orar con los individuos, su ministerio sería más parecido al de Jesús”[63].

Un concepto completamente de ministerio parecía estar naciendo ante los ojos de los delegados de la Asociación General de 1883. A principios de ese año, Stephen Haskell presentó un plan de lecturas bíblicas que amplió conceptos de ministerio e incluyó varias mujeres en un ministerio de misiones urbanas. Elena de White alabó el “plan de mantener lecturas bíblicas” como una “idea nacida del cielo” e instó a “tanto hombres como mujeres” a involucrarse en esta rama de la obra que “obreros pueden ser así desarrollados”. Después de haber visto la exitosa demostración del valor del plan de lecturas bíblicas durante la sesión, los delegados recomendaron que el plan “sea alentado en todas partes del país”[64].

Haskell, el ardiente promotor del plan central de evangelismo urbano, definió su función como la de mezclar “trabajo pastoral”, distribución de publicaciones, instrucción y una efectiva presentación de “interesantes lecturas bíblicas” y predicación eficaz. Las misiones urbanas también fueron diseñadas para ser escuelas de entrenamiento para obreros en aquellas variadas fases de este nuevo ministerio, y las mujeres fueron vitales en todas sus fases. Dado los aspectos pastorales del ministerio misionero urbano, las esposas de los ministros como también los instructores bíblicos entrenados, fueron elementos integrales del programa desde el comienzo. Después de un año desde su creación, se habían establecido misiones en Chicago, Saint Luis, la ciudad de New York, Buffalo, Syracuse, Boston, Portland (Maine), San Francisco y Portland (Oregon)[65]. En 1891, el secretario de la Asociación General W. A. Colcord, observó que fue en el ministerio de las misiones urbanas donde los adventistas estuvieron más cerca de tener un pastor estacionario: “A diferencia de la mayoría de las denominaciones protestantes, los Adventistas del Séptimo Día no han ubicado pastores excepto en ciertas grandes ciudades donde ellos tienen misiones establecidas”[66]. La obra en la misión de Chicago durante el verano de 1891 fue supervisada por un comité de cinco, cuatro de los cuales eran mujeres[67].

Mientras la Hermana White se enfocó en el potencial de las iglesias locales para desarrollar a sus laicos, y mientras ella relacionaba la ausencia de pastores estacionarios, ella demandó una fuerza de obreros “para ir a las iglesias, grandes y pequeñas, para instruir a los miembros sobre cómo trabajar para la edificación de la iglesia, y también para los no creyentes”. Las iglesias locales necesitaban ser educadas en tales asuntos como “piedad personal y religión en el hogar”, entendiendo el ministerio de Cristo, como dar lecturas bíblicas y hacer trabajo misionero[68]. Esa fuerza de trabajo entrenado, según Elena de White, debería incluir a hombres y mujeres, y fue diseñada para realizar las funciones que hoy usualmente le asignamos al ministerio entrenado[69].

Elena de White, Minneapolis y un Reenfoque del Ministerio.

La Hermana White discutió sus conceptos del ministerio varias veces durante la sesión de la Asociación General en Minneapolis de 1888. Ella informó a los ministros reunidos que “hay algo más para el ministerio que hacer sermones”. “Muchos, muchos discursos”, ella les informó “como la ofrenda de Caín, son improductivos porque no tienen a Cristo”. Otra vez atacando la metodología debatida que se había permeado en la iglesia, ella buscó cambiar los conceptos de ministerio en otra dirección: “Un ministro es aquel que ministra. Si ustedes confinan su trabajo a dar sermones, el rebaño de Dios sufrirá; porque ellos necesitan esfuerzo personal”. Debido a la falta de un ministerio pastoral y de cuidado “el Señor no [está] complacido con la manera desordenada en la cual las iglesias son dejadas”. Ella instó a los “hermanos y hermanas” a sacar el “hierro” de sus almas y “de la manera de trabajar” y no “no contenerse como si fuera condescendencia ponerse en contacto con familias pobres”[70]

Poco después de Minneapolis, ella suplicó por un ministerio que reconozca que “hay trabajo pastoral para hacer”. Ministerio significaba más que convertir a otros al Adventismo: “No debemos irnos y dejarlos, y no llevar más cargas por ellos. Ellos deben ser cuidados. Ellos deben ser cargados como una carga para el alma, y debemos protegerlos como mayordomos que deben rendir cuentas [a Dios]”[71]. La dolorosa experiencia en Minneapolis proveería un nuevo ímpetu al desarrollo de un ministerio pastoral dentro del Adventismo. La Hermana White definiría esta metodología: “La Biblia será abierta de casa en casa, y hombres y mujeres tendrán acceso a estos hogares, y las mentes serán abiertas para recibir la palabra de Dios”[72]

Mientras la Hermana White reflexionaba sobre este enfoque post-1888 sobre la justificación por la fe, ella claramente percibió sus implicaciones concernientes a la naturaleza del ministerio:

“Debemos buscar más la presentación del amor y la misericordia de Dios para mover los corazones de las personas. Debemos tener un sentido de la justicia y la misericordia de Dios. Aquellos que puedan combinar la ley de Dios y la misericordia de Dios pueden alcanzar cualquier corazón. Por años he visto que hay un eslabón roto que nos ha impedido alcanzar los corazones; este eslabón es suplido al presentar el amor y la misericordia de Dios.”[73]

Nueve días después de esta declaración, la Hermana White se dirigió a los ministros en la sesión de la Asociación General y transmitió los sentimientos de este discurso en su diario. Esta declaración trasciende todos los argumentos respecto de la cuestión de la ordenación y parece también demasiado hermoso para usarlo en un documento que está defendiendo esa causa. Es usado, sin embargo, como una ilustración de las maravillas del ministerio de Elena de White a la Iglesia Adventista. Elena de White no está aquí adoptando una causa porque ella escribió lo siguiente en su diario, como su entendimiento de la naturaleza del ministerio:

“El Señor ha dado a Cristo al mundo para el ministerio. Simplemente predicar la Palabra no es ministerio. El Señor desea que sus sirvientes ministradores ocupen un lugar digno de la más elevada consideración. En la mente de Dios el ministerio de hombres Y MUJERES existió antes de que el mundo fuera creado.”[74]. Él determinó que sus ministros deben ser una perfecta ejemplificación de sí mismo y sus propósitos. Ninguna carrera humana puede hacer este trabajo, así que Dios dio a Cristo a la humanidad para mostrar su ideal de lo que la humanidad se puede convertir a través de la obediencia completa a su voluntad y camino. Él carácter de Dios fue revelado en la vida de su Hijo. Cristo no solo sostuvo un genuino ministerio en la teoría, sino en su humanidad Él forjó una ilustración del ministerio que Dios aprueba. La perfección ha marcado cada característica del verdadero ministerio. Cristo, el Hijo del Dios viviente, no vivió para sí mismo, sino para Dios.”[75]

El Modelo Australiano y “Trabajando Junto al mismo campo de trabajo de Cristo”

Los años australianos parecían la oportunidad ideal para que Elena de White y los Adventistas implementaran sus conceptos emergentes de ministerio. “Yo deseaba venir a Australia”, Elena de White le dijo a los presentes en la reunión campestre de Napier, Nueva Zelanda, en 1893. Ella decidió ir, les dio, debido a su convicción de que tendría una obra especial allí y su obra respecto de su concepto del ministerio[76].

En Australia, Elena de White vio un “nuevo mundo y una gran obra que debía ser hecha”, y consideró que “Es el designio del Señor que haya un cierto patrón en Australia, un ejemplo de cómo se debe trabajar en otros campos” y ella demandó por un desarrollo “simétrico” de la obra en este nuevo mundo[77].

Un indicio de este enfoque de equipo para el evangelismo y el método pastoral uno-a-uno de contacto que sería desarrollado en el modelo australiano que fue presentado a Elena de White en un sueño el 29 de Septiembre de 1886:

“Soñé que estaba caminando con un gran compañía de hombres y mujeres. Estábamos buscando frutas de alguna clase para juntar… Había muchos hombres y mujeres jóvenes en la compañía para ayudar en la obra de juntar la fruta. Parecía que estábamos en una ciudad… [Le dije a los obreros] que el Señor ha puesto a estos arbustos que cargan fruta justo en el medio de esos lugares de follaje espeso, y Él espera que los encontremos.”[78]

Era un “ministerio de compasión” que Elena de White creyó que sería la mejor solución al dilema del siglo XIX y también el medio para llevar el adventismo a las ciudades. Era trabajar “en el propio campo de trabajo de Cristo”, “trabajar como él trabajó”, ministrar las necesidades de otros. Era el esfuerzo del plan de salvación: “El amor despierta el amor”[79]. Fue la consecuencia del nuevo enfoque en “Cristo y el evangelio” que sonaba fuerte dentro de la iglesia después de 1888 y llegó al mismo tiempo que la Hermana White estaba completando su principal libro sobre Cristo: El Deseado de Todas las Gentes.

Desde Australia, Elena de White le informó a la iglesia que “el Señor está en necesidad de obreros que impulsen los triunfos de la cruz de Cristo” y declaró que “en todos los departamento de la causa de Dios, hay necesidad de hombres y mujeres que tengan simpatía por las aflicciones de la humanidad”. Sin embargo, ella observó, trágicamente “una simpatía tal es rara”. Instando a la iglesia a responder a un aproximación más cristocéntrica, la Hermana vio sus implicaciones respecto del ministerio:

“Cristo atrajo los corazones de sus oyentes a sí mismo mediante la manifestación de su amor, y luego, poco a poco, en tanto eran capaces de entenderlas, él les revelaba las grandes verdades del reino de los cielos. Nosotros también debemos aprender a adaptar nuestro trabajo a la condición de la gente, para encontrarnos a los hombres donde ellos están. Mientras que las demandas de la ley de Dios deben ser presentadas al mundo, nosotros nunca deberíamos olvidar ese amor, el amor de Dios, es el único poder que puede suavizar el corazón, y dirigirlo a la obediencia. Todas las grandes verdades de las Escrituras centradas en Cristo, y correctamente entendidas, todas nos dirigen a él.”[80]

Fue el “ministerio de compasión” que naturalmente trajo a las mujeres a un rol prominente en los esfuerzos ministerial de equipo. La Hermana White consistentemente aplicó ese ministerio en desarrollo al tipo de ministerio que Cristo exhibió:

“Había pueblos enteros donde no había ni un gemido de enfermedad en ninguna casa porque [Jesús] había pasado a través de ellos  sanado a todos los enfermos. Su obra dio evidencia de su ungimiento divino. Amor, misericordia y compasión fueron revelados en cada acto de su vida…

Cuanto más estudiamos el carácter divino en la luz de la cruz mejor vemos misericordia y perdón, combinado con equidad y justicia, y más claramente discernimos las innumerables evidencias de un amor que es infinito, y una tierna piedad que sobrepasa a la anhelante ternura de una madre para su descarriado hijo”[81]

Elena de White, Trabajo Personal y Ordenación

Elena de White estaba preocupada acerca de los conceptos de ministerio que algunos que habían sido enviadas desde Norteamérica a Australia estaban practicando. De hecho, era “mediante la revelación del Espíritu del Señor” que ella percibió estos defectos. Ella observó que un ministro defectuoso “les predica a las personas, pero no hace ningún esfuerzo para seguir los sermones de da”. De hecho, este ministro, “simplemente desecha esa clase de labor” que involucra visitar familias. “Tú puedes imaginar la condición de un rebaño no visitaba por el pastor” observó la Hermana White. La habilidad de dar sermones, según la Hermana White, constituía menos que la mitad del verdadero propósito del ministerio. El verdadero ministerio era el trabajo personal y ministros ya ordenados necesitaban ser educados en ese ministerio. Noten como la Hermana White en su entendimiento de ministerio cambia la prueba para incluir asuntos pastorales mientras la iglesia había probado a sus ministros casi únicamente en su desempeño en el evangelismo.

He repetidamente tenido este asunto presentado ante mí, que estos hombres que están ordenados para predicar la palabra, deberían ser educados para hacer una verdadera prueba de su ministerio en sus trabajos personas en las familias, hablando con los miembros de las familias, entendiendo su condición espiritual, alentando, reprobando con pesar y doctrina, orando con ellos, uniendo sus intereses con sus corazones y almas. Esta es la obra de un pastor fiel…

Los hombres que son aceptados para predicar, y no para ministrar, mejor que no vayan a países extranjeros. Es mejor tener un pastor minucioso que cuide el rebaño como un pastor fiel lo haría, que tener veinte predicadores que se excusen diciendo: visitar no es mi campo de trabajo; no puedo visitar a la iglesia en sus familias. Entonces que no haya un momento de vacilación en decirles que no los aceptamos, ni darles credenciales[82]

Si un hombre falla en hacer su parte de la obra él no puede ser un ministro según el orden de Dios…

Mejor, mucho mejor, sería tener mejor predicadores y más obreros fervientes, humildes, temerosos de Dios”[83]

La Hermana White fue tan lejos como para cuestionar el concepto de ministerio de A. G. Daniells, por aquel entonces presidente de la Unión de Australia. Daniells, que se había hecho una reputación en el servicio denominaciones como un evangelista, fue visto por la Hermana White como un fracaso al haber trabajado en Nueva Zelanda debido a que él no había trabajado en el campo de trabajo personal. “Debemos llegar a familiarizarnos con las personas en sus hogares”, ella le contó a Daniells. “Si se debe tener menos predicación, [que así sea, pero] esta parte de la obra pastoral no debe ser descuidada”. De hecho, la Hermana White afirmó, “El resultado de esta obra testificará que es la más beneficiosa que un ministro evangélico puede hacer”[84]

Desde Australia, la Hermana White estuvo conscientemente intentando cambiar la definición adventista del ministerio. De hecho, ella realmente declinó considerar el enfoque previo sobre doctrinas como verdadero ministerio: “Ha habido tanta predicación para nuestras iglesias que ellas han casi dejado de apreciar el ministerio evangélico. El tiempo ha llegado cuando este orden de las cosas debe ser cambiado”[85]. Parece relevante que fue alrededor de este tiempo cuando ella comenzó a sugerir un “nuevo orden” del ministerio en que ella asimismo vería la “propiedad” de la ordenación de mujeres adventista. La mujer fue “reconocida por Dios como siendo tan necesaria para la obra del ministerio” como su esposo porque ella fue entrenada “para continuar su trabajo en la causa de Dios” si su esposo muriera. La iglesia debía “cumplir [su] deber para con las mujeres que trabajan en el evangelio” debido a que “su trabajo es justamente el que debe ser hecho” para “llevar la verdad a las familias”. Fue esta percepción avanzada del ministerio que provocó que Elena de White exclamara: “La puerta está abierta para consagrar mujeres”[86]

Debido a que la Hermana White consideraba que los contactos personales era la faceta más valiosa del ministerio, ella percibió que la experiencia ganada en la obra del colportaje sería “de gran valor para aquellos preparándose para la obra del ministerio” y que era la “compañía del Espíritu Santo de Dios el que prepara obreros, tanto hombres como mujeres, para convertirse en pastores para el rebaño de Dios”[87]. Cuando Elena de White consideró que las mujeres podían convertirse en “pastores del rebaño de Dios”, ella estaba claramente asignándoles a las mujeres esa faceta del ministerio que ella sabía que las congregaciones locales necesitaban más.

Ordenación para la Obra de la Ayuda Cristiana.

Las condiciones en Australia proveyó el telón de fondo para el desarrollo de un ministerio adventista de la compasión. La Hermana White exclamó: “Los pobres están en todas partes. Los bancos han arruinado el país”. Ella notó que las aflicciones financieras estaban en todas partes y mientras ella percibió las desesperadas necesidades personas, ella recibió entendimiento divino:

“Ayer todo se abrió ante mí, que en este campo de trabajo de hospitalidad, se me ha mostrado repetidamente que nosotros podemos unir a las personas con nosotros, y podemos tener una doble influencia sobre ellos. Esto fue desplegado ante mí en la primera experiencia en este trabajo, muchos años atrás, y nosotros siempre hemos unido nuestros intereses con la humanidad”[88]

Las necesidades de los pobres significaban que “los agentes humanos deben ser trabajadores junto con Dios, hacienda la misma clase de trabajo que él vino a hacer en nuestro mundo”. El destituido, el hambriento, el afligido y el oprimido deben ser ministrados por la iglesia: “No puede ver otra manera sino ayudar a esas pobres almas en su gran necesidad, y lo haré si el Señor lo hará. Y Él lo hará”. La Hermana White temía que el desaliento que presionaba a aquellos afligidos, durante sus problemas, los haría unirse a las filas de Satanás. “En tanto esté en nuestro poder ayudar al necesitado y al oprimido”, ella afirmó, “debemos hacer esto por los seres humanos por los cuales Cristo derramó su propia sangre para salvarlos de la ruina”[89]. La Hermana White reconoció que ella no podría “detener la ola de pobreza que está barriendo sobre este país”, pero juró que “en tanto el Señor nos provee con medios, nosotros romperemos cada yugo, y liberaremos a los oprimidos”[90]

La Hermana White le asignó a las mujeres un rol muy importante en esta clase de ministerio que ella propuso para Australia. Ella lamentó que la Hermana Walker haya sido tomada del área de Kellyville-Prospect-Parramatta porque eso dejó esa área sin una obrera mujer. “¿Por qué la dejaron irse?”, preguntó la Hermana White, porque ella insistía que “la obra hecha y por hacerse en los hogares se está incrementando, y llamadas, llamadas urgentes, son hechas para lecturas bíblicas y esta es una obra preciosa”[91]. Noten el concepto de ministerio de la Hermana White y su precepción de que las mujeres tanto como los hombres deberían involucrarse en esta clase de labor pastoral:

“Ahora estoy pagando los gastos de dos obreros en Ashfield y Petersham. Ellos son hombres capaces, pero la Asociación no tiene dinero para pagarles, y antes que endeudarse profundamente, ellos pensaron en prescindir de su labor…

Los dos hombres, el Hermano Collins y el Hermano Pallant, que son pagados de mi bolsillo, han estado haciendo visitas, accediendo a las familias, interesándolos mediante su labor personal, y dándoles estudios bíblicos. Ambos son hombres capaces y pronto serán ordenados para el ministerio. [La causa] depende tanto en la visitación, conversar y orar con las personas, y abrirles el camino de la verdad, como en dar discursos, y yo no podía dejarlos irse de la obra…

Hay mujeres de excelente habilidad, creo yo, que deberían estar conectadas con esta obra… [Una] hermana, de apellido Edwards, es una mujer agradable de excelentes cualificaciones y si pudiera hacer que bolsillo fuera un poco más amplio, diría “Hermana Edwards, toma posición, y visita a las familias que sabes que están interesadas en la verdad y háblales”. No tenemos obreras aquí ahora, dado que la hermana Walker fue a  Queensland debido al ferviente llamado del Hermano Starr para obreras en los hogares de aquellos interesados oidores de la verdad”[92]

Noten que estos hombres, que pronto serían ordenados, estaban realmente siendo despedidos por la asociación debido a que no había suficientes fondos para ellos. Noten también que Elena de White personalmente les pagó, quizá de sus diezmos, para trabajar en campos de trabajo pastorales similares a la clase de trabajo por el cual ella también les pagaría a las mujeres para que hagan. Ella sintió que era su deber el de “crear un fondo del dinero de mis diezmos, para pagar a estas mujeres que están logrando un trabajo tan esencial como el que los ministros están haciendo, y este diezmo que reservaré para la obra en el mismo campo de trabajo que el de los ministros, cazando almas, pescando almas”[93]. La Hermana White vio el tipo de ministerio que la iglesia necesitaba y que no estaba restringido ni por definiciones formalizadas ni por el género.

Noten también que el documento previamente citado revela que la “Hermana Walker” fue claramente llamada al nivel de la asociación de un área a otra para realizar trabajo pastoral-evangelístico. La Hermana White incluso consideraba que Marian Davis -debido a su trabajo y familiaridad con los escritos de Elena de White que resultaron en El Deseado de Todas las Gentes- estaba bien calificada para instruir a los ministros en la naturaleza del ministerio: “¿No sería su presencia en los estudios bíblicos matutinos de gran beneficio para obreros como Pallant, Collins, Byron Belden, Sarah [McInterfer], y el hermano McCullagh, para refrescar sus mentes, y abrir temas de intenso interés?” preguntó la Hermana White[94]

La perspectiva de Elena de White de un “ministerio de compasión” resolvió el dilema pastoral-evangelístico del siglo XIX y trajo a la iglesia una metodología para lidiar con las realidades urbanas del siglo XX. Comenzando en Junio de 1895, Elena de White escribió una serie de artículos que se enfocó sobre metodologías diseñadas para evangelizar las ciudades. Una de las propuestas hechas por Elena de White en sus artículos de la Review and Herald era que las mujeres involucradas en esta metodología evangelista-pastoral “deberían ser separadas para esta obra mediante la oración y la imposición de manos”[95]. Cuando la redacción de Elena de White es comparada con lo que ella más tarde escribiría respecto de las mujeres y el diezmo, el verdadero ministerio evangélico, etc., parecería indicar que ella consideraba a las mujeres elegibles para la ordenación para el ministerio más verdaderamente pastoral y relevante por aquel entonces dentro de la iglesia. No importa como uno interprete la declaración de la Review and Herald, ella claramente está proclamando que es ahora posible para las mujeres adventista ser ordenadas “con perfecta propiedad”. Todas las evidencias apuntan al hecho que antes de este tiempo, la iglesia consideraba que era impropio ordenar mujeres a cualquier rol de la iglesia y aparentemente no fue hecho.

El 11 de Junio de 1895, la Hermana White manifestó que su foco estaba en el trabajo “en nuestras grandes ciudades”. Ella pidió “trabajar de casa en casa, no descuidando a los pobres”. Dado que Cristo predicó el evangelio a los pobres, “nosotros debemos ir y hacer lo mismo”. Ella consideraba que las ciudades “no están siendo trabajadas como se debería” y pidió por “un trabajo ferviente, una experiencia sufrida” para “alcanzar a hombres y mujeres en nuestras ciudades”[96]

El 9 de Julio, la Hermana White propuso una aplicación general dentro de la iglesia de “los métodos de Cristo” del ministerio. La naturaleza del ministerio que la Hermana White estaba proponiendo era claramente la que ya se estaba practicando en Australia y uno en que las mujeres estaban participando en varios niveles. Margaret Caro, que tenía una licencia ministerial, manejaba un hogar para niñas abandonadas, activamente predicaba en su iglesia local y de acuerdo a Elena de White, era “muy capaz en todo sentido”[97]. Algunas mujeres, como la Dr. Abbie Winegar en los Estados Unidos, iban de iglesia en iglesia instruyendo a las iglesias locales sobre la naturaleza del ministerio de la Ayuda Cristiana. Ana Ingels, que administraba la Sociedad Publicadora Australiana (Australian Tract Society), impulsó la Obra de la Ayuda Cristiana en la revista Bible Echo de Australia y viajó extensamente en Australia para estimular ese ministerio. Las dimensiones de ese trabajo ha sido delineado por Arthur Patrick en su excelente estudio de las mujeres adventista en la División del Sur del Pacífico e incluía estudios bíblicos, escritura de cartas misioneras, distribución de material de lectura como también ministrar las necesidades de los desamparados y predicarles el evangelio a ellos. Debido al liderazgo provisto, una pequeña iglesia de solo 12 adventistas fue capaz de mantener relaciones con 18 diferentes familias que consistían principalmente en mujeres y niños[98].

Aquí, de hecho, hay un ejemplo del pastorado que Elena de White estaba pidiendo. Aquí está la clase de trabajo en el que ella consideraba completamente apropiado para las mujeres sean ordenadas, porque era realmente trabajo evangélico. Noten los elementos dentro de la declaración concerniente a la obra de Elena de White.

“Mujeres que estén dispuestas a consagras parte de su tiempo para el servicio al Señor deberían ser nombradas para visitar al enferme, cuidar al joven, y ministrar las necesidades del pobre. Ellas deberían ser apartadas para esta obra mediante la oración y la imposición de manos. En algunos casos ellas necesitarán el consejo de líderes de la iglesia o del pastor, pero si ellas son mujeres devotas, manteniendo una conexión vital con Dios, ellas serán un poder para el bien en la iglesia. Este es otro medio de fortaleces y edificar la iglesia. Necesitamos expandirnos más en nuestros métodos de trabajo. Ni una mano debería ser atada, ni un alma desalentada, ni una voz callada; que cada individuo trabaje, privada o públicamente, para ayudar a adelantar esta gran obra.”[99]

La Hermana White estaba hablando de una clase de ministerio en que las mujeres serían “nombradas” con la condición de que sean capaces de “consagrar” algo de su tiempo al mismo. La manera en que el ministerio era definido en el siglo XIX dependía bastante de la situación financiera. Durante la situación económica severamente deprimida en la década de 1890, especialmente en Australia, a muchos ministros se les pidió que combinen su trabajo ministerial con otros tipos de trabajo para poder así aliviar a la tesorería denominacional. Muchos ministros trabajarían como pastores durante parte de su tiempo y harían un trabajo de sostén propio en la otra parte. Toda clase de situaciones lejos de ser ideales ocurrieron debido a la falta de financiamiento. Algunas mujeres que mantenían un ministerio de visitar al enfermo, o trabajar por la juventud o cuidar al pobre recibían fondos del diezmo por hacer eso. Incluso la Hermana White expresó su voluntad de apoyar a algunas con su propio fondo personal de diezmos. Ella también proveyó fondos para algunos hombres que estaban haciendo un trabajo similar.

La Hermana White creía que aquellos que se sentían llamados para esta clase de ministerio “deberían ser apartados para este trabajo mediante la oración y la imposición de manos”. Incluso si se toma la postura de que la Hermana White se estaba refiriendo al trabajo voluntario de la iglesia local, aún permanece la pregunta de porque tales obreros laicos locales necesitaban entrenamiento que era suplido por la asociación, y aquellos que fueron entrenados por la asociación ciertamente deberían ser ordenados. En la opinión de este escritor, la Hermana White le estaba diciendo a la iglesia que por demasiado tiempo se había considerado inapropiado ordenar mujeres para cualquier clase de rol.

Una vez que se reconoce que una mujer puede ser ordenada a algo, entonces la cuestión de la ordenación está resuelta, porque las mujeres ya eran licenciadas como ministras y la Hermana White consideraba que  apropiadamente podían involucrarse en los ministerios más relevantes aceptados por la iglesia en ese entonces. Ellas estaban haciendo el trabajo pastoral vitalmente necesario, ellas estaban trabajando en el campo de trabajo de Cristo del ministerio, ellas estaban predicando la palabra hablada, ellas estaban ministrando en el sentido más completo como fue definido por la Hermana White. De hecho, observó la Hermana White, “Necesitamos expandirnos más en nuestros métodos de trabajo” y no deberíamos ni “detener” ni “desalentar” a aquellos que aceptan esta clase de ministerio ya sean laicos ordenados  (aquellos que trabajaban “privadamente” o como empleados ordenados de la Asociación (aquellos que trabajan “públicamente”). Fíjense de nuevo en la declaración completa: “Ni una mano debería ser detenida, ni un alma desalentada, ni una voz debería ser callada, que cada individuo trabaje, privada o públicamente, para ayudar a avanzar esta gran obra”. La naturaleza del ministerio de la Obra de Ayuda Cristiana claramente tenía tanto aspectos laicos como oficiales y las mujeres eran claramente elegibles para ser ordenadas para eso.

El hecho que Elena de White habló sobre la cuestión de la ordenación no significa que automáticamente se implementó esta práctica. A principio de 1896, el presidente de la Asociación de Indiana le hizo la siguiente pregunta a O. A. Olsen:

“Pero qué pregunta me han hecho recientemente en lo que respecta a la declaración hecha por la Hermana White en la Revista [Adventista] del 9 de Julio de 1895 concerniente a apartar a algunas de nuestras devotas hermanas para la obra de la ayuda cristiana mediante la imposición de manos y la oración. Uno de nuestros ancianos locales desea saber si sería apropiado para un anciano local ordenar mujeres para esta obra. Nosotros no hemos llevado a cabo esta instrucción en esta asociación y me gustaría saber ¿cómo usted entiende el asunto y si tiene alguna luz sobre el tema, más de lo que se ha declarado en la Revista [Adventista] como se cita arriba?[100]

Desafortunadamente, parece que no hay evidencia existente sobre la respuesta de Olsen sobre la cuestión. Excepto por varios ejemplo de mujeres que fueron ordenadas en Australia después de 1895, parecería que había habido un conocimiento o implementación amplio del consejo de Elena de White concerniente a la ordenación sino hasta la década de 1970.

Poco después de escribir su declaración sobre la ordenación, la Hermana White de nuevo delineó su definición del ministerio:

En el capítulo 58 de Isaías, la obra que el pueblo de Dios debe hacer según los planes de Cristo, es claramente determinada. Ellos deben romper todo yugo, deben alimentar al hambriento, vestir al desnudo, traer dentro de sus casas al pobre que ha sido echado, acercar sus almas al hambriento y alegrar al alma afligida. Si ellos cumplen los principios de la ley de Dios en actos de misericordia y amor, ellos representarán el carácter de Dios al mundo[101].

El ministerio de ayuda Cristiana fue la principal aproximación adventista para proclamar su misión a Australia durante la década de 1890. W. C. White observó que Australia en ese tiempo era una país “donde había mucha enfermedad y mucha necesidad de ayuda médica” y estaba convencido que “la manera más efectiva” de trabajar era “en la manera de la obra de la Ayuda Cristiana”, dado que esa clase de trabajo “apelaría a su simpatía y así serviría como una introducción para la gente”. Él observó que más de 4.000 habían muerdo de fiebre tifoidea durante 1897 y que los miembros de las iglesias locales adventistas tanto como los empleados denominacionales “están haciendo todo lo que pueden en la obra de la ayuda cristiana”[102].

El Factor del Diezmo

La declaración más relevante de Elena de White sobre el uso del diezmo ocurrió durante su ministerio en Australia. De hecho, en 1897, ella escribió:

Este el fondo especial del Señor para un propósito especial. Nunca he entendido tan plenamente este asunto como lo entiendo ahora. Habiendo tenido preguntas que se me dirigieron para que las respondiera, he tenido instrucción especial del Señor que el diezmo es para un propósito especial, consagrado al Señor para sostener a aquellos que ministran en la obra sagrada, como los elegidos del Señor para hacer su obra no solo dando sermones, sino al ministrar. Ellos deberían entender todo lo que esto comprende[103].

Parece altamente significativo que mientras Elena de White estaba haciendo hincapié el propósito exclusivo en el uso de los diezmos, que ella ampliaría para incluir mujeres como posibles receptores de aquellos fondos que –hasta las declaraciones de Elena de White- no eran elegibles para recibir esos fondos. Es incluso más significativo cuando uno considera que las exigencias financieras habían estrechado vastamente la disponibilidad de esos fondos. Mientras el concepto del ministerio de las mujeres se estaba expandiendo, sin embargo, se volvió claro que Elena de White consideraba ese ministerio como mucha más alineado con el ministerio evangélico que aquellos ministerios considerados como convencionales.

La característica que calificaba a las personas como receptores de diezmos para Elena de White parecía ser la de presentar directamente el mensaje evangélico a aquellos que no lo habían escuchado antes, o la de estar involucrado en funciones pastorales-educativas dentro de la iglesia. Así las esposas de los ministros que estaban instruyendo a otras mujeres en la obra misionera, mujeres que estaban hacienda trabajo casa por casa al presentar el evangelio a otras mujeres, las mujeres instructoras bíblicas que estaban instruyendo a estudiantes y obreros en lo concerniente a doctrinas y métodos de evangelismo, mujeres que estaban enseñando a otras mujeres en estudio bíblicas y técnicas de visitación de hogares, mujeres que estaban trabajando en “palabra y doctrina”, mujeres médicas misioneras que estaban instruyendo a otros en la Obra de la Ayuda Cristiana; todas ellas eran elegibles para recibir diezmos según la manera de pensar de Elena de White. La lógica de su llamado en ese tiempo en ese tiempo estaba enfocándose en guardar “cuidadosamente el fondo de diezmos” que sería considerado “sagrado para un único propósito” que era la definición expandida del ministerio de Elena de White.

Al tratar la cuestión de la naturaleza de la iglesia del siglo XIX y la cuestión del uso de diezmos, la Hermana White observó que ella había recibido “luz sobre este tema” incluso antes de ir a Australia en 1891. Ella entonces hizo una declaración que nuevamente reduce la ordenación de la mujer a un punto controversial:

Se ha cometido una injusticia con estas mujeres que trabajan tan  como sus esposos, y que son reconocidas por Dios como siendo tan necesarias para la obra del ministerio como sus esposos[104]. El método de pagar a los hombres obreros y no a sus esposas no es un plan que sigue la orden del Señor… Este arreglo… se predispone para desalentar a nuestras hermanas de cualificarse para esta obra en la que deberían involucrarse (i. e. ministerio)… Esta cuestión no debe ser resuelta por los hombres. El Señor la ha resuelto. Ustedes deben hacer su deber para con estas mujeres que trabajan en el evangelio[105].

La Hermana hite usaría sus diezmos para pagarle a mujeres debido a que ella consideraba que realmente habían “mujeres que trabajan en el evangelio” y “cuyas obras testifican que ellas [son] esenciales para llevar la verdad a las familias”. Ella proclamó “su trabajo es justo en trabajo que debe ser hecho” y “la causa sufriría una gran pérdida sin esta clase de labor”. Al identificar este trabajo pastoral, la Hermana White afirmó que “una y otra vez el Señor me ha mostrado que las mujeres maestras son tan grandemente necesitadas para hacer la obra para la cual Él las ha establecido como lo son los hombres”. Ella aconsejó que “hay mujeres que deberían trabajar en el ministerio evangélico” y luego definió la naturaleza pastoral de ese ministerio evangélico:

“Aquellas mujeres que trabajan para enseñarles a las almas a buscar un nuevo nacimiento en Cristo Jesús, están haciendo un trabajo precioso. Ellas se consagran a Dios, y son ciertamente tan obreras como lo son sus esposos. Ellas pueden entrar en las familias en las cuales los ministros no pueden tener acceso. Ellas pueden escuchar los lamentos de los reprimidos y oprimidos. Ellas pueden esparcir rayos de luz a las almas desalentadas. Ellas pueden orar con ellos. Ellas pueden abrir las Escrituras e iluminarlas con un “Así dice el Señor”[106].

Este tipo de ministerio era lo que la Hermana White definió como el “verdadero ministerio” y observó que era “la compañía del Espíritu Santo de Dios la que prepara a obreros, tanto hombres como mujeres, para convertirse en pastores del rebaño de Dios[107]

La siguiente declaración de la Hermana White nos informa porque ella estaba buscando “cientos de obreros” donde por ese entonces había uno y de nuevo pone en evidencia la desesperada necesidad de la iglesia del siglo XIX por un aspecto pastoral-evangelístico del ministerio:

“Este trabajo casa por casa, buscando las almas, cazando la oveja perdida es la obra más esencial que debe realizarse… Hay esposas de ministros, las Sras. Starr, Haskell, Wilson y Robinson, que han sido las más devotas, fervientes íntegras obreras, dando estudios bíblicos y orando con las familias, ayudando con sus esfuerzos personales tan exitosamente como sus esposos. Estas mujeres dan todo su tiempo, y se les ha dicho de que no recibirán nada por sus trabajas debido a que sus esposos reciben un salario. Yo les dije que sigan adelantes y que todas esas decisiones serán revisadas[108]. La palabra dice “el obrero es digno de su paga”. Cuando una decisión así es tomada, Yo protestaré en el nombre del Señor. Siento que es mi deber crear un fondo con el dinero de mi diezmo, para pagarles a estas mujeres que están logrando un trabajo tan esencial como el que los ministros están haciendo, y este diezmo que reservaré para obras en el mismo campo de trabajo de los ministros, buscando almas, pescando almas. Sé que estas fieles mujeres deberían recibir un sueldo que sea proporcional al que reciben los ministros. Ellas soportan las cargas de las almas, y no deberían ser tratadas injustamente. Estas hermanas están dando su tiempo para educar a aquellos que recién llegan a la fe[109] y tienen que pagarles a las personas que hacen los deberes domésticos por ellas. Todas estas cosas deben ajustarse y ponerse en orden, y se tiene que hacer justicia para todos”[110].

Elena de White está claramente demandando un ministerio de mujeres que combine las definiciones más relevantes del ministerio del siglo XIX, uno que contenga tanto funciones pastorales como evangelísticas. Su declaración anticipa. Su declaración anticipa la iglesia del siglo XX donde ministerios tales fueron económicamente más viables. De hecho, la Hermana White observó que “las mujeres obreras no han recibido paga, pero este debe cambiar a su debido tiempo”. La razón por la cual ellas no habían recibido un sueldo, según declaró la Hermana White, era porque “la causa [estaba en aquel entonces] estaba sufriendo por falta de medios”[111].

Porque las mujeres son inherentemente vitales para el ministerio evangélico.

Sin mencionar la palabra “mujeres” o tratar los asuntos de la ordenación o el evangelio evangélico, la Hermana White en las siguientes dos declaraciones nos informa porque las mujeres son vitales para el ministerio actual de la Iglesia Adventista del Séptimo Día como “pastores del rebaño de Dios”. Una simple reflexión sobre las declaraciones, en la opinión del escritor, provee pruebas de la premisa

“La gloria del evangelio es que está fundada sobre los principios de restaurar en la raza caída la imagen divina mediante una constante manifestación de la benevolencia”[112].

“La plenitud del carácter cristiano es conseguida cuando el impulso por ayudar y bendecir a otros florece constantemente desde adentro”[113].

Conclusión

Espero que el lector haya concluido que la evidencia presentada en este ensayo ilustra que sin importar como uno defina el ministerio en el Adventismo del siglo XIX y apliqué sus principios relevantes a la iglesia de hoy, uno concluirá que las mujeres eran vitales para todos los ministerios relevantes cuando Elena de White vivió y aconsejó a la iglesia en lo que respecta al ministerio. Las mujeres eran ministros cuando la naturaleza del ministerio era casi exclusivamente evangelística. Las mujeres eran ministras cuando las misiones urbanas eran las únicas instituciones donde había ministros residentes y estacionarios. Elena de White permitió la posibilidad de mujeres siendo las líderes de iglesias locales durante el tiempo cuando el anciano local era quien coordinaba las actividades diarias de la congregación. Las mujeres eran “pastores del rebaño de Dios” durante el tiempo cuando “pastorear” era un concepto ministerial vital y recientemente nacido. Y “hombres y mujeres” que actuaron como la “mano ayudadora del Señor” y que estaban trabajando como Cristo lo hizo al combinar el ministerio pastoral-evangelístico para los “oprimidos, rescatando aquellos listos para perecer” serían considerados “sacerdotes del Señor” y “ministros de nuestro Dios” de acuerdo al análisis de Elena de White de Isaías 61:6[114]. Obviamente Elena de White no creía que debido a que no hubo mujeres sirvieron en el sacerdocio del Antiguo Testamento las mujeres tenían prohibido para siempre de trabajar en el ministerio organizado.

La Iglesia Adventista del Siglo XIX, grandemente debido a la influencia de Elena de White, fue notablemente innovadora como si aprovechara las oportunidades para exhibir una definición dinámica y versátil del ministerio. Elena de White consistentemente definió el ministerio mediante aquellas funciones relevantes que sus ministros realizaban. Y es obvio que las mujeres tenían permitido desempeñar todas aquellas funciones relevantes, exceptuando aquellas que la iglesia definió como pertenecientes únicamente a los ministros ordenados.

Cuando la Iglesia pareció titubear sobre la cuestión de si las mujeres podrían ser ordenadas o no, Elena de White, en 1895, resolvió ese asunto. Ella fue más allá y describió porque la iglesia cristiana primitiva ordenó a Pablo y Bernabé. El principio que ella expresó tenía una relevancia obvia sobre la cuestión de las mujeres y la ordenación de las mujeres: “para que su trabajo pudiera estar por encima de toda crítica, indicó a la iglesia por revelación que se los apartara públicamente para la obra del ministerio. Su ordenación fue un reconocimiento público de su elección divina para llevar a los gentiles las alegres nuevas del Evangelio.”[115]

Verdaderamente, Elena de White ha cumplido su misión para con la iglesia al indicar los principios escriturales concernientes a la ordenación. Aquí, ella aplicó principios escriturales al ministerio como fue definido durante el tiempo en que ella vio la experiencia australiana como un modelo para la iglesia. Ella definió el verdadero ministerio mediante Isaías 58 y 61.

“Si los hombres y mujeres actuaran como la mano ayudadora del Señor, hacienda obras de amor y bondad, levantando al oprimido, rescatando a aquellos a punto de perecer, la gloria del Señor los guardara… De aquellos que actúan como su mano ayudadora el Señor les dice: “Ustedes serán llamados sacerdotes del Señor, los hombres los llamarán ministros de nuestro Dios”[116]

La historia del ministerio de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en el siglo XIX ilustra porqué las mujeres eran realmente “sacerdotes” yS“ministros” del Señor. ¿Negaremos esa herencia?


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Referencias

[1] James White, Review and Herald, 1 de Abril de 1858

[2] James White, Review and Herald, 8 de Marzo de 1860, énfasis añadido

[3] James White, Review and Herald, 13 de Agosto de 1867

[4] Ver Testimonios para la Iglesia, tomo 2, p. 442; y James White, J. N. Andrews, J. H. Waggoner, G. H. Bell y U. Smith, “Course of Study for Ministers,” Review and Herald, 10 de Mayo de 1870.

[5] James White, Review and Herald, 10 de Enero de 1871

 

[6] Ellen White, “Address to Ministers,” Review and Herald, 30 de Mayo de 1871, énfasis añadido

[7] Acciones de la Sesión de la Asociación General de 1871.

[8] George Butler, Review and Herald, 25 de Marzo de 1873; Comité de la Asociación General, “Ministerial Lectures,” Review and Herald, 25 de Marzo 1873.

[9] Ver el excelente studio de Brian Strayers, “Sarah A H Lindsey: Advent Preacher on the

Southern Tier,” Adventist Heritage, Fall, 1986.

[10] James White, “Eastern Tour,” Review and Herald, 8 de Febrero de 1881

[11] James White, “The Cause at Large,” Review and Herald, 5 de Julio de 1881.

[12] D. M. Canright, “Planting and Watering Churches,” Review and Herald, 9 de Agosto de 1881

[13] D. M. Canright, “My Remembrance of Elder White,” Review and Herald, 30 de Agosto de 1881

[14] James White, “Yearly Meetings,” Review and Herald, 21 de Julio de 1859, énfasis añadido.

[15] No fue sino hasta 1861 que los Adventistas observadores del Sábado aceptaron el nombre Adventista del Séptimo Día. Debería ser observado que Elena de White proclamó que el cielo apoyaba ese nombre, contra la posición de Cottrell de que no hay autoridad escritural explícita para un nombre tal.

[16] R. F. Cottrell, “Making Us a Name,” Review and Herald, 22 de Marzo de 1860 and 5 de Junio de 1860

[17] Ibid.

[18] James White, “Making Us a Name,” Review and Herald, 26 de Abril de 1860

[19] Elena de White, Testimonios para la Iglesia, tomo 1, p. 245

[20] Ver A. W. Spalding, Origin and History of Seventh-day Adverntists, Vol 1, p 295.

[21] Comité de la Asociación de Michigan, Review and Herald, 22 de Octubre de 1872.

[22] George Butler, Review and Herald, 17 de Junio de 1873.

[23] “Acciones de la Asociación de Michigan”, Review and Herald, 11 de Octubre de 1881

[24] Review and Herald, 17 de Octubre de 1878 y 14 de Noviembre de 1878

[25] Elena de White, Manuscrito 22, 1893.

[26] “Asociación Ministerial Adventista del Séptimo Día de Michigan”, Review and Herald, 11 de Abril de 1882.

[27] J. H. Waggoner, “The Church: Its Organization, Ordinances y Discipline”, p. 19

[28] George Butler a Ellen White, 24 de Mayo de 1881; G.I.B. 1880-81 WE

[29] Ibíd.

[30] J. O. Corliss, E. B. Lane, “Virginia Tent”, Review and Herald, 10 de Agosto de 1876.

[31] Ibíd. 17 de Agosto de 1876

[32] Ibíd. 24 de Agosto de 1876

[33] Ibíd. 7 de Septiembre de 1876

[34] Al escritor el parece que la porción subrayada ya ha resuelto la cuestión de las mujeres siendo ordenadas para el ministerio en la Iglesia Adventista el Séptimo Día. Si Dios ha reconocido el rol vital de las mujeres en el ministerio, ¿No le es necesario a la iglesia confirmar lo que Dios ha reconocido?

[35] Elena de White, Manuscrito 43ª, 1898, énfasis añadido.

[36] Elena de White, “An Appeal to the Ministers”, Review and Herald, 8 de Agosto de 1878.

[37] Acciones de la Sesión de la Asociación General del 11 de Octubre de 1878.

[38] D. M. Canright, “A Move in the Right Direction”, Review and Herald, 30 de Enero de 1879. Debe recordarse que la Asociación de Michigan licenció a Ellen Lane durante esta sesión.

[39] Este fue probablemente W. C. White, de 24 años por aquel entonces, y cada vez más involucrado en cuestiones administrativas.

[40] Stephen Haskell al Hermano White, 13 de Diciembre de 1878, S. N. H. 1878 W.E.; énfasis en el original.

[41] Ibíd.

[42] Elena de White, Review and Herald, 2 de Enero de 1879; énfasis añadido.

[43] Ibíd.

[44] Elena de White a S. N. Haskell, 27 de Enero de 1879, H1-1879; Elena de White a Willie y Mary White, 20 de Febrero de 1879, W15-1879

[45] Elena de White al Hermano Johnson, (1879), J.33-1879

[46] Elena de White “Our Publications” Review and Herald, 4 de Abril de 1882. El asunto aquí no es sí los pastores que ella estaba buscando debían ser considerados como obreros oficiales de la iglesia o definidos como obreros laicos, sino si tales individuos estaban trabajando como líderes de iglesias locales para satisfacer la necesidad desesperada de las iglesias locales de ese trabajo pastoral.

[47] Muy interesante es que el reporte de la sesión de la Asociación General de 1881 que apareció en Signs of the Times (Señales de los Tiempos) reportó que la resolución fue aprobada mientras que la Review and Herald reportó que fue “discutida por J. O. Corliss, A. C. Bourdeau, E. R. Jones, D. H. Lamson, W. H. Littlejohn, A. S. Hutchins, D. M. Canright y J. N. Loughborough y referida al Comité de la Asociación General”. Aunque parecería que la declaración de la Review es más exacta, la falta de documentación deja el asunto sin resolver y abierto a interpretación.

[48] W. C. White a L. E. Fromm, 12 de Mayo de 1930, R.G. 58 [L.E.F.], Interpretación, Desarrollo de la carpeta, GCA; W. C. White a Mary White, 2 de Diciembre de 1881, W.E.

[49] Elena de White a W. C. y Mary White, 19 de Abril de 1881, W3b-1881

[50] La desunión respecto de la escuela resultó en su cierre por un año.

[51] Elena de White a Stephen Haskell, 22 de Abril de 1881, H1-1881

[52] J. H. Kellog, Entrevista de 1907, p. 89

[53] Elena de White a G. I. Butler y . N. Haskell, 20 de Junio de 1881, B8-1881; Elena de White a Stephen Haskell, 28 de Junio de 1881, H2-1881

[54] George Butler a Elena de White, 16 de Julio y 2 de Agost, 1882, G.I.B., 1882, WE

[55] R. A. Underwood a L. E. Froom, 26 de Noviembre y 8 de Diciembre de 1930, RG 58, Interpretación, Desarrollo de Carpeta; ver también la declaración de R. A. Underwood en la Conferencia Bíblica de 1919, el10 de Julio de 1919. La aplicación de Underwood de este principio a la administración de Butler crea un acertijo concerniente a la resolución de 1881 sobre la ordenación, porque Butler era presidente por aquel entonces.

[56] W. H. Littlejohn, “The Duties of Local Church Officers”, Review and Herald, 22 de Noviembre de 1887.

[57]  Artículo “Deaconess” Edición Revisada (1976), Enciclopedia Adventista del Séptimo Día, p. 379. No fue sino hasta en 1984 que esa declaración fue borrada del Manual de Iglesia oficial de la iglesia.

[58] Mientras que W. H. Littejohn es a veces considerado como siendo el pastor de la iglesia de Battle Creek, su discapacidad física de ceguera lo hizo un caso especial.

[59] Vermont Conference Proceedings, Review and Herald, 26 de Septiembre de 1882

[60] Declaración de W. C. White. Actas del Comité de la Asociación General, 16 de Julio de 1890.

[61] W. C. White a I. D. Van Horn, 20 de Mayo de 1891.

[62] Elena de White, “The Christian’s Refuge”, 9 de Noviembre de 1883; “Remarks to Ministers”, Review and Herald, 15 de Abril de 1884 y “Consecration and Diligence in Christian Workers”, 18 de Noviembre de 1883; Remarks to Ministers, Review  and Herald, 24 de Junio de 1884

[63] Elena de White, “Consagraci Consecration and Diligence in Christian Workers ón y Diligencia en los Obreros Cristianos”, Remarks to Ministers en la Asociación General de 1883, 18 de Noviembre de 1883, en Review and Herald, 24 de Junio de 1884

[64] Resolución de la Asociación General, 16 de Noviembre de 1883. Elena de White “A Missionary Appeal”, Review and Herald, 15 de Diciembre de 1885.

[65] Artículo, “City Missions”, Enciclopedia Adventista del Séptimo Día; Stephen Haskell, “Our

City Missions” y “The Work in Cities”, Review and Herald, 29 de Abril y 24 de Junio de 1884.

[66] W. A. Colcord a New York Independent, “Adventistas del Séptimo Día”, Octubre de 1891, RG 21, libro 7, GCA

[67] George B. Starr, “Chicago” Home Missionary, Mayo de 1891

[68] Elena de White, “Work for the Church”, Review and Herald, 15 de Mayo de 1888.

[69] Maria L. Huntley fue probablemente la instructora pionera en esta rama del ministerio hasta su muerte en 1890

[70] Elena de White, “Statement to Ministers”, 21 de Octubre de 1888; Manuscrito 8a-1888 y “Remarks Concerning Missionary Work”, 23 de Octubre de 1888, Manuscrito 10-1888

[71] Sermón de Elena de White, 1 de Diciembre de 1888, Manuscrito 13-1888

[72] Elena de White, “Religious Liberty”, 24 de Diciembre de 1889, Manuscrito 18-1888 [sic] énfasis añadido.

[73] Elena de White, Declaración al Comité de la Asociación General y a los Presidentes de las Asociaciones, 3 de Marzo de 1891, Actas del Comité de la Asociación General.

[74] La premisa de que Dios tenía un concepto preconcebido de ministerio para hombres y mujeres antes de que creara el mundo, destruye las ideas de subordinación y ofrece una evidencia muy contundente acerca del concepto de Elena de White del rol de las mujeres en el ministerio.

[75] Elena de White, entrada del Diario de 12 de Marzo de 1891, Manuscrito 23-1891, énfasis añadido. La entrada original del diario de Elena de White no contenía la expresión que incluía a las mujeres dentro del concepto original del ministerio de Dios, pero la versión de 1903 si. Probablemente la experiencia de Elena de White en Australia la llevó a incluir esta significativa frase en su edición ulterior.

[76] W. C. White, Notas y Recuerdos de Napier, N, Reunión campestre, 22 de Marzo a 5 de Abril de 1899.

[77] Elena de White a la Sra. Jennie L. Ings, 4 de Agosto de 1894, I36-1894; a J. H. Kellogg, 6 de Enero de 1899

[78] Discurso de Elena de White a Basle, Suiza, 7 de Marzo de 1887.

[79] Elena de White a Jennie L. Ings, 4 de Agosto de 1894, I36-1894

[80] Elena de White, “How the Truth Should be Presented”, Home Missionary, Diciembre de 1892

[81] Elena de White, “God’s Love for Man”, Home Missionary, Abril 1893

[82] Parece ser que dentro de este contexto Elena de White escribió este consejo más tarde: “Los Adventistas del Séptimo Día no están de ninguna manera despreciando la obra de la mujer… Si las mujeres hacen la obra que no es la más agradable para muchos de aquellos que trabajan en la palabra y la doctrina, y si sus obras testifican que ellas están logrando u trabajo que ha sido manifiestamente descuidado, ¿no debería un trabajo tal ser considerado como siendo tan rico en resultados como la obra de los ministros ordenados?… Ustedes deben cumplir su deber para las mujeres que trabajan en el evangelio, cuyas obras testifican que ellas son esenciales para llevar la verdad a las familias. Su trabajo es justamente la obra que necesita ser hecha. En muchos aspectos, una mujer puede impartir conocimiento a sus hermanas que un hombre no puede. La causa sufrirá una gran pérdida sin esta clase de labor. Una y otra vez el Señor me ha mostrado que mujeres maestras (i. e. pastoras), son tan grandemente necesitadas para hacer el trabajo para el cual él las ha nombrado como lo son los hombres.” (Elena de White, “El Trabajador es Digno de su Salario”, Manuscrito 43ª-1989).  La Hermana White creía que esta clase de labor pastoral debería ser cumplida por el ministro ordenado pero no había sido parte del ministerio de muchos y las mujeres estaban claramente desempeñando ese labor tan necesaria que la Hermana White consideraba la parte más significativa del ministerio. Dado que la Hermana White le pagaría a tales mujeres de sus fondos de diezmos, a este escritor le parece que la Hermana White claramente ubicó una labor tal dentro de lo que se consideraría el rol de un equipo pastoral local. No solo eso, sino que las mujeres que tuvieron la “licencia para predicar”, como Margaret Caro, estaban proclamando la palabra en la iglesia y también desempeñando esa clase de labor pastoral.

[83] Elena de White a O. A. Olsen, 12 de Marzo de 1892, O50-1892, énfasis añadido.

[84] Elena de White al Anciano y la Señora A. G. Daniells, 11 de Mayo de 1893, D18-1893

[85] Elena de White, Manuscrito 45, 1895.

[86] Elena de White, “The Laborer Is Worthy of His Hire”, Manuscrito 43ª, 1898.

[87] Elena de White, Review and Herald, 15 de Enero de 1901.

[88] Elena de White a W. C. White, 6 de Agosto de 1894, W135-1894

[89] Elena de White a H. W. Kellogg, 24 de Octubre de 1894, K42-94

[90] Elena de White a J. H. Kellogg, 25 de Octubre de 1894, K461-1894

[91] Elena de White a W. C. White, 19 de Febrero de 1895, W142-1895

[92] Elena de White al Hermano Harper, 7 de Marzo de 1895, H31b-1895

[93] Elena de White a los Hermanos Irwin, Evans, Smith y Jones, 21 de Abril de 1898, I191a-1898

[94] Elena de White a W. C. White, 15 de Marzo de 1895, W145-1895

[95] Elena de White, Review and Herald, 9 de Julio de 1895

[96] Elena de White, Review and Herald, 11 de Junio de 1895

[97] Elena de White, Manuscrito 22, 1893

[98] Arthur N. Patrick, “Founding Mothers: Women and the Adventist Work in the South Pacific Division”, Adventist Heritage, Otoño de 1986

[99] Elena de White, Review and Herald, 9 de Julio de 1895

[100] J. W. Watt a O. A. Olsen, 2 de Enero de 186, RG 21, 1896-Watt, J. W.

[101] Elena de White, “Draw Out Thy Soul to the Hungry”, Review and Herald, 20 de Agosto de 1895.

[102] W. C. White a la Medical Mission board (Diciembre de 1897), WC Libro 11a

[103] Elena de hite, Carta 40, 1897, énfasis añadido.

[104] Si la ordenación es definida como el reconocimiento oficial de la iglesia de un llamado que fue instituido por Dios, parecería que hace mucho que ha pasado el tiempo cuando la iglesia debería armonizarse con esa perspectiva divina.

[105] Elena de White, “The Laborer Is Worthy of His Hire”, Manuscrito 43ª-1897, énfasis añadido

[106] Ibíd. Énfasis añadido.

[107] Elena de White, “Canvassers as Golpel Evangelists” Review and Herald, 15 de Enero de 1901.

[108] Este parece ser otro de aquellos consejos de Elena de White de aquel período de tiempo que nuca fue realmente implementado.

[109] Elena de White aquí está muy claramente valorando las contribuciones de las mujeres en un rol muy claramente pastoral.

[110] Elena de White a los Hermanos Irwin, Evans, Smith, y Jones (21 de Abril de 1898, I191a-1898, énfasis añadido.

[111] Ibíd. En 1898 el diezmo disponible para el ministerio era de $ 432.000. Hoy los diezmos completan más de $ 500.000.000.

[112] Elena de White, “The Needs of the Cause in Australasia: An Appeal”, 11 de Junio de 1903.

[113] Elena de White, “He That Loveth Not His Brother Abideth in Death”, 2 de Agosto de 1899.

[114] Elena de White, 17 de Enero de 1901, B7-1901

[115] Hechos de los Apóstoles, p. 131

[116] Elena de White, 17 de Enero de 1901, B7-1901

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