Ty Gibson – La Descendencia del Viejo Pacto

Las tensiones y polémicas actuales dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día no están ocurriendo en un vacío. Tenemos una historia detrás de nosotros que ha creado la trayectoria dentro de la cual estamos viviendo. En un grado significativo el espíritu y contenido de nuestros diálogos y debates actuales están formados por un trágico giro teológico que tomamos en nuestro viaje como pueblo hace más de 100 años atrás.

Rechazo del Evangelio

Escribiéndole a Willie White, en 1902, A. G.  Daniells se lamentaba por la existencia dentro del Adventismo de lo que él llamaba “toda la descendencia de los hombres del viejo pacto que están constantemente levantando dudas e incredulidad concerniente a la luz que vino en la reunión de Minneapolis” (A.G. Daniells a W.C. White, 14 de Abril de 1902, en Manuscritos y Memorias de Minneapolis, p. 321).

¡Fascinante elección de palabras del hombre que por aquel entonces era el Presidente de la Asociación General! Pero estas palabras eran más que fascinantes. Son realmente muy informativas en lo relacionado a nuestra historia como pueblo y las luchas en las cuales estaban involucrados en su tiempo.

La “luz” a la cual Daniells se refiere no era otra sino la verdad vital de la justificación por la fe, es decir el Evangelio, la cual fue predicada con claridad y poder en el Congreso de la Asociación General de 1888 por dos jóvenes llamados Alonzo Jones y Ellet Waggoner. Pero hubo resistencia a la “luz” por prominentes líderes eclesiásticos y ministros, una resistencia que fue propulsada bajo el pretexto de fidelidad a la verdad.

¿Y por qué se resistían?

Debido a que habían formulado una versión del Adventismo con tanto énfasis en la ley que la fuerte proclamación de Jones y Waggoner sobre la salvación solo por gracia, mediante la fe sola, dejando de lado las obras de la ley, solo podía ser considerada por ellos con sospechas, como si el evangelio fuera un ataque a la ley.

Daniells no estaba poniendo un nombre al apuntar a “toda la descendencia de los hombres del viejo pacto”. Él estaba adecuadamente describiendo una perspectiva teológica que estaba haciendo un daño masivo en la iglesia. Por su legado, esta perspectiva teológica continua haciendo daño en la iglesia actualmente. Ya verán que es lo que quiero decir.

Una Confederación de Control

Anteriormente, en 1894, Elena de White les advirtió quea aquellos en posiciones de autoridad que estaban “buscando la formación de una confederación que convertiría a Battle Creek en Roma” (Carta 71, 1894). Donde el evangelio se pierde, surgen los principios papales del control. Al año siguiente, ella escribió con mucha claridad, indicando que estos hombres estaban orientados hacia el control precisamente debido a su orientación teológica contra el mensaje de la justificación por la fe.

“Ellos están siguiendo el camino del Romanismo. Aquellos a quienes se pide que revelen los atributos del carácter del Padre, se salen de la plataforma bíblica y con su propio juicio humano inventan reglas y resoluciones para forzar la voluntad de otros. Los proyectos para forzar a los hombres a seguir las prescripciones de otros hombres están instituyendo un orden de cosas que pasa por alto la simpatía y la tierna compasión y ciega los ojos a la misericordia, la justicia y el amor de Dios. La influencia moral y la responsabilidad personal son pisoteadas.

La justicia de Cristo por la fe ha sido ignorada por algunos porque es contraria a su espíritu y a toda la experiencia de su vida. Mandar, regir ha sido su procedimiento.” (Testimonios para los Ministros, p. 363)

No pasen por alto el significado de la conexión que ella está haciendo. Dios le mostró que aquellos que habían rechazado el mensaje de la justificación por la fe estaban, como resultado, inclinados a “forzar la voluntad de otros” por medio de “reglas y procedimientos”, en otras palabras, mediante procesos políticos y política. La tendencia natural de aquellos que no aceptan el evangelio es la de instituir un orden de las cosas en la iglesia que “pasa por alto la simpatía y la tierna compasión y ciega los ojos a la misericordia, la justicia y el amor de Dios”. Antes que permitir que el pueblo de Dios en sus campos locales sean guiados por Él en su manera de avanzar su reino. “La influencia moral y la responsabilidad personal son pisoteadas” en favor de “reglas y resoluciones” uniformes.

Ella se estaba dirigiendo específicamente aquellos que, en y después de 1888, se posicionaron en contra de los esfuerzos del Espíritu Santo a incorporar el evangelio dentro de la teología adventista. Ellos se oponían a las buenas nuevas de la gracia salvadora de Dios, en favor de definir el mensaje con un énfasis en la responsabilidad humana de mantener la ley de Dios. Por eso es que A. G. Daniells los describió como “la descendencia de los hombres del viejo pacto que están constantemente levantando dudas e incredulidad concerniente a la luz” del evangelio. De acuerdo a la evaluación de Elena de White, la razón más profunda por la cual se estaban oponiendo al evangelio era porque era “contraria a su espíritu y a toda su experiencia de vida” la cual se basaba en “regir” sobre otros.

Ella continuó advirtiendo que los esfuerzos de los líderes de la iglesia para controlar a las personas mediante procesos políticos llevarían a resultados calamitosos. Los miembros de la iglesia, bajo una presión así, se moverían en una de dos direcciones: “aquellos que son oprimidos de esa manera o romperán todos las cadenas de restricción o serán llevados a creer que Dios es un amo estricto” (1888 Material, p. 1436)

Entonces, en respuesta a la inevitable pérdida de control, aquellos que no saben nada de la verdad liberadora del evangelio sencillamente se volverán más insistentes en que las cosas se haga a su manera:

“A fin de hacerse poderosos y reinar, ponen en práctica los métodos de Satanás para justificar sus propios principios. Se exaltan a sí mismos como hombres de juicio superior”.

Noten que ella advierte que aquellos que operan usando los “métodos de Satanás” en la iglesia lo hacen exaltándose a sí mismos como “hombres de juicio superior”. Donde sea que los hombres intenten cerrar el diálogo al posicionarse como lo únicos que tienen la verdad mientras que retratan a los que difieren de ellos como infieles a la Escritura, podemos saber que es el espíritu de Satanás lo que los está impulsando. “Estos” hombres, ella declara directamente, “son falsos dioses” (1888 Materials, p. 1436).

En 1903 ella de nuevo hizo una advertencia similar:

“El desarrollo del deseo de controlar ha sido muy marcado, de modo que Dios envió una advertencia tras otra prohibiendo las confederaciones y la consolidación. Nos advirtió contra la práctica de unirnos en compromiso para realizar ciertos acuerdos que serían presentados por hombres que trataban de controlar los movimientos de sus hermanos.” (Review and Herald, 10 de Diciembre de 1903)

Por supuesto, ella no estaba sugiriendo que se estaba empleando fuerza física para ejercer el control. En realidad, ella se estaba refiriendo a los métodos de procesos políticos que estaban siendo empleados para controlar la iglesia. La manera en que estos hombres estaban ejerciendo el control era presionar a las personas al hacer acusaciones de infidelidad contra cualquiera que no esté de acuerdo con ellos.

Volviendo al Congreso de la Asociación General de 1893, en la cual W. W. Prescott y A. T. Jones estarían intentando una vez más incorporar el evangelio dentro del mensaje adventista, Elena de White escribió esto con una perspicacia penetrante:

“No es la inspiración del Cielo lo que lleva a uno a sospechar, esperar una oportunidad y egoístamente obstinarse en probar que aquellos hermanos que difieren de nosotros en algunas interpretaciones de la Escritura no están firmes en la fe.” (1888 Materials, p. 1127)

Había una mentalidad entre la descendencia del viejo pacto a definir estrechamente “la verdad” de acuerdo con sus perspectivas particulares y luego considerar a cualquiera que esté fuera de esos parámetros estrechos como “no firme en la fe”. Esto es precisamente lo que vemos que está tomando lugar hoy en el Adventismo, y es una de las influencias más dañinas entre nosotros como pueblo.

¡La descendencia del viejo pacto aún vive!

Y cada uno de nosotros es propenso a ser parte de ella como las personas al lado del banco de la iglesia.

El punto crucial es este: ¡Lo que yace en el fundamento de esta inclinación al control es la resistencia al evangelio con sus principios inherentes de libertad! Si el evangelio de gracia no florece en la teología y experiencia de una iglesia, la tendencia será de controlar a otros mediantes procesos políticos, por mayoría de voto, por arreglos contractuales, mediante la formación de confederaciones que promueven agendas restrictivas en el cuerpo de Cristo. Sin los principios inherentes en el evangelio, los seres humanos no saben cómo permitirles a otros la libertad de avanzar la causa de Dios en una manera que difiera de la que ellos se sienten atados a hacer.

Religión Legalista y Corazones Helados

La descendencia del viejo pacto incluye a formidables figuras de estatura inmensa como G. I. Butler, que era el presidente de la Asociación General durante el fiasco de 1888, y Urias Smith, predicador, autor prolífico, y editor en jefe por muchos años de la Adventist Review and Sabbath Heald. Además, de estas figuras robustas, había muchos otros líderes, pastores y evangelistas que alinearon su influencia en contra de permitir que el evangelio tome su lugar correcto dentro del marco de la teología adventista y del gobierno de la iglesia.

Estos hombres crearon una versión del Adventismo, una orientación fundamental al mensaje y la misión de la iglesia, la cual vino a constituir lo que casi todos los Adventistas, en un grado u otro, percibían la manera en como nuestro mensaje y misión debían ser. Nosotros vivimos y evangelizamos y debatimos asuntos según el legado de su manera de pensar. Y esta trayectoria histórica tiene implicaciones enormes. Significa, entre otras cosas, que la personalidad corporativa del pueblo adventista ha sido formada con el paso de las generaciones desde 1888 por la construcción teológica y el enfoque evangelístico heredado a nosotros por hombres que, en un grado significativo, habían levantado barricadas en la iglesia para impedir la entrada de la gracia de Dios. Como resultado de su influencia, el evangelio no había tomado prominencia dentro el marco conceptual de la teología y la misión adventista. Incluso ahora es común escuchar a Adventista decir cosas como “No necesitamos predicar el amor de Dios ni enfocarnos en la cruz, porque otras iglesias ya están haciendo eso. Nosotros somos llamados a predicar el mensaje de los tres ángeles, el Sábado, la ley de Dios, el juicio, y la Segunda Venida”. Esto es una integración dura de una mentalidad que se manifiesta a sí misma en varias formas, más notablemente en la manera en que definimos nuestra misión y formulamos el contenido de nuestras reuniones evangelísticas y las guías de estudios bíblicos. Pero esta es una dicotomía falsa y peligrosa que solo sirve para despojar al mensaje de los tres ángeles de su poder real, un poder que reside solo en la proclamación del amor de Dios en toda su gloriosa plenitud como la sustancia real de toda doctrina bíblica. Esta clase de mentalidad se olvida por completo del hecho crucial que el Adventismo fue llamado a su existencia por Dios para proclamar el evangelio, no un mensaje distinto del evangelio, sino el evangelio mismo, con la claridad sin paralelo que se puede permitir nuestro entendimiento doctrinal.

Hoy en día, muchas de nuestras personas están viviendo mayormente en el legado de la línea teológica de Butler-Smith en vez de la línea de Jones-Waggoner. La descendencia del viejo pacto vive en el Adventismo donde sea que escuchemos a predicadores predicar sobre tormentas de obligaciones, deberes, y reformas de conducta sin ninguna proclamación clara del amor perdonador de Dios; donde sea que escuchemos predicar la obediencia a la ley y la victoria sobre el pecado con un lenguaje de mandatos en vez de promesas; donde sea que el énfasis esté en lo que los agentes humanos deben hacer, hubieran debido hacer, debieran hacer, con pocas o ningunas declaraciones alentadoras de la gracia salvadora de Dios como el poder que transforma nuestras vidas desde adentro hacia afuera.

Estas voces son estridentes, fuertes y prolíficas en el Adventismo, y ellos están vaciando a la iglesia del poder del nuevo pacto. Para muchos de nuestro pueblo estas voces definen el Adventismo, sin estar conscientes de la existencia de alguna manera alternativa de percibir nuestro mensaje. La voz insistente y autoritaria de la descendencia del viejo pacto hace que muchos de nuestro pueblo le tengan miedo a cualquier voz que hable del amor ilimitado y la gracia gratuita de Dios. Muchos adventistas han sido educados intelectual y emocionalmente con un punto de vista teológico tan estrecho que ellos automáticamente se atemorizan de cualquier mensaje que apunte fuertemente a Cristo y cambie el enfoque de sus propios esfuerzos para obedecer.

Del otro lado del espectro algo tan dañino está pasando en una reacción contra la perspectiva del viejo pacto que ha gobernado por tanto tiempo a lo largo de la historia adventista. Ahora estamos enfrentando una rama extrema de liberalismo que puede deshacerse de ciertas doctrinas distintivas bajo el pretexto de predicar a Cristo. “Jesús, Jesús, todo lo que necesitamos es Jesús”, es lo que dicen, como si Jesús estuviera de alguna manera vació de contenido doctrinal. No necesitamos un Jesús etéreo y vacío, sino al único y verdadero Jesús, lleno de fortaleza, y sustancia, y la irresistible belleza de su amor y auto-sacrificio. Si, las reacciones del liberalismo que vemos surgiendo en varias partes del Adventismo son, de hecho,  un problema. Pero aquí está la cosa crucial que hay que entender: el liberalismo que estamos enfrentado ahora, con su tendencia a negar la doctrina bíblica, es mayormente una reacción desesperada y equivocada contra el conservadurismo sin gracia que ha caracterizado a mucha de nuestra historia. Hemos sembrado vientos de legalismo y ahora estamos cosechando torbellinos de liberalismo. En otras palabras, el liberalismo teológico que nació en el Adventismo es un sobre-corrección contra el conservadurismo rígido. Como resultado, somos un pueblo fracturado y beligerante, a menudo colando mosquitos y tragando camellos (Mateo 23:24). ¡Y todo este desastre alborotador puede ser rastreado hasta el agudo giro a la derecha que tomamos del evangelio en 1888!

Sería difícil exagerar los efectos adversos que nuestra divergencia en 1888 ha tenido sobre la formación del Adventismo en los años que siguieron. En otras palabras, solo podemos imaginar la increíble belleza teológica y empírica que hubiera resultado de una aceptación completa de la justificación por la fe como el tema central de todos nuestros esfuerzos para ganar almas. La aceptación del evangelio en 1888 hubiera generado un rápido crecimiento en la teología y experiencia adventista, creando una poderosa fusión entre la gloria de la cruz de Cristo y la sana doctrina bíblica.

En 1889, G. A. Irwin, el presidente de la Asociación General por ese tiempo, predicó un sermón en el cual declaró que si los adventistas del séptimo día hubiéramos aceptado el mensaje de la justificación por la fe, “nosotros hubiéramos estado infinitamente más lejos en [la propagación d]el mensaje de lo que estamos actualmente” (G. A. Irwin, Australian Union Conference Record, 10 de Julio de 1899). Con “infinitamente más lejos” él quería decir que hubiéramos sido más maduros y desarrollados en nuestra comprensión teológica. Nosotros hubiéramos visto como el evangelio se expresa en todas nuestras doctrinas y esparce luz brillante sobre ellas. Si la verdad de la justificación por la fe hubiera sido aceptada más temprano en el desarrollo la teología adventista, el mensaje hubiera florecido con colores radiantes y una profundidad dimensional bajo nuestra mayordomía.

Décadas después que los lineamientos doctrinales básicos del Adventismo hubieran sido compuestos, mientras reuniones evangelísticas  eran conducidas con gran éxito, un ángel informó a Elena de White que “hay mucha que falta por brillar desde la ley de Dios y el evangelio de la justificación. Este mensaje, entendido según su verdadero carácter, y proclamado en el Espíritu, iluminará la tierra con su gloria” (1888 Materials, pp. 165–166).

¡Pero, lamentablemente, ese potencial glorioso nunca fue descubierto!

Había algo vital que estaba perdido en nuestro portafolio doctrinal. Estábamos predicando la ley, el sábado, el estado de los muertos, el juicio investigativo, la Segunda Venida, y las profecías de Daniel y el Apocalipsis. Pero aun así estaba la necesidad de que los adventistas entendieran el mensaje –presten atención al lenguaje- “según su verdadero carácter”. Había un poco de luz crucial adicionar que debía ser esparcida sobre el sistema de creencias adventistas. Esa “luz” no era ninguna otra sino la verdad gloriosa del amor fiel de Dios manifestado en la persona y en la obra de Cristo. Dios intentó traer esta luz a nuestro pueblo en 1888 y en los años que siguieron, pero la descendencia del viejo pacto levantó barricadas en la iglesia para impedir su entrada. Irónicamente, ellos lo hicieron en el nombre de la fidelidad a “la verdad”.

En diciembre de 1888, recordando el Congreso de la Asociación General, Elena de White meditó con tristeza: “Que poder debemos tener de Dios que los corazones helados, teniendo solo una religión legalista, verían las cosas mejores provistas para ellos –Cristo y su justicia” (1888 Materials, p. 229). Aquí ella identificó las dos fuerzas que estaban opuestas dentro del Adventismo: la religión legalista versus Cristo y su justicia.

Tres años y medio más tarde, en una carta a Stephen Haskell, Elena de White una vez más describió el contraste entre los dos elementos que estaban batallando por la supremacía en el Adventismo.

“Toda la tierra debe ser iluminada con la gloria de Dios. La luz está brillando ahora, y cuán duro debe ser para los corazones orgullosos aceptar a Jesús como su salvador personal; cuán duro [debe ser] salir del surco de la religión legalista; cuán duro [debe ser] aferrarse a la rica gracia gratuita de Cristo” (Carta 10ª, 6 de Abril de 1892, a Stephen Haskell)

Hay tres puntos que deben ser enfatizados.

Aquí ella está hablando específiamente de la luz de Apocalipsis 18, a la que los adventistas del séptimo día comunmente se refieren como “el clamor”, que será acompañado por la “lluvia tardía”, que fortalecerá a la iglesia para proclamar el mensaje a todo el globo.

 

Luego ella indica que la “rica, gracia grauita de Cristo” es la esencia de esta luz. Wow! Procesen eso, y luego compárenlo con lo que conocen del contenido de mucho del “evangelismo” adventista y la predicación de “reavivamiento”. ¿Donde están los mensajes sobre la “rica, gratuita gracia de Cristo”?

Luego ella apunta a que lo que está impidiendo que el mensaje del clamor final se lleve a cabo en el Adventismo es “la raiz de la religión legalista”. En su tiempo, el Adventismo había aferrado tan fuertemente a esa raiz ue era “duro” para nuestro pueblo “aferrarse a la rica, gratuita gracia de Cristo”

Y aquí estamos, más de cien años más tarde con muchas de nuestras personas aun aferradas fuertemente a esa raíz, mientras que otro están reaccionando en su contra a la raíz opuesta del liberalismo porque están cansados del liberalismo.

Aun hoy hay voces insistentes que quieren mantener al Adventismo en la raiz de la religión legalista, predicando lo que ellos llaman “legalismo”, poero sin una teología claramente desarrollada de la gracia. El efecto neto de esta clase de predicación es que las personas se sienten culpables, obligadas, débiles y “congeladas”. Como resultado muchas de ellas se vuelven susceptibles a seguir las estridentes voces del lado opuesto del espectro que están predicando una versión de la “gracia” que carece de integridad doctrinal.

El marco del Evangelio

Ahora, por lo tanto, notemos cuidadosamente el contexto histórico en el que el mismo año ella hizo una observación concerniente al “surco de la religión legalista”, Elena de White claramente declaró que algo específico era necesario hacer:

“Dios llama a todos los que proclamar creer en la verdad presente, para trabajar diligentemente en reunir la preciosas joyas de la verdad, y ubicarlas en su posición en el marco del evangelio. Dejémoslas resplandecer en toda su belleza divina y hermosura” (Review and Herald, 15 de Noviembre del 1892)

Grabémonos esta idea profundamente, porque el futuro del Adventismo pende sobre si como pueblo nos movemos en esta dirección o no. Nuestra gran necesidad es que las preciosas verdades que dios nos ha dado es que entendamos y prediquemos dentro del “marco del evangelio. Pero en ese entonces había, y aún hoy hay, un bloqueo formidable para evitar que esto pase.

Escribiéndole a G. I. Butler en 1888, Elena de White citó al ángel diciendo que “la iglesia necesita la energía de Cristo”. Y después, continuando la explicación, ella dijo que el ángel le indicó que “Un tiempo de prueba esta ante nosotros, y grandes males serán el resultado del fariseísmo que en gran proporción han tomado posesión de aquellos que ocupan posiciones importantes en la obra de Dios. Él dijo que la obra de Cristo sobre la tierra era la de deshacer las cargas pesadas y liberar a los oprimidos, romper todos los yugos; y que la obra de su pueblo debe corresponder con la obra de Cristo” (1888 Materials, p. 93).

Esta es una comprensión absolutamente asombrosa, que cuando lo piensas, es exactamente lo que se esperaría de un ángel. Y no fue meramente informativo, sino también profético. Noten que el ángel advirtió sobre el fariseísmo como el elemento que traería grandes males sobre el adventismo. Nosotros estamos viviendo en el cumplimiento de esta declaración angélica mientras atestiguamos la polarización del Adventismo en campos conservadores y liberales con el evangelio, mientras tanto, casi sin tenerlo a la vista. El fariseísmo puede ser definido como la predicación de la ley sin el evangelio, golpeando a las personas con requisitos mientras los negamos la hermosa y vital verdad del amor de Dios. Así que, por lo tanto, si el ángel que hablo de esta manera a Elena de White estaba en lo correcto -y ciertamente debemos conceder que los ángeles tienden a estar en lo correcto- este es el problema centra del Adventismo que está matando a la iglesia desde adentro hacia afuera.

En 1892 Elena de White le escribió a Uriah Smith:

“Las muchas y confusas ideas en lo que respecta a la justicia de Cristo y la justificación por la fe son el resultado de la posición que tu has tomado hacia el hombre y el mensaje enviado de Dios. Pero, oh, Jesús anhela otorgar sobre ti las más ricas bendiciones… Justificación por la fe y la justicia de Cristo son los temas que deben ser presentados al mundo que perece. Oh, ojalá que tu puedas abrir las puertas de tu corazón a Jesús” (1888 Materials, pp. 1053–1054).

Dos semanas antes ella le había escrito a Stephen Haskell explicándole que la negativa a incorporar la verdad de la justificación por la fe en el mensaje adventista estaba dándole la “oportunidad… al mundo de dudar de la verdad del Cristianismo” ¿Por qué? Debido a que la negativa de incorporar el evangelio dentro del mensaje del Adventismo estaba resultando en un legalismo fio que estaba siendo proyectado al mundo en lugar del testimonio cálido del amor atrayente de Dios. Ella continúo haciendo un llamado apasionado a aquellos que estaban posicionándose en contra del evangelio:

“Ustedes están viviendo en un auto-engaño culpable, debido que se mantienen lejos de la luz y los ricos tesoreros de la gracia de Dios. Ustedes imaginan que son ricos, cuando están en bancarrota. Todas sus vidas han sido una mentira… ¿Abrirán sus corazones a la influencia sagrada, suavizadora y subyugante de la gracia de Cristo? ¿Pueden mantener su corazón cerrado contra su amor y las riquezas de su gracia?” (Carta 30ª, 5 de septiembre de 1892).

Una semana antes ella le había escrito a O. A. Olsen y se lamentaba por el espíritu de “contención y lucha entre nosotros” y la inclinación a “observar a sus hermanos con sospechas”. El rechazo de la gloriosa verdad de la justificación por la fe producía un efecto adverso en la descendencia del viejo pacto: “Dudas, incredulidad, prejuicio y terquedad, mataron todo el amor de sus almas” (1888 Materials, pp. 1018-1031).

Y había resultados prácticos y organizacionales también.

En el contexto histórico del Adventismo rechazando el evangelio, Elena de White observó que algo más estaba tomado lugar como un inevitable producto secundario. Volviendo a 1888, ella advirtió acerca de hermanos cuya inclinación sería hacia “cortar todo lo que se hace según su [propio] estilo” y que ellos impondrían “sus manos sobre la obra de Dios y la prohibirían” (Carta 35, 17 de Noviembre de 1885 a W. C. White)

Este es un lenguaje que nos abre los ojos. La palabra “cortar” significa “reducir algo al cortarlo, para disminuirlo o decrecerlo gradualmente”. La palabra “estilo” se refiere a “un modo de acción o manera particular, distintiva o característica de actuar”. Lo que ella estaba describiendo aquí es una mentalidad que dictaba un patrón de acción reducido o estrecho, exigiéndoles a todos que conduzcan sus labores para Dios según un modo de acción uniforme. ¡Asombroso! Piense acerca de esto en relación a la guerra cultural actual que está sucediendo en nuestra amada iglesia.

Si Elena de White era una profetisa de Dios, solo podemos concluir que la inclinación a reducir al pueblo de Jesús a un único “estilo” con el cual avanzar el reino de Dios es decididamente anti-evangelio, anti-protestante y anti-adventista cuando comparamos la visión que Dios tiene para este movimiento. Todos haríamos bien en adoptar la máxima protestante muy racional: “En lo esencial, unidad. En lo no esencial, libertad. En todas las cosas, caridad”.

Gracia y libertad van juntos como carne y uña (2 Corintios 3:17; Gálatas 5:1).

Legalismo y control van juntos como el hielo y el frio (Mateo 23:23-24; Gálatas 2:4).

La aceptación del evangelio necesariamente amplia la mente de las personas y extiende su rango de emociones dentro de los grandes parámetros de la verdad y el amor. También agranda la perspectiva de las personas sobre lo que es aceptable metodológicamente para avanzar el reino porque inicia una pasión en el alma para alcanzar a los perdidos para Cristo. Por supuesto esto no significa que se puede hacer cualquier cosa, pero si significa todo lo que no sea comprometer la verdad o cometer un pecado. Como a un amigo mío –Gary Krause, director del departamento de Misión Adventista en la Asociación General- le gusta decir: “Mi idea es la de adaptar todo por causa de la misión más efectiva, sin comprometer la verdad”. Esto tiene mucho sentido: mantenemos fidelidad a la verdad, no cruzamos ninguna línea moral hacia el pecado, y más allá de esto nos sentimos libre de hacernos “todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles.” (1 Corintios 9:22). El problema es que hay algunos entre nosotros que no pueden soportar la idea de permitirle a alguien que se sienta libre de hacer algo que ellos mismo no sienten libre de hacer, como si sus opiniones y dictados estrechos constituyen el estándar que se debe cumplir o ser clasificado como “infiel”.

¿Y por qué?

Porque –y aquí está el punto crucial- su paradigma teológico básico es uno en el cual las restricciones que ellos se imponen a sí mismo y a otros tienen el poder de comprar la salvación de Dios. Por esto es que Elena de White tan brillantemente discierne una conexión entre el legalismo y la inclinación de controlar a otros. Si el corazón de una persona está vacío del evangelio de la gracia justificadora de Dios, su seguridad con Dios será amenazada por la libertad que otros tienen en Cristo. Si alguien tiene permitido hacer algo que está fuera del estrecho sistema de restricciones que ellos han establecidos para sí mismos, las bases fundamentales de su salvación son sacudidas. Así que ellos se sienten obligados a “cortar” todo según su “estilo” particular de labor y prohibir cualquier otra cosa. Esta es la manera en que trabaja su teología. Ellos piensan que hay un único “estilo” por el cual la misión de la iglesia debe ser ejecutada, y justo resulta ser su propio estilo particular debido a que posición frente a Dios está construida sobre la frágil fundación de su desempeño. En otras palabras, la inclinación a controlar a otros es inherente al paradigma de la salvación por obras.

Pablo describe a aquellos que se conducen a sí mismos en esta manera como “falsos hermanos” que se han “infiltrado entre nosotros para coartar la libertad que tenemos en Cristo Jesús a fin de esclavizarnos.” (Gálatas 2:4). Aquellos que viven en un arreglo en el cual sus obras pueden “comprar” la salvación se sienten naturalmente incómodos con otros en la iglesia haciendo algo diferente al de su manera de hacer las cosas, porque su manera es la “moneda” para pagarle a Dios. Cuando otros no siguen sus maneras se sienten que su “moneda” no posee el valor que ellos les han atribuido. Así que se sienten inseguros y aumentan los controles, lo cual es el impulso natural inherente en el legalismo. Porque para los legalistas todo, o casi todo,  es o correcto o incorrecto.

Al mantener su legalismo, ellos arrojan algunos pocos huesos de libertad para poder mantener la ilusión de que ellos realmente creen en el evangelio. Pero no está dentro del campo de su mentalidad percibir fácilmente la libertad misma como un valor moral, y no es fácil para ellos percibir categorías moralmente neutrales. El impulso hacia la restricción, coerción y control es la patología oscura que se esconde dentro del legalismo, y el glorioso evangelio de la gracia gratuita de Dios es el único remedio.

Nuestra amada iglesia está en un período de crisis de identidad. Somos un pueblo en conflicto unos con los otros sobre tantos asuntos. ¿Adónde iremos desde ahora? ¿Puedo sugerir que necesitamos retroceden para poder avanzar inteligentemente? A la luz de la historia que hemos sopesado en este artículo, parece evidente que como pueblo desesperadamente necesitamos regresar al lugar donde por última vez vimos la luz y desde allí trabajar hacia adelante con humildad y arrepentimiento.

En 1888, “En su gran misericordia el Señor envió un preciosísimo mensaje a su pueblo por medio de los pastores Waggoner y Jones. Este mensaje tenía que presentar en forma más destacada ante el mundo al sublime Salvador, el sacrificio por los pecados del mundo entero. Presentaba la justificación por la fe en el Garante; invitaba a la gente a recibir la justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos de Dios. Muchos habían perdido de vista a Jesús. Necesitaban dirigir sus ojos a su divina persona, a sus méritos, a su amor inalterable por la familia humana. Todo el poder es colocado en sus manos, y él puede dispensar ricos dones a los hombres, impartiendo el inapreciable don de su propia justicia al desvalido agente humano. Este es el mensaje que Dios ordenó que fuera dado al mundo. Es el mensaje del tercer ángel, que ha de ser proclamado en alta voz y acompañado por el abundante derramamiento de su Espíritu.” (Testimonios para los ministros, pp. 91-92).

El remedio para todo lo que aflige a la iglesia de Dios es la claramente definida, claramente predicada, y empíricamente aceptada doctrina de la justificación por la fe. Mientras nos involucramos en nuestros diálogos y debates sobre la cultura y los estilos, sobre métodos de evangelismo y enfoques para la misión, sobre políticas operacionales y calificaciones para el ministerio, el curso más productivo que podemos proseguir es proclamar primero que todo las buenas nuevas del amor de Dios en toda su belleza clarificadora. A partir de esta premisa, nuestros corazones se agrandarán hacia los demás, nuestras mentes se ampliaran con creatividad en la ejecución de nuestra misión, y nosotros estaremos suficientemente seguros en Cristo  para permitirles a nuestros hermanos y hermanas diferir de nosotros en su servicio para el Señor mientras los confirmamos cono compañeros fieles en la obra de esparcir la fama de nuestro Salvador.


Fuente: http://www.lightbearers.org/the-old-covenant-brood/

2 thoughts on “Ty Gibson – La Descendencia del Viejo Pacto

  1. Mi corazon ha estad en un lugar triste, no comprendiendo como es posible que Pastores que respetamos tanto, puedan ignorar el Espiritu de Profecia. Sabia del rechazo del mensaje de la Justificacion por medio de la fe en Jesucristo, lo he predicado asi, habia leido citas aisladas acerca del legalismo, sobre todo he experimentado el latigo del control.
    Muchas gracias! Dios nos ayude para predicar el Evangelio en la luz que Dios quiere que se predique! lo mas importante para nosotros como pueblo q

    1. que desea hacer la voluntad de Dios, es saber que Dios esta buscando dirigirnos a la victoria en la predicacion del Evangelio, y que ya basta de espera. Que si consagramos nuestras vidas y hacemos nuestra la Justicia inmaculada de Cristo, Jesucristo mismo por la gracia de su Espiritu Santo descendera con poder y estara en nosotros y por nosotros.
      Dios le bendiga TY Gibson.

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