Repaso de Hechos Históricos que Han Afectado el Liderazgo de las Mujeres

Repaso de Hechos Históricos que Han Afectado el Liderazgo de las Mujeres[1]

Por Kit Watts

Ninguna mano debería ser atada, ningún alma desanimada, ninguna voz acallada; permitid que cada persona trabaje, privada o públicamente, para ayudar en el adelanto esta gran obra (Elena de White, Review and Herald, 9 de julio de 1895).

Dadas las limitaciones que en general se imponían a las mujeres del siglo 19, ¿qué actitudes surgieron hacia las mujeres en los primeros tiempos de la Iglesia Adventista? ¿Cómo se compara esto con la situación que vivían las mujeres en otros grupos cristianos? ¿Era Elena Harmon de White una en excepción en nuestras filas, o existía un buen número de mujeres adventistas que eran líderes y figuras públicas? ¿Qué tendencias surgieron durante los últimos 150 años? principios del siglo diecinueve las mujeres en los Estados Unidos tenían aproximadamente los mismos derechos legales de los niños y los esclavos. Por lo regular las mujeres casadas no podían poseer propiedades independiente de sus esposos. Si estaban empleadas, sus esposos les podían confiscar sus sueldos. Cualquier derecho legal de los hijos estaba enteramente en las manos del padre.[2] Las mujeres no eran aceptadas en los colegios o universidades,[3] no se les permitía entrar a las profesiones,y no podían votar ni ocupar un puesto político.Tampoco se les permitía hablar en público.[4] Cuando se intentaban cambiar esas leyes y costumbres ampliando el papel de las mujeres en el hogar, la iglesia, o la sociedad, por lo regular se despertaba un debate cargado de emociones.

Este capítulo examinará brevemente estas preguntas y proveerá evidencia que demostrará que ha habido tanto un aumento como una disminución en el número de mujeres adventistas que han ocupado posiciones ministeriales y de liderazgo dentro de la iglesia.

Separadas y desiguales

Las razones ofrecidas a principios del siglo pasado para justificar el estado social inferior de las mujeres no eran nuevas, puesto que se remontaban a la era de los romanos y los griegos.[5] Se consideraba que las mujeres eran física e intelectualmente débiles, y emocionalmente inestables. Por lo tanto, se les asignaban esferas separadas de los hombres en los asuntos humanos. El valor moral de las mujeres ha sido debatido a través de los siglos. Aristóteles las catalogó como varones “mal nacidos”. “Son más débiles y más frías por naturaleza” declaró, “y debemos considerar el carácter femenino algo así como una deficiencia natural”.[6]

El clérigo, Tomás de Aquino (1227-1274), pensó que Aristóteles había ido demasiado lejos. Razonó que ninguna cosa “mal nacida” hubiera salido de la Creación. Aún así, él pensaba que para lo único que servía la mujer era para ayudar al hombre en la procreación. En todo lo demás, dijo, “para el hombre, la ayuda de otro hombre puede ser más eficaz”.[7] Tales opiniones perduraban en el siglo 19- En 1840 un escritor de la revista Godey’s Lady’s Book [El libro de la dama de Godey], una de las primeras revistas para mujeres publicada en los Estados Unidos, definió a las mujeres como “el vínculo. . . entre el hombre y los animales inferiores, que ocupa un lugar central entre el instinto misterioso de estos últimos y las energías inalcanzables del primero”.[8]

El terreno del evangelio

Enseñanzas cristianas eran usadas con frecuencia para confinar a las mujeres. Sin embargo, las semillas de cambio que comenzaron a modificar el papel de las mujeres en la sociedad brotaron, no de las fuentes seculares, sino del terreno del evangelio.

Surgieron vislumbres de esto en la década de 1740-1750, cuando el primer Gran Despertar barrió Inglaterra y las colonias americanas. La religión sacó a las mujeres de las sombras. “Por ejemplo, la experiencia de la conversión llegó a ser un rito público en el cual se animaba a las mujeres a participar”.

Juan Wesley, fundador del metodismo en Inglaterra, dio otro paso al conceder a las mujeres responsabilidades públicas, al principio entre grupos pequeños de otras damas. Después, “las tomó en cuenta en oraciones, testimonios personales, exhortaciones y en disertaciones acerca de obras religiosas”.[9]

Si bien algunas iglesias como la presbiteriana, luterana y episcopal, se atrasaron en el proceso de ampliar el papel de las mujeres, los grupos evangélicos nuevos les extendieron rápidamente oportunidades de expresión.[10]

En Inglaterra, George Fox argumentó bíblicamente que la igualdad de la mujer en las presentaciones públicas era justificable. Animadas por esta visión, las predicadoras cruzaron el Atlántico y afrontaron graves dificultades —hasta la tortura y la muerte— por querer compartir los ideales de los cuáqueros en las colonias americanas.[11]

Si tales ideas florecieron en el Primer Despertar, ¿qué fue lo que ocurrió en el Segundo Gran Despertar (1795-1835)? Una vez más el poder de convicción del evangelio animó a muchas mujeres a salirse de los roles tradicionales.[12] Entre las primeras reformas en las cuales las mujeres estadounidense participaron públicamente se halla el movimiento contra la esclavitud. Despertadas y fortalecidas por los principios cristianos, las mujeres pronto comenzaron a luchar por otras reformas sociales.

Motivaron a decenas de millares para que se unieran a la Unión Cristiana Femenina de Temperancia y trabajaron incansablemente para mejorar las condiciones en los manicomios, las prisiones, los hospitales y las escuelas. Con perseverancia y abnegación organizaron y fundaron grandes sociedades misioneras que alcanzaron a la India, el Africa, la China y las islas del mar.

El mundo de Elena

En 1827 nació en Maine Elena Harmon, en un hogar metodista. Junto con sus padres y parientes, se llenó de esperanza y emoción al oir a Guillermo Miller predicar que Cristo vendría en 1843 o 1844. Aunque la familia Harmon fue desfraternizada por su congregación local debido a su ferviente creencia adventista, parece que mantuvieron muchos conceptos y prácticas religiosas metodistas.

Debemos notar aquí la ocasión en que Elena Harmon recibió su primera visión. Después del Gran Chasco, se reunió con un grupo para estudiar y orar con otras jóvenes, algo que se consideraba apropiado para las mujeres evangélicas de esa época. Fueron estas jóvenes, junto con la familia Harmon y algunos otros, quienes animaron a Elena a que aceptara lo que ella consideraba un llamado sorprendente y abrumador, el llamado a dirigirse públicamente a concurrencias mixtas para testificar, en cuanto a su extraordinaria experiencia religiosa personal. En parte, su reticencia en hacerlo provenía de su juventud, su timidez y su salud débil.

Sin embargo, en esos días, para una mujer significaba un verdadero atrevimiento hablar ante un público mixto, aun en círculos religiosos. En 1889 Elena recordó que su propio hermano le había rogado que no se presentara en público. “Te ruego que no deshonres a la familia. Haré cualquier cosa por ti, con tal de que no salgas a predicar”, le escribió. Elena le contestó:“¿Puede causar deshonra a la familia si yo predico a Cristo crucificado? Aunque me dieras todo el oro que cupiera en tu casa, no dejaría de dar mi testimonio por el Señor”.[13]

Cuando el evangelista Carlos Finney comenzó en 1827 a permitir que las mujeres se encargaran de estos papeles públicos, sus compañeros lo acusaron de apoyar una causa que dividiría las iglesias.[14] A Phoebe Palmer, predicadora metodista, con frecuencia la desafiaban a dar pruebas de que era apropiado para ella hacer obra pública. En 1859 la Sra. Palmer publicó un libro de 429 páginas en defensa de las mujeres que predicaban en la iglesia, tomando el pasaje de Joel 2:28 como punto de partida para sus argumentos bíblicos.[15]

Primeros conceptos Adventistas

El capítulo 2 de Joel era terreno familiar para los primeros Adventistas del Séptimo Día por razones similares. Para evitar la crítica contra el ministerio público y profético de una mujer específica (Elena Harmon de White, quien se había casado con Jaime en 1846), a veces se referían al papel de las mujeres en general.

El 30 de julio de 1861, Urías Smith, editor de la Review, reimprimió un artículo de la publicación Portadown News, con estas palabras de aprobación:“Consideramos lo siguiente una vindicación triunfante del derecho que tienen las hermanas de tomar parte en la adoración pública de Dios. El autor aplica la profecía de Joel: ‘Y profetizarán vuestras hijas’ etc., a la predicación de la mujer; pero aunque debe abarcar una forma de discurso público, pensamos que eso no es más que una parte su significado”.

En la Review del 18 de agosto de 1868, M. H. Howard habló de “ese conservadurismo que tan prestamente se atemoriza ante la prominencia que se le concede a una mujer”.

El tema del papel público que le corresponde a la mujer en la Iglesia Adventista volvió a surgir en repetidas ocasiones. En 1879, J N. Andrews y Jaime White escribieron artículos que lo apoyaban, lo mismo que G. C. Tenney en un editorial de la Review publicado primero en 1892 y reimpreso en 1894.[16]

Apologista de las mujeres

Elena de White llegó a ser un modelo y portavoz para las mujeres adventistas de su época. Las animaba a que hicieran uso completo de sus talentos tanto en papeles tradicionales como en no tradicionales (públicos). También pedía a los hombres que las apoyaran. Las tres declaraciones siguientes ilustran su creciente convicción de que las mujeres deberían involucrarse en el ministerio público.

En 1878: “Hermanas, Dios os llama a trabajar en el campo de la mies y ayudar a reunir las gavillas”.[17]

En 1886: “Fue María la que predicó primero a Jesús resucitado; y se necesita ahora la influencia refinadora y suavizadora de mujeres cristianas en la gran obra de la predicación de la verdad”.[18]

En 1898: “Hay mujeres que deberían trabajar en el ministerio del evangelio. En muchos aspectos pueden hacer mejor que los pastores que descuidan la visitación del rebaño de Dios”.[19]

Elena de White siempre exaltó la importancia que tiene el papel de la madre en la crianza de los hijos. Como los cristianos que la rodeaban en el siglo 19, ella veía el hogar como una misión de prioridad elevada.[20]

Sin embargo, mi propia investigación me lleva a concluir que, a medida que se prolongaba la vida de Elena de White, ella ponía más énfasis lugar el lugar que les corresponde a las mujeres en el ministerio público.[21] Ella también defendía vigorosamente los derechos de las mujeres a tener sueldos y reglamentos justos para ellas. En 1898, por ejemplo, declaró: Si el Señor designa a una mujer para que lleve a cabo cierta obra, su trabajo debe estimarse de acuerdo con su valor… Puede haberse pensado que un buen plan es permitir que la gente dedique sus talentos y su trabajo fervoroso a la obra de Dios sin recibir nada de la tesorería… Dios no pondrá su aprobación sobre este plan.[22]

Mujeres en puestos ejecutivos

¿Qué impacto tuvo en la iglesia la defensa que hiciera Elena de White de los derechos femeninos? Ese impacto puede medirse, en cierta forma, en base al número de damas que la iglesia empleó en ciertas posiciones de liderazgo. Berta Dasher ha hecho un recuento del número de mujeres dirigentes en la División Norte Americana que aparecen en el Seventh-day Adventist Yearbook (Anuario Adventista). (Véanse las gráficas.) Este estudio muestra que en tiempos pasados un gran número de mujeres fueron elegidas para ocupar posiciones donde les tocaba tomar decisiones importantes, pero que hoy en día no hay casi ninguna mujer en esas mismas posiciones. En 1905, por ejemplo, las mujeres ocupaban 20 de las 60 plazas existentes para tesoreros de Asociación.

El número de mujeres departamentales era aún más no­table. En 1915 aproximadamente dos tercios de los 60 dirigentes de Departamentos de Educación y más de 50 de los 60 dirigentes de Departamentos de Escuela Sabática eran mujeres. Como lo muestran las gráficas, la influencia de las mujeres la toma de decisiones en la Iglesia Adventista del Séptimo Día sobresalió entre los años 1900 y 1915.

Algunas de estas mujeres ocuparon puestos elevados desde el comienzo de la historia de nuestra iglesia.Tres fueron elegidas como tesoreras de la Asociación General antes del comienzo de siglo: Adelia Patten Van Horn (1871-1873), Fredricka House Sisley (1875-1876), y Minerva Jane Loughborough Chapman (1877-1883).

Pocas mujeres se destacaron después de la muerte de Elena de White en 1915. Una de ellas fue Flora Plummer cuya carrera comenzó durante la vida de Elena de White, al ser elegida en el 1897 secretaria de la Asociación de Iowa. Flora fue también, hasta donde sabemos, la primera mujer que fue presidenta interina de una Asociación. Esto sucedió cuando Clarence Santee fue llamado a California en 1900.[23]

La contribución mayor de la Hna. Plummer fue durante los 23 años que dirigió el Departamento de Escuela Sabática de la Asociación General (1913-1936). Ningún dirigente de Escuela Sabática de la Asociación General ha sido mejor que ella.

Las mujeres como evangelistas y predicadoras

Otra medida del impacto que causó la defensa de Elena de White de las mujeres puede observarse en el número de damas que han llevado licencias ministeriales. Josefina Benton descubrió en listas de anuarios adventistas antiguos (el primero publicado en 1883), que por lo menos 53 mujeres recibieron licencia ministerial entre 1884 y 1915. La mayoría de ellas trabajaron en los Estados Unidos, pero algunas recibieron licencia en Finlandia, Nueva Zelandia, China y Sudáfrica.

A 28 de estas mujeres se les otorgaron licencias ministeriales en el período de 31 años comprendido entre 1884 y 1915. Desde ese punto en adelante el número disminuyó constantemente. En el período de 60 años comprendidos en­tre 1915 y 1975, el Anuario Adventista registra solamente 25 mujeres con credenciales. (El corte definitivo que ocurrió hacia fines de la década de los setentas se hizo cuando surgió el tema de la ordenación de las mujeres. La iglesia abandonó entonces su práctica centenaria de otorgar licencias ministeriales a las mujeres). En realidad, más de 53 mujeres han poseído licencia ministerial en la historia adventista; el Anuario, como cualquier otro registro, no es siempte exacto.

El registro de SaraA. Hallock Lindsey refleja una de estas inexactitudes. Como pionera evangelista que trabajó entre las iglesias de Nueva York durante un período marcado por apostasía y desorden, recibió licencia ministerial en 1872.[24] Sin embargo, su nombre no apareció en el Anuario de la iglesia sino hasta 23 años más tarde, en 1895.[25]

Los registros también pueden extraviarse o ser pasados por alto. Elena Stanton Williams (La Sra. de E. R. Williams) asistió al Colegio de Battle Creek, llegó a ser instructora bíblica, oradora popular en los campestres, y evangelista efectiva. Según el Anuario, recibió licencia por primera vez en 1897. En 1906 ella y su esposo llegaron a ser pastores en Chicago. Cada uno estaba encargado de su propia iglesia y más tarde fueron misioneros en Sudáfrica.

Sin embargo, en los años de su vejez, la Hna. Williams debió sufrir el oprobio de ser acusada de haber mentido por decir que una vez tuvo licencia ministerial. Un dirigente de iglesia que buscó su nombre en los registros sin hallarlo, supuso que la anciana mentía.[26]

Bert Haloviak descubrió más tarde una docena de mujeres que recibieron licencias ministeriales en seis Asociaciones antes de 1884. Los nombres de por lo menos dos de ellas son Elena Morse e Ida Ballenger, y no aparecen en los anuarios.[27] De modo que el número total de mujeres Adventistas que han tenido licencias ministeriales definidamente es mayor de 53.

La importancia de las licencias ministeriales

¿Cuán importantes eran las licencias ministeriales para los primeros adventistas? ¿Las recibían las mujeres y los hombres sobre una base común? Las licencias se tomaban muy en serio durante el siglo 19. Por ejemplo, Bert Haloviak señala que la Asociación de Michigan adoptó una resolución en 1881 pidiendo a las iglesias que no “animaran a predicar a personas que no tenían licencia..”[28] Por un tiempo, las perso­nas que recibían licencia eran examinadas… cada año.

Las mujeres “seguían el mismo camino hacia el ministerio que los hombres seguían”.[29] Recibían pago de las Asociaciones locales o de la Asociación General proveniente de los diezmos. Recibían la misma preparación que los hombres y pasaban los mismos exámenes.Aunque el énfasis del ministerio adventista cambió con el correr del tiempo, las mujeres eran tan eficaces como los hombres en todos estos papeles: como evangelistas, ministros residentes y pastoras locales.[30]

¿Por qué decayó el número?

Varios factores contribuyeron a la dramática disminución, tanto en el número de mujeres que ocupaban puestos directivos, como el de damas con licencia ministerial.

En 1923, por ejemplo, los dirigentes de la iglesia incorporaron nuevos reglamentos en el Concilio Anual, cuya intención era asegurar que los dirigentes departamentales fueran ganadores de almas.

Por ejemplo, recomendaron que “en el futuro, los directores de Obra Misionera y Misioneros Voluntarios[31] sean seleccionados entre los que han tenido éxito en la obra evangelizadora, de preferencia pastores ordenados”. Hasta entonces las mujeres habían ocupado muchas posiciones departamentales. Como las mujeres no eran ordenadas, estos nuevos reglamentos llegaron a ser un factor clave en la disminución de su número entre los administradores de la iglesia.[32]

Las tendencias socio-económicas de los Estados Unidos tuvieron impacto en la iglesia.[33] Durante la gran depresión que comenzó en 1929, los dirigentes adventistas implementaron otros reglamentos con el fin de evitarle a la iglesia una ruina total. Algunos de éstos afectaron más a las mujeres que a los hombres, como por ejemplo,la rebaja de sueldos,la unificación de Asociaciones, y plazos límites en los puestos de las Asociaciones.[34] A medida que los presupuestos se restringían, los ministros ordenados eran a menudo los últimos en perder los trabajos. Como las mujeres no tenían credenciales, eran más vulnerables.

Hubo otros asuntos. Entre ellos el aumentó del número de pastores profesionalmente preparados, y el hecho de que al regresar los soldados a los Estados Unidos, después de terminar la Segunda Guerra Mundial, la sociedad renovó su énfasis en el hogar y la maternidad.[35] La muerte de Elena de White en 1915 no debe pasarse por alto como un factor que contribuyó a la disminución en la visibilidad de la mujer dentro de la iglesia. Cuando calla la voz defensora, hay menos incentivo para mantener reglamentos inclusivos, especialmente si los dirigentes, para empezar, han tenido dudas en cuanto a ellos. Algunos tenían estas dudas. Si todos hubieran estado de acuerdo con el concepto de Elena de White, ella no hubiera tenido ocasión de escribir sus consejos en cuanto a salarios justo.

Más mujeres-menos credenciales

Otro elemento que ha causado disminución en el número de mujeres que han recibido credenciales después de 1915 ha sido el juicio subjetivo de los administradores de la iglesia. Los dirigentes no siempre han estado dispuestos, o no siempre han sido autorizados, a evaluar el ministerio de las mujeres con el mismo criterio usado para evaluar el de los hombres. Probablemente, el número actual de mujeres adventistas que hacen obra ministerial y de evangelismo ha aumentado desde 1915. Sin embargo, el número de administradores que han otorgado credenciales apropiadas reconociendo el contenido y la calidad del trabajo de estas hermanas ha disminuido.

Un caso específico

El proceso de otorgar credenciales a las mujeres en Finlandia, ilustra una tendencia a conceder licencias ministeriales únicamente a los hombres. La primera obrera ministerial finlandesa fue Alma Bjugg. Ella era una ex-capitana del Ejército de Salvación y estaba equipada para ser dirigente y fue así reconocida.[36]

El Anuario muestra que la Hna. Bjugg (deletreado alternativamente como “Bjdigg”) tenía licencia de ministro tanto en 1904 como en 1905, a los 40 años de edad. La Hna. Bjugg continuó en el ministerio. ¿Por qué su licencia no fue renovada? ¿Cambió la naturaleza de su trabajo o los dirigentes de la Unión o División lo comenzaron a ver en forma distinta? En 1909, ella recibió licencia de obrera bíblica.

De hecho, al pasar el tiempo, a través de toda la Iglesia Adventista, las licencias ministeriales pasaron a ser otorgadas en base al sexo del individuo y no a la obra realizada. Las estadísticas de 1949 en Finlandia ilustran esta tendencia. Los registros de ese año muestran 12 ministros ordenados y 12 ministros con licencia (todos hombres), y 36 misioneros licenciados, de los cuales 25 son mujeres. Entre estas 25 mujeres, 11 eran obreras institucionales. De las otras 14, a nueve de ellas la gente las consideraba como ocupando “posiciones ministeriales”.[37]

Este cálculo está ampliamente apoyado por artículos publicados en el Northern Light, una publicación adventista de Europa, que describen las campañas que realizaban diversas mujeres evangelistas.[38] En otras palabras, en 1949 por lo menos nueve mujeres no recibieron credenciales que representaran la verdadera naturaleza ministerial de su obra. Desde el comienzo del siglo, se considera que entre 20 y 40 mujeres de Finlandia han hecho trabajo ministerial.[39] Sin embargo, Alma Bjugg es la única que se sabe que tenía licencia ministerial.

Dado que esta dicotomía había existido durante varias décadas, la Unión Finlandesa sorprendió a la División Noreuropea y a la Asociación General al pedirles que rectificaran la situación de 1968. Sin embargo, lo que pidieron no fue licencias ministeriales para mujeres. Finlandia deseaba ordenar mujeres.[40] W. Duncan Eva, presidente de la División Noreuropea, comunicó la petición de Finlandia y buscó el consejo de W. R. Beach, secretario de la Asociación General.[41] El Hno. Beach contestó que los adventistas nunca antes habían ordenado mujeres. Sugirió que los oficiales de la Asociación General y de la división “estudiaran el problema” durante el Concilio Bianual de 1968.[42] Estas dos cartas fueron el comienzo de una discusión que ya dura más de 27 años, y que todavía continúa.[43] Mientras se escriben estas líneas, todavía no se ha resuelto el tema de la ordenación de las mujeres.

Conclusión

En torno al año 1915, docenas de mujeres adventistas ocupaban puestos ejecutivos. Como la iglesia era relativamente pequeña en esos días (menos de 137.000 miembros en todo el mundo), las mujeres constituían una proporción consider­able del total de dirigentes de la iglesia. Pero su número decayó dramáticamente. Al concluir la segunda guerra mundial, las mujeres adventistas habían perdido todo el terreno que habían ganado en los cien años anteriores. Su presencia se desvaneció completamente de las posiciones directivas de las Asociaciones. Ahora, más de 50 años después, se hace cada vez más difícil recordar la prominencia anterior y la efectividad de las mujeres.

Mostrando una tendencia similar, el número de mujeres que ostentan licencias ministeriales también ha escaseado. Hacia fines de la década de los setenta, la iglesia abandonó su práctica centenaria de conceder licencias ministeriales a las mujeres. A pesar de estos severos reveses, hay mujeres adventistas que han mantenido la fe. Perduran los relatos de su valor y sus logros. Predican, evangelizan y ministran por todo el mundo, a pesar de que no se evalúa ni se reconoce apropiadamente su obra.

Hoy, muchos Adventistas del Séptimo Día han olvidado —o nunca tuvieron la oportunidad de aprender— la rica e innovadora historia del tiempo cuando a las mujeres adventistas se les daba la bienvenida como participantes iguales en la vida eclesiástica, los puestos ejecutivos y la misión evangélica.


Sobre la autora: Kit Watts es editora asistente de la Revista Adventista. Es prolífica escritora de artículos y poemas. Vive en Silver Spring, Maryland.


Notas

  1. Este material fue publicado por primera vez en la revista Ministry, de abril de 1995, y se lo reproduce aquí con el permiso correspondiente.
  2. Lorna Tobler, “A More Faithful Witness” [Un testigo más fiel]. Documento sin publicar presentado en las Reuniones de Maestros de Religión de la Costa Occidental, 2-4 de mayo de 1985, págs. 2-6.
  3. Cuando se establecieron escuelas para mujeres en la segunda mitad del siglo pasado, su plan de estudios enfocaba los conocimientos domésticos y sociales más que su preparación académica.
  4. Véanse por ejemplo, las obras de Sheila Ruth, Issues in Feminism [Temas sobre el feminismo], A First Course in Women’s Studies [Primer curso sobre los estudios de las mujeres], (Boston: Houghton Mifflin, 1980), bajo la sección, “Women Before the Law: Some Relevant Principies” [Las mujeres ante la ley:Algunos principios de importancia], págs. 322-326.
  5. Ibid.
  6. Citado en Ruth, pág. 98 de la obra De Generatione Animalium [La generación animal], IV, 6,775a. 15.
  7. Ibid., pág. 99.
  8. Godey’s Lady’s Book [El libro de la dama de Godey], 20 (1840), pág. 273. Citado en Ann Douglas, The Feminization of American Culture [La feminización de la cultura estadounidense] (Nueva York: Avon Books/ Alfred A. Knopf, 1977), pág. 67.
  9. Barbara J. MacHaffie, Their Story: Women in Christian Tradition [Su historia: Las mujeres en la tradición cristiana] (Filadelfía: Fortress Press, 1986), pág. 84. El énfasis es nuestro.
  10. Bárbara Brown Zikmund,“The Feminine Thrust of Sectarian Christianity” [”La orientación femenina del cristianismo sectario”], en Women of Spirit [Mujeres de espíritu], editado por Rosemary Ruether y Eleanor McLaughlin (New York: Simón y Schuster, 1979), págs. 206-209.
  11. MacHaffie, págs. 90,91.
  12. Dorothy C. Bass, “Their Prodigious Influence’: Women, Religión and Reform in Antebellum America” [“Su prodigiosa influencia’: Las mujeres, la religión y la reforma en los Estados Unidos antes de la Guerra Civil”], en Reuther y McLaughlin, Mujeres de espíritu, pág. 281.
  13. Signs of the Times, 24 de junio de 1889. De un sermón que Elena de White predicó en Washington, D.C., el 26 de enero de 1889, titulado “Esperando la Bendita Esperanza”.
  14. Nancy Hardesty, Lucille Sider Dayton, y Donald W. Dayton,“Women in the Holiness Movement: Feminism in the Evangelical Tradition” [Mujeres en el Movimiento de Santidad: Feminismo en la Tradición Evangélica], en Reuther y McLaughlin, Mujeres de Espíritu, pág. 230.
  15. Charles Edward White, The Beauty of Holiness [La belleza de la santidad], (Grand Rapids,MI: Francis Asbury Press, 1986), págs. 187-193.
  16. N.Andrews,“May Women Speak in Meeting?” [¿Pueden las mujeres hablar en las reuniones?] Review and Herald, 2 de enero de 1879; James White, “Women in the Church” [Las mujeres en la iglesia], Review and Herald, 29 de mayo de 1879; G.C. Tenney, “Women’s Relation to the Cause of Christ” [La relación de las mujeres con la causa de Cristo], Review and Herald, 24 de mayo de 1892. (Reimpreso el 5 de junio de 1894).
  17. Review and Herald, 19 de diciembre de 1878. (Citada en Evangelismo, pág. 349).
  18. Signs of the Times, 16 de septiembre de 1886. (Citada en El ministerio de la bondad, pág. 152.La cursiva es nuestra).
  19. Manuscrito 43a., 1898 (Citado en Evangelismo, pág. 472).
  20. Véase Michael Pearson,“Early Adventist Women: In the Shadow of the Prophetess” [Las primeras mujeres adventistas: a la sombra de la profetisa]. Millennial Dreams and Moral Dilemmas [Sueños milenarios y dilemas morales], (Cambridge, England: Cambridge University Press, 1990), págs. 134-151.
  21. Kit Watts, The Role of Women in the Seventh-day Adventist Church [El papel de las mujeres en la Iglesia Adventista del Séptimo Día], págs. 21-46. Este manuscrito sin publicar fue completado en febrero de 1972 y estaba entre los documentos que se estudiaron en el Concilio de Camp Mohaven sobre el papel de las mujeres en septiembre de 1973.
  22. El evangelismo, pág. 359.
  23. La única mujer adventista que ha sido presidenta de Asociación después de 1900 es Phyllis Mosley,  Adventist Women [La mujer adventista], “Una mujer fue elegida como presidenta cuando la Asociación estaba en crisis”, por Wanda Grimes Davis, junio/julio de 1994,pág. 1.
  24. Brian Strayer en Adventist Heritage [La herencia adventista], tomo 11, #2, Otoño de 1986, págs. 18-24.
  25. Josephine Benton, Llamados por Dios (Smithsburg, MD: Blackberry Hill Publishers, 1990), Apéndice B, pág. 229.
  26. Ibid., págs. 24, 25.
  27. Berta Haloviak,“Anhelo del pastorado: Ministerio en el siglo diecinueve”, pág. 9- Manuscrito no publicado.
  28. Haloviak, pág. 8. (Citada de “Acciones de la Asociación de Michigan”, Review and Herald, 11 de octubre de 1881).
  29. Haloviak, pág. 7.
  30. Ibid., págs. 34, 35.
  31. En ese tiempo el término secretario se usaba para designar a un líder departamental. En la actualidad, a los líderes departamentales se los llama directores.
  32. Acciones del Concilio Otoñal, del 9 al 17 de octubre de 1923, pág. 21. Véase también: Berta Haloviak,“Generaciones perdidas del adventismo: Ladecadencia de puestos de liderazgo para las mujeres adventistas”, documento sin publicar, 12 de mayo de 1990.
  33. 33 Véase Pearson,págs. 152-155.
  34. Patrick L.Alien, “Efectos de la depresión en el papel de las mujeres en la Iglesia Adventista del Séptimo día”, documento honorífico sin publicar, presentado a la Universidad de Andrews en mayo de 1985. (Citado en Las mujeres como líderes de la Iglesia Adventista del Séptimo día, perdieron terreno durante la depresión”, La mujer Adventista, julio y agosto de 1985, pág. 4).
  35. Véase Berta Dasher, Women’s Leadership, 1915-1970:The Waning Years [Liderazgo de mujeres, 1915-1970: Los años de disminución], en A Woman’s Place: Seventh-day Adventist Women in Church and Society [El lugar de una mujer: Las mujeres adventistas del séptimo día en nuestra iglesia y sociedad], editado por Rosa Taylor Banks (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1992, pág. 4).
  36. Carta a la autora de Anna-Liisa Halonen, tesorera, Unión Finlandesa, 18 de noviembre de 1994.
  37. Ibid.
  38. El éxito de las mujeres evangelistas en la década de 1950 según lo publicó Northern Light, incluye estos ejemplos: “Itinerarios en Suiza y Finlandia”, por E. L. Minchin, marzo de 1951, pág. 10; foto de seis “damas evangelistas” publicadas en octubre de 1951, pág. 5;“Mujeres Conferenciantes en Finlandia”, por Hanna Vaananen (identificada como una de ellas), noviembre de 1952, pág. 7;“Jesucristo, el mismo hoy” por Ida Matilainen, identificada como “laica evangelista de sostén propio en Finlandia”, enero de 1954, pág. 8;“Una tarde con la División Noreuropea [junio 1,1954]”, julio y agosto de 1954, pág. 5 (otro informe por C. Gidlund sobre mujeres conferenciantes); “División Noreuropea” por A. F.Tarr, julio y agosto de 1954, pág. 11 ¡“Saludos de Finlandia” por Omni Peltonen, presidente, abril de 1957, pág. 7, etc.
  39. Carta de Anna-Liisa Halonen, citada anteriormente.
  40. Esta no es la primera vez que los adventistas tratan el asunto de la ordenación de las mujeres. El primer registro ocurrió en 1881 cuando la Asociación General pasó esta resolución: “Acordado: Que las mujeres que posean las cualidades necesarias para ocupar ese puesto, pueden perfectamente, ser designadas mediante la ordenación a la obra del ministerio cristiano” (Review and Herald, 20 de diciembre de 1881). Ninguna acción resultó de esta resolución.
  41. Duncan Eva aW. R. Beach, 28 de marzo de 1968, Archivos de la Asociación General.
  42. W R. Beach a W. Duncan Eva, 15 de abril de 1968, Archivos de la Asociación General.
  43. Haloviak considera que la carta de Eva acerca de las mujeres evangelistas de Finlandia fue un factor que eventualmente produjo la convocación del Concilio sobre el Papel de las Mujeres en la Iglesia, que se reunió en septiembre de 1973 en Camp Mohaven, Ohío. Véase “The Long Road to Mohaven” [La larga ruta hasta Mohaven],Adventist Woman, sept/oct. de 1993, pág. 1.

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