Redención Inclusiva

 

Redención Inclusiva

Por Edwin Zackrison

Redención—La Biblia da testimonio de que en Jesucristo “ya no hay judío ni griego, ni siervo ni libre, ni hombre ni mujer” (Gál. 3:28). Su cruz es el gran instrumento igualador, que nos hace a todos uno en él, independientemente de la casta, raza, color, edad, posición social o sexo (Efe. 2:11-19).

Este capítulo tiene el propósito de estimular una comprensión relacional que abarca la confesión teológica tradicional de una redención vertical, y que se extiende hacia una redención horizontal en la vida práctica de la iglesia. Consideraremos algunos grupos de personas que en el pasado han sido objeto de discriminación por parte de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, por razones que la iglesia consideraba bíblicas. Este examen nos permitirá comprender mejor los asuntos que están involucrados en la discriminación sexual y nos indicará por qué la iglesia organizada continúa oponiéndose con tanta resistencia a incluir a las mujeres en ciertos sectores de liderazgo eclesiástico.

El recordar algunos conceptos adventistas de otros tiempos (cuando lográbamos reestructurar con éxito nuestros prejuicios), nos ayudará a separar en nuestro análisis lo que es bíblico de lo que es cultural Con esto espero contribuir a la derrota de esa manera de pensar de acuerdo a la cual la impresión que una mujer tiene de haber sido “llamada” en forma especial al ministerio profesional no es tan auténtica como la impresión que siente el hombre; esa manera de pensar ha perpetuado la dominación masculina en la estructura de liderazgo de la iglesia organizada. Esta esfera de influencia intelectual alimenta la crítica según la cual la iglesia organizada de esta década es uno de los últimos bastiones de discriminación sexual verbalizada y racionalizada.

En el desarrollo del tema debemos hacer algunas preguntas de gran importancia: (1) ¿Se trata de un asunto bíblico o hermenéutica? ¿Se trata de un asunto dogmático (teológico) o político (cultural)? (3) El triunfo de la dominación masculina en el orden de la iglesia, ¿concuerda con la promesa cristiana de la plena redención? (4) ¿Es la pretensión de exclusividad masculina en lo que concierne al otorgamiento de credenciales ministeriales (para lo cual la ordenación es un requisito en la Iglesia Adventista) un mandato bíblico en el plan de la providencia de Dios?

Este capítulo no pretenderá contestar estas preguntas para satisfacción de todos (en realidad, las respuestas detalladas a estas preguntas trascenderían el alcance de nuestro tema). Pero todas estas preguntas son de importancia decisiva para este estudio, porque ninguna de ellas está desvinculada de las demás.

Todavía soy lo bastante optimista como para creer que existen sectores en la actitud y práctica cristianas (y en la mentalidad) que pueden cambiarse y modificarse. El tener que admitir que la iglesia institucional ha sido culpable de discriminación no perjudicará nuestro honor, puesto que la teología denominacional adventista siempre ha propugnado una comprensión progresiva de Dios, de la verdad y de nosotros mismos. La descripción que el Nuevo Testamento hace de la iglesia pone énfasis tanto en su flexibilidad como en sus pecados. Motivada por la vivificación del Espíritu Santo, la iglesia ha sido con frecuencia llamada a abandonar algo que había resultado perjudicial para su testimonio.

Primero tenemos que considerar el significado de redención a partir de sus raíces bíblicas, y notar las estrechas restricciones que los adventistas han colocado tradicionalmente en su aplicación, es decir, nuestra relación vertical con Dios como resultado de la obra de Jesucristo. La comparación de esto con la forma como nuestra iglesia encaró el problema racial nos proporcionará una perspectiva relacionada con las implicaciones horizontales de la redención. Emplearemos el término horizontal para referirnos a las relaciones interpersonales en la iglesia, trato personal y condición de igualdad concedida a los que pertenecen a la familia de la iglesia.

Como marco de referencia para nuestro estudio, examinaremos tres formas en que los adventistas abordan la formulación de preguntas y la manera de contestarlas: modalidad profesional, política y popular. En caso de que estos términos tengan una connotación negativa, podríamos reemplazarlos respectivamente por: teólogo profesional, iglesia oficial y religión popular. Ruego que comprendamos que ninguno de estos términos tiene el propósito de ser peyorativo o tendencioso. Se emplean simplemente para ayudarnos a comprender la perspectiva desde la cual los adventistas enfocamos cualquier posición que adoptamos acerca de temas que son de interés para nuestra fe.

Aunque esta presentación incluirá referencias bíblicas como consideraciones semánticas, mi intención no es producir un estudio etimológico del término redención o simplemente volver a repetir todos los antiguos argumentos exegéticos tradicionales. No creo que la renuencia a reconocer el llamamiento de una mujer al ministerio profesional tenga su origen en consideraciones exegéticas. Más bien, los argumentos contra la ordenación de las mujeres al ministerio profesional en la Iglesia Adventista del Séptimo Día son de origen cultural, y cuando se usa la Biblia para justificar la perduración de la práctica, representa una ensaladilla o mezcla de analogías veterotestamentarias y de pasajes neotestamentarios históricamente condicionados, que han sido filtrados a través de maneras de pensar culturales contemporáneas especiales con el fin de aplicarlos a situaciones del presente. Por eso, cuando la iglesia oficial decide no honrar la convicción que expresa una mujer de haber sido llamada por Dios al ministerio profesional, no debiera argüir que ha adoptado una actitud bíblica, ni causar la impresión de que ha actuado de acuerdo con un mandato bíblico.

Reitero, pues, que la preocupación definitiva de este capítulo es examinar el concepto de redención como factor de la pugna por la inclusión de hombres y mujeres en el liderazgo profesional de la iglesia, y responder instando a los adventistas a hacer lo que es correcto, apropiado y más consecuente con las implicaciones de las enseñanzas de Jesús.

El significado de la redención

La totalidad de la Biblia da testimonio de la redención en términos de liberación. El libro de Génesis comienza con el relato de una creación especial que muestra la participación de Dios en los asuntos humanos. Por eso, cuando los teólogos examinan el tema de la redención, generalmente comienzan con esa creación, porque reconocen que redimir presupone el sentimiento de perder. Si no hubiera pérdida, no habría nada que restaurar. El creacionismo bíblico afirma la exclusiva vigencia del elemento redentor y critica al evolucionismo desde el punto de vista filosófico por requerir el principio del progreso inevitable. El creacionismo, en cambio, presupone la secuencia perfección-caída-restauración. Este concepto separa al creacionismo tajantemente y filosóficamente del evolucionismo. El creacionismo, al retroceder hasta el comienzo, intenta comprender la forma como las cosas eran a fin de comprender la forma como las cosas son, para poder percibir la forma como las cosas serán o pueden ser.

El Antiguo Testamento comienza con la historia del origen de la humanidad como resultado de una creación especial. A pesar de una cronología que sugiere que el primer hombre fue creado antes que la primera mujer, concluir que la humanidad auténtica requiere esta, jerarquía es una premisa debatible y ciertamente innecesaria. Según el texto bíblico, la imagen de Dios en el ser humano u hombre (el término genérico ‘adam) requiere la existencia del hombre y la mujer.1 Esto no es una cuestión de jerarquía, sino de propagación. Cuando convertimos ‘adam en una cuestión de sexo, violamos el concepto neotestamentario de lo que es la raza genérica, porque introducimos un concepto simplista de genitalidad, y no logramos captar el verdadero sentido de la culpabilidad mutua por la angustia racial2 a la luz de la idea de “bueno en gran manera”.3

Nuestra verdadera preocupación en el análisis cristiano de la creación debiera enfocarse en la naturaleza de la redención. El tema del Génesis es la creación, la caída y la restauración. La relación que existe entre redención y caída es importante, porque comprendemos la redención en proporción con nuestra perspectiva de la caída y en relación con nuestra comprensión de la creación original. Por eso debemos echar una mirada rápida al tema de la creación y la caída en su relación con nuestro tema.

La humanidad hecha a imagen de Dios (hombre y mujer) implica una existencia en armonía con el orden de cosas di­vino. La redención es el término que la Biblia emplea para describir lo que Dios hace para restaurar a la humanidad a su funcionamiento y propósito originales. El tema de la redención es discernible a través de todo el Antiguo Testamento en sus historias, ensayos, poemas y profecías. Leer la Biblia y no captar esto sería reducir la Biblia nada más que a una obra literaria sin un tema central. Los teólogos llaman cristocentrismo a este hilo de unión. Para los cristianos es el Cristo,pero además de su confesión, también reconocen que el cristocentrismo, en su sentido genérico, significa redención. Las Escrituras dan testimonio de una unidad redentora, y constituyen lo que los eruditos bíblicos denominan historia de la salvación.

El problema surge en Génesis 3, cuando la humanidad cayó de la perfección original (“bueno en gran manera”).4 Las consecuencias inmediatas se pueden entender literal, histórica y simbólicamente. Literalmente, el hombre y la mujer originales (Adán y Eva) participaron juntos en un acto de rebelión con­tra Dios, lo que los tornó desleales e indignos de continuar comunicándose cara a cara con él.5 Históricamente, el hombre y la mujer fueron expulsados de la ubicación geográfica del Edén y enviados afuera, a las tinieblas de un ambiente hostil invasor introducido como resultado de su rechazo de Dios.6

Simbólicamente, las cosas no son como debieran ser; por mucho que nos esforcemos,no logramos enderezarlas. La razón de esto se encuentra en nuestra separación de Dios. La humanidad está perdida sin Dios .Vaga confundida, languidece por falta de dirección, y su desarrollo cada vez se hace más raquítico. Fuera del jardín7 simboliza la situación difícil en que se encuentra la humanidad actual y explica la ausencia de Dios y las consecuencias de esa separación. La teología contemporánea ha caracterizado esto como el intento de ser como Dios sin Dios.8

El cuadro de la separación de Dios se amplía en los Evangelios, donde Jesús explica más plenamente el reino de Dios.Tal vez el conjunto más concentrado de parábolas sobre este cuadro sea la trilogía que se encuentra en Lucas 15. Aquí, el buen pastor, la mujer que barre la casa y el padre que perdonó a su hijo, todos símbolos de Dios, andan buscando a la humanidad perdida (separada de Dios). El cuadro se desarrolla hasta alcanzar su descripción final mediante un simbolismo brillante y grandioso en los escritos apocalípticos de Juan. El autor pinta matices brillantes de contraste para mostrar cuán alejados están los caminos de Dios de nuestros caminos de pecado. El Apocalipsis, cuidadosamente concebido, introduce el tema de la redención en puntos claves de su narrativa, para recordarnos que cuando las cosas parecen no tener sentido en nuestra separación de Dios, la esperanza resplandece en medio de las hostilidades. El tema de la redención divina adquiere y mantiene una posición prominente —el sueño de recuperación que todo ser humano anhela.

En el Nuevo Testamento, la redención es una descripción vivida de liberación. La palabra“redención”tiene la connotación figurativa de “comprar para poner en libertad”, particularmente en el caso de libertar a los esclavos de la posesión de sus amos.10 Esto proporciona un medio excelente para ilustrar la obra de Cristo en beneficio de los pecadores, quienes se encuentran en esclavitud moral y legal, incapaces de liberarse de su depravación o de su castigo mortal.11 Pablo relacionó esta descripción vivida directamente con la creación y la caída, pero sólo para dar significado a la redención.12 Jesús no hizo ninguna conexión directa con la creación y la caída, como lo han hecho los teólogos en la doctrina histórica del pecado original, pero infirió constantemente que la condición humana se encuentra en una dimensión equivocada.

Algunos pasajes tratan específicamente la redención como rescate. El Evangelio presenta la misión de Cristo como el acto de dar su vida“en rescate por muchos”(Mat. 20:28). La epístola de Hebreos considera esta obra como una provisión de pago para poner en libertad a los que se encontraban bajo el “primer pacto” (Heb. 9:15). En ninguno de estos pasajes se presenta una explicación detallada que apoye una teoría clara y definida de la expiación, de modo que los teólogos cristianos más importantes, desde tiempos antiguos han expresado su propia manera de entender la analogía de la redención como rescate. Algunos han considerado que Jesús pagó un rescate al diablo para comprar la libertad de la humanidad (el punto de vista clásico). Otros han visto a Jesús pagando a Dios como miembro de la Divinidad en un esfuerzo por preservar el honor de Dios ante los ojos del universo (el punto de vista objetivo’).Y también hay intérpretes que destacan el elemento de motivación humana y respuesta al amor de Dios (el punto de vista de la influencia moral).13

Cualquiera que sea la tradición teológica, rescate expresa claramente la idea de liberación. Lo que Jesús hizo en la cruz tenía el propósito de libertar a la humanidad de la esclavitud bajo Satanás, bajo el mal, o de un castigo justo y legal, de la aniquilación o del castigo eterno (como la mayor parte de los cristianos ven la penalidad por el pecado). Jesús vino a traer liberación mediante la gracia de Dios. La recibimos por fe. Por medio de las obras de la fe demostramos nuestra aceptación de la liberación.14

Los escritores de los evangelios dan testimonio de la esperanza que los israelitas habían cultivado de sostener un libertador que “redimiera” a Jerusalén de su esclavitud.15 Ciertamente ésta era la esperanza de los que presenciaron la actividad angélica que rodeó el nacimiento de Cristo. Pensaron que por fin había llegado el libertador. Este concepto ocupó el pensamiento de los discípulos al punto de que, a través de toda su experiencia con Jesús, le preguntaron periódicamente si acaso había llegado el tiempo de la liberación. Su esperanza de liberación política parecía justificada y lógica, puesto que todos los cronistas de la historia de Israel parecían indicar que llegaría liberación para la nación. La gente esperaba otro salvador de la misma clase que Moisés, Josué, Gedeón, Sansón, David o Salomón.16 La lista de libertadores militantes y triunfantes es larga. No debiera sorprender que Israel esperara un líder militar que los libertara de la supremacía romana. El hecho de que estuvieran equivocados no es importante aquí. El concepto es correcto: Dios libertaría; él redimiría.

Otros pasajes causan la impresión de ser de naturaleza más espiritual. Pablo escribe a Tito que Jesús vino para redimirnos de toda iniquidad y purificarnos como pueblo (Tito 2:14). Pedro declara que fuimos rescatados de la vana conducta que recibimos de nuestros antepasados (1 Ped. 1:18). El autor de la epístola a los Hebreos ve una conexión con el servicio que se realizaba en el santuario judío y presenta una tipología que considera a Jesús como el cumplimiento. Como resultado,hemos recibido “la eterna redención”(Heb. 9:12).

Algunos autores bíblicos relacionan la redención más específicamente con el escatón, y destacan no sólo la liberación actual, sino también su culminación en la liberación eterna. El Espíritu Santo, escribe Pablo,“es la garantía de nuestra herencia, hasta que lleguemos a poseerla, para alabanza de su gloria” (Efe. 1:14). Dios sella al creyente para “el día de la redención” (Efe. 4:30). En el día de la resurrección, los muertos son redimidos de la tumba, traídos de vuelta, libertados, comprados.17

Aunque podamos tener un concepto claro de la redención como liberación, todavía podemos vivir en otro mundo en lo que se refiere a su aplicación. Los seres humanos pocas veces tienen dificultad para aferrarse a dos conjuntos de creencias, uno para usarlo como guía de sus pensamientos (creencias aisladas), y el otro para regir su vida (creencias operativas).18 Con el fin de aclarar los asuntos presentados aquí, a continuación haremos uso de los términos redención verti­cal y redención horizontal. La primera tiene que ver con la forma como pensamos que Dios nos considera. La última se refiere a la forma como nosotros, como pueblo redimido, debemos considerarnos y tratarnos mutuamente. Dicho de otro modo, ¿espera Dios que los creyentes extiendan a otros la misma clase de condición y tratamiento que Dios les extiende a ellos? O bien ¿puede Dios considerarnos no como “judío ni griego”,no como“siervo ni libre”,no como“hombre ni mujer”? (Gál. 3:28), y sin embargo pasar por alto el hecho de que mantenemos en vigencia todas las antiguas maldiciones, predisposiciones, prejuicios y jerarquías que han permanecido como restos de una época antigua, antes del Evangelio de Jesucristo, durante el antiguo pacto, durante las tinieblas de una época anterior? En resumen, ¿puede incorporarse el concepto de redención en la hermandad (término genérico para denotar la familia espiritual) humana, o bien ha quedado simplemente como una imagen teológica en nuestra vida religiosa?

Dediquemos ahora nuestra atención a considerar la redención horizontal en su relación con este asunto de la inclusión de ambos sexos en el liderazgo eclesiástico.

La religión popular

El teólogo profesional trata de entender un texto con exactitud por medio de la exégesis y diversos métodos de análisis críticos. La iglesia oficial procura establecer dónde el cuerpo corporativo de creyentes se encuentra con respecto a un asunto en particular, ya sea político o teológico. Pero la religión popular es “adonde se está”, lo que significa con más exactitud “adonde nosotros estamos”. Es lo que pensamos que sabemos como resultado de nuestro propio procesamiento de los mensajes que recibimos de los demás y que filtramos a través de nuestras propias percepciones.

La religión popular es dónde estamos. Es lo que resulta después que la iglesia y los eruditos han hecho su trabajo y después que nosotros hemos procesado lo que pensamos que ellos nos han enseñado. Es el resultado residual de todos los esfuerzos de influencias significativas para producir en nosotros una comprensión y práctica eficaz de la fe. La religión popular es el resultado de ideas que hemos espigado del púlpito,de impresiones recibidas de discusiones religiosas, de sentimientos que nos han quedado después que un miembro de iglesia nos ha ayudado a entender algo, o nos ha dejado agotados. La religión popular es como el astrónomo que habla de la “puesta del sol”; sabe que lo que gira es la tierra, pero considerando que la expresión científica es demasiado difícil para la gente en general, simplemente se aviene a usar la expresión más conocida y fácil de entender: “el sol se está poniendo”, o bien “el sol está bajando en el horizonte”. La religión popular es la experiencia de gente religiosa común .Y no siempre es bíblicamente correcta.

Inicialmente aprendí mi religión popular cuando era niño, cuando los sábados de tarde mi familia y algunos ancianos de iglesia se reunían para despedir el sábado. Mientras esperaban la puesta del sol, platicaban acerca de diversos temas: los últimos días, la humanidad, las normas adventistas y diversas doctrinas .Algunas cosas que aprendí entonces han resistido la prueba del examen teológico y eclesiástico, pero una buena parte no pasó la prueba. Necesitaba una expresión y comprensión más refinadas (lo que no es raro en la religión popular). Cuando niño obtuve mis primeros conceptos sobre la humanidad durante aquellas largas tardes de sábado que a veces eran largas.

El hecho de que estos miembros de iglesia, todos muy piadosos a mis ojos juveniles, fueran en primer término inmigrantes blancos procedentes del norte de Europa y la primera generación de creyentes, pudo haber hecho que su línea general de razonamiento fuera predecible para personas de más edad que yo en ese tiempo; pero yo no comprendía nada de eso. No sabía nada de distorsión,prejuicio, subjetividad, etc. Sólo comenzaba a conocer expresiones con significados adventistas, como “la Verdad” y “la Causa”.

No recuerdo nada de eso con impertinencia. Tampoco digo que mis mayores estuvieran en lo cierto. Todos consideraban con mucha seriedad esas pláticas en mi casa. Porque eran serias para ellos, también lo eran para mí. Y yo tenía plena confianza en mis mayores, gente que veía la vida con seriedad y justicia. Los consideraba como buenos ejemplos de lo que los cristianos debían ser y de la forma como los cristianos debían pensar.

Aprendí mi religión popular en un lugar tibio, cómodo y seguro. Lo que aprendí en el hogar fue confirmado en mi escuela adventista para gente blanca, y los sábados en mi iglesia adventista con miembros de raza blanca.Yo estaba identificado con todas esas necesidades básicas que asegurarían mi lealtad a una fe tal como era analizada en aquel lugar y tiempo.

La antropología (doctrina de la humanidad) y la soteriología (doctrina de la salvación) que recuerdo haber absorbido tenía más o menos este formato:

Dios creó al hombre a su imagen. La mujer pecó e indujo al hombre a hacer lo mismo. Pero puesto que el hombre era la creación principal, tenía la culpa de que el pecado hubiese entrado en la humanidad. Por eso el hombre tendría que cosechar de sus campos las espinas y los cardos que no habían crecido en el Edén. La mujer, por su parte, acarreó una maldición sobre las demás mujeres y las dejó sujetas a los hombres. Las mujeres gritarían cuando nacieran sus hijos (demoré un tiempo en entender esa idea), y las serpientes tendrían que arrastrarse por el suelo porque una serpiente (una serpiente voladora) había tentado a la mujer.

También “me educaron” acerca del origen de las razas cuando me inculcaron ideas como éstas:

Todo había sido lo mismo hasta el diluvio. Luego los tres hijos de Noé fueron objeto de varias maldiciones de Dios porque habían hecho algo inexcusable. Cam recibió la maldición más grande. Todos sus descendientes fueron negros y tuvieron que servir a la gente blanca. Dios los distribuyó por todo Africa (según me dijeron) hasta que los traficantes en esclavos se los llevaron y los vendieron. Algunos de ellos, en el orden de la providencia de Dios, fueron comprados por norteamericanos cristianos, quienes les enseñaron la doctrina cristiana y les dieron la oportunidad de salvarse aun mientras estaban en esclavitud.

La religión popular me enseñó que aunque es malo tener esclavos en nuestro tiempo, no sería tan malo pensar en que la gente de color está sufriendo la maldición de Cam, al prestar servicio, en el orden de Dios, a la gente blanca. Esa era, después de todo, su suerte en la vida; Dios lo había querido así debido a la falta cometida tanto tiempo atrás, algo sobre lo cual no tenían control, por lo que debían orar pidiendo gracia para soportar su suerte.

Cuando pregunté en mi forma infantil por qué todos los dueños de casas en nuestra cuadra (todos ellos adventistas de raza blanca) tenían un acuerdo no escrito de nunca vender sus propiedades a una persona de raza negra, me dijeron que Dios quería que fuera así, todo estaba en el orden de Dios. Acepté entonces su respuesta porque “los mayores entienden mejor”. Los mayores conocían bien a Dios. Estaba bien porque ellos lo decían así.

Hasta donde yo sepa, mis mayores no se percataban conscientemente de sus pensamientos discriminatorios. No se consideraban racistas blancos. No eran cabezas rapadas. Eran “buenos” Adventistas. Simplemente estaban siendo fieles a una “suposición” bíblica equivocada de la comunidad blanca de su tiempo.

La religión popular me enseñó que muchas cosas se hacen en otras personas. Morimos porque estábamos en Adán. Las mujeres estaban sometidas a sus esposos quienes debían enseñorearse de ellas porque todas las mujeres estaban en Eva. La gente de raza negra debían ser servidores de los blancos porque estaban en Cam. Cuando crecí comencé a preguntar: ¿Cuánto de esto es correcto? ¿Cuánto de esto cambia cuando estamos en Cristo?

Hasta donde yo sabía, por lo que me habían enseñado, éste era el punto de vista cristiano sobre las razas. Fue en parte este concepto lo que estimuló en la mente de la gente de raza blanca una preocupación por alcanzar con el Evangelio a las razas perdidas del mundo .Toda la empresa misionera tenía un tono racista, el cual si se tomaba sin actitud crítica y en su valor, podía convertirlo a uno en persona realmente discriminadora, aunque inconscientemente. Crecí en este ambiente cristiano adventista blanco que aceptaba sin discusión este punto de vista sobre las razas.No recuerdo haber oído cuestionar seriamente estas opiniones hasta mi adolescencia. Simplemente aceptaban lo que percibían como el orden de la naturaleza de Dios. Pueden imaginar que cuando llegó la década de 1960, con Martin Luther King, hijo, en el timón, muchos encontraron que su religión popular era desafiada en su totalidad.

La jungla hermenéutica

En la actualidad es política y religiosamente correcto en la corriente principal de cristianismo juzgar en forma incisiva estos antiguos puntos de vista. Cualquiera que sea la intención de estos sentimientos, este pensamiento se perdió en una selva hermenéutica —una confusión de culturas y Escrituras que constituía nuestra modalidad de vida. El juicio de la generación actual sobre estas perspectivas es inmisericorde. Cuando comparto estas percepciones con mis alumnos, especialmente mis alumnos afroamericanos, sacuden la cabeza y dicen:“Todos debieran haber tenido un mejor conocimiento de las cosas. ¡No hay excusa por haber visto las cosas de ese modo!” ¡Y por cierto que tienen razón!

En vez de comprender el contexto de las Escrituras, el marco de referencia de estos consejos, las circunstancias culturales de sus descripciones, y un cúmulo de otros factores importantes, tratamos la Biblia de acuerdo con el estrecho mundo de nuestras propias costumbres y conveniencias. En la actualidad esto se llamaría prejuicio.

Una buena exégesis trata de comprender el contexto de los tiempos, y no solamente el contexto de las palabras.

Procura ir más allá de nuestra cultura, hasta la cultura del autor original .Trata de volver a crear el ambiente auténtico del pasaje.

La religión popular en forma característica justifica sus prejuicios y minimiza sus distorsiones al reparo de la gran sombrilla de la manera de pensar popularmente conocida como el orden de cosas de Dios. Por cierto que creemos en la existencia de un orden de cosas divino, pero debido a nuestra humanidad no debiéramos usar ese hecho para referirnos a puntos de vista comúnmente aceptados. Ese enfoque tradicional, con mucha frecuencia ha sido peligroso, discriminatorio y hasta controlador y manipulador. En armonía con las preocupaciones de nuestro Señor mismo, todos los cristianos deben desaprobar el uso de esta costumbre tradicional que no cuenta con el beneficio de la crítica evaluadora. Jesús enseñó:“Así invalidáis la Palabra de Dios con vuestra tradición, que trasmitís de unos a otros.Y hacéis muchas cosas semejantes a éstas” (Mar. 7:13).

La jungla hermenéutica presenta un laberinto de posibilidades de interpretación, que suele estar inconscientemente afectado por influencias culturales. Refiriéndonos nuevamente a la analogía social, muchos cristianos blancos norteamericanos han intentado justificar el haber considerado inferiores a los afroamericanos (aunque los llamaban sus iguales) declarando que eso estaba dentro del orden de Dios. Sin embargo, cuando se examinan todos los factores que han intervenido en este fenómeno, se descubre que siempre existió un fuerte elemento político en esta lucha entre los blancos y los negros. Haber tenido mayoría de votos, una vez contribuyó a que la gente de raza blanca se volviera insensible y se pusiera al margen de la crítica evaluadora. Por el hecho de ocupar una posición ventajosa, no necesitaban pensar cuidadosamente y con entendimiento acerca de su uso de la Biblia. De manera que lo que hoy se denominaría un “aborto de la justicia”, muchos cristianos en el pasado lo llamaban una bendición de Dios. Los votos tienen mucho que ver con la forma como se perciben las situaciones.

Cuando los negros tuvieron derecho a votar y comenzaron a unirse para formar mayorías, votaban en bloques y con frecuencia obtenían mayor número de votos que los blancos. Una nueva generación de norteamericanos comenzó a poner en duda algunas formas tradicionales de entender lo que dice la Biblia con respecto a las razas. Los antiguos modelos se debilitaron y perdieron vigencia, algunas racionalizaciones tradicionales vacilaron, y las actitudes cambiaron para acomodar el nuevo comportamiento, más ético, que estaba emergiendo. La razón era que muchas de las antiguas interpretaciones se habían formulado para justificar la supresión racial antes que para buscar el honrado significado del texto bíblico. Pero independientemente de los motivos de esa hermenéutica, hay que reconocer un sencillo fenómeno: la cultura contribuye a la formulación de la teología, aunque la cultura no sea la razón principal para modificar el comportamiento a partir de la teología.

Por cierto que quienes en la actualidad buscan credibilidad teológica nunca argüirían seriamente que los negros son una raza maldecida o que la gente blanca está justificada en mantenerlos subordinados porque ése es el orden y el plan de Dios. Nuestra ignorancia, debida mayormente a la actividad cultural, ha estado expuesta a la crítica, inteligencia, sabiduría, conocimiento y tolerancia.Tristemente,la Biblia probablemente tuvo menos que ver con esto que las demandas judiciales, las reuniones populares en favor de la libertad y la protesta no violenta.

En cambio, los buscadores de la verdad tratan de ser sensibles a los prejuicios que hacen que la gente mire a los demás de cierto modo. Cuando se presentan razones bíblicas, no hay que poner en duda la autoridad del texto. Ahora ponemos en duda la autoridad de ciertas interpretaciones del texto.

El paralelo debiera ser claro. ¿Cómo entendemos el asunto de la igualdad de las mujeres en el liderazgo eclesiástico a la luz de la obra redentora de Cristo? Sin ninguna referencia a la Biblia, se podría pensar en preguntar: ¿Por qué las mujeres no debieran ser iguales? ¿Entonces, por qué la introducción de Dios en nuestra discusión tendría que cambiar nuestra manera de pensar acerca de la condición de las mujeres? ¿Por qué no hay hombre ni mujer ante Dios (redención vertical), pero tiene que resucitarse la distinción en la estructura del liderazgo de la iglesia (redención horizontal)? Un simple razonamiento debiera colocar la responsabilidad en cualquiera que arguya que las mujeres no son iguales. Si introducimos información bíblica, ¿dónde está la enseñanza transparente, libre de razones culturales evidentes, según la cual las mujeres debieran ser tratadas en forma diferente que los hombres en lo que concierne a la oportunidad de liderazgo en la iglesia? En esta tradición, la discusión tiende a reducirse a un asunto de genitalidad. ¿Estamos hablando de un decreto divino o de una aberración cultural? ¿Es esto realmente el orden de Dios?

Los adventistas oyen argumentos como éstos: (1) Ninguno de los discípulos de Jesús (presumiblemente ordenados) era mujer; sólo los hombres podían ser sacerdotes. (2) Dios es presentado únicamente mediante descripciones masculinas. (3) Eva pecó primero. (4) Si se ordena a las mujeres, pronto se abandonará el sábado, y otras prácticas. Es evidente que estos argumentos no caen en la misma categoría, pero todos tienen una cosa en común. Cuando se examinan las Escrituras, ninguno de ellos puede considerarse absoluto. Veamos lo fácil que resulta anular o por lo menos arrojar duda sobre la hermenéutica tradicional que respalda cada uno de estos argumentos: (1) Ninguno de los discípulos de Jesús era gentil: ¿puede suponerse entonces que solamente los judíos pueden ser ordenados? (2) Se caracteriza a Dios como una gallina (Lucas 13:34) y como una mujer que barre su casa (Lucas 13:8), y en el santuario se usaban ovejas (hembras) (Lev. 3:6: Núm. 6:13-16). (3) ¿Es peor Eva por haber pecado primero? ¿Cuál es el problema? (4) ¿Qué conexión exegética o hermenéutica puede establecerse entre el sábado y una mujer que satisface su llamamiento divino al ministerio? ¿No es éste un argumento que confía más en la deducción que en la exégesis? Intentamos advertir que cualquier reformulación de la comprensión bíblica también podría utilizarse contra el sábado. Pero su aplicación al llamamiento de las mujeres y oportunidades de liderazgo no es necesaria y parece más artificial que los demás argumentos presentados.

Razones culturales, pero no bíblicas

Los que favorecen el reconocimiento de que las mujeres, lo mismo que los hombres, pueden ser llamadas al ministerio, arguyen que no existe justificación bíblica para dejarlas afuera. En efecto, insisten, las inferencias bíblicas en realidad demuestran que en la iglesia del Nuevo Testamento se advierte la tendencia a desviarse del marco de referencia veterotestamentario. El acto de compartir el Evangelio por primera vez con los gentiles,19 claras indicaciones de nuevos conceptos acerca de las mujeres en contraste con las antiguas ideas de los judíos,20 el derramamiento del don profético sobre las mujeres,21 e inferencias de que las mujeres eran ordenadas al ministerio en la iglesia del Nuevo Testamento,22 todo esto da testimonio de que Jesús se estaba apartando de las antiguas costumbres de discriminación sexual, y que esperaba que sus seguidores continuaran su tendencia.

Un examen más extenso de este aspecto del caso trasciende la amplitud de este capítulo. Los eruditos en ambos lados de este asunto saben que no existe autoridad bíblica definitiva que impida a las mujeres satisfacer su convicción de que han sido llamadas al ministerio. Tanto es así, que la mayor parte de las denominaciones proveen los medios necesarios para canalizar este llamamiento. Los adventistas no son excepción a esta regla, ya que las mujeres participan en la mayor parte de los sectores del ministerio profesional de la iglesia. Sin embargo, a pesar de esto, la Iglesia Adventista no apoya totalmente esa oportunidad de servicio femenino al no reconocer a las mujeres como candidatas a la ordenación.

El argumento aquí es simplemente un llamado a reconocer la diferencia entre las costumbres culturales y el orden de los métodos de Dios, e insistir que la evidencia no tiene obligadamente que estar en el lado de quienes niegan a las mujeres la oportunidad de ser ordenadas nada más que porque son mujeres. La ordenación de las mujeres ha llegado a ser un símbolo de redención horizontal. La mujer ordenada, al ser plenamente reconocida como igual en la estructura de autoridad de la iglesia, podrá comprender mejor lo que el apóstol Pablo tenía en mente cuando dijo:“Ni hombre ni mujer” (Gál. 3:28).

Para elaborar adicionalmente este punto, retrocedamos por un momento a nuestro escenario original. Para esas perso­nas que departían los sábados de tarde en el hogar de mis padres, la cita de un pasaje bíblico era la cita de un decreto divino—el orden divino. Citaban la Biblia y nadie ponía en duda su posición. Pensaban que Dios realmente había declarado que los negros eran inferiores a los blancos. Hubieran sido los primeros en decir: “La Biblia lo dice. Lo creo y eso termina la discusión. Punto final”.

Actualmente, en nuestro país y particularmente después de la década del 1960, no diríamos que la Biblia apoya esa posición acerca de ninguna raza. De modo que debemos preguntar, ¿no será también posible estar enredado en la jungla hermenéutica en otros asuntos, como por ejemplo cuando se utiliza la Biblia para justificar una tradición discriminatoria refiriéndose al statu quo como si fuera orden de Dios? Es posible que dentro de 20 años miremos hacia atrás a la lucha de las mujeres por servir en la iglesia, notemos los argumentos empleados contra la igualdad de las mujeres en el ministerio, y nos preguntemos: “¿Cómo pudimos haber sido tan ciegos?”

La terminología característica de la jungla hermenéutica incluye frases como: “Esto es lo que la Biblia dice”, o bien: “Permítame que le presente la posición bíblica. Por cierto que cada cristiano desea legítimamente saber lo que la Biblia dice. Pero estas frases abarcantes puede ocultar un gran número de prejuicios. La gente bien intencionada que usa estas frases, en realidad quiere decir:“Esto es lo que yo entiendo que la Biblia dice, o bien:“Según mi manera de entender, la posición bíblica es…”. Exponer de nuevo nuestra posición de este modo milita contra el dogmatismo y la intimidación. Repentinamente se nos permite investigar y descubrir, encontrar y aplicar nuevas verdades para hoy. Lamentablemente, es raro encontrar esta clase de permiso libre de la religión popular. Los cristianos adventistas nos encontramos con andanadas de misiles teledirigidos en la forma de citas y textos de los que debemos escabullimos antes de siquiera poder comprender la realidad en forma razonable desde la perspectiva cristiana.

Jesús advirtió a sus discípulos acerca de la jungla hermenéutica cuando reprendió a los fariseos, la gente que cultivaba la jungla:11 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos ante los hombres. Ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando;… y dejáis lo más importante de la Ley, a saber, la justicia, la misericordia y la fidelidad” (Mat. 23:13, 23). Estaba hablando de nuestros prejuicios y de nuestra interpretación de las cosas religiosas en nuestra existencia: aclarar nuestras prioridades, comprender lo que es importante y lo que no lo es.

Conocí a un administrador que estaba más preocupado de mecanografiar personalmente los programas para los congresos espirituales campestres que a dedicarse a hacer planes ambiciosos para su asociación en el presente y el fu­turo. Finalmente lo sacaron de su cargo. Una de las acusaciones presentadas contra él era la de “microadministración”. En forma similar, si no se reconoce la jungla hermenéutica, los adventistas se perderán en sus matorrales en vez de disfrutar de su hermosura.

Un concepto más amplio de la redención

Los cristianos tienen una larga historia como personas que hablan del otro mundo, del mundo espiritual, del mundo celestial y aun del mundo eclesiástico. La iglesia es alabada y también criticada por esto. Los que la alaban dicen que se preocupan de los asuntos eternos, que si esta vida no es todo lo que existe, entonces la iglesia ha colocado el énfasis en el lugar debido: en las cosas eternas. Los que la critican dicen que no se preocupa del presente ni de lo contemporáneo. En lugar de tratar con los problemas y los desafíos de esta vida, transfieren las preocupaciones de la gente al futuro. En este sentido, la religión apoya la acusación de ser el “opio de las masas”.

Esta última crítica se centra en la noción de que la iglesia es manipuladora.Al engatusar a sus miembros a pensar acerca del futuro, éstos se hacen vulnerables a la manipulación de parte de dirigentes que sufren tantas tentaciones como las que asaltan a los no cristianos cuando el poder está a su alcance. Puesto que la iglesia tradicionalmente ha sido guiada y administrada por varones, ellos reciben el peso de la crítica, especialmente en lo que concierne a la discriminación sexual.

Ninguna de estas críticas carece de verdad. Los seres humanos, hombres y mujeres, están tentados a usar mal su posición y poder. Cualquier estructura humana de poder, ya sea eclesiástica o de otra naturaleza, está expuesta al abuso. Por ser humanos, somos pecadores. Como escribió el teólogo Reinhold Niebuhr: “el concepto de que los hombres [y las mujeres] son‘pecadores’es uno de los hechos de la existencia humana que está mejor atestiguado y comprobado empíricamente”.23 Esa es una confesión del cristianismo. Se la reconoce sin rodeos. Nuestro error consiste más en pensar que las cosas serán diferentes en la iglesia. El poder religioso no sólo emplea los reglamentos administrativos para controlar a los demás, lo mismo que en cualquier negocio o gobierno, sino que además añade a ese poder el poder máximo: la intimidación religiosa. El poder político humano es formidable. El poder político “divino-humano”, ya sea real o imaginario, es casi invencible.

La Iglesia Adventista, a través de toda su historia, ha advertido acerca del mal uso del poder religioso, especialmente en lo que se refiere a la alianza entre la Iglesia y el Estado. Pero el principio está presente en cualquier parte donde encontremos la iglesia organizada. El examen de la historia protestante revela que gran parte de lo que sucedió cuando los católicos controlaban Europa durante la Edad Media, también sucedía en los sectores protestantes (como Ginebra) donde el voto estaba en manos de dirigentes protestantes.

Una característica de cualquier estructura de poder es la pretensión de que la organización está trabajando para el bien de la gente. Caifás usó este argumento cuando defendió la estructura de poder judía contra los desafíos lanzados por Jesús. “Conviene que un hombre muera por el pueblo,y no que toda la nación perezca” (Juan 11:50; ver también Juan 18:14). El principio que nos ocupa es una parte inevitable de toda estructura de autoridad humana. Pero es especialmente aterrador cuando se incluye a Dios en la estructura de autoridad. Personas bien intencionadas pueden ponerse ebrias de poder cuando honradamente creen que Dios las ha llamado a una tarea específica. Repito, la totalidad de la escatología adventista en relación con temas como “la marca de la bestia” y “la triple unión” reconoce este principio como una característica importante en la comprensión de Daniel y Apocalipsis en lo que se refiere a los últimos días de la historia humana.

Una característica común de la historia cristiana ha sido la imposición de ciertas doctrinas por un grupo u otro. El protestantismo rompió el dominio absoluto de esta clase de control al enseñar que la autoridad religiosa no reside en última instancia en la iglesia sino en Dios. Dios y la organización vis­ible no son una y la misma cosa. Los reformadores protestantes, trabajando a partir de la Biblia, adoptaron una doctrina denominada“el sacerdocio de los creyentes”,que sostiene que el creyente comparece ante Dios como su propio sacerdote, porque está en Cristo. La justicia que hace que esto sea posible es una justicia ajena, es decir, provista por otra persona, que es Cristo.

Este concepto pretendía ser bíblico, lo mismo que la mayor parte de los conceptos existentes en el ámbito de la historia cristiana. Pero también estaba arraigado en la idea de que el cristianismo es inicial y finalmente definido por sus fuentes. La diferencia entre los judíos y los cristianos, por ejemplo, es que el judío interpreta las Escrituras a la luz de las fuentes talmúdicas o rabínicas, mientras que el cristiano interpreta las Escrituras (el “Antiguo”Testamento) a través de las enseñanzas de Jesús (el “Nuevo” Testamento). Entonces, cuando el judío busca ayuda para comprender el significado de los acontecimientos históricos, que es lo que la Biblia contiene mayormente, busca sus propios eruditos. Eso es lo que ha producido las copiosas citas de los pensamientos de los rabinos en relación con las realidades de la vida personal con Dios.

El método judío se aprecia claramente en la película muy popular titulada El Violinista en el Tejado, en la queTevyah, el lechero judío y el padre en el drama, se pregunta: “¿Cómo sabemos que es verdad?”y se contesta él mismo:“¡La tradición!”

El método judío es pasar a través de los rabinos y sabios del judaismo para llegar al significado de las Escrituras.

En cambio el protestantismo insiste en que el significado de las Escrituras reside en la enseñanza de Jesús. Un procedimiento hermenéutico común de los protestantes es buscar el significado de Levítico leyendo la epístola a los Hebreos. En lugar de ir directamente a Levítico y emplear el método judío de confiar en la tradición, los protestantes van a Hebreos y hacen que la comprensión de la interpretación que Jesús hace de Levítico en Hebreos sea parte de su profesión de fe cristiana. Esto es un asunto conocido, pero necesitamos recordar esta herencia protestante que compartimos.

Una de las mayores críticas que la comunidad protestante hace al catolicismo es que no sigue este método hermenéutico en forma consecuente. Uno de los ejemplos más sobresalientes es su invocación del Antiguo Testamento para justificación de su sacerdocio masculino. El catolicismo, estructurado mayormente sobre modelos del Antiguo Testamento, se aferra a una hermética estructura de representación y ordenación masculina, que justifica sobre la premisa de que éste era el orden de Dios. El protestantismo contrarresta esta enseñanza con su sacerdocio de todos los creyentes, recordando a los cristianos que “ya no hay judío ni griego, ni siervo ni libre, ni hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y ya que sois de Cristo, de cierto sois descendientes de Abrahán, y conforme a la promesa, herederos” (Gal. 3:28-29).

Aquí está el significado más pleno de la redención en Cristo. Las implicaciones son claras: no es necesario ser pariente consanguíneo de Abrahán para experimentar la plena aceptación de Dios, por lo cual los gentiles, los esclavos y las mujeres podían legítimamente recibir la misma clase de tratamiento de parte de Dios que los judíos esperaban. Como sacerdotes en Cristo, podemos acudir directamente a Dios y recibirlo.24 Este tema de la redención se repite en todo el Nuevo Testamento.

Aquí el asunto no tiene tanto que ver con el significado de la redención —liberación—, sino con cuán pleno es el significado que podemos atribuirle. ¿Cuán amplia haremos esa liberación? Aquí es donde la teología y la práctica proceden a partir de la exégesis y la historia.Aquí es donde la cortesía y el comportamiento cristianos entran en juego. En este plano es donde tenemos que tratar con los detalles del orden de Dios.

Hemos insinuado que una buena parte de nuestra comprensión de la redención es vertical. Con esto sencillamente queremos decir que cada persona está delante de Dios como individuo. Si la gente está sin Cristo, está perdida. Si la gente está en Cristo, está salvada. El propósito que nos anima aquí no es determinar todas las ramificaciones de perdido y salvado como terminología teológica. Pero nos interesa forzar nuestra mente para que considere si estos términos tienen implicaciones horizontales y cuáles podrían ser.

La iglesia ha estado dispuesta a reconocer que recibimos comunión cuando entramos en relación con otros creyentes, y que el proceso comienza con una relación vertical con Dios. Basados en esta verticalidad somos puestos en compañía con otros creyentes, quienes también reconocen y aceptan esta experiencia vertical. A continuación tenemos que tratar con esta compañía de creyentes. Llamamos a eso la dimensión horizontal. Términos más fáciles de comprender podrían ser social, vinculación, interdependencia o relaciones humanas.

El grueso de los problemas de una iglesia reside en el sector de lo horizontal. Podemos percibir este hecho hablando con ex miembros de iglesia, quienes generalmente tienen un recital de quejas con respecto a la forma como fueron tratados por la iglesia, ya sea por miembros, administradores o algún otro aspecto de la estructura de poder de la iglesia.

¿Es la redención únicamente vertical? Cuando Pablo escribe que no hay hombre ni mujer en Cristo, ¿está mirando únicamente a través de los ojos de Dios? El pasaje no lo dice. ¿Pero qué valor eterno tiene una enseñanza que dice: “Ya no haya… ni hombre ni mujer” desde la perspectiva de Dios, si esa perspectiva no se lleva a cabo en un nivel horizontal? La exégesis sola no resolverá este problema.

Los cristianos pelearon en la batalla contra la esclavitud, y la ganaron. Los cristianos nuevamente están peleando con­tra la discriminación racial,y están ganando. La próxima batalla que se debe ganar es la discriminación contra las mujeres en la iglesia.

La Iglesia Adventista tendrá que hacer frente a la realidad de la desigualdad horizontal y esclarecer si está en el orden de Dios o si ésta expresa más bien un elemento de discriminación.

Algunos buenos cristianos insisten en que ordenar a las mujeres para que ocupen posiciones de liderazgo eclesiástico profesional sería una violación de los mandatos bíblicos. Citan pasajes bíblicos en apoyo de sus asertos. Pero un examen cuidadoso muestra que tal conclusión da la impresión de estar influida por costumbres culturales del presente. Por otra parte, ver cómo el Evangelio cristiano influye sobre nuestros esfuerzos organizados para difundir el mensaje de salvación, en lo que hemos llamado redención horizontal o el pleno significado de la redención, resulta muy impresionante. Dios no está interesado únicamente en liberarnos de las costumbres humanas en el Cielo, sino que derrama su Espíritu aquí y ahora. Poder cumplir su llamamiento al ministerio profesional, y poder experimentar la clase de igualdad que eso requeriría, será una nueva experiencia para las mujeres.Todos nosotros podemos trabajar para una causa común. Todos podemos trabajar sin reconocimiento ni aprecio. Pero no hay nada tan satisfactorio como ser reconocidos y afirmados como iguales. Este es el legado del Evangelio. Esto es algo que necesitamos hacer.


Sobre el autor: El Dr. Edwin Zackrison es profesor de teología y ministerio en la Universidad Adventista de La Sierra, en Riverside, California. Le agrada trabajar con el grupo de artes dramáticas de la universidad en la preparación de historias y temas bíblicos para su representación. Es un autor prolífico y está dando los toques finales a su última obra, que se publicará con el título de Ln the Loins ofAdam [En los lomos de Adán], que es un estudio teológico de la comprensión adventista del pecado original.


Referencias

  1. Gén. 1:27.Véase también Mar. 10:6-9.
  2. Véase Rom. 5:12-21.
  3. Véase Gén. 1:31; 2:18; 3:10-13.
  4. Véase Gén. 3:10.
  5. Véase Gén. 3:10.
  6. Véase Gén. 3:24.
  7. Emil Brunner, The Christian Doctrine of Creation and Redemption [La doctrina cristiana de la creación y la redención] (Filadelfia:Westminster Press, 1974), págs. 92,93.“El relato de la caída revela la causa fundamental de este rompimiento en la comunión: el deseo de ser ‘como Dios’. El hombre quiere llegar al nivel de Dios, y de ese modo, independizarse de ér.Tillich identifica esto con el término “alienación”. (Véase PaulTillich, Teología Sistemática [Chicago:University of Chicago Press, 1957],pág. 29).
  8. 7:11,17,18; 18:12-14; 19:4-8; Mar. 10;5-8;Luc. 11:13; 19:10;Juan 2:23- 23; 3:6-16.
  9. Alan Richardson,A Theological Word Book ofthe Bible [Lista de palabras teológicas de la Biblia], (Nueva York: Macmillan, 1951), pág. 186.
  10. 11.1 Cor. 6:20; 7:23; Rom. 3:24; 2 Cor. 3:21; Gál. 3:13.
  11. Véase Rom. 5.
  1. Para un estudio detallado de las posiciones históricas acerca de la redención, véase Gustav Aulen, Christus Víctor [El Cristo triunfante], (Nueva York: Macmillan, 1977).
  2. Véanse Luc. 21:28; Hech. 7:35; Rom. 3:24,25;Tito 2:1-14.
  3. Véase Luc. 2:38.
  4. Véase Hech. 7:35-38.
  5. Véase Heb. 11:35.
  6. Para comprender mejor cómo sucede esto, véase Lawrence O. Richards, A Theology of Christian Education [Una teología de la educación cristiana], (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1975), págs. 60-69.
  7. Véase Luc. 23:55-24:12. Nótese que los hombres no creyeron el informe de las mujeres.
  8. Véase Juan 4. Hay unas cuantas descripciones de la forma como Jesús trataba a las mujeres, que se apartan de lo típico, y son progresivas para su tiempo. Este relato es el más conocido entre ellos.
  9. Véanse Hech. 2:17-21; 1 Cor. 11:4,5.
  10. Véase Rom. 16:1. La palabra equivalente a “diácono” es la que comúnmente se traduce por “ministro” cuando se refiere a un varón.
  11. Reinhold Niebuhr,“Sin” [pecado], en Marvin Halverson yArthur A. Cohén, A Handbook of Christian Theology [Manual de teología cristiana], (Cleveland: Meridian Books, 1958), pág. 349.
  12. Véanse Heb. 3:1; 1 Pe. 2:9;Apoc. 1:6; 5:16.

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