¿Qué podemos decir acerca de Febe?

¿Qué podemos decir acerca de Febe?

Por J. David Miller

La conclusión de la carta de Pablo a los cristianos en Roma incluye una extensa lista de obreros. Además de Pablo mismo, el capítulo menciona treinta y siete individuos específicos, diez de los cuales son mujeres. Al comienzo de esta lista sobresale el de Febe:

“Les recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia de Cencreas. Les pido que la reciban dignamente en el Señor, como conviene hacerlo entre hermanos en la fe; préstenle toda la ayuda que necesite, porque ella ha ayudado a muchas personas, entre las que me cuento yo” (Romanos 16:1-2).

Ninguna otra página de la Biblia menciona a Febe, dejándonos poco para profundizar. Entonces, ¿qué podemos decir acerca de Febe?

Por supuesto, conocemos su nombre, que significa “brillante”, “radiante” o “pura”.[1] Aunque el nombre Febe aparece solo aquí en el Nuevo Testamento, era común en el mundo greco-romano. También sabemos que era de Cencrea, un poblado a unos ocho kilómetros al sureste de Corinto. Cencrea era un puerto en la costa oriental del Istmo de Corinto, proporcionando acceso mediante el Golfo Sarónico y el Mar Egeo a Macedonia, Asia Menor, Siria y Egipto. Es probable que ella fuera gentil, porque Febe también era el nombre de una de los Doce Titanes de la mitología griega. Además de lo básico, el resto de nuestro conocimiento acerca de Febe puede clasificarse bajo cuatro títulos: patrona, diácono, predicadora y apóstol.

Febe la patrona

El primero de los cuatro títulos que podemos atribuirle a Febe es patrona. Una de las instituciones sociales y económicas característica del mundo greco-romano era el sistema simbiótico de patronazgo. La sociedad estaba compuesta por una compleja red de patrones y clientes. Los patrones eran benefactores de las artes y de varias organizaciones. También reclutaban clientes individuales y abrían oportunidades sociales para quienes estaban bajo su control. En cambio, los clientes cantaban alabanzas a sus patrones, es decir, les daban honor a quienes los tenían bajo su protección. La acumulación de clientes podía traer mucho honor. Por lo tanto,es importante notar que Pablo no solo llama a Febe como su “patrona”, sino como una “patrona de muchos”.[2]

La palabra que Pablo utiliza en Romanos 16:2 es prostatis, que ha sido traducida genéricamente como “ayudadora” o “que ha ayudado”.[3] Esta traducción es incorrecta pues prostatis es un término técnico.

La forma masculina prostates y su equivalente en latín patronus regualmente reciben la traducción “patrón” o “protector”. Esto nos lleva a preguntarnos porqué los traductores y comentadores han sido tan reacios en reconocer este sentido en la forma femenina. James Dunn, por ejemplo, ha expresado su preocupación: “La falta de voluntad de los comentadores en dar a prostatis su sentido más natural y obvio de ‘patrona’ es muy llamativo”.[4]

De hecho, la evidencia literaria y arqueológica ofrece vistazos de la obra de patronas.[5] Consideremos a Filea de Priene en el suroeste de Asia Menor que, en el siglo I a.C., “construyó por su propia cuenta la reserva de agua y el acueducto de la ciudad”.[6] A principios del siglo segundo d.C., Plancia Magna era la benefactora de las inmensas y bellamente ornamentadas puertas de Perga, la principal ciudad de Pamfilia.[7] A finales del siglo III d.C., Aurelia Leite financió la restauración del gimnasio de la isla de Paros.[8] El caso de Junia Teodora es particularmente relevante, pues vivió en Corinto a mediados del siglo I d.C., el mismo tiempo y lugar que Febe. Cinco documentos, preservados en una inscripción compuesta, honran a Junia Teodora por su liderazgo en patronazgo (prostasia).[9] En varias ocasiones se menciona su hospitalidad, y podemos sospechar que también Febe mostró hospitalidad a los cristianos que atravesaban su pobre ciudad. En una escala menos, un moisado en el piso de un salón de oración de alrededor del 230 d.C. preserva la memoria de una mujer llamada Akeptous y la mesa que donó: “Akeptous, devota a Dios, ha ofrecido esta mesa al Dios Jesucristo como un memorial”. Y un mosaico cercano le pide al lector que recuerde a cuatro otras mujeres cristianas: Primila, Ciríaca, Dorotea y Creste.[10]

Aunque el patronazgo estaba muy esparcido en el mundo greco-romano, los términos griegos y latinos para “patrón” y “cliente” son raros, ya que “para el comienzo del imperio este lenguaje era generalmente considerado demasiado muy abrasivo para el delicado sistema de honor”.[11] Sin embargo, Febe no es la única mujer descrita por uno de estos términos clásicos. Los términos describen a mujeres de alto perfil como a Domicia Lucila, la madre de Marco Aurelio y su clienta Cracia; Livia, la esposa de Augusto César; Agripina y Domicia, la madre y tía de Nerón.[12] Estos términos también describen a mujeres menos conocidas. El epitafio de Manlia Gnoma, por ejemplo, habla de sus “muchos clientes” (clientes multos). Una tal Claudia es llamada la “mejor patrona” (patrona optima) por su esposo.[13] Finalmente, en algunos casos, algunas madres gobernaban las finanzas de sus hijos como patronas.[14]

Febe la diácono

Además de su estatus como patrona, podemos llamar correctamente a Febe como diácono. Pablo mismo lo hace en Romanos 16:1 llamándola una “diakonos de la iglesia de Cencreas”.

Algunos argumentan, por supuesto, es que Febe era implemente alguien que servía y no una diácono.[15] O, como otros lo traducen, ella cumplía el rol de sirvienta, pero no ocupaba el puesto de diácono. Este argumento es descartado por el texto mismo. La descripción de Febe como diakonos incluye la frase cualificado “de la iglesia en Cencrea”. Esta localización de la posición de Febe muestra que Pablo tenía en mente un estatus específico y no un comportamiento general.[16] Además del texto mismo, el argumento que Febe era simplemente una sirvienta colapsa rápidamente bajo su propio peso mediante un estudio profundo.

Lamentablemente el debate sobre si Febe ocupaba el puesto de diácono depende demasiado de nuestra situación moderna. Consideremos, por ejemplo, que la palabra “ministro”, una traducción perfectamente legítima de diakonos, puede ser correctamente usada para describir a Febe.[17] De hecho, Pablo describe a Timoteo como un diakonos en 1 Timoteo 4:6 en una frase que a menudo es traducida con la palabra “ministro”. En otros lugares, las traducciones rutinariamente vierten diakonos como “ministro” al hacer referencia a Epafras y a Pablo mismo (Efe. 3:7; Col. 1:7, 23, 25). La afirmación que Febe era una ministra enfrenta resistencia, no debido al significado de la palabra griega diakonos, sino debido a las connotaciones de la palabra moderna “ministro”. El debate es saboteado por el hecho de que “ministro” no significa en el siglo XXI lo que “ministro” significaría en el siglo I.

Otra afirmación que provoca confusión es defender a Febe como diácono indicando que la palabra diakonos es de géneto masculino. Esta afirmación es imprecisa. Aunque la mayoría de los géneros masculinos solo tiene un solo género, diakonos está entre un pequeño grupo de sustantivo de género común. Es decir, su género depende del contexto.[18] Dicho simplemente, diakonos en Romanos 16:1 es de hecho femenino a pesar de su inflexión y no podemos inferir nada substancial del género de la palabra.

Nuestro estudio no debería ignorar el hecho de que había mujeres como diáconos en la iglesia de los apóstoles. Plinio el joven, gobernador de Bitina, escribió al emperador Trajano aproximadamente en el 110 d.C. que había torturado a dos ministrae para determinar si los cristianos podían ser considerados sediciosos.[19] A menudo se pasa por alto que Plinio no habla de dos mujeres “que son ministrae”, sino más bien dice que “son llamadas ministrae” (quae ministrae dicebantur).[20] Plinio revela una designación que era dada regularmente a estas mujeres por el resto de los cristianos. De esta manera, nos informa si título eclesiástico. Otras fuentes que testifican del ministerio de mujeres diáconos en la iglesia primitiva incluyen a “Clemente de Alejandría” (c. 150-215), Orígenes (c. 185-254), la Didascalia (c. 250), el Concilio de Nicea (325), Epifanio de Salamis (315-403), Basilo de Cesarea (329-379), Gregorio de Nisa (335-394), Juan Crisóstomo (344-407) y los Constituciones Apostólicas (c. 380).[21]

Finalmente, al analizar el uso de diakonos en el Nuevo Testamento se revela una inconsistencia en la manera en que se traducen los textos. Como se mencionó anteriormente, algunos comentadores modernos afirman que Febe era una sierva genérica en vez de una diácono. Sin embargo, aunque no encontramos el sustantivo diakonos en el llamado de Esteban, Felipe y los otros cinco “diáconos” de Hechos 6, el sustantivo si aparece en Romanos 16:2. Nadie duda que los siete hombres eran diáconos. ¿Por qué dudar de Febe? Ella es asociada a una congregación específica, los siete no. Los siete son llamados para satisfacer una necesidad específica, Febe no. Los siete son llamados antes de que el puesto de diácono esté establecido en las iglesias, Febe no (ver Fil. 1:1). Ciertamente podemos afirmar con seguridad que si alguien cumple el puesto de “siervo” sin ser diácono” esos son los siete de Hechos 6.

Febe la predicadora

Además de patrona y diácono, Febe también puede ser llamada predicadora. Este título surge de su rol como portadora de la carta de Pablo a los romanos. El consenso erudito afirma que Fe fue efectivamente una portadora de las cartas paulinas.[22] Este consenso no está limitado a eruditos modernos. Martin Lutero, por ejemplo, declara directamente: “Esta carta fue enviada mediante Febe”.[23] Siglos antes, un manuscrito mayúsculo del siglo XIX menciona a Febe como la portadora en la subscripción a los Romanos, como lo hacen casi todos los manuscritos siguientes.[24] Aún antes, el comentario sobre Romanos de Pseudo-Constancio en el siglo V declara:

“Aquí el apóstol demuestra que ninguna discriminación o preferencia entre hombres y mujeres debe ser tolerada, porque envió su carta a Roma mediante la mano de una mujer y envía saludos a otras mujeres en la misma epístola”.[25]

La alabanza que Pablo hace de Febe en el epílogo de su carta es una convención epistolar. Harry Gamble ofrece ejemplos de esta costumbre en papiros, Cicerón, Policarpo y 1 Clemente.[26] Es interesante que Pablo mismo no usa esta convención con sus demás portadores de cartas.[27] Sin embargo, es posible discernir que entre ellos están incluidos Timoteo (1 Cor. 4:17), Tito (2 Cor. 8:23, 12:18), Tíquico (Efe. 6:21-22; Col. 4:7-9), y Epafrodito (Fil. 2:25-30).

El rol de Febe como mensajera de la carta de Pablo a los Romanos puede ser descrita en cinco etapas. Primero, ella fue escogida. Debido a que el sistema postal romano estaba reservado para la correspondencia gubernamental, quienes escribían cartas necesitaban de portadores de cartas. Un portador de cartas podía ser escogido porque estaba planeado viajar al lugar deseado. Además, muchas cartas eran redactadas precisamente porque un viajero se estaba dirigiendo a la dirección correcta.[28] Febe, con su vida de servicio y generosidad como patrona y diácono, se ganó el respeto y la confianza de Pablo´, convirtiéndola en la candidata para la importante tarea de entregar su carta a los cristianos en Roma. Además, es probable que ella poseyera otras características que influyeron en su elección, como educación y capacidad retórica. En cualquier caso, Pablo la escogió.

En segundo lugar, Febe recibió preparación para la tarea. Puede haber recibido consejos de Pablo y de otros portadores de cartas. Después de todo, Timoteo estuvo entre los compañeros de Pablo cuando escribió la carta a los Romanos (Rom 16:21). Los enviados de Pablo eran sus representantes. Por lo tanto, seguramente el apóstol le explicó a Febe sus objetivos y la razón para una carta tan extensa y profunda.[29] Tal vez la aconsejo en cómo manejar algunas cuestiones. Probablemente estuvo presente junto a Pablo cuando éste le dictaba a su amanuense Tercio (Rom. 16:22). Finalmente, podemos visualizar a Febe siendo enviada con oración.

La tercera etapa era el viaje en sí.[30] Febe puede haber viajado hacia el norte por la Via Egnatia, luego al oeste por la costa adriática y finalmente por la Via Apiana hasta Roma. Aunque la duración precisa de esta tarea es imposible de conocer, de seis a ocho semanas es una estimación razonable.[31]

Dada la gran extensión de este viaje a pie (aproximadamente 1300 kilómetros) es más probable un viaje un barco. Desde el Golfo de Corinto hasta Roma, sin hacer escalas, un barco tardaría menos de dos semanas.

Finalmente, en cuarto lugar, la tarea más importante de Febe era presentar la carta a las casas iglesias de Roma. La entrega de una carta dirigida a un grupo incluía leerla en voz alta a los destinatarios, la mayoría de los cuales seguramente eran analfabetos.[32] Este tipo de lectura ha sido descrito típicamente como una “representación oral” porque exigía capacidad retórica de parte del lector, incluyendo inflexión vocal, expresiones faciales y gesticulación. Además, un lector bien preparado funcionaría también como un intérprete de la carta, con autoridad para hablar por el autor con el objetivo de comunicar con claridad tanto el contenido de la carta como el tono del autor.[33] Las representaciones orales a menudo eran la tarea del portador de la carta, que posiblemente fue escogido por este motivo. De hecho, M. Luther Stirewalt concluye que Pablo tenía la costumbre de delegar esta tarea al portador: “De esta manera, el problema del correo fue resuelto por Pablo mediante el servicio de personas que lo apoyaban y compartían su ministerio”.[34] Esta representación oral tiene raíces en los contextos literarios superpuestos de Pablo: el judío y el greco-romano. Martin Jaffee aborda el contexto judío:

 “Los textos en manuscrito eran usualmente compartidos en contextos orales. La ‘lectura’ era una actividad primordialmente social en la que el orador expresaba el texto escrito a su audiencia. En estos contextos, la tradición de representar oralmente incluía no solamente la recitación del texto escrito, sino también la inflexión de la voz, los festos y la amplificación interpretativa mediante la cual el orador le daba una vida audible a la escritura. En la cultura de los escribas judísa del Segundo Templo, la tradición de representar oralmente textos escritos era un medio común para compartirlos”.[35]

De la misma manera, Stirewalt describe el contexto greco-romano:

“Las misivas [de Pablo] eran transmitidas por una persona responsable que se convertía en el emisario, el representante personal, del autor… En el ámbito secular el portador era un enviado que era informado de la interpretación del texto y era responsable por el mismo. Se esperaba que hablara en lugar del autor y que le reportara las respuestas también. Se ha obtenido suficiente evidencia de las cartas de Pablo para concluir que el apóstol hacia arreglos necesarios para sus cartas. El servicio de un representante personal era de especial importancia para Pablo…”

El lector proporcionaba estos aspectos personales (inflexión, tono, gestos, comportamiento emocional) y Pablo ciertamente estaba al tanto de los requisitos necesarios para que una persona transmita oralmente el mensaje. Sabía que los portadores inevitablemente colorearían el mensaje con sus propios aspectos personales y hábitos de habla. Separado de las personas y confrontados con inevitables retrasos temporales, Pablo dependía de una tercera persona para completar y actualizar las comunicaciones y regresar los mensajes de los correspondientes; para expandir e interpretar su palabra escrita y traducir su pensamiento e intenciones cuando los mensajes eran presentados oralmente ante una asamblea.”[36]

Además de la representación oral, esta cuarta etapa del proceso incluía localizar las casas iglesias y esperar a que los miembros se reunieran, o que las congregaciones cooperaran y formaran una asamblea más grande. La logística de estas reuniones, junto con el énfasis cultural en la hospitalidad,[37] le harían imposible a Febe en entregar la carta en una casa iglesia en un solo día. Necesitaría más tiempo para hacer una copia de la carta, incluyendo conseguir a un escriba para la tarea. No se sabe cuantas congregaciones existían en la ciudad de Roma,[38] pero esta etapa de la tarea de Febe probablemente duró varios días, quizás algunas semanas.

La quinta etapa final de la tarea de Febe como portadora de la carta era regresar a Pablo con un informe.[39] En este caso, ella le informaría de los detalles del viaje. De hecho, ella podría haber regresado con una o más cartas para Pablo y sus acompañantes.

En la iglesia moderna, tenemos un título para una persona que se para frente a una congregación y con habilidad retórica entrega un mensaje preparado basado en la Escritura. Ese título es “predicador”.

Febe la apóstol

El cuarto y último título de Febe es una sugerencia, no una certeza. Esta sugerencia comienza con otra mujer: Junia. El debate sobre Junia ha finalizado, o al menos debería estarlo. Los eruditos han sopesado el asunto y se ha producido un consenso.[40] Junia era una mujer “destacada entre los apóstoles”, como Pablo dice en sus saludos a los cristianos de Roma. Ella ha recuperado su género y el “Junias” masculino debe regresar a su lugar de origen: la imaginación prejuiciada de traductores y comentadores de la Biblia.

El debate sobre Junia se ha centrado en dos cuestiones. Primero, ¿cuál es el género gramatical del nombre Iounian (dado aquí sin acento y en el caso acusativo tal como aparece en Rom. 16:7)? Acerca de esta primera cuestión, Bernadette Brooten inició el ataque en 1977 y Eldon Epp realizó el tiro de gracia en 2002. Juntos han demolido la afirmación de que Iounian es una forma acortada del nombre masculino Iunianus del latín.[41] La segunda cuestión en el debate sobre Junia no se relaciona con el nombre mismo, sino con la frase para describir el nombre. Específicamente, ¿Romanos 16:7 describe a Andrónico y a Junia como “destacados entre los apóstoles” o como “bien conocidos por los apóstoles”? Algunos han defendido esta última propuesta. Sin embargo, Epp arrojó dudas sobre la validez de esta defensa y Linda Belleville ha decimado estos esfuerzos, revelando en el proceso un mal manejo de la información por parte de estos defensores.[42]

Al aceptar con confianza la afirmación de Belleville de que “virtualmente todos los eruditos” aceptan que Junia fue una mujer,[43] surgen varas preguntas. ¿Deberíamos pensar que esencialmente todos los apóstoles eran varones y que Junia era una anomalía? ¿O deberíamos asumir la existencia de otras mujeres apóstoles no mencionadas? Para poder responder estas preguntas, debemos primero comprender el concepto de apóstol del Nuevo Testamento.

“Apóstol” deriva del sustantivo griego apostolos y del verbo apostellō (“enviar”). El verbo usualmente significa enviar un mensaje o enviar a una persona con un mensaje. Aparece en el Nuevo Testamento más de doscientas veces en diferentes contextos. El sustantivo ha tenido diversos significados relacionados a enviar en el griego antiguo pero, en el Nuevo Testamento, se refiere predominantemente a los cristianos enviados con el mensaje del evangelio y dotados para proclamar ese mensaje con la autoridad de la persona o personas que los envió.

En los evangelios sinópticos y en Hechos, “los apóstoles” es sinónimo con “los Doce”. El Apocalipsis hace eco de esta identidad.[44] Sin embargo, en las cartas de Pablo rápidamente se vuelve claro que apostolos describe personas que van más allá de los Doce. Este título es una frecuente auto-designación para Pablo, pues aparece junto a su nombre en nueve de sus cartas.[45] Pablo reconoce el apostolado de Pedro (Gal. 1:18; 2:8) y otros de los Doce (1 Cor. 9:5; 15:7; Gal. 1:17; 2:9). Sin embargo, va más allá de los Doce y llama a Jacobo el hermano de Jesús como un apóstol (Gal. 1:19; cf. 1 Cor. 15:7; Gal. 2:9). Pablo habla más de una vez de una pluralidad de apóstoles además de los Doce. En el inicio de su ministerio se llama a si mismo y a sus compañeros apóstoles, usando la primera persona del plural para incluir a Silvano y a Timoteo (1 Tes. 1:1; 2:6-7; Hechos 17:4, 10, 14). Mas tarde, al usar el “nos” en 1 Corintios 4:9 probablemente incluya a los colaboradores mencionas en la carta, es decir, a Timoteo (16:10), Apolos (4:6; 16:12) y Sóstenes (1 Cor. 1:1). Timoteo (2 Cor. 1:1) y tal vez Tito (2 Cor. 8:16, 23) son más tarde identificados como “apóstoles de las iglesias” (2 Cor. 8:23). En otros lugares, Pablo llama a Epafrodito como “su apóstol” (Fil. 2:25).[46] Más allá de los propios escritos de Pablo, Hechos 14:14 llama a Pablo y a Bernabé como apóstoles.

¿Qué quiere decir Pablo con el término “apóstol”? Cuando exhorta a los cristianos de Corinto distinguiendo entre los apóstoles verdaderos y los falsos no está hablando de los Doce (2 Cor. 11:5, 13; 12:11, 12). Cuando Pablo apela a verificar las “señales, prodigios y milagros” que son “las marcas distintivas de un apóstol” (2 Cor. 12:12), no está describiendo la verificación de mensajeros en general. Cuando Pablo posiciona a los “apóstoles” al inicio de una lista numerada de dones que Dios ha puestos en la iglesia (1 Cor. 12:28, cf. Efe. 4:11), no está hablando de los Doce ni de mensajeros en general. Por lo tanto, para Pablo un apóstol es alguien capacitado por Dios para proclamar el evangelio y enviado con la bendición de la iglesia para cumplir esta tarea con un elevado nivel de autoridad, a veces verificado por señales milagrosas.

Mujeres apóstoles en la iglesia primitiva

Los escritores cristianos de la iglesia apostólica y de la Edad Media temprana no reservaron el título apostolos solo para los Doce, sino que “mantuvieron un concepto más amplio de apostolicidad”.[47] Señalar brevemente a las mujeres que fueron incluidas en este “concepto más amplio de apostolicidad” será útil. No obstante, debemos recordar que as apóstoles mujeres en el cristianismo primitivo ciertamente eran pocas, los varones apóstoles eran más numerosos.

Los primeros líderes cristianos hablaron libremente de Junia como una apóstol. Al menos 16 autores antiguos, desde Orígenes (c. 185-254) hasta Pedro Lombardo (c. 1095-1169) entendieron que Romanos 16:7 se refiere a una mujer.[48] Consideremos la conocida declaración de Crisóstomo (c. 347-407):

“Saluden a Andrónico y a Junia… que son destacados entre los apóstoles”. Ser un apóstol es algo grandioso. Pero ser destacado entre los apóstoles, ¡solo piensen que maravillosa alabanza es esa! Ellos eran destacados por sus obras y acciones virtuosas. De hecho, ¡cuán grande era la sabiduría de esta mujer para ser considerada digna del título de apóstol!”.[49]

Otras mujeres del Nuevo Testamento también fueron llamadas apóstoles en la iglesia primitiva, aunque no son nombradas en la Escritura. Orígenes se refiere a la mujer samaritana del pozo como una apóstol que le predicó a sus vecinos samaritanos. Hipólito de Roma habla de María Magdalena y sus compañeras en la tumba vacía como apóstoles.[50]

Moviéndonos más allá de las mujeres de la Escritura, los Hechos de Pablo del siglo II relatan las acciones de Tecla, una devota discípula de Pablo que se convirtió en maestra de muchos. El texto hagiográfico del siglo V, “Los Hechos de la Santa Apóstol y Mártir de Cristo: Tecla” repetidamente habla de Tecla como una apostolos.[51] Otras tradiciones hagiográficas hablan de Nino, una mujer del siglo IV que “enseñó”, “predicó”, “convirtió”, “bautizó” y recibió los títulos de “evangelista” y “apóstol”.[52] De esta manera, se vuelve evidente que varios escritores cristianos primitivos consideraban que la declaración “Dios estableció en la iglesia primero a Apóstoles…” (1 Cor. 12:28) incluía a mujeres y hombres por igual.

¿Febe era una apóstol?

Luego de haber revisado el uso que Pablo le daba al título apostolos, regresamos a Febe. Claramente, ella fue enviada con un mensaje y la bendición de Pablo y sus compañeros para proclamarlo. ¿Deberíamos, entonces, considerarla como una apóstol?

El centro de la misión de Febe en Roma era repetir el mensaje de la carta de Pablo. Cada vez que ella leyó y representó oralmente este mensaje, sus comentarios iniciales incluyeron una referencia a “Jesucristo nuestro Señor… a través de quien nosotros recibimos la gracia y el apostolado” (Rom. 1:5). ¿Quiénes recibieron este apostolado? ¿Quiénes eran los “nosotros” en esta oración? ¿No es posible que Febe se incluyera a sí misma cuando dijo “nosotros”?

Ciertamente, el “nosotros” de Pablo se refería a sí mismo y a su subgrupo de colaboradores.[53] Naturalmente uno miraría el inicio de la carta en busca de coautores que justifiquen este uso del plural. Sin embargo, es curioso que Romanos está entre las pocas cartas de Pablo donde no se menciona a ningún coautor.[54] Pablo no menciona compañeros en sus saludos finales. En Romanos 16:23 envía saludos de Gayo (hospedador de la casa iglesia), Erastos (el tesorero de la ciudad) y Cuarto (descrito simplemente como “el hermano”). Probablemente, estos tres hombres (especialmente Erasto y Cuarto) eran simplemente ciudadanos de Corinto con familiares o conocidos en Roma. El “nosotros” de Pablo se refiere con seguridad a individuos más bien relacionados a su ministerio. En Romanos 16:21, Pablo envía saludos de Lucio, Jason y Sosipater a quienes describe como “mis parientes”. En este mismo versículo Timoteo es llamado “mi colaborador” y encabeza la lista de quienes envían saludos.

Por lo tanto, Timoteo probablemente esté incluido en el “nosotros” de Romanos 1:5. Estaba entre los compañeros más constantes de Pablo, y solo él es llamado “colaborador” en los saludos enviados. Los otros compañeros frecuentes de Pablo, como Silvano, Tito y Tíquico, no son mencionados en Romanos. Priscila y Aquila son mencionados, pero se encuentran en Roma y hospedan una iglesia en su casa (Rom. 16:3-5).

Esta audiencia romana mayormente no conocía a Pablo y se preguntaría, al igual que nosotros, quienes estaban incluidos en este “nosotros” que Febe pronunció. Pablo le confió a Febe la representación oral de esta carta, su obra magna, y fueron sus labios los que repetidamente pronunciaron este “nosotros” apostólico. Por lo tanto, es razonable preguntas ¿era Febe una apóstol? Responder que no es afirmar que, aunque no sabemos quienes estaban incluidos en este “nosotros”, si sabemos quien no estaba incluido: ¡la mismísima persona que lo pronuncio!

Conclusión

A primera vista, parece que no sabemos mucho de Febe más allá de su nombre. Sin embargo, una mirada más profunda ofrece información sobre sus diferentes roles. Como una patrona, disfrutaba de una posición social respetable debido a su benevolencia y a otras formas de ayuda que le ofrecía a muchos, incluyendo al mismo Pablo. Como diácono, era una líder en la congregación de Cencrea. Pablo consideraba esta posición como muy elevada y esperaba este reconocimiento también de sus oyentes. Febe presentó el mensaje de Pablo a los cristianos reunidos de Roma con habilidad retórica y, por lo tanto, puede ser llamada predicadora. Finalmente, aunque muchos detalles acerca de la sugerencia de que Febe era una apóstol son inciertos, esto es mucho más claro: los oyentes originales no descartaron el apostolado de Febe basándose en su género, debido a que Junia, que era “destacada entre los apóstoles” vivía y adoraba entre los propios cristianos de Roma.


[1] H. G. Liddell, R. Scott, y H. S. Jones, A Greek-English Lexicon, 9th ed. (de aquí en Adelante como LSJ) (Oxford: Oxford University Press, 1996), s.v. phoibos.

[2] Sobre el patronazgo, véase John K. Chow, Patronage and Power: A Study of Social Networks in Corinth, Journal for the Study of the New Testament Supplement 75 (Sheffield: Sheffield Academic, 1992); Frederick W. Danker, Benefactor: Epigraphic Study of a Graeco-Roman and New Testament Semantic Field (St. Louis, MO: Clayton, 1982); Esther Yue L. Ng, “Phoebe as Prostatis,” Trinity Journal NS 25, no. 1 (2004): 3-13; Carolyn Osiek y Margaret Y. MacDonald, A Woman’s Place: House Churches in Earliest Christianity (Minneapolis, MN: Fortress, 2005), 194-219; Richard P Saller, Patronage in the Early Empire (Cambridge: Cambridge University Press, 1982).

[3] Helen Barrett Montgomery, The New Testament in Modern English (Philadelphia, PA: Judson, 1924).

[4] James D. G. Dunn, Romans 9-16, Word Biblical Commentary 38b (Dallas, TX: Word, 1988), 888.

[5] Véase también, Dunn, Romans 9-16, 888-89; Osiek y MacDonald, Woman’s Place, 199-209, 214-19; Eckhard J. Schnabel, Early Christian Mission, vol. 2, Paul and the Early Church (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2004), 1435.

[6] Die Inschriften von Priene, no. 208; Bruce W. Winter, Roman Wives, Roman Widows: The Appearance of New Women and the Pauline Communities (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2003), 181.

[7] LAnnee epigraphique (1958): 78; (1965): 209; Winter, Roman Wives, 182.

[8] Inscriptionesgraecae 12.5.292; Winter, Roman Wives, 182.

[9] Osiek y MacDonald, Woman’s Place, 205-07.

[10] Vassilios Tzaferis, “Inscribed ‘To God Jesus Christ’: Early Chris­tian Prayer Hall Found in Megiddo Prison,” Biblical Archaeology Review 33, no. 2 (March/April 2007): 38-49

[11] Osiek and MacDonald, Woman’s Place, 196

[12] Osiek and MacDonald, Woman’s Place, 199-200

[13] Osiek and MacDonald, Woman’s Place, 202-03

[14] G. H. R. Horsley y S. Llewelyn, eds., New Documents Illustrat­ing Early Christianity (hereafter NewDocs) 4 (North Ryde, NSW, 1987), 243; NewDocs 6 (1992), 24

[15] Por ejemplo, Jack Cottrell, Romans, 2 vols., College Press NIV Commentary (Joplin, MO: College Press, 1998), 2:461-64; Everett Ferguson, Women in the Church (Chickasha, OK: Yoemen, 2003), 9

[16] Ernst Kasemann, Commentary on Romans, trans. Geoffrey Bromiley (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1980), 411; Kazimierz Romaniuk, “Was Phoebe in Romans 16,1 a Deaconess?” Zietschrift fur die neutesta- mentliche Wissenschaft und die Kunde der alteren Kirche NW 81 (1990): 133; James Walters, “‘Phoebe’ and ‘Junia(s)’—Rom. 16:1-2, 7,” en Essays on Women in Earliest Christianity, 2 vols. (Joplin, MO: College Press, 1993), 1:181-82

[17] For example, David L. Bartlett, Romans, Westminster Bible Companion (Louisville, KY: Westminster John Knox, 1995), 140; Gilbert Bilezikian, Beyond Sex Roles: What the Bible Says about a Woman’s Place in Church and Family, 3d ed. (Grand Rapids, MI: Baker, 2006), 250-51 n. 56; Elisabeth Schussler Fiorenza, In Memory of Her: A Feminist Theologi­cal Reconstruction of Christian Origins (New York, NY: Crossroad, 1984), 170; Montgomery, New Testament, 434; Aida Besanion Spencer, Beyond the Curse: Women Called to Ministry (Nashville, TN: Thomas Nelson, 1985), 115

[18] F. W. Danker, W. Bauer, W. F. Arndt, y F. W. Gingrich, Greek- English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Litera­ture (de aquí en Adelante como BDAG) (Chicago, IL: Chicago University Press, 1999), s.v.; LSJ, s.v.; Greek-English Lexicon of the New Testament: Based on Semantic Domains, ed. J. P Louw and E. A. Nida, 2d ed. (hereafter L&N), §35.20, §53.67. Por una lista, véase Warren C. Trenchard, Complete Vocabulary Guide to the Greek New Testament, rev. ed. (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1998), 296-97. Sobre el Desarrollo del femenino diakonissa junto con el común diakonos, véase, Kevin Madigan y Carolyn Osiek, eds., Or­dained Women in the Early Church: A Documentary History (Baltimore, MD: Johns Hopkins University Press, 2005), 8

[19] Plinio el Joven, Epistulae ad Trajanum 10.96-97

[20] Andrea Lorenzo Molinari está entre quienes notan esta distinción: “Women Martyrs in the Early Church: Hearing Another Side to the Story,” Priscilla Papers 22, no. 1 (Winter 2008): 7

[21] Véase, Ute E. Eisen, Women Officeholders in Early Christianity: Epigraphical and Literary Studies (Collegeville, MN: Liturgical, 2000), 158-98; Madigan y Osiek, Ordained Women; John N. M. Wijngaards, Women Deacons in the Early Church: Historical Texts and Contemporary Debates (New York, NY: Crossroad, 2002), 145-88

[22] Véase, por ejemplo, F. F. Bruce, The Letter of Paul to the Romans, rev. ed., Tyndale New Testament Commentaries (Leicester: Inter­Varsity, 1985), 252; Brendan Byrne, Romans, Sacra pagina 6 (Collegeville, MN: Liturgical, 1996), 446-47; Dunn, Romans 9-16, 886, 889; Everett F. Harrison, “Romans,” en The Expositor’s Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1976), 160; R. C. H. Lenski, The Interpretation of St. Paul’s Epistle to the Romans (Minneapolis, MN: Augsburg, 1936), 898; Douglas J. Moo, The Epistle to the Romans, New International Commentary on the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1996), 913; Leon Morris, The Epistle to the Romans (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1987), 528; William Sanday y Arthur C. Headlam, A Critical and Exegetical Commentary on the Epistle to the Romans, 5th ed., International Critical Commentary 32 (Edinburgh: T. & T. Clark, 1902), 416

[23] Martin Luther, Commentary on the Epistle to the Romans, trans. J. Theodore Mueller (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1954), 206

[24] Nestle-Aland Novum Testamentum Graece, 27th ed. (NA27) (Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 1993), 440. El manuscrito del siglo nueve es el Codex Angelicus (L 020)

[25] Hermann Josef Frede, Ein neuer Paulustext und Kommentar, 2 vols., Vetus Latina 7, no. 8 (Freiburg im Breisgau: Herder, 1974), 2:91; Gerald Bray, ed., Romans, Ancient Christian Commentary on Scripture, New Testament 6 (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1998), 369

[26] Harry Gamble, Jr., The Textual History of the Letter to the Ro­mans (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1977) 81, 85-87

[27] Una fórmula “Estoy escribiendo a través de”, usa una forma de grapho dia o scribo per, y aparece en el NT solo en la referencia a Silvano en 1 Ped. 5:12. E. Randolph Richards, “Silvanus was not Peter’s Secretary: Theolog­ical Bias in Interpreting dia Silouanou… egrapsa in 1 Peter 5:12,” Journal of the Evangelical Theological Society 43 (2000): 417-32

[28] Véase además, E. Randolph Richards, Paul and First-Century Letter Writing: Secretaries, Composition and Collection (Downers Grove, IL: In­terVarsity, 2004), 177-82, 204-05; John L. White, Light from Ancient Let­ters, Foundations and Facets (Philadelphia, PA: Fortress, 1986), 214-17

[29] Véase además, Margaret M. Mitchell, “New Testament Envoys in the Context of Greco-Roman Diplomatic and Epistolary Conventions: The Example of Timothy and Titus,” Journal of Biblical Literature 111 (1992): 641-62

[30] Sobre el viaje, véase además Jerome Murphy-O’Connor, “On the Road and On the Sea with St. Paul: Traveling Conditions in the First Century,” Biblical Research 1, no. 2 (Summer 1985): 38-47; David French, “Acts and the Roman Roads of Asia Minor,” en The Book of Acts in its Graeco-Ro­man Setting, ed. David W. J. Gill y Conrad Gempf; vol. 2 of The Book of Acts in its First-Century Setting, ed. Bruce W. Winter (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1994), 49-58; Brian M. Rapske, “Acts, Travel, and Shipwreck,” en Gill, Book of Acts, 1-47; E. Randolph Richards, Paul and First-Century Letter Writing (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2004), 189-99

[31] Viajeros a pie recorrían cerca de treinta kilómetros por día. Murphy- O’Connor, “Traveling Conditions,” 40; Rapske, “Acts,” 6

[32] “The likely range for the overall illiteracy level of the Roman Em­pire under the principate is almost certain to have been above 90%.” Wil­liam V. Harris, “Graeco-Roman Literacy and Comparative Method,” The History Teacher 24, no. 1 (Nov 1990): 98. Véase también, Ancient Literacy (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1989); Leonard A. Curchin, “Literacy in the Roman Provinces: Qualitative and Quantitative Data from Central Spain,” American Journal of Philology 116 (1995): 461-76

[33] Pieter J. J. Botha, “The Verbal Art of the Pauline Letters: Rheto­ric, Performance, and Presence,” en Rhetoric and the New Testament: Es­says from the 1992 Heidelberg Conference, ed. Stanley Porter y Thomas Olbricht, Journal for the Study of the New Testament Supplement 90 (Sheffield: JSOT, 1993), 417-19; Stanley K. Stowers, “Social Typification and the Classification of Ancient Letters,” en The Social World of Forma­tive Christianity and Judaism in Tribute to Howard Clark Kee, ed. Jacob Neusner, et al. (Philadelphia, PA: Fortress, 1988), 79

[34] M. Luther Stirewalt Jr., Paul, the Letter Writer (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2003), 13.

[35] Martin S. Jaffee, Torah in the Mouth: Writing and Oral Tradition in Palestinian Judaism, 200 BCE-400 CE (Oxford: Oxford University Press, 2001), 8

[36] Stirewalt, Paul, 23

[37] Richards, Paul and First-Century Letter Writing, 192

[38] Peter Lampe, “The Roman Christians of Romans 16,” en The Ro­mans Debate, 2d ed., ed. Karl P. Donfried (Peabody, MA: Hendrickson, 1991), 230, especula que habría al menos ocho casas iglesias en Roma.

[39] Como una alternativa, Febe podría ya haber tenido la intención de viajar a Roma. En este caso, ella puede haber permanecido más tiempo en la ciudad, quizás hasta que Pablo llegara allí unos dos años más tarde.

[40] Peter Arzt, “Iunia oder Iunias? Zum textkritischen Hintergrund von Rom 16,7,” en Liebe zum Wort: Beitrage zur klassischen und biblischen Philologie, ed. Friedrich V. Reiterer and Petrus Eder (Salzburg: Otto Mul­ler, 1993), 83-102; Linda Belleville, “Iounian . . . ep^semoi en tots apostolois: A Re-examination of Romans 16.7 in light of Primary Source Materials,” New Testament Studies 51 (2005): 231-49; Bernadette Brooten, “‘Junia . . . Outstanding among the Apostles’ (Romans 16:7),” en Women Priests: A Catholic Commentary on the Vatican Declaration, ed. Arlene Swidler and Leonard Swidler (New York, NY: Paulist, 1977), 141-44; Richard Cervin, “A Note Regarding the Name ‘Junia(s)’ in Romans 16.7,” New Testament Studies 40 (1994): 464-70; Eldon J. Epp, “Text-Critical, Exegetical, and Socio-Cultural Factors Affecting the Junia/Junias Variation in Romans 16,7,” en New Testament Textual Criticism and Exegesis, ed. Adelbert Denaux, Bibliotheca ephemeridum theologicarum lovaniensium 161 (Leu­ven: Peeters, 2002), 227-91, esp. 242-91; Valentin Fabrega, “War Junia(s), der hervorragende Apostel (Rom 16,7), eine Frau?” Jahrbuch fur Antike und Christentum 27/28 (1984/85): 47-64; Joseph A. Fitzmyer, Romans, Anchor Bible 33 (New York, NY: Doubleday, 1993), 737-40; Lampe, “Ro­man Christians of Romans 16,” 227-28; John Thorley, “Junia, A Woman Apostle,” Novum Testamentum 38 (1996): 18-29

[41] Brooten, “Junia,” 141-44; Eldon J. Epp, Junia: The First Woman Apostle (Minneapolis, MN: Augsburg Fortress, 2005), 32-44; Epp, “Fac­tors,” 251-63.

[42] Michael Burer y Daniel B. Wallace, “Was Junia Really an Apostle? A Re-examination of Romans 16.7,” New Testament Studies 47 (2001): 76-91; contra Epp, “Factors,” 284-90; Belleville, “Iounian” 242; Belleville, “Women Leaders in the Bible,” en Discovering Biblical Equality: Complementarity without Hierarchy, ed. Ronald W. Pierce and Rebecca Merrill Groothuis (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2004), 117-20. Véase también, Richard Bauckham, Gospel Women: Studies of the Named Women in the Gospels (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2002), 165-80, Burer y Wallace aceptan que Junia era una mujer, pero niegan que era una apóstol. Ellos son apoyados por Heath R. Curtis, “A Female Apostle?: A Note Re­examining the Work of Burer and Wallace Concerning episemos with en and the Dative,” Concordia Journal 28 (2002): 437-40

[43] Belleville, “Iounian” 242

[44] Véase especialmente Mat 10:2; Marcos 3:14, 6:30; Lucas 6:13, 9:10, 17:5, 22:14; Hechos 1:2, 26; Ap. 21:14. El cuarto evangelio se refiere a “los Doce” pero no a los “apóstoles”.

[45] Rom, 1 Cor, 2 Cor, Gal, Efe, Col, 1 Tim, 2 Tim, Tito; véase también Rom 11:13; 1 Cor 9:1-2, 15:9; Gal 2:8; 1 Tes 2:6-7; 1 Tim 2:7; 2 Tim 1:11

[46] La presencia de humon (“su”, “vuestro”) en Fil. 2:25 y el hecho de que Epafrodito fue de hecho enviado a Filipo (probablemente como el portador de la carta) hace posible que apostolos aquí se refiere a su tarea más que a su título (el verbo en Fil. 2:25, sin embargo, es pempo en vez de apostelō).

[47] Eisen, Officeholders, 50

[48] Fitzmyer, Romans, 737-38, enumera 16; Epp, “Factors,” 244, 251­52, apoya a Fitzmyer y argumenta en contra de las supuestas excepciones.

[49] Commentarius in Epistolam ad Romanos 31.2; traducción de Brooten, “Junia,” 141

[50] Eisen, Officeholders, 50-51

[51] Eisen, Officeholders, 52; Gilbert Dagron y Marie Dupre la Tour, Vie et Miracles de saint Thecla: Texte Grec, Traduction et Commentaire Subsidia Hagiographica 62 (Brussels: Societe des Bollandistes, 1978), 168, 170, 274

[52] Eisen, Officeholders, 52-54; David M. Lang, Lives and Legends of the Georgian Saints, Selected and Translated from the Original Texts (London: Allen & Unwin; New York, NY: Macmillan, 1956), 13-39

[53] Contra la teoría de que Pablo utiliza el “plural de modestia” o el “plural editorial”, véase Samuel Byrskog, “Co-Senders, Co-Authors and Paul’s Use of the First Person Plural,” Zietschrift fur die neutestamentliche Wissenschaft und die Kunde der alteren Kirche 87 (1996): 230-50; Paul Ellingworth, “‘We’ in Paul,” The Bible Translator 56 (2005): 227, 230-32. Como alternativa, el “nosotros” de Pablo puede referirse a todos los apóstoles, una teoría que ni confirma ni niega el lugar de Febe en ese grupo.

[54] Efesios y las pastorales también presentan un coautor.

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