¿Conservador o liberal?

¿Conservador o liberal?

Por Ty Gibson

 

“Entonces oirán ustedes decir a sus espaldas estas palabras: «Éste es el camino; vayan por él. No se desvíen a la derecha ni a la izquierda.»” (Isaías 30:21)

Aparentemente Dios ve en nosotros una inclinación a alterar nuestro rumbo a la derecha o a la izquierda. De hecho, una de las palabras para pecado en la Biblia es “iniquidad”, avon en hebreo, que significa tener una tendencia o inclinación. Es una característica general de los seres humanos polarizarse en campos conservadores o liberales, política y socialmente. El hecho de que la iglesia experimenta esta misma segregación polarizante a la derecha o a la izquierda nos muestra que tendemos a traer nuestras personalidades desbalanceadas dentro de la religión con nosotros.

Elena de White observó perspicazmente este hecho:

“En la naturaleza humana existe la tendencia a irse a los extremos, y de un extremo a otro, totalmente opuesto. Muchos son fanáticos. Los consume un celo equivocado por la religión, pero el carácter es la verdadera prueba del discipulado. ¿Poseen ellos la mansedumbre de Cristo, poseen su humildad y su dulce benevolencia? ¿Está el templo del alma vacío de orgullo, arrogancia, egoísmo y censura? Si no lo está, entonces no saben ellos a qué clase de espíritu pertenecen. No se dan cuenta de que el verdadero cristianismo consiste en llevar mucho fruto para la gloria de Dios.” (Testimonios para la Iglesia, tomo 5, p. 285)

Ser conservador o liberal no es nada de lo cual estar orgullosos. Es una manifestación de nuestra tendenciosa, desequilibrada,  pecaminosa naturaleza humana.

Los liberales tienden a estar orgullosos de su liberalismo, y los conservadores tienden a estar orgullosos de su conservadurismo. Pero la verdad es que ambas son manifestaciones del problema del pecado. Nuestras predisposiciones extremas a la derecha o a la izquierda son dos formas de la misma enfermedad mental. Tanto a los conservadores como a liberales en la iglesia les debería parecer profundamente perturbador que conservadores y liberales, Fariseos y Saduceos, crucificaron a Cristo unidos.

No importa cuán diferentes los conservadores y liberales parezcan ser en la superficie, porque ellos tienden a tener una característica definida en común: ellos se odian entre sí, o al menos, se caen mal, se desacreditan, se rechazan, y se desmiembran políticamente entre sí. En ambos lados hay orgullo en sus opiniones, arrogancia en sus actitudes y, lo más revelador, un espíritu de censura contra el otro lado. Así que las diferencias son solo superficiales, mientras que en su corazón son movidos por el mismo espíritu –el espíritu de enemistad egoísta que crucificó a Jesús.

En pocas palabras: no hay virtud alguna en ser conservador, y no hay virtud alguna en ser liberal. La única virtud en absoluto es en Cristo, y nuestra única seguridad real es vivir su amor hacia aquellos con quienes nos encontramos en desacuerdo, especialmente hacia aquellos con quienes nos encontramos en desacuerdo.

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