Base Bíblica de la Ordenación de las Mujeres

Base Bíblica de la Ordenación de las Mujeres

Declaración emitida en 1990 por Time for Equality in Adventist Ministry [Tiempo de Igualdad en el Ministerio Adventista]

Creemos que la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamentos, es la Palabra de Dios. Es la revelación infalible de la voluntad de Dios, la norma del carácter, la prueba de la experiencia y la revelación autorizada de la verdad (2 Ped. 1:20-21; 2 Tim. 3:16-17; Sal. 119:105; Juan 17:17; ITes. 2:13).

Creemos que Dios también habló por medio de Elena G. de White, pero debido a que la Biblia sola es la prueba y norma de todos sus escritos, nos confinamos aquí a sus enseñanzas.

Creemos que las Sagradas Escrituras, consideradas en su totalidad, enseñan la igualdad de las mujeres y señalan certeramente en dirección a la ordenación de las mujeres al ministerio evangélico.

El testimonio de las Sagradas Escrituras

  • Creación—Las Sagradas Escrituras testifican que Dios creó al hombre y la mujer a su imagen y semejanza. El le dio a ambos la orden de poblar la tierra y de tener dominio sobre ella (Gén. 1:26-28).
  • Asociación—Las Escrituras testifican que Dios se proponía que hombres y mujeres vivieran y trabajaran en asociación y con mutuo respeto e igualdad. Dios llamó a la mujer ezer “ayuda”(Gén. 2:18), término que con frecuencia se refiere a Dios (1 Sam. 7:12; Sal. 121:1-2).
  • La caída—Las Escrituras testifican que Adán y Eva cayeron en la desobediencia bajo la seducción del tentador (Gén. 3:6, Rom. 5:12-21; 1 Cor. 15:21-22). Como resultado de la caída, el orden establecido originalmente por Dios se trastornó, por lo que las mujeres quedaron sometidas a los hombres. Génesis 3:16 describe lo que acontecería como resultado de esta caída fuera del plan divino, antes que indicar la voluntad divina para la mujer.
  • Redención—Las Escrituras testifican que en Jesucristo “ya no hay judío ni griego,ni siervo ni libre, ni hombre ni mujer”(Gál. 3:28). Su cruz es el gran instrumento igualador, que nos hace uno en él sin importar casta, raza, color, edad, condición social ni género (Efe. 2:11-19).
  • Discipulado—Las Escrituras testifican que Jesús llamó a mujeres tanto como a hombres al discipulado. Emancipó a las mujeres al escoger a algunas de ellas para que recibieran sus enseñanzas, compartieran su ministerio itinerante y que fueran testigos de su resurrección (Luc. 8:1-3; 10:38-41; Mar. 15:40-41 Juan 20:17-18; Mat. 28:1-10).
  • Primacía—Las Escrituras testifican que la iglesia cristiana posee una sola cabeza,Jesucristo (Efe. 1:22-23; 5:23; Col. 1:18). Los dirigentes de su iglesia no ejercen dominio sobre los demás, sino más bien les sirven y los capacitan para el ejercicio de sus dones espirituales (Mat. 20:25-28; Juan 13:12-17; 1 Ped. 5:1-4).
  • Dones Espirituales—Las Escrituras testifican que Dios dio el Espíritu Santo en Pentecostés a las mujeres tanto como a los hombres (Hech. 2:1- 21). El Espíritu Santo continúa su ministerio morando en cada cristiano independiente de su género, y confiriendo dones espirituales a todos (Juan 16:7-14; Rom. 8:9,14; 1 Cor. 12:4-11).
  • Ministerio—Las Escrituras testifican que la obra del ministro evangélico es un don del Espíritu Santo, y que lo mismo que el del profeta, es conferido sin distinción de género (Efe. 4:11-12). En la iglesia del Nuevo Testamento, las mujeres tanto como los hombres ministraban bajo la autoridad de Cristo (Hech. 1:14; 18:26; 21:9;Rom. 16:1-7,12-13,15; Fil. 4:2- 3; Col. 4:15).
  • Ordenación—Las Escrituras testifican que la ordenación al ministerio evangélico es una ceremonia pública de la iglesia en reconocimiento a una designación anterior efectuada por el Espíritu Santo (Hech. 6:1-6; 13:1-3; 14:23). En el Nuevo Testamento no aparece la palabra “ordenar”, y la ceremonia realizada por la iglesia no añade nada a la capacitación ya provista por el Espíritu Santo. En el Nuevo Testamento los ministros de la iglesia evangélica no funcionan como sacerdotes al estilo del Antiguo Testamento, puesto que cada cristiano es un sacerdote (1 Ped. 2:9-10;Apoc. 1:6-5:10).
  • Misión—Las Escrituras testifican que en los últimos días, bajo la bendición de la lluvia tardía, las mujeres tanto como los hombres recibirán poder para el servicio, cuando el Evangelio se lleve a toda nación, tribu, lengua y pueblo Qoel 2:28-32; Mat. 24:l4;Apoc. 14:6-7).

Principios de interpretación

Creemos que la Biblia es su propio intérprete. Sin embargo, para comprender esa interpretación, es necesario estudiar la Biblia como un todo, reuniendo todos los pasajes que se refieren a un tema determinado. Al buscar la verdad en la totalidad de la Biblia bajo la dirección del Espíritu Santo, Dios nos ayudará a discernir el diseño perfecto de las Sagradas Escrituras.

Los Adventistas del Séptimo Día hace mucho que han reconocido la necesidad de comprender los pasajes oscuros a la luz de los que muestran claramente la verdad de Dios. Enseñamos que la parábola del rico y Lázaro, por ejemplo, debe comprenderse a la luz de las claras instrucciones de la Biblia concernientes a la muerte y la resurrección (Luc. 16:19-31; Ecl. 9:5-6, 10;Juan 11:11-14; ITes.4:13-16; 1 Cor. 15:51-55).

Del mismo modo, los pocos pasajes que causan la impresión de restringir la plena participación de las mujeres en la vida y el ministerio de la iglesia (1 Cor. 11:2-16; 14:33-36; ITim. 2:9-15),no deben interpretarse en contradicción con el resto de las Escrituras.Tenemos que interpretarlos en base a la totalidad de la enseñanza de las Escrituras y de su contexto total.

Los adventistas nunca han considerado estos pasajes en forma simplista, aislados del resto de las Escrituras. Si lo hubieran hecho, habrían negado el llamamiento de Elena G. de White y su autorizada actuación en público y en el pulpito, y en la actualidad eliminarían a las mujeres de los cargos médicos, docentes o de liderazgo.

Creemos

Creemos que la base para la ordenación de las mujeres reflejada en este documento es totalmente bíblica.

Creemos que la Biblia, considerada en su totalidad, libera a las mujeres tanto como a los hombres y los coloca en una base de igualdad, posibilita para ambos una plena participación en la vida y el ministerio de la iglesia, y pone a su alcance el ejercicio de los dones espirituales.

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