Los Primeros Adventistas del Séptimo Día y la Ordenación (1844-1863)

Los Primeros Adventistas del Séptimo Día y la Ordenación (1844-1863)

Por George Knight

 

El Adventismo del Séptimo día se originó en un clima anti-organizacional. A lo largo de 1843 y 1844 se disciplinaba cada vez más a los creyentes milleritas y se los desfraternizaba de sus distintas denominaciones, mayormente por causa de su creencia en una segunda venida de Jesús premilenaria y por su agitación pública del tema. Cuanto más cercano el vaticinado fin del mundo, tanto más serio se convirtió el problema tanto para las iglesias como para los milleritas.

En el verano de 1843 el tema se había enconado a tal extremo, que Charles Fitch publicó un folleto indicando que “cualquiera que se opusiera al REINO PERSONAL [es decir, la segunda venida] de Jesucristo sobre este mundo sentado en el trono de David, es ANTICRISTO”, o Babilonia. Fitch argüía que las denominaciones, tanto protestantes como católicas, habían apostatado de la verdad por su violenta oposición a lo que los milleritas consideraban como doctrina bíblica cardinal. Así se habían convertido en una Babilonia de confusión entre el cristianismo y el error. Muchos milleritas vieron esto como el fruto no sólo de la insistencia de las denominaciones en adherirse a sus credos inflexibles, sino también de la maquinaria de la iglesia, la cual había sido usada para perseguir al pueblo de Dios que creía en la Biblia.[1]

La crisis babilónica

El resultado final del problema con las denominaciones fue que gran número de milleritas se aferraron más cerradamente a que ellos no tenían otro credo que la Biblia. Otro resultado fue la aversión por parte de muchos a cualquier forma de organización eclesiástica. Fue así como Fitch logró que muchos lo siguieran cuando llamó a sus hermanos y hermanas adventistas a salir de Babilonia, o de las iglesias organizadas.[2]

En febrero de 1844, George Storrs llevó la lógica implícita en el argumento de Fitch un gran paso adelante. “Cuídense —escribió a sus hermanos en la fe— de no intentar hacer otra iglesia. Ninguna iglesia se puede organizar por invención humana porque se convierte en Babilonia en el momento cuando es organizada”.[3]

El llamamiento de Storrs fructificó ampliamente entre los creyentes que habían sufrido el chasco. De hecho, de las diferentes denominaciones que comenzaron a desarrollarse a partir de la crisis millerita a fines de 1844, ninguna fue capaz de crear una organización formal antes de fines de la década de 1850 o comienzos de la de 1860. Los impulsos antiorganizacionales estaban en el corazón de su experiencia y se impusieron en la práctica.[4]

Desafortunadamente, esto dejó a los creyentes sin defensa contra las creencias divergentes y las diferentes formas de fanatismo que recorrieron los grupos de adventistas en los años de la década de 1840 y 1850. Cualquiera que deseara predicar tenía más o menos las puertas abiertas en cualquier grupo que se considerara adventista. No había controles sobre la ortodoxia y ni siquiera sobre la moralidad en amplios sectores del adventismo, cuando debieron enfrentar la crisis de un ministerio autodesignado. Por supuesto, algunos ministros responsables deseaban crear normas apropiadas, pero sus opositores simplemente acusaban a sus hermanos de tratar de quitarles la libertad dada por Dios, actuando como si pertenecieran a Babilonia. Y tal acusación encontró un suelo fértil en el millerismo posterior al chasco, desorganizado y desorientado.[5]

Los problemas que encaraba el adventismo en general también afectaban a la rama sabatista del movimiento. Para fines de 1853, los líderes sabatistas decidieron elevar el asunto a un nivel de más alta visibilidad entre sus adherentes. Como resultado, en diciembre, al mismo tiempo que observaba que Dios había guiado a su pueblo fuera de Babilonia y “de la confusión y esclavitud de las creencias hechas por el hombre”, Jaime White también trataba de llamar la atención de los sabatistas al “orden del evangelio”, es decir la organización de la iglesia, como se presenta en las Escrituras.

Es un hecho lamentable que muchos de nuestros hermanos adventistas, que escaparon oportunamente de la opresión en las diferentes iglesias que como cuerpo rechazan la doctrina adventista, han estado desde entonces en una Babilonia más perfecta que nunca antes. Demasiado han pasado por alto el orden del evangelio.

El pueblo adventista decidió tomar la Biblia como su guía en doctrina y en obligaciones. Si se hubiese seguido esa guía estrictamente, y cumplido los principios del evangelio en cuanto a orden y disciplina, se hubiera ahorrado mucha confusión. Muchos, en su celo por salir de Babilonia, participaron de un espíritu arrebatado, desordenado, y pronto se encontraron en una perfecta Babel de confusión… Dios no ha llamado a ninguna de estas personas a salir de la confusión de las iglesias, con el propósito de quedar sin disciplina… Suponer que la iglesia de Cristo está libre de restricciones y disciplina, es un loco fanatismo.[6]

Elena de White pensaba lo mismo que su esposo. Más tarde, en 1853, escribió un artículo basado mayormente en una visión que había recibido en septiembre de 1852. Señaló: “El Señor ha mostrado que se ha temido y descuidado demasiado el orden del evangelio. Se debe evitar el formalismo, pero al mismo tiempo no se debe descuidar el orden”. Hay orden en los cielos, y la iglesia en la tierra tuvo orden tanto durante el ministerio de Cristo como después de su ascensión. Y en “estos últimos días… en realidad hay más necesidad de orden que nunca antes”, dado que el conflicto entre Cristo y Satanás se intensificará. Ella sostenía que es el propósito de Satanás mantener el orden fuera de la iglesia.[7]

En ese punto de su presentación, Elena de White hace una transición crucial al presentar el daño hecho por ministros no calificados que son “enviados precipitadamente al el campo, hombres sin sabiduría, carentes de criterio”. Ella expresó su preocupación por esos hombres, “cuyas vidas no son santas, que no son idóneos para enseñar la verdad presente, que ingresan al campo de trabajo sin ser reconocidos por la iglesia… y el resultado es confusión y desunión”. Señala que, desafortunadamente, “estos hombres, que no han sido llamados por Dios, son generalmente los que están más seguros de su llamado”. Tales “mensajeros autoenviados son una maldición para la causa”[8].

“Vi —continúa Elena de White— que la iglesia debía sentir su responsabilidad, y debiera mirar cuidadosa y atentamente las vidas, aptitudes y trayectoria general de quienes profesan ser maestros”, para ver si Dios los ha llamado al ministerio de la predicación. Así como su esposo, ella apeló a la iglesia a “refugiarse en la palabra de Dios, y tomar firme posición sobre el orden del evangelio que se ha pasado por alto y descuidado”[9].

Luego conduce a sus lectores a los días de los apóstoles, cuando la iglesia también estaba en peligro de ser engañada por falsos maestros. La solución de Dios, observó ella, fue la designación de ministros mediante la imposición de las manos. Esos líderes podían entonces bautizar y administrar los ritos de la Cena del Señor[10].

Elena de White, como podía esperarse, propugnó que los adventistas sabatistas siguieran el ejemplo apostólico establecido en la Biblia. “Hermanos de experiencia… con oración ferviente, y con la sanción del Espíritu de Dios, debieran imponer las manos sobre quienes han demostrado a pleno haber recibido la comisión de Dios, y apartarlos para que se dediquen enteramente al trabajo”[11].

Autoridad para la ordenación

Como se señaló arriba, la preocupación de Elena de White por la necesidad de ordenar ministros estaba arraigada en las enseñanzas del Nuevo Testamento. Esa postura fue presentada coherentemente por Jaime White, J. B. Frisbie y otros de los primeros escritores sabatistas sobre la ordenación.

Un artículo de Jaime White del 20 de diciembre de 1853 es bastante representativo del tratamiento sabatista, tanto en su lógica como en el uso de la Escritura. Señala que Jesús  “ordenó doce… para enviarlos a predicar’. Marcos 3:14”. Los comisionó para que predicaran y bautizaran creyentes en su nombre (Mt 28:19-20). Luego, basando su razonamiento en Ef 4:11-16, señala que los ministerios de predicación y evangelismo serían parte de la iglesia hasta el final de los tiempos.[12]

Otros escritores sabatistas, tales como J. B. Frisbie, demostraron a partir de Hechos y de las epístolas pastorales que la imposición de manos se practicó en el período de la iglesia primitiva. No sólo, señala él, se escogió a un discípulo en reemplazo de Judas Iscariote (Hch 1:20-26), sino que también Saulo y Bernabé fueron apartados mediante la imposición de las manos por parte de la iglesia para el trabajo del ministerio (Hch 13:1-4). En manera similar, Pablo y otros líderes cristianos primitivos separaron obreros idóneos para el trabajo de la iglesia por medio de la imposición de las manos. Para Frisbie, la ordenación “era el acto de separación por medio del cual la gracia se impartía para hacer el trabajo y oficio de un obispo”[13].

En resumen, los líderes sabatistas por la mitad de la década de 1850 no tenían dudas acerca de la validez bíblica de la ordenación. Aun quienes se oponían a J. White en la organización de una estructura formal de iglesia, tales como R. F. Cottrell, tenían clara la base bíblica y la necesidad de la ordenación[14]. La literatura sabatista no indica otra fuente que no sea la Biblia para justificar el desarrollo de la postura sobre la ordenación. Por otro lado, los líderes sabatistas evidentemente conocían lo que se hacía en cuanto a ordenación en las demás iglesias. Después de todo J. White y los demás habían sido ordenados en diferentes denominaciones antes de su salida de “Babilonia”.

Más allá del precedente bíblico y la enseñanza sobre el tema de la ordenación, White propone tres objetivos que podrían lograrse por la ordenación. Primero, los que salen al “frío mundo” a predicar el mensaje adventista debieran “saber que tienen la aprobación y la simpatía de los hermanos ministros y de la iglesia”. Segundo, la ordenación tendría un impacto unificante sobre la iglesia que haría avanzar su mensaje, dado que “donde no hay unidad de acción, hay menos interés duradero y se logra mucho menos”.[15]

Estos dos primeros objetivos que habrían de cumplirse mediante la ordenación, eran importantes para J. White, pero le dio la mayor parte del espacio a su tercer punto: “cerrar una puerta contra Satanás”. “En ninguna otra cosa el evangelio ha sufrido tanto —escribió—, como bajo la influencia de los falsos maestros. Ciertamente podemos decir, por la experiencia de varios años, que la causa de la verdad presente ha sufrido más por los que han asumido la tarea de enseñar, a quienes Dios nunca envió, que en ninguna otra cosa”.[16]

White sostenía que la ordenación para el ministerio era una necesidad imperiosa del momento:

“Permitamos a quienes Dios llama a enseñar y bautizar, ser ordenados de acuerdo con la Palabra, y conocidos como aquellos en quienes el cuerpo de la iglesia tiene confianza. De esta manera el mayor motivo de males que ha existido entre nosotros como pueblo, será removido”[17].

La ordenación en los primeros tiempos

Es obvio que los adventistas sabatistas avanzaron durante varios años sin ningún medio de ordenar nuevos obreros. Pero eso no significa que carecían de pastores ordenados. Por el contrario, varios hombres habían sido ordenados al ministerio del evangelio antes de ser adventistas. Jaime White había sido ordenado en la Conexión Cristiana. Pareciera que Frederick Wheeler y John Byington fueron ordenados como pastores metodistas, y A. S. Hutchins fue ordenado en la iglesia Bautista del Libre Albedrío[18]. Indudablemente había otros, pero el problema era que la incipiente denominación no tenía un mecanismo para certificar nuevos ministros.

En la primera década del movimiento sabatista los ministros que habían sido ordenados en otras denominaciones trasladaron su ordenación al adventismo. Así es como leemos en 1856 que la Cena del Señor se “administraba regularmente entre los adventistas, por los ministros ordenados de las distintas denominaciones que componían las filas adventistas”. Pero eso cambiaría en 1862, cuando se votó oficialmente en la recientemente establecida Asociación de los Adventistas del Séptimo Día de Michigan que “los ministros de otras denominaciones que abracen la verdad presente, habían de dar evidencia de ser llamados a predicar el mensaje [adventista], y ser ordenados entre nosotros, antes de oficiar en la Santa Cena”[19].

Entretanto, al principio de la década de 1850, los sabatistas habían comenzado a ordenar a obreros de la iglesia. Es imposible determinar el comienzo exacto de la práctica o incluso quien fue el primero en ser ordenado. J. N. Loughborough sostiene que su ordenación, recibida de manos de Jaime White y M. E. Cornell, fue “el primer servicio de esta clase entre los adventistas del séptimo día”, pero no hay pruebas contemporáneas. Loughborough no se unió a la iglesia sino a fines de 1852 y aparentemente no se lo ordenó hasta 1854, a la edad de veintidós años[20].

El primer registro que se conoce de una ordenación de los adventistas sabatistas fue la de Washington Morse en julio de 1851. Durante un servicio en donde seis candidatos fueron bautizados, la Review and Herald informa que “nuestro querido hermano Morse fue apartado por la imposición de las manos, para la administración de la Santa Cena en la casa de Dios. El Espíritu Santo testificó mediante el don de lenguas, y solemnes manifestaciones de la presencia y poder de Dios. El lugar estaba solemne, aunque glorioso”. Sin embargo, en 1888, haciendo memoria, Morse data su ordenación al “ministerio” en el verano de 1853[21].

Algunos han especulado que la ordenación de 1851 puede haberle permitido a Morse funcionar solamente en la administración de la cena del Señor como precursor de lo que llegó a conocerse como anciano de iglesia local, mientras que la ordenación posterior fue para el ministerio total del evangelio. Sin embargo, esa conclusión no parece correcta por lo menos por dos razones. Primero, hay otros problemas de fechas en el artículo de Morse de 1888. Eso es bastante comprensible, dado que se trata de recuerdos de sucesos que habían tenido lugar hacía más de 35 años. Segundo, Morse recalca en el artículo de 1888 que después de su ordenación al ministerio había “recibido las evidencias más inequívocas de la aprobación de Dios”. Esta observación ciertamente concuerda con el informe de la ordenación de Morse de 1851, según el cual “el Espíritu Santo testificó por el don de lenguas, y manifestaciones solemnes de la presencia y poder de Dios”[22].

Así la ordenación de Morse de 1851 probablemente representa la primera ordenación al ministerio evangélico por los adventistas sabatistas de la cual haya registro. Pero aun si es correcta la posterior reminiscencia de Morse de que el evento tuvo lugar en el verano de 1853, la suya todavía sería la primera ordenación de la cual se tiene registros contemporáneos.

La ordenación al ministerio no se convirtió en una práctica general entre los sabatistas hasta el otoño de 1853. Al comienzo de ese año los líderes adoptaron un plan por el cual los  predicadores sabatistas aprobados recibían una tarjeta “recomendándolos a la congregación del pueblo del Señor por todas partes, simplemente declarando que eran aprobados en el trabajo del ministerio del evangelio”. Las tarjetas eran fechadas y firmadas por dos ministros conocidos como líderes del movimiento adventista sabatista. La que se le dio a Loughborough en enero de 1853 fue firmada por Jaime White y José Bates[23]. Por supuesto, el propósito de las tarjetas era hacer más difícil que los charlatanes medraran entre los creyentes dispersos.

Métodos de ordenación

Como se señaló en la sección anterior, la ordenación de los pastores no encontró un lugar significativo en las filas sabatistas hasta el otoño de 1853. En ese punto comenzamos a encontrar mención frecuente de tales programas. Parecen haber sido más bien sencillos y directos. Sus componentes pueden estudiarse en los informes de la Review. En el número del 20 de septiembre leemos: “‘Pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros’, apartar al hermano Lawrence para el trabajo del ministerio evangélico, para administrar las ordenanzas de la iglesia de Cristo [la Santa Cena], mediante la imposición de manos. La iglesia estuvo de total acuerdo en este asunto. Esperamos que nuestro querido hermano, pueda dedicarse totalmente al estudio y a la predicación de la palabra”[24].

Dos meses más tarde Jaime White informó que a J. N. Andrews, A. S. Hutchins y C. W. Sperry se los separó “para el trabajo del ministerio (para que pudieran sentirse libres de administrar las ordenanzas de la iglesia de Dios) por la oración y la imposición de manos”. Durante el servicio, el “Espíritu Santo cayó sobre nosotros. Allí inclinados delante de Dios, lloramos y nos regocijamos juntos”. El mismo artículo dice que E. P. Butler, Elon Everts y Josiah Hart también fueron ordenados. “Mientras estábamos ocupados en este deber muy solemne, la presencia del Señor se manifestó de verdad. Nunca presenciamos un momento más precioso y conmovedor. La misma atmósfera a nuestro alrededor parecía tan agradable como el cielo. ¡Cuán animador para el cristiano es saber que sus más honestos esfuerzos por cumplir sus obligaciones son reconocidos y bendecidos por el cielo!”[25]

La forma de ordenación no varió en ese primer período. Así leemos en 1861 que “al cierre de esta reunión, se ordenó al hermano D. T. Bourdeau mediante la oración y la imposición de las manos de los hermanos predicadores presentes. El Espíritu Santo descendió suave y poderosamente sobre nosotros, aprobando manifiestamente este importante y solemne paso”[26].

Los elementos claves del servicio de ordenación en estos informes y muchos otros mencionados por la Review eran la oración y la imposición de manos por los demás pastores. Por lo tanto, no había nada diferente en el programa de ordenación de los adventistas sabatistas. Estaban bastante en armonía con las prácticas de las iglesias evangélicas de su tiempo.

Un punto que probablemente resalta en las mentes de quienes hoy leen acerca de estos programas de ordenación es la mención casi universal de la presencia del Espíritu Santo. Dicha presencia se sintió en diferentes formas, desde el don de lenguas en la ordenación de Morse hasta el dulce “derretimiento” experimentado en la ordenación de E. P. Butler, pero casi siempre era mencionada específicamente. Esa experiencia también se la compartía con otras denominaciones. El dulce “derretimiento” era una frase especialmente usada por los metodistas en sus encuentros con la presencia de Dios. Otra práctica de los sabatistas compartida con los metodistas era el período de noviciado ministerial antes que se ordenara a una persona[27].

En 1853 también se vio la primera ordenación de diáconos informada por los sabatistas. En diciembre se apartó a dos hombres “mediante la oración y la imposición de las manos” como oficiales locales de las iglesias en Fairhaven y Dartmouth, Massachusetts. La razón dada para su selección fue que los ministros tenían que viajar y en consecuencia no había nadie que administrara la Cena del Señor. Las congregaciones respectivas creían que tal acción estaba en armonía con el “orden del evangelio”[28].

Por lo tanto, para fines de 1853 los sabatistas tenían dos niveles de ordenación: los predicadores itinerantes que realizaban la tarea de evangelistas y administraban la Santa Cena cuandoquiera estaban presentes, y los diáconos que parecen haber sido los únicos oficiales de la iglesia local en ese primer período. Pareciera que cada iglesia tenía un diácono ordenado por los pastores. Los sabatistas no tenían pastores de iglesia como los conocemos hoy. Más bien, los predicadores eran ancianos itinerantes, más semejantes a los pastores de los circuitos metodistas, con la excepción que no había circuitos ni coordinación de la labor de los pastores en este período de la historia sabatista adventista. En ausencia del pastor, lo cual ocurría con gran frecuencia, el diácono estaba a cargo de la congregación local, combinando las funciones tanto del anciano como la del diácono. La ordenación de los diáconos fue confirmada repetidamente por el Espíritu Santo, tal como la de los ministros[29].

La clarificación de roles entre los sabatistas ordenados

Por enero de 1855 se levantaron cuestionamientos sobre una segunda categoría de oficiales ordenados por las iglesias locales. Así John Byington expresa sus dudas al editor de la Review si tanto “ancianos como diáconos deben ser designados en cada iglesia” con suficiente número de miembros para usar sus talentos. Jaime White le contestó haciendo referencia a Hch 14:21-23, donde se relata que los “apóstoles que predicaban el evangelio, retornaron y exhortaron y confirmaron los ánimos de los discípulos y ordenaron ancianos en cada iglesia”[30].

Dos semanas antes, J. B. Frisbie había señalado que había “dos clases de ancianos predicadores en las iglesias” cuando Pablo le había escrito a Timoteo. La clase que incluía a Pablo, Silas, Timoteo y Tito “tenían el cuidado de todas las iglesias como ancianos itinerantes o evangélicos… Otra clase, la de los ancianos locales… tenían el cuidado pastoral y la vigilancia de una iglesia”. Este modo de ver dos niveles en la dirección de la iglesia se convirtió en la posición aceptada entre los adventistas sabatistas.[31]

Pocos meses después de esas discusiones comenzamos a hallar un aumento en las menciones de ordenación de ancianos. Así leemos en la Review del 27 de diciembre de 1855 que “se propuso tomar en consideración lo adecuado de establecer un mayor orden en las iglesias del centro de Nueva York. Entonces se escogió a los hermanos Hiram Edson y David Arnold, y luego se los apartó por medio de la oración y la imposición de las manos, para que actuasen como ancianos en la iglesia”[32].

En su artículo de enero de 1855, Frisbie expone la manera de ver las obligaciones de los ancianos y de los diáconos que habría de ser aceptada por los sabatistas. “Los puestos de anciano y diácono —escribió—, son diferentes el uno del otro. Uno tiene que cuidar de lo espiritual, el otro de los asuntos temporales de la iglesia”.[33]

Al año siguiente Frisbie levantó el tema de la posición de diaconisa. Citó en el proceso el Comentario de Adam Clarke que señalaba que estos diáconos femeninos eran también “ordenadas para su oficio, por la imposición de las manos del obispo”[34]. En este asunto los sabatistas no acataron las presentaciones de Frisbie sobre el orden de la iglesia.

Un último asunto que se debía resolver tenía que ver con la división de la responsabilidad en el dominio espiritual entre el pastor o anciano itinerante y el anciano local. Pareciera que a fines de la década de 1850, en muchos casos sus obligaciones se superponían. Así Elena de White no sólo habló de “los ancianos locales y de los itinerantes”, sino que mencionó que los ancianos locales tenían la responsabilidad en ausencia de los ministros (itinerantes) “de administrar el bautismo si fuera necesario, o atender a las ordenanzas de la casa del Señor”. Ambos grupos de ancianos habían sido “designados por la iglesia y por el Señor para cuidar de la iglesia, para reprobar, exhortar y reprochar lo desarreglado y confortar al vacilante”. La forma de arreglar la superposición de obligaciones de los ancianos locales e itinerantes, como lo entendía Elena de White, fue la que se aceptó oficialmente en la asamblea organizadora de la Asociación de Michigan en octubre de 1861[35]. Ancianos y diáconos eran a menudo ordenados en el mismo servicio. Especialmente esto fue cierto cuando se establecieron nuevas iglesias.[36]

La ordenación y la organización de la denominación

El 5 y 6 de octubre de 1861 las iglesias de Michigan se unieron y formaron la Asociación de Michigan de los Adventistas del Séptimo Día. Para entonces el proceso y significado de la ordenación había sido bastante bien elaborado por la joven iglesia. Las asambleas organizadoras confirmaron y no inventaron sobre el tema. La función más importante de la organización formal sobre la ordenación fue la de declarar como posición oficial muchos acuerdos tomados previamente. En aquella reunión se tomaron algunas decisiones significativas con respecto a la ordenación: (1) Los pastores reconocidos por la asociación tenían el deber de ordenar oficiales locales para las iglesias. (2) Los que tenían un rango más elevado (en la secuencia de pastor, anciano, diácono) podían realizar las funciones de oficiales de rango inferior, pero los de rango inferior no podían realizar las funciones de los oficiales de rango superior a menos que se los ordenara para un rango superior. (3) Las iglesias locales asumirían la responsabilidad de otorgar cartas de recomendación a los ministros itinerantes que pertenecían a sus congregaciones, para que “las iglesias en distintos lugares no se vieran obligadas a aceptar a falsos hermanos en su medio, a los cuales no conocían”[37].

La asamblea organizadora también votó que se les otorgara a los pastores tanto certificados de ordenación como credenciales firmadas por los oficiales de la asociación. Tales credenciales, habrían de renovarse anualmente. Aparentemente el tema de los falsos predicadores que se infiltraban en las iglesias era todavía un verdadero problema para las congregaciones sabatistas.[38]

En los meses posteriores a la organización, Jaime White no trepidó en exaltar los beneficios de la organización y credencialización ante quienes aún resistían la organización. Tenemos una asociación establecida —proclamaba en la Review de septiembre de 1862— desde la cual nuestros predicadores reciben credenciales que deben ser renovadas anualmente, y ante la cual son responsables. Esto salva a nuestros hermanos de los impostores, y de ser divididos por los predicadores que se han llamado a sí mismos, que mascan tabaco y que odian los dones”.[39]

La asamblea anual de 1862 de la Asociación de Michigan adoptó varias resoluciones que afectarían el trabajo de los ministros ordenados. Primero, dio un paso gigantesco cuando decidió que la asociación designaría el campo de trabajo de los ministros. Anteriormente, cada ministro iba donde creía que podía ser necesario. Como resultado que algunas iglesias eran permanentemente olvidadas mientras otras tenían a veces exceso de liderazgo. Segundo, en las asambleas anuales los ministros informarían de sus tareas durante cada una de las semanas del año. Y tercero, los pastores ordenados que entraran a la fe adventista provenientes de otras denominaciones, ya no realizarían automáticamente funciones ministeriales en las congregaciones adventistas. Tales pastores tendrían que “demostrar haber sido llamados a predicar el mensaje, y ser ordenados entre nosotros”. Esa postura fue un cambio radical de la que habían sostenido desde el comienzo los sabatistas.[40]

El 21 de mayo de 1863, la Asociación de Michigan y otras seis asociaciones estatales se organizaron como Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. Esta extensión de estructura organizacional no realizó cambio alguno en cuanto a la ordenación o al papel de los pastores. Lo que se había desarrollado a lo largo de las décadas previas y había sido institucionalizado por la Asociación de Michigan, se convirtió en el modelo de todas las asociaciones afiliadas a la Asociación General.[41]

Observaciones finales

Entre 1844 y 1863, el grupo que más tarde llegó a ser la Iglesia Adventista del Séptimo Día progresó de una posición radicalmente antiorganizacional a otra de organización por asociación, que pudiera guiar la creciente obra de la iglesia. En primer plano de la necesidad de organizar estaba la necesidad de certificar a los ministros que eran fieles al mensaje sabatista. Esa necesidad se satisfizo tanto por medio de la ordenación como mediante la emisión de certificados de ordenación.

El pensamiento sabatista sobre la ordenación fue más bien pragmático y ecléctico que construido sobre una teología razonada de la ordenación. Sin embargo, los líderes del movimiento se preocuparon por justificar sus prácticas a partir de la Biblia. El propósito de la ordenación era servir a la misión de la iglesia. El enfoque pragmático de los sabatistas era generalmente satisfactorio para sus propósitos, pero dejó algunas ambigüedades en el adventismo, tales como el uso más bien confuso (al menos en algunos países) del término “anciano”(elder) tanto para los pastores como para los oficiales locales. Por otro lado, los adventistas sabatistas parecieran haber estado en armonía con las prácticas de ordenación de las demás iglesias evangélicas de sus días.

Los sabatistas deben haber tenido alguna idea subyacente de sucesión apostólica, dado que los que realizaban las ordenaciones iniciales eran quienes ya habían sido ordenados en otras denominaciones protestantes. Otro punto de interés es que en 1861, la recién organizada Iglesia Adventista del Séptimo Día tenía tres formas de otorgamiento de credencial a sus pastores: (1) una carta de recomendación de la congregación a la cual pertenecían, (2) credenciales de su asociación local, y (3) un certificado de ordenación. Ese triple sistema sería finalmente reemplazado por el sistema de reconocimiento doble practicado hoy: certificados de ordenación más las credenciales de las asociaciones.

Para 1863 la Iglesia Adventista del Séptimo Día tenía sus ideas y su práctica de la ordenación firmemente establecidas. Con excepción de los ancianos itinerantes que se convirtieron en pastores fijos en los comienzos del siglo XX, no ha cambiado mucho la manera como los ministros son elegidos y se les otorga las credenciales o son designados para sus campos de labor. En breve, el sistema de ordenación establecido a fines de la década de 1850 y comienzos de la siguiente, parece haber que funcionado satisfactoriamente para la misión de la iglesia. De esa manera, hasta recientemente, no hubo movimientos pro cambios o cuestionamientos de la forma como las cosas se estaban haciendo. Dicho de otra forma, la ordenación fue algo que los adventistas hicieron, no algo a lo cual dedicaron mucho razonamiento especulativo. Todo eso cambiaría en las décadas de 1970 y 1980, cuando las mujeres comenzaron a ocupar puestos pastorales para los cuales los varones eran ordenados. Ese estímulo ha forzado a la Iglesia Adventista a dar una nueva mirada a una vieja práctica.


Referencias

[1] Charles Fitch, “Come Out of Her, My People” (Rochester, NY: J. V. Himes, 1843), 9-11,16, citado en George R. Knight, ed., 1844 and the Rise of Sabbatarian Adventism (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1994), 87-99;

George R. Knight, Millennial Fever and the End of the World: A Study of Millerite Adventism (Boise, ID: Pacific Press, 1993), 141-158.

[2] David Tallmadge Arthur, “‘Come out of Babylon’: A Study of Millerite Separatism and Denominationalism, 1840-1865” (tesis doctoral, University of Rochester, 1970).

[3] George Storrs, “Come out of Her My People”, Midnight Cry, 15 de febrero de 1844, 238.

[4] Clyde E. Hewitt, Midnight and Morning: An Account of the Adventist Awakening and the Founding of the Advent Christian Denomination,1831-1860 (Charlotte, NC: Venture, 1983), 264-287; Knight, Millenial Fever, 245-342; Arthur, “‘Come out of Babylon’”.

[5] Véase J. N. Loughborough, The Church: Its Organization, Order and Discipline (Washington, DC: Review and Herald, 1906), 85-90, 101.

[6] [James White], “Gospel Order”, RH, 6 de diciembre de 1853, 173. Cf. [James White], “Church Order”, RH, 23 de enero de 1855, 164. Una descripción detallada de la contribución de White al desarrollo organizacional de los Adventistas del Séptimo Día, véase Andrew G. Mustard, James White and SDA Organization: Historical Development, 1844-1881 (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1987).

[7] Ellen G. White, Supplement to the Experience and Views of Ellen G. White (Rochester, NY: James White, 1854), 15; Arthur L. White, Ellen G. White: The Early Years, 1827-1862 (Washington, DC: Review and Herald, 1985), 286.

[8] E. G. White, Supplement, 15-18; J. White, “Church Order”, RH, 23 de enero de 1855, 164.

[9] E. G. White, Supplement, 18, 19.

[10] Ibíd., 19.

[11] Ibíd.

[12] [James White], “Gospel Order”, RH, 20 de diciembre de 1853, 188.

[13] J. B. Frisbie, “Church Order”, RH, 19 de junio de 1856, 62-63; 26 de junio de 1856, 70-71.

[14] R. F. Cotttrell, “What Are the Duties of Church Officers?” RH, 2 de octubre de 1856, 173.

[15] [James White], “Gospel Order”, RH, 20 de diciembre de 1853, 189.

[16] Ibíd. Cf. [James White], “Eastern Tour”, RH, 15 de noviembre de 1853, 149.

[17] [James White], “Gospel Order”, RH, 20 de diciembre de 1853, 189.

[18] James White, Life Incidents (Battle Creek, MI: Seventh-day Adventist Publishing Assn., 1868), 104; Arthur Whitefield Spalding, Origins and History of Seventh-day Adventists (Washington, DC: Review and Herald, 1961), 1:295.

[19] [James White], “The Rise and Progress of Adventism”, RH, 29 de mayo de 1856, 43; Joseph Bates y Uriah Smith, “Business Proceedings of the Michigan State Conference”, RH, 14 de octubre de 1862, 157.

[20] J. N. Loughborough, Miracles in My Life: Autobiography of Adventist Pioneer J. N. Loughborough, ed. Adriel Chilson (Payson, AZ: Leaves-of-Autumn Books, 1987), 39; Seventh-day Adventist Encyclopedia, 2a ed. rev. (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1996), 1: 960-961.

[21] F. M. Shimper, “Dear Bro. White”, RH, 19 de agosto de 1851, 15; Washington Morse, “Items of Advent Experience During the Past Fifty Years, No. 4”, RH, 16 de octubre de 1888, 643.

[22] SDA Encyclopedia, 2:254; Morse, 643; Schimper, 15.

[23] Loughborough, The Church, 101.

[24] James White, “EasternTour”, RH, 20 de septiembre de 1853, 85

[25] [James White], “Eastern Tour”, RH, 15 de noviembre de 1853, 148.

[26] A. S. Hutchins, “Report of Meetings”, RH, 25 de junio de 1861, 40.

[27] Shimper, 15; [James White], “Eastern Tour”, RH, 15 de noviembre de 1853, 148; Matthew Simpson, ed., Cyclopaedia of Methodism (Philadelphia: Everts and Stewart, 1876), 682.

[28] H. S. Gurney, “From Bro. Gurney”, RH, 27 de diciembre de 1853, 199.

[29] Por ejemplo, véase ibíd.; y S. B. Whitney, “From Bro. Whitney”, RH, 20 de mayo de 1862, 199.

[30] [James White], “Church Order”, RH, 23 de enero de 1855, 164.

[31] J. B. Frisbie, “Church Order”, RH, 9 de enero de 1855, 155; R. F. Cottrell, “What Are the Duties of Church Officers?” RH, 2 de octubre de 1856, 173.

[32] J. N. Loughborough, “Oswego Conference”, RH, 27 de diciembre de 1855, 101. Algunos han cuestionado si este pasaje se refería a la ordenación al ancianato local o al pastorado. (Véase SDA Encyclopedia, 1:494.) Varias razones indican que se refiere a la primera. En principio, el año es correcto. El año cuando se discutió por primera vez el tema de los ancianos locales fue 1855. Antes de esto no encontramos a nadie ordenado como anciano, y ninguna discusión sobre el tema. Pero desde 1855 en adelante se encuentran discusiones acerca de las diferencias en las tareas de los ancianos y diáconos y ancianos y pastores. Además de eso, encontramos informes regulares de la ordenación de ancianos locales. En segundo lugar, invariablemente, tanto antes como después de 1855, se hace referencia a los que habían sido ordenados como ordenados al “ministerio” o al “ministerio evangélico”, no como ancianos. En tercer lugar, el contexto del pasaje se presta para la interpretación del anciano local.

[33] J. B. Frisbie, “Church Order”, RH, 9 de enero de 1855, 155. Cf. J. B. Frisbie, “Deacons”, RH, 31 de julio de 1856, 102; R. F. Cottrell, “What Are the Duties of Church Officers?” RH, 2 de octubre de 1856, 173.

[34] J. B. Frisbie, “Deacons”, RH, 31 de julio de 1856, 102.

[35] E. G. White a los hermanos Scott, 6 de julio de 1863; E. G. White al hermano B., sin fecha (B-20-1859); E. G. White, MS 1, 1859; J. N. Loughborough y otros, “Conference Address”, RH, 15 de octubre de 1861, 157.

[36] Por ejemplo véase R. F. Cottrell, “A Short Tour Among the Saints”, RH, 25 de noviembre de 1858, 4; Wm. S. Ingraham, “From Bro. Ingraham”, RH, 27 de octubre de 1859, 184; Jn. Bostwick, “Conference in Lynxville, Wis.”, RH, 19 de junio de 1860, 37; James White, “Western Tour”, RH, 6 de noviembre de 1860, 196.

[37] J. N. Loughborough y otros, “Conference Address”, RH, 15 de octubre de 1861, 156-157.

[38] Joseph Bates y Uriah Smith, “Doings of the Battle Creek Conference, Oct. 5 & 6, 1861”, RH, 8 de octubre de 1861, 148.

[39] James White, “Organization”, RH, 30 de septiembre de 1862, 140.

[40] Joseph Bates y Uriah Smith, “Business Proceedings of the Michigan State Conference”, RH, 14 de octubre de 1862, 157.

[41] “Report of General Conference of Seventh-day Adventists”, RH, 26 de mayo de 1863, 204-206.

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