La Imposición de Manos en la Ordenación: Un Estudio Escriturístico

La Imposición de Manos en la Ordenación: Un Estudio Escriturístico

Por Keith Mattingly

 

Una de las respuestas dadas a la sugerencia que las diaconisas sean ordenadas por imposición de manos, así como lo son sus contrapartes varones, es: “No necesito de la imposición de manos para realizar lo que necesito hacer; estoy muy bien sin ella”. Recientemente, un hombre que había sido elegido como diácono hacía siete meses dijo que no deseaba la imposición de manos “porque después de todo, en realidad no es mucho lo que hago”. Mi propia experiencia indica que la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en general, parece poner poco énfasis sobre el tema. Personalmente recibí la imposición de manos en ordenación dos veces, una como anciano y la segunda como pastor. En ambas situaciones no recibí instrucción alguna acerca del significado de la imposición de manos o de las razones para ella. Sin embargo, la iglesia mantiene la práctica.

Acerca de las iglesias protestantes que niegan que la ordenación sea un sacramento de la iglesia, Marjorie Warkentin pregunta: “¿Por qué encontramos necesario imponer las manos a una persona en público?”[1] En este capítulo intentaré contestar la pregunta repasando evidencias bíblicas pertinentes al tema de la ordenación. Enfatizaré el Antiguo Testamento, en el cual se basa el Nuevo Testamento al describir la así llamada ordenación. Luego extraeré las conclusiones que responden a la pregunta: “¿Cuál es el concepto bíblico de la imposición de manos?”

La imposición de manos en general

No es sorprendente que “la mano” juegue un rol simbólico significativo en el Antiguo Testamento y en el antiguo Cercano Oriente. Se creía que las partes del cuerpo eran en realidad “el asiento de diferentes atributos, aun de la vida misma,”[2] o “vehículos de la vida inherente en el cuerpo entero”[3]. Los escritores veterotestamentarios usaron la mano en diversas maneras para caracterizar a una persona. Aubrey Johnson señala que la mano indicaba sentimientos, era asociada con el poder, indicaba propósito, reforzaba o daba efecto a la palabra escrita o hablada, incluía implicaciones mágicas o mágico-religiosas, adquiría responsabilidad personal o participaba en alguna forma de conducta personal, era motivo de juicio moral y, con un sufijo posesivo (tal como “mi mano”), se tornaba en forma enfática de pronombre personal[4].

El sustantivo hebreo para mano, yad, denota individualidad, capacidad, posesión, poder, autoridad y creatividad. El uso de la palabra en la frase “imposición de manos” puede simbolizar que el receptor de la acción era posesión de quien le imponía las manos o que recibía poder y autoridad. Yahweh habló, dio mandamientos, actuó y ordenó por medio de la mano de agentes humanos. Por lo tanto, “la mano” se convierte en símbolo de agencia, un símbolo de la presencia visible del Señor[5].

La frase del Antiguo Testamento para la imposición de manos, samak yad , literalmente “apoyó [su] mano”, aparece 25 veces en una diversidad de contextos. Dieciocho veces las manos aparecen impuestas sobre animales para el sacrificio o el chivo emisario[6], cinco veces sobre personas[7], una vez sobre un objeto inanimado (una pared, Am 5:19), y un pasaje describe el apoyo que provee Jehová al que cae (Sal 37:24). Que 23 de los 25 textos se encuentran en un ambiente cúltico o de adoración lleva a la conclusión que esta frase compuesta por dos palabras equivale a “un término técnico, por medio del cual se describe una ceremonia o ritual”[8].

El verbo samak sugiere apoyarse, un ademán por medio del cual se aplica presión sobre alguien[9]. David Daube compara la imposición de manos usando el verbo samak con el mismo gesto usando  sim (poner) y shith (ubicar), en la imposición de manos al bendecir. Propone que samak significa “apoyar vigorosamente” y las otras palabras se refieren a una fuerza de carácter mucho más “suave”[10]. Más recientemente, Wright ha sostenido que esta distinción es “difícil de sustentar con la magra evidencia disponible” y que el verbo samak “puede ser meramente idiomático y no indicar que se aplica presión”[11]. De hecho, samak expresa más que un mero  “apoyar” y firmemente incluye el concepto de sostén y apoyo. Una combinación del simbolismo de la mano y del apoyarse resulta en una figura idiomática en la cual la mano se apoya poderosamente en algo o lo sustenta, o la mano es el agente que transfiere poder o apoyo.

Diferentes eruditos han propuesto que el número de manos mencionadas implica una diferencia en el significado de la imposición de manos. Esta conclusión se basa en la observación de que el uso de una mano se limitaba a los ritos sacrificiales, mientras que dos manos se usaban en los demás ritos[12]. Un repaso del amplio espectro de significados de “mano” en el Antiguo Testamento no sustenta la distinción entre el significado de una o dos manos. Hubo ceremonias sacrificiales de imposición de manos estrechamente asociadas con la ordenación de Aarón y sus hijos (Ex 29:10, 15, 19; Lv 8:14, 18, 22), indicando un significado subyacente similar y ninguna diferencia entre el significado de una o dos manos. Doctas conclusiones sobre cuál evento es de una mano o cuál es de dos parecen arbitrarias e inventadas. Además, tres experiencias de Moisés ilustran que para la mentalidad antigua el número de manos usadas no era tan importante como el hecho que se usaran las manos. La batalla contra los amalecitas iba bien mientras Moisés levantaba la mano (singular); Israel perdía cuando bajaba las manos (plural, Ex 17:11-12). En las descripciones de Moisés llevando las tablas de piedra, el hebreo usa tres expresiones distintas: “su mano” (singular, Ex 32:15), “sus manos” (plural, Dt 9:15, 17) y “mis dos manos” (Dt 10:3). En el pasaje que describe la ordenación de Josué, las instrucciones para el ritual hacen uso del singular mientras que en el relato de su ejecución se usa el dual (Nm 27:18, 23).

En el Antiguo Testamento, solamente dos casos de imposición de manos se pueden clasificar como rituales de ordenación. Ellos son la imposición de manos sobre los levitas y la ordenación de Josué.

Los levitas y la imposición de manos

La ceremonia de ordenación de los levitas, registrada en Nm 8:5-26, comenzó con un mandato divino de “tomar” a los levitas de entre los demás israelitas. El mandato adicionalmente instruía a Moisés que, después de purificarlos por medio de un proceso que incluía el rociado con el agua de la expiación, el afeitado y lavado, debía convocarlos a una ceremonia pública a realizarse frente al tabernáculo. “Toda la congregación de los hijos de Israel” entonces pondrían “sus manos sobre los levitas”. Habiendo recibido la imposición de manos, los levitas pondrían sus manos sobre las cabezas de los novillos usados para la ofrenda por los pecados y el holocausto para hacer expiación por sí mismos. Aarón luego presentó a los levitas ante Jehová como una ofrenda mecida. Fueron “apartados” del resto de los israelitas y dedicados a Dios de modo que pudieran trabajar en el tabernáculo en lugar de los primogénitos y hacer expiación por toda la congregación.

El significado de la imposición de manos sobre los levitas puede organizarse en cinco categorías: identificación, separación, transferencia, sustitución y comisión para el servicio. Primero, la imposición de manos identificaba o designaba a los levitas como los que se convertirían en una ofrenda de toda la congregación[13]. Por otra parte, por medio de la imposición de manos, el pueblo se identificaba con los levitas o su servicio[14].  Timothy Ashley sugiere que la imposición de manos identificaba a los levitas con el pueblo[15]. En segundo lugar, el rito de la imposición de manos distinguía a los participantes del resto de la comunidad. Los levitas experimentaban un acto de consagración por el cual eran apartados del resto de la congregación a fin de dedicarse por completo al santuario y a su servicio[16]. En tercer lugar, al imponer las manos sobre los levitas, la congregación de Israel transfería simbólicamente a los levitas sus obligaciones en conexión con el servicio del tabernáculo, inclusive la autoridad de actuar en representación de toda la nación[17].  En cuarto lugar, como resultado directo de la transferencia, la imposición de manos también expresaba un acto de sustitución, indicando que los levitas eran los reemplazantes y representaban al resto de la congregación, en particular a los primogénitos[18]. En quinto lugar, este rito marcaba una designación para el servicio, el trabajo exclusivo en el tabernáculo[19].

Josué y la imposición de manos

Se ha interpretado la ordenación de Josué por Moisés como el prototipo de todas las ordenaciones posteriores. Dos textos describen las instrucciones para realizar la ceremonia y su implementación (Nm 27:12-23; Dt 34:9).

Instrucciones

En Nm 27:18-20 aparecen las instrucciones divinas:

Toma a Josué hijo de Nun, hombre en el cual hay espíritu, y pon tu mano sobre él. Preséntalo luego ante el sacerdote Eleazar y toda la congregación, y le darás el cargo en presencia de ellos. Pon parte de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca.

En el hebreo, la orden “toma” se liga sintácticamente a los siguientes cuatro verbos: “pon tu mano”, “preséntalo… ante”, “le darás el cargo”, “pon parte de tu dignidad sobre él”. El imperativo “toma” junto con los siguientes cuatro verbos, concluye con la frase “para que”. Todas las acciones se propusieron para tener un resultado específico: que Israel obedezca a Josué.

Uno de los significados por extensión de la palabra hebrea “tomar” (laqaj) es “seleccionar” o “citar”. El imperativo hebreo (literalmente, “toma para ti mismo”) exige participación personal; este acto fue deliberado y selectivo por parte de Moisés. Por otro lado, a menudo el imperativo “toma” (laqaj) señala el inicio de una actuación posterior. La imposición de manos responde a ambos sentidos de laqaj. Proporciona un medio físico por el cual Moisés participa personalmente en la selección del próximo dirigente de Israel.

El Señor, “Dios de los espíritus de toda carne”, ordenó a Moisés poner sus manos sobre Josué, un hombre en el cual había espíritu (Nm 27:16, 18). La historia de Josué revela a un hombre que tenía un cuidadoso y cercano caminar con su Dios. No sólo era Josué un hombre con un espíritu valeroso e indomable, sino que el Señor le había dado un don especial del Espíritu que lo cambió y lo dotó para el liderazgo. Por lo tanto la imposición de manos se asocia con un hombre valiente y lleno del Espíritu de Jehová.

La imposición de manos había de acompañar a la presentación formal de Josué ante Eleazar y ante la congregación. Esta presentación tenía el propósito de entregarlo oficial o legalmente a la congregación, dando así prioridad forense a la imposición de manos. Jacob Milgrom sugiere que el texto hebreo coloca la imposición de manos después de la presentación formal[20]. Así, la ceremonia de ordenación de Josué parece comenzar con una presentación doble. Como una segunda implicación del “preséntalo ante…”, se asocia la imposición de manos con la postura física erguida que comunicaba dos tipos de aceptación: (1) el presentado indicaba aceptación de sus responsabilidades; y (2) la congregación, al permitir que fuera presentado, comunicaba su aceptación de Josué. En tercer lugar, el uso religioso de la expresión “preséntalo ante”, reforzado con la asociación de los términos “sacerdote” y “congregación”, muestra la imposición de manos como parte de un evento cúltico y pactual. También muestra dónde iba a llevarse a cabo la ceremonia de ordenación de Josué. La presentación ante los sacerdotes y reuniones de la congregación generalmente ocurrían frente a la tienda de la reunión. Por lo tanto la ceremonia de ordenación de Josué probablemente tuvo lugar a la entrada del tabernáculo.

Un análisis de la sintaxis hebrea proporciona dos observaciones adicionales en cuanto a la imposición de manos: (1) es más importante que los otros actos y (2) transcurre antes que otros actos en la ceremonia de la ordenación. El sentido del imperativo del v. 18, “toma”, continúa con cada uno de los verbos a los cuales se conecta sintácticamente. Al mismo tiempo se  establece una jerarquía: (1) apoyar, (2) presentar ante, (3) comisionar o dar el cargo y (4) entregar. Cada orden depende de la anterior.

La sintaxis hebrea indica también que cada una de las proposiciones sintácticamente conectadas con el imperativo describe circunstancias concomitantes coordinadas entre sí. En este caso, el imponer Moisés sus manos sobre Josué se llevaría a cabo junto con hacer comparecer a Josué, darle el cargo y entregarle algo de la dignidad de Moisés. Sin embargo, aunque todas las actividades pueden ocurrir simultáneamente, la actividad mencionada primero, la imposición de manos, retiene una significación primordial en la jerarquía de las actividades.

En las instrucciones divinas, la imposición de manos se vincula con un cometido, el cual es especificado en los tres pasajes paralelos a Nm 27:22-23: Dt 3:21-28, 31:1-8 y Jos 1:1-9. Primero, Moisés habló palabras de ánimo para fortalecer a Josué y hacerlo decidido en su liderazgo. Segundo, Moisés definió la doble tarea de Josué: conquistar la tierra y distribuirla equitativamente a todas las tribus. Tercero, expresó la seguridad de la ayuda divina: Dios personalmente lo sustentaría. Cuarto, exhortó a Josué a guardar la ley. La imposición de manos estuvo asociada con una comisión expresada verbalmente a través de un ser humano por Dios.

 Implementación

En la implementación de las órdenes de Dios (Nm 27:22-23), Moisés presentó a Josué delante de Eleazar y de la congregación, apoyó las manos sobre él y le dio el cargo, pero la narración no menciona haberle dado la dignidad. ¿Por qué no? La respuesta a esta pregunta lleva directamente a la imposición de manos. La orden divina del v. 20 instruía a Moisés que otorgara algo de su dignidad a Josué. El uso de “sobre él” en la orden de colocar dignidad corresponde directamente al uso de “sobre él” en las instrucciones para la imposición de manos del v. 18. Así Moisés estableció un conducto físico para la transferencia de su dignidad, el cual está sintácticamente ligado a la presentación de Josué ante Eleazar y la congregación, tanto como al cargo dado. La combinación de la imposición de manos con la presentación pública y darle el cargo, efectivamente pasó algo de la dignidad de Moisés a Josué.

La recepción de la imposición de manos, junto con los elementos cruciales de la presentación pública, el comisionamiento y la entrega de parte de la dignidad de Moisés, tenían un efecto intencional. Josué debía recibir algo adicional: la obediencia de la comunidad toda. Sin embargo, el recibir tal reconocimiento no colocaba a Josué en el mismo plano que Moisés. Tampoco lo eximió de la necesidad de buscar continuamente la voluntad de Dios. Debía buscar a Dios compareciendo delante del sumo sacerdote, Eleazar, quien a su vez debía consultar la voluntad de Dios por medio del uso del Urim (Nm 27:21).

Números 27:12-23 concluye colocando la “mano” de Moisés en yuxtaposición con la palabra de Dios, “como Jehová había mandado por mano de Moisés” (RVR 60). Aquí la “mano” de Moisés es tratada como una representación visible de la comunicación y poder de Dios. La “mano” de Moisés permitía a Israel ver la “palabra” de Dios. Por lo tanto el acto de Moisés de apoyar sus manos sobre Josué se tornó en una representación visible de la “palabra” de Jehová, llevando consigo los conceptos de poder, capacidad de crear y ejecutar lo que ella significaba. No es de sorprenderse que, en la lista de acciones que Moisés cumplió en la ordenación de Josué, la imposición de manos tuviera una significación fundamental.

El segundo texto que describe la imposición de manos sobre Josué es Deuteronomio 34:9: “Josué hijo de Nun estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él, y los hijos de Israel lo obedecieron, haciendo como Jehová mandó a Moisés”. Nuevamente la imposición de manos recibe especial importancia. Se coloca el pasaje cerca del fin de la sección final de Deuteronomio. La ordenación de Josué fue el último acto de Moisés, el más grande de todos los profetas. En Dt 34:9 la imposición de manos es el gesto que resume y da significado a todo el acontecimiento. El capítulo concluye recordando al lector que Moisés poseía una mano poderosa.

Deuteronomio 34:9 concede una importancia adicional a la imposición de manos al apuntar dos resultados de la imposición de manos de Moisés sobre Josué. Al asumir el liderazgo, Josué se encuentra en una posición de necesidad que jamás experimentó; por lo tanto, en su ordenación, el Señor le dio una efusión especial del espíritu de sabiduría para otorgarle el discernimiento y la capacidad administrativa que esa nueva posición exigía. Este don del Espíritu lo recibió de Dios por medio del toque físico de Moisés. Además, Josué experimentó la obediencia del pueblo como resultado directo del gesto.

Interpretación

¿Qué ocurrió cuando Josué recibió la imposición de manos tal como se presenta en Nm 27:12-23 y Dt 34:9? La respuesta a esta pregunta se organizará en tres secciones: (1) el procedimiento, (2) las implicaciones simbólicas y (3) los efectos tangibles.

El procedimiento. El procedimiento que siguió Moisés era similar al usado por los levitas. Ambas ceremonias tuvieron lugar enfrente de la tienda de la reunión y en presencia de toda la comunidad. Las manos de Moisés se convirtieron en la representación visible de las manos de Dios. Pero al mismo tiempo, Moisés representaba también a la congregación al expresar su apoyo a la elección de Jehová. La presentación ante toda la congregación jugaba el importante papel de informar a todos quién dirigiría a Josué y recordar a Josué quiénes eran los que él guiaría. A Josué se lo presentó también ante el sumo sacerdote, para recordarle que debía trabajar en completa armonía con quien se comunicaba con Dios. Josué tampoco debía olvidar su conexión con Dios. La ceremonia incluía un cometido que constaba de cuatro partes: (1) las palabras para animar la resolución de Josué; (2) la descripción de la tarea de Josué; (3) la promesa de la asistencia, suficiencia y compañía divina a lo largo del liderazgo de Josué; y (4) la exhortación a que Josué leyera, preservara y guardara cuidadosamente la ley.

El significado. La imposición de manos en la ordenación de Josué conlleva una importante significación simbólica. Por ese medio se identificaba a Josué como dedicado al Señor y como la persona escogida por Dios como futuro líder de Israel. La identificación conducía a la confirmación. El gesto de la imposición de manos era un acto público que confirmaba y ratificaba los dones espirituales que Dios ya le había dado a Josué. El gesto era un acto de convalidación que reconocía la capacidad para el liderazgo concedida por Dios. La imposición de manos confirmaba una dotación interior mediante un reconocimiento externo.

Además indicaba la iniciación en el cargo. El gesto también apartaba a Josué del resto de la congregación y lo distinguía de todos los demás líderes potenciales, para que pudiera dedicarse al servicio del liderazgo sin la complicación de la competencia. Igualmente significaba  una investidura oficial de responsabilidad, autoridad y dedicación al liderazgo, y el otorgamiento formal y público de un cargo.

Adicionalmente, la imposición de manos transfería a Josué el poder de actuar en favor del Señor y de la nación. Mientras Números nota que Josué ya poseía el espíritu, Deuteronomio claramente establece que Josué recibió el espíritu de sabiduría porque Moisés puso las manos sobre él. Realmente el espíritu se transfirió a Josué, desde Jehová, el cual lo habilitó a funcionar mejor como líder.

Finalmente, la imposición de manos de ninguna manera establecía una dinastía o cualquier otra circunstancia que pudiera ser interpretada como una “sucesión apostólica”. Aunque Moisés había puesto sus manos sobre Josué, la autoridad de Josué se originaba en el Señor quien había actuado mediante Moisés. La autoridad de Josué se basaba en su conexión con Jehová más que con Moisés. Sin embargo, Dios escogió instalar a Josué por medio del contacto físico de las manos de Moisés.

Los resultados. Al tocar a Josué, Moisés lo señaló como el único que había de recibir el efecto simbólico de la imposición de manos. Las manos de Moisés se convirtieron en el conducto por el cual el Señor eligió bendecir a Josué. Dado que el gesto de la imposición de manos se originaba en un mandato del Todopoderoso, tuvo por lo menos dos resultados tangibles: (1) Josué recibió el espíritu de sabiduría para llevar a cabo el liderazgo, y (2) la congregación se comprometió a aceptar el liderazgo de Josué y a obedecerlo.

La imposición de manos era el centro de la esencia y propósito del ritual de la investidura. Permeaba los procedimientos, los significados simbólicos y los resultados tangibles del acto. Si bien los demás elementos de la ordenación eran importantes, la imposición de manos era en verdad la firme marca identificatoria que unía los demás elementos[21].

El Nuevo Testamento y la imposición de manos

El Nuevo Testamento usa dos frases para la imposición de manos: epitithein tas jeiras, que aparece veinte veces, y epithese ˙ s t ˙ n jeir ˙ n, cuatro veces. La mayoría ocurre en el contexto de sanamiento (Mc 6:5; Lc 13:13; Hch 9:12) o bendición (Mt 19:13-15). A veces la imposición de manos se relaciona con la recepción del Espíritu Santo (Hch 8:17-19) o con los dones espirituales (1 Ti 4:14). Para este estudio, los cinco casos más interesantes son los que tratan de un nombramiento.

Cinco textos (Hch 6:6; 13:3; 19:6; 1 Ti 4:14; 5:22; 2 Ti 1:6) hablan de nombramiento o instalación en un puesto, ocasiones que tradicionalmente han sido conectadas con la ordenación, aunque en el Nuevo Testamento nunca llevan ese nombre. Al comentar estos textos, T. F. Torrance observa que “la imposición de manos con oración es la única ceremonia que la iglesia del Nuevo Testamento toma del Antiguo Testamento para la consagración y ordenación de su ministerio”[22]. Cuando Eduard Lohse introduce su estudio de estos textos, comenta que “las manos eran apoyadas sobre el designado para ejercer el cargo para equiparlo con el poder divino”[23].

La imposición de manos registrada en Hch 6:1-6 es la de los “siete”, a menudo considerados diáconos, pero nunca llamados así. Hablando de este acontecimiento, Everett Ferguson señala que “los ecos verbales indican que Lucas deliberadamente estaba aludiendo al episodio del Antiguo Testamento” de la ordenación de Josué tal como se vierte en Nm 27:12-23, según la Septuaginta[24]. Lucas sigue la misma secuencia básica en Hechos: una orden de seleccionar a alguien lleno del Espíritu, para designarle una responsabilidad, en ceremonia pública, mediante la imposición de manos. Al igual que Josué, los siete eran bien conocidos por estar llenos del Espíritu (y de sabiduría) ya antes de la imposición de manos.

Una ambigüedad en el texto griego presenta la posibilidad de trazar una comparación entre la imposición de manos sobre los siete y sobre los levitas. En Hch 6:6 no es claro si la congregación o los apóstoles impusieron las manos. Al igual que los levitas, se separó a los siete de la congregación a fin de cumplir una función requerida por la congregación. Considerando esta comparación, la congregación probablemente realizó la imposición de manos. Si no, los apóstoles actuaron como representantes de la congregación. Cualquiera sea el caso, la oración acompañó la imposición de manos. Esta ceremonia autorizó a los siete a actuar como representantes del pueblo en la distribución de alimentos.

La separación y consagración de Pablo y Bernabé (Hch 13:1-3) es aún más semejante al caso de los levitas. En ambas narraciones se hizo la elección en forma divina. Pablo y Bernabé fueron escogidos para la obra a la que Dios los había llamado”, como los levitas “a hacer las tareas del Señor”. Se apartó a Pablo y Bernabé del resto para dedicarlos a una obra especial para el Señor, así como se apartó a los levitas de los israelitas a fin de realizar un trabajo especial para el Señor en el santuario. La forma y la terminología de ordenación están claramente presentes, indicando de ese modo que ésta fue realmente una experiencia de ordenación. La imposición de manos señalaba el apoyo congregacional tanto como la separación para una tarea misionera específica.

La tercera imposición de manos para iniciar a alguien en su ministerio fue la de Timoteo, referida en 1 Ti 4:14 y 2 Ti 1:6. T. F. Torrance se refiere a esa ordenación como la “más importante instancia de ordenación por imposición de manos en el Nuevo Testamento”[25]. Marjorie Warkentin trata la relación de Pablo y Timoteo como análoga a la de Moisés y Josué[26]. Así como Moisés apoyó sus manos sobre Josué, también Pablo lo hizo sobre Timoteo. La presentación pública de Josué permitió tanto la bendición sacerdotal como la congregacional sobre el acto de Moisés. La imposición de manos a Timoteo tenía la aprobación de la iglesia, representada por el concilio de ancianos, sin duda actuando Pablo junto con ellos. Timoteo también tenía la bendición del Señor, un don espiritual especial. Pablo lo amonesta a que no “descuide el don” que había en él, “dado mediante profecía con la imposición de manos”, y lo urge a avivar “el fuego del don de Dios” el cual estaba en él por medio de “la imposición de mis manos” (1 Ti 4:14; 2 Ti 1:6). Al igual que Josué, quien recibió el espíritu de sabiduría porque Moisés puso las manos sobre él, Timoteo recibió su don formalmente por medio de la acción de apoyar las manos, lo cual lo autorizaba como maestro y ministro acreditado. Timoteo necesitaba esa autoridad para que su juventud no obstaculizara su trabajo. Dios usó la imposición de manos para impartirle un don espiritual. Lohse nota en este respecto que la imposición de manos “no es meramente una señal acompañante. También sirve para transmitir el don con el cual Dios equipa al portador de un ministerio”[27].

Se ha sostenido que la imposición de manos sobre los siete era solamente para una tarea específica y no para un ministerio, que sobre Pablo y Bernabé era para un viaje misionero específico y no para un ministerio, y que Timoteo recibió un don específico y no necesariamente un ministerio. Sin embargo, Ferguson mantiene que “la más antigua acción declarada para la instalación de un ministerio dentro de la iglesia es la imposición de manos”[28]. De hecho, cada una de las experiencias de imposición de manos resultaron en la instalación de diferentes personas en un cargo en la iglesia: los siete a cargo de la distribución de comida, Pablo y Bernabé como misioneros, y Timoteo en el puesto de maestro y ministro.

¿Se recibía la gracia por medio de la imposición de manos? Timoteo recibió un don especial con (1 Ti 4:14) y por (2 Ti 1:6) la imposición de manos. Ferguson argumenta que el uso de las palabras “con” y “por” comunican la idea de acompañamiento y no medios[29]. En otras palabras, el imponer las manos ocurre al mismo tiempo que la recepción del don, pero no es el medio para recibir el don. Por otro lado, Warkentin observa que “por” se usa con el genitivo de persona, relación que generalmente aparece en el Nuevo Testamento para indicar instrumento o mediación. Ella sugiere que una interpretación honesta de 2 Ti 1:6 “exige que aceptemos que el don de Timoteo fue recibido por medio de las manos de Pablo”. Sin embargo, debemos reconocer que en última instancia es la mano de Dios la que equipa a sus siervos[30].

Conclusión

El simbolismo de la mano juega un papel importante en la interpretación de la imposición de manos en la Biblia. Dios evidentemente ha privilegiado a sus siervos para realizar señales y milagros en nombre de él por medio del contacto físico. Warkentin señala que “cuando las manos son puestas sobre una persona en un entorno eclesiástico, ellas expresan la voluntad de Dios por medio del instrumento humano. La imposición de manos es una manifestación en verdad muy seria de la actividad de Dios” [31]. Las manos se tornan en un símbolo de la presencia visible de Dios.

¿Qué enseña la Biblia acerca de la imposición de manos? Sugiero cinco puntos. Primero, es un acto de identificación, establecido en una comunicación tanto horizontal como vertical.  Verticalmente, Dios identifica por medio de su representante humano a un individuo lleno del Espíritu, escogido por él mismo. Horizontalmente, una congregación identifica mediante el gesto de las manos a un individuo que reconoce como escogido por Dios.

Segundo, aparta a un individuo de la comunidad para dedicarlo completamente a una tarea específica. Conservando el significado de apoyo atribuido a la frase hebrea, la imposición de manos se convierte en un gesto físico por el cual la congregación y Dios indican un compromiso de asistencia a aquel sobre quien se apoya las manos.

Tercero, la imposición de manos transfiere algo al individuo de parte de Dios así como de la comunidad eclesiástica. A Josué, Dios le transfirió espíritu de sabiduría. A Timoteo, un don especial del Espíritu. A ambos Dios les transfirió autoridad para obrar en su nombre. Por otro lado, la comunidad le daba autoridad para actuar en su favor.

Cuarto, como resultado directo de la transferencia, la imposición de manos indica que un individuo representa a la comunidad. Así como Israel necesitaba de los levitas para cumplir obligaciones religiosas en su favor, la comunidad espiritual necesita individuos para realizar sus obligaciones. Así como Josué sustituyó a Moisés y llenó el vacío de liderazgo creado por su muerte, también la comunidad espiritual necesita reemplazar a sus líderes. La imposición de manos señala a uno que se convierte en el representante o delegado de la comunidad.

Quinto, identifica a un individuo como quien es designado para un ministerio, en verdad una variedad de ministerios, incluyendo el sacerdocio, la distribución de alimentos, la misión, o la conducción de una nación o iglesia. Por lo tanto, la imposición de manos puede ser para más de un ministerio.

He encontrado en este estudio cinco lineamientos importantes sobre la ceremonia de imposición de manos: (1) La ceremonia debe ser pública, delante de la congregación y delante de Dios para recordarle al individuo ante quiénes es responsable. (2) El lugar público debe elegirse cuidadosamente; tanto los levitas como Josué la recibieron a la puerta del santuario, indicando así la importancia de un lugar dedicado a la adoración de Dios. (3) Las manos deben ser físicamente colocadas sobre el individuo; el que realiza la acción representa tanto a la congregación como a Dios. La congregación debe hallar algún método para indicar su participación en el acto físico, quizá levantando sus manos o por la colocación de la mano sobre la persona en frente, formando una cadena conectada directamente al individuo que recibe la imposición de manos. (4) La comisión dada al candidato debe constar de cuatro partes: palabras  de ánimo basadas en la experiencia pasada con Dios, la descripción de la tarea para la cual la persona es destinada, la seguridad de la ayuda divina y una exhortación a guardar la ley de Dios. (5) El acto debe acompañarse con oración.

La imposición de manos conlleva un resultado, que es la obediencia. Josué debía obedecer la voz de Dios en su liderazgo; el pueblo debía obedecerlo a él. El joven Timoteo parecía tener problemas con los creyentes mayores; Pablo le recuerda la autoridad que se le concedió mediante la imposición de manos.

Volviendo a la pregunta de Warkentin, ¿por qué nos parece necesario imponer las manos sobre una persona en público? Sugeriría dos respuestas: Primero, ello declara que el individuo puede actuar en nombre de la comunidad, en una manera como no lo podría hacer si no hubiera recibido el gesto. Segundo, es el medio escogido por Dios para transmitir nuevos dones del Espíritu que capacitan al que lo recibe a realizar mejor sus obligaciones.

Por lo tanto, la imposición de manos es tan necesaria para la realización de ciertas tareas dadas por Dios, como el bautismo lo es para la salvación. El bautismo no provee magia, así como tampoco la imposición de manos, pero ambos son necesarios a fin de cumplir la voluntad de Dios.

A menudo he oído que un llamado al “ministerio” es lo “máximo”. La imposición de manos lo confirma. Señala a quien ha sido llenado por el Espíritu y a quien ha sido alistado para este máximo llamado, provee una promesa de apoyo tanto de Dios como de la comunidad de los creyentes y coloca a la persona en una categoría que le otorga una autoridad única. Sin embargo, esta autoridad no es autocrática, sino que lleva a liderar sirviendo a la congregación.

¿Debieran las mujeres recibir la imposición de manos? Definidamente sí. Si se les niega, bien podría estarse rehusando a reconocer el llamado celestial y la apropiada respuesta positiva de un individuo. Como señala Warkentin, debemos “ser cuidadosos, no sea que en un celo desmesurado por la soberanía de Dios eliminemos las características humanas de su revelación y en ese momento nos apartemos de Dios”[32]. En Hch 8:12-17 tanto hombres como mujeres recibieron el Espíritu Santo por la imposición de manos después de ser bautizados. Cuando se niega la imposición de manos a una persona, la iglesia pierde la oportunidad de convalidar el trabajo del Espíritu y la colaboración con el Todopoderoso.


Referencias

[1] Marjorie Warkentin, Ordination: A Biblical-Historical View (Grand Rapids: Eerdmans, 1982), 179.

[2] Foster Roland McCurley, “A Semantic Study of Anatomical Terms in Akkadian, Ugaritic, and Biblical Literature” (tesis doctoral, The Dropsie College for Hebrew and Cognate Learning, 1968), 6-7.

[3] Ernst Cassirer, The Philosophy of Symbolic Forms (New Haven, CT: Yale University Press, 1953-57), 2:159.

[4] Aubrey R. Johnson, The Vitality of the Individual in the Thought of Ancient Israel (Cardiff: University of Wales Press, 1964), 52-64.

[5] Keith Mattingly, “The Laying on of Hands on Joshua: An Exegetical Study of Numbers 27:12-23 and Deuteronomy 34: 9” (tesis doctoral, Andrews University, 1997), cap. 2: “Hands and Status in the Ancient Near East”.

[6] El uso de una mano, 8 veces: Lv 1:4; 3:2,8, 13; 4:4; 4:24, 29, 33; y el uso de dos manos: Lv 16:21. El uso de una o dos manos, 9 veces: Ex 29:10, 19; 29:15; Lv 4:15; 8:14; 8:18, 22; Nm 8:12; 2 Cr 29:23.

[7] Tres pasajes se refieren a Moisés imponiendo la(s) mano(s) a Josué (Nm 27:18,23; Dt 34:9); un pasaje se refiere a los hijos de Israel imponiendo las manos sobre los levitas (Nm 8:10); y uno se refiere a la congregación poniendo las manos sobre un blasfemador (Lv 24:14).

[8] B. J. Van der Merwe, “The Laying On of Hands in the Old Testament”, en New Light on Some Old Testament Problems: Papers Read at the 5 Meeting Held at the University of South Africa, Pretoria, ed. A. H. van Zylth (Pretoria, Sudáfrica: Ou Testamentiese Werkgemeenskap in Suid-Afrika, 1962), 36. Los versículos no cúlticos son Sal 37:24 y Am 5:19.

[9] Jacob Milgrom, Numbers: Bemidbar, The JPS Torah Commentary (Filadelfia: The Jewish Publication Society, 5750/1990), 235: “Los rabinos declaran explícitamente que el acto de s~mak debe ser ‘con toda la fuerza’”.

[10] David Daube, The New Testament and Rabbinic Judaism (Nueva York: Arno, 1973), 224-226.

[11] D. P. Wright, “Hands, Laying On of”, Anchor Bible Dictionary (1992), 3:47. También nótese que sim y shith no siempre denotan delicadeza; pueden indicar también tomar cosas por la fuerza (1 R 20:6), un arresto (2 R 11:16; 2

Cr 23:15), apremiantes arreglos de disputas (Job 9:33), y el juicio de YHWH sobre las naciones (Ez 39:21). Además, s~mak tiene connotaciones diferentes de “presión vigorosa”, como ser un recostarse suave contra una pared, o apoyo y sostén, tanto como seguridad y estabilidad.

[12] René Péter, “L’imposition des mains dans l’Ancien Testament”, Vetus Testamentum 27 (1977): 48-55; David P. Wright y J. Milgrom, “samak”, Theologische Wörtbuch Altes Testaments (1986), 5:884-888; Angel Rodríguez, “Substitution in the Hebrew Cultus and in Cultic-Related Texts” (Tesis doctoral, Andrews University, 1979), 196-198. Roy Gane, profesor de Antiguo Testamento en la Universidad Andrews, argumenta que en el ritual del santuario el sumo sacerdote apoyaba sus manos solamente sobre la víctima propiciatoria, mientras que en los demás sacrificios los oferentes apoyaban una mano. Esto distinguiría entre lo que se coloca sobre Cristo (pecado llevado vicariamente) y lo que se coloca sobre Satanás (su propio pecado). Para mí el cuadro no es tan claro.

[13] M. C. Sansom, “Laying of Hands in the Old Testament”, Expository Times 94 (1983): 325; Martin Noth, Numbers, Old Testament Library, traducido por James Martin (Filadelfia: Westminster, 1968), 67-69.

[14] J. Sturdy, Numbers, Cambridge Bible Commentary (Londres: University Press, 1976), 67; John Joseph Owens, “Numbers”, Broadman Commentary (Nashville: Broadman, 1970), 2:106; James Philip, Numbers, Communicator’s

Commentary (Waco, TX: Word, 1986), 107-109; R. B. Allen, “Numbers”, Expositor’s Bible Commentary (Grand Rapids: Zondervan, 1990), 2:766-777; F. B. Huey, Jr., Numbers, Bible Study Commentary (Grand Rapids: Zondervan, 1981), 34; Arno C. Gaebelein, Gaebelein’s Concise Commentary on the Whole Bible (Neptune, NJ: Loizeaux, 1985), 135.

[15] Timothy R. Ashley, The Book of Numbers, New International Commentary on the Old Testament (Grand Rapids: Eerdmans, 1993), 170.

[16] B. Maarsingh, Numbers: A Practical Commentary, trad. J. Vriend (Grand Rapids: Eerdmans, 1987), 31-32: De todas las naciones, Dios apartó a Israel; de todos los israelitas, separó a los levitas; de entre los levitas, apartó a los sacerdotes; de todos los sacerdotes, separó al sumo sacerdote. Y encargó a Moisés apartar a los levitas del resto del pueblo. Otra expresión erudita que describe el significado de la imposición de manos sobre los levitas incluye: “solemnemente apartados” (R. Winterbotham, Numbers, PC [Grand Rapids: Eerdmans, 1977], 71; Robert Jamieson, A. R. Fausset y David Brown, A Commentary Critical, Experimental and Practical on the Old and New Testaments [Grand Rapids: Eerdmans, 1945], 1:533-534; Huey, 34); “dedicado” (Ashley, 170); “completamente dedicado” (Baruch A. Levine, Numbers 1-20: A New Translation with Introduction and Commentary, Anchor Bible [Nueva York: Doubleday, 1993], 273-274); “ordenado” (Walter Riggans, Numbers, Daily Study Bible [Filadelfia: Westminster, 1983], 65); “consagrado” (Paul Galtier, “Imposition des mains”, Dictionnaire de théologie catholique [1927], 7: 1.304; Jamieson, 533-534).

[17] Obligaciones transferidas en conexión con el servicio del tabernáculo: Philip, 107-109; Comentario bíblico adventista del séptimo día, 1:852; Matthew Henry, Matthew Henry’s Commentary on the Whole Bible (Old Tappan, NJ: Fleming H. Revell, s.f.), 1:595-596; F. C. Cook y T. E. Espin, The Fourth Book of Moses Called Numbers, The Holy Bible According to the Authorized Version (Londres: Murray, 1877), 679. Bendición y autoridad transferida: R. K. Harrison, Numbers, An Exegetical Commentary (Grand Rapids: Baker, 1992), 152. Poder o espíritu no transferido: J. K. Parratt, “Laying of Hands in the New Testament: A Reexamination in Light of Hebrew Terminology”, Expository Times 80 (1969): 212-213.

[18] Leonard Elliott Binns, The Book of Numbers, Westminster Commentary (London: Methuen & Co, 1927), 50; Gordon J. Wenham, Numbers, Tyndale Old Testament Commentaries (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1981), 96-97; Allen, 766-767; Ashley, 170; Sturdy, 67; Comentario bíblico adventista, 1:852. Como resultado directo de todo lo que se transfirió, los levitas se convirtieron en los representantes del pueblo (Philip J. Budd, Numbers, Word Biblical Commentary [Waco, TX: Word, 1984], 93).

[19] La imposición de manos era símbolo de nombramiento para el ministerio (Julius H. Greenstone, Numbers, with Commentary [Filadelfia: Jewish Publication Society, 1948], 80-83); Jamieson, 533-534. No era el nombramiento mismo (Parratt, 212-213).

[20] Milgrom, Numbers, 235.

[21] En el Antiguo Testamento se narra el ungimiento de cosas (Gn 28:18) y lugares (Ex 40:9) para santificarlos. Se ungió a Aarón y sus descendientes que fueron sumo sacerdotes con el aceite perfumado (Ex 30: 30-32) para apartarlos para su sagrado oficio. Se menciona la unción de varios reyes: Saúl (1 Sam 15:1), David (1 Sam 16:13); Jehú (1 R 19:16) y Joás (2 Cr 23:11). El ungimiento lo realizaba un profeta o un sacerdote (como en el caso de Joás).

Para estas ceremonias especiales, restringidas a reyes y sacerdotes, se emplea el verbo mashaj, “ungir”, del cual viene el nombre Mesías.

[22] T. F. Torrance, “Consecration and Ordination”, Scottish Journal of Theology 11 (1958): 235; véase también, Nancy Vyhmeister, “Ordination in the New Testament?” Ministry, mayo 2002, 24-27.

[23] Eduard Lohse, “Jeir”, Theological Dictionary of the New Testament, 9:433.

[24] Everett Ferguson, “Laying On of Hands in Acts 6:6 and 13:3”, Restoration Quarterly 4 (1960): 250. (1) En Hechos 6: 3 se le ordena a los hermanos “buscar” (episkepsasthe, un término relativamente raro); en Nm 27:16 Moisés pide a Dios “buscar” (episkepsasth ˙ ) un hombre para guiar al pueblo. (2) En Hechos 6:3 los hombres deben ser “llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”; en Nm 27:18 Josué es un varón “en el cual hay espíritu”, y en Dt 34:9 Josué fue lleno con el espíritu de sabiduría. (3) En Hechos 6:3 el encargo es epi t ? s jreias taut ? s,”este trabajo”; en Nm 27:16 el encargo es epi t ? s sunag ˙ g ? s taut ? s, “sobre la congregación”. (4) En Hch 6:6 los hombres “fueron presentados” (est ? san) “delante” (en ˙ pion) de los apóstoles; en Nm 27:19 Josué “debe presentarse delante” (st ? seis enanti) del pueblo. (5) En Hch 6:6 les impusieron las manos (epeth ? kan autois tas jeiras); en Nm 27:18, 23 Moisés puso sus manos sobre él (epith ? s tas jeiras sou ep’ auton).

[25] Torrance, 238.

[26] Warkentin, 136-142.

[27] Lohse, 9:433.

[28] Everett Ferguson, “Ordination in the Ancient Church, IV”, Restoration Quarterly 5 (1961): 141.

[29] Ibíd., 140.

[30] Warkentin, 174.

[31] Ibíd., 110.

[32] Warkentin, 110.

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