“Vuestros Hijos y Vuestras Hijas” Reflexiones sobre el Llamado Divino

“Vuestros Hijos y Vuestras Hijas” Reflexiones sobre el Llamado Divino

Por Dwight Nelson

 

Cuando el Espíritu Santo profetizó a través del antiguo profeta Joel (2:28, 29) y repitió su predicción a través del apóstol Pedro (Hech. 2:17, 18), ¿cómo comprenderemos ese derramamiento de “mi Espíritu sobre vuestros hijos y vuestras hijas” (v. 17), prometido divinamente? Lo que sigue es una reflexión bíblica, pastoral, sobre la respuesta a esa pregunta.

CREACIÓN

El saludo inicial que encontramos en la Santa Escritura recita nuestra historia humana mayormente en la narrativa de Adán y Eva. El registro divino de Génesis 1-3 retrata al hombre y a la mujer en su unidad complementaria como la expresión de la imagen de su Creador: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (1:26, 27).

El hombre y la mujer juntos forman el imago Dei. Engastadas en la historia de Adán y Eva están estas veinte declaraciones que describen al hombre y a la mujer como iguales[1]:

  1. Dios crea al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (1:26, 27; ver 5:1-2).
  2. Dios da a ambos, el hombre y la mujer, dominio sobre los animales y toda la tierra (1:26b, 28).
  3. Dios da al hombre y a la mujer la misma bendición y les dice juntos que fructifiquen y aumenten en número, que llenen la tierra, y que la subyuguen (1:28, 29; ver 5:2).
  4. Dios habla directamente al hombre y a la mujer (1:28, 29, “los”, “les”; plural dos veces).
  5. Dios les da al hombre y a la mujer juntos todas las plantas para comer (1:29, “os”, plural).
  6. La mujer es una “ayuda” para el hombre, un sustantivo que el Antiguo Testamento nunca usa en otra parte como un subordinado (2:18, 20).
  7. La mujer “corresponde al” hombre, literalmente “en frente del” hombre, cara a cara, no debajo (2:18, 20).
  8. Dios hace a la mujer de la costilla del hombre, de modo que ella está hecha de la misma sustancia que él (2:21-23).
  9. El hombre reconoce: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne” (2:23).
  10. “Padre y madre” están identificados sin distinción jerárquica (2:24).
  11. Un hombre está “unido” a su esposa, implicando unidad (2:24).
  12. Un hombre llega a ser “una carne” con su esposa, implicando unidad (2:24).
  13. Ambos, el hombre y la mujer están desnudos y no sienten vergüenza, y así comparten sensibilidad moral (2:25).
  14. La mujer y el hombre están juntos en la tentación y la caída (3:6); ambos enfrentaron la tentación.
  15. Tanto la mujer como el hombre comen el fruto prohibido (3:6), ambos ejercen una elección moral (mala).
  16. Los ojos de ambos son abiertos; ellos comprenden que están desnudos y cosen hojas de higuera para cubrirse (3:7).
  17. Ambos se ocultan de Dios (3:8), lo que muestra que ambos sienten culpabilidad.
  18. Dios se dirige a ambos directamente (3:9-13, 16-19), lo que muestra que ambos tienen acceso a Dios.[2]
  19. Ambos pasan la culpa al otro (3:12, 13), lo que muestra que los dos tienen esta debilidad.
  20. Dios les anuncia a ambos las consecuencias específicas de su pecado (3:16-19); ambos son responsables.

Elena de White reflexiona sobre esta unidad e igualdad compartida a la imagen de Dios: “Creados para ser la ‘imagen y gloria de Dios’ (1 Corintios 11:7[3]), Adán y Eva habían recibido capacidades dignas de su elevado destino. De siluetas elegantes y simétricas, de rasgos regulares y hermosos, de rostros que irradiaban los colores de la salud, la luz del gozo y la esperanza, eran en su aspecto exterior, la imagen de su Hacedor. Esta semejanza no se manifestaba solamente en su naturaleza física. Todas las facultades de la mente y el alma reflejaban la gloria del Creador. Adán y Eva, dotados de dones mentales y espirituales superiores, fueron creados en una condición ‘un poco inferior a los ángeles’ (Heb. 2:7), a fin de que no discerniesen solamente las maravillas del universo visible, sino que comprendieran las obligaciones y responsabilidades morales”.

Así la narrativa de las Sagradas Escrituras comienza con la declaración de que en la unión y la unidad de la masculinidad y la feminidad se encuentra la máxima expresión de “la imagen de Dios” en la Tierra[4].

¿El subsiguiente colapso moral de Adán y Eva niega ese ideal divino? ¿Los resultantes milenios de angustias y disfunción de la humanidad neutralizan las intenciones originales de Dios para el hombre y la mujer? ¿Qué revela la eventual encarnación del Creador en la familia humana acerca de ese ideal y esas intenciones?

REDENCIÓN

Mientras que la vida y el ministerio de Jesús no proveyeron una confrontación abierta con los males morales de la esclavitud, la discriminación racial y las desigualdades de género, no obstante en la vida de “Dios con nosotros” podemos descubrir la mente de Dios en el corazón de Cristo. Respecto al lugar de las mujeres en un mundo posterior a la Caída, Jesús introdujo evidencias convincentes de la idea de igualdad prevista por Dios en la Creación. “Los Evangelios muestran que toda vez que era posible —mientras permanecía atento a las restricciones culturales del día— Cristo dio oportunidades especiales a las mujeres para llenar un rol primario en los eventos principales de su ministerio redentor como ser su nacimiento, milagros, proyectos misioneros, muerte y resurrección”[5].

Gilbert Bilezikian identifica nueve inclusiones directas de mujeres en la vida y el ministerio de Jesús: (1) cuatro mujeres están incluidas junto con María en el registro genealógico del Mesías (Mateo 1); (2) una mujer recibe la primera noticia de la encarnación (Luc. 1:32-35); (3) una mujer, con su esposo, provee la ocasión para la primera señal divina de la gloria escatológica de Jesús (Juan 2:1-11); (4) una mujer es la primera conversa samaritana (Juan 4:7-42); (5) una mujer es la primera conversa de los gentiles (Mat. 15:21-28); (6) una mujer recibe la primera enseñanza sobre la resurrección (Juan 11:23-27); (7) una mujer manifiesta la primera percepción de la cruz (Mar. 14:3-9); (8) una mujer es la primera en presenciar la Resurrección (Mat. 28:9; Juan 20:16); (9) son mujeres las primeras testigos de la Resurrección (Mat. 28:10; Juan 20:18)[6].

Bilezikian observa: “Esta lista de roles excepcionales desempeñados por mujeres en los eventos cruciales de la vida de Cristo sugiere que él hizo elecciones deliberadas respecto al lugar de las mujeres en la economía de la redención. El mensaje transmitido por esas decisiones no debe encontrarse en la mera primacía cronológica (la cual de acuerdo con Jesús no representa ninguna ventaja; ver Mat. 20:16), sino más bien en el hecho de que Jesús mismo les dio a las mujeres un rol constitucional fundamental y prominente en la historia de la redención. Cualquier reducción subsiguiente de la participación conspicua de las mujeres en la comunidad de la redención podría perpetrarse solo en violación de la voluntad de su divino fundador”[7].

En su examen, a través de su libro, de la actitud y práctica de Pablo hacia las mujeres en la iglesia cristiana temprana, Philip Payne nota el ejemplo del Señor de Pablo: “Pablo afirma, ‘Yo imito a Cristo’ (1 Corintios 11:1 NVI). El ejemplo de Cristo en todos sus hechos y palabras fue tratar a las mujeres como personas iguales a los hombres. Él respetó su inteligencia y capacidad espiritual como es evidente en las grandes verdades espirituales que enseñó originalmente a las mujeres [mujer samaritana, Marta, y otras]… Aunque el testimonio de una mujer no era reconocido en las cortes, Jesús demostró su respeto por su testimonio apareciendo primero a María Magdalena después de su resurrección (Juan 20:14-18) e instruyéndola para que se lo dijera a los demás. Después que Jesús enseñó a la mujer samaritana, ella actuó como la primera misionera a su pueblo y muchos de ellos creyeron (Juan 4:39-42)”[8].

Payne observa además: “Jesús no da ningún indicio de que la naturaleza de la voluntad de Dios para las mujeres es diferente que para los hombres. No hizo distinción en la justicia demandada de ambos… Él llama a una mujer lisiada una ‘hija de Abraham’ (Luc. 13:16), un uso lingüístico setenta años anterior al primer equivalente rabínico registrado (Str-B 2:200). Él dice, ‘Todos vosotros sois hermanos’ (Mat. 23:8), y él trata las obligaciones al padre y a la madre como iguales (Mar. 7:10-12)”[9].

¿Pero qué diremos de la elección de Jesús de solo hombres como sus discípulos y apóstoles? ¿No son los apóstoles de Cristo, todos hombres, un patrón para nosotros hoy? En realidad, el círculo íntimo de discípulos de Jesús no solo era exclusivamente de hombres; eran todos hombres judíos libres; esto es, los primeros dirigentes formales de su iglesia en la Tierra no incluían a esclavos, ni esclavos libres, ni gentiles, ni personas de color, nadie excepto hombres judíos libres. ¿Será que la iglesia del tercer milenio seguirá ese ejemplo?

Y sin embargo, ¿acaso las mujeres no ministraron a Cristo durante su ministerio? Entonces, ¿por qué no las incluyó en su círculo íntimo?

“Una cosa es que una cantidad de mujeres se mencionen como siguiendo a Jesús de vez en cuando en su predicación en los pueblos (Mar. 15:40-41; Luc. 8:1-3), pero viajar tiempo completo por tres años con reuniones tarde en la noche tales como en el Jardín de Getsemaní y pasar períodos de tiempo en el desierto es otra cosa completamente distinta. Indudablemente se levantarían fuertes objeciones culturales y sospechas morales no solo acerca de Jesús, sino también sobre los hombres a quienes había escogido para que estuviesen con él. Difícilmente las mujeres casadas podrían dejar a sus familias por períodos prolongados, y las mujeressolteras habrían sido aun objeto de más sospechas. Escoger a mujeres como discípulas habría suscitado sospechas legítimas socavando el Evangelio”[10].

Un examen cuidadoso de la vida del Creador vivida en el “Verbo… hecho carne” (Juan 1:14) revela la dignidad, cortesía y misericordia que Jesús extendió tanto a hombres como a mujeres, a ricos y a pobres, a los educados y a los iletrados, a los judíos y a los gentiles. En su vida, su ministerio, su obra salvadora, es convincentemente claro que en Cristo no había ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, porque en todos, Él vio “herederos según la promesa” (Gálatas 3:29).

La tarea de su iglesia sería determinar cómo los muros de separación podrían ser derribados.

EKKLESIA

Pablo, que defendió la vida y el camino de Cristo, perpetúa el ejemplo de Jesús en su propio ministerio con mujeres tanto en la iglesia como en el Imperio Romano. Más que cualquier otro apóstol, Pablo examina y enseña el rol de las mujeres dentro de la misión y el ministerio de la comunidad de fe.

Philip Payne, cuyo tomo de 500 páginas es probablemente el examen más extenso de las declaraciones de Pablo respecto a mujeres en la iglesia primitiva, nota la actitud de Pablo hacia sus ministerios por los títulos que él les dio: “Los títulos que Pablo les da a las mujeres que él menciona implican posiciones de liderazgo: ‘diaconisa’ (Rom. 16:1), ‘dirigente’ (Rom. 16:2), ‘mis colaboradores en Cristo Jesús’ (Rom. 16:3; Fil. 4:3), ‘apóstoles’ (Rom. 16:7). Además, Pablo las describe como cumpliendo funciones asociadas con el liderazgo de la iglesia: ‘ha trabajado mucho en el Señor’ (Rom. 16:6, 12), y ‘combatieron juntamente conmigo en el Evangelio’ (Fil. 4:3). Más de dos terceras partes de los colegas a quienes Pablo alaba por su ministerio cristiano en Romanos 16:1-16 —siete de los diez— son mujeres”[11].

Respecto a la referencia de Payne al título de apóstol, hay un debate sobre si el apóstol Junias, mencionado por Pablo en Romanos 16:7, era un hombre o una mujer: “Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones, los cuales son muy estimados entre los apóstoles,y que también fueron antes de mí en Cristo”. Dos  obras recientes, el libro Junia: the First Woman Apostle[12], de Eldon Jay Epp, y el artículo publicado en Ministry, “Junia the Apostle”, de Nancy Vyhmeister[13], reexaminan el texto bíblico y la literatura extrabíblica pertinente para determinar el género de Iounia/n (la forma acusativa del nombre Iounia que puede ser traducido hoy como masculino o femenino dependiendo del acento —aunque los manuscritos unciales más antiguos no usaban acentos para nada, necesitando así que el lector interprete el género de este nombre).

Vyhmeister nota que un análisis de escritores cristianos griegos y latinos del primer milenio del Cristianismo indica que la interpretación constante (16 de estos 18 autores) es que Junias en Romanos 16:7 se refiere a una mujer. Considere el comentario de Juan Crisóstomo sobre la mención de Andrónico y Junias en Romanos 16:7: “Quiénes son de nota entre los apóstoles. Y ciertamente ser apóstoles es una gran cosa en absoluto. Pero estar aun entre estos de nota, ¡considere qué gran encomio es! Pero ellos fueron de nota debido a sus obras, a sus logros. ¡Oh, cuán grande es la devoción (philosophia) de esta mujer, que debiera aun ser considerada digna del apelativo de apóstol!”[14]

En un resumen de su examen exegético y su análisis de los escritos cristianos tempranos, Vyhmeister concluye: “Es difícil completar este estudio sin descubrir que Pablo se está refiriendo a una mujer llamada Junias, quien, junto con Andrónico (probablemente su esposo), fue parte del grupo de apóstoles del Nuevo Testamento. Pablo la reconoció como uno de los apóstoles, una mujer que estaba dispuesta a sufrir por el Evangelio que estaba esparciendo diligentemente”[15],[16].

La realidad es que sin tener en cuenta el género de este apóstol llamado Junias, los otros apelativos de liderazgo que Pablo extiende a las mujeres colegas en el ministerio en Romanos 16 revelan claramente su actitud hacia el rol de ellas en el ministerio espiritualmente autoritario de la iglesia. Además, sus palabras de encomio dirigidas a estas mujeres son aún más notables a la luz de las actitudes sociales hacia las mujeres en el primer siglo d.C. La alta consideración de Pablo por el liderazgo de las mujeres que él menciona en Romanos 16 debe iluminar cualquier examen de sus enseñanzas referentes al rol de las mujeres en el hogar y en la iglesia[17].

GÁLATAS 3:28

“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.

Sí, la declaración de Pablo en Gálatas 3:28 proclama una nueva unidad espiritual dentro de la comunidad de fe. Por virtud del Evangelio de Cristo a través del sacrificio del Calvario, segmentos de la humanidad hasta ahora desiguales y separados están unidos como uno: judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres. “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (v. 27) y “todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (v. 28).

Pero limitar la declaración de Pablo exclusivamente a una unidad espiritual o a una categoría espiritual es no entender la afirmación radical de Gálatas 3:28. En el capítulo anterior, Pablo describe su confrontación pública con Pedro sobre su duplicidad al ceder al bando de la circuncisión procedente de Jerusalén y renegando a su práctica de comer con los conversos gentiles. El desafío público de Pablo a su colega apóstol fue en defensa de algo más que la unidad espiritual; Pablo estaba defendiendo la unidad eclesiástica práctica, cotidiana, y la igualdad de status dentro de la iglesia que judíos y gentiles deben disfrutar en Cristo.

Sugerir que Pablo defiende la igualdad del status eclesiástico para judíos y gentiles (como lo hace en Gálatas) y para esclavos y libres (como lo hace con Filemón), pero luego concluir que no piensa en la igualdad de status espiritual y eclesiástico para el hombre y la mujer, no es lógico ni fiel al texto bíblico. “Gálatas 3:28 lleva consigo importantes implicaciones sociales y prácticas. Barreras étnico-religiosas, socioeconómicas y de género se vencen en Cristo. La insistencia repetida de Pablo sobre las implicaciones prácticas de la espiritualidad en Gálatas exige que la posición igual que Cristo ha abierto a los judíos y a los griegos, a los esclavos y los libres, a los hombres y a las mujeres no esté divorciada de una igualdad correspondiente de posición social en la vida práctica de la iglesia”[18].

1 CORINTIOS 11:3

“Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”.

Para algunos esta declaración paulina es una evidencia bíblica concluyente de que la primacía masculina es el decreto divinamente ordenado tanto para el hogar como para la iglesia. Pero tal conclusión confunde el significado de кєfαλή (“cabeza”) por autoridad o gobierno, cuando el “punto de vista mayoritario en la erudición reciente ha cambiado para entender ‘cabeza’ (кєfαλή) en este pasaje para significar ‘fuente’ [u origen] antes que ‘autoridad’, incluyendo a muchos que argumentan que Pablo creía que los hombres debieran tener autoridad sobre las mujeres en las relaciones sociales”[19].

Payne continúa para enumerar quince razones textuales y lingüísticas claves para traducir la palabra griega para “cabeza” como “fuente”[20]. Si bien no está en el alcance de este documento recitar todas estas evidencias textuales, varias de las razones merecen reflexión. Colosenses 1:18 describe a Cristo como “la cabeza [кєfαλή] del cuerpo que es la iglesia”. La TEV la traduce, “Él es la fuente de la vida del cuerpo”, la NEB “el origen”. Payne nota, “Fuente tiene sentido como el significado de nueve de los once usos metafóricos de Pablo de кєfαλή, considerando que en ningún caso puede demostrarse conclusivamente que significa ‘autoridad sobre’”[21].

Además, la secuencia de 1 Corintios 11:13 —“Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”— no usa un orden jerárquico descendiente o ascendiente, sino más bien un orden cronológico. O sea, Cristo fue la “cabeza” o “fuente” del hombre en la creación, y el hombre[22] (Adán) fue la “cabeza” o “fuente” de la mujer (Eva) en esa misma creación, y Dios fue la “cabeza” o “fuente” de Cristo en la encarnación.

Si la intención de Pablo hubiera sido establecer una cadena de mando jerárquica, la manera más lógica o lúcida de presentar esa cadena habría sido: Dios es la cabeza de Cristo, Cristo es la cabeza del hombre, y el hombre es la cabeza de la mujer. En otro lugar Pablo usa el listado de jerarquía ordinal, como en 1 Corintios 12:28: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros…”

Pero el apóstol rabino rechaza una jerarquía descendiente o ascendiente en 1 Corintios 11:3 y en cambio describe la secuencia como sigue: Cristo es la cabeza del hombre, el hombre es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo.

¿Por qué? Considere la conclusión de Gilbert Bilezikian:

“En esta sección que concluye con la declaración, ‘pero todo procede Dios’ (v. 12), Pablo muestra que todas las relaciones de derivación encuentran su origen en Dios. Él fue el dador inicial de toda vida. Pero en secuencia cronológica, el origen del hombre fue en Cristo, el Verbo de la creación. Segundo, el origen de la mujer fue el hombre puesto que ella fue formada de él. Tercero, el origen del Cristo encarnado fue Dios con el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios… El uso del apóstol de la palabra cabeza para describir relaciones de siervo-proveedor de vida [“fuente”] sirvió como un rechazo a los judaizantes, que la aprovechaban desde adentro de su propia tradición obsesionada con la jerarquía para marginar a las mujeres corintias en la vida y en el ministerio de la iglesia”[23].

Por lo tanto, no es una coincidencia que Pablo pase inmediatamente (v. 4ff) a lo que significa esta relación no jerárquica de hombres y mujeres para ser vivida en la iglesia. “Tanto hombres como mujeres pueden orar y profetizar en la asamblea de creyentes. Estos dos versículos [‘Todo varón que ora o profetiza… toda mujer que ora o profetiza…’ 1 Cor. 11:4, 5] presentan una de las declaraciones más claras en la Biblia con respecto a que hombres y mujeres tengan el mismo acceso al ministerio en la iglesia. Ambos pueden dirigir en la adoración y predicar la Palabra de Dios al pueblo de Dios”[24].

Naturalmente concluimos que el “orar o profetizar” por un hombre se hacía en el marco de una casa/iglesia pública. Es lo más natural concluir lo mismo acerca de una mujer que “ora o profetiza”. Es, por lo tanto, “una afirmación sorprendente de la posición igual de la mujer a la de los hombres en el liderazgo de la iglesia que Pablo, en el versículo 5, simplemente asume que ‘toda mujer’, al igual que ‘todo varón’ podía orar y profetizar en público. Así, los términos ‘oración’ y ‘profecía’ sugieren el ámbito total de liderazgo en la adoración. Puesto que Pablo coloca a los profetas por encima de los maestros en 1 Corintios 12:28, puesto que él asocia la profecía con la revelación, el conocimiento y la instrucción en 14:6, y puesto que la oración y la profecía abarcan las dimensiones vertical y horizontal de la adoración, la aprobación de Pablo de que las mujeres profeticen no debiera interpretarse como que excluye los ministerios relacionados de revelación, conocimiento e instrucción”[25].

La desdeñosa advertencia de que el hecho de que las mujeres profeticen en la iglesia no transporta la misma “autoridad espiritual” que los hombres al enseñar en la iglesia es vacua. Pablo mismo coloca el don de profecía por encima del don de enseñanza en 1 Corintios 12:28, donde claramente procura una priorización de autoridad a través de dones espirituales.

1 CORINTIOS 11:12

“Porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios”.

Pablo cita del relato de la Creación registrado en la LXX, usando la frase idéntica —ἐк του/ ἀnδόϛ— para describir a la mujer (Eva) que se origina “del hombre” (Adán). Mediante esto Pablo recuerda a la iglesia que en efecto el hombre y la mujer vienen el uno del otro: Eva de Adán en la Creación, y el hombre de su madre al nacer. Así Pablo, sobre la base de su declaración en 11:8 —“Porque el varón no procede de la mujer sino la mujer del varón”— excluye la inferencia que desde el principio el hombre ha estado elevado por encima de la mujer jerárquicamente. Antes bien, tanto el hombre como la mujer son mutuamente dependientes el uno del otro. Por esto, Pablo “recalca que Dios ha ordenado la igualdad del hombre y la mujer. Es finalmente Dios quien repudia una jerarquía del hombre sobre la mujer basada en la fuente [u origen]”[26].

1 TIMOTEO 2:12

“Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio”.

Este texto se ha descrito como “el versículo más crucial referente a las mujeres en el ministerio… Puesto que este es el único versículo en la Escritura que, al menos de acuerdo con esta traducción, prohíbe a las mujeres enseñar o estar en posición de autoridad sobre los hombres, y puesto que el significado de la palabra se traduce a veces como ‘tener autoridad sobre’ (αὐθєnτєȋn) es debatido y no aparece en ningún otro lugar en la Escritura, lo que requiere un examen cuidadoso”[27].

El tema central y la preocupación dominante que se extiende a lo largo de la carta pastoral de Pablo a Timoteo es el caos provocado por maestros falsos y sus enseñanzas heréticas en la iglesia de Efeso. Pablo había advertido a los ancianos de Efeso en su despedida: “Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hech. 20:29, 30). La primera epístola a Timoteo es una evidencia de que su predicción había resultado cierta. La urgente preocupación de Pablo por la confrontación de estos falsos maestros con Timoteo está expuesta en los primeros seis versículos; luego en el resto de la carta se intercalan consejos explícitos sobre cómo tratar con ellos[28]. De hecho, tan preocupado está el apóstol con las falsas enseñanzas que “casi cada versículo de esta carta se relaciona con ello”[29].

La premisa de que las mujeres en la iglesia fueron enredadas por los falsos maestros y sus enseñanzas explica porqué “ningún otro libro de la Biblia tiene una proporción mayor de versículos concentrados específicamente en problemas referentes a mujeres: 21 de 113 versículos (1 Timoteo 2:9-15; 4:7; 5:3-7, 9-16)”[30]. Debido a que 1 Timoteo es una carta pastoral del apóstol a su joven asociado, el consejo necesariamente refleja el contexto pastoral y congregacional de la iglesia de Éfeso. Sugerir que Pablo tenía el propósito de que el contexto de su admonición específica en el que prohibía a las mujeres enseñar en la iglesia en Efeso fuese aplicable a la iglesia universal pasa por alto el reconocimiento claro de Pablo en 1 Corintios 11:5 que las mujeres pueden tanto orar como profetizar en la adoración.

Además, Pablo exalta el ministerio de enseñanza que la abuela de Timoteo, Loida, y su madre Eunice habían ejercido en favor de Timoteo (2 Timoteo 1:5; 3:14-16). Como se ha notado antes, el listado de Pablo de siete mujeres que sirvieron con él en el ministerio y el liderazgo en las iglesias (Rom. 16) desmiente la sugerencia de que en 1 Timoteo 2:12 Pablo prohíbe universalmente ese ministerio y liderazgo autoritario. Lo que es más, aproximadamente al mismo tiempo que Pablo escribió esta carta a Timoteo también le escribió a Tito, otro asociado pastoral del apóstol, con la instrucción de que “ancianas” sirvieran en la iglesia como “maestras del bien” (Tito 2:3)[31]. En otra parte Pablo ordenó a la iglesia en Colosas, inclusive a sus mujeres, que “la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos [no se hace distinción de género] y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Col. 3:16). Y en el testimonio más amplio del Nuevo Testamento, la observación en Hebreos 5:12 que “a estas alturas ya deberían ser maestros” (NVI) fue claramente dirigida tanto a los hombres como a las mujeres en la iglesia y no ofrece ninguna restricción de género. Por esto sugerir en 1 Timoteo 2:12 un mandato universal que prohíba a las mujeres enseñar con autoridad contradice tanto la práctica como la enseñanza de Pablo. Primera Timoteo 2:12 es el consejo divinamente inspirado de Pablo al pastor que lidiaba con las mujeres de esa congregación que estaban siendo engañadas por falsos maestros itinerantes y estaban asumiendo autoridad sobre los hombres para propagar esas enseñanzas falsas.

“Pablo, quien más que cualquier otro escritor del Nuevo Testamento distingue su consejo personal para una situación particular de instrucciones permanentes, no calificó como universales las restricciones sobre la mujer de 1 Timoteo 2:12 en la iglesia de Efeso. Ni aseguró que esas restricciones para mujeres eran del Señor o que debieran aplicarse en todas las iglesias [como hizo en Romanos 12:3 (‘les digo a todos ustedes’, NVI); 1 Corintios 4:16, 17 (‘en todas las iglesias’); Gálatas 5:3 (‘a todo hombre’); 1 Timoteo 2:1 (‘por todos los hombres’); 1 Timoteo 2:8 (‘en todo lugar’)]. No hay tal frase de universalización en 1 Timoteo 2:12… Uno no puede simplemente asumirla como universal como tampoco puede asumir que la prohibición de cabello trenzado, oro, perlas y el uso de vestimenta costosa (2:9) sea universal o que los hombres en todas partes deben levantar sus manos cuando oran (2:8)”[32].

1 TIMOTEO 2:13-15

“Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia”.

De estos versículos algunos han argumentado que tanto el orden de la creación de Eva después de Adán como su subsiguiente engaño y caída son la razón bíblica fundamental del apóstol para una prohibición universal a las mujeres de ejercer enseñanza autoritaria en la iglesia. ¿Pero es esa, en efecto, la intención de Pablo?

Como ya se notó, la advertencia de Pablo en esta epístola pastoral respecto al engaño de falsos maestros en la iglesia en Efeso “que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados” (2 Tim. 3:6) provee el contexto para su consejo a Timoteo de prohibir a tales mujeres el ejercer enseñanza autoritaria en esa congregación. Su pretensión de poseer autoridad esclarecida precipita la admonición de Pablo a estas mujeres efesias de cesar y desistir, por así decirlo, por respeto a sus maestros cristianos debidamente designados. La base para dicho respeto, declara Pablo, es doble: Adán fue creado primero, y Eva fue engañada primero. En la narrativa de la Creación y la Caída, Pablo encuentra fundamentos bíblicos para la orden que les da a estas mujeres respecto a su liderazgo congregacional.

Pero esos fundamentos bíblicos, aplicados a la agitación en Efeso sobre la enseñanza falsa, ¿proveen el fundamento para una aplicación universal a todas las iglesias? El pasaje paralelo en 1 Corintios lo enseña de otro modo. “Como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios” (11:12). Mientras que es cierto que Eva fue formada de Adán, Pablo recuerda a los corintios que a través del parto el hombre también viene de la mujer. Pablo corrobora así la interdependencia mutua, divinamente planeada, del nombre y la mujer desde el principio. Aquí en 1 Timoteo, Pablo hace el mismo argumento al balancear el orden de la creación con el nacimiento: “Porque Adán fue formado primero, después Eva… Pero se salvará engendrando hijos” (2:13, 15). Así en ambos pasajes Pablo añade una evidencia atenuante al orden de la creación para afirmar la interdependencia de los géneros, planeada por Dios. Así como los hombres dependen de una mujer (sus madres) para su existencia física (1 Corintios 11), así los hombres dependen de una mujer (María) para el nacimiento de su Salvador y de ese modo para su existencia espiritual (1 Timoteo 2).

“Las consecuencias terribles del engaño de Eva ponen de relieve la seriedad del engaño de las mujeres en Efeso. Sin embargo, la historia de Eva también les ofrece esperanza y dignidad. Aunque las mujeres experimentan dolor en el alumbramiento como un resultado de la Caída, una mujer ha dado a luz a la Simiente prometida quien destruirá a Satanás y vencerá la Caída. No solo fue una mujer el vehículo para la entrada del pecado en el mundo, la muerte y el poder de Satanás, sino que también fue una mujer el vehículo para la entrada del Salvador en el mundo, que libera a la gente del pecado y la muerte”[33].

Pablo no establece en base al orden de la creación un principio antropológico por el cual todas las mujeres están por eso subordinadas a todos los hombres dentro y fuera de la iglesia, ni por el hecho de que Eva fue engañada primero establece un principio antropológico de que las mujeres son por naturaleza más fácilmente engañadas que los hombres[34]. Antes bien, “Pablo restringió la enseñanza de las mujeres porque los falsos maestros habían engañado a las mujeres en Efeso… [Por esto] la lectura más natural del tiempo presente ‘No permito’ en el versículo 12 [es] que estos son requerimientos temporarios a la luz de la influencia de la falsa enseñanza entre mujeres de la iglesia de Efeso. El engaño de Eva ilustra vívidamente el peligro [que existe] cuando una mujer es engañada. Por consiguiente, no hay necesidad de encontrar aquí una apelación críptica a una jerarquía basada en el género y establecida en la creación”[35].

1 TIMOTEO 3:1-13

“Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar… Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas. Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús”.

“Algunos se sorprenden al descubrir que en estos pasajes griegos (1 Timoteo 3:1-12; Tito 1:5-9) no hay un solo pronombre masculino. Antes bien son las traducciones en inglés las que insertan el pronombre masculino hasta catorce veces (NIV, NAB) en la lista de requerimientos de Pablo para los cargos de supervisor/ obispo/anciano y diácono”[36].

¿Pero qué diremos del requisito de Pablo de que el anciano y el diácono sean el “marido de una sola mujer” (1 Timoteo 3:2; Tito1:6)? ¿No es dicha designación una evidencia incontrovertible de que los cargos de liderazgo espiritual de anciano y diácono están reservados solo para hombres? La frase griega μιᾶϛ γυnαιкòϛ ἄnδρά, significa literalmente hombre de una mujer. Además de la exclusión obvia de los polígamos (mujeres/esposas múltiples) y de los adúlteros (compañeros sexuales múltiples), ¿qué otras exclusiones cubre esta frase? Algunos han aislado una sola palabra de esta frase y usado ἄnδρα (“hombre” o “esposo”) para funcionar como una cualificación independiente. Pero si fuera aceptable fragmentar esta lista de requerimientos espirituales, entonces uno podría disecar tan precisa como lógicamente “uno que gobierna bien su casa” (1 Tim. 3:4) y reducirlo a la frase “su propia casa” a fin de llegar a la conclusión que los dirigentes espirituales deben ser dueños de casa. Nadie permitiría tal reducción. Sin embargo, cuando se aísla una sola palabra de la frase “hombre de una mujer”  a fin de insertar un requerimiento adicional de género, tal reduccionismo es inmediatamente lógico para sus proponentes.

Sin embargo, lo que no es lógico son las implicaciones de esa reducción literal de una palabra, cuando se aplica a toda la lista. Junto con relaciones maritales (“marido de una sola mujer”, v. 2), Pablo también menciona requerimientos referentes a hijos —“que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad” (v. 4), “que gobiernen bien sus hijos y sus casas” (v. 12), que “tenga hijos creyentes”, (Tito 1:6). Sobre la base de una lectura literal de estas cuatro frases, se descalificarían las siguientes categorías de hombres: “hombres solteros; hombres casados sin hijos; hombres casados con un solo hijo; hombres casados con hijos demasiado jóvenes o demasiado indiferentes u obstinados para profesar la fe; hombres casados con hijos que son creyentes y obedientes pero no respetuosos en todas las cosas”[37]. Además, Gilbert Bilezikian hace notar que la exclusión literalista de hombres solteros comenzaría con Cristo mismo: “Jesucristo —puesto que era soltero— habría sido descalificado para ejercer liderazgo entre la gente a la que enseñó antes y después de la resurrección. Pablo y Bernabé, que sirvieron como misioneros y líderes ocasionales de iglesias locales (Hech. 13:1), hubieran violado el requerimiento de casamiento de Pablo puesto que ambos trabajaban como personas solteras (1 Cor. 9:5). Finalmente, si este requerimiento para la iglesia de Efeso asumiera un carácter absoluto, los hombres que acepten el desafío radical de Jesús al celibato por causa del reino de Dios (Mat. 19:12), prestando así obediencia ejemplar a su llamado a negarse a sí mismos, a llevar su cruz y seguirle (16:24) —los mismos hombres que debieran ser vistos como ejemplos de compromiso ante la comunidad cristiana— serían sistemática y universalmente rechazados de las posiciones más influyentes en el liderazgo de la iglesia. El sacrificio personal que habrían hecho para servir con total dedicación a la comunidad sería usado contra ellos como un impedimento para tal servicio”[38].

¿Pero qué diremos acerca de las mujeres en el ministerio? La lista de Pablo de requerimientos para el liderazgo espiritual y el ministerio (sin el pronombre masculino) ¿excluye a las mujeres de este llamado de Dios? Todas las nueve palabras o expresiones griegas que Pablo aplica a obispos/ancianos en 1 Timoteo 3 se aplican a mujeres en otras partes de esta epístola pastoral: “buenas obras” (2:10; 5:10); “irreprensibles” (5:7); “esposa de un solo marido” (5:9); “sobrias” (3:11); “con pudor… con modestia” (2:9, 15); “fieles en todo” (3:11); sujetas a “condenación” (5:12); “que tenga testimonio de buenas obras” (5:10)[39].

¿La conclusión? Los mismos rasgos que una vez se pensó que Pablo aplicó exclusivamente a los hombres, resultó ser que fueron también aplicados por Pablo a las mujeres en esta misma epístola. Por esto cuando la frase hombre de una mujer se interpreta correctamente como que excluye a los  polígamos o a los individuos adúlteros de ministrar en liderazgo espiritual, no hay una razón textual o exegética en 1 Timoteo 2 y 3 para prohibir a mujeres dotadas del Espíritu de servir en el mismo oficio de obispo/anciano que en la iglesia posterior al Nuevo Testamento eventualmente llegó a reservarse solo para hombres. La evidencia convincente es que Pablo nunca abogó en favor de un clero solo de hombres. Su enseñanza y práctica imitaron el ministerio de su Señor en ampliar deliberadamente el círculo de liderazgo espiritual para incluir discípulos llamados y calificados de ambos géneros.

ESCATOLOGÍA

Volvamos a la pregunta inicial de este documento. Cuando el Espíritu Santo profetizó a través del profeta Joel (2:28, 29) y repitió su predicción a través del apóstol Pedro (Hech. 2:17, 18), ¿cómo entenderemos ese derramamiento de “mi Espíritu”, divinamente prometido, sobre “vuestros hijos y vuestras hijas”?

“En los postreros días —dice Dios—, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas, en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán” (Hechos 2:17, 18, RV 1995).

En el Día de Pentecostés, cuando Pedro comenzó ese primer sermón evangélico citando del antiguo profeta Joel, bajo la inspiración del Espíritu, Pedro o Lucas insertó una frase inicial nueva a la profecía de Joel: “En los postreros días”. Pedro no hablaba de épocas sino más bien de inminencia. Él escribiría eventualmente: “El fin de todas las cosas se acerca” (1 Ped. 4:7). Pero antes del día del Señor —y este era el punto de Pedro en cuanto a Pentecostés— habría un derramamiento escatológico, apocalíptico del Espíritu Santo, sobre “toda carne”. Y en ese derramamiento Dios desmantelaría tres barreras que han mantenido a la familia humana dividida y separada desde sus comienzos: la barrera del género (hombres y mujeres), la barrera de la edad (jóvenes y viejos), y la barrera de clase (libres y siervos). Y en esa demostración apocalíptica, los dones espirituales de profetizar, tener visiones y sueños, serían otorgados a “toda carne”.

Es de interés que el don espiritual que Joel y Pedro identifican en ese derramamiento del tiempo del fin es el don de profecía, un don que está en segundo lugar en la jerarquía de Pablo de dones espirituales y de liderazgo: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas” (1 Cor. 12:28). Este es el mismo don que el Apocalipsis predice que será operativo dentro de la comunidad remanente en los mismos “últimos días” (Apoc. 12:17; 19:10).

Si ambos géneros están escogidos por el Espíritu Santo para recibir el don de autoridad espiritual en la iglesia que está calificado en el segundo lugar, lo mismo seguramente sería cierto para los dones menores, inclusive el don de enseñanza, que ocupa el tercer lugar de autoridad espiritual. Por esto la Biblia predice el llamado apocalíptico de Dios y la entrega de los dones a ambos géneros, a todas las edades, y a todas las clases por causa de la estrategia final de Dios.

Al haber examinado los pasajes salientes del Nuevo Testamento acerca de la mujer en el ministerio, es la conclusión de este documento que no hay fundamento creíble, exegético, bíblico para un ministerio evangélico solo de hombres. El ideal edénico de Dios de interdependencia mutua, el ejemplo del Creador mismo encarnado que eleva a hombres y mujeres a su causa, el claro abrazo paulino a hombres y mujeres en el ministerio evangélico del Nuevo Testamento, el “sacerdocio de todos los creyentes” del evangelio eterno, el mismo carácter y amor de Dios que desde tiempo inmemorial procuró atraer a su creación inteligente al gobierno de su Reino, la predicción apocalíptica de que tanto nuestros hijos como nuestras hijas serían dotados similarmente por el Espíritu de Dios para su obra final, y el hecho de que la fundadora de este movimiento fue una mujer que manifestó el mismo don predicho para esta comunidad del tiempo del fin —todos estos hechos combinados respaldan la decisión de esta comunidad de fe de ordenar tanto a hombres como a mujeres para su misión apocalíptica y global y para ministrar para Cristo.


Referencias

[1] Philip B. Payne, Man and Woman, One in Christ: An Exegetical and Theological Study of Paul’s Letters (Grand Rapids, Mích.: Zondervan 2009), 52-54.

[2] Elena G. White, La educación, 17.

[3] Elena G. White toma esta descripción paulina del hombre y la aplica tanto al hombre como a la mujer (Adán y Eva).

[4] Algunos han sugerido que dentro de la narrativa de la creación se encuentran implícitas evidencias o indicios de que en efecto, Dios creó a la raza humana con un orden jerárquico previsto entre los géneros. El presente trabajo examina esa idea.

[5] Gilbert Bilezikian, Beyond Sex Roles: What the Bible Says about a Woman’s Place in Church and Family (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2006), 71.

[6] Bilezikian, 71–76.

[7] Bilezikian, 76.

[8] Payne, 57.

[9] Payne, 58.

[10] Payne, 59.

[11] Payne, 68.

[12] Eldon Jay Epp, Junia: The First Woman Apostle (Minneapolis, MN: Fortress Press, 2005).

[13] Nancy Vyhmeister, “Junia the Apostle,“ Ministry, July 2013, 6–9.

[14] Citado en Vyhmeister, 8.

[15] Vyhmeister, 9.

[16] Payne (65) destaca las conclusiones similares de Eldon Jay Epp: “Epp sostiene [en Junia: The First Woman Apostle] que el testimonio unánime y confiable del primer milenio de la iglesia identifica a Junias como mujer (pp. 31-36, 57), que ningún manuscrito griego existente identifica inequívocamente a Andrónico como hombre (pp. 45-49), que ninguna traducción temprana brinda alguna señal positiva de que este es un nombre masculino (pp. 23-24), de que Junias era un nombre común de mujer en latín (pp. 54, 57), y de que jamás se ha hallado ni siquiera un ejemplo confiable relacionado con Junias (pp. 24, 27, 34, 44,57), además de que resulte improbable que se encuentre, dado que el muy similar Junio era un nombre tan común (p. 43)”.

[17] Payne (65) escribe: “Las enseñanzas de Pablo sobre las mujeres en la iglesia deberían ser interpretadas en armonía con la práctica real de Pablo. Dado que Pablo mismo afirmó a colegas mujeres en el ministerio de manera tan vasta y en un rango tan amplio de ministerios, es de esperar que existiera en sus enseñanzas una afirmación similar de las mujeres”.

[18] Payne, 102.

[19] Payne, 117–118.

[20] Payne, 118–137.

[21] Payne, 128.

[22] Payne (130) destaca: “Dado que en cada uno de los demás casos, un artículo identifica a una entidad específica (Cristo, Dios), y dado que el uso más común de un artículo es el de especificar, lo más natural es comprender ‘el hombre’ [el artículo aparece en  griego, pero es omitido en las traducciones al inglés], como es el caso de 11:12, como referencia a ‘el hombre’, a Adán, de donde provino la mujer”.

[23] Bilezikian, 106.

[24] Ibíd.

[25] Payne, 149–150.

[26] Payne, 197.

[27] Dado que 1 Timoteo 2:12 tiene palabras similares a las de 1 Corintios 14:34-35 (“Vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar, sino que deben estar sujetas, como también la Ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos, porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación”), este trabajo examinará tan solo 1 Timoteo 2. En relación con el pasaje de 1 Corintios 14, Richard Choi observa en sus comentarios anotados de la Andrews Study Bible (1510): “Nótese que antes, Pablo sí asume que las mujeres orarán y profetizarán en la adoración pública (11:5, 13). Estos versículos acaso se ocupan de un problema que surgió cuando las mujeres profetisas trataron

de juzgar, poner a prueba y silenciar las afirmaciones proféticas de sus esposos y de otros hombres durante la adoración pública (véase 14:29-30)”.

[28] Véase 1 Timoteo 1:18-20; 4:1-8; 5:11-15; 6:9-10.

[29] Payne, 296. Aquí Payne identifica en 1 Timoteo 1:3-11 estos cinco aspectos de las falsas enseñanzas: mitos e interminables genealogías, controversias, hacen que las personas abandonen la fe, charlas sin sentido y una aplicación inapropiada de la ley.

[30] Payne, 300.

[31] Algunos sugieren que la descripción que hace Pablo de las mujeres mayores como “maestras del bien” no se refiere a la enseñanza pública, sino más bien a algún tipo de ministerio en el hogar; sin embargo, Payne (329) sostiene que un “análisis de todas las palabras que Pablo usa con la raíz ‘enseñar’ muestra que en todas las demás instancias, la enseñanza contenía un contenido verbalizado y, en el caso de las mujeres mayores, se enumera el contenido así como lo hizo en el caso de Tito. Por ello, los que interpretan Tito 2:3 como si se refiere tan solo a enseñar con el ejemplo lo hacen en oposición al uso universal que hace Pablo de esta palabra en cualquier forma (sustantivo, verbo, participio, compuesto, derivativo de raíz) en

este y en cualquier otro contexto. En [Tito] 2:13, privan a ‘maestro’ de su significado básico (una persona que verbalmente imparte el conocimiento de habilidades) en solo esta instancia, simplemente porque las que enseñan son mujeres”.

[32] Payne, 322–323.

[33] Payne, 422.

[34] En sus cartas, Pablo expone de manera suficiente la propensión también masculina para el engaño (Romanos 1:29; 1 Corintios 3:18; 2 Corintios 11:13; Efesios 4:14; Colosenses 2:8; 1 Timoteo 4:1; 2 Timoteo 3:13; Tito 3:3, et al).

[35] Payne, 415.

[36] Payne, 445.

[37] Bilezikian, 139.

[38] Bilezikian, 144.

[39] Véase la gráfica en Payne, 450.

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