Un Repaso de la Ordenación en los Comienzos de la Iglesia Adventista 1844–1881

Un Repaso de la Ordenación en los Comienzos de la Iglesia Adventista 1844–1881

Por Kendra Haloviak-Valentine

 

Este documento trata de las siguientes preguntas identificadas por el Comité de Estudio de la Teología de la Ordenación de la División Norteamericana (2012–2013):

  • ¿Cuál era el concepto de ordenación en los comienzos de la Iglesia Adventista?
  • ¿Cómo se la practicaba? ¿Quién era idóneo?
  • ¿Cuál era la base teológica para la ordenación?
  • ¿Cuál era la necesidad organizacional que le daba origen a la ordenación?
  • ¿En qué grado la Iglesia Adventista de los comienzos siguió las costumbres de las iglesias de las cuales procedía?
  • ¿Cuáles eran las diferencias entre los clérigos ordenados y los no ordenados?
  • ¿Cómo resolvían cualquier diferencia entre diversas maneras de entender la ordenación?
  • ¿Cómo se desarrollaron los tres niveles de la ordenación?
  • ¿Cuál fue el rol de las mujeres en el ministerio en la temprana comunidad adventista?

ORDENACIÓN EN LOS COMIENZOS DEL MOVIMIENTO ADVENTISTA

El Movimiento Adventista antiorganizacional abrazó relativamente rápido los roles de ancianos y diáconos y el valor de “apartar” a los que eran llamados al ministerio. Cualquier inconsistencia entre su oposición a la organización de la iglesia, fuertemente sustentada, y este nivel de estructura de la iglesia no era tan importante como las necesidades de la congregación local. La motivación que se expresó más temprano para dichos cargos y acciones, destacaba las necesidades de los nuevos creyentes, especialmente su vulnerabilidad frente a los muchos “falsos predicadores” que trataban de confundirlos. En las páginas del periódico de la denominación, Review and Herald, Jaime White justificaba repetidamente esta concesión a la organización como preferible a caer en el caos eclesiológico. Aunque los adventistas se veían como habiendo dejado las iglesias babilónicas con sus credos y jerarquías de autoridad eclesiástica, no iban a dejar Babilonia solo para unirse a Babel como iglesias en confusión. Se necesitaba algún tipo de autoridad reconocida. Las primeras referencias adventistas a aquellos llamados por Dios no usaban típicamente las palabras ordenados u ordenación, sino más bien colocar aparte o imposición de manos. Dichas acciones eran consideradas apropiadas dadas las necesidades de las congregaciones locales.

Debido a que había tal recelo de las estructuras humanas, se tomó toda precaución posible para evitar que se pusieran límites innecesarios de poder. Por ejemplo, J. N. Loughborough recordó sus primeros años dentro del Movimiento Adventista (1849-1852) como un tiempo cuando no se llevaban registros de la feligresía de la iglesia, no se nombraban oficiales de la iglesia y no se realizaba “ordenación de ninguna clase, excepto la de un predicador”. Aparentemente ese predicador pedía urgentemente la ordenación. Después que un grupo de ministros dirigentes concordaron de mala gana en ordenar al hombre en 1851, Loughborough recuerda el hecho casi como un evento decepcionante: “En vez de ser una ceremonia solemne e impresionante ante el cuerpo de creyentes, los ministros esperaron hasta que se hubo retirado la congregación, cuando uno de los ministros ofreció una oración seca, formal. No hubo ninguna imposición de manos. No se confirió ningún cargo” (Review and Herald, Mayo 28, 1901). Nadie confundiría este evento como una aceptación de algún tipo de sucesión apostólica, aun si requirió la oración de un ministro. Founders of the Message [Fundadores del Mensaje, Review  and Herald, 1938] de Everett Dick, cuenta de la propia ordenación de Loughborough, que se realizó tras un campestre en Grand Rapids, Míchigan, en 1854. En vez de una ceremonia grande ante el grupo de creyentes reunidos, su ordenación ocurrió “en una casa después que la carpa había sido desmantelada” (Founders, 273).

Las Primeras Ordenaciones por el Movimiento Adventista Sabatario: Autoridad para Administrar “las Ordenanzas de la Iglesia”

Muchas personas, incluyendo a Jaime White, se unieron al Movimiento Adventista habiendo sido ya ordenados dentro de las iglesias que habían dejado. Washington Morse puede haber sido la primera persona “puesta aparte” por el Movimiento Adventista Sabatario. Aunque el propio recuerdo de Morse fue que esto tuvo lugar en 1852 (“Ordination” en SDA Encyclopedia), una testigo presencial contribuyó con sus comentarios sobre el evento en el número de Agosto 19, 1851, de la Review and Herald. La Hna. F. M. Shimper dijo: “Después de bautizar a seis de nuestro número, nuestro querido Hno. Morse fue apartado mediante la imposición de manos, a la administración de las ordenanzas de la casa de Dios […] El Espíritu Santo testificó mediante el don de lenguas, y manifestaciones solemnes de la presencia y el poder de Dios. El lugar era horrible, sin embargo glorioso. Verdaderamente sentimos que ‘nunca lo vimos de esta manera’ ” (Review and Herald, Agosto 19, 1851).

La razón para la ordenación de Morse no fue especificada. ¿Fue ordenado en respuesta a los dones del Espíritu? ¿Fue ordenado a causa de su ministerio efectivo que había atraído a algunos a aceptar el bautismo?¿Fue ordenado a fin de regularizar los seis bautismos que había acabado de realizar? ¿Es la autoridad para bautizar parte de “las ordenanzas de la casa de Dios”? ¿O eso vendría más tarde? Este es un relato particularmente interesante, puesto que dos años más tarde Jaime  White argüiría que sería sabio ordenar a predicadores de modo que prestamente pudieran bautizar a aquellos que aceptaban el mensaje de la iglesia. Por 1858 se observaría que “es contrario tanto a la práctica como a los puntos de vista de la iglesia, que alguien que no ha sido regularmente apartado para la obra mediante la imposición de las manos administre la ordenanza del bautismo” (Review and Herald, Julio 8, 1858). Morse reflexionaría sobre su ordenación treinta y siete años después en las páginas del periódico de la denominación. Morse recordó que después de compartir la verdad del sábado con una compañía de nuevos creyentes en Vermont, “el verano siguiente fui debidamente ordenado al ministerio, y recibí la evidencia más inequívoca de la aprobación de Dios” (“Noticias de la Experiencia Adventista durante los últimos Cincuenta Años”, Review and Herald, Octubre 16, 1888).

En Septiembre de 1853, la Review and Herald publicó el relato de otra reunión donde el Espíritu estuvo presente. La Conferencia de Pottsdam se realizó en el jardín delantero de John Byngton. Se reunieron aproximadamente ochenta personas, y J. N. Andrews habló en forma tal que la gente escuchó con arrobadora atención. En el segundo día de la conferencia, “el Espíritu de Dios fue gentilmente derramado. Toda la congregación estaba a veces en lágrimas”. En este contexto, Jaime White recordó: “Nos pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros, apartar a nuestro querido Hno. Lawrence para la obra del ministerio evangélico, para administrar las ordenanzas de la iglesia de Cristo, mediante la imposición de las manos. La iglesia estuvo de acuerdo en este asunto. Esperamos que nuestro querido hermano podrá darse enteramente al estudio y a la predicación de la palabra; y doquiera pueda trabajar, dar la razón de su esperanza solo en base a la palabra”. El Hno. Lawrence fue “apartado” para ser instruido en el cuidadoso estudio de la Biblia para su trabajo como un predicador itinerante.

Combatiendo a Falsos Maestros: la Ordenación como la Autoridad para Predicar y Bautizar

Dos meses más tarde, el periódico de la iglesia informó sobre más personas que habían sido “apartadas” (Review and Herald, Noviembre 15, 1853). La Conferencia de New Haven se reunía en una escuela llena de gente. Después del cierre oficial de la última reunión, continuaron las discusiones entre algunos hasta la 1:00 a.m. Jaime White informó que “el Espíritu de Dios fue derramado sobre nosotros”. En esa extensa discusión, “se consideraron las necesidades de la causa. Y se decidió que había entre los presentes aquellos que deberían ser ordenados para la obra del ministerio evangélico”. Los dirigentes sintieron la necesidad de ordenar a personas para servir en el área, especialmente porque algunos maestros “no eran dignos”, y esto haría una distinción entre los dos grupos. Más tarde en este informe, James White describió a esos maestros/predicadores indignos e hizo la siguiente observación: “Probablemente la causa ha sufrido más debido a individuos que se han salido de su lugar, y tomado sobre sí la obra de enseñar, más que por cualquier otra razón. Sin duda Satanás incita a algunos a asumir esta posición”. Aquellos que habían dirigido la conferencia y debatido estos asuntos decidieron consultarlo con la almohada y regresaron a las ocho de la mañana, “cuando se retomó el tema de la ordenación”. En ese momento, el grupo no solo decidió unánimemente “apartar para la obra del ministerio” a J. N. Andrews, A. S. Hutchins y C. W. Sperry, pero también incrementar la obra por todo Vermont apartando a E. P. Butler, Elon Everts y Josiah Hart.

El mes siguiente, en semanas consecutivas, James White publicó una serie en dos partes titulada “Orden Evangélico” para el beneficio de lectores adventistas (Review and Herald, Diciembre 13 y 20, 1853). Los dos artículos comenzaban en la misma manera citando de 1 Corintios 14:33: “Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos”. Sabiendo que su segundo artículo produciría parámetros particulares para los que estaban ordenados, el primer artículo de White enfatizó su continua convicción de que las iglesias cuya estructura organizacional demandaba credos a fin de mantener la unidad de la iglesia, nunca tendrían éxito. Sin embargo, White estaba también convencido de que se requería unidad y orden dentro de la confraternidad de los creyentes. Las convicciones antiorganizacionales de los primeros adventistas necesitaban modificación, o al menos alguna variante.

White comenzó su segundo artículo diciendo que discutiría “el llamado, las calificaciones y los deberes de un ministro evangélico”. Luego usó una serie de citas de diferentes obras acerca del Nuevo Testamento para fundamentar sus convicciones de que “Dios llama a hombres a la obra del ministerio” y que aquellos que salen a “enseñar a todas las naciones” debieran poder bautizar a las 0personas que se arrepienten y creen. “¿Por qué las almas que se arrepienten y creen debieran esperar seis meses, o aun un día, para ver si recaerán o no antes de ser bautizados? Antes bien, permítanles tener el beneficio de esta, y de todas las otras ordenanzas evangélicas, para impedir que recaigan. Este parece ser el orden evangélico”.

Pero luego White pregunta: “¿Quién debiera administrar la ordenanza del bautismo? Hemos visto que esta ordenanza está estrechamente vinculada con la enseñanza. ‘Enseñad a todas las naciones, bautizándolos’, dijo nuestro Señor. Entonces aquellos, y solo aquellos que han sido llamados por Dios para enseñar su palabra, debieran administrar esta ordenanza”. Después de encontrar apoyo en Tito y 1 Timoteo, White concluyó: “De esto aprendemos que el orden del Evangelio es que los hombres que son llamados por Dios para enseñar y bautizar, debieran ser ordenados o puestos aparte para la obra del ministerio mediante la imposición de las manos. No es que la iglesia tenga poder para llamar a los hombres al ministerio, o que la ordenación los hace ministros de Jesucristo; pero es la orden del Evangelio que aquellos que son llamados al ministerio debieran ser ordenados, para objetivos importantes”. Luego White mencionó tres de esas importantes razones: (1) “Que aquellos que salen a un mundo frío para enseñar la Palabra de Dios puedan saber que tienen la aprobación y la simpatía de los hermanos que sirven como ministros en la iglesia”. (2) “Producir y asegurar la unión en la iglesia. Pensamos que la imposición de las manos debiera hacerse en nombre de la iglesia. Una expresión unida de la iglesia en este asunto ciertamente tendría la tendencia de unir al pueblo de Dios”; y (3) “Cerrarle la puerta a Satanás”. Esta fue una grave preocupación, dada la cantidad de espacio asignado a su explicación. Los creyentes nuevos sufrieron porque “falsos maestros” confundían y distorsionaban las enseñanzas de la iglesia. Aquellos cuyos ministerios fueron afirmados por la iglesia deben distinguirse de aquellos que predican falsedad, a fin de “salvar al rebaño de alguna imposición de este tipo”. El artículo entonces incluyó una serie de citas bíblicas como prueba que las calificaciones de dichos maestros eran claras en base a la Escritura (referencias a 1 Timoteo, Hebreos, Mateo, 1 Pedro, Tito), y que sus deberes eran predicar la Palabra con conocimiento y valor.

Siguieron otros servicios de ordenación de ministros y diáconos. De acuerdo con George Knight en su capítulo “Primeros Adventistas del Séptimo Día y la Ordenación”, en Women in Ministry: Biblical & Historical Perspectives (Nancy Vyhmeister, editor, 1998, 106), “la ordenación al ministerio evangélico no llegó a ser una práctica general entre los sabatarios hasta el otoño de 1853”. Knight explica: “Los elementos clave del servicio de ordenación en estos informes y los muchos otros provistos por la Review fueron la oración y la imposición de manos por otros ministros. De este modo no había nada singular en el servicio de ordenación de los adventistas sabatarios. Estaban enteramente en armonía con las prácticas de las iglesias evangélicas de su tiempo” (Knight, 107).

Ordenación de Diáconos y Ancianos

La semana después del segundo artículo de Jaime White, “Gospel Order” (“El Orden Evangélico”), H. S. Gurney, en una carta a White, escribió sobre el hecho de que su iglesia se sintió impresionada a apartar a dos hombres como diáconos a fin de servir la Cena del Señor cuando “los mensajeros tienen que viajar”. Vieron que sus acciones estaban en armonía con “El Orden Evangélico” y con Hechos 6:1-7. En un servicio de sábado de tarde, Frederick

Wheeler “apartó a esos hermanos mediante la oración y la imposición de manos. Durante este proceso, el Espíritu de Dios estuvo evidentemente presente, para bendecir. Y sentimos que en respuesta a la oración la obra fue ratificada en el Santuario Celestial. La paz de Dios descansó sobre nosotros” (Review and Herald, Diciembre 27, 1853).

Ya para Enero de 1855, nuevas preguntas pastorales prácticas acerca del orden en la iglesia habían surgido naturalmente a partir de varios años de seguir las prácticas en “El Orden Evangélico” abogadas por Jaime White en las páginas de la revista denominacional y respaldadas por Elena de White en su obra “El Orden Evangélico” (ver A Supplemental to Experience and Views, impreso en 1854 dentro de Early Writings [Primeros escritos, pp. 11-20; 97-104]). John Byington preguntó a los lectores adventistas: “¿Los ancianos y diáconos han de ser nombrados en cada iglesia donde el número, el talento y las cualidades de los individuos son suficientes para el trabajo? Y si es así, ¿quién debiera hacerlo? ¿Debieran hacerlo los hermanos que viajan extensamente? Me parece que en muchos lugares las iglesias pequeñas están distraídas y desalentadas. Las ordenanzas en gran medida están descuidadas. ¿Cuál será el remedio?” (Review and Herald, Enero 23, 1855). La respuesta fue afirmativa: “Ellos debieran ser apartados para su trabajo por aquellos con experiencia y juicio sensato, a quienes Dios ha llamado a trabajar en palabra y doctrina, después de ser seleccionados por la voz de la iglesia” (Enero 23, 1855). Aunque todavía no estaba claro cómo se haría la división de deberes entre los ministros viajeros, los ancianos y los diáconos, el uso de los tres términos comenzó a entrar en la iglesia. Se presta particularmente a confusión porque inicialmente anciano parecía referirse al ministro viajero, más tarde también significó alguien cuya tarea primaria era el bienestar de una congregación local. Las epístolas pastorales eran usadas repetidamente en artículos por Jaime White y J. B. Frisbie (ver especialmente una serie por Frisbie en Review and Herald, Junio-Julio 1856).

Para explicar las tareas del “anciano” u “obispo”, Frisbie usó el lenguaje de “pastor”, que cuidaba al rebaño a través de la enseñanza como también la exhortación. Mientras que el proceso de afirmación guarda paralelismo con el del ministro viajero —Dios dio dones, el Espíritu Santo dio autoridad, y la iglesia dio aprobación oficial— la descripción de “anciano” comenzó a sonar mucho más como la descripción de un pastor contemporáneo. Todavía con un matiz más complicado, Frisbie sugirió una relación entre “ancianos” y “hombres y mujeres de más edad en la iglesia” (Julio 3, 1856). Frisbie declaró:

“Los miembros más jóvenes de la iglesia debieran estimarse y llamarse mutuamente hermano y hermana, mientras que los ancianos debieran ser considerados como padres y madres. Y no sería bueno que las iglesias en el extranjero nombraran por lo menos a uno de su grupo, cuyo deber será cuidar fervientemente al pequeño rebaño alrededor de donde ellos viven, que puedan generalmente ver que las reuniones son citadas y dirigidas. Uno en quien los hermanos tengan confianza, que pueda exhortar, amonestar, y velar por el mejor interés de la causa; que pueda tener juicio, sabiduría y piedad, teniendo a sus hijos en sujeción”.

Con el surgimiento de ancianos locales, Frisbie especificó a los diáconos como aquellos que velan por “las necesidades temporales de la iglesia” (Julio 31, 1856). Se hizo referencia a Febe (Romanos 16:1-2) como el apoyo textual para esta importante obra de “ayudante” de Pablo y de toda la iglesia. Los diáconos eran “siervos, ayudantes u obreros con los apóstoles en el Evangelio”. Mientras que su rol como ministros en la ausencia de los predicadores itinerantes fue despareciendo, los diáconos estaban todavía asociados con la Cena del Señor como aquellos que distribuían el pan bendecido y cuidaban de los pobres en la comunidad. Por Marzo de 1857, el cargo de diácono sería designado como “subordinado”.

Sin embargo, tanto los ancianos como los diáconos continuaron siendo apartados en servicios de ordenación.

Es fascinante leer el relato (Review and Herald, Noviembre 25, 1858) de una compañía en West Union, N. Y., con aproximadamente veinte nuevos observadores del sábado que estaban ansiosos de levantar una iglesia. Después de una lucha no especificada en el grupo, R. F. Cottrell informó: “Un capataz y un diácono fueron escogidos con mucha unanimidad, y apartados para su trabajo mediante la imposición de las manos. Y, después de medianoche, de acuerdo con el ejemplo apostólico en Troas, quebramos el pan y disfrutamos juntos de un momento especial en Cristo Jesús”. El relato suponía que, mientras que los líderes adventistas y los predicadores itinerantes se detendrían ocasionalmente para animar a este grupo de nuevos creyentes, la iglesia local comenzó cuando un anciano (capataz) y un diácono fueron apartados para el ministerio de esta nueva congregación.

Algunas Observaciones de Estos Primeros Años del Movimiento Adventista Posterior al Chasco:

  1. Inicialmente, probablemente debido a la inminente escatología del Adventismo, los deberes ministeriales fueron realizados por aquellos que ya habían sido ordenados en otras congregaciones antes de unirse al Movimiento Adventista, o no había distinción en los deberes desempeñados por clérigos y por no clérigos.
  2. La primera ordenación, en 1851, parece enfocarse en la necesidad de que el ministro pueda dirigir en las ordenanzas de la iglesia. Puesto que el ministro ya había bautizado a gente, “ordenanzas” se refiere a dirigir en la Cena del Señor; las ordenaciones en Septiembre de 1853 fueron también entendidas como autorizando a personas a celebrar las “ordenanzas”.
  3. Aquellos identificados como predicadores y maestros dotados fueron inicialmente “apartados” por la “imposición de manos”. Aunque no se ha especificado, hay documentos que parecieran suponer que este acto sería realizado por ministros que ya habían sido ordenados. Los ministros eran típicamente predicadores itinerantes.
  4. La predicación itinerante creó la necesidad de tarjetas de aprobación oficial por parte del Movimiento Adventista. (De acuerdo con Loughborough, la emisión de tarjetas comenzó en 1853 con las firmas de Jaime White y José Bates. Ver “The Church: Its Organization, Order and Discipline” [La Iglesia: su

Organización, Orden y Disciplina], Review and Herald: 1907, 101). En Noviembre de 1853, la autoridad para predicar fue asociada con la ordenación para tener una manera de tratar con maestros que “no eran dignos”.

  1. En Diciembre de 1853, se mencionó específicamente la importancia de la ordenación para permitir a los ministros bautizar.
  2. También en Diciembre de 1853, la “imposición de manos” por la iglesia en afirmación de sus predicadores itinerantes fue expresada por Jaime White como una oportunidad para fomentar la unidad de la iglesia. Cuando los predicadores iban a lugares nuevos, iban con la afirmación y la aprobación oficial de su iglesia.
  3. La amenaza de maestros falsos que confundían a los creyentes y causaban caos en las congregaciones se enfatizó nuevamente en Diciembre de 1853 y se consideró como una razón principal para apartar a aquellos que habían recibido la aprobación oficial de la iglesia.
  4. Las necesidades pastorales en los intervalos entre los predicadores visitantes crearon la ocasión para la ordenación de diáconos. En la ausencia de los predicadores itinerantes, estos dirigentes de iglesia estaban autorizados para dirigir en la Cena del Señor y para atender otras necesidades pastorales de la congregación.
  5. Cuando el número y el tamaño de las iglesias adventistas creció, se hizo una distinción entre predicadores viajeros (ancianos) y aquellos que ministraban a las necesidades de una congregación local (también llamados ancianos). Ambos tipos de ancianos estaban ordenados.
  6. Las descripciones más tempranas de los actos de “apartar” y de “imponer las manos” reconocieron firmemente la presencia del Espíritu Santo. El despliegue del Espíritu en ocasión de esas ordenaciones revela un adventismo que estaba abierto a una variedad de expresión y experiencia religiosa.
  7. Investigar lo que el adventismo de los comienzos comprendía acerca de la ordenación revela una comunidad que era recelosa de las estructuras jerárquicas aun cuando llegó a reconocer la necesidad de una estructura para su supervivencia.
  8. La temprana literatura adventista que discutía la ordenación enfatizaba en una manera constante la importancia de actuar en armonía con el Nuevo Testamento y, en muchas maneras, el desarrollo dentro del Adventismo de los ministros predicadores itinerantes, a diáconos que atienden las necesidades de la comunidad, a ancianos como ministros residentes lo que guardó paralelo con el desarrollo de la iglesia cristiana primitiva.
  9. Había flexibilidad en el temprano Movimiento Adventista. Las nuevas necesidades de una iglesia en desarrollo requerían adaptación en el enfoque al ministerio. Estas adaptaciones, en armonía con la Escritura y la misión, eran no solo respaldadas sino también fomentadas tanto por Jaime como por Elena White.

El punto Nº 13 no solamente es cierto en cuanto a la inclusión de ministros viajeros, diáconos y ancianos. Elena de White más tarde fomentaría la ordenación de mujeres y misioneros médicos. En esta declaración en Review and Herald del 9 de Julio de 1895, ella dice:

Las mujeres que están dispuestas a consagrar algo de su tiempo al servicio del Señor debieran ser designadas para visitar a los enfermos, velar por los niños y jóvenes y ministrar a las necesidades de los pobres. Debieran ser apartadas para esta obra mediante la oración y la imposición de manos. En algunos casos necesitarán pedir consejo a los oficiales de iglesia o al ministro; pero si son mujeres devotas, que mantienen una conexión vital con Dios, serán un poder para bien en la iglesia. Esta es otra manera de fortalecer y edificar la iglesia. Necesitamos ampliar más nuestros métodos de trabajo… Ni una mano debiera ser atada, ni un alma desanimada, ni una voz debiera ser acallada; que cada individuo trabaje, privada o públicamente, para ayudar a promover esta gran obra.

 Trece años más tarde, en 1908, Elena de White registró esta declaración (Manuscrito 5, 1908):

“La obra del verdadero médico misionero es mayormente una obra de carácter espiritual. Incluye la oración y la imposición de manos; por lo tanto debiera separárselo para esta obra con la misma piedad con que se separa al ministro del Evangelio. Los que son elegidos para desempeñarse como médicos misioneros deben ser separados como tales. Esto los fortalecerá contra la tentación a apartarse de la obra en el sanatorio para dedicarse a la práctica privada” (Evangelismo, pp. 397, 398).

 Un cambio de enfoque del ministerio dentro del Movimiento Adventista tuvo ramificaciones para las mujeres en el ministerio.

Movimiento Adventista Millerita en la Década de 1840

Las mujeres estuvieron muy involucradas en la predicación y el evangelismo en anticipación del regreso de Jesús:

  • Jaime White—había sido un ministro ordenado en la Conexión Cristiana
  • Frederick Wheeler—había sido un ministro ordenado en la Iglesia Metodista Episcopal
  • John Byington—había sido un ministro ordenado en la Iglesia Metodista
  • A. S. Hutchins—había sido un ministro de la Iglesia Bautista del Libre Albedrío
  • J. G. Matteson—había sido un bautista
  • Roswell F. Cottrell—había sido un Bautista del Séptimo Día

Las siguientes mujeres están documentadas como habiendo servido en un ministerio de predicación durante este tiempo (tomado de “Ruta a la Ordenación de Mujeres en la Iglesia Adventista del Séptimo Día: Dos Caminos”, por Bert Haloviak, Marzo 18, 1985):

  • Olive Maria Rice
  • Lucy Stoddard
  • Emily C. Clemens
  • Sarah J. Paine
  • Clorinda S. Minor

Décadas de 1850–1860—Primer Gran Cambio

Una atmósfera de libertad para predicar y usar los dones, junto con la naturaleza itinerante del ministerio y una resistencia a organizar, produjo un cambio a un sentido de necesidad de credenciales debido a “falsos maestros” y a las necesidades de los miembros de las congregaciones locales.

Mientras muchas mujeres (y hombres) milleritas líderes fueron atraídas al fanatismo, Elena de White continuó como una líder dentro del Movimiento Adventista. El Movimiento Adventista tuvo que defender, al menos ocasionalmente, la libertad de las mujeres para predicar:

Se nos informa sobre la autoridad de la revelación divina que el hombre y la mujer son uno en Cristo Jesús; que en la relación en la cual permanecen ante él, la distinción está tan completamente rota como entre judíos y gentiles,  esclavo y libre… La experiencia ha demostrado que muchas mujeres han poseído las calificaciones naturales para hablar en público, la amplitud de pensamiento, la facultad de comunicar sus ideas en lenguaje apropiado, la simpatía hacia la humanidad sufriente, un sentido profundo y vivo de gratitud a Dios, y la belleza de la santidad, un celo por el honor de Dios, y la felicidad de sus criaturas racionales —todo esto se encuentra en la parte femenina de la familia humana, tan frecuente y eminentemente como entre los hombres. Entonces no se arrojen impedimentos en su camino, sino permítaseles llenar el lugar que Dios les ha llamado a llenar, no sean maniatadas al silencio por reglas de la iglesia (S. C. Welcome, “Shall the Women Keep Silence in the Churches?”, Review and Herald, Febrero 23, 1860, 110).

La preocupación de Jaime White por la falta de control de los predicadores itinerantes que causaban caos y confusión en nuevas compañías de creyentes, lo indujo a pedir más estructura de la iglesia. Esto se enfrentó con resistencia, dadas las convicciones antiorganizacionales de los milleritas y del Movimiento Adventista de los comienzos. En la formación del Movimiento había sido la práctica no usar un vocabulario que viniese fuera de la Escritura. Sin embargo, White defendió su posición: “Es verdad, la Biblia no dice en tantas palabras que debiéramos tener reuniones anuales; ni dice que debiéramos tener un periódico semanal, una prensa a vapor, que debiéramos publicar libros, construir lugares de adoración y enviar carpas. Cristo dice, ‘Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder’. ‘Así alumbre vuestra luz delante de los hombres’, etc. Él no entra en los detalles sobre cómo esto se hará. Se deja a la iglesia viviente de Dios que avance humildemente en esta gran obra, orando en busca de dirección divina, y actuando con el plan más eficiente para su cumplimiento” (White, “Yearly Meetings”, Review and Herald, Julio 21, 1859). Más tarde White repetiría algunos de estos mismos puntos concluyendo con esta declaración: “Creemos que es seguro ser gobernados por la siguiente REGLA: Debieran emplearse todos los medios que, de acuerdo con un juicio sensato, harán avanzar la causa de la verdad, y que no estén prohibidos por claras declaraciones de la Escritura” (“Making Us a Name”, Review and Herald, Abril 26, 1860).

Al año siguiente, Octubre 6, 1861, después que fue establecida la Asociación de Míchigan de los Adventistas del Séptimo Día, se decidió que las iglesias locales emitirían “credenciales ministeriales” para los ministros ordenados. “También se votó otorgar a todos los ministros adventistas en el Estado que estuvieran en regla, credenciales ministeriales, consistentes en un certificado de ordenación y credenciales, firmadas por el presidente y el secretario de la conferencia, las cuales debieran  renovarse anualmente” (J. N. Loughborough, Pacific Union Recorder Vol. 11, No 45 [Junio 6, 1912]).

En la reunión anual de 1862 de la Asociación de Míchigan de los Adventistas del Séptimo Día, se aprobaron resoluciones adicionales respecto a los ministros ordenados. George Knight declara: “Primero, se dio un gigantesco paso adelante cuando se decidió que la Asociación asignaría a los ministros su campo de labor. Hasta entonces cada ministro iba donde pensaba que podría ser necesitado. El resultado era que algunas iglesias eran uniformemente descuidadas mientras que otras tenían a veces un excedente de liderazgo. Segundo, en las reuniones anuales los ministros informarían su trabajo para cada semana del año. Y tercero, los ministros ordenados que venían a la fe adventista desde otras denominaciones no podrían más cumplir automáticamente funciones ministeriales en congregaciones adventistas. Tales ministros tendrían ahora que ‘dar prueba de estar llamados a predicar el mensaje y ser ordenados entre nosotros’ ” (Knight, 110).

El 21 de Mayo de 1863, la iglesia se organizó como la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. Respecto a la ordenación de ministros: “Lo que se había desarrollado durante la década previa y había sido institucionalizado por la Asociación de Míchigan llegó a ser el modelo para todas las asociaciones locales afiliadas a la Asociación General” (Knight, 111). Knight concluye: “El enfoque sabatario a la ordenación fue pragmático y ecléctico en vez de estar construido sobre una teología de la ordenación razonada cuidadosamente… La ordenación fue algo que los adventistas hicieron, no algo a lo cual le dieron una gran cantidad de pensamiento teórico” (111).

Décadas de 1870-1880—Segundo Gran Cambio

Un segundo cambio ocurrió cuando el énfasis principal sobre la predicación y el evangelismo en carpas se trasladó a un énfasis sobre ministerios estacionarios e iglesias locales.

Los primeros ejemplos de ministerio local (década de 1860) fueron los diáconos, los ancianos y los equipos de parejas. Una de esas parejas fue el Hno. y la Hna. Cornell (Iowa). Después que su esposo terminaba de predicar en una población particular y se trasladaba a la siguiente, la Hna. Cornell continuaba el trabajo haciendo visitas en los hogares, “defendiendo la verdad” en conversaciones y llevando “responsabilidades de trabajo en medio de jóvenes discípulos” (Jaime White, Review and Herald, Marzo 8, 1860). “Mi punto de vista y sentimientos son que la esposa del ministro está en una relación tan estrecha con la obra de Dios, una relación que lo afecta tanto a él para bien o para mal, que ella debería, en la oración de ordenación, ser apartada como su ayudante” (Jaime White, Review and Herald, Agosto 13, 1867, 136).

Mujeres con una “licencia ministerial para predicar” estaban involucradas en la predicación y el evangelismo bajo carpa.

  • 1871—Después que Elena de White expresó su preocupación respecto al entrenamiento ministerial, en la sesión de la Asociación General se votó que “deberían tomarse recursos para animar e instruir adecuadamente a hombres y mujeres para la obra de enseñar la palabra de Dios” (Bert Haloviak, Acuerdos de la Sesión de la AG de 1871, en “Anhelando el Pastorado”, 4). “Elena de White fue informada en cuanto a dar licencias a ministros mujeres.

Ella se involucraba rutinariamente en los exámenes que ocurrían antes de emitir licencias y asistía a procedimientos de la asociación donde se emitían licencias ministeriales a mujeres” (“Anhelando el Pastorado”, 9).

  • 1873—Sarah Lindsey recibió una licencia de la Asociación de Nueva York-Pennsylvania
  • 1878—La Sra. E. S. Lane recibió una licencia de la Asociación de Míchigan. En 1872-1873 Ellen Lane comenzó a prestar ayuda a su esposo enfermo en el ministerio en Ohio; participaron en muchos esfuerzos evangelísticos. En 1876 comenzaron el trabajo en Virginia; ella predicaba a centenares a la vez (se informó que en una reunión asistieron 650 personas; en otra, la United Brethren Church estaba tan llena que solo la mitad de los que deseaban asistir pudieron entrar en la iglesia).

Siete años después que la nueva Iglesia Adventista del Séptimo Día emitió licencias ministeriales por primera vez, las mujeres también las recibían:

Cuando la Asociación de Míchigan se reunió un mes después de la muerte del esposo de Ellen Lane, se votó nuevamente darle a ella la “licencia para predicar”. Se votó darle licencia ministerial por los próximos siete años. Así la Sra. Lane continuó su trabajo como un ministro denominacional maduro, excepto por su falta de ordenación, que le impidió organizar iglesias, bautizar o dirigir los servicios de ordenanzas (“Anhelando el Pastorado”, 11).

En 1882 Ellen Lane fue una de las dos mujeres entre el grupo original de 24 miembros de la Asociación Ministerial Adventista de Míchigan.

  • 1878—Julia Owen recibió la licencia [para predicar] de la Asociación de Kentuchy-Tennessee
  • 1879—Hattie Enoch recibió la licencia de la Asociación de Kansas. Tres años más tarde, George Butler informaría a Elena de White que el pastor Cook, un ministro en Kansas que pronto sería el presidente de la asociación, dijo que él “piensa que ella [Hattie Enoch] es una mejor obrera en esas cosas que cualquier ministro en el estado” (George Butler a Elena de White, Mayo 24, 1881).
  • 1881—Helen Morse recibió la licencia de la Asociación de Illinois
  • 1881—Ida Ballenger recibió la licencia de la Asociación de Illinois
  • 1884—La Sra. R. Hill recibió la licencia de la Asociación de Kansas
  • 1884—Anna M. Johnson recibió la licencia de la Asociación de Minnesota
  • 1884—Libbie Collins recibió la licencia de la Asociación de Minnesota
  • 1886—Ida Hibben recibió la licencia de la Asociación de Illinois
  • 1887—La Sra. Ruie Hill recibió la licencia de la Asociación de Kansas
  • 1887—La Sra. S. E. Pierce recibió la licencia de la Asociación de Vermont

Para ejemplos adicionales, ver la lista en el Apéndice B del libro Called by God (1990), de Josephine Benton.

Aunque la iglesia no estuvo de acuerdo sobre la cuestión de su ordenación, fueron consideradas como dentro del ministerio de la iglesia; no eran miembros laicos. Fueron mujeres licenciadas y pagadas por las asociaciones locales o por la Asociación General de los fondos del diezmo. Siguieron el mismo camino al ministerio que siguieron los hombres. El hecho de que algunas mujeres recibieron licencia [para predicar] por siete u ocho años consecutivamente indica que las asociaciones locales las consideraban exitosas en el ministerio (“Anhelando el Pastorado”, p. 7).

Elena de White y Reforma Ministerial: Necesidades del Ministerio de la Iglesia Local

Tanto Jaime como Elena de White expresaron cautela contra emprender esfuerzos evangelísticos a expensas de las congregaciones locales. “No es suficiente predicar a los hombres; debemos orar con ellos y para ellos; no debemos mantenernos fríamente distantes de ellos, sino acudir con simpatía cerca de las almas que deseamos salvar, visitar y hablar con ellas. El ministro que conduce el trabajo fuera del púlpito en una manera apropiada logrará diez veces más que el que confina su labor al escritorio” (Elena de White, “Una Apelación a los Ministros”, Review and Herald, Agosto 8, 1878).

Este segundo cambio recalcó las necesidades de las iglesias locales y, como había sido el caso desde el Movimiento Millerita, las mujeres contribuirían a esta nueva fase del ministerio:

“Las mujeres pueden ser los instrumentos de justicia, rindiendo santo servicio… Si hubiese veinte mujeres donde ahora hay una… veríamos muchos más conversos a la verdad. La influencia refinadora, suave de las mujeres cristianas se necesita en la gran obra de predicar la verdad… La diligencia ferviente y continua en nuestras hermanas al trabajar asiduamente para la distribución de la verdad sería totalmente exitosa, y nos asombraríamos con sus resultados” (Review and Herald, Enero 2, 1879, 1).

Las mujeres estuvieron involucradas en todos los aspectos del ministerio cuando la iglesia modificó su foco primario. No causó sorpresa que se discutieran dos resoluciones en la Sesión de la Asociación General de 1881:

“ACORDADO, Que todos los candidatos para recibir licencia y para la ordenación debieran ser examinados con referencia a su idoneidad intelectual y espiritual para el desempeño exitoso de los deberes que recaerán sobre ellos como ministros licenciados y ordenados.

“ACORDADO, Que las mujeres que poseen las cualidades necesarias para llenar esa posición, pueden, con perfecta propiedad, ser apartadas mediante la ordenación para la obra del ministerio cristiano” (Review and Herald, Diciembre 20, 1881, 392).

Mientras que el primer acuerdo fue adoptado, la Iglesia Adventista mundial espera el segundo.


Bibliografía

Benton, Josephine. Called by God (Smithsburg, MD: Blackberry Hill Publishers, 1990).

Dick, Everett. Founders of the Message (Takoma Park, MD: Review and Herald, 1938).

Fortin, J. H. Denis. “Ordination in the Writings of Ellen G. White”, Women in Ministry: Biblical & Historical Perspectives. Nancy Vyhmeister (editora) Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1998.

Froom, Le Roy. Movement of Destiny (Washington, D.C.: Review and Herald Publishing Association, 1971).

Haloviak, Bert. “A Place at the Table: Women and the Early Years”, The Welcome Table: Setting a Place for Ordained Women. Patricia A. Habada y Rebecca Frost Brillhart (editoras) (Langley Park, MD: TEAM Press, 1995).

“A Brief Sketch of SDA Ministerial Training” (manuscrito inédito),

26 de abril de 1988.

“Longing for the Pastorate: Ministry in 19th Century Adventism” (manuscrito inédito), 1988.

“Route to the Ordination of Women in the Seventh-day Adventist Church: Two Paths” (manuscrito inédito), 1985.

Knight, George R. “Early Seventh-day Adventists and Ordination, 1844-1863”, Women in Ministry: Biblical & Historical Perspectives. Nancy Vyhmeister (editora) (Berrien Springs, Mích.: Andrews University Press, 1998).

Loughborough, J. N. Pacific Union Recorder, t. 11, 45, 6 de junio de

1912, 1-2.

“Ordination”, Seventh-day Adventist Encyclopedia (edición revisada), Don Neufeld (editor), Commentary Reference Series, t. 10 (Hagerstown, Md.: Review and Herald, 1976).

Review and Herald, Números de 1851–1881.

Watts, Kit, “Appendix 5”, The Welcome Table: Setting a Place for Ordained Women. Patricia A. Habada y Rebecca Frost Brillhart (editoras) (Langley Park, Md.: TEAM Press, 1995).

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