Ruta a la ordenación de la mujer en la Iglesia Adventista del Séptimo Día: dos caminos
Bert Haloviak
18 de Marzo de 1985
(Borrador inicial)
1.Herencia Histórica
Introducción
Este documento proveerá evidencia que, en la opinión de este escritor, indica que la ordenación de la mujer al pleno ministerio evangélico es exigida tanto por la herencia histórica de la Iglesia Adventista del Séptimo Día como también mediante la guía de Dios a través del ministerio de Elena G. de White
Herencia milerista y de los primeros adventistas
Como parte de su herencia del movimiento milerista de la década de 1840, los Adventista del Séptimo Día han mantenido, a través de mucho de su historia, un fuerte fervor evangelístico. Durante la experiencia milerista, una gran variedad de ministerios fueron aceptados y fomentados. Ministros negros, como Charles Bowles y John W. Lewis era predicadores efectivos y eran bienvenidos dentro del movimiento. Sarah J. Paine, Clorinda S. Minor y varias otras, predicaron y publicaron con gran persuasión un mensaje centrado en el pronto regreso de Cristo. Leroy. E. From, historiador del movimiento, al evaluar los ministerios de los negros y las mujeres, observó: “Es ineludible la impresión de que el movimiento atrajo a hombres y mujeres de inusual mentalidad, equilibrio y piedad” (L. E. Froom, Prophetic Faith of Our Fathers, vol. 4, p. 708.).
Sin embargo, después del chasco de 1844 muchos exlíderes y miembros se centraron en ellos mismos, aceptaron el concepto de la puerta cerrada y perdieron su enfoque evangelístico. Algunos se movieron rápidamente hacia enseñanzas fanáticas y algunas mujeres líderes eran prominentes dentro de ese grupo. La Hermana White observó “El Anciano Dammon y varios otros fueron bautizados muchas veces y frecuentemente por la mano de una mujer, la Sra. Ayers, una mujer predicadora que se había emborrachado profundamente de fanatismo” (Manuscript Releases, vol. 8, p. 237). Mujeres jóvenes y solteras, se sentían llamadas a dar consejos explícitos acerca de asuntos sexuales y presentarlos ante hombres (Carta de Elena de White a A. T. Jones, 15 de Marzo de 1894).
Aunque claramente Elena de White había trabajado en contra de las enseñanzas fanáticas, parecía inevitable que ella también terminará siendo identificada con el fanatismo. Como resultado, se minimizó el rol de Elena de White en la iglesia, lo cual fue acompañado con una reducción general del rol de la mujer en las funciones ministeriales. Las visiones de Elena de White cesaron por un tiempo y ella creyó que su trabajo para la iglesia podría haberse terminado. James White observó que la Review and Herald no había publicado ninguna visión de Elena de White entre 1850 y 1855 (Review and Herald, 16 de Octubre de 1855).
Los Congresos de Battle Creek de 1855 y 1856, sin embargo, declararon: “confesamos que nosotros, como pueblo, hemos [fallado en] apreciar el privilegio glorioso de proclamar los dones otorgados sobre Elena de White, y reafirmar la confianza en los mensajes de Dios a través de esta fuente” (Review and Herald, 5 de Diciembre de 1855; 24 de Julio de 1856). El resultado fue un impacto evangelístico dramático en el Medio Oeste, acompañado con una elevación del rol de la mujer en la iglesia.
De la misma manera, comenzando en la década de 1850, la iglesia comenzó a preparar defensas de Elena de White contra aquellos que la atacaban desde fuera de la iglesia. Los ataques usualmente se enfocaban en interpretaciones de los escritos de Pablo y cuestiones relacionadas a la prerrogativa de las mujeres a hablar en la iglesia. Mientras la defensa de Elena de White se agudizaba, también lo hacían los planes por un rol significativo de las mujeres en la iglesia.
F. Robbins escribió “A las Discípulas Mujeres en el Mensaje del Tercer Ángel” y les recordó a ellas que ahora estaban en una atmósfera del contexto de silencio exigido por muchas de las iglesias de las que habían sido expulsadas durante el período milerista. Él instó a las mujeres a que desarrollen los variados dones “diseñados por Dios para la edificación del cuerpo de Cristo”. S. C. Welcome estuvo de acuerdo con Robbins e indicó que “fue bajo la exhortación u oraciones de mujeres que muchos en el adventismo se volvieron miembros”. Welcome continuó:
“Se nos ha informado por la autoridad de la revelación divina que hombres y mujeres son uno en Cristo Jesús; que en la relación en la cual ambos permanecen con él, la distinción está tan completamente destruida como la de entre judíos y gentiles, esclavos y libres… La mente de la mujer es ciertamente susceptible a todas aquellas sensibilidades, afectos y mejoras que constituyen el carácter cristiano… La experiencia ha demostrado que muchas mujeres han poseído las calificaciones naturales para hablar en público, la amplitud de mente, la facultad de comunicar sus ideas en un lenguaje apropiado, la simpatía con la humanidad sufriente, un sentido profundo y vivo de gratitud a Dios y de la belleza de la santidad, un celo por el honor de Dios y la felicidad de sus criaturas racionales. Estas [mujeres] son encontradas entre la parte femenina de la familia humana tan frecuente y eminentemente como entre los hombres. Por lo tanto, que ninguna piedra de tropiezo sea puesta en su camino, sino dejemos que ocupen el lugar al cual Dios las llamó a ocupar, no las encadenemos al silencio mediante reglas eclesiásticas” (Robbins, Review and Herald, 8 de Diciembre de 1859, p. 22; Welcome, “Shall the Women Keep Silence in the Churches”, Review and Herald, 23 de Febrero de 1860, p. 110)
Mientras la Iglesia Adventista primitiva luchaba con conceptos formativos de organización y la entrega de credenciales para su ministerio, algunos de opusieron a tales acciones basándose en que no parecía haber ningún precedente bíblico explícito para tales políticas.
James White comentó:
“Pero si se nos pregunta ¿Dónde están los textos claros de la Escritura para poseer propiedad de la iglesia legalmente? Nosotros respondemos: La Biblia no nos provee ninguno; pero tampoco dice que deberíamos tener un periódico semanal, ni una imprenta, ni que deberíamos publicar libros, ni construir lugares de adoración, ni enviar nuestras tiendas [evangelísticas]. Jesús dice “Hagan brillar su luz ante los hombres”, etc.; pero nos da todos los detalles de cómo debemos hacerlo. La iglesia es dejada para avanzar en la gran obra, orar por guía divina y actuar según los planes más eficientes para su logro. Creemos que es seguro ser gobernados por la siguiente REGLA:
Todos los medios que, de acuerdo al sano juicio, avanzarán la causa de la verdad, y que no estén prohibidas por claras declaraciones de la Escritura, deben ser empleados” (James White, Review and Herald, 21 de Julio de 1859, p. 68; y 26 de Abril de 1860, p. 180; énfasis añadido)
Ministerios de Esposo-Esposa
Parece que el primer tipo de ministerio que involucró activamente a mujeres en la Iglesia Adventista fue el del equipo evangelístico de esposo-esposa. Una gran cantidad de equipos trabajaron a lo largo de las décadas de 1860 y 1870. James White describe el esfuerzo de un equipo típico de la siguiente manera:
“Iowa parece ser un campo de labor muy alentador… El camino está abierto para que el Hermano Cornell trabaje exitosamente en esta parte del Estado. La Hermana Cornell ha cumplido muy bien su parte. El modo de combate es el siguiente: el Hermano Cornell va solo a un nuevo lugar posiblemente se hospede en una taberna, predique por algunos días, hasta que amigos lo inviten a sus casas; y cuando la obra va bien encaminada, la hermana C[ornell] se une a su esposo, y trabaja de casa en casa a medida que son invitados. Y cuando la obra del Hermano Cornell está hecha, es un buen momento para que la hermana C[ornell] permanezca y defienda la verdad en conversaciones privadas, y cargue con las responsabilidades de la obra en medio de los jóvenes discípulos. De esta manera, ambos pueden cumplir su parte en la buena obra, la cual traerá una recompensa gloriosa en el próximo reino” (James White, Review and Herald, 8 de Marzo de 1860, p. 124)
La naturaleza del ministerio adventista en el siglo XIX debe ser vista desde la perspectiva de que ninguna iglesia adventista, ni siquiera en el fin del siglo, tenía pastores estacionarios. El foco estaba puesto principalmente sobre el evangelismo en vez que en el pastorado.
Al igual que en caso de la metodología de los Cornell, nosotros encontraremos que generalmente a lo largo de la mayoría del siglo, la compañera mujer en el equipo esposo-esposa en el siglo XIX se acercó más a lo que podríamos considerar como el ministerio “pastoral”.
James White consideraba que el ministerio de la mujer era importante:
“Mis puntos de vista y mis sentimientos son que la esposa del ministro permanece en una relación tan cercana a la ora de Dios, una relación la cual lo afecta tanto para bien o para mal, que ella debería ser apartada como su ayudante en la oración de la ordenación” (Review and Herald, 13 de Agosto de 1867, p. 136)
107 Años de Prueba: La entrega de licencias ministeriales a mujeres adventistas
El congreso anual número 17 de la Asociación General, reunido en Battle Creek, Michigan, comenzando el 4 de Octubre de 1878, fue proclamado por la Review and Herald como “la reunión más grande de cristianos guardadores del sábado alguna vez reunido en este país”. Entre las resoluciones adoptadas por esa sesión fue la siguiente:
“RESUELTO, que aquellos que apliquen para una licencia para predicar el mensaje del tercer ángel, deben, antes de recibir una licencia, ser examinados por un comité competente en lo relacionado a sus calificaciones doctrinales y educacionales” (Review and Herald, 17 de Octubre de 1878, p. 122, 124)
La “licencia para predicar” o la “licencia ministerial” era tomada muy seriamente por la denominación dado que era vista como el primer paso hacia la ordenación y la recepción de credenciales ministeriales. Tal vez fue tomada incluso más seriamente en 1878 dado que a principios de ese mismo año la Sra. Ellen S. Lane había recibido una licencia para predicar de la Asociación de Michigan. Su licencia había sido renovada el 7 de Octubre durante las mismas reuniones de la Asociación de Michigan en el mismo predio donde el Congreso de la Asociación General se encontraba reunido. Parecería que la Sra Lane fue la primera mujer en tener una licencia ministerial. Después de la sesión, sin embargo, Julia Owen recibiría una licencia similar de la Asociación de Kentucky-Tennessee. Ambas mujeres eran esposas de ministros ordenados y ambas habían mostrado una vocación marcada a la labor ministerial (Review and Herald, 17 de Octubre de 1878, p. 127; 14 de Noviembre de 1878, p. 158).
Kansas y Minnesota se unieron a la lista de Asociaciones que les entregaron licencias a mujeres en 1879 e Illinois le entregó licencias a Helen Morse e Ida Ballenger en 1881. De esta manera, para el tiempo del Congreso de la Asociación General de 1881, cinco asociaciones le habían entregado licencias ministeriales a diez diferentes mujeres ministras. Para el tiempo del Congreso de 1881, al menos siete mujeres tenían estas licencias (Toda esta información fue obtenida chequeando todos los procedimientos de las asociaciones que aparecen en la Review and Herald entre 1877 y 1881).
Elena de White se involucró activamente en las examinaciones que ocurrían antes de entregar las licencias y asistió a muchas de las reuniones administrativas de las asociaciones donde se les entregaron licencias ministeriales a mujeres. En las reuniones administrativas de la Asociación de Kansas de 1879 el comité de credenciales y licencias hizo su reporte inicial después del cual es observado que “la Hermana White habló con cierta extensión sobre el tema de las licencias”. En la reunión de la tarde el comité presento un reporte más extenso que contenía diez nombres adicionales, incluyendo el de Hattie Enoch. Al año siguiente en Oregon, la hermana White observó que se había encontrado con varios candidatos para recibir licencias que ella había recomendado pero que no recibieron una (Review and Herald, 12 de Junio de 1879; Manuscrito 32a del 14 de Junio de 1880).
La fase dos del proceso de entregar licencias comenzado en 1878 ocurrió en el Congreso de la AG de 1881. Dos resoluciones parecen pertinentes a la cuestión de la ordenación de la mujer:
“RESUELTO, que todos los candidatos para [recibir una] licencia y [para recibir] ordenación deben ser examinados con referencia a su aptitud intelectual y espiritual para el desempeño exitoso de los deberes que recaerán sobre ellos como ministros licenciados y ordenados”
“RESUELTO, que las mujeres que posean las calificaciones necesarias para ocupar esa posición puedan, con perfecta propiedad, ser apartadas mediante la ordenación para la obra del ministerio cristiano” (Review and Herald, 20 de Diciembre de 1881, p. 392).
La primera resolución fue adoptada, pero obviamente hubo división de opiniones sobre la segunda y fue referida al Comité de la Asociación General donde aparentemente murió.
Elena de White no estuvo presente en el congreso de 1881, y aparentemente tampoco hizo ningún comentario sobre esto. Si uno toma la posición de que el silencio de Elena de White indica desaprobación de la ordenación o que si el asunto era importante debería haber sido resuelto mediante una visión, entonces uno se enfrenta con la pregunta de por qué Elena de White aprobó que las mujeres reciban licencias.
Entregarles licencias obviamente ponía a las mujeres en el camino a la ordenación. La discusión de la AG sobre la ordenación de la mujer poco después de que recibieran licencias claramente evidencia eso.
Varios asuntos relacionados a entregar licencias, la ordenación y políticas en general fueron discutidas en los congresos de la AG de 1884 y 1885 y resultó en la publicación de 1886 de “La Iglesia: Su Organización, Ordenanzas y Disciplina” por J. H. Waggoner. Él observó:
“Las Asociaciones siempre le dan a entender a quienes reciben licencias que al entregarles una licencia por primera vez es solo una prueba… Al darle un licencia ellos fortalecen su convicción de que su deber [es] predicar” (p. 19)
Waggoner citó las políticas al notar que la licencia no autorizaba a quien la recibía a celebrar las ordenanzas, administrar el bautismo u organizar una iglesia. Él también apuntó a una acción del congreso de la Ag de 1884 que le prohibía a quienes tenían licencias solemnizar matrimonios. Es interesantes notar que una cierta cantidad de legislaturas estatales si le permitían a los ministros con licencias oficiar una ceremonia matrimonial, pero el asunto aparentemente nunca llegó a ser tratado por la corte en el siglo XIX. (Ibíd., pp. 48, 51)
El ministerio continuó siendo mejorado a través de las décadas de 1870 y 1880 y las asociaciones locales continuaron dándoles licencias a mujeres. En el congreso de 1887, la Asociación General implementó lo que se había estado haciendo a nivel de la asociación local y les entregó licencias a la Sra. Ruie Hill y a la Sra. Hattie Enoch para servir en áreas de misión de la Asociación General dentro de los Estados Unidos (1887 GC Session Reports, pp. 16-7.).
¿Qué acerca de aquellos que recibían licencias? ¿Realmente eran ministros?
Obviamente los registros de las asociaciones locales nos dirían mucho acerca de la naturaleza y el número de mujeres adventistas que recibieron licencias ministeriales en el siglo XIX si solo estos registros hubieran sido preservados. (Ver el apéndice para una lista de mujeres con licencias como ministras adventistas en el siglo XIX). Una feliz excepción son los registros de la Asociación de New York que miraremos en detalle debido a una mujer de ese estado que era una ministra con licencia. Un breve vistazo a dos de los primeros ministros con licencias, sin embargo, también nos será beneficioso.
George I. Butler observó que Smith Sharp, presidente de la Asociación de Kansas estaba haciendo uso pleno de quienes tenían licencias, especialmente en el ministerio similar al reavivamiento personal. Butler le comentó a Elena de White:
“Entre estos están Marshall Enoch y su esposa que es una oradora pública que trabaja junto a su esposo. El Pr. Cook (ministro de Kansas que pronto se convertiría en el presidente de esa asociación) piensa que ella es una mejor obrera en tales cosas que cualquier otro ministro en el Estado” (G. I. Butler a Elena de White, 24 de Mayo de 1881)
Después de cerca de 15 años de ministerio en los Estados Unidos, el Sr. Y la Sra. Enoch fueron pioneros en la obra en las Islas Bermudas.
Butler observó que había otros “prometedores ministros con licencias” viniendo de Kansas y mencionó a “una joven señorita, presbiteriana, maestra de escuela, que fue candidata para ser la Supervisora del Condado de Escuelas Públicas” como una de esas promesas (Ibíd.).
La Sra. Ellen Lane comenzó su experiencia ministerial durante el ministerio de su esposo en Ohio. Inicialmente ayudándole durante un período de enfermedad, la Sra. Lane alcanzó una creciente eficiencia como predicadora. Junto con J. O. Corliss, ellos fueron pioneros de la obra en Tennessee. La Sra. Lane recibió una licencia en Michigan cuando ellos regresaron a ese estado. Hubieron momentos cuando cada uno llevó adelante reuniones evangelísticas por separado, y ese fue el caso cuando el Pr. E. B. Lane murió en 1881. La Sra. Lane continuó llevando a cabo un ministerio extremadamente efectivo como ministra con licencia hasta 1889.
Alternativa a la Centralización.
A fines de la década de 1870, Elena de White comenzó a observar tendencias centralizadoras en el organización misionera y publicadora y tendencias dentro de la iglesia en general a permitir “que la mente de un solo hombre y el juicio de un solo hombre” se conviertan en un factor determinante en la toma de decisiones (Carta de Elena de White a Stephen Haskell, 29 de Octubre de 1880, H55, 1880; Carta de Elena de White a James White W49, 1880). El resultado, afirmó Elena de White, era una disminución de la vida espiritual dentro de las iglesias. Ella haría declaraciones similares durante la década de 1890. Su solución durante fines de la década de 1870 y principios de 1880 fue un ministerio personalizado más “pastoral” que involucrara más directamente a las mujeres. Su solución en la década de 1890 sería similar.
A principios de 1879, la hermana White instó:
“Las mujeres pueden ser instrumentos de justicia, rindiendo servicio santo… Si hubiera veinte mujeres donde ahora hay una… veríamos muchos más conversos a la verdad. La influencia suavizadora, refinadora de las mujeres cristianas es necesaria en la gran obra de predicar la verdad…” Las diligencias continuas y celosas en nuestras hermanas que se esfuerzan por esparcir la verdad serán completamente exitosas, y nos asombrarán con sus resultados”. (Review and Herald, 2 de Enero de 1879, p. 1)
La Hermana White se enfocó en otra fase del ministerio en la cual ella se volvería a enfocarse en la década de 1890:
“A nosotros nos faltan obras de simpatía y benevolencia, en el ministerio sagrado y social a los necesitados, los oprimidos, y los sufrientes.
Mujeres que puedan trabajar son necesarias ahora, mujeres que no sean egoístas, sino mansas y humildes de corazón, que trabajaran con la mansedumbre de Cristo donde sea que encuentran trabajo para hacer por la salvación de las almas” (Ibíd.)
Ella le escribió a Haskell: “Te digo que debe haber más visitación a las iglesias y cuidado por aquellos que recién convertidos” y tanteo un nuevo comienzo de ministerio. “Hay necesidad no solo de ministros, sino de aquellos que puedan actuar como misioneros, hombres y mujeres de buen entendimiento, de moral digna con base moral que puedan circular entre las personas y esparcir luz, luz preciosa en todas partes” (Carta de Elena de White a Stephen Haskell, 27 de Enero de 1879, H1, 1879; Carta para Willie y Mary White, 20 de Febrero de 1879, W15, 1879).
Cuando ella vió una tendencia en un anciano de una iglesia local a “dictar y controlar los asuntos [de la iglesia]” en detrimento de las hermanas dentro de esa iglesia, Elena de White observó fuertemente:
“No son siempre los hombres quienes mejor se adaptan a la administración exitosa de una iglesia. Si hay mujeres fieles que tienen una piedad más profunda y una devoción más sincera que los hombres, ellas pueden ciertamente con sus oraciones y su obra hacer más que aquellos hombres con vidas y corazones no consagrados” (Carta 33 de 1879)
Ella continuó haciendo una observación general que el “espíritu dictatorial” presente en esa iglesia local era una debilidad general en las iglesias y que se sentía “afligida por la iglesia de Dios”. Abrumada por este profundo sentimiento, la Hermana White predicó a una congregación en la reunión campestre de Oregon un mensaje que ella consideraba que era una respuesta a esa necesidad. El mensaje de Isaías 58 sería el enfoque de mucho de su ministerio en Australia durante 1890.
El Ministerio de la Mujer y la Experiencia de New York
En 1900 G. B. Thompson, presidente de la Asociación de New York, le escribió a un candidato potencial para una licencia ministerial:
“No es la costumbre general de la asociación tomar obreros y ubicarlos con un salario desde el principio cuando ellos desean trabajar en el campo ministerial, sino que usualmente se les pide que vayan primero en algo así como sostén propio y desarrollen su don en esa dirección y que muestren, al traer algunos frutos de su trabajo, que ellos tienen un llamado en esa dirección, y luego la asociación, si ellos demuestran un llamado para esa obra, estará dispuesta a tomarlos y darles alguna ayuda [financiera]. (Carta de G. B. Thompson al Hermano Sands, 13 de Abril de 1900, NYC 11 Bk, p. 125)
La Sra. Lulu Wightman proveyó una evidencia tangible así de su “llamado” al ministerio evangélico. De hecho, los resultados de su evangelismo la posicionarían no solo como la evangelista más destacada en el Estado de Nueva York durante su tiempo, sino entre los más exitosos dentro de la denominación en cualquier período de tiempo. Como una ministra con licencia, la Sra. Wightman fue la pionera en una obra que estableció grupos de creyentes o iglesias en un gran número de lugares en el Estado de New York donde el Adventismo nunca había obtenido un punto de apoyo antes. Entre 1896 y 1905, la Sra. Wightman levantó iglesias en Hornellsville, Gas Springs, Wallace, Silver Creek, Geneva, Angola, Gorham, Gedonia, Avoca, Rushville, Canandaigua y Penn Yan. Después de que su esposo recibió una licencia en 1903, ellos establecieron juntos iglesias en Avon, Lakeville, Hemlock, South Livonia y Bath.
El ministerio de la Sra. Wightman fue rico y puede ser metodológicamente y extensamente revisado simplemente leyendo los periódicos locales en los lugares donde ella sostuvo reuniones evangelísticas. El periódico New Era de Gorham, New York reportó:
“El Sr. y la Sra. Wightman, que han estado aquí por alrededor de ocho meses, predicando y trabajando en los intereses de los adventistas del séptimo día, fueron a Rushrille donde ellos se ubicarán y harán obra misionera en su causa además cuidarán al rebaño de allí. Durante su residencia aquí estas personas han hecho muchos amigos y han convertido a algunos a su religión, y su partida es lamentada por mucho que incluso no compartían sus puntos de vista, porque ellos eran inteligentes, sociables y buenos ciudadanos. Ellos probablemente regresan el próximo verano cuando prediquen en la tienda [evangelística]” (NYI I, 31 de Enero de 1900).
La Sra. Wightman se había casado con un ex editor de periódicos que trabajo con ella sin pago ministerial por siete años. Él recibió remuneración de vez en cuando por su trabajo como colportor. Lulu Wightman era hermana de K. C. y E. T. Russell, que llegaron a ser obreros prominentes dentro de la denominación.
Un estudio sobre la Sra. Wightman es especialmente útil para analizar la historia del ministerio de una mujer debido a que los registros de la Asociación de Nueva York durante la década de 1890 y principios de 1900 han sido preservados. Un estudio así también es útil debido a que su esposo era bastante elocuente y, en al menos una ocasión, discutió el tema de la ordenación. Mientras este asunto era uno que obviamente era discutido en forma privada, las mujeres mismas no parecen haberlo discutido abiertamente.
La experiencia inicial de la Sra. Wightman al realizar labor ministerial provee una variación interesante a la política usual en el siglo XIX. Dado que ella era considerada la mejor cantante en la Asociación de New York, se le ofreció una cierta remuneración si trabajaba en encuentros en tiendas evangelísticas durante 1896, pero su esposo no recibía ninguna remuneración de parte de la asociación. La situación financiera gravemente deprimida de la década de 1890 hizo que pagar a nuevos ministerios sea algo raro. En vez de enfocarse en la música en reuniones campestres, la Sra. Wightman, con la ayuda de su esposo, estableció iglesias en Hornellsville y Gas Springs durante ese año.
Al año siguiente, S. M. Cobb, que había ministrado en New York desde 1884, le escribió al presidente de la asociación
“Digo y he dicho todo este tiempo en referencia a la Sra. Lulu Wightman que una buena obrera mujer logrará tanto bien como los mejores hombres que tenemos, y estoy cada vez más convencido de que esto es así. Miren el trabajo de la Sra. Lulu Wightman; ella ha logrado más en estos dos últimos años que cualquier otro ministro en el Estado, y aun así la asociación ha retenido sus manos y se ha negado a reconocerla como una persona adecuada para presentar la verdad, cuando de hecho ella deja atrás a los mismos que se oponen a ella, en lo referido a habilidad (tu sabes a quien me refiero)…
También estoy a favor de darle una licencia para predicar a la Sra. Wightman, y creo que no hay motivo por el cual ella no debería recibirla, y si el Hermano W[ightman] es un hombre de habilidad y trabaja con su esposa y promete ser un obrero exitoso, estoy a favor de darle una licencia a él también. (S. M. Cobb a A. E. Place, 6 de Agosto de 1897. NYC 11, 1897 entrante)
El ministerio de la Sra. Wightman estuvo temporalmente retrasado por varios meses en 1897. A pesar del nacimiento de su hija, Ruth, en Agosto de ese año, la Sra. Wightman recibió una licencia ministerial de la Asociación de New York el 10 de Septiembre. Ella comenzó a realizar encuentro en Avoca, New York el 11 de Noviembre.
En Avoca, la Sra. Wightman fue confrontada con ataques que a menudo eran realizado sobre las mujeres ministras adventistas en el siglo XIX, cuando uno de los ministros del área observó que Pablo “no permite que una mujer enseñe”. El esposo de la Sra. Wightman respondió citando evidencia escritural de las mujeres en el ministerio y citando la evidencia de la experiencia:
“El hecho de que hombres y mujeres se convierten a Dios mediante la predicación de una mujer debería ser suficiente… Es el tiempo apropiado para que las mujeres empiecen a predicar la palabra y que todos los que no miren a través de lentes de prejuicio vean que el Señor está con ellas con poder y fuerza” (John S. Wightman a S. W. Pratt, copia, 15 de Diciembre de 1897. NYC 11, 1897 entrante)
El ministerio de los Wightmans en New York ilustra la necesidad constante de la iglesia en el siglo XIX de un ministerio evangelístico y “pastoral”. Los medios más exitosos de lidiar con ese problema y también con el problema de un ministerio con pocos recursos parecían ser el equipo ministerial del esposo-esposa. El ministerio, sin embargo, ilustra una variación de las situaciones usuales en muchas maneras. Aunque ambos tenían fuertes predisposiciones evangelísticas, aparentemente la Sra. Wightman era la evangelista más efectiva. Presten atención a su concepto de ministerio:
“[La ciudad de] Wallace no debería estar abandonada ahora, pero como evangelistas debemos estar moviéndonos. Movernos es lo que cumple el trabajo. No nos gusta demasiado la idea de ir a las iglesias [ya establecidas]. Preferimos introducirnos en campos nuevos” (Lulu Wightman a A. E. Place, 27 de Enero de 1898; a S. H. Lane, 1 de Noviembre de 1904. NYC 11, 1898 y 1904 entrante).
La Sra. Wightman utilizaba métodos evangelísticos con publicidades en periódicos, folletos y panfletos. Ella usualmente se publicitaba como “una evangelista bíblica”. Su compromiso hacia el evangelismo era tal que ella intentaba dejar grupos de creyentes incluso en lugares fuera del estado donde ella se “tomaba vacaciones” cuando tenía problemas de salud. Ella elegía a propósito lugares donde no se habían establecido iglesias.
Los dos siguientes fragmentos de cartas ilustran la naturaleza y la ironía del ministerio de los Wightman. La primera carta está dirigida al esposo de la Sra. Wightman por el presidente de la Asociación de New York y el segundo ilustra el espectro completo de su ministerio:
“Adjunto [a la carta] encontrarás una pequeña muestra de agradecimiento del Comité de la Asociación por tu trabajo ayudando a tu esposa” (G. B. Thompson a John Wightman, 13 de Agosto de 1901, NYC 11 Bk., 450; énfasis añadido)
“La Hermana Wightman es una de las obreras activas de la Asociación de New York, y ha trabajado exitosamente por varios años en el campo como una ministra en la obra de tiendas [evangelísticas] en el verano, y en salones, etc en el invierno” (a Dear Brother, 30 de Enero de 1902. NYC 11 Bk, pp. 518)
John Wightman recibió una licencia como ministro en 1903, unos seis años después de su esposa. Él fue ordenado en 1905. En 1903 el secretario de estadística de la Asociación General comenzó a hacer algunas observaciones cercanas de los reportes de las asociaciones locales. Él notó que en el Estado de New York el 60% de los nuevos miembros que se unían a la iglesia entraban como resultado de los esfuerzos de “dos ministros con licencias (los Wightman) y una instructora bíblica (la Sra. D. D. Smith). Durante ese tiempo, la Asociación de New York tenía 11 ministros y dos instructores bíblicos.
Aparentemente darle una licencia a John Wightman causó una discusión acerca de la cuestión del salario para este equipo esposo-esposa. Cuando el presidente de la asociación sugirió que la Sra. Wighman voluntariamente baje su salario de $9 a $7 dólares por semana para conformarse con el salario normal de $7 de una persona con licencia, su esposo se sintió agraviado. Solo debido a que su esposo escribió una carta privada en 1904 al presidente de la Asociación de New York es que podemos saber que el tema de la ordenación de la Sra. Wightman surgió en el congreso anual de la Asociación de New York. John Wightman declaró:
“La obra personal de la Sra. Wightman fue considerada por tres o cuatro comités [de auditoría] como el de una pastora ordenado incuestionablemente; pero aun así en Oswego (la ubicación del congreso de la Asociación en New York en 1901) ellos (los hermanos Daniells y Thompson, a quienes el Pr. Underwood y otros se opusieron) sintieron que una mujer no podía ser propiamente ordenada –al menos por ahora- y así ellos fijaron su compensación tan cercana al porcentaje de un [pastor] ordenado como era posible. Debido a que su capacidad y aptitud general era conocida y reconocida por todos, y su trabajo continuo, el [sueldo de] $9 es tan apropiado bajo las circunstancias como antes” (John Wightman a S. H. Lane, 2 de Septiembre de 1904. NYC 11, 1904 entrante)
Debe tenerse en cuenta que Underwood había servido un término como presidente del Distrito Nº1 (que se convirtió en la Unión del Este en la reorganización de la AG de 1901). De hecho, de acuerdo a Wightman, el presidente de la Asociación General y el presidente de la asociación local se opusieron de la ordenación de la Sra. Wightman. Parecería que la presencia de A. G. Daniells en la Asociación de New York en 1901 era más accidental que planificada. El ex presidente de la unión “y otros” se opusieron “fuertemente” a la premisa de que por ese tiempo, 1901, era inoportuno ordenar a una mujer. Aunque eso terminó su discusión sobre la ordenación, Wightman en su carta continuó oponiéndose a la injusticia de ese pedido para reducirle el salario a su esposa:
“Yo creo que nadie negará que nosotros hemos estado haciendo el trabajo de dos ministros ordenados. Ciertamente nosotros traemos completamente a las personas a la verdad y podemos hacer todo excepto lo que el hombre ve apropiado no privilegiar: el derecho de organizar iglesias. Pero todas las personas pueden reconocer nuestra habilidad para hacer incluso eso, que de hecho en sí mismo es una pequeña parte de la obra. Nosotros comenzamos a trabajar juntos el 1 de Mayo de 1896… El hecho de que tengamos una relación no debería evitar [que recibamos] la compensación que es ganada mediante trabajo diligente y actividad desinteresada… Se nos puede negar la ordenación a pesar de todo el éxito [que logramos], pero no agregue a esto la negación de una justa y razonable compensación… He escrito estas cosa para que usted lo considere privadamente” (Ibíd.)
El ministerio de los Wightman continuó e incluyó una gran cantidad de roles. La Sra. Wightman alcanzó fama estatal y nacional en discursos sobre libertad religiosa ante varias legislaturas estatales. Su esposo escribió orgullosamente sobre ella:
“Ayer se adoptó una resolución en la Casa de Representantes invitando a la Sra. Wightman a dirigirse a los representantes en la cámara de la Casa de los Representantes sobre “El Aumento de la Libertad Religiosa en los Estados Unidos”. Creo que esta acción de parte de la legislatura de Missouri no tiene precedentes en la historia de nuestro pueblo” (John S. Wightman, “Las Leyes Dominicales Derrotadas”, Missouri Workers’ Record, 28 de Abril de 1909)
Trágicamente, los Wightmans llegaron a un punto donde ya no se sintieron cómodos dentro del ministerio y la membresía de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Sin embargo, el asunto de las mujeres en el ministerio recibiría su más grande ímpetu de alguien en quienes ellos llegaron a perder su confianza, Elena de White.
Elena de White y el Ministerio de Compasión
Elena de White estaba de duelo por la muerte de su esposo en 1881 cuando le escribió a su hijo: “Estoy segura en mi opinión de que mi vida estaba tan entrelazada o entretejida con la de mi esposo que me parece casi imposible hacer algo importante sin él”. En una visión que ella tuvo poco después, su esposo parecía decirle:
“Podíamos haber hecho mucho más durante estos años con nuestras plumas, sobre temas que la gente necesita, sobre los cuales hemos tenido luz que otros no tienen y podríamos haberlo presentado ante ellos. De esta manera podrás trabajar cuando recuperes tus fuerzas, y lo harás, y podrás hacer más con tu pluma que con tu voz” (Carta de Elena de White a W. C. White, 12 de Septiembre de 1881. W17, 1881. MR 191, 781)
En 1895, Elena de White tomó su pluma y escribió lo siguiente:
“Las mujeres que estén dispuestas a consagrar parte de su tiempo al servicio del Señor deben ser nombradas para visitar al enfermo, cuidar al joven, y ministrar las necesidades del pobre. Ellas deberían ser apartadas para esta obra mediante la oración y la imposición de manos” (Review and Herald, 9 de Julio de 1895, p. 434)
Sin importar como uno interprete esta declaración, debe ser interpretado como una bomba, dado que las mujeres aparentemente no habían sido formalmente ordenadas para ningún tipo de obra durante ese tiempo (es decir, a menos que uno interprete la política de James White de “apartar” a la esposa del pastor “en la oración de la ordenación” como si fuera una ordenación plena). La edición de 1976 de la Enciclopedia Adventista del Séptimo Día dice: “Dado que en el Nuevo Testamento no hay registro de diaconisas siendo ordenadas, ellas no son ordenadas en la Iglesia Adventista del Séptimo Día” (Artículo “Diaconisas”, p. 379). No fue sino hasta 1984 cuando una declaración similar fue borrada del Manual de Iglesia.
El resto de este documento está dedicado a contexto de la significativa declaración de 1895 de Elena de White acerca de la ordenación de la mujer.
El Modelo de Australia-Nueva Zelanda
“Yo tenía miedo de venir a Australia”, Elena de White les dijo a aquellos que estaban presentes en la reunión campestre en Napier, Nueva Zelanda de 1893. Ella había decidido ir de todas maneras debido a su convicción de que ella tenía una obra especial allí y que esa obra se relacionaba con la naturaleza del ministerio” (W. C. White, Notes and Memoranda of Napier, N. Z. Campmeeting, 22 de Marzo al 5 de Abril de 1893, WE)
En Australia, Elena de White vio un “mundo nuevo, y una obra muy grande que debe ser hecha”, y observó: “El Señor estableció que haya un patrón en Australia, un ejemplo de cómo otros campos deben ser trabajados” y pidió un “desarrollo simétrico de la obra en ese nuevo mundo”. W. C. White observó: “Se le ha presentado a mi Madre que Australasia es un campo en el cual haremos una obra modelo que mostrará a nuestros amigos y hermanos en otras tierras como la obra evangelística y la obra médica debe ser realizada en un acuerdo perfecto, en armonía perfecta, unidos juntos” (Carta de Elena de White a Mrs. Jennie L. Ings, 4 de Agosto de 1894, 136, 1894; a J. H. Kellogg, 6 de Enero de 1899, 7ST, 1898-99; W. C. White a Dr. F. T. Lamb, 23 de Agosto 1899, WCW bk. 13, p. 512.)
Una pista de este patrón de evangelismo que debía ser desarrollado en el modelo australiano le fue presentado a Elena de White en un sueño el 29 de Septiembre de 1886, el cual ella describe de la siguiente manera:
“Soñé que estaba caminando con un gran grupo de hombres y algunas mujeres. Estabamos buscando alguna clase de fruta para juntar… Había muchos jóvenes y señoritas en el grupo para ayudarnos en la obra de juntar fruta. Parecíamos estar en una ciudad… [Yo le dije a los obreros] el Señor ha ubicado estos arbustos cargados de fruta justo en el medio de aquellos lugares con un follaje más espeso, y él espera que los encontremos… pero ustedes piensan más en las provisiones que en la fruta que deben juntar como resultado de sus labores.” (Discurso de E. G. White en Basilea, Suiza, 7 de Marzo de 1887. Special Testimonies, 1899-1900, pp. 183-85)
A finales de 1894 y a lo largo de 1895 Elena de White se enfocó en un ministerio que respondía ante las necesidades de aquellos que vivían en las ciudades. W. C. White hizo la siguiente anotación de un discurso de Elena de White en una reunión de obreros después de la reunión campestre de Ashfield del 30 de Octubre de 1894.
“Mi madre nos leyó un mensaje acerca de la obra que debemos hace en las ciudades, mostrándonos que debemos trabajar en las ciudades, trabajarlas ahora.” (W. C. White, Notas de la Reunión Campestre Ashfield, 19-30 de Octubre de 1894 WE).
El evangelismo urbano puso los problemas del ministerio adventista del siglo XIX bajo la lupa. O. A. Olsen, presidente de la Asociación General, concisamente estableció el dilema: “Un ministro no debería estar ubicado con una iglesia, ni una nueva congregación debería ser dejada sola por mucho tiempo”. Las dimensiones de la obra que debía ser hecha en el evangelismo no permitían un “pastorado” estacionario que pudiera pastorear una iglesia, aun así, las iglesias necesitaban ser pastoreadas (O. A. Olsen, Declaración del 18 de Febrero de 1894 en el 8º encuentro del comité de la Unión Australasiana)
Elena de White, de la misma manera, vio el dilema mientras observaba que el prospecto de la obra ante la Iglesia “en los campos de labor y aún sin tocar no tiene límites… Las iglesias necesitan cuidado y aliento, pero aun así nuestro obra debe ser mayormente para levantar los estándares en nuevos campos”- Tal vez reflejando su visión de 1886 ella le escribió a los obreros en América:
“Vemos tantos lugares que deben ser trabajados, y en el nombre del Señor, pedimos trabajadores, trabajadores fervientes, para este campo [Australia]. No pedimos hombres que estén comprometidos con sus propios métodos, sino por aquellos que estén comprometidos con Cristo y sus métodos. Oramos para que hayan hombres y mujeres que sean motivados por el Espíritu del Señor para venir a este país a asentarse en diferentes lugares, y trabajar, y mantener una influencia duradera. Los necesitamos a ustedes, oh, los necesitamos tanto” (Elena de White, “Palabras de Gratitud”, Signs of the Times, 11 de Abril de 1899)
Elena de White creía que un ministerio de compasión sería la mejor solución para el dilema del ministerio del siglo XIX y también sería el medio para llevar el Adventismo a las ciudades. Era trabajar según “los métodos de Cristo… trabajando como él trabajó”, ministrando las necesidades de otros. Era la obra superior del plan de salvación: “el amor despierta el amor”. Era la consecuencia de un nuevo enfoque sobre “Cristo y el evangelio sonando más claramente dentro de la iglesia desde 1888 y que llegó justo al mismo tiempo en que Elena de White estaba completando su libro principal sobre Cristo: “El Deseado de Todas las Gentes”. Elena de White observó mientras pedía por un ministerio de compasión: “No hay luz ni trabajo fácil para salvar las almas”. Ella le escribió su hijo:
“Ayer todo se abrió ante mi, que en este mismo método de la hospitalidad –que se me ha mostrado repetidamente- que podemos unir a las personas con nosotros y que podemos desplegar nuestra influencia sobre ellos. Esto se desplego ante mi durante la primera experiencia en esta obra, hace muchos años, que hemos de unir nuestros intereses con los de la humanidad” (Elena de White a Jennie L. Ings, 4 de Agosto de 1894 [Carta 136 de 1894]; Elena de White a W. C. White, 6 de Agosto de 1894; [Carta 135 de 1894])
Elena de White como “pastora”.
A fines de 1894 y principios de 1895, Elena de White además de su trabajo finalizando El Deseado de Todas las Gentes, escribiendo sus testimonios personales, dando discursos públicos, etc, sirvió en cierto sentido como pastora local de las iglesias de Kellyville, Prospect y Parramata en Australia. Parecía inevitable, porque ella observó que “todo el tema tanto en el púlpito como en privado, mediante su voz y su pluma, es la vida de Cristo”. Un no-adventista, después de escuchar a Elena de White hablar en público, declaró:
“Nunca escuché una predicación así como la que esa mujer dio desde que nací en este mundo. Estas personas hacen de Cristo el completo centro y sistema de verdad” (Elena de White a J. H. Kellogg, 25 de Octubre de 1894; Elena de White a O. A. Olsen, 26 de Octubre de 1894)
El impulso principal de cuidado pastoral de Elena de White incluyó su lucha contra las severas adversidades económicas provocadas por las deprimidas condiciones económicas en Australia. “No podemos, con nuestras voluntades, detener la ola de pobreza que está asolando este país”, ella observó, “pero en tanto el Señor nos provea con los medios, deberíamos romper cada yugo y liberar a los oprimidos” (Carta de Elena de White a Kellog, 25 de Octubre de 1894, K46a, 1894). Ella cargó con pesadas responsabilidades por aquellos a su alrededor que recientemente habían aceptado el Adventismo y rogaban por fondos para sostener a los necesitados tanto dentro como fuera de la iglesia. Su corazón se derritió mientras relataba la siguiente experiencia:
“Alguien de nuestra familia se me acercó diciendo que un muchacho de alrededor de quince años estaba en la puerta con un pequeño cesto con manzanas y naranjas, por el cual él pedía un chelín, veinticuatro centavos. Se le respondió que teníamos reservas de estas frutas porque comprábamos en mucha cantidad. Él nos rogó que le compráramos, porque dijo: “Nos estamos muriendo de hambre”. Se le preguntó: “¿Dónde está tu padre? ¿Acaso él no puede trabajar?”. Él dijo penosamente: “Mi padre está muerto. Mi madre está muy enferma… Soy el mayor de mi familia, y la responsabilidad recae sobre mi. ¿No me comprarán?” [En su llamado por ayuda Elena de White continuó] “Ustedes no pueden saber cómo soportamos las pesadas cargas mientras vemos a estas almas siendo probadas, despedidas de sus empleos, incapaces de obtener trabajo a menos que abandonen el sábado. Debemos consolarlos y animarlos, debemos ayudarlos mientras son traídos al camino estrecho. Hay muchas almas tan preciosas como el oro, y cada pecador salvado causa regocijo en las cortes celestiales. No podemos ver qué más hacer sino escribir a California por recursos, o pedirle a alguien en América que tenga los medios para ayudarnos.” (Carta de Elena de White al Hermano Harper, 8 de Julio de 1894; H30a, 1894).
La situación era abrumadora para Elena de White mientras respondía a la situación mediante un ministerio de compasión. “Nuestra obra no es solo la de predicar, sino que mientras vemos a la humanidad sufriente en el mundo, tenemos que ayudarlos en sus necesidades temporales”, instó. Ella estaba siendo “presionada más allá de lo que podía soportar con la obra de escribir los testimonies, cuidar los pobres, y viajar” las ocho, once y trece millas para cuidar las Iglesias en Nueva Gales del Sur. Ella no tenía alternativa:
“He gastado dólares y dólares en proveer comida para los hambrientos, y vestido para aquellos demasiado pobres para comprar. Pero ellos son propiedad de Dios. Ellos han llegado recientemente a la fe; ellos son los hijos escogidos de Dios” (Elena de White al Hermano Harper, 7 de Marzo de 1895; H31b, 1895; Elena de White a hombres representativos, 1 de Octubre de 1894; 3ST 1893-94; Elena de White a H. W. Kellogg, 24 de Octubre de 1894; K42, 1894)
En Abril de 1895 ella le escribió al presidente de la AG diciéndole que “nunca había realizado más trabajos fervientes para las iglesias que en el año pasado” y que no tenía sentimientos de culpa al aceptar su salario para ese año. Ella continuó:
“Además de todos los trabajos que he mencionado, han habido testimonios muy pesados para mi, y también otra clase de labor, alimentar a los hambrientos, vestir al desnudo, invertir dinero para emplear obreros. En este mismo momento estoy pagando diecinueve dólares por semanas para obreros en Ashfield, Pecersham, Canterbury, y los suburbios alrededor de Sidney. Así que puedes ver que nunca ha habido un tiempo en que mis labores me han exigido tantos recursos financieros y espirituales como el de ahora” (Elena de White a O. A. Olsen, 12 de Abril de 1895, ST 1899-1903, p. 361)
El Contraste con Battle Creek
En 1895 O. A. Olsen, presidente de la Asociación General ilustró el dilema organizacional que su oficina enfrentaba con las siguientes palabras:
“Actualmente estoy como un hombre que está en agua demasiada profunda como para hacer pie, tal como le dije a algunos de los hermanos el otro día, y estoy luchando por agarrarme a algo que me permita mantener mi cabeza fuera del agua y salvarme de ahogarme, pero parecería como si cada vez que levanto mi cabeza sobre la superficie, recibo un golpe que me manda abajo otra vez, y con un par de golpes más estaré bajo la superficie y me mantendré allí. Así que los hechos de este asunto son que esto es también una lucha por mi vida para mi” (O. A. Olsen a C. H. Jones, 22 de Julio de 1895. RG 11, bk. 14, p. 786)
Olsen no inauguró las políticas que hacían que la mayoría de los asuntos sean resueltos en Battle Creek. En 1888 Elena de White le escribió a George Butler, que por ese entonces estaba sirviendo como presidente, “No puedo sancionar la idea de que usted debe supervisar personalmente todos los detalles de la obra” y ella había advertencias similares muchas veces en el pasado. Sin embargo, la cuestión de la centralización en Battle Creek fue un problema grande a mediados de la década de 1890 y es significativo que Elena de White copió muchos de sus testimonios viejos advirtiendo de esta tendencia y envió desde Australia muchas advertencias nuevas contra tales conceptos. En Enero de 1896 ella escribió:
“En cada vecindad las capacidades consagradas harán mucho en la testificación personal, pero que los hermanos no prescriban a sus hermanos de acuerdo a sus ideas. Que la opresión de las mentes humanas cese para siempre, y que el Espíritu Santo tenga la oportunidad de trabajar” (Elena de White a los Hermanos que ocupan puestos de responsabilidad, Nº 6, p. 23; Elena de White, “La Necesidad por Guía Divina”, 1 de Octubre de 1888; copiado y enviado desde Australia, 7 de Febrero de 1895, Ibíd., p. 58).
Fue en 1895 y 1896, durante el tiempo en que ella se enfocó en un nuevo “ministerio” para la Iglesia, que Elena de White emitió sus declaraciones más fuertes oponiéndose a la “autoridad arbitraria, a dominar, a la opresión, a restringir la libertad del pueblo de Dios, obligándolos mediante planes y reglas que Dios no ha ideado” que ella vio en Battle Creek. Las decisiones tomadas en Battle Creek habían resultado en grandes cantidades de dinero apropiadas para grandes emprendimientos de construcción que podrían haberse destinado a “obras de misericordia”, a “los pobres y sufrientes… en nuevos campos, donde los estándares de la verdad no han sido levantados” (Elena de White, Specials Testimonies for Ministers and Workers, Nº 9, pp 14, 68)
La centralización en la autoridad de toma de decisiones provocó una alienación entre las ramas ministeriales y médicas de la obra en el tiempo cuando la necesidad por unidad era más grande que nunca debido a la necesidad por un nuevo “ministerio”. El resultado de la desunión provocó un enfoque “centralizado” entre los obreros médicos y, al final, causó que las ramas evangelísticas y médicas marcharan por separado. Elena de White estaba buscando un ministerio médico que supiera como obrar con compasión, siguiendo los métodos de Jesús, al presentar el plan de salvación a los necesitados.
A mediados de la década de 1890 Elena de White advertía en contra de la centralización administrativa que estaba alienando a Kellogg y a la obra médica. Para fines de la década de 1890, ella estaba hablando en contra del control monolítico de la obra médica por Kellogg. El concepto de Elena de White obviamente fue extraído de 1 Corintios 12 y ella constantemente se refirió a ese capítulo durante ese tiempo. Ella escribió:
“Deseo hablar acerca de la relación entre la obra misionera médica y el ministerio evangélico… El ministerio del evangelio debe representar la verdad que debe ser recibida para que las personas sean santificadas y estén listas para el regreso del Señor. Y esta obra debe incluir todo lo que fue incluido en el ministerio de Cristo…
No debe haber división entre el ministerio y la obra médica misionera. El doctor debe trabajar igualmente con el ministerio con tanto fervor y minuciosidad por la salvación de las almas así como por la restauración del cuerpo…
Es el deber del médico prepara las almas que estén ante él para lo que va a tomar lugar (el regreso del Señor) como ministrar por sus necesidades físicas… El ministerio evangélico es una organización para la proclamación de la verdad y para llevar adelante la obra en favor de los enfermos…
El Salvador ha unido la obra de predicar la verdad y sanar al enfermo, y nunca tenemos que separarlos. Cristo mezclo el ministerio y la sanación, y no debe haber más separación en nuestra obra que en la que hubo en la suya. No debe haber división entre la obra misionera médica y el ministerio evangélico” (Elena de White, “La Obra Misionera Médica y el Ministerio Evangélico”, Sermón en la capilla del Sanatorio de Battle Creek, 13 de Noviembre de 1900, ST, 1900, pp. 144-147).
Al pedir por un concepto unificado de ministerio Elena de White escribió:
“El trabajo que se realiza para aliviar a la humanidad sufriente es de más valor para [el Dr. Kellogg] que un mundo de oro. Él ha juntado todos los marginados que pudo, para poder elevarlos, reformarlos, y para que vean a Dios como su Restaurador. Dios aprueba esta clase de trabajo. Que los hermanos aprecien esta obra. Cristo aún está diciendo: “si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. La obra misionera más grande que puede realizarse en este mundo es la obra en campos ministeriales combinada con la obra médica misionera” (Elena de White a Elders Irwin, Prescott, Waggoner, y Jones, 21 de Febrero de 1899, 8, ST 1898-99, p. 315)
En privado, sin embargo, Elena de White advirtió a Kellogg que “rompa su masa consolidada” ya que ella veía que él “extendía los brazos de poder hacia Battle Creek más y más ampliamente”. Ella le aconsejó en contra de “buscar el control de toda la obra, ya sea cercana o lejana, y aplastar a quienes no podía controlar… Alzo mi voz en protesta” (Elena de White a J. H. Kellogg, 15 de Julio de 1895. K45, 1895).
Los paralelos a la centralización de las décadas de 1870 y 1880 fueron observados por Elena de White y ella los comparó con la centralización que ocurrió dentro de la obra de Misionera y Tratados que eventualmente absorbió “a todos los demás elementos”. El resultado fue sequedad y muerte espiritual en las iglesias”, observó Elena de White. Así como en el período anterior Elena de White buscó un concepto más amplio de ministerio, uno que buscaba traer más mujeres dentro de esa categoría, pues así ella reaccionó en la década de 1890. (Elena de White a J. H. Kellogg, c 1893, copiada en 1899. ST bk. 9, p. 273).
Reglas versus Nuevos Ministerios
Mientras Elena de White estaba considerando medios de llevar el evangelio a las ciudades de Australia, su hijo le contó de la terrible situación financiera de la denominación en Australia. Cuando ella sugirió pedirle fondos a la Asociación General, W. C. White le informó que las asociaciones organizadas debían ser de sostén propio. “Yo no conozco sus reglas y regulaciones” ella le dijo a su hijo, “pero se a partir de la luz que me ha sido dada, que las ciudades de Australia deben ser trabajadas, y deben ser trabajadas ahora”. Unos pocos días más tarde ella había escrito:
“La levadura de actividad necesita ser introducida para que los miembros de nuestra iglesia puedan trabajar en estas ramas de trabajo, y puedan idear nuevos métodos” (W. C. White al Foreign Mission Board, 20 de Febrero de 1895, WC, bk 7, p. 191; Elena de White “Activity in our churches”, 2 de Febrero de 1895, Special Testimony to Ministers and Workers, Nº 3, p. 3
O. Corliss, quizás más que todos los demás, desarrolló las metodologías evangelísticas usadas en Australia y Nueva Zelanda durante 1894 y 1895). Corliss había estado entre aquellos que inicialmente fueron los pioneros del establecimiento del Adventismo en Australia una década más temprano. Significativamente, Corliss estaba claramente identificado con el tema del ministerio de la mujer en la iglesia. Él estuvo con los Whites en muchas de las reuniones campestres cuando algunas mujeres recibieron licencias por primera vez y había hablado acerca de este asunto en el Congreso de la AG de 1881.
El enfoque de Evangelio de 1888, con su énfasis en Cristo como el centro de toda la actividad denominacional, impactó sobre las metodologías evangelísticas. Presten atención a la descripción de W. C. White del contenido y metodología del evangelismo en Australia:
“Al pedir consejo sobre este asunto antes de que las reuniones empezaran, los hermanos habían decidido presentar todas las fases de la verdad tal como son “en Jesús”. No creo que se haya predicado ni una sola predicación “doctrinal”, tal como nosotros lo llamamos. Incluso en los estudios bíblicos Cristo ha sido presentado en todo, a través de todo, y como el Todo.
El resultado ha sido que las personas nos dicen que no podemos entender la completa y maravillosa revolución en los sentimientos de las persona hacia nosotros y nuestra obra…
Las cargas más pesadas de la predicación han recaído sobre los Pastores Prescott y Corliss. No sabemos sobre que regocijarnos más, si sobre la luz y las bendiciones que nuestro propio pueblo ha recibido, o sobre el interés externo y las almas que el Señor nos ha dado” (W. C. White a los hermanos, 21 de Noviembre de 1895. WC bk, pp. 458-59)
“Les voy a pedir que consideren la manera en la que la mayoría de nuestros jóvenes pastores son capacitados [en los Estados Unidos]… Después de que ellos hayan levantado una pequeña congregación de guardadores de sábado, un ministro con más experiencia o un dirigente de la Asociación es enviado, y llega para finalizar la obra, organizar la iglesia, instruirlos en cualquier tema que el joven no haya tocado; y después él tiene permitido ir a un nuevo territorio…
Estoy cada vez más satisfecho con los planes que el Pastor Corliss está intentando realizar, que están en armonía con los métodos apostólicos. Hemos sido muy animados por el crecimiento en sabiduría y eficiencia de los jóvenes [y mujeres –WC debería haber declarado] que están trabajando con él, y estamos más que complacidos con los resultados de su trabajo. Hay tanta demanda por estudios bíblicos por parte de la gente a la cual le hemos distribuido sermones impresos, que hemos planeado liberar a los hermanos Semmons y Pallant de la obra de distribución, para que ellos puedan dedicar toda su energía en dar estudios bíblicos… en predicar y en ir casa por casa, persona a persona…
El domingo pasado a la mañana el Pastor Prescott y yo estuvimos presentes en la reunión matinal. Habían asistido 34 personas. De estas personas, alrededor de un tercio eran obreros y sus familias; un tercio eran líderes de la iglesia y guardadores del sábado desde hace algún tiempo; y un tercio eran nuevos conversos o personas estudiando [la Biblia]. Creo que hay mucho poder en las clases matinales para fortalecer a los obreros, a los creyentes y a aquellos que están estudiando” (W. C. White a O. A. Olsen, 20 de Agosto de 1895. WC bk. 8, pp. 113-14)
Corliss, al desarrollar estudios bíblicos de tipo preguntas-respuestas, duplicó los estudios y los puso a disposición de los participantes, mejorando así grandemente el interés. Su método se basaba más que nada en la metodología de la enseñanza que en la predicación. Su “equipo” evangelístico con reportes regulares de sus miembros, es descrito de la siguiente manera por W. C. White:
“Tu puedes haber oído acerca de los planes con los que hemos estado trabajando aquí en Sydney y en Auckland. El pastor que ha tenido más experiencia y que ha tomado la dirección de la obra, mantiene una reunión de estudio bíblico en su casa tres días a la semana. A esta reunión son invitados sus asociados en la obra, los colportores e instructores bíblicos, también los dirigentes de la Iglesia, los hermanos y hermanas líderes, y las personas que se están interesando en la verdad que se presenta desde el púlpito. Aquí los obreros bíblicos obtienen inspiración para su obra, y después de la lección bíblica ellos permanecen por unos minutos para obtener conejos e instrucción. Nosotros creemos que las bendiciones de Dios han descansado en este proyecto, y hemos visto a nuestros obreros bíblicos están creciendo en conocimiento y poder” (W. C. White a D. a. Robinson, 10 de Septiembre de 1895. WC bk. 8, pp. 205-06).
Es interesante notar que de los 17 miembros del “equipo” evangelístico de Corliss en Sydney que reportaron sus actividades, 8 eran mujeres.
Antes de dejar Australia para viajar a los Estados Unidos en 1896, J. O. Corliss realizó una acción que puede haber sido la primera en su clase en la historia denominacional, cuando participó en la organización de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Perth el 11 de Abril de 1896. Corliss ordenó a B. Larwood como diaconisa de la Iglesia de Perth.” (W. C. White a los miembros del Coité de la Unión Australasiana, 15 de Julio de 1896. WCW bk. 10, p. 195)
Alaben a Dios por la Adversidad
Mientras contemplaba las innovaciones desarrolladas en Australia que fueron provocadas en parte por la apretada situación financiera, W. C. White exclamo: “Alabo a Dios por la adversidad”. Una de estas innovaciones involucró a A. W. Semmens.
Semmens había sido capacitado en el Battle Creek Sanitarium, se había graduado de la carrera de enfermería y se había preparado para entrar en la obra denominacional en el Ministerio de la Compasión Cristiana. Sin embargo, debido a un error de comunicación, Kellogg lo envió a Australia en un tiempo en el cual no había fondos para apoyarlos. El estilo de la obra inicial de Semmens fue descrito por A. G. Daniells:
“Creo que deberíamos dar un estudio más cuidadoso de esta rama de la obra, y luego usarlo de la manera más ventajosa. La otra noche, cuando llegué de la ciudad como a las 10, lo encontré junto con su esposa yendo a pasar la noche entre las personas indigentes en Little Bourke St. Me sentí muy complacido al ver esto, y pienso que deberíamos hacer uso de personas que tengan la energía para hacer cosas como esta. Ellos piensan que hay muchas oportunidades para esta rama de la obra que ellos comenzaron a hacer en Chicago, y que con el conocimiento que tienen, ellos pueden trabajar de una manera mucho más ventajosa que aquellos que están intentado hacer obra de rescate en esta ciudad” (A. G. Daniells a W. C. White, 11 de May de 1894. WCW, bk. 4, p. 363)
Semmens y su esposa fueron agregados a la nómina de la Asociación y su ministerio se expandió para incluir la instrucción de varias iglesias en el ministerio de la Obra de la Compasión Cristiana, trabajando en ese ministerio en reuniones campestres y, después de recibir instrucción de J. O. Corliss, involucrándose en la obra bíblica. La formación de la situación australiana resultó en A. W. Semmens desarrollando lo que más tarde fue llamado “evangelismo médico”. Él se convirtió en un pastor con licencia en 1895. W. C: White describió el trasfondo del ministerio de los dos misioneros médicos en Australia:
“Mi Madre y yo hemos sentido un deseo ferviente de que los principios de Salud y Temperancia sean enseñados en todas las iglesias y que la obra de la Salud y sus varias ramas deben ser fortalecidas. Le escribimos al Comité de Misión Foránea, y al Dr. Kellogg, para pedirle ayuda, y mientras procurábamos decidir si deberíamos pedir por un obrero o dos, dos nos fueron provistos, el Dr. M. G. Kellogg y A. W. Semmens. Estos hermanos han empleado una parte de su tiempo durante los dos últimos años en la obra evangelística, y una porción de su tiempo en la enseñanza de principios de Salud y Temperancia en nuestras iglesias, cuidando de los enfermos en la iglesia, y fuera de la iglesia, y en las diversas ramas de la Obra de la Compasión Cristiana. Nuestros hermanos y hermanas en nuestras iglesias más grandes han tenido el labor de estos dos hermanos” (W. C. White a la Asociación de Benevolencia y Misión Médica, 7 de Junio de 1896. WCW bk. 10, p. 43)
Obviamente la naturaleza de la obra hecho por Semmens fue vista como la justificación para que él recibiera una licencia ministerial “para predicar”, pero era una clase diferente de ministerio de la que había sido anticipada por J. H. Kellogg y la diferencia causó relaciones tensas entre Kellogg y Australia. W. C. White describió las diferentes filosofías:
“Creo que estableceré brevemente unos pocos principios los cuales se han quedado grabados en mi memoria debido a nuestras experiencias en Norteamérica, y a las discusiones que han surgido entre nosotros; y también por los mensajes y consejos que recibimos durante ese tiempo por parte del Señor
Se nos ha enseñado mediante el ejemplo de Cristo y mediante los Testimonios que se nos han dado repetidamente a nuestros hermanos en el ministerio, y a los médicos y gerentes del Sanatorio de Battle Creek y el Retiro de Salud, que la obra del ministro evangélico y el del médico debería ser combinada, que el pastor debería cuidar por la prosperidad de su rebaño, y que el médico debería ser un verdadero ministro de Cristo, trabajando por la salud del alma así como por la del cuerpo. Con esta instrucción en mente he sentido que nuestros hermanos cometieron un gran error cuando evitaron que los pastores enseñen la reforma de la salud, y llamaron a especialistas para hacer ese trabajo. Hubiera sido mejor si los especialistas hubieran sido empleados para enseñar a los ministros, para que de esta manera la obra con la gente hubiera sido más efectiva.
He sentido que fue un error que el Dr. Kellogg hiciera solo trabajo médico, y minimizara el trabajo evangelístico, tal como él lo ha hecho, magnificando uno en detrimento del otro. He sentido que sus críticas estuvieron fuera de lugar acerca de la obra que el Hermano Semmens ha realizado durante los últimos dos años, porque al tratar este asunto como si Semmens no estuviera cumpliendo con la misión mientras dividía su tiempo entre la obra evangelística y médica, él virtualmente dice que las personas entrenadas en la obra de la salud deben hacer de este su trabajo exclusivo; y de esta manera él hace lo mismo que la Asociación [General] ha hecho al separar lo que Dios ha unido.
De mi experiencia con la obra en Norteamerica, He sentido que un principio fundador para cada rama de nuestra obra de salud y temperancia en estas colonia, debería ser que fuera guiada, controlada, ayudada y sostenida por la iglesia representada en el Comité de la Asociación”. (W. C. White a A. G. Daniells, 17 de Junio de 1896. WCW bk. 10, pp. 81-1)
El mismo plan que resultó en la entrega de una licencia a Semmens para el ministerio, más tarde resultó en la entrega de una licencia para la Sra. S. M. I. Henry debido a su participación en la Obra Evangélica de la Mujer. Más tarde, mientras la hermana White contemplaba los beneficios que obtenían los hombres y mujeres que tenían experiencia en la obra del colportaje, ella escribió:
“La experiencia así ganada será de gran valor para aquellos que estén preparándose para la obra del ministerio. Es la compañía del Espíritu Santo de Dios la que prepara a los obreros, tanto hombres como mujeres, para convertirse en pastores del rebaño de Dios”. (Review and Herald, 15 de Enero de 1904)
Una perspectiva más profunda del concepto de ministerio de Elena de White se obtiene considerando su concepto del uso de diezmo
El Factor del Diezmo
Las declaraciones más relevantes de Elena de White sobre el uso del diezmo ocurrieron durante su ministerio en Australia. De hecho, en 1897 ella escribió:
“Este es la tesorería especial del Señor, para un propósito especial. Yo nunca he entendido tan plenamente este asunto como ahora. Habiendo tenido preguntas dirigidas a mi para que las conteste, he recibido una instrucción especial del Señor de que el diezmo es para un propósito especial, consagrado a Dios para sostener a aquellos que ministran en la obra sagrada mientras los elegidos para hacer su obra no solo dando sermones, sino también ministrando. Ellos deberían entender todo lo que esto implica” (Ellen White, Carta 40, 1897)
Parece significativo que, aunque Elena de White estaba enfatizando el único propósito en el uso de los fondos del diezmo, que ella debería ampliar los potenciales destinatarios de aquellos fondos, incluyendo a mujeres que, antes de las declaraciones de Elena de White, no eran elegibles para recibir esos fondos. Es incluso más significativo cuando uno considera que las exigencias financieras habían reducido considerablemente la disponibilidad de estos fondos. Mientras el concepto del ministerio de la mujer se estaba expandiendo, sin embargo, se volvió evidente que Elena de White consideraba ese ministerio tanto dentro del ministerio evangélico como aquellos más convencionales.
El elemento unificador acerca de aquellos calificados como destinatarios del diezmo para Elena de White parecían ser aquellos que estaban directamente presentando el mensaje evangélico a aquellos que no lo habían escuchado antes o aquellos que estuvieran involucrados en funciones pastorales dentro de la Iglesia. De esta manera las esposas de los pastores que estuvieran instruyendo a otras mujeres en la obra misionera, mujeres que estaban haciendo labro casa por casa a, presentar el evangelio a otras mujeres, mujeres instructoras bíblicas que estaban instruyendo a obreros acerca de doctrina y métodos de evangelismo, mujeres que estaban enseñando a otras mujeres a dar estudios bíblicos y a aprender técnicas para visitar a las familias, mujeres que estaban trabajando en “palabra y doctrina”, mujeres que eran misioneras médicas, todas ellas eran elegibles para recibir fondos según la manera de pensar de Elena de White.
Pareciera inconsistente que Elena de White exigiera más gastos del dinero de los diezmos cuando la iglesia era incapaz de pagarle a aquellos que ya estaban ordenados, pero es durante este período en que Elena de White pidió consistentemente por más obreros, de hecho, cientos donde antes había uno. En ese tiempo, ella se estaba enfocando en “guardar cuidadosamente los fondos del diezmo” que sería “consagrado para un propósito”, que era su concepto el ministerio expandido.
Al tratar la cuestión de la naturaleza de la iglesia del siglo XIX, con su enfoque en el ministerio esposo-mujer y la cuestión del uso del diezmo, la hermana White observó que ella había recibido “luz sobre este tema” incluso antes de ir a Australia en 1891. Ella después hizo una declaración que realmente reduce la cuestión de la ordenación de la mujer a un punto controvertido:
“Se ha cometido una injusticia con las mujeres que trabajan tan devotamente como sus esposos, y que son RECONOCIDAS POR DIOS COMO SIENDO TAN NECESARIAS PARA LA OBRA DEL MINISTERIO COMO SUS ESPOSOS (énfasis añadido). El método de pagar a obreros varones y no a sus esposas no es un plan de acuerdo a la orden del Señor…. Este plan… es propenso a desalentar a nuestras hermanas de prepararse para la obra en la que deberían estar involucradas (i.e. ministerio)… Los Adventistas del Séptimo Día no deben descuidar en ninguna manera la obra de la mujer… Esta cuestión no la deben resolver los hombres. El Señor la ha resuelto. Ustedes deben realizar su deber hacia las mujeres que trabajan en el evangelio” (Ellen White, “The Laborer Is Worthy of His Hire” Mss 431, 1897. MR 267)
Claramente reaccionando a los esfuerzos evangelísticos en equipo tan exitosamente llevados a cabo por J. O. Corliss en Australia, la siguiente declaración de la hermana White nos informa porqué ella estaba buscando “cientos de obreros” donde solo había uno:
“Después que la comunidad había sido reavivada por una reunión campestre bien organizada, ¿deben los obreros levantar las tiendas e ir a otra reunión campestre y dejar que la obra se descuide? Yo digo: Dividan a los obreros y tengan a algunos asentando la obra, dando estudios bíblicos, haciendo la obra del colportaje, vendiendo tratados, etc. Que haya una misión doméstica para preparar a los obreros al educarlos en cada rama de la obra. Esto impedirá que la obra se descuide. Las buenas impresiones que los mensajeros de Dios han dejado sobre los corazones y las mentes no se perderán. Esta obra casa por casa, buscando las almas, rastrando a la oveja perdida, es la obra más esencial que puede realizarse…”
Hay esposas de ministros, la Sra. Starr, Haskell, Wilson y Robinson, que han sido obreras devotas, fervientes y dedicadas, dando estudios bíblicos y orando con las familias, colaborando mediante sus esfuerzos personales con tanto éxito como sus esposos. Estas mujeres dan todo su tiempo, y se les ha dicho que no recibirán nada por sus labores debido a que sus esposos ya reciben salarios. Yo les dije que continúen su trabajo y que todas esas decisiones serán revisadas. La Palabra dice “el obrero es digno de su paga”. Cuando una decisión tal es tomada, protestaré en el nombre del Señor. Siento que es mi deber el de crear un fondo del dinero de mi diezmo, para pagar a estas mujeres que están logrando una obra tan esencial como la que los ministros están haciendo, y este diezmo lo reservaré para la obra en la misma rama de trabajo que la de los ministros, buscando almas, pescando almas. Sé que estas mujeres fieles deben recibir un sueldo que sea considerado proporcional a la paga que reciben los ministros. Ellas llevan responsabilidad por sus almas, y no deben ser tratadas injustamente. Estas hermanas están entregando su tiempo para educar a aquellos que recién entran en la fe, y contratan ayuda doméstica para que las ayuden en sus hogares y les pagan. Todas estas cosas deben ser ajustadas y puestas en orden, y se debe hacer justicia a todos.” (Elena de White a los hermanos Irwin, Evans, Smith, y Jones, 21 de Abril de 1898. I191a, 1898. 6ST, 1897-98, pp. 62, 68, 69)
Elena de White está claramente exigiendo que se les pague a las mujeres en el ministerio. Sus declaraciones acerca de pagarles con los diezmos son incluso más significativas en el contexto de la severa crisis económica que la iglesia enfrentaba en ese tiempo. Sus declaraciones obviamente anticipaba a la iglesia del siglo II con sus funciones pastorales. Elena de White afirmó que ella no estaba preocupada por las “pobres almas” que estaba trabajando por nada porque ella “no lo permitiría que continúe de esta manera”. (Ibid.)
ELENA DE WHITE Y LA ORDENACIÓN A LA OBRA DE LA COMPASIÓN CRISTIANA
El enfoque de Elena de White sobre un “ministerio de la compasión” resolvió el dilema evangelístico-pastoral del siglo XIX y trajo a la iglesia una metodología para lidiar con las realidades urbanas del siglo II. Comenzando en Junio de 1895 Elena de White escribió una serie de artículos que se enfocaban sobre metodologías diseñadas para evangelizar a las ciudades. La metodología fue concebida gracias a las experiencias en Australia, pero diseñadas para ser aplicadas universalmente. Una de las propuestas hechas por Elena de White en su serie de artículos que apareció en la Review and Herald era que las mujeres involucradas en la metodología evangelística “debían ser apartadas para esta obra mediante la oración y la imposición de manos” (Review and Herald, 9 de Julio de 1895, p. 434)
Cuando las palabras de Elena de Whi son comparadas con lo que ella escribió más tarde acerca de las mujeres recibiendo el diezmo, el verdadero ministerio evangélico, etc., parecería indicar que Elena de White estaba lista durante la década de 1890 para la plena ordenación de la mujer al ministerio de la iglesia. Observemos algunos de sus artículos en la Review and Herald de 1895 antes de mirar más profundamente el ministerio de la Compasión Cristiana.
El 11 de Junio, la hermana White hizo evidente que su enfoque se encontraba en la obra “en nuestras grandes ciudades”. Ella pidió que se realice “labor casa por casa, sin descuidar a los pobres”, debido a que Cristo predicó el evangelio a los pobres “nosotros debemos ir y hacer lo mismo”. Ella observó que las ciudades “no son trabajadas como debieran” y pidió por “una obra sincera, dedicada, sufrida” para “alcanzar a los hombres y mujeres de nuestras ciudades”. En su continuación del 18 de Junio la hermana White observó que “los misioneros médicos pueden hacer una gran cantidad de bien al educar a nuestro pueblo sobre cómo vivir” (Review and Herald, 11 y 18 de Junio de 1895)
El 9 de Julio la Hermana White estaba obviamente respaldando el enfoque de equipos evangelísticos que fue usado de una manera tan exitosa por Corliss en Australia cuando ella escribió:
“¿No deberían todos tener una oportunidad de aprender de los métodos de Cristo mediante la experiencia práctica? ¿Por qué no ponerlos a trabajar visitando a los enfermos y ayudándolos en otras maneras… Las mujeres que estén dispuestas a consagrar parte de su tiempo al servicio del Señor deberían ser nombradas para visitar a los enfermos, cuidar de los jóvenes y ministrar las necesidades de los pobres. Ellas deberían ser apartadas para su trabajo mediante la oración y la imposición de manos. En algunos casos ellas necesitarán consejos de los dirigentes o pastores, pero si ellas son mujeres devotas, que mantienen una conexión con Dios, ellas serán un poder para bien en la iglesia” (Review and Herald, 9 de Julio de 1895, pp. 433-34)
Elena de White aquí está hablando, no acerca de la obra de Dorcas de la iglesia local, sino acerca de lo que fue llamado la Obra de Compasión Cristiana. El rango de esta obra usualmente trasciende la iglesia local dado que incluye instrucción dada por un misionero médico que era pagado por los fondos de la Asociación y debido a que estaba diseñada para impactar sobre ciudades en una manera que absorbería más que los fondos locales. Esto ciertamente era verdad en Australia. El consejo de Elena de White posterior a su referencia a la ordenación significa que se debe buscar aprobación de los dirigentes de la asociación, no de los dirigentes de la iglesia local.
En dos ocasiones anteriores a este punto en su artículo, la hermana White utilizó los términos “dirigentes de la asociación… pastor” y claramente no se refería a las acciones de la iglesia local. Eso no hubiera sido probable en Australia dentro de las pocas iglesias locales que existían en ese entonces. Tales acciones locales hubieran sido posibles dentro de los Estados Unidos, sin embargo, y el asunto no es vital dado que es claro que Elena de White estaba defendiendo la ordenación de la mujer al ministerio específico llamado “Obra de Compasión Cristiana”. Esto puede evidenciarse en la siguiente carta de J. W. Watt a O. A. Olsen, presidente de la Asociación de Indiana:
“Una cuestión muy seria se me ha presentado acerca de la declaración hecha por la hermana White en la Review and Herald el 9 de Julio de 1895, sobre apartar a algunas de nuestras hermanas devotas para la Obra de Compasión Cristiana mediante la imposición de manos y la oración. Uno de nuestros ancianos locales desea saber si es apropiado para un anciano local ordenar mujeres para esta obra. Aún no hemos llevado a la práctica esta instrucción en esta conferencia y me gustaría saber cómo usted entiende este asunto y si ha tiene más luz sobre este asunto de que lo es declarado en la declaración citada anteriormente [Desafortunadamente no ha registro de una respuesta de Olsen]” (J. W. Watt a O. A. Olsen, 2 de Enero de 1896. RG 21, 1896, entrante)
La hermana White continuó su foco en un nuevo tipo de ministerio para las ciudades en sus artículos. Ella atacó las tendencias de centralización en Battle Creek y se apartó de las “leyes y reglas especificadas por el hombre. No debe haber reglas fijas; nuestra obra es una obra progresiva, y debe haber espacio para que los métodos sean mejorados”. Ella solemnemente proclamó: “Hermanos, el Espíritu del Señor está sobre mi” y advirtió en contra de cualquier clase de plan que descuide “a los pobres y afligidos”. Ella señaló a Isaías 58 como el plan bíblico para el mensaje del tiempo:
“En el capítulo 58 de Isaías, la obra que el pueblo de Dios debe hacer según los métodos de Cristo, es claramente establecida. Ellos deben romper cada yugo, alimentar al hambriento, vestir al desnudo, acoger a los pobres que son expulsados de sus casas, acercar sus almas con las del hambriento y reconfortar al alma afligida. Si ellos llevan a cabo estos principios de la ley de Dios en actos de misericordia y amor, ellos representarán el carácter de Dios al mundo y recibirán las ricas bendiciones de los Cielos. El Señor dice: “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti [Cristo nuestra justicia*], y la gloria de Jehová será tu retaguardia” (Review and Herald, 23 de Julio, 13 de Agosto, 20 de Agosto de 1895 *Las palabras entre corchetes están en el artículo original de Elena de White. Ver artículos del 24 de Septiembre, 15 de Octubre, 12 de Noviembre de 1895, y 7 de Enero de 1896. Por perspectivas adicionales del concepto de ministerio “convincente” de Elena de White que impactaría en las ciudades)
Los artículos de Elena de White en la Review dejan en claro que su concepto de ministerio exigía una carga más amplia que estrecha de “ministrar”. Su enfoque parecía más en línea con la obra “pastoral”, y ella a menudo pidió un ministerio durante este período que enfatice más un tipo de ministerio pastoral-educativo que uno de “dar sermones”.
En énfasis de Elena de White impactó en los Estados Unidos y sus artículos y mensajes llevaron al Ministerio de la Compasión Cristiana a un elevado nivel de actividad. Obviamente respondiendo al enfoque de Elena de White, O. A. Olsen instó a Abbie Winegar, una recién graduada de una carrera médica, a trabajar “sobre los principios de salud y la Compasión Cristiana” durante una visita a la Asociación de Upper Columbia. Él le escribió a la presidente de esa asociación:
“Estoy contento de que la Dra. Winegar esté con ustedes, que vino desde su asociación solo para realizar una corta carrera aquí, pero que finalmente terminó tomando toda la carrera médica. Tengo mucho respeto por la Dra. Winegar. El Señor la ha bendecido, y ella se está preparando para ser una obrera eficiente y confiable. Me parece que mientras ella esté allí afuera, si te es posible, haz arreglos para que ella pueda permanecer allí por un poco más de tiempo, para que pueda visitar algunas de las iglesias, incluso las más grandes, para que pueda ser útil en la obra. Sé que su corazón está con el mensaje; sé que ella tiene habilidad para enseñarle a las personas. En un curso dado aquí en Battle Creek el último invierno, durante el cual los médicos del Sanatorio llevaron a cabo un estudio en el campo de la salud en los distritos aquí en la iglesia, la Dra. Winegar fue una de las más eficientes, y su trabajo fue muy apreciado. La Asociación bien podría hacerse cargo de sus gastos para poder utilizarla por un tiempo en la obra. Sé que los tiempos son duros, y sé que están pasando por un tiempo de estrechez, y que los fondos son escasos. Comprendo todo eso, y sé que podemos sentir que no hay suficientes fondos para esta clase de trabajo, pero de la luz que Dios me ha dado, y de la resultados prácticos que he podido observar por mí mismo, estoy satisfecho al ver que una Asociación que puede tener esta oportunidad, pueda gastar algo de dinero en esta rama de la obra, incluso si hay que hacer recortes en alguna otra rama. Quiero que le presten atención a este asunto, sabiendo que la Dra. Winegar está allí. De aquí en adelante esta rama de la obra recibirá mucho más atención que en el pasado. Esto debe ser así, si deseamos tener la mente del Espíritu de Dios” (O. A. Olsen a la Dra Abbie Winegar, 22 de Mayo de 1895 y R. S. Donnell, 21 de Mayo de 1895. RG 11, bk. 14, pp. 386, 379-80)
El Ministerio de la Compasión Cristiana impactó fuertemente dentro de la denominación en 1897. Los pastores estaban haciendo de esa su prioridad en los esfuerzos evangelísticos de ese año. El secretario de la AG reportó:
“Les he estado escribiendo a algunos hermanos en otros lugares del país acerca del Ministerio de la Compasión Cristiana, especialmente donde ellos están empezando de nuevo. Pareceria que la obra está tomando esa vuelta, de hecho el Señor ha llamado atención especial a todas nuestras iglesias, y especialmente a aquellas que están en las grandes ciudades, a esta rama de la obra.” (L. A. Hoopes a W. T. Drummond, 20 de Septiembre de 1897. RC 21, bk. 22, p. 491)
CONCLUSIÓN
La historia del ministerio de la Compasión Cristiana en Australia y Nueva Zelanda en el siglo XIX requiere un estudio en sí mismo. Es suficiente decir que por 1899 Australasia mantuvo cuatro instituciones separadas proveyendo fundamento para este ministerio: La Misión Urbana Mano Ayudadora en Melbourne, la Lavandería Mano Ayudadora en Perth, el Hogar de Rescate en Napier, Nueva Zelanda. Margaret Caro, una pastora con licencia, guió activamente el Ministerio de la Compasión Cristiana en Napier. Innumerables son las historias que pueden ser contadas acerca de las conversiones que resultaron de su ministerio, pero tal vez las siguientes declaraciones de Elena de White muestren porque la ordenación de la mujer a este ministerio era apropiado y también cómo Elena de White nos ha indicado un plan bíblico para ordenar mujeres:
“La gloria del evangelio está fundada en el principio de restaurar la raza caída a la imagen divina mediante una constante manifestación de benevolencia” (“The Needs of the Cause in Australasia: An Appeal” 11 de Junio de 1903, Art, 59, ST 1899-1903, p. 492)
“La plenitud del carácter cristiano es alcanzada cuando el impulso de ayudar y bendecir a otros fluyen constantemente desde adentro” (“He That Loveth Not His Brother Abideth in Death, 2 de Agosto de 1899. ST 1898-99, L. A. Hoopes Volume, p. 295).
“El verdadero discípulo en cuyo corazón Cristo habita, muestra al mundo el amor de Cristo por la humanidad. Él es la mano ayudadora de Dios. El brillo de la salud espiritual domina todo su ser mientras recibe gracia del Salvador para darla a otros. Esta es la obra médica misionera. Su desempeño sana las heridas infligidas sobre la desordenada naturaleza humana por aquel que una vez fue un querubín protector. La religión pura y sin mácula no es un sentimiento, sino el hacer obras de amor y misericordia… [Noten que la expresión “mano ayudadora” es especialmente relevante dado que fue el nombre dado a varios misiones del Ministerio de la Compasión Cristiana en Australia. También hubo varias misiones de este ministerio en los Estados Unidos llamados como “mano ayudadora”]
Si los hombres Y MUJERES [énfasis añadido] actuaran como la mano ayudadora del Señor, haciendo obras de amor y bondad, levantando al oprimido, rescatando a aquellos cerca de perecer, la gloría del Señor los resguardará…
Despierten, despierten, mis hermanos Y HERMANOS [énfasis añadido]. Ustedes deben hacer la obra que Cristo hizo cuando estuvo sobre esta tierra. Recuerden que ustedes deben actuar como la mano ayudadora de Dios al liberar a aquellos que están encadenados…
De aquellos que actúan como su mano ayudadora el Señor dice: “Ustedes serán llamados SACERDOTES [énfasis añadido] del Señor; los hombres los llamarán MINISTROS [énfasis añadido] de nuestro Dios (Isaias 61:61) ¿No intentaremos llenar nuestras vidas con todo la bondad, el amor y la compasión que podamos, para que estas palabras sean dichas de nosotros?” (Elena de White, 17 de Enero de 1901, B7, 1901. ST 1901, pp. 298, 301, 302, 303)
APÉNDICE
Mujeres adventistas del séptimo día que recibieron licencias ministeriales entre 1878 y 1900. La siguiente lista es mínima. Un chequeo completo de todos los reportes de la asociación impresos en la Review and Herald sin lugar a dudas nos revelará nombres adicionales de mujeres con licencias. Si los documentos de las asociaciones locales estuvieran disponibles, incluso más nombres podrían ser añadidos.
BALLENGER, Ida W.
BARTLETT, Edith
CARO, Margaret
COLLINS, Libbie
ENOCH, Hattie
FULTON, Anna
FULTON, Libbie
HASKELL, Hetty
HENRY, Sarepta Irish
HIBBEN, Ida W.
HILL, Ruie
JOHNSON, Anna
LANE, Ellen S.
LINDSAY, S. A. (Mrs.)
MORSE, Helen L.
OWEN, Julia
PIERCE, S. (Mrs.)
PLUMMER, Flora
POST, Lizzie
ROBINSON, Mina
WIGHTMAN, Lulu
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