Pastora Hazel Burns – No temas

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No temas

Por Hazel Burns

Lo recuerdo como si fuera ayer. Tenía siete años de edad y estaba en primer grado en la escuela de un pequeño pueblo. Todavía puedo sentir la presión de ser tan pequeña mientras los chicos de octavo grado parecían tan grandes. Teníamos dos maestros en nuestra escuela de ocho grados. Un maestro para los grados uno al cuatro, y la otra para los grados cinco al ocho.

Faltaba un mes para la Navidad, y la Sra. Kamberton, la maestra que enseñó a los chicos mayores, estaba a cargo del programa navideño. Ella insistió en que cada estudiante debía tener una parte en el programa. Eso significaba que estábamos todos juntos. Todavía puedo ver a los niños de octavo  grado riéndose y murmurando mientras intentaba actuar. Mirándolo en retrospectiva, creo que ellos estaban en lo suyo y que no se preocupaban de lo que yo estaba haciendo.

Me habían dado un pequeño poema para que memorice, y no era difícil. Lo había aprendido en un par de horas. Pero cuando cada uno tuvo de practicar su parte en frente de todos los estudiantes, no pude hacerlo. Intenté decirlo sin llorar, pero me daba pánico cada vez. Las lágrimas luían, y corrí fuera del escenario, sintiendo náuseas.

La maestra intentó convencerme de que podía hacerlo, y mis padres intentaron todo lo que se les ocurrió. Nada funcionó. Entonces, una tarde, estaba con mi mama y mi papa en una mueblería y vi una pequeña mecedora de madera para niños. Me senté en ella y me mecí mientras mis padres buscaban otro mueble. Me enamoré de esa pequeña mecedora y le rogué a mis padres que me la compraran. Al principio dijeron que no, pero después debieron pensarlo dos veces, tal vez valía la pena intentarlo.

“Si tu dices tu poema en el programa navideño sin llorar”, ellos me ofrecieron, “compraremos esa mecedora para ti”.

Ahora tenía un nuevo motivo para retener mis lágrimas. Mi foco estaba en la mecedora, en vez que en mis lágrimas. Todo lo que podía pensar era en tener esa hermosa mecedora. ¡Y funcionó! No pensé ni una sola vez en llorar. Mi mente estaba en el hermoso regalo que sería mío.

He pensado a menudo acerca de esa experiencia, lo difícil que le resultó a Dios consiguiendo que ponga su foco en Él en vez de en mi. Todavía tengo la pequeña mecedora como un recordatorio de cómo el poder de reenfocar mis pensamientos cambió mis emociones, y cómo el miedo a menudo bloqueó las grandes oportunidades que Dios tenía para nosotros.

To estaba empezando a sentir a Dios llamándome a un ministerio a tiempo completo. El Espíritu Santo parecía impresionarme para dejar de trabajar. Supe que necesitaba pasar más tiempo con Jesús para que hubiera mucho Agua Viva fluyendo para refrescar a las personas con las que estudiaba cada semana.

Dios realmente agrandó mi territorio, y ahora enfrentaba un nuevo dilema. Dirigí tres grupos de estudios bíblicos cada semana, así que tuve que cortar mis días laborales a tres. También me reunía con los estudiantes de la academia una vez a la semana y tenía varios estudios bíblicos personales con algunas mujeres que querían ir más profundamente en la Palabra. Mi esposo, Wayne, y yo también abrimos nuestro hogar para un grupo que venía cada semana y comíamos sopa y pan casero. Lo llamábamos “Comunidad de Oración y Estudio de la Biblia”.

Yo amaba mi trabajo y había conseguido una gran clientela a lo largo de los años. Realmente disfrutaba trabajar con personas y cortarles y estilizarles el cabello. Y, para ser honesta, amaba el ingreso extra.

Busqué el consejo de algunas personas que admiraba. Todas ellas parecían pensar que debía continuar trabajando en el salón de belleza. Incluso un capellán me dijo: “Este es tu púlpito. Este es tu lugar en el ministerio. Allí es donde conoces personas para invitarlas a estudiar la Biblia. No cierres una puerta que Dios ha abierto”. En esa ocasión estaba cortando su cabello, así que me pregunté si tal vez me estaba dando ese consejo para no tener que encontrar otra peluquera.

Pero aún sentía una profunda e inquietante sensación de que Dios me estaba llamando para el ministerio a tiempo completo, y yo luché por meses antes de llegar a una decisión. Tenía miedo de dejar mi cómodo lugar de trabajo. Mi ocupación me daba una sensación de seguridad; y era un lugar conveniente para hacer nuevos amigos y un ambiente natural para hablar de la vida. Pero el impulso de Dios en mi corazón no se iba, y sabía que necesitaba confiar en Él.

He aprendido que incluso si una puerta que Dios ha abierto pueda cerrarse, Él tiene una manera de abrir más puertas y más ventanas. Es su manera de nada-es-imposible para agrandar nuestro territorio.

Dado que vivíamos en una pequeña casa y estamos casi libres de deudas, decidió compartir mi lucha con Wayne. Sin vacilar ni un momento, él dijo: “Por mi está bien si decides renunciar a tu trabajo. Haz lo que sea que Dios te muestre. Wayne siempre me ha dado esa clase de apoyo, y no sabía cuánto iba a necesitar ese apoyo.

El camino estaba libre, pero mi deseo de estar en el centro de la voluntad de Dios me llevó un paso más adelante. Simplemente necesitaba estar completamente segura. Necesitaba una palabra de Dios.

La historia de la mujer en el pozo en Juan 4:32 me recordó que Dios prepara alimento para nosotros que los demás no están al tanto. Él también preparó alimento en el desierto para los Hijos de Israel y en la montaña para los 5.000 que estaban ansiosos por escuchar. Él preparó una gran cantidad de pescados para los discípulos cuando ellos ni habían pescado en toda la noche sin capturar nada.

Mientras Él estaba en la costa preparándoles el desayuno, Él los llamó “Amigos ¿han pescado algo?”, una pregunta expresada en una manera que ningún pescador quiere responder. Entonces Jesús les dijo que arrojen sus redes en el otro lado de la barca. Cuando ellos obedecieron su mandato ilógico, obtuvieron su mayor pesca.

Era un viernes temprano en la mañana cuando Jesús me sorprendió en la costa de mi lucha de toda la noche, con la comida correcta que Él me había preparado para mi personalmente. Él me pidió que pesque en el otro lado de la barca, el lado de la fe, el lado de lo desconocido.

“Señor”, le dije, “ayúdame a tomar la decisión correcta. Necesito tu paz”. Mientras oraba, abrí mi Biblia como mi padre me había enseñado. Las palabras que leí en Génesis 15:1 parecían estar en letras resaltadas. Pasé algunas páginas hasta Éxodo 14:3, entonces, di vuelta algunas más, y llegué a Números 14:9. Mientras continuaba pasando páginas y aterrizando en diferentes pasajes de la Escritura, las mismas dos palabras saltaban hacía mi como si fueran las únicas palabras en la página: “No temas”.

Continué pasando páginas leyendo, y vi estas mismas dos palabras unas 20 veces en solo un par de minutos. Mientras comía el alimento que Jesús había preparado para mi, me fortalecí para tomar la decisión correcta. Me sentí cubierta con una sensación de su paz perdurable.

El miedo es uno de nuestros enemigos más grandes, posiblemente la herramienta más exitosa de Satanás. Una vez más, tuve que confesar ante Dios que mis miedos de perder el control, o el dinero que llevaba a casa cada semana, de mi futuro y mi jubilación, me estaban quitando la paz. Los arroje todos a sus pies y, una vez más, le pedí que sea el Señor de todo. Como dice el dicho, “Si Él no es el Señor de todo, entonces no es el Señor en absoluto”.

Después de que renuncié a mi trabajo, el Señor afirmó mi decisión con una gran pesca en el otro lado de la barca. El primer mes Dios me bendijo con 17 nuevos creyentes en Cristo, ¡personas que Dios trajo a mi vida mediante su nombramiento divino! Estaba maravillada de ver cuán rápido Dios agrandó mi territorio una vez que renuncié a mi trabajo. Estaba asombrada de lo rápido que Dios agrandó mi territorio una vez que renuncié a mi trabajo. Recibí varios llamados de personas, que habían escuchado que había renunciado a la peluquería, preguntándome si por favor les podía dar estudios bíblicos.

Dios me estaba mostrando que las personas están hambrientas de la Palabra de Dios. Hay personas que están sedientes por el Agua de Vida de su perdurable presencia que el Espíritu Santo brinda.

Tal vez algunos de ustedes son como yo, temerosas de lo desconocido, temerosas de perder el control, temerosas de lo que otros puedan pensar. O tal vez no crean que Dios puede usarlos porque no son lo suficientemente buenos. Recuerden que esos pensamientos no provienen de Dios. Dios dijo: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos… Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos… Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé” (Isaías 55:8, 9; 43:4)

En su carta a la iglesia en Éfeso, Pablo dijo que somos escogidos, adoptados, redimidos, perdonados y que Dios ha derramado generosamente su gracia sobre nosotros, y nos ha dado el Espíritu Santo prometido” (ver Efesios 1).

El enemigo hace todo lo posible para evitar que sepamos quienes somos, que hemos sido llamados para ser discípulos de Cristo. A él no le importa si somos miembro de una iglesia o un anciano o un pastor. A Él no le importa cuando dinero demos o cual es nuestro título; él sencillamente no quiere que seamos llenos del Espíritu y caminemos en la fe

Cuando somos llenos con el Espíritu y caminamos en la fe, las personas son atraídas a Jesús mediante nosotros. Y, mientras trabajamos con Él, sentimos nuestro propósito para la vida. Su vida en nosotros, mediante el ministerio del Espíritu Santo, cambia las vidas y trae sanación al quebrantado y esperanza al desanimado.

Jesús quiere sorprendernos con el regalo del alimento que los demás no conocen. ¡Y su alimento satisface! No hay nada como eso. Tienes energía que es sobrenatural, paz que el mundo no puede experimentar y alegría de su presencia omnipresente. Este alimento no es un “espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y dominio propio” (2 Timoteo 1:7). ¡Su alimento incrementa nuestra fe!.

No sé a qué Dios te está llamado, pero sea lo que sea, acepta su llamado. Obedece sus instrucciones, que a veces son ilógicas y contrarias a la intuición, y hazlo con todas tus fuerzas. Escucha su voz diciéndote: “¡No temas!”.

Una asignación divina: Becky

Jesús siempre va delante de nosotros y nos prepara para lo que Él ha planeado para nuestro próximo paso en la fe. Algunos años después de entrar al ministerio a tiempo completo, descubrí que su próxima asignación para mi era Becky Vandiver.

Un día, Becky visitó nuestra iglesia y escribió una nota en una de nuestras tarjetas de contacto. Ella pidió si por favor una mujer podía visitarla. Dios me escogió a mi. El enemigo de nuestras almas la había atrapado en un estilo de vida destructivo, y ella sabía que necesitaba ayuda. La mama de Becky y su papa se habían divorciado cuando ella tenía apenas 3 años. Su mama tenía esclerosis múltiple y estaba confinada a una silla de ruedas. Un día, mientras su mama estaba yendo al mercado, ella fue golpeada por un conductor borracho y terminó en coma en un hospital por seis meses. Ella más tarde se mudó a un centro de cuidados extensivos donde pasó el resto de su vida.

Una familia cristiana tomó a Becky y sus dos hermanos en sus hogares por los nueve años siguientes. Cuando esta familia se mudó fuera del estado, el papa de Becky, que se había vuelto a casar, hizo arreglos para que los niños fueran a vivir con él. Después de un corto tiempo, Becky se dio cuenta que ella y su madrastra no iban a relacionarse bien, y a la edad de 14, Becky huyo de su hogar. Su nuevo “hogar” era con cualquiera de sus amigos que tuviera padres dispuestos a dejarla quedarse con un tiempo.

A la edad de 15, Becky había tenido varias crisis físicas, una caída de la bicicleta, un accidente automovilístico y un disparo de arma de fuego en su estómago. Ella también encontró un sentido de pertenencia en una comunidad de amigos que usaba drogas. A la edad de 16, ella sufrió una sobredosis que casi la mata. Nada parecía despertarla de su estilo de vida abusivo.

A la edad de 17, la corte puso a Becky en un hogar adoptivo. Despues de escapar, Beky fue ubicada en un centro adolescente, y luego en un hogar de grupo. Ella huyó de allí y fue de Tennessee hasta California.

A la edad de 19, Becky se mudó a Dayton, Ohio, para vivir con su hermano. Ella conoció a un muchacho, continuó usando drogas con él y, un par de meses más tarde, descubrió que estaba embarazada. En las mismas palabras de Becky, ella dijo: “Esto realmente abrió mis ojos y me hizo pensar”. Ella sabía que ya no podría continuar viviendo así y, eventualmente, le dijo al hombre con el que estaba que ya no quería continuar con el estilo de vida que tenía, y que no quería volver a verlo. Becky dejó de fumar, beber y usar drogas.

Ella me dijo: “Realmente siento que Dios estaba golpeando a mi puerta, diciendo, “Becky, por favor, déjame entrar. Te estoy dando otra oportunidad. Ven, sígueme. Enséñale a este precioso bebe de me gran amor”. Desde ese día en adelante, Becky tomó la decisión de seguir a Jesús.

Becky y yo estudiamos la Biblia juntas por varios meses, y luego tuve el privilegio de bautizarla. Ella se casó con un gran hombre cristiano y tienen una familia hermosa. La llamamos nuestra hija, y ella nos llama “Mamá” y “Papá” y sus hijos nos dicen “Abuela” y “Abuelo”. ¡Hemos sido tan bendecidos! Por esto es que Dios me eligió para visitarla. Él quería extender nuestra familia.

Dado que había tomado la decisión de renunciar a mi trabajo en la peluquería y trabajar a tiempo completo en el ministerio, podía pasar tiempo con Becky. Y pasamos mucho tiempo juntas. Después del parto, el bebe y su mama vinieron a vivir a nuestra casa. Más tarde, ayudamos a Beckt a encontrar su propio apartamento. Cuando ella estuvo lista, la ayudamos a matricularse en un colegio comunitario.

Becky tiene una personalidad energética. Todos en el campus la aman, y ella no vacila en decirles la razón porque la cual es tan feliz: Jesús es el Señor de su vida. Cuando se graduó, Becky incluso fue seleccionada para dar el discurso de graduación.

Estoy tan feliz que el Espíritu Santo me empujó fuera de mi zona de confort en la peluquería para extender mi territorio al ministerio a tiempo completo. A lo largo de los años, he tenido el privilegio de acompañar a siete pastores en la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Kettering, Ohio. En el 2006, oficialmente me jubilé como pastora asociada, pero Dios continúa enviando personas en mi camino. Ha sido un privilegio confiar en Dios en la misión para la cual Él me ha ordenado, siempre con la seguridad de sus alentadoras palabras: “No temas”

“Dios hace habitar en familia a los desamparados; Saca a los cautivos a prosperidad” (Salmos 68:6). Él nos llama a amarlos y darles las llaves para liberarlos.  ¿Cuál es la misión que Dios tiene para ti?


Autora: Hazel Burns es una pastora jubilada en Dayton, Ohio. Este artículo es una adaptación de su próximo libro: My Mind Instructs Me in the Night.


 

Fuente: “Do not be Afraid” Lake Union Herald, Enero del 2013

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