¿Es la Ordenación de la Mujer una Amenaza para nuestra Unidad?

¿Es la Ordenación de la Mujer una Amenaza para nuestra Unidad?

Por Gordon Bietz

 

En las cosas necesarias, unidad;

En las cosas inciertas, libertad;

En todas las cosas, compasión.[1]

 

Por más de 50 años, miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día han debatido intensamente, sin consenso, la conveniencia de ordenar mujeres al ministerio evangélico. Se han presentado razones sólidas, convincentes, en defensa de ambos lados de la cuestión. Puesto que ni la Biblia ni el Espíritu de Profecía proveen una palabra definitiva e inequívoca sobre el asunto, es el consenso de este comité de estudio que nuestras diferencias no debieran crear una fisura en la Iglesia. Creemos que las Escrituras pueden interpretarse para respaldar una posición ya sea en favor o en oposición a la ordenación de las mujeres, y por esa razón los problemas no debieran ser una causa de desunión en la Iglesia.

DEFINICIÓN DE UNIDAD

Algunos pueden estar preocupados pensando que la unidad de la iglesia está comprometida si alguna región del mundo practica la ordenación de las mujeres mientras que otras no. Creemos que la unidad en compañerismo cristiano puede identificarse por la unidad con Dios y unidad mutua, como dijo Jesús en su oración en Juan 17. Sin embargo, la “unidad denominacional” —el acuerdo sobre las claras doctrinas manifestadas inequívocamente en la Escritura— es segura, porque para la denominación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día las doctrinas unificadoras son las 28 Creencias Fundamentales. Estas doctrinas están adoptadas oficialmente como directamente conforme a la Escritura. Otros asuntos bosquejados no inequívocamente en la Escritura, como la ordenación, están sujetos a interpretaciones diversas y por lo tanto no pueden considerarse no-negociables. La unidad que es importante para la iglesia está delineada en la  Creencia Fundamental N o 14:

14. La Unidad del Cuerpo de Cristo

La iglesia es un cuerpo constituido por muchos miembros que proceden de toda nación, raza, lengua y pueblo. En Cristo somos una nueva creación; las diferencias de raza, cultura, educación y nacionalidad, entre encumbrados y humildes, ricos y pobres, hombres y mujeres, no deben causar divisiones entre nosotros. Todos somos iguales en Cristo, quien por un mismo Espíritu nos ha unido en comunión con él y los unos con los otros. Debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservas…

La unidad es importante para la iglesia, pero esta unidad no es uniformidad, como la misma declaración doctrinal N o 14 hace notar que muchas diferencias “no deben causar divisiones entre nosotros”. Celebramos diferentes dones, diversas expresiones de adoración, diferentes idiomas y una diversidad de técnicas evangelísticas, pero sustentamos en común las creencias fundamentales que nos hacen adventistas del séptimo día.

El Manual de Iglesia es otro medio por el cual la iglesia manifiesta unidad al implementar ciertas pólizas en una manera similar de iglesia en iglesia. Sin embargo, el Manual de Iglesia y el Manual del Ministro contienen reglamentos que no están todos basados en un “Así dice el Señor” en la Escritura, sino más bien reflejan circunstancias y necesidades cambiantes. Se agregan oficiales de iglesia en algunas áreas del mundo y no en otras, y la descripción de responsabilidades varía dependiendo de necesidades locales y de la cultura. Un ejemplo del tiempo moderno que ayuda a ilustrar la unidad sin uniformidad es la cadena de restaurantes McDonald’s. McDonald’s requiere ciertas cosas que deben ser las mismas ya sea que el negocio esté en China, México o los Estados Unidos. Permite, sin embargo, algunas diferencias en la comida para acomodarse a diferencias de gusto regionales.

LA UNIDAD PERMANECE

A lo largo de los años, cambios de reglamentos sobre la ordenación no han conducido a la desunión. Considere que diferentes ramas de la iglesia ya han votado por lo menos cuatro normas relativas a mujeres en liderazgo que no se siguen en todas partes del mundo.

  1. La ordenación de las diaconisas se votó en la Sesión de la Asociación General del 2010[2].
  2. La autorización de mujeres como ancianas se votó en la Reunión de Primavera en 1975[3].
  3. La ordenación de mujeres ancianas se votó en el Concilio Anual 1984.[4]
  4. La autorización de mujeres para servir como ministros comisionados se votó en 1989.[5]

Estas pólizas, aunque controversiales en algunas áreas, no han resultado en la ruptura de la Iglesia. Aunque estas pólizas particulares no se han seguido en todas partes alrededor del mundo (en efecto, ni aún en todas partes en la División Norteamericana), no han destrozado la unidad de la iglesia, porque la unidad está basada en algo por lejos más profundo que asegurarse que todos en todas partes siguen las mismas normas.

A veces las iglesias en una misma ciudad sustentan puntos de vista diferentes. Una iglesia ordena a las mujeres como diaconisas o ancianas, y otra iglesia en la misma ciudad no lo hace. Tenemos mujeres pastoras en algunas partes del mundo, y hay otras partes del mundo que no tienen mujeres pastoras. Estas iglesias no están en desunión porque sustentan diferentes perspectivas sobre este asunto. Las diferencias de opinión sobre la ordenación de las mujeres no constituyen desunión, porque las 28 Creencias Fundamentales no están comprometidas.

La División Norteamericana cree fuertemente en la importancia de la unidad  de la Iglesia Adventista del Séptimo Día mundial. Nuestra iglesia es la única iglesia protestante que no se ha fragmentado en iglesias nacionales en diferentes continentes.  Estamos juntos como una iglesia de alcance mundial comunicando el mensaje único del adventismo al mundo. Ese mensaje está resumido en las 28 Creencias Fundamentales, y la ordenación o no ordenación de las mujeres no necesita ser venerada  como una parte del mensaje adventista al mundo.

Una pregunta fundamental relacionada con la ordenación de las mujeres y el mantenimiento de la unidad de la iglesia es si la ordenación debe ser universalmente aplicable alrededor del mundo o no. ¿La concesión de esa autoridad solo en algunas divisiones o uniones traería desunión en la Iglesia mundial?

Es importante distinguir entre conceder autoridad eclesiástica para dirigir una iglesia y la aceptación social y de la comunidad de esa autoridad. La posición del comité es que la iglesia podría conceder la ordenación y la autoridad mundial para representar a la iglesia mientras que al mismo tiempo no esté facultando a cada persona a la que se le ha dado esa autoridad para practicarla donde no está aceptada culturalmente. Para ilustrar: durante los años del apartheid en Sudáfrica, eran ordenados ministros blancos y negros y tenían la autoridad para representar a la Iglesia Adventista, pero esa autoridad no los autorizaba para practicar el ministerio o para usar esa autoridad entre grupos donde las condiciones sociales-culturales les eran contrarias.

La iglesia mundial se mantiene unida concentrándose en Jesús y en nuestra misión compartida delineada en las 28 Creencias Fundamentales. La desunión vendrá a la iglesia cuando la mayoría procure imponer convicciones a la minoría en áreas que no están definidas en las 28 Creencias Fundamentales. La ordenación debiera ser una póliza determinada a nivel de División; no puede llegar a ser la Creencia Fundamental No 29, porque en la Iglesia no hay consenso sobre esta cuestión. La unidad mundial de la Iglesia estará asegurada cuando el enfoque se mantenga en Jesús y en nuestra misión compartida y delineada en las 28 Creencias Fundamentales. La desunión resultará cuando a todos se les requiera que estén de acuerdo en asuntos sobre los cuales no hemos desarrollado ningún consenso.

EJEMPLO BÍBLICO SOBRE CÓMO ENFRENTAR EL DESACUERDO

A la luz de la realidad de que la iglesia no ha arribado a un consenso sobre la teología que autorizaría la ordenación de las mujeres, es apropiado considerar cómo la iglesia primitiva manejó asuntos que tenían el potencial de causar desunión en la iglesia primitiva. En ese respecto, Hechos 15 es muy instructivo. Pablo y Bernabé son confrontados en Antioquía por aquellos que creían que “si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (vers. 1). Era la convicción bíblica de estos primeros cristianos judíos que todos los que se iban a identificar con el pueblo de Dios debían ser circuncidados.

Este fue un conflicto grande. Como lo expresa la Versión Reina Valera, “Pablo y Bernabé tuvieron una severa discusión y contienda con ellos” (vers. 2, RV 1995). Este conflicto en Antioquía afectó el meollo de la identidad y las creencias de los primeros cristianos.

De modo que se convino realizar el Concilio de Jerusalén. Pablo y Bernabé viajaron a Jerusalén para compartir con los líderes de la iglesia las historias misioneras de Antioquía sobre cómo los gentiles estaban creyendo en el Evangelio y se manifestaba en ellos el poder del Espíritu Santo aun cuando no estaban circuncidados.[6]

Estaban aquellos judíos en Jerusalén, sin embargo, que estaban convencidos que debía seguirse lo que ellos pensaban que eran las claras órdenes de la Biblia. Génesis 17:10, 11[7]  provee una instrucción clara a Abraham de que a fin de mantener el pacto, todo varón “debía ser circuncidado”. Estaban comprometidos con una hermenéutica que requería seguir el mandato bíblico de la circuncisión. Me imagino que defendieron elocuentemente la fe basada en su teología, en la Escritura, y en su hermenéutica; probablemente también recitaron la historia de Moisés, que casi fue muerto por un ángel porque no había circuncidado a su propio hijo (Éxodo 4:24-26).

Estos judíos apelaron en esa reunión de los dirigentes de la iglesia a no abandonar la fe que les había sido entregada por el padre Abraham. Querían unidad, una unidad basada en las tradiciones judías. ¿Se fragmentaría la iglesia primitiva para caer en la desunión? Hechos 15:6 dice: “Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto” (Hechos 15:6, RV 1995).

La pregunta era: “¿Qué requeriremos de todos?” ¿Cuál es el común denominador en el que todos necesitamos estar de acuerdo? ¿Cuáles son nuestras creencias fundamentales? La discusión giraba en torno a la circuncisión, pero la verdadera pregunta era sobre en qué debemos todos concordar para vivir en unidad. Pedro habló y argumentó en favor de una base espiritual para la unidad.[8]

BASE ESPIRITUAL PARA LA UNIDAD

Este primer argumento de Pedro es sencillo: Dios demostró su aceptación de estos gentiles cuando derramó su Espíritu sobre ellos (vers. 8).

Como una iglesia fundada mediante la conducción del Espíritu de Profecía, debemos continuar siendo abiertos a la dirección de ese mismo Espíritu. Mujeres han empleado sus dones en el ministerio alrededor del mundo y han demostrado que han recibido el derramamiento del Espíritu. Dirigen iglesias crecientes en los Estados Unidos, China, India y México, y vemos la conducción del Espíritu.

El segundo argumento que hace Pedro es cuando dijo: “Ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones” (vers. 9, RVR 1960).

Dios no hizo distinciones, Dios no hizo diferencias. El hombre trazó líneas donde Dios no lo hizo. El hombre hace distinciones donde Dios no las hace. Nosotros aislamos donde Dios unifica. Levantamos paredes y Dios vino a derribar “la pared intermedia de separación” (Efesios 2:14, RVR 1960).

Como Pablo diría más tarde, “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28, RV 1995).

El tercer argumento que hace Pedro es como sigue: “Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” (Hechos 15:10, RVR 1960).

Aseguramos un cisma en la iglesia cuando lo que está condicionado por la historia es impuesto como ley, cuando lo que procede de la cultura es hecho la norma para todos, cuando lo que es local en importancia es hecho universal en su aplicación. Nos dividiremos en iglesias separatistas nacionales cuando elevemos asuntos debatibles a normas obligatorias requeridas para mantener la unidad. Cuando elevamos las normas de la iglesia sobre la ordenación al status de la Creencia Fundamental N o 29, aseguramos la desunión. 

El cuarto argumento que usa Pedro nos da el principio de unidad: “Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos” (Hechos 15:11, RVR 1960).

TIEMPO PARA UNA RESOLUCIÓN

Después del discurso de Pedro, había llegado el momento para una decisión. ¿Qué harían ellos? Los gentiles estaban llenando la iglesia. ¿Instalarían clínicas de circuncisión en Antioquía? ¿Establecerían una nueva creencia fundamental? Santiago [Jacobo] había escuchado la apelación de Pedro y ahora comparte lo que parecía ser el consenso del grupo: “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios” (Hechos 15:19, RVR 1960).

El consenso fue: ¡No hacer las cosas difíciles! En esas pocas palabras, Jacobo resume el Evangelio. No lo hagan difícil. No lo hagan difícil para las mujeres que han sido llamadas por el Espíritu Santo. No lo hagan difícil para que la gracia prevalezca en la iglesia. No hagan una cuestión problemática de nuestras diferencias sobre este asunto. Vivamos en unidad y no busquemos la uniformidad.

De modo que hoy, no habiendo un claro “Así dice el Señor” acerca de la ordenación de las mujeres y no habiendo un “Así dice el Señor” de Elena de White, la cuestión debiera dejarse a consideraciones locales.

¿Cómo manejó Pablo la circuncisión después del Concilio de Jerusalén? Notemos su experiencia en Hechos 16:1-3, Versión Popular: “Pablo llegó a Derbe y Listra, donde encontró a un creyente llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente y de padre griego. Los hermanos de Listra y de Iconio hablaban bien de él. Pablo quiso que Timoteo lo acompañara, pero antes lo hizo circuncidar para que no se ofendieran los judíos que vivían en aquellos lugares, ya que todos sabían que el padre de Timoteo era griego”.

Pablo se adaptó a las sensibilidades locales porque no quería ofender, y comprendió que la circuncisión no estaba prohibida ni era mandatoria, pero debería dejarse el asunto a la situación local. Pablo trató la cuestión de comer de la carne ofrecida a los ídolos en una manera similar, en la que animaba a tener consideración de las sensibilidades de otros[9].

Tener un consenso uniforme sobre el tema de la ordenación no es algo intrínseco y esencial para participar en la recepción de las Buenas Nuevas, ni es algo fundamental para ser identificado como un adventista del séptimo día. En realidad, la ordenación no se usa en la Biblia para iniciar a las personas a un cargo de la iglesia[10].

De manera similar a la situación descrita en Hechos 15, hoy diríamos que algunos lugares en la iglesia mundial tienen historias misioneras de cómo las mujeres están esparciendo las buenas nuevas y compartiendo su bendición. Sus líderes vienen a la Asociación General y dicen lo que Pablo y Bernabé dijeron en el Concilio de Jerusalén.

Podríamos traer a nuestro tiempo el comentario de Pablo y expresarlo en forma diferente en la siguiente manera: Dios conoce los corazones de la gente, y él confirmó que acepta el ministerio de las mujeres dándoles el Espíritu Santo, así como lo ha hecho con los hombres. No ha hecho distinción entre hombres y mujeres cuando se trata de compartir el Evangelio.

En vez de citar Amós 9:11-12, como lo hizo Jacobo, podríamos citar Joel 2:28 (NRV XXI):

“Después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne. Vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones”.

JESÚS DESTRUYÓ LA PARED DE SEPARACIÓN

Pablo también apela a la unidad en su carta a los Efesios. Los cristianos en Efeso estaban célebremente divididos a lo largo de varias líneas[11]. Pablo les dijo, en efecto, que en la cruz Jesús destruyó la barrera, la pared intermedia de separación y hostilidad, y que al hacerlo los hizo uno (Efesios 2:14). Y él proveyó una lista de realidades que debían ser las bases de su unidad. La lista es impresionantemente breve: “Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como también fuisteis llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios 4:3-6, RVR 1960).

Pablo enumera siete fundamentos para la unidad: un cuerpo, un Espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y un Padre de todos. Sorprendentemente breve, ¿verdad? También es sorprendente lo que está ausente de la lista. Dice mucho por lo que excluye como por lo que incluye. No dice que debe haber unanimidad de pensamiento respecto a la circuncisión.

No dice que debe haber unanimidad sobre cómo encarar la cuestión de la comida ofrecida a los ídolos. Ni aún dice que debe haber unanimidad sobre la cuestión de cómo manejar los días festivos judíos, aunque él tiene mucho que decir en otras partes sobre estos tres asuntos.

Más bien, nos provee una lista que es trinitaria: un Padre, un Señor, un Espíritu. Su lista incluye cómo recibimos la salvación y cómo vivimos la vida cristiana: una fe. Incluye cómo ingresamos a la iglesia: un bautismo. Incluye el contexto en el vivimos la vida cristiana y crecemos y maduramos como creyentes: un cuerpo. E incluye el destino último hacia el cual la iglesia va: una esperanza. Sencillo. Sucinto. No negociable. Pero deja margen para diferencias de convicción acerca de muchas otras facetas de nuestra vida y práctica.

Cometemos un error cuando confundimos dos términos: unidad y uniformidad. Unidad significa que nuestros corazones están ligados juntos aun cuando nuestra función, nuestros dones, o nuestros pensamientos y perspectivas sean diferentes. Uniformidad significa que todos debemos caminar en un estilo militar, pensar, creer, comportarnos y votar precisamente de la misma manera mientras todos procuran participar en las mismas prácticas al mismo tiempo.

El peligro que enfrenta la iglesia es uno que los judíos enfrentaron con el desarrollo del Talmud. Cuando las organizaciones maduran, hay un deseo natural de codificar asuntos doctrinales en detalles cada vez más específicos. Los fundadores de nuestra iglesia expresaron preocupación de que la organización de la iglesia fuese más allá de la clara palabra de Dios en el desarrollo de un credo[12].

Debemos evitar la tentación de continuar definiendo la verdad más estrechamente hasta el punto de excluir a aquellos que tienen una perspectiva diferente.

Tracé un círculo que me dejó afuera,

Herético, rebelde, algo para burlarse.

Pero el amor y yo tuvimos la cordura de ganar:

¡Trazamos un círculo que lo incluyó a él!

El círculo que trazamos no debe estar tan mal definido como para incluir esencialmente a todos; por otra parte, no estrechemos el círculo más allá de lo que lo requieren la Palabra de Dios y el Espíritu de Profecía.

 


Referencias

[1] Véase http://en.wikipedia.org/wiki/In_necessariis_unitas,_in_du-biis_libertas,_in_omnibus_caritas

[2] Manual de la iglesia, edición 2010, pp. 26, 73.

[3] Comisión de la Asociación General, 3 de abril de 1975, Concilio de Primavera.

[4] Comisión de la Asociación General, 14 de octubre de 1984, Concilio Anual.

[5] Comisión de la Asociación General, 5 de octubre de 1989, Concilio Anual.

[6] “Al llegar a Jerusalén [Pablo y Bernabé], fueron muy bien recibidos tanto por la iglesia como por los apóstoles y los ancianos, a quienes informaron de todo lo que Dios había hecho por medio de ellos.  Entonces intervinieron algunos creyentes que pertenecían a la secta de los fariseos y afirmaron: ‘Es necesario circuncidar a los gentiles y exigirles que obedezcan la ley de Moisés’” (Hechos 15:4-5, NIV).

[7] “Este es el pacto que tú y tus descendientes deben cumplir: todo varón entre ustedes debe ser circuncidado. Debes cortar la carne del prepucio como señal del pacto entre tú y yo”. (Génesis 17:10-11, NTV).

[8] “Después de una larga discusión, Pedro tomó la palabra: ‘Hermanos, ustedes saben que desde un principio Dios me escogió de entre ustedes para que por mi boca los gentiles oyeran el mensaje del evangelio y creyeran. Dios, que conoce el corazón humano, mostró que los aceptaba dándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros’ ” (Hechos 15:7-8, NVI).

[9] “No destruyas la obra de Dios a causa de lo que comes. Recuerda que todos los alimentos están permitidos; lo malo es comer algo que haga tropezar a otro” (Romanos 14:20, NTV). Véase también 1 Corintios 9:19-23, NTV.

[10] John Brunt, presentación “Ordination in the New Testament”, en la Sociedad Adventista de Estudios Religiosos, Noviembre 2012, Chicago.

[11] Gran parte de lo que sigue pertenece a Randy Roberts, usado con autorización.

[12] Elena G. White escribió: “¡Oh, cuánto anhelaba Cristo revelar a Israel los preciosos tesoros de la verdad! Pero tal era su ceguera espiritual que fue imposible revelarle las verdades relativas a su reino. Se aferraron a su credo y a sus ceremonias inútiles, cuando la verdad del cielo aguardaba su aceptación” (El Deseado de todas las gentes, 208).

2 thoughts on “¿Es la Ordenación de la Mujer una Amenaza para nuestra Unidad?

  1. Saludos, me llamó la atención el tema. Y leí lo escrito. Y quise hacer una comentario debido a que reconocí que se tiene el interés de poner lo que Dios pone en su Palabra por encima de todo. Y debido a esto quise hacer solo un pequeño aporte en el cual Dios es claro en la biblia. Respeto su opinión pero no estoy de acuerdo debido a lo que me enseña Dios en la escritura de 1 Timoteo 2:10-15 Donde se trata especificamente de la responsabilidad de las mujeres en el culto. Para mi esta bastante claro lo que enseña por eso aunque respeto su opinión no la comparto.

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