El Pastor que cambió de opinión, parte 4: Ty Gibson

“Una Mirada Cercana a la Ordenación de la Mujer”

Por Ty Gibson

 

Hoy en decidido que es tiempo para que me esfuerce y estudie el tema de la ordenación de la mujer por mi cuenta. Después de todo, mi iglesia está involucrada en un conflicto titánico sobre este tema. Mientras me preparaba para la tarea, me preguntaba que descubriré si dejo a un lado mis prejuicios sobre el tema y simplemente examino lo que la Biblia y los escritos de Elena de White dicen sobre esto. Sea lo que sea que esté por descubrir, estoy seguro de una cosa: la iglesia debe aceptar lo que sea que la Biblia enseñe sobre este asunto, así que necesito saber qué es lo que enseña.

Mi nombre es Ty Gibson. Soy un miembro de la Iglesia Adventista del séptimo Día, bautizado recién sacado del mundo a la tierna edad de 18. Desde ese momento en adelante, he entregado toda mi vida adulta al ministerio a tiempo completo. Soy el co-director de Light Bearers (Portadores de Luz), un ministerio evangelístico ubicado en el estado de Oregon, EEUU. Light Bearers disfruta de una relación de trabajo productiva y extremadamente positiva con los líderes de la iglesia y los miembros alrededor del mundo. Le hemos dado más de 500.000.000 publicaciones evangelísticas gratis a Asociaciones, Uniones y Divisiones alrededor del mundo. Este material, traducido a más de 40 idiomas, presenta fielmente el mensaje doctrinal completo del Adventismo, enfocado en Cristo. Yo también soy un pastor en la Asociación de Oregon, y la última vez que me fije, le caía bien al presidente de mi asociación J

Avancemos. Ahora es el primero de Junio y he completado mi estudio. Pensé que iba a descubrir apoyo para las creencias que ya tenía. Pero lo que realmente descubrí es que yo estaba equivocado en algunas de las cosas que había asumido que la Biblia decía sobre este tema. Mientras empezaba a leer, y leer, y leer, pasé por una serie de cambios en mi manera de pensar bajo la guía de la Palabra de Dios.

Cualquiera sea la posición que tengas actualmente, si tu eres un creyente serio en la inspiración de la Biblia y en los escritos de Elena de White debo sugerirte que realmente le debes a tu iglesia y a ti mismo que consideres objetivamente la siguiente información histórica y las perspectivas bíblicas. Si tu eres un delegado de la Sesión de la Asociación General del 2015, debo pedirte humildemente, como tu hermano en Cristo, que leas este artículo antes de que votes sobre la ordenación de la mujer.

Así que te invito a que respires profundamente, hagas una oración sincera pidiendo iluminación, y abras tu mente a la guía del Espíritu Santo. Esta es, después de todo, la única postura apropiada ante Dios.

La Forma del Asunto

Nuestra Iglesia está enfrentando una seria crisis que amenaza con causar una dolorosa división entre nosotros. En la próxima Sesión de la Asociación General, en San Antonio, Texas, se hará una votación sobre la ordenación de la mujer. Puede pasar una de estas dos cosas:

Un voto NO hará una regla universal prohibiendo la ordenación de la mujer a lo largo y ancho de la Iglesia Adventista del Séptimo día mundial.

Un voto SI permitirá que cada una de las 13 Divisiones mundiales de la iglesia decida que lo mejor acerca de la ordenación de la mujer es su área particular del mundo.

Las voces prominentes a favor de un voto NO nos están diciendo que la Biblia claramente prohíbe la ordenación de la mujer al ministerio evangélico, y que permitir que las mujeres sean ordenadas hará que la Iglesia Adventista del Séptimo Día se vuelva infiel a la Escritura y a Dios.

Las voces prominentes a favor del voto SI nos están diciendo que la Biblia no prohíbe la ordenación de la mujer y que, por lo tanto, la Iglesia es libre de hacer lo que le parezca mejor sobre este asunto para el avance del Evangelio.

Ambos lados del asunto están procurando, indudablemente con honestidad ante el Señor, de descubrir y seguir lo que la Biblia enseña sobre este asunto.

Un voto NO tiene el potencial de dividir a la Iglesia Adventista a un nivel denominacional, posiblemente llevándonos a la separación de algunas uniones de la Iglesia Adventista del Séptimo Día mundial.

Un voto SI no producirá una división denominacional, pero probablemente provocará que algunos miembros de iglesias se sientan obligados a cortar los lazos con la Iglesia Adventista del Séptimo Día, especialmente aquellos que han decidido que este asunto es un asunto de fidelidad versus infidelidad a Dios.

Como mínimo, este es algo muy importante para nuestra amada Iglesia. Es imperativo, mientras procuramos seguir fielmente la Escritura, que pensemos cuidadosamente nuestra decisión y que preparemos nuestros corazones para cualquier cosa que sea lo mejor para la gloria de Dios, la unidad de su Iglesia y el avance del evangelio. Ciertamente no quiero añadir más confusión, ni tengo interés en defender una al o el otro en el debate, pero si tengo algo que decir que no se ha dicho antes, algo que pienso que es vital puede hacer toda la diferencia en el mundo para miembros sinceros de la iglesia que sencillamente quieren ser fieles a la Escritura y al mismo tiempo mantener la “unidad del Espíritu en un lazo de paz”

Evaluando las opciones para votar de arriba, la ruta más directa para descubrir que es lo mejor para la iglesia es hacernos la pregunta básica y subyacente: ¿La Biblia manda una ordenación solo para varones y/o prohíbe la ordenación de la mujer?

Si lo hace, entonces estamos lidiando con un asunto claro de ortodoxia doctrinal e imperativo moral, en cuyo caso la ordenación de la mujer constituiría una infidelidad a la Escritura y una rebelión contra Dios.

Pero si no lo hace, entonces la iglesia es libre de hacer lo que considere mejor para el esparcimiento del evangelio,  y aquellos que están elevando el asunto al nivel de verdad de prueba están convirtiendo en divisivo lo que la Biblia no considera divisivo.

Tratemos el tema en cuestión, pero empezando con un poco del trasfondo histórico.

Trasfondo Histórico

La siguiente recomendación fue llevada ante la Sesión de la Asociación General por allá en 1881:

“RESUELTO, que las mujeres que posean las cualificaciones necesarias para ocupar esa posición, puedan, con perfecta propiedad, ser separadas mediante la ordenación para la obra del ministerio cristiano” (Review and Herald, 20 de Diciembre de 1881)

Aparentemente, este no es un tema nuevo para nosotros como pueblo. En los años previos a 1881, el Movimiento Adventista tenía mujeres involucradas en el ministerio. Esa realidad práctica es lo que promovió la recomendación de arriba. No fue el resultado de un movimiento feminista intentando invadir la iglesia. Ni la recomendación fue impulsada por la irrupción de la cultura popular secular. Simplemente se originó como el reconocimiento de lo que estaba pasando; mujeres adventistas estaban predicando el evangelio.

Elena de White no fue capaz de asistir a la Sesión de la Asociación General, debido principalmente al hecho de que su esposo, James, había muerto en Agosto de ese mismo año. Su hijo Willie, sin embargo, sí asistió a la sesión. Él reportó la dinámica política que presencio, describiendo a dos grupos en desacuerdo uno con el otro, uno “progresivo” y el otro “conservador” (W. C. White a Mary White, 2 de Diciembre de 1881; Patrimonio White, Archivos de la Asociación General). Después de ser discutido, la recomendación no fue votada, sino que fue enviada a un pequeño comité de tres hombres, y ese fue el fin de esto.

Incluso aunque Elena de White no asistió a la Sesión de la Asociación General de 1881, poco después, en un artículo de la Review and Herald del 4 de Abril de 1881, ella escribió lo siguiente:

“Si hay una obra más importante que otra es la de presentar al público nuestras publicaciones, que llevará a las personas a investigar las Escrituras. La obra misionera—la presentación de nuestras publicaciones a las familias, la conversación y la oración con y por ellas—es una buena obra que educará a los hombres y las mujeres para la labor pastoral.” (Review and Herald, 4 de Abril de 1882; énfasis añadido. Esta cita también puede encontrarse en Testimonios para la  Iglesia, tomo 4, p. 383)

Probablemente no lo viste venir ¿verdad? Pues yo tampoco. Elena de White visualizo a mujeres en el ministerio pastoral. Y por favor, haz una pausa para capturar el significado del contexto histórico en el cual su declaración anterior fue hecha. Una propuesta había sido llevada hace poco ante la Sesión de la Asociación General declarando que las mujeres “sean apartadas mediante la ordenación para la obra del ministerio cristiano”. Entonces, con esta recomendación en las mentes de los adventistas, Elena de White declaró en la revista oficial de la iglesia que las mujeres, tanto como los hombres, pueden “hacer labor pastoral”.

Noten también que el tema principal de su artículo era la necesidad de circular literatura evangélica mediante el trabajo casa por casa. Pero entonces, aparentemente fuera del tema y sin una razón aparente, -a menos que sepas que los líderes de la Asociación General estaban por aquel mismo tiempo analizando la cuestión de si las mujeres podían o no ser ordenadas- ella solo tira este breve comentario declarando que haciendo ministerio en los hogares de la gente “educará a hombres y mujeres para hacer labor pastoral”.

Esta declaración indica, como mínimo, que Elena no se oponía a la recomendación de 1881 de ordenar mujeres. Si ella hubiera estado en contra, hubiera sido imprudente de su parte hacer este comentario en el contexto inmediato de una recomendación para ordenar mujeres al ministerio pastoral. Aún más, es inconcebible que Elena de White no les hubiera advertido a los hermanos de la Asociación General de evitar que se apruebe la recomendación de ordenar mujeres si, de hecho, hacerlo constituiría una infidelidad a la Escritura y una rebelión contra Dios. Pero ella no lo hizo. De hecho, ella indico la dirección contraria al mismo tiempo que el asunto estaba bajo consideración.

Algunos han intentado negar el significado de su declaración de 1882 al exclamar que ella simplemente usaba el término “labor pastoral” como un sinónimo de la obra de entregar literatura puerta por puerta. Pero un lector objetivo se dará cuenta que ella estaba diciendo que la obra de entregar literatura puerta por puerta provee educación para la transición al ministerio pastoral.

No, la declaración de 1882 no constituye un llamado directo de parte de Elena de White para ordenar mujeres al ministerio evangélico. Puede ser argumentado de que ella estaba viendo con mujeres haciendo labores pastorales que no involucraran la ordenación. Está bien. No queremos sacar de esta declaración más de lo que dice, ni de una manera ni de otra. Pero lo que esta declaración nos dice es que Elena de White visualizaba a “hombres y mujeres” involucrados en “labor pastoral” y ella hizo esta declaración, sin estipular ninguna restricción, en el contexto histórico inmediato de la Asociación General tratando una recomendación para ordenar mujeres.

Este es un buen momento para hacer una pausa y preguntarte a ti mismo si realmente quieres saber lo que la Biblia y Elena de White realmente dicen sobre este tema, y para pedirle al Señor que inunde tu alma con objetividad y honestidad.

En 1901 Elena de White hizo una segunda declaración relacionada con las mujeres ocupando una posición pastoral:

“Todos los que deseen una oportunidad para verdadero ministerio, que se entregarán sin reservas a Dios, encontrarán en la obra del colportaje oportunidades para hablar sobre muchas cosas concernientes a la vida futura e inmortal. Es la compañía del Espíritu Santo de Dios la que prepara obreros, tanto hombres como mujeres, para convertirse en pastores del rebaño de Dios” (Testimonios para la Iglesia, tomo 6, p. 324)

Esto es básicamente una repetición de su declaración de 1882, solo que esta vez ella dice que “tanto hombres como mujeres” pueden convertirse en “pastores del rebaño de Dios”. La palabra “rebaño” es un término simbólico para la iglesia de Dios, específicamente indicando una congregación local de creyentes. Claramente, entonces, Elena de White visualizó a tanto hombres como mujeres ocupando el rol pastoral en congregaciones locales. De nuevo, como con su declaración de 1882 sobre este tema, las voces prominentes e el actual debate han simplemente desechado esta declaración como si no tuviera relevancia en el tema en cuestión. “Ella estaba meramente usando la palabra “pastor” como un sinónimo para el colportor que va puerta por puerta” dicen ellos. Pero claramente este no es el caso. Ella dice en forma simple que la obra del colportaje puede servir como una preparación para tanto hombres como mujeres para “convertirse en pastores del rebaño de Dios”. La primera categoría de labor es una preparación para entrar en la segunda categoría.

Pero si eso no es lo suficientemente claro, en los siguientes dos párrafos Elena de White remueve cualquier duda sobre su intención. Después de declarar que la obra del colportaje puede servir como una preparación para que tanto hombres como mujeres se “conviertan en pastores para el rebaño de Dios”, ella expresa una precaución. Ciertos ministros les estaban diciendo a aquellos que estaban haciendo la obra del colportaje que debían entrar, en vez, en el ministerio del púlpito y convertirse en predicadores. Ella amonestó en contra de atraer a los colportores al ministerio pastoral, explicando que algunos que estaban participando en la obra del colportaje deberían, de hecho, permanecer en el colportaje debido a que sus dones los hacían adecuados para eso. Después ella llamó a cada individuo, tanto hombres como mujeres, a elegir si permanecer en la obra del colportaje o entrar en el ministerio pastoral basado en una evaluación de sus dones y llamado, no basado en palabras halagadoras de aquellos diciéndoles que debían convertirse en predicadores. Es evidente, por lo tanto, que Elena de White estaba lidiando con la obra del colportaje y la obra pastoral como dos categorías distintas, lo que hace igualmente claro que ella estaba explícitamente diciendo que las mujeres, tanto como los hombres, eran elegibles para ambas categorías.

También en 1901, Elena de White hizo un llamado apasionado para los obreros, y en el transcurso de su llamado ella declaro que “hombres y mujeres… hermanos y hermanas” son llamados para ser “Sacerdotes del Señor” y “Ministros de nuestro Dios”. Noten la progresión de su pensamiento y la fuente bíblica de la cual ella lo está extrayendo:

“Si los hombres y las mujeres actuaran como la mano ayudadora del Señor, haciendo obras de amor y amabilidad, levantando al oprimido, rescatando a aquellos listos para perecer, la gloria del Señor los guardará…

Cristo dijo de su obra: “El Espíritu del Señor Dios está sobre mí; debido a que el Señor me ha ungido para predicar buenas nuevas sobre los mansos…

Despierten, despierten, mis hermanos y hermanas, ustedes deben hacer la obra que Cristo hizo sobre esta tierra. Recuerden que ustedes pueden actuar como la mano ayudadora de Dios al abrir las puertas de la prisión de aquellos que están encadenados. Maravillosa es la obra que Dios desea lograr mediante sus siervos, que su nombre pueda ser constantemente glorificado. Él está esperando trabajar mediante su pueblo. Aquellos que están dispuestos a ser usados obtendrán una rica experiencia, una experiencia llena de la gloria de Dios…

De aquellos que actúan como su mano ayudadora el Señor dice: “Ustedes serán llamados Sacerdotes del Señor; los hombres los llamarán Ministros de nuestro Dios” (Elena de White, Review and Herald, 15 de Octubre de 1901)

El pasaje bíblico que ella está citando es de Isaías 61. Es una profecía del ministerio en el que el Mesías se involucraría. Generalmente nos resulta familiar la parte de la profecía que Jesús aplica a sí mismo. Pero Elena de Whire va más alla y cita parte de la profecía con la cual la mayoría de nosotros no estamos familiarizados, la parte en la cual Isaías predice la formación de la iglesia del Nuevo Testamento como consecuencia del ministerio del Mesías.

“y ustedes serán llamados sacerdotes del Señor y ministros de nuestro Dios” (Isaías 61:6 Reina Valera Contemporánea)

Uno de los argumentos que se dan en contra de permitir la ordenación de las mujeres es que los sacerdotes del Antiguo Testamento eran todos hombres. Por lo tanto, es razonable que solo hombres ocupen el rol pastoral en la iglesia. El problema con este argumento es que falla en reconocer que dentro del relato bíblico, el sacerdocio levítico del Antiguo Testamento le da su lugar al sacerdocio de todos los creyentes en el Nuevo Testamento. Isaías 61 es una profecía específica que predijo esta transición. Lo que Elena de White hizo con Isaías 61 es bastante iluminador. Ella cita la profecía, invocando el lenguaje de “Sacerdote” y “Ministro”, y lo aplica a tanto hermanos como hermanas, hombres y mujeres, dentro de la iglesia. Esto es extremadamente significativo, porque demuestra unívocamente que la profecía bíblica vislumbra el cuerpo de Cristo como un sacerdocio de todos los creyentes, y Elena de White simplemente asume que la profecía indica a tanto hombres como mujeres ocupando roles sacerdotales y ministeriales, en la iglesia cristiana.

De nuevo, como con su declaración de 1882, estas dos declaraciones de 1901 no son iguales a un llamado directo para la ordenación de la mujer. Pero lo que si nos dice es que Elena de White visualizó mujeres, junto con hombre, involucradas en roles ministeriales, pastorales y sacerdotales. Adicionalmente, es vital notar que dentro de su obra completa de 25.000.000 de palabras escritas, Elena de White nunca hizo ni una sola declaración diciendo que las mujeres deben o no deben ser ordenadas al ministerio pastoral.

Así que, entonces, procedamos a examinar sinceramente lo que la Biblia dice acerca de este tema. La postura en contra de las mujeres ocupando el rol pastoral ordenado se basa mayormente en dos argumentos principales:

  • La declaración de Pablo de un “esposo de una mujer” en 1 Timoteo 3, en el contexto de su declaración sobre la creación en 1 Timoteo 2 (también en Tito 1:5-9)
  • Las declaraciones de Pablo respecto de las cabezas en 1 Corintios 11.

Echemos un vistazo cuidadosa y objetivamente a ambos argumentos:

Esposo de una mujer

Cuando se les pide que provean la declaración bíblica más directa y explícita contra la ordenación de la mujer, los defensores de esta posición apuntan a la declaración de Pablo de 1 Timoteo 3:2

“Un Obispo (episkope) debe ser intachable, el esposo de una mujer…”

 Pablo indica aquí, según se nos dice, que el Obispo (lo que ahora generalmente llamamos pastor) debe ser varón, debido a que el pastor debe ser un esposo. Pero hay al menos dos buenas razones hermenéuticas por las cuales sabemos con seguridad que esto no es lo que Pablo quería decir.

Primero, en el mismo pasaje, unos pocos versículos después, Pablo dice: “El diácono (diakonos) debe ser esposo de una mujer” (1 Timoteo 3:12), y luego les dice a los creyentes en Roma “Les recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa (diakonos) de la iglesia de Cencreas” (Romanos 16:1)

Un principio muy importante y bueno para un estudio responsable de la Biblia es el siguiente:

“Para entender la doctrina, hay que juntar todo lo que las Escrituras dicen sobre el tema que te interesa conocer, después deja que cada palabra tenga su influencia apropiada, y si puedes formar una teoría sin ni ninguna contradicción, no puedes estar equivocado” (Guillermo Miller)

Este principio está reflejado en nuestros Métodos de Estudio Bíblico oficiales, que fueron votados en el Concilio Anual de la Asociación General de 1986.

“Reconocemos que la Biblia es su propia intérprete y que el significado de las palabras textos, y pasajes es mejor determinado mediante la comparación diligente de la escritura con la escritura… El lector debe permitir que cada escritor bíblico emerja y sea escuchado, mientras que al mismo tiempo, se reconozca la unidad básica de la revelación divina”

 Hagamos una pausa y consideremos cuidadosamente la comparación de los dos pasajes que tenemos ante nosotros. A Timoteo, Pablo dice que el episkope y el diakonos deben ser cada uno esposo de una mujer. Entonces, a los creyentes en Roma, Pablo les presenta a una mujer diakonos. Solo podemos concluir, entonces, que Pablo no tenía la intención de que su declaración en 1 Timoteo 3 sea interpretada como una declaración acerca de género.

Para más claridad, esto es lo que tenemos ante nosotros:

“El diácono (diakonos) debe ser esposo de una sola mujer” (1 Timoteo 3:12)

“Les recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa (diakonos) de la iglesia de Cencreas.”(Romanos 16:1)

Entonces ¿Qué está intentado decir Pablo en 1 Timoteo 3? Bien, miremos al pasaje una vez más: “Un Obispo (episcope) debe ser intachable, el esposo de una mujer…”

La gramática del texto presenta al obispo como sujeto. “Esposo de una mujer” aparece como uno de los criterios en la lista que Pablo da para definir como debe ser un obispo de carácter intachable (ver versículos 2-7). “Esposo de una mujer” es una descripción gramatical de “intachable”. El objeto de Pablo no es el género del obispo (pastor) o del diácono, sino más bien el carácter moral de aquellos que ocupan estos dos roles. Cuando ellos son hombres, como la mayoría de ellos lo debe haber sido, ellos debían ser “esposo de una mujer”, la idea principal era que solo era permisible tener una sola mujer. Cuando ellos eran mujeres, como en el caso de “Febe nuestra hermana”, obviamente el criterio de “esposo de una mujer” se aplica en principio, pero con una aplicación diferente.

Realmente es así de simple. Si permitimos que la Biblia hable por sí misma y dejamos de leerla selectivamente con la intención de probar un punto. Claramente, Pablo no pretendía hacer una restricción de género con su declaración de “esposo de una mujer”.

Sencillamente no podemos ser fieles a la Escritura y al mismo tiempo no aceptar que cuando Pablo dice que el anciano y el diácono deben ser “intachables, el esposo de una mujer”, él quería decir que aquellos que ocupaban estos puestos debían ser de buena moral, y no que ellos debían ser varones. Si no estaríamos haciendo que Pablo se contradiga a sí mismo al reconocer a la hermana Febe como una diakonos.

Pero hay una segunda razón por la cual no podemos usar 1 Timoteo 3 como una evidencia para ordenar solo a varones. Incluso si aceptáramos que Pablo si quería decir que todos los pastores y diáconos debían ser varones, Pablo también dice en la misma carta que los hombres deben levantar sus manos cuando oran (2:8), que las mujeres deben “aprender en silencio” y no “enseñar” (2:11-12), que los ancianos que trabajan bien, especialmente en palabra y doctrina, deben recibir un sueldo doble (5:17), y que los esclavos que están bajo el yugo de la esclavitud deben someterse a sus amos (6:1)

Nosotros no consideramos que ninguna de estas cosas sean mandatos morales atemporales. No tenemos seminario o simposios, ni escribimos ensayos instando a la iglesia a que los hombres levanten sus manos cuando oran, ni diciendo que las mujeres tienen que aprender en silencio y que no enseñen, ni tampoco que se les pague el doble a los predicadores especialmente efectivos, ni tampoco le instamos a los esclavos a honrar a sus amos. Si nos detenemos a pensar sin prejuicios, nos damos cuenta que Pablo está hablando aquí dentro de un contexto histórico particular. Por eso es que no consideramos estos aspectos de la epístola de Pablo a Timoteo como directamente aplicables a nuestro tiempo y situación actual, aunque los principios subyacentes aún son válidos y deben ser apropiadamente aplicados incluso hoy.

La única manera de leer la Biblia responsablemente es estando consciente de su contexto histórico. De otra manera, podemos estar susceptibles a difuminar la línea entre las verdades eternas, por un lado, y las formas temporales, por el otro. Y el hecho es que, como adventistas del séptimo día, siempre hemos procurado leer e interpretar la Biblia en esta clase de manera contextual, histórica y responsable.

Ahora hagamos una pausa para entender el problema obvio de 1 Timoteo 3 que –si lo interpretamos incorrectamente- puede presentar para el movimiento adventista tal como comenzó en el siglo XIX con una mujer profeta. Seguramente, hubo gente que en su tiempo era rápida para citar a Pablo con la intención de negar el ministerio de Elena de White y probar que ella, precisamente porque era una mujer, no debería estar dando instrucciones espirituales. En una ocasión Elena de White predicó a una gran multitud en California. Presten atención como ella escribe sobre el evento, con mucha emoción, a su esposo James:

“El anciano Haskell habló en la tarde y sus labores fueron muy bien recibidos. Yo tuve a la noche, como se declaró, la congregación más numerosa que se haya reunido alguna vez en Arbuckle. El edificio estaba lleno. Muchos vinieron de hasta 5, 10 y 20 millas (8, 16, 32 kilómetros respectivamente). El señor me dio un poder especial al hablar. La congregación escuchó como si hubiera estado hechizada. Nadie dejó el edificio aunque hablé más de una hora. Antes de que empezara a hablar, el Anciano Haskell tuvo un pedazo de papel que le fue pasado y que citaba un cierto texto [bíblico] que prohibía que las mujeres hablen en público. Él trató este asunto en una manera breve y muy claramente expresó el significado de las palabras del apóstol. Tengo entendido que fue un campbelita (grupo religioso que no permitía que las mujeres tuvieran puestos de liderazgo espiritual) el que escribió la objeción que había estado circulando [entre el público] antes de que alcanzara el púlpito, pero el Anciano Haskell lo explicó en forma clara a la gente” (Elena de White a James White, 1 de abril de 1880 [Carta 17a, 1880], Manuscript Releases, vol. 10, p. 70)

Sería útil para el debate que estamos teniendo descubrir como nuestros pioneros interpretaban las declaraciones de Pablo en 1 Timoteo. Después de todo, ellos tuvieron que responderle a aquellos que estaban usando a Pablo para negar el ministerio de Elena de White. No tenemos registro de que fue lo que el Anciano Haskell dijo en esa ocasión en particular cuando “lo explicó en forma clara a la gente”. Pero si tenemos registro de la respuesta de James White a este asunto general, lo cual nos da una comprensión de la manera en que nuestros pioneros veían este asunto. El Hermano White tenía una habilidad especial con las palabras y un ingenio que puede dar justo en el centro del asunto:

“Nosotros nos oponemos a esa teología de mentes cerradas que no le permiten a las mujeres ancianas tener sueños porque la profecía dice “sus ancianos tendrán sueños” y que no le permiten a las mujeres jóvenes a tener visiones porque la profecía dicen “sus [varones] jóvenes verán visiones”. Estos críticos mezquinos parecen que se olvidan que “hombre” y “hombres” en las Escrituras, generalmente abarca a hombres y mujeres. El Libro dice que “está establecido que los hombres mueran una vez”. ¿Acaso las mujeres no mueren?” (James White, Review andHerald, 25 de Febrero de 1862)

Esto es brillante en muchas maneras. Primero, James White está estableciendo una perspectiva concerniente a como leer e interpretar la Biblia responsablemente (hermenéutica). Él toma la Escritura según su idea obvia, discerniendo los principios que se muestran en el texto, mientras toma en cuenta el uso de las palabras en su contexto histórico. Segundo, él discierne que la inclinación a interpretar la Biblia con una exactitud literal que ignora tanto el contexto general de la Escritura, como también el contexto histórico, tiene su fuente en una condición espiritual que él llama “de mente cerrada” y “mezquina”.

Los primeros adventistas, con su mujer profeta, simplemente no creían que la tendencia general de la Biblia de hablar de “hombres”, “el” y “esposos”, tenía la intención de excluir a las mujeres. El hecho es que casi toda la Biblia está escrita para hombres, dado que en casi todas las culturas antiguas, incluyendo Israel, consideraban a las mujeres como una propiedad, y no creían que fueran iguales a los hombres, mientras que los escritos de Moisés indican que Dios estaba guiando al pueblo de Israel para abandonar esta opinión sobre las mujeres (Mateo 19:3-10). Así que cuando leemos la Escritura se vuelve obvio que cuando se dirige a hombres, se incluye a hombres y mujeres. Estos tres ejemplos deberían ser suficientes para que esta idea sea obvia:

Los Diez Mandamientos dicen “No codiciarás la mujer de tu prójimo” (Éxodo 20:17). Pero no creemos que el mandamiento no se aplique a las mujeres. Nosotros creemos que el mandamiento incluye, por implicación y extensión, que las mujeres no debieran codiciar a los esposos de sus prójimas.

Jesús dijo “Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón.” (Mateo 5:28). Pero nosotros no tomamos esta referencia específica a hombres para interpretarla como que Él no se estaba refiriendo también a mujeres. Las mujeres no debieran mirar y codiciar más que los hombres.

El Nuevo Testamento dice “los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”  (2 Pedro 1:21). Aun así nosotros no tomamos esto como si excluyera a las mujeres de recibir el don de profecía. Nosotros aceptamos que mujeres como Mirian, Débora y Elena de White fueron verdaderas profetas y no citamos el lenguaje de Pedro –que es específico a un solo género- para evitar que las mujeres tengan un ministerio profético.

Si el método de estudio de la Biblia usado para interpretar 1 Timoteo 3 fuera aplicado al lenguaje específico a un solo género de los Diez Mandamientos, el Sermón del Monte y 2 Pedro 1:21, estaríamos obligados a concluir que mientras que los hombres no tienen permitido codiciar las esposas de sus prójimos, las mujeres en cambio son libres para codiciar los esposos de sus prójimas; y mientras que los hombres no tienen permitido mirar y codiciar, las mujeres son libres de mirar y codiciar; y mientras los hombres pueden ser profetas, las mujeres no.

En este punto, todos sabemos que este enfoque interpretativo a la Escritura es deficiente. Y ese es el punto que James White y nuestros pioneros estaban haciendo cuando se dirigían a “críticos mezquinos” que estaban tratando de negar el ministerio de Elena de White al citar la Biblia en esta manera de “mente cerrada”. Por lo tanto, concluimos con seguridad que el tema de Pablo en 1 Timoteo 3 no es el género, sino el carácter. Él no está diciendo “Asegúrense de que solo hombres roles ministeriales”. Sino más bien él dice: “Aquellos que ocupan estos roles deben ser moralmente intachables”. Eso es lo que Pablo quiere decir. Cualquier otra cosa más allá de esto involucra imponer sobre el texto más de lo que pretende e ignorar otros pasajes de la Escritura para forzar este versículo a probar una posición preconcebida.

El Orden de la Creación.

En este punto de nuestro estudio, necesitamos mirar hacia atrás y realizar una mirada cándida a 1 Timoteo 2:11-14

“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.

Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.

Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión.”

Aquellos que están defendiendo una ordenación solo par ahombres indican que este pasaje es una prueba de lo que Pablo dice más tarde: “el anciano debe ser intachable, el esposo de una mujer”, él está emitiendo una regla moral universal contra la ordenación de mujeres al ministerio evangélico al apelar al orden de la creación. Nosotros sabemos con seguridad que este no es el caso, por cuatro sólidas razones hermenéuticas:

Como ya hemos notado, mediante una simple comparación de Romanos 16:1 con 1 Timoteo 3:2, 12, es absolutamente claro que Pablo no pretendía que su declaración de “esposo de una mujer” constituyera una regla universal contra las mujeres ocupando roles ministeriales, sino más bien una descripción del carácter moral que una persona debe poseer para ocupar un puesto espiritual.

Tenemos otros ejemplos en la Escritura en los cuales las mujeres hablan y enseñan con autoridad dada por Dios. De hecho, Lucas nos informa que Pablo y sus compañeros se quedaron en el hogar de “Felipe, el evangelista” con sus “cuatro hijas vírgenes que profetizaban” (Hechos 21:8-9). Piensen en esto cuidadosamente: si Pablo creía en un mandato divino universal que todas las mujeres, en todos los lugares, de todos los tiempos, debían aprender en silencio y no enseñarles a los hombres debido al hecho de que Adán fue creado primero, y después Eva, no tendríamos esta historia de las cuatro hijas de Felipe profetizando. Más bien, deberíamos estar leyendo que Pablo les dijo a estas mujeres algo así: “Ustedes son mujeres y nosotros hombres, así que estén en silencio. Nosotros les enseñaremos, pero ustedes no nos enseñaran”. Pero no, lo que si tenemos es un reporte donde se declara simplemente que había cuatro mujeres “que profetizaban”, claramente indicando que Dios estaba hablando a través de ella con autoridad para enseñar.

La palabra griega hesukia, traducida como “silencio” en 1 Timoteo 2, no se refiere estrictamente al silencio verbal, sino más bien estar en calma y no causar interrupciones, “no meterse oficiosamente en los asuntos de otros” (Diccionario Bíblico Strong). Claramente Pablo estaba tratando con un problema específico y local. Había algunas mujeres  que eran dominantes e interrumpían el proceso de enseñanza, y Pablo esencialmente las amonestada diciéndoles que deberían estar calmadas, dejar de interrumpir, y comprometerse con tranquilidad en el proceso de aprendizaje

En 1 Corintios 14, Pablo de nuevo está tratando con una situación en una iglesia local. Tres veces él amonesta a estar “en silencio”, pero en esta ocasión  las primeras dos veces les dice a los hombres que estén “en silencio” (vers. 28, 30) y la tercera vez se dirige a las mujeres (vers. 34). También en esta ocasión él explica porque él les está diciendo que permanezcan en silencio. En esta situación local, donde había una falta de orden, resultando en confusión y murmuración que perjudicaba el proceso de edificación espiritual que la iglesia intentaba tener. En este pasaje se vuelve claro que cuando Pablo emite su advertencia de “estar en silencio”, lo hace porque tenía interés en las personas chismosas fuera de control –tanto hombres como mujeres- cesen de interrumpir el proceso de discipulado de la iglesia.

Podemos ver, entonces, en el gran contexto del pensamiento de Pablo, 1 Timoteo 2 no constituye un regla moral atemporal para que todas las mujeres de todos los tiempos estén en silencio y se abstengan de enseñarle a hombres. Esto no es lo que Dios manifiestamente quiere, que se hace más evidente por el hecho de que Él ha llamado y dado poder a mujeres para que estén en puestos de enseñanza, liderazgo, y predicación para la iglesia. Elena de White es el ejemplo más obvio e inmediato para los adventistas del séptimo día. Ella fue una activa predicadora  itinerante a lo largo de su ministerio, enseñándoles a hombres y mujeres, y ella era (y aún es) es autoridad de enseñanza más prolífica en la historia adventista. “Ah”, puede objetar alguien, “¡pero ella no fue ordenada!”

En realidad, ella fue ordenada… por Dios mismo:

“En la ciudad de Portland el Señor me ordenó como su Mensajera, y aquí se me fueron dados los primeros labores en la causa de la verdad presente” (Review and Herald, 18 de Mayo de 1911)

El caso de Elena de White es extremadamente iluminador. Deja que este hecho exprese con toda la fuerza que tiene, que Dios escogió a una mujer para ser su profeta del tiempo del fin, para hablar y escribir con autoridad como su principal representante en la iglesia del tiempo del fin. Y Él lo hizo en un período de la historia cuando las mujeres generalmente no ocupaban roles de liderazgo. Las mujeres no podían votar, n podían ocupar roles de liderazgo. Las mujeres ni siquiera podían votar, ni tampoco podían ocupar puestos políticos. Aun así, Dios escogió una mujer para ser el canal mediante el cual Él le enseñaría, guiaría en incluso reprendería a los hombres.

“¡Pero ella no fue ordenada por la iglesia!”

No, ella no lo fue, pero la ordenación se origina de Dios, no de los humanos, así que ella tenía el nivel más elevado, no el más bajo, de ordenación. Si tu eres ordenado por Dios, pero no por los humanos, tu aún estás ordenado. Si tu eres ordenado por humanos y no por Dios, tu no estás ordenado.

“¡Pero ella fue ordenada solo como una profeta, no como un pastor, porque la ordenación pastoral la hubiera puesto en autoridad espiritual sobre hombres, lo cual la Biblia prohíbe!”

Aún así todos sabemos que después de la Biblia, los escritos de Elena de White constituyen la autoridad más elevada en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, sobre hombres y mujeres por igual. Por eso es que todos la estamos citando como una autoridad en este debate.

“¡Pero cuando los hombres líderes le dijeron que fuera a Australia, ella obedeció y fue, porque ellos eran hombres y ella era una mujer!”

Si, ella fue a Australia cuando ellos le dijeron que lo haga, pero no hay nada que indique que ella fue porque ella era una mujer y hombres le dijeron que vaya. Ella fue debido a que tenía un espíritu humilde de sumisión hacía sus hermanos, el mismo espíritu que cualquier ministro varón de este tiempo debe tener si los hermanos le dicen que vaya a un lugar. En diferentes ocasiones hombres le dijeron que ella haga otras cosas, y ella los amonestó, y en muchas ocasiones ella les dijo a hombres en posiciones de liderazgo lo que ellos tenían que hacer, y ella esperaba que obedecieran.

El hecho simple de este asunto es que Elena de White fue realmente ordenada por Dios mismo, lo cual claramente indica que mientras nosotros podemos estar en contra de ordenar mujeres a puestos de autoridad espiritual, Dios no lo está. Si lo pensamos un poco, esta es una situación incómoda, ¡muy incómoda realmente!

Aquellos adventistas que interpretan 1 Timoteo 2-3 como un mandato universal contra la ordenación de las mujeres esquivan la evidencia para no enfrentar el hecho de que ellos son miembros de una iglesia con una mujer profeta, y una iglesia que en general siempre ha aceptado mujeres en roles evangelísticos, de enseñanza, y liderazgo, todos los cuales, por definición, son actividades de autoridad espiritual. Ellos tienen que forzar el texto para sustentar su posición contra la ordenación de la mujer, pero al mismo tiempo tiene que reconocer que el ministerio de Elena de White es  aceptable, y que para las mujeres en general, es aceptable predicar y enseñar.

En otras palabras, hay un hueco muy evidente de la lógica de esta postura.

Ellos empiezan al insistir que la ordenación solo para varones es un mandato moral debido al hecho de que Adán fue creado antes que Eva, de lo que insisten que las mujeres no pueden enseñar con autoridad a hombres. Pero entonces cuando ellos se enfrentan con una mujer profeta aceptan su rol de enseñanza con autoridad (Elena de White). Así que ellos tienen que encontrar alguna explicación para hacer excepciones a mujeres enseñando a hombres. Pero aquí está el problema colosal: si estamos tratando un mandato moral, entonces no pueden haber excepciones, y al hacer excepciones estamos confesando inadvertidamente que esto no es un asunto moral después de todo. Y si no es un asunto moral, entonces no hay una razón legítima para impulsarla como una regla universal para la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

¿Por qué, entonces, Pablo hizo referencia al hecho de que “Adán fue creado primero, y después Eva”?

Simplemente necesitamos leer el contexto del pasaje para entender a donde Pablo intenta llegar. Si prestamos atención a su primer comentario a Timoteo descubrimos la situación específica que lo impulsó a escribir su epístola:

“Al partir para Macedonia, te encargué que permanecieras en Éfeso y les ordenaras a algunos supuestos maestros que dejen de enseñar doctrinas falsas” (1 Timoteo 1:3)

Más tarde él declara que había algunos en la iglesia de Éfeso que estaban ejerciendo su influencia para provocar “controversias en vez de llevar adelante la obra de Dios que es por la fe. Debes hacerlo así para que el amor brote de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe sincera. Algunos se han desviado de esa línea de conducta y se han enredado en discusiones inútiles. Pretenden ser maestros de la ley, pero en realidad no saben de qué hablan ni entienden lo que con tanta seguridad afirman.” (versículos 4-7)

Al final del capítulo 1, Pablo alienta a Timoteo “pelea la buena batalla” contra los falsos maestros con los que estaba lidiando a Éfeso, nombrando a dos de ellos como “Himeneo y Alejandro” (versículos 18, 20)

Claramente, entonces, Pablo está tratando una situación local en la cual había varios individuos que estaban ocupando el lugar de maestros, causando dispuestas teológicas y abandonando la edificación espiritual que debería caracterizar las dinámicas de las iglesias locales.

Después, en el capítulo 2, Pablo procede a tratar el hecho de que había algunas mujeres asistiendo a la iglesia de Éfeso que estaban agravando el problema. Ellas estaban obviamente apoyando a los falsos maestros debido a que después, en el capítulo 5, Pablo se lamenta por el hecho de que “algunas” de estas mujeres de Éfeso “se han descarriado para seguir a Satanás” (5:15). Así que Pablo le está dando consejos a Timoteo sobre cómo lidiar con las mujeres que estaban contribuyendo a las dispuestas teológicas al tratar de una manera dominante a los hombres.

¡Es esta situación  la que obliga a Pablo a amonestar que las mujeres no deben “enseñar” o ejercer “autoridad” sobre los hombres!

La palabra autoridad aquí no es una palabra que indica liderazgo, sino más bien apunta a una actitud controladora. Estas mujeres no estaban ejerciendo un liderazgo cristiano, y Pablo no estaba, por lo tanto, diciendo que las mujeres no pueden ser líderes piadosas. Él no está estableciendo una regla que les niega a las mujeres en general la posibilidad de enseñar o liderar. Más bien, él está tratando una situación local desastrosa. Por eso es que, al escribir una epístola a otro grupo local de creyentes, él confirma a una mujer llamada Febe por ejercer una influencia de liderazgo positiva: “préstenle toda la ayuda que necesite, porque ella ha ayudado a muchas personas, entre las que me cuento yo” (Romanos 16:1-2). Esta mujer no necesitaba que le digan que estuviera en silencio, por el contrario, Pablo la posiciona como alguien a quien los creyentes deberían “ayudar en todo lo que necesite

Para entender como la dinámica local provocó la naturaleza específica de la advertencia de Pablo, imaginamos si Febe y Elena de White hubieran sido mujeres influyentes presentes en la iglesia de Éfeso. Ellas hubieran sido una fuera femenina fuerte y positiva que los heréticos hubieran tenido que considerar. Pablo, por lo tanto, no hubiera escrito el mismo consejo. Pero las hermanas locales estaban contribuyendo al problema y abriéndoles las puertas a los herejes. Así que Pablo les dijo a aquellas mujeres que dejen de interrumpir el proceso de enseñanza y se sometan a sus hermanos que estaban intentando enseñarles la verdad y combatiendo a los herejes.

En otras palabras, Pablo no estaba intentando hacer una declaración profunda y filosófica, sino más bien una declaración práctica. En este pasaje estamos presenciando a Pablo, el pastor, en acción. Timoteo estaba enfrentando algunas señoras chismosas que interrumpían el proceso educacional de la iglesia de Éfeso. Así que Pablo les dice que se tranquilicen, de la misma manera en que les había dicho lo mismo a los hombres chismosos de Corinto. Entonces, para lograr su meta pastoral, él apeló al hecho de que aunque Adán fue creado primero y después Eva, fue Eva y no Adán, quien que engañada por Satanás. Él está hablando homiléticamente, pastoralmente, a un problema específico, y la historia de la Creación y la Caída le ayudan a confirmar su postura. Pero no hay evidencia en este pasaje, o en la toda la narración bíblica que Dios haya emitido una regla universal contra todas las mujeres, de todos los lugares y de todos los tiempos sobre enseñarles a hombres. Y ciertamente Pablo no escribió este pasaje ni a favor ni en contra de la ordenación de las mujeres. La ordenación de las mujeres no está en el radar.

El objetivo de la carta de Pablo a Timoteo es simple y claro si la leemos en su contexto histórico y situacional inmediato, lo cual incluye el hecho de que Pablo estaba muy feliz en otras ocasiones de dirigir su atención a mujeres que eran líderes buenas y confiables en el avance del evangelio, como en el caso de Febe. Usar 1 Timoteo 2 y 3 para quita toda posibilidad de ordenar mujeres es  como mínimo una violencia hermenéutica. El pasaje simplemente no apoya el peso de esa posición –una posición tan extrema que declara que ordenar mujeres al ministerio pastoral constituiría una infidelidad a la Escritura.

¿Puede una mujer pastorear una iglesia local?

En este punto, la mayoría de los defensores de la ordinación solo para hombres, debido a que la evidencia exegética lo demanda, conceden que 1 Timoteo, después de todo, no constituye una evidencia en contra de las mujeres estando en un rol pastoral. Pero entonces ellos insisten sobre una condición: “Está bien”, dicen ellos, “si, las mujeres pueden ser pastoras, pero ellas no pueden ser ordenadas como tales, y ellas no pueden estar en una posición posiciones de liderazgo/administración/manejo de una iglesia local”. Ellos sostiene mantienen estas restricciones debido a que no pueden aceptar a una mujer en un rol de liderazgo sobre una congregación debido a que –por supuesto- cualquier congregación que se les puede dar estaría compuesta tanto por hombres como por mujeres.

Aparentemente, Elena de White, era de la opinión que liderar una iglesia local era más un asunto de calificación de carácter antes que género.

“No son siempre los hombres quienes mejor se adaptan a la administración exitosa de una iglesia. Si hay mujeres fieles que tienen una piedad más profunda y una devoción más sincera que los hombres, ellas pueden ciertamente con sus oraciones y su obra hacer más que aquellos hombres con vidas y corazones no consagrados.” (El Ministerio Pastoral, p. 38)

Una vez más, encontramos equilibrio. Esta declaración elimina la posibilidad de operar sobre la suposición de que las mujeres no pueden liderar una iglesia. La declaración no niega la necesidad por hombres cristianos que sean líderes de iglesias locales, pero se va más allá e insiste que a veces las mujeres son la mejor elección para un trabajo. Es el carácter y la capacidad lo que cuenta.

Ahora toma en cuenta esto:

La palabra “obispo” en 1 Timoteo 3:2 es episkopos, y literalmente significa “supervisor”. Pablo nos dice que el obispo (episkopos) es un “administrador (oikonomos) [de la casa] de Dios”. En otras palabras, parte de la descripción bíblica del trabajo de un episkopos es la administración de la iglesia y Elena e White claramente dice a las mujeres, tanto como a los hombres, en el rol administrativo de la iglesia.

Así que ahora nos enfrentamos a que la Biblia les permite a las mujeres predicar y enseñar, y nos enfrentamos a declaraciones de Elena de White de que en algunas ocasiones las mujeres están mejor adaptadas a la administración exitosa de una iglesia. En este punto, algunos intentan evadir lo obvio y dicen que a una mujer le está permitido enseñar y predicar, y también le está permitido administrar una iglesia local; pero que le está permitido ocupar ambos roles al mismo tiempo, porque eso reconocería en una mujer los dos dones principales que la igualarían a un pastor local. Por supuesto, ninguno de estos razonamientos existe en ningún lugar de la Biblia o en los escritos de Elena de White. En este punto, eso es simplemente buscando argumentos  para evadir las implicaciones obvias de los materiales inspirados que tenemos frente a nosotros.

Pero ahora, para que no haya ninguna duda, consideremos un punto más que nos permitirá conseguir una perfecta claridad sobre si las mujeres son elegibles o no para ocupar el rol de un obispo (episkopos) ordenado. Lee cuidadosamente

Ambos lados del debate están de acuerdo que todos los dones espirituales son dados a ambos géneros (Romanos 12; 1 Corintios 12; Efesios 4). Todos reconocemos, también, que uno de esos dones es el de “pastor” (poimen en griego) tal como se encuentra en Efesios 4:11, y por lo tanto, todos estamos de acuerdo con que las mujeres, tanto como los hombres, pueden ser “pastores”.

Pero para poder restringir a las mujeres “pastoras” (poimen) del rol de “obispo” (episkopos) ordenado, aquellos que se oponen a la ordenación de la mujer han insistido que debe haber algún tipo de distinción entre dones espirituales y puestos. Esta forma de pensar dice que una mujer puede recibir y usar el don espiritual de “pastor”, pero ella no puede ser ordenada en ese rol como el puesto equivalente al del rol de “obispo” (episkopos).

¿Lo vas entendiendo hasta ahora?

Ahora miren lo que 1 Pedro 5:2 dice a los líderes de las iglesias locales.

“Apacentad (poimaino, la misma palabra de “pastor” en Efesios 4:11) la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando (episkopeo, la misma palabra que “obispo” en 1 Timoteo 3:2) de ella”

Lo siguiente, por lo tanto, es evidente:

Uno de los dones espirituales dado tanto a hombres como a mujeres es el de “pastor”. Y Pedro dice que el “pastor” es uno y el mismo que la posición de “obispo”.

Por lo tanto, conceder que una mujer puede recibir el don spiritual de “pastor” es conceder, si le hacemos caso a toda la Escritura, que una mujer puede ser ordenada al puesto de “obispo” de una iglesia local.

Cabeza/liderazgo

El concepto de liderazgo masculino es la segunda pieza de evidencia que se da en favor de la ordenación solo para hombres. El problema es que la Biblia nunca habla del rol pastoral como una posición de liderazgo.

Ni una sola vez.

De hecho, aplicar el lenguaje de “cabeza” a un pastor es un grave error teológico con profundas implicaciones. Pensemos en esto cuidadosamente, permitiendo que todo lo que la Biblia dice acerca del liderazgo nos enseñe.

Hay un total de siete pasajes bíblico que usan la palabra “cabeza” con referencia al liderazgo. Cinco de estos pasajes designan a Jesucristo como la Única Cabeza de la Iglesia. Los dos restantes nos dicen que el hombre, como esposo, es la cabeza de la mujer como su esposa, así limitando el rol a la relación matrimonial. Pero –y es crucial entender esto- ni uno solo texto usa la palabra “cabeza” para referirse a la posición pastoral o a cualquier cosa relacionada con la ordenación. Énfasis: ¡Ni uno!

Aquí están los siete pasajes que hablan del liderazgo como cabeza:

“Dios sometió todas las cosas al dominio de Cristo, y lo dio como cabeza de todo a la iglesia.” (Efesios 1:22)

“Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo.” (Efesios 4:15)

“Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero” (Colosenses 1:18)

“y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud.” (Colosenses 2:10)

no se mantienen firmemente unidos a la Cabeza. Por la acción de ésta, todo el cuerpo, sostenido y ajustado mediante las articulaciones y ligamentos, va creciendo como Dios quiere.” (Colosenses 2:19)

Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo.” (Efesios 5:23)

“Ahora bien, quiero que entiendan que Cristo es cabeza de todo hombre, mientras que el hombre es cabeza de la mujer y Dios es cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3)

¡En estos siete textos ante nosotros tenemos todo lo que la Biblia dice acerca del liderazgo como cabeza!

Como ya declaré, nos chocamos con un hecho obvio y manifiesto: la palabra “cabeza” nunca es usada para designar la posición del pastor o el anciano en relación a la iglesia, ni tampoco es usada en relación con la ordenación. Pr favor, haz una pausa y grábate esto: la idea de que la posición pastoral es una de liderazgo como cabeza y, por lo tanto, todos los pastores deben ser varones está completamente ausente de la Escritura.

Pero algunos exclaman que el pasaje citado arriba (1 Corintios 11:3) trata sobre hombres y mujeres en general, sugiriendo que todos los hombres tienen autoridad sobre todas las mujeres. Por supuesto, aquellos que aseguran creer esto rápidamente revelan que no lo creen la práctica si yo fuera a repentinamente posicionarme con autoridad sobre sus propias esposas. Pablo está diciendo, como aparece en la versión Dios Habla Hoy, que el esposo es cabeza de su esposa”.

¿Cómo es que aquellos que se oponen a la ordenación de la mujer consideran que “el liderazgo masculino como cabeza” es una evidencia bíblica en favor de ordenar solo a hombres”?

Podemos solo adivinar, siendo respetuosos y agradables, que ellos sin darse cuenta han pasado por alto la ausencia de cualquier relación bíblica entre el liderazgo como cabeza y la posición pastoral. Básicamente, ellos se han apoderado de la palabra “cabeza” y la han aplicado sin ningún apoyo bíblico al rol pastoral, y así la han insertado en el tema de la ordenación. Esto es hecho como si fuera una extrapolación inocente, pero no es una exégesis correcta.

Pero si, el concepto de liderazgo masculino está presente en la Escritura, como recién lo hemos leído, pero es aplicado exclusivamente a la relación entre un esposo y una mujer, y nunca es aplicada a la posición de ninguna persona dentro de la Iglesia de Dios, excepto por Jesús.

El argumento del liderazgo como cabeza usado contra la ordenación de la mujer emplea la misma metodología de estudio de la Biblia que es usada cuando los observadores del domingo se oponen al Sábado al apuntar el lenguaje del “primer día” del nuevo Testamento. Al examinar la Biblia descubrimos que hay un total de 8 pasajes del Nuevo Testamento que hablan del “primer día”, pero ninguna de ellos dice nada acerca del primer día como día de adoración. Similarmente, hay un total de siete pasajes del Nuevo Testamento que usan la palabra “cabeza” con la idea de liderazgo, pero ninguna de ellos se emplea esa palabra para describir algún rol de liderazgo humano dentro de la Iglesia. Lo que equivale a una completa ausencia de evidencia bíblica de que los pastores ocupan un rol de liderazgo como cabeza en la Iglesia. Ellos sencillamente no lo hacen. Solo Cristo es descrito como la “Cabeza” de su Iglesia, la cual está compuesta por una membresía de hombres y mujeres, todos los cuales constituyen la novia corporativa del Cristo. Eso es, literalmente, todo lo que la Biblia dice sobre liderazgo como cabeza.

Pero piensa este asunto un poco más profundamente, porque el argumento de que la posición pastoral es una de liderazgo como cabeza no solo no es bíblico, sino que es peligrosa. Bíblicamente hablando, no hay una categoría de cabezas que existen entre Cristo y su Iglesia, no hay una capa intermedia de humanos que ofician como cabezas maritales entre Jesús y su novia. Describiendo la relación entre Él mismo y su Iglesia, Jesús explícitamente declaró: “uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.” (Mateo 23:8). No tiene sentido que el Adventismo –como una iglesia protestante que cree en l sacerdocio de todos los creyentes- haya designado una cabeza o cabezas entre sus miembros. Entendiendo la naturaleza exclusiva de la posición de liderazgo como cabeza en la iglesia Elena de White explícitamente declaró:

“Cristo es la única cabeza de la Iglesia” (Signs of the Times, 4 de Junio de 1874)

“Que se vea que Cristo es la cabeza de la iglesia, no el ministro.” (El Ministerio Pastoral, p. 119)

Y una vez más:

El Señor Jesús es la única cabeza espiritual, y nosotros somos los miembros de su cuerpo” (Review and Herald, 19 de Marzo de 1895)

Esta tendencia actual entre nosotros de hacer una distinción marcada entre los pastores y los laicos y elevar la posición pastoral con un lenguaje de liderazgo y privilegios sobre los demás miembros de la iglesia es claramente de origen papal. Negarse a permitir que las mujeres sean ordenadas basándose en la premisa del liderazgo como cabeza nos hace asumir peligrosamente que todas las mujeres están bajo el liderazgo como cabeza de todos los hombres, y la Biblia no declara eso en ningún lado. Además, negarse a permitir que las mujeres sean ordenadas basándose en la premisa del liderazgo como cabeza nos hace asumir que la mitad de los miembros de esta iglesia (la mitad femenina) no posee el estatus que otorga el sacerdocio de todos los creyentes al interponer el liderazgo humano, compuesto por hombres entre las mujeres miembros de la iglesia y su Señor. La Biblia en ningún lugar apoya esta clase de estructura. Uno debe moverse fuera del Adventismo y entrar en el Catolicismo para tener ministros con esta clase de roles.

El punto crucial que tenemos que entender relacionado sobre el liderazgo como cabeza es este: la Biblia no enseña que los hombres en general están en una posición de liderazgo sobre todas las mujeres en general, sino solo que el esposo individual están en una posición de liderazgo como cabeza sobre su esposa individual. La relación esposo-esposa es transferida dentro de la iglesia simbólicamente en la forma de Cristo –nuestro esposo espiritual- que es la Cabeza de la Iglesia, su esposa espiritual, que está compuesta de hombres y mujeres.

Este argumento es la equivocación más grande y peligrosa de parte de aquellos que utilizan el liderazgo masculino como un argumento contra la ordenación de la mujer. Ellos usan el concepto bíblica de liderazgo como cabeza como una evidencia de que las mujeres no pueden ocupar roles ordenados porque eso, dicen ellos, violaría la verdad bíblica del liderazgo masculino como cabeza. Pero el hecho es que no hay un solo pasaje de la Escritura que apoye el concepto del liderazgo masculino como cabeza relacionado al ministerio, la organización de la iglesia o la ordenación. Más bien, del liderazgo como cabeza solo es habla relacionado al matrimonio y no hay ningún texto bíblico que lo haga transferible a las relaciones dentro de la iglesia.

Para que la lógica de este argumento siga siendo consistente, si el ministro ordenado ocupa el rol de la cabeza de la iglesia, entonces él ocupa ese rol sobre todos los miembros no ordenados, lo cual ubicaría al pastor en el rol de cabeza espiritual de la novia de Cristo. Esto es lo mismo que como protestantes rechazamos de la iglesia católica. El ministro ordenado en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. No ocupa un rol de liderazgo como cabeza en la iglesia.

Concluimos, por lo tanto, que no hay una necesidad bíblica para preocuparnos de que las mujeres ordenadas usurpen el rol de liderazgo masculino, porque ni siquiera los hombres que son pastores poseen un rol de liderazgo como cabeza en la Iglesia.

De lo que si deberíamos preocuparnos, sin embargo, es en no mover a la Iglesia Adventista en una dirección que redefine al pastor en términos de cabeza, porque eso constituiría una elevación de los pastores a la posición de Cristo. Dicho de otra forma, no hay ningún rol de liderazgo como cabeza que preservar o proteger, excepto por el de Cristo mismo. Ordenar mujeres sería, de hecho, la afirmación de la doctrina del sacerdocio de todos los creyentes que como protestantes profesamos. Y también mejoraría nuestra percepción del rol pastoral como una extensión vocacional a tiempo completo del rol que tienen todos los miembros de la iglesia como una comunidad que cree en el sacerdocio de todos los creyentes.

¿Qué pasaría, entonces, con el liderazgo masculino si ordenamos mujeres?

Quedaría exactamente igual, tal como la Biblia dice que es, el esposo es la cabeza de la esposa y Cristo es la Cabeza de la Iglesia.

Para la iglesia, reconocer a las mujeres pastoras mediante la imposición de manos simplemente afirmaría su llamado al ministerio de predicar el evangelio y ganar almas para Cristo como una vocación profesional. No alteraría en nada el carácter ontológico de la mujer ni las relaciones hogareñas. Si una mujer es ordenada como una ganadora de almas vocacional, su esposo aun es su esposo y ella aún es su mujer. Toda la dinámica esposo-esposa sigue siendo igual. Él es llamado por Dios a amar a su esposa, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a si mismo por ella; y ella es aun llamada a someterse voluntariamente a su liderazgo abnegado dentro del ambiente relacional seguro del amor de su esposo (Efesios 5)

Pero estemos seguro de esto: la Biblia en ningún lado dice que dado que el esposo es la cabeza de la mujer en el hogar, por lo tanto solo los hombres pueden ocupar roles ordenados en la iglesia. Ese versículo bíblico no existe. Esa idea es una construcción forzada que no se sustenta en un solo versículo bíblico. Yo soy la cabeza de mi esposa, no la cabeza de las esposas de todos los otros hombres además de la mía. Y tengo el presentimiento que todos mis hermanos casados en Cristo quieren mantenerlo de esa manera.

Concluimos, entonces, que el argumento del liderazgo como cabeza contra la ordenación de la mujer es igual a la completa ausencia de evidencia bíblica. Todo lo que tenemos ante nosotros en la Escritura relacionado al liderazgo como cabeza son siete pasajes, cinco de los cuales nos dice que solo Jesús es la cabeza de la iglesia mientras que los dos restantes nos dicen que el esposo es la cabeza de la esposa, sin ni siquiera un solo versículo que relaciona el liderazgo como cabeza con la ordenación o el puesto de pastor. Por supuesto, nosotros podemos fabricar un arreglo de palabras e ideas para inventar un argumento que prohíba la ordenación de la mujer. Pero no hay nada en la lectura simple de los textos bíblicos que se iguale a un mandato directo sobre el asunto.

El Espíritu Santo decide

En el momento en que entramos en el tema de la iglesia, la Escritura presenta el sacerdocio de todos los creyentes, dándonos una lista de dones espirituales que cada miembro puede poseer para el avance del evangelio (Romanos 12,  Corintios 12; Efesios 4). Cuando Pablo ofrece estas listas, él no presenta ninguna restricción de género. Él no escribe una lista para hombres y otras para mujeres. Hay una única lista para todos. Cada miembro de la iglesia es invitada para descubrir sus áreas individuales de talentos. Y luego, después de nombrar varios dones, Pablo dice esto:

“Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo en particular a cada uno como Él quiere.” (1 Corintios 12:11)

Así que cuando leemos la lista bíblica de dones espirituales, no deberíamos sorprendernos si, por ejemplo, una mujer profetisa aparece en la iglesia (Elena de White). Y si no nos sorprendemos  por una mujer profeta, ¿Por qué deberíamos sorprendernos por mujeres predicadoras, evangelistas y pastoras Efesios 4:11)?. Después de todo, Pablo no estipula ningún requisito de género y nos dice sin tapujos que el Espíritu Santo no está sujeto a los parámetros y restricciones que nosotros los humanos imponemos.

Aquí, una vez más, justo como con el argumento del liderazgo como cabeza, estamos en peligro de crear una regla humana para restringir las acciones del Espíritu de Dios. Pero hagámonos esta pregunta moderada:

¿Quiénes somos nosotros para dictar quienes pueden o no recibir algún don espiritual específico?

Si el Espíritu Santo quiere levantar a una mujer para ser una líder política y militar, como en el caso de Débora, ¿Quiénes somos nosotros para decir Él no puede?

Si el Espíritu Santo quiere llamar a una adolescente para que sea su profeta en un tiempo cuando las mujeres no podían votar u ocupar un puesto público, como en el caso de Elena de White, ¿Quiénes somos nosotros para decir que es una mala idea?

Si el Espíritu Santo decide que una mujer llamada Febe tiene lo que hace falta para ser una diakonos en la iglesia en Roma, ¿Por qué intentaríamos ponernos en su camino?

Si una señorita se te acerca, como una que recientemente vino a mí, con la convicción en sus ojos y la pasión en su voz y dice “Estoy tan enamorada de Jesús y siento que el Espíritu Santo me llama a predicar el evangelio, plantar una iglesia, y guiar a la gente para que conozca más de Él”, ¿Estamos realmente preparados para decirle que su convicción que ella siente no es del Espíritu Santo?”.

Pablo dice que “solo el Espíritu Santo decide que dones cada persona debe tener”. Nuestra parte consiste en reconocer y facilitar lo que Dios está haciendo, no imponer reglas y restricciones que no se encuentran en ningún lugar de la Biblia. Si, si hubiera una regla  bíblica sobre este asunto nosotros deberíamos obedecerla. Pero dado que no hay ninguna, ¿Por qué nos sentimos libres de crear una? Nosotros no somos los que hacen las reglas. ¡Es Dios!. Y si él quisiera que tuviéramos una regla sobre este asunto, él nos hubiera dado una.

Así que…

Evaluando los datos bíblicos somos llevados a la conclusión de que la Biblia no dice que las mujeres deben ser ordenadas, y la Biblia no dice que las mujeres no deben ser ordenadas. Y esa es la idea que todos tenemos que grabar en nuestras mentes y corazones si vamos a ser honestos con la información inspirada que está a nuestra disposición. Hacer cualquier declaración de que la Biblia emite un mandato moral a favor o en contra de la ordenación de las mujeres es simplemente forzar la Escritura para que diga algo que no dice. Y aun así, basándose en el concepto de liderazgo como cabeza y 1 Timoteo 2 y 3 hay quienes insisten que la ordenación exclusiva para varones constituye una verdad bíblica sobre la cual la fidelidad a Dios es determinada. Esto nos lleva a nosotros –como pueblo- a un lugar muy serio y peligroso, no solo porque esa postura provocará una división inevitablemente, sino también por como nosotros interpretamos las Escrituras en general. Si vamos a permitirnos como pueblo ser divididos por la insistencia de que la Biblia prohíbe la ordenación de la mujer, entonces estaremos esencialmente entregando la iglesia a los dictados de las fuertes opiniones de un grupo más allá de lo que está escrito en la palabra de Dios.

Verdad de prueba

Consideren cuan seria es la situación que estamos enfrentando:

Si la Asociación General en Sesión vota una regle universal en contra de la ordenación de la mujer, es probable que algunas uniones se sientan obligadas a continuar con la ordenación en “protesta consciente” contra el voto.

En respuesta, es probable que haya uno de estos dos resultados:

O a las uniones se les permitirá proceder con la ordenación de mujeres, o ellos serán conducidos bajo una acción disciplinaria.

Si se permite proceder con la ordenación de la mujer, esto sería equivalente a permitir que el voto de la Asociación General en Sesión no signifique nada.

Si las uniones sufren una acción disciplinaria, esto probablemente involucrará tres pasos: (1) Censura, que es una declaración oficial de desaprobación y una advertencia a cambiar el curso de acción (2) disolver las uniones desobedientes; y luego (3) reconstituir las uniones con un liderazgo obediente.

Debido a que las uniones tienen sus propias constituciones y reglamentos, y sus propias asambleas electivas, si la Asociación General se elige la disciplina, es probable que la iglesia entre en batallas legales internas que podrían potencialmente dividir al Adventismo en al menos dos denominaciones.

Y todo esta división potencial que podríamos enfrentar de debe a la insistencia de que la declaración de “esposo de una mujer” de 1 Timoteo 3 constituye un mandato moral contra la ordenación de la mujer, junto con la insistencia de que el concepto de liderazgo como cabeza debe ser aplicado a los puestos pastorales en la iglesia.

Déjenme respetuosamente declarar que las interpretaciones dadas por aquellos que se oponen a la ordenación de la mujer no constituyen la clase de evidencia bíblica de la cual podemos determinar responsablemente ortodoxia doctrinal o imperativas morales. En otras palabras, la ordenación exclusiva para hombres no tiene suficientes bases bíblicas para poseer el estatus de “verdad de prueba” por la cual valdría la pena dividir la iglesia.

Hay dos puntos donde no podemos comprometernos: la ley y el evangelio. La ley distingue entre lo correcto y lo incorrecto. El evangelio define la manera de salvarnos.

Los mandatos morales de la ley de Dios deben ser mantenidos como imperativos no negociables, y todas las doctrinas bíblicas explícitas que colectivamente componen el evangelio deben ser mantenidas como verdades de prueba que determinan la pertenencia formal dentro de los parámetros de la membresía de la iglesia. Pero cualquier cosa que no puede ser probada mediante la Escritura como un mandato moral, o una verdad del evangelio no debe ser votada ni puesta en vigor como una prueba de membresía.

Elena de White sabiamente observó que los estudiantes bíblicos honestos difieren en sus interpretaciones de algunos temas, y ella instó a que no deberíamos magnificar esas diferencias, sino más bien predicar sobre las “verdades de prueba” de nuestro tiempo:

“Si permitimos que la mente siga su propio curso habrá incontables puntos de diferencia que puedan ser debatidos por los hombres que hacen de Cristo su esperanza, y que aman la verdad con sinceridad, y sin embargo, sostienen opiniones opuestas sobre temas que no son de real importancia. Estos asuntos debatibles no deben ser puestos sobre el tapete y presentados públicamente, sino que deben presentarse en forma reservada y sin controversia, si son sostenidos por alguien…

Un obrero noble, devoto y espiritual, verá en las grandes verdades decisivas que forman el solemne mensaje que debe ser dado al mundo, suficiente razón para ocultar todas las diferencias menores más bien que ponerlas sobre el tapete para que sean objeto de contención. Espáciese la mente en la gran obra de la redención, la pronta venida de Cristo y los mandamientos de Dios; y se encontrará que hay suficiente alimento para el pensamiento en estos temas como para ocupar toda la atención.” (El Evangelismo, pp. 137-138)

Cuando temas como el “continuo” en Daniel 7 y 8 comenzaron a agitarse ella apuntó a la oración de Cristo por la unidad de su iglesia e instó a que nos enfocáramos en “verdades de prueba” antes que en temas que pudieran revelar marcadas diferencias de opinión:

“Quiero presentar a vuestra atención la última oración de Cristo como se registra en Juan 17. Hay muchos temas de los cuales podemos hablar: verdades sagradas y capitales, bellas en su sencillez. Podéis ocuparos de ellas con intenso fervor. Pero no se trate en este tiempo “el continuo” u otro tema que despierte controversia entre los hermanos, porque esto demoraría y obstruiría la obra en la que el Señor quiere que precisamente ahora se concentren las mentes de nuestros hermanos. No agitemos cuestiones que revelarán una marcada diferencia de opinión, sino más bien extraigamos de la Palabra las verdades sagradas acerca de las demandas obligatorias de la ley de Dios.

Nuestros ministros debieran procurar presentar la verdad de la manera más favorable. Hasta donde sea posible, hablen todos las mismas cosas. Sean los discursos sencillos y traten de cuestiones vitales que se puedan entender fácilmente.” (Mensajes Selectos, tomo 1, p. 197)

¿Cómo distinguimos entre verdades de prueba y asuntos que no deben ser considerados así?

Primero, una verdad de prueba debe tener un claro “Así dice el Señor” para distinguirla como tal. No podemos hacer una verdad de prueba de un tema del cual la Palabra de Dios se mantiene en silencio o permite la libertad aunque “no para entrar en discusiones.” (Romanos 14:1)

Segundo, también parece lógico que no podemos hacer una verdad de prueba de un tema del cual la profeta de Dios para el tiempo del fin guardo silencio, más allá de tres alientos para que mujeres, tanto como hombres, pudieran ocupar roles pastorales, ministeriales y sacerdotales.

Tercero, no debemos hacer una verdad de prueba a partir de un tema relacionado con el cual honestos estudiantes de la Biblia difieren mientras a mismo tiempo comparten la creencia en las grandes verdades doctrinales de la Escritura, como el Sábado, el Santuario, la Segunda Venida, el Mensaje de los Tres Ángeles, y muchas más.

El punto crucial es este: la Biblia no manda ni prohíbe explícitamente la ordenación de mujeres. La escritura no contiene ninguna declaración explícita, explicación o mandato ni a favor ni en contra. Y por esto es que precisamente la Iglesia debería abstenerse de dictar una regla universal sobre el asunto. No es un asunto de ortodoxia doctrinal, ni tampoco de imperativos morales, ordenar o no ordenar mujeres. Por lo tanto, no contribuye a ser un asunto de prueba que determine la membresía.

Cuando la Escritura no hace ningún mandato, tampoco nosotros deberíamos hacerlo. Sencillamente no podemos dibujar una línea donde la Escritura no dibuja ninguna. Deberíamos apuntar a una libertad máxima y a una restricción mínima en asuntos que no involucran herejía ni pecado. La ordenación de la mujer es sencillamente uno de esos asuntos donde debemos decir “Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones.” (Romanos 14:5) y eso incluye a las mujeres.

El problema que estamos enfrentando actualmente –y es un problema serio- es que los asuntos de la ordenación está siendo tratado como una verdad de prueba que determina la fidelidad hacia las Escrituras.

Un simple ejercicio hipotético nos ayudará a poner el asunto en perspectiva.

Háganse esta pregunta: “¿Si la Asociación General en Sesión votar permitir la ordenación de la mujer dejarás de ser miembro de la Iglesia Adventista del séptimo Día?”

Si tu respuesta es “no, por supuesto que no”, entonces entiendes en algún nivel que este no es un asunto moral ni una verdad de prueba.

Para contrastar, hazte esta otra pregunta: “¿Si la Asociación General en Sesión vota adoptar la observancia del domingo en lugar del Sábado, dejarías de miembro de la iglesia?”

La gran mayoría de los adventistas del séptimo día conocedores de la Biblia responderían “si, por supuesto”. Aquí está el punto: la mayoría de nosotros entendemos correctamente que hay asuntos de ortodoxia doctrinal e imperativo moral, por un lado, y después hay asuntos de opiniones individuales y convicción, por el otro.

La ordenación de la mujer claramente entra en la segunda categoría debido a la falta de apoyo bíblico para considerarla una verdad de prueba.

En el debate actual, sin embargo, nos enfrentamos con un reclamo insistente de que la ordenación exclusiva para hombres es un asunto de ortodoxia doctrinal e imperativo moral.

En una presentación o video tras otro, se nos dice que si permitimos la ordenación de mujeres, constituiríamos una infidelidad a la Escritura. Se nos dice que debemos votar y poner en vigor una regla universal en contra de la ordenación de la mujer para toda la Iglesia Adventista del Séptimo Día en el mundo, o dejar de seguir la Biblia.

Por favor, escuchen esto:

¡Poner este asunto de esta manera es muy peligroso para la unidad y la misión de la iglesia y amenaza con dañar severamente nuestro testimonio al mundo!

Y mientras la ordenación de la mujer no puede ser considerada por la Escritura como una violación doctrinal o moral, dividir la iglesia de Dios por este asunto ciertamente lo es. Ejercer la influencia propia en una manera que contribuye a polarizar la iglesia sobre asuntos que no poseen un claro mandato bíblico, muy ciertamente es un pecado contra el cuerpo de Cristo.

Al sentir que realmente no hay un mandato bíblico ni a favor ni en contra sobre la ordenación de la mujer algunos han recurrido a provocar miedo con argumentos extra-bíblicos para disfrazar este asunto como uno moral. El argumento más prominente de este tipo es declarar que ordenar mujeres nos llevará a ordenar gays.

Primero que todo, no hay una comparación en absoluto entre ser una mujer y ser homosexual.

Segundo, el razonamiento de argumento se basa de una premisa falsa. Empezando con la suposición de que la Biblia manda que solo los hombres pueden ocupar el rol de pastor ordenado, se razona que para ordenar mujeres se requiere de un método liberal de interpretación bíblica (como la Alta Crítica), así abriendo la puerta de la iglesia para liberalmente reinterpretar otras enseñanza bíblicas, como lo que la Escritura dice acerca de la homosexualidad.

Si esta premisa fuera cierta, entonces si, ordenar mujeres sería una movida peligrosa. Pero, como hemos descubierto, la premisa es falsa. La Biblia no porhibe la ordenación de la mujer. La Biblia, sin embargo, si prohíbe claramente la práctica de la homosexualidad. Por lo tanto, una hermenéutica bíblica liberal no es necesaria para permitir la ordenación de la mujer. ¡Todo lo que se requiere es una lectura sana, equilibrada y conservadora de la Escritura! De hecho, como hemos visto, se requiere lo que solo puede ser considerado como menos que un método hermenéutico de interpretación conservador para probar que la prohíbe la ordenación de la mujer

Prohibir la ordenación de la mujer para protegernos contra la ordenación de gays esencialmente equivale a evitar lo que es inocente para evitar lo que no lo es. Necesitamos dibujar la línea donde está, no donde no está. Nosotros no prohibimos comer cebada como una precaución contra beber whisky. No prohibimos ganar dinero como una precaución contra la avaricia y el materialismo. No prohibimos el matrimonio como una precaución contra el adulterio. Prohibimos lo que está prohibido y no fabricamos reglas humanas que van más allá.

En realidad, al abstenernos de crear restricciones innecesarias fortalecemos nuestra influencia y credibilidad con el mundo que tenemos que ganar para Cristo, como Pablo nota en 1 Corintios 9:19-2.

Al entregar cada centímetro que podamos sin comprometer la verdad, nos mostramos como personas razonables y de mente abierta, así, cuando necesitemos dibujar una línea sobre un imperativo moral, seremos tomados seriamente. Por el contrario, perdemos autoridad moral cuando corremos a los extremos y emitimos mandatos que van más allá de los que está escrito en la Palabra. Nosotros no fortalecemos nuestra posición de fidelidad a la Escritura al tomar una posición extrema en una dirección para protegernos contra un extremo potencial en la dirección opuesta. Un extremo no corrige otro, sino que realmente tiene la tendencia de alimentar el extremo opuesto.

Considerando el hecho de que no tenemos ni un solo pasaje bíblico o declaración del Espíritu de Profecía que considere la ordenación exclusiva para hombres como un asunto de ortodoxia doctrinal o moral imperativa, como, entonces, con la conciencia tranquila, podemos imponer una regla universal contra algo en lo que Dios no estableció una regla en contra?

La iglesia de Dios no necesita extremos, ya sea de la derecha o de la izquierda, para definir o dictar el camino a seguir. Necesitamos una manera de pensar racional, equilibrada, y correctamente bíblica para guiarnos. Con la evidencia ante nosotros, sería irresponsable e imprudente que votemos una regla universal contra la ordenación de la mujer. En una iglesia mundial con millones de miembros, la única cosa racional y benévola que podemos hacer es permitir que cada división decida qué es lo mejor en su campo de labro.

En este punto del proceso no importa mucho lo que tu y yo preferimos concerniente a la ordenación. Más bien, la pregunta es, ¿Estamos dispuestos a dividir la iglesia por este asunto?

Llamado

Como adventistas del séptimo día, tenemos un elevado llamado profético para predicar el evangelio eterno a toda nación, raza, lengua y pueblo sobre la tierra. Dios nos ha dado un mensaje con el potencial –centrado en Cristo- para pintar en el mundo la imagen sin precedente del hermoso carácter de Dios. ¿Por qué deberíamos distraer nuestra atención de este llamado vital y dividir la iglesia de Dios por un asunto no es entra en los parámetro del mensaje que Dios nos ha dado?

Por lo tanto…

Si tu eres un delegado a la Sesión de la Asociación General del 2015, por favor, vota a favor de permitir a cada división individual decidir si ordenar o no mujeres dentro de sus territorios.

Al votar de esta manera, tu estarás posicionándote a favor de abstenernos de dividir la iglesia por un asunto que no constituye una verdad de prueba.

Al votar de esta manera, tu estarás votando abstenernos de crear restricciones que van más allá de lo que está escrito en la Palabra de Dios.

Al votar de esta manera, tu estarás votando para afirmar la libertad del Espíritu de Dios de hacer lo que Él desea con su pueblo.

¡Cuán trágico y triste sería para nosotros dejar que nuestra iglesia se divida sobre un asunto en el cual miembros de iglesia leales y creyentes en la Biblia difieren!. Sobre este asunto, honrémonos unos a los otros al aplicar este antiguo proverbio cristiano:

“En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; en todas las cosas, amor”


Fuente: Este artículo es una traducción de “A Closer Look At Women’s Ordination” por Ty Gibson.

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