¿Pueden las mujeres ser líderes solo ante la ausencia de varones?

¿Pueden las mujeres ser líderes solo ante la ausencia de varones?

Por Eric E. Richter

En el mundo cristiano suele existir el preconcepto de que usualmente las mujeres no tienen la capacidad o el derecho de ocupar posiciones de liderazgo. También se piensa que, solo ante la ausencia de un varón es aceptable que una mujer se desempeñe como líder. Es decir, que una mujer solo puede ser líder en la iglesia si no hay ningún varón que pueda ocupar esa posición.

Este preconcepto trata a la mujer como si fuera algo así como un plan de contingencia o un plan B de Dios. Cómo si solo pueden ser líderes en casos de emergencias, cuando no haya varones disponibles. Dentro del mundo adventista del séptimo día incluso se usa la historia del llamado de Elena G. de White para sustentar esta creencia (veremos más sobre EGW después).

En este artículo analizaremos esta creencia de que las mujeres solo pueden ser líderes ante la ausencia de líderes varones. Veremos que no solo existen principios bíblicos, sino casos muy claros que iluminan este tema. Incluso la misma experiencia de Elena de White nos ayudará a comprender este tema, como veremos después.

 Principios bíblicos

Existen varios motivos bíblicos para desechar la idea de que las mujeres solo pueden liderar ante la ausencia de un hombre. Pero por una cuestión de tiempo y espacio nos concentraremos solo en dos razones.

El primer motivo que veremos trata acerca de la naturaleza misma del ser humano. Cuando Dios creó a la humanidad, se encargó de establecer sus funciones, su autoridad y su jerarquía. El libro del Génesis nos asegura que “Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó” (Gn. 1:27 NVI). Es decir que tanto el hombre como la mujer comparten la imagen de Dios. Ambos poseen una naturaleza que refleja la imagen de Dios. Este es el primer indicio de igualdad entre el hombre y la mujer que encontramos en la historia de la Creación. Luego Dios le da al primer hombre y la primera mujer una serie de instrucciones: procrear, multiplicarse, enseñorear la tierra y dominar a los animales (Gn 1:28). Notemos que todas estas instrucciones son dadas a ambos. Notemos también que Dios en ningún momento establece una jerarquía de autoridad entre ellos. La única jerarquía establecida por Dios es la del hombre y la mujer como co-señores de la creación.

Es decir que desde su misma creación Dios consideró al hombre y a la mujer como iguales, ambos teniendo la imagen de Dios y siendo señores de la creación. Tal como dice el especialista en Antiguo Testamento, Dr. Richard Davidson, “La igualdad fundamental del hombre y la mujer es proclamada sin vacilar en el primer capítulo de la Biblia”.[1] Ante los ojos de Dios, el hombre y la mujer son iguales, con el mismo valor y la misma autoridad.

El segundo motivo que veremos se relaciona con la naturaleza y la esencia del liderazgo según la Biblia. Para la Palabra de Dios, el liderazgo en la iglesia es un don espiritual que el creyente recibe por la gracia del Señor. Veremos dos pasajes que nos muestran este concepto. El primero se encuentra en la epístola a los Efesios:

“Pero a cada uno de nosotros se nos ha dado gracia en la medida en que Cristo ha repartido los dones. Por esto dice: «Cuando ascendió a lo alto, se llevó consigo a los cautivos y dio dones a los hombres.» Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo.” (Efesios 4:7-8, 11-12)

Notemos que según este pasaje bíblico es Cristo quien entrega los dones del apostolado, la profecía, el evangelismo, el pastorado y el magisterio. Notemos también que estos dones no están limitados a los varones, pues el acto de dar los dones es el de “capacitar al pueblo de Dios”, es decir, a todos los cristianos. Esto no significa que todos reciban todos los dones, sino que todos son elegibles para recibir cualquier de estos dones.

Ahora, es interesante que en la Biblia nunca encontramos algunos dones para hombres y otros dones diferentes para mujeres, sino que las listas de dones aplican por igual para todo el cuerpo de Cristo, para todos los creyentes. Esto implica que cualquier cristiano es elegible para recibir cualquier don. El sexo no es un obstáculo para recibir un don.

Otro texto que claramente muestra el liderazgo como un don espiritual se encuentra en la primera epístola a los Corintios:

“En la iglesia Dios ha puesto, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros; luego los que hacen milagros; después los que tienen dones para sanar enfermos, los que ayudan a otros, los que administran y los que hablan en diversas lenguas. (1 Cor. 12:28 NVI)

La palabra traducida como “los que administran” es kybernetes, que se refiere al “liderazgo y dirección de la iglesia”.[2] De hecho, algunas versiones de la Biblia lo traduce correctamente como “gobierno”.[3] Notemos que es Dios quien elige a los “administradores/líderes” de la iglesia y que este función está incluida dentro de una lista de dones. Como ya hemos visto, en la Biblia no hay listas de dones para hombres y listas de dones para mujeres. Los dones son idénticos para hombres y mujeres, para todos los que componen el “cuerpo de Cristo”. Es Dios quien reparte los dones, y lo hace sin hacer distinción entre sus “siervos” y sus “siervas” (Hch. 2:17-18).

Casos bíblicos

Ya hemos visto que hay dos principios bíblicos que son incompatibles con la idea de que la mujer es el plan B de Dios:

  1. Desde la creación el hombre y la mujer comparten la imagen de Dios y la autoridad sobre el resto de la creación. Son iguales y no hay jerarquía entre ellos.
  2. El liderazgo en la iglesia es determinado por los dones que cada cristiano recibe. En la Biblia no hay dones para hombres y otros para mujeres, sino que cualquiera puede recibir el don del liderazgo.

Ahora veremos dos casos bíblicos en que Dios escogió a mujeres para importantes roles de liderazgo espiritual, aunque había alternativas masculinas que podían ser elegidas.

El primer caso que veremos es el de la profetisa Hulda. La historia puede ser encontrada en 2 Reyes 22 y 2 Crónicas 34. La Palabra de Dios relata como el sumo sacerdote Hilcías encontró el libro de la ley en el templo, que llevaba mucho tiempo perdido. Inmediatamente después el libro fue llevado hasta la corte real y leído en presencia del rey Josías. Al escuchar las palabras del libro de la ley, Josías se atemorizó al escuchar los juicios divinos que provocarían los pecados del pueblo de Israel. Deseando dirección espiritual, el rey les ordenó a varios funcionarios que buscarán el consejo de Hulda. La respuesta de Hulda provocó una reforma espiritual sin paralelo en el reinado de Josías.

Es interesante que Hulda no era la única persona que ejercía el ministerio profético en ese momento. Jeremías había comenzado su ministerio profético cinco años antes (Jer. 1:2) y también Sofonías había comenzado a profetizar “antes de la reforma de Josías”.[4] Pero ninguno de estos dos profetas fueron consultados por el rey. Dios se comunicó por medio de una profetisa, aunque había al menos dos profetas varones que estaban disponibles en ese tiempo. En este caso vemos que Hulda no fue el plan B de Dios, sino que fue su primera elección, su plan A, y el medio por el cual se produjo una profunda reforma espiritual en el pueblo de Israel.

El segundo caso que veremos es el de Débora, la jueza de Israel. Su historia es relatada en Jueces 4 y 5. Existen muchos detalles interesantes en la historia de Débora acerca de su rol como profetisa y jueza. Pero por ahora nos concentraremos solo en tres características importantes.

Primero, la Biblia describe a Débora diciendo que era una “profetisa” que “gobernaba en aquel tiempo a Israel” (Jue. 4:4). La palabra “gobernaba” (shapat) es la misma palabra hebrea usada para describir la actividad de los demás jueces (cf. Jue. 3:10; 10:2, 3; 12:7-9, 11, 13-14; 15:20; 16:31). Débora solía juzgar debajo de una palmera ubicada entre Rama y Betel (Jue. 4:5), cerca del centro geográfico de Israel, un lugar ubicado estratégicamente. Para la Palabra de Dios, Débora era la líder política y civil de Israel.

Segundo, diferentes detalles lingüísticos y narrativos hacen hincapié en el papel profético de Débora. Por ejemplo, mientras que en los demás relatos de los jueces es Dios quien “levanta” a un juez (e.g. 3:9, 15; 7:9) en este relato es Débora quien se “levanta” (4:9; 5:7) y quien pide a Barak que se levante (4:14; 5:12). Al describir Débora haciendo cosas que en el resto del libro son realizadas por Dios, la narración enfatiza que Débora, como profetisa, es la representante de Dios en Israel.

Tercero y más importante, Débora no actuó como jueza ante la ausencia de liderazgo masculino. En su poema, Débora asegura que sus actividades sucedieron “en los días de Samgar hijo de Anat, [y] en los días de Jael” (Jue. 5:6). Jael es la persona de asesinó a Sísara, el general cananeo opresor, pero ¿quién es este Samgar? Él es mencionado en el capítulo 3 del libro de Jueces como un líder militar que “liberó a Israel”. (Jue. 3:31). Es decir, que durante el tiempo de Débora ya existía un guerrero capaz de liberar al pueblo de Israel. No obstante, Dios eligió a Débora para que gobernara al pueblo de Israel y, con la ayuda de Barak, derrotara a los cananeos.

El caso de Elena de White

Ya hemos visto que la Biblia nos muestra que hombres y mujeres son iguales ante los ojos de Dios, y que ambos pueden recibir el don de liderazgo. Hemos podido observar dos casos en la Escritura donde Dios eligió a mujeres líderes aún cuando había alternativas masculinas. Ahora veremos el caso de Elena de White.

Los adventistas del séptimo día creemos que Dios escogió a Elena de White como su mensaje para el tiempo del fin. Ella es, por lo tanto, una profetisa que transmitía mensajes inspirados. Su llamado profético comenzó a fines de 1844, cuando tuvo su primera visión durante una reunión de oración. Sin embargo, según John Loughborough, uno de los primeros historiadores adventistas, ella solo fue escogida después de que dos hombres rechazaron su llamado profético. Según Loughborough, Dios llamó primero a William Foy, un joven negro que recibió tres visiones, la última en 1844. Al no poder comprender su última visión, Foy “dejó de hablar en público” y poco después de 1845 “enfermó y murió”. [5] Luego el Señor llamó a Hazel Foss, quien también recibió tres visiones. No obstante, él rechazó su llamado por miedo a “los juicios y la persecución” que podría recibir si relataba sus visiones.[6] Después de que estos dos hombres hubieran rechazado el mensaje divino, el Señor llamó a la joven Elena de White para que fuera su mensajera.

A pesar de que la versión de Loughborough se ha repetido una y otra vez en libros de historia adventista, se ha comprobado que no es del todo correcta. Aunque efectivamente Hazel Foss rechazó su llamado profético, investigaciones recientes llevadas a cabo por Delber Baker[7] han demostrado que William Foy nunca rechazó su llamado profético. Él tuvo no tres, sino cuatro visiones que relató fielmente en las iglesias. Aunque Foy no tuvo ninguna visión después de que Elena de White recibiera su primera visión, sabemos que él continuó relatando públicamente sus propias visiones.[8] También continuó trabajando como ministro del evangelio, predicando y evangelizando asiduamente hasta su muerte en 1893.[9]

De modo que la evidencia histórica demuestra que cuando Dios escogió a Elena de White para que fuera su mensajera lo hizo teniendo a otras alternativas masculinas disponibles, como por ejemplo a William Foy. Que Dios escogiera a una mujer no significa que no hubiera ningún candidato masculino disponible, sino que Él, en su soberanía, deseaba hacer las cosas de esa manera.

Conclusión

En este breve artículo hemos visto que la noción de que Dios solo puede llamar a mujeres líderes cuando no hay candidatos masculinos disponibles no tiene base bíblica. La Biblia nos muestra que para Dios tanto el hombre como la mujer poseen el mismo valor y la misma autoridad. Ambos fueron creados a la imagen de Dios, sin jerarquía entre ellos. También hemos podidos observar que el liderazgo bíblico es un don espiritual dado por Dios a quienes Él desea. En la Biblia no hay dones para hombres y dones para mujeres. Todo el cuerpo de Cristo, todos los cristianos, pueden recibir los dones que Dios desea otorgar. En armonía con estas enseñanzas, hemos podido conocer dos casos bíblicos en que Dios utilizó a dos mujeres en posiciones de liderazgo espiritual, Hulda y Débora, aunque existían alternativas masculinas disponibles en ese tiempo. Dios no consideró a esas mujeres como su plan B, sino que fueron su primera elección. Lo mismo sucedió con Elena de White, que fue escogida aunque otro profeta, William Foy, aún estaba proclamando las visiones que Dios le había dado.

Vemos que para Dios las mujeres no son un plan de contingencia. No es necesario que falten líderes varones para que las mujeres puedan ocupar un lugar de liderazgo. Dios puede elegir a cualquiera, hombre o mujer, para convertirse en un líder espiritual dentro de su iglesia. De hecho, está profetizado que así será. La Biblia nos dice que “Sucederá que en los últimos días —dice Dios—, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán. (Acts 2:17-18 NVI).

Estamos viviendo en los últimos días. Dios está esperando que nos consagremos a él para derramar a su espíritu sobre “todo el género humano”, sobre sus “siervos” y sus “siervas” por igual. No obstaculicemos el trabajo de Dios. No impidamos el desarrollo de los dones que Él ha otorgado. Trabajemos juntos para que Cristo venga. Amén.


Referencias

[1] Richard Davidson, Flame of Yahweh: Sexuality in the Old Testament (Peabody, MS: Hendrickson Publishers, 2007), 22.

[2] Joseph Fitzmyer, First Corinthians, The Anchor Bible vol. 32 (New Haven, CT: Yale University Press, 2008), 483.

[3] Como por ejemplo la Biblia del Peregrino y la Biblia de Nuestro Pueblo.

[4] Víctor Morla, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Comentarios a la Nueva Biblia de Jerusalén (Bilbao: Desclée de Brouwer, 2009), 171.

[5] John N. Loughborough, The Great Second Advent Movement (Washington DC: Review and Herald, 1905), 145-7.

[6] Ibíd., 182-3.

[7] Véase, Delbert W. Baker, The Unknown Prophet: Before Ellen White God used William Ellis Foy (Hagerstown, MD. Review and Herald, 1987).

[8] Alrededor de un año después del comienzo del ministerio profético de Elena G. de White, William Foy publicó un panfleto con sus dos primeras visiones, véase William Foy, The Christian Experience of William E. Foy (Portland, MA: J.&C. H. Pearson, 1845). Esto demuestra que él continuaba abrazando su rol profético y difundiendo los mensajes que había recibido.

[9] Baker, The Unknown Prophet, 130.

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