La ordenación de la mujer: La necesidad de comenzar de nuevo

La ordenación de la mujer: La necesidad de comenzar de nuevo

Por Roman Pawlak

Después de todos los años de discusión acerca de si las mujeres pueden o no ser ordenadas como pastoras, estoy convencido de que necesitamos comenzar de nuevo. El asunto de la ordenación de la mujer, actualmente debatido en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, no es nuevo. De acuerdo a algunas fuentes, incluso antes del establecimiento oficial de la Iglesia Adventista en 1863, este asunto había sido debatido en el contexto de la influencia de Elena G. de White, en virtud de su don profético. Este asunto ha resurgido más de una vez desde ese entonces. El debate actual, anterior a la votación durante el último congreso de la Asociación General en San Antonio, es simplemente el último capítulo. Estoy convencido que nosotros, como iglesia, debería comenzar de nuevo a debatir este asunto al enfocarnos en un aspecto diferente de la ordenación. El asunto que deberíamos haber estado debatiendo no es si las mujeres pueden o no ser ordenadas, sino cuál es el significado de la ordenación y si la práctica actual de la ordenación en la Iglesia Adventista sigue los ejemplos bíblicos. Creo que comprender el patrón bíblico de la ordenación es un pre-requisito para discutir las mujeres pueden o no ser ordenadas.

El análisis de las descripciones de la ordenación encontradas en el Manual de la Iglesia muestra varios aspectos de cómo la Iglesia practica la ordenación. Cada uno de estos aspectos debe ser considerado a la luz del registro bíblico. Me gustaría sugerir cinco características distintivas de la ordenación tal como es descrita en el Manual de la Iglesia:

  1. La ordenación separa a los individuos ordenados de los demás miembros. “La única manera en que uno pueda ser calificado para servir a la iglesia es mediante la ordenación al ministerio evangélico”.
  2. La ordenación es llevada a cabo mediante la imposición de manos. “… el pastor ordenación, asistido por otros pastores o ancianos locales ordenados que estén participando del servicio, ordenarán los ancianos mediante la ordenación e imposición de manos”.
  3. La imposición de manos es realizada por un ministro ordenado, aunque otros pueden ser invitados a unirse a este rito. “El rito sagrado de la ordenación debería ser simplemente llevado a cabo en la presencia de la iglesia y puede incluir una breve explicación de la función del anciano, las cualidades requeridas, y los principales deberes que el anciano está autorizado a realizar. Después de la exhortación, el pastor ordenado, asistido por otros pastores y/o ancianos locales ordenados que estén participando en el servicio, ordenarán a los ancianos mediante oración e imposición de manos.
  4. La ordenación ministerial le da una licencia a los pastores ordenados para llevar a cabo ritos y ordenanzas, cuya realización por parte de otros miembros de la iglesia no está autorizada, y, al menos algunos de estos ritos, los ancianos y/o diáconos ordenados no están autorizados a realizar. “Por virtud de la ordenación, el pastor es calificado a oficiar todos los ritos y ceremonias”.
  5. La ordenación es igualada con tener una licencia para toda la vida a realizar ritos y ordenanzas.

 

Antes de examinar cómo, de acuerdo a mi comprensión, cada uno de los aspectos mencionados anteriormente de la ordenación se alinean con el registro bíblico, quiero enfatizar que la Biblia no describe la ordenación de pastores. El registro bíblico de la ordenación incluye el apartamiento de evangelistas/misioneros (e.g. Pablo y Bernabé), ancianos (en griego presbyteros, e.g. la ordenación de pastores mencionados en 1 Timoteo y en Tito), y diáconos (e.g. el apartamiento de diáconos en Hechos 6).

Claramente, en la Biblia, la ordenación separa a las personas para dirigir, servir, predicar el evangelio y gobernar/administrar. Esto es evidencia de la descripción de la ordenación de Pablo y Bernabé: “Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo dijo: Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado” (Hechos 13:2).

En la Biblia, no todos los miembros que fueron separados son descritos como siendo apartados mediante la imposición de manos. No tenemos ninguna descripción de que Jesús alguna vez que impusiera sus manos a sus discípulos. Jesús simplemente: “designó a doce” (Marcos 3:14) o “escogió a doce” (Lucas 6:13).

Lo mismo sucedió con los demás discípulos de Jesús, como se declara en el siguiente pasaje: “Después de esto, el Señor escogió a otros setenta y dos para enviarlos de dos en dos delante de él a todo pueblo y lugar adonde él pensaba ir” (Lucas 10:1). Apartar ancianos paree haber sido una práctica común en la iglesia cristiana primitiva, aunque no siempre se menciona esta práctica (“En cada iglesia nombraron ancianos…” Hechos 14:23).

El consejo del Apóstol Pablo a Timoteo de “No te apresures a imponerle las manos a nadie” (1 Timoteo 5:22) claramente indica que Timoteo estaba autorizado a ordenar. Sin embargo, tal como se indica en 1 Timoteo 4:14, “Ejercita el don que recibiste mediante profecía, cuando los ancianos te impusieron las manos”. Timoteo no fue ordenado por un apóstol o algún ministro ordenado, sino por ancianos (en griego presbyterion). En Hechos 13:2-3 encontramos una descripción de Bernabé y Saulo siendo apartados para este ministerio después de ayunar, orar y “poner las manos sobre ellos”, aunque no es claro quienes pusieron las manos sobre ellos.

En la Biblia, siendo ordenado no equivale a tener una licencia para llevar a cabo ritos u ordenanzas. En el libro de Hechos 6, Felipe fue uno de los siete escogidos para ser ordenados como diáconos. En Hechos 8, Felipe claramente viola un precepto encontrado en el Manual de la Iglesia adventista, en una sección titulada “Diáconos no autorizados a presidir”. De acuerdo a la resolución de la Iglesia Adventista, “El diácono no está autorizado a presidir ninguna ordenanza de la iglesia, ni tampoco puede llevar a cabo la ceremonia del matrimonio…”. Aun así, Felipe “mandó parar el carro, y ambos bajaron al agua, y Felipe lo bautizó” (Hechos 8:38). Además, aunque no tenemos ninguna descripción de Jesús imponiendo sus manos sobre sus discípulos, de acuerdo a la Biblia ellos realizaban bautismo: “no era Jesús quien bautizaba sino sus discípulos” (Juan 4:2).

En la Iglesia Adventista, la ordenación es algo que se hace una sola vez y para toda la vida: una vez ordenado, siempre ordenado, al menos en el caso de individuos que sean miembros leales de la iglesia. El libro de Hecho parece indicar que la ordenación no era un rito de una sola vez que daba una licencia de toda la vida para el ministerio. En Hechos 13:2-3, Saulo y Bernabé fueron ordenados al ministerio que, de acuerdo a Hechos 14:26, finalizaron a su regreso del viaje misionero: “De Atalía navegaron a Antioquía, donde se los había encomendado a la gracia de Dios para la obra que ya habían realizado”. Hechos 15:40 parece sugerir que Pablo fue apartado (es decir, ordenado) por segunda vez: “…mientras que Pablo escogió a Silas. Después de que los hermanos lo encomendaron a la gracia del Señor, Pablo partió”. El autor del libro de Hechos está usando la frase “encomendaron a la gracia del Señor” para referirse a la ordenación, lo cual es evidente al comparar Hechos 13:2 y 14:26. De esta manera, Pablo fue ordenado antes de su primer viaje misionero y al comienzo de cada uno de ellos. Estas descripciones parecen indicar que la ordenación no era un evento de una sola, ni una licencia de toda la vida para realizar ritos y ordenanzas, sino más bien una dedicación o consagración a una función específica.

El ejemplo de la ordenación de Bernabé es interesante. Hechos 13:1 declara que, “En la iglesia de Antioquía eran profetas y maestros Bernabé…”. De acuerdo a este texto, Bernabé tenía una función (era profeta o maestro) en la iglesia en Antioquía y, por lo tanto, debe haber sido apartado para esa función. Además, en Hechos 14:14, Bernabé y Pablo son llamados apóstoles. Aun así, Bernabé fue apartado para ir con Pablo en un viaje misionero. Esto parece fortalecer el argumento que la ordenación practicada en la primera iglesia cristiana consistía en dedicar a una función. Usando el ejemplo de Bernabé, él puede haber sido ordenado como profeta o como maestro y, subsecuentemente, como misionero. Consistente con esta descripción, un pastor ordenado que es elegido a una función diferente (e.g. para ser editor de una publicación adventista oficial, director de una radio adventista, o es establecido en un puesto administrativo en una asociación o unión) debe ser ordenado para esta nueva función. Esta comprensión también cuestiona el apoyo bíblico para utilizar a pastores ordenados jubilados cuya ordenación, en virtud de su jubilación, ha terminado.

Si la ordenación no es una licencia para realizar ciertos ritos y ordenanzas y, si no es un evento de una sola vez que da una licencia de toda la vida para realizar estos servicios, sino más bien una dedicación eclesiástica y petición para que Dios otorgue su bendición sobre un miembro que está siendo apartado a una función específica, cualquiera que la iglesia elija puede ser apartado. Esta idea es consistente con una declaración encontrada en las 28 Creencias Fundamentales, que expresa lo siguiente:

“Dios concede a todos los miembros de su iglesia, en todas las épocas, dones espirituales para que cada miembro los emplee en amante ministerio por el bien común de la iglesia y de la humanidad. Concedidos mediante la operación del Espíritu Santo, quien los distribuye entre cada miembro según su voluntad, los dones proveen todos los ministerios y las habilidades que la iglesia necesita para cumplir sus funciones divinamente ordenadas. De acuerdo con las Escrituras, estos dones incluyen ministerios –tales como fe, sanidad, profecía, predicación, enseñanza, administración, reconciliación, compasión, servicio abnegado y caridad–, para ayudar y animar a nuestros semejantes. Algunos miembros son llamados por Dios y dotados por el Espíritu para ejercer funciones reconocidas por la iglesia en los ministerios pastorales, de evangelización y de enseñanza, particularmente necesarios con el fin de equipar a los miembros para el servicio, edificar a la iglesia con el objeto de que alcance la madurez espiritual, y promover la unidad de la fe y el conocimiento de Dios. Cuando los miembros emplean estos dones espirituales como fieles mayordomos de la multiforme gracia de Dios, la iglesia queda protegida de la influencia destructora de las falsas doctrinas, crece gracias a un desarrollo que procede de Dios, y se edifica en la fe y el amor”.

Otra razón por la cual parece evidente que el último aspecto de la ordenación descrita anteriormente es muy relevante, se debe a la naturaleza de la oposición de ordenar mujeres como pastoras. Aunque varias objeciones acerca de la ordenación de la mujer han surgido, incluyendo el liderazgo, si pueden enseñar a hombres, el hecho de que no se menciona a pastoras o la ordenación de la mujer en la Escritura, una mirada profunda al asunto muestra que solo hay una razón por la cual las mujeres no tienen permitidos ser ordenadas como pastoras: ser capaces de realizar ritos y ordenanzas eclesiásticas.

Las mujeres han mantenido posiciones de liderazgo en la Iglesia Adventista desde sus comienzos. Actualmente las mujeres mantienen puestos de liderazgo en todos los aspectos de la vida eclesiástica, desde maestras de Escuela Sabática, a maestras y directoras de escuela, profesoras universitarias, decanas, editoras de revistas, diaconisas, ancianas, administradoras y departamentales en asociaciones, uniones y divisiones, incluyendo la Asociación General. Esto incluye una Secretaria Ministerial en el Departamento Ministerial de la Asociación General.

El asunto de si las mujeres deben enseñar a hombres. En virtud de tener a profetisas mencionadas en la Biblia y tener una profeta de la Iglesia Adventista, este asunto simplemente no es válido. En la Biblia, un profeta es alguien que proclama, alguien que habla en lugar de alguien más (es decir, de Dios). Una de las funciones de los profetas bíblicos tiene que ver con instruir y liderar al pueblo de Dios. Esto ciertamente fue una de las funciones principales de Elena G. de White, quien habló y predicó en varios congresos de la Asociación General ante miles de delegados masculinos, escribió orientaciones a pastores de la iglesia, a colportores, educadores, etc. Mujeres han sido las oradores principales en nuestros eventos eclesiásticos, como reuniones campestres y seminarios, y han trabajado como escritoras, presentadores, conferenciantes, predicadores y consejeras.

No se trata de competencia o calificaciones, ya que muchas mujeres tienen la educación y experiencia que las hace competentes y calificadas. De hecho, en lo que se refiere a educación y experiencia, es posible concluir que muchas mujeres están mucho más cualificadas que muchos hombres.

Tampoco se trata de si un hombre es la cabeza de una mujer. Si realmente entendiéramos el pasaje de 1 Corintios 11:2-26 como si aplicara universalmente a todos los miembros en todos los tiempos, entonces ¿por qué la iglesia no toma una posición contra las mujeres que no cubren sus cabezas, especialmente durante al orar (“Si la mujer no se cubre la cabeza, que se corte también el cabello; pero si es vergonzoso para la mujer tener el pelo corto o la cabeza rasurada, que se la cubra”, ¡ Corintios 11:6) y que no tiene su cabello largo como se menciona en el mismo pasaje (1 Corintios 11:15)? Tampoco es un requisito que las mujeres estén en silencio en la iglesia (“guarden las mujeres silencio en la iglesia, pues no les está permitido hablar”, 1 Corintios 14:34-38). No hay ninguna iglesia en Norteamérica o en algún otro país donde se imponga este requisito a las mujeres.

Parece que el asunto de si las mujeres pueden o no ser ordenadas depende de una sola cosa: tener una licencia para realizar ciertos ritos y ordenanzas, como el bautismo. La cena del Señor o una boda. “En virtud de la ordenación, el pastor es cualificado para llevar a cabo todos los ritos y ceremonias”. De manera similar, una descripción de la ordenación de ancianos confirma que, de acuerdo al Manual de Iglesia, el acto de la ordenación proporciona una clase de poder misterioso: “La elección al puesto de anciano en sí mismo no califica a uno para ser anciano. Se requiere de la ordenación previamente para que el anciano tenga la autoridad de ejercer. Entre la elección y la ordenación, el anciano elegido puede desempeñarse como líder eclesiástico, pero no puede administrar las ordenanzas de la iglesia”.

Por lo tanto, quienes levantan sus voces en el debate sobre la ordenación de la mujer, antes de abordar el asunto de si las mujeres pueden o no ser ordenadas, deberían preguntarse así mismos el siguiente interrogante: ¿qué tiene de especial este grupo de ritos/ordenanzas que son dadas solamente a hombres para llevar a cabo? Yo no creo que, como adventistas, creemos que un rito u ordenanza tenga poderes misteriosos, como es el caso de los sacramentos en la Iglesia Católica. ¿Qué tienen estos ritos y ordenanzas que uno debe estar en un nivel espiritual superior (ser un pastor ordenado) para realizarlos, una práctica contraria al ejemplo bíblico que se describió anteriormente, como en el caso de Felipe que solo era un diácono ordenado y aun así bautizó al etíope o los discípulos de Jesús que bautizaban personas? Estoy convencido que no podría encontrar ningún miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que estaría de acuerdo con tener diferentes clases de creyentes o una estructura jerárquica en la iglesia. Aun así, la práctica de la ordenación como una licencia para realizar ritos u ordenanzas parece crear dos clases diferentes de miembros.

Otro asunto a ser considerado es el lenguaje que es usado para describir el rol de las mujeres en la iglesia. Aunque las mujeres en la iglesia mantienen varios puestos que incluye a pastoras (licenciadas o credenciadas), la iglesia mantiene que las mujeres no deberían ser “ordenadas para el ministerio evangélico”. Este lenguaje es muy desafortunado, ya que el ministerio, cualquier ministerio, el ministerio de cualquier miembro de la iglesia es, por naturaleza, un ministerio evangélico. Cualquier miembro de la iglesia, ya sea que de la bienvenida, sea diácono, maestro de Escuela Sabática, evangelista, etc., al involucrarse en un ministerio está avanzando la predicación del evangelio. La distinción entre un “ministro del evangelio” y solo ser un “ministro licenciado” parece muy desafortunada.

Para ser consistentes con los ejemplos bíblicos, los miembros (sean hombres o mujeres) elegidos para diferentes funciones eclesiásticas deberían ser inmediatamente apartados mediante la ordenación para esa función, como fue el caso de los siete diáconos de Hechos 6, que fueron escogidos por los miembros de la iglesia (“Hermanos, escojan de entre ustedes…”, Hechos 6:3). De esta manera, los miembros recién elegidos de la junta directiva de cada iglesia, ancianos, diáconos, maestros de Escuela Sabática y pastores, deben ser ordenados para llevar a cabo su ministerio/función después de que su elección sea confirmada por la iglesia.


Fuente: https://spectrummagazine.org/views/2019/womens-ordination-need-start-over

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