Sobre el Autor: Carl Cosaert es profesor de teología en la universidad adventista de Walla Walla. Este es el discurso que presentó ante el Concilio Anual de la Asociación General el 14 de Octubre de 2014.
Buenos Días. Es un privilegio para mí dirigirme a ustedes sobre este asunto de gran importancia para nuestra iglesia: la cuestión de la ordenación de la mujer al ministerio evangélico. Como nos moveremos adelante sobre este tema no es solo de suma importancia para la unidad de nuestra iglesia hoy, sino que también creo que es tan importante para la difusión del Mensaje de los Tres Ángeles en los días que vendrán.
Para ser honestos, es un poco irónico que yo esté hablándoles a ustedes en favor de la ordenación de la mujer, porque no siempre he estado defendiendo esta posición.
En los primeros días de mi ministerio como pastor, no estaba cómodo con la ordenación de la mujer. Estaba vacilante por dos razones básicas:
Primero, estaba preocupado porque asociaba el empuje por la ordenación de la mujer con aquellos en la iglesia que parecían, en mi opinión, tener una agenda más liberal para la iglesia y menos preocupación por la autoridad de la Escritura, un patrón problemático que parecía estar ya trabajando en otras denominaciones. Debido a esto, me preocupé que ordenar mujeres fuera más una concesión a cambiantes normas culturales que fuera a las inmutables normas de la Escritura.
Mi segunda preocupación era que ordenar mujeres también parecía oponerse a una lectura literal y directa de la Escritura. Después de todo, no hubieron mujeres sacerdotisas, ni mujeres apóstoles y Pablo dijo en 1 Timoteo que una mujer no debería enseñar ni ejercer autoridad sobre un hombre. Pablo incluso parecía basar sus instrucciones en el orden establecido de la creación.
Sobre los últimos años, sin embargo, mis opiniones cambiaron. La razón por la cual cambié de opinión no es debido a que me retiré de la autoridad de la Escritura, sino porque creo que he leído las Escrituras más profundamente.
Mientras que permanezco preocupado por la creciente influencia de tendencias culturales en la vida espiritual de la iglesia, no creo que la ordenación de la mujer al ministerio evangélico es una concesión a la presión cultural.
Al igual que mis colegas cuya posición represento esta mañana, creo que ordenar mujeres es lo correcto para hacer como iglesia por tres razones:
- Es consistente con lo que la Escritura enseña acerca de la naturaleza de la iglesia en el Nuevo Testamento
- También afirma la manera en que Dios ordenó la sociedad cuando Él creó a los hombres y mujeres en el mismo principio; y
- Está en armonía con lo que el Espíritu Santo ya ha estado haciendo en la iglesia a través del ministerio de Elena de White, a través de pastoras femeninas, y también a través del ministerio de mujeres que han estado sirviendo a la iglesia alrededor del planeta como ancianas en iglesias locales desde 1975.
¿Qué enseña la Biblia acerca de la iglesia del Nuevo Testamento?
Cuando nos volvemos a la iglesia en el Nuevo Testamento, encontramos una expansión y reordenación del plan de Dios para redimir al mundo. El reconocimiento de que Jesús fue, de hecho, el Mesías prometido, no solo para los judíos, sino también para todos los Gentiles cambió radicalmente y para siempre la manera en que los primeros cristianos se relacionaban unos otros y con el mundo. Con el tiempo las restricciones tribales, étnicas y de género contenidas en la Ley Levítica le abrió la puerta a un entendimiento más completo del evangelio que reconocía una verdadera igualdad en el reino de Dios, porque en su reino no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, porque todos somos uno en Cristo Jesús (Gál. 3:28). Y así, mientras que solo los descendientes varones de Leví cumplían la función de sacerdotes en el templo de Dios en el Antiguo Testamento, la iglesia primitiva aceptó el sacerdocio de todos los creyentes, no solo los hombres judíos de cualquier tribu, ni siquiera la adición de gentiles varones, sino también de creyentes mujeres. De la misma manera en que el ministerio del sumo sacerdocio de Jesús fue mucho más grande que el de cualquier sacerdote judío, así también el ministerio espiritual de hombres y mujeres fue también visto como más grande que el de solo los hijos de Leví.
Ahora tú podrías preguntar “¿Pero esto significa que hombres y mujeres son iguales en todo?” ¡Absolutamente no! Igualdad en cristo y el sacerdocio de todos los creyentes no significan que todos los hombres y mujeres realizan las mismas funciones o roles.
Escuchen a la palabra del Señor…
“Ahora bien, hay diversos dones… hay diversas maneras de servir… hay diversas funciones… pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos.
También nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás. Tenemos dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado. Si el don de alguien es el de profecía, que lo use en proporción con su fe; si es el de prestar un servicio, que lo preste; si es el de enseñar, que enseñe; si es el de animar a otros, que los anime; si es el de socorrer a los necesitados, que dé con generosidad; si es el de dirigir, que dirija con esmero…
A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás” (1 Co. 12:4-6; Rom. 12:-8; 1 Co. 12:7)
La Escritura es clara. Los dones del Espíritu y las posiciones asociadas con ellos no están basados en el género. Están basadas enteramente en el criterio del Espíritu Santo y son distribuidas libremente entre hombres y mujeres.
Tu podrías preguntar: “¿Si los dones del espíritu no están basadas en el género, por qué Pablo dice en 1 Timoteo que una mujer no debería enseñar o ejercer autoridad sobre un hombre?”
Pablo si le prohíbe enseñar a las mujeres en 1 Timoteo, pero la razón no se debe a su género. La razón para su objeción es debido a que estas mujeres creyentes en Éfeso se habían involucrado con falsos maestros que estaban destruyendo la obra de Dios.
Una lectura literal de todo el pasaje, no solo este único versículo, lo hace claro. Escuchen lo que Pablo le dice a Timoteo en el principio de la epístola:
“Al partir para Macedonia, te encargué que permanecieras en Éfeso y les ordenaras a algunos supuestos maestros que dejen de enseñar doctrinas falsas y de prestar atención a leyendas y genealogías interminables. Esas cosas provocan controversias en vez de llevar adelante la obra de Dios que es por la fe.” (1 Tim. 1:3-4)
Timoteo debía quedarse en Éfeso con un propósito: proteger a la iglesia de ciertos individuos que estaban enseñando un evangelio diferente. Además de condenar a los falsos maestros y sus “discusiones inútiles” en los capítulos 4 y 6, en el capítulo Pablo también conecta la práctica de las mujeres en la iglesia con el esparcimiento de un falso evangelio cuando él describe a algunas de ellas como habiéndose “descarriado para seguir a Satanás” (1 Tim. 5:15) y él reprende a otras por “andar de casa en casa… hablando de lo que no deben.” (1 Tim. 5:13)
Así que cuando Pablo dice que las mujeres en Éfeso no deberían enseñar, él lo hace como parte de su preocupación global de silenciar a los individuos en la iglesia que no estaban enseñando la verdad. Las mujeres que el prohibió eran parte de ese grupo. Ellas necesitaban aprender el verdadero evangelio antes de que estuvieran calificadas para servir como maestras. La prohibición de Pablo era, por lo tanto, una respuesta temporal y local para la situación específica de Éfeso.
Argumentar que el consejo de Pablo les prohíbe a todas las mujeres de todos los tiempos de servir como maestras y líderes dentro de la iglesia es desdeñar la lectura literal de todos los otros pasajes en el Nuevo Testamento donde Pablo reafirma el rol de las mujeres liderando en la iglesia, mujeres como Evodia y Síntique de quienes Pablo dice que “trabajaron lado a lado” con él como colegas al proclamar “el evangelio” (Fil. 4:2, 3), o la mujer Febe a quien Pablo identifica en Romanos 16 como una diaconisa en la iglesia de Cencreas.
Esto no significa que el consejo de Pablo en 1 Timoteo no se aplica a nosotros hoy. Lo hace. La Escritura siempre tiene una aplicación universal y sin limitación de tiempo para la iglesia. La aplicación, sin embargo, tiene que ser sobre una situación similar dentro de la iglesia, en otras palabras, a situaciones donde falsos maestros –sean mujeres u hombres- necesitan ser silenciados debido a que están socavando la proclamación del evangelio.
Tu puedes preguntar “¿Por qué entonces Pablo apoya su prohibición de enseñar contra las mujeres en Éfeso al apelar a la creación de Adán antes que Eva e identificar a la mujer como la que fue engañada y se convirtió en transgresora?”
La referencia de Pablo de Eva tenía la intención de servir como una advertencia vívida a las mujeres en Éfeso del peligro de escuchar a los falsos maestros y ser influenciadas por ellos. La historia de la implicación de Eva en la caída ilustra en los términos más fuertes cuán peligroso es escuchar falsas enseñanzas. Pablo también se refiere al engaño de Eva cuando advierte contra los falsos maestros en 2 Corintios 11:3, 4
¿Pero por qué entonces Pablo se refiere al orden de la creación?
La razón por la cual Pablo enfatiza el orden de la creación es debido a que él está intentando corregir la manera en la cual las mujeres en Éfeso estaban buscando llevar a cabo su autoridad para enseñar. Cuando la Biblia dice que una mujer no debería enseñar o “ejercer autoridad”, la palabra traducida como “ejercer autoridad” no es la palabra típica para usada para autoridad. Significa “controlar”, “gobernar sobre” o intentar “dominar”. Indica que las mujeres en Éfeso estaban ejerciendo autoridad en una manera dominante que se reflejaba negativamente sobre los hombres en la congregación y, en particular, sobre sus esposos. Pablo apela a la historia de la creación para recordarles que las mujeres no fueron creadas para dominar sobre el hombre, sino que en la misma manera en que Eva fue creada para ser la compañera igual para Adán, las mujeres en Éfeso deberían tratar a los hombres con el respecto requerido para un igual.
Aquellos que argumenta contra la ordenación de la mujer interpretan este pasaje justo de la manera contraria, ellos aseveran que significa que los hombres tienen la autoridad dentro de la iglesia para gobernar sobre las mujeres. Pero esta clase de interpretación va en contra de una lectura literal de la manera en que Dios ordenó la relación de hombres y mujeres en la creación.
La Biblia enseña en Génesis que Dios creó a los hombres y a las mujeres como iguales y que ninguno de ellos debía ubicarse bajo la autoridad del otro.
En el Génesis se nos dice que, “Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, Dios creó a la humanidad en su propia imagen” (Gn. 1:27). Fuera de las diferencias biológicas, Dios no estableció ningunos roles estereotípicos que constituyen la esencia de lo que significa ser hombre o mujer. En vez, Adán y Eva fueron creados como iguales que estaban unidos juntos en la misma clase de sumisión mutua que es expresada en la Deidad misma. En vez de asignarles a ellos ciertos roles predeterminados o arbitrarios basados en su género, Dios les dio a ellos la libertad de desarrollar los dones que les dio para cumplir las varias responsabilidades asociadas con ellos. Y fue a través del uso de estas habilidades que Dios pretendía que no solo Adán y Eva, sino también todos los hombres y todas las mujeres cumplieran el encargo divino de ser fructíferos y multiplicarse, llenar la tierra y subyugarla, y ejercer dominio sobre todas las demás criaturas (Gn. 1:27-28)
El hecho que Adán fue creado antes de la mujer no sugiere que Adán tenía autoridad sobre ella. Toda la historia de la creación es un movimiento de lo completo a lo incompleto. Que Adán haya sido creado primeo simplemente indica que la creación de la humanidad no estaba aún completa, dios aún estaba trabajando. Argumentar que lo que es creado es superior sugeriría que las aves y los animales eran superiores a la raza humana. La igualdad de hombres y mujeres unidos juntos en mutua sumisión es más claramente representada en el hecho de que Dios creó a Eva del costado de Adán, y no de su cabeza o de sus pies, para mostrar que ella debía, tal como Elena de White dijo, “permanecer a su lado como su igual” (Patriarcas y Profetas, p. 47). Es esta igualdad en el orden de la creación a la que Pablo se refiere cuando amonesta a las mujeres dominadoras en Éfeso.
Pablo también apela al orden de la creación en 1 Corintios 11 cuando se dirige al comportamiento de las mujeres creyentes en Corinto. Como la iglesia en Éfeso, las mujeres en Corinto estaban actuando en una manera que estaba trayendo deshonor a sus esposos, en este caso, ellas habían dejado de vestir el velo tradicional cuando participaban en el servicio de adoración público.
Aunque no hay nada intrínsecamente equivocado con no cubrirse sus cabezas, era un problema cultural. Una mujer que no se cubría su cabeza en público en el mundo Greco-Romano era vista como inmodesta, dado que tener el pelo descubierto era frecuentemente una señal de una prostituta. Como tales, estas mujeres estaban trayendo vergüenza sobre la reputación de sus maridos, y también causando distracción durante la adoración.
Al apelar a estas mujeres para que cambien sus maneras, Pablo argumenta que lo que ellas hacían con sus cabezas literales tenía enormes implicancias para su cabeza metafórica, es decir sus maridos. Pablo argumenta que aunque las mujeres fueron creadas como la compañera igual del hombre, el hecho de que la primera mujer fue creada del costado de Adán indica que una esposa trae gloria y honor a su marido debido a que es su reflejo. La conducta de estas mujeres, sin embargo, estaba haciendo justo lo contrario. En vez de avergonzar a sus maridos, ellas debían cubrir sus cabezas para traerles honor, y también para asegurar que todo el honor y la gloria durante la adoración sean dadas a Dios, no a ningún otro hombre.
Pero es importante notar que Pablo no se detiene ahí. Él también dice en 1 Corintios 11:11, 12 “Sin embargo, en el Señor, ni la mujer existe aparte del hombre ni el hombre aparte de la mujer. Porque así como la mujer procede del hombre, también el hombre nace de la mujer”.
En otras palabras, el honor en el matrimonio del cual Pablo habla no es unilateral. Ni el esposo ni la esposa deberían hacer algo que pudiera socavar la reputación del otro o dañar la influencia del evangelio. Una lectura literal del pasaje revela que Pablo no está hablando del liderazgo eclesiástico, autoridad u ordenación. Él está hablando de la manera en que las mujeres deberían relacionarse con sus maridos. El pasaje no dice nada acerca de dominio de todos los hombres sobre todas las mujeres. En todo caso, los pasajes afirman no solo que las mujeres tienen el derecho de orar en público, sino también de profetizar, lo cual es una forma de enseñar.
Como la historia de la creación misma, la referencia de Pablo del orden de la creación en 1 Timoteo 2 y 1 Corintios 11 deja abierta la posibilidad para que las mujeres ejerzan autoridad y ocupen posiciones de liderazgo dentro de la iglesia. De hecho, no solo si encontramos ejemplos de mujeres ejercitando los dones espirituales del liderazgo en el Nuevo Testamento, sino también en el Antiguo Testamento. Tenemos los ejemplo de María, un notable profetisa y líder junto a sus hermanos Moisés y Aarón (Miqueas 6:4, la profetisa Hulda (2 Reyes 22:14-20; 2 Cron. 34:22-28 y Débora, que no solo cumplió la función de una profetisa, sino también como juez ejerciendo autoridad sobre hombres y mujeres. Todos estos ejemplos demuestran que no hay nada moral o espiritualmente equivocado con mujeres sirviendo en roles de liderazgo entre el pueblo de Dios.
Si este fuera el caso, ¿Por qué entonces Pablo dice que para servir como un obispo o anciano dentro de la iglesia se debe ser el esposo de una mujer? ¿Acaso esto no excluye a las mujeres de servir en un rol de liderazgo en la iglesia?
No, no creo que lo haga. La frase traducida como “un esposo de una mujer” en griego literalmente significa “de una mujer hombre”. Esta expresión no solo se aplica a obispos y ancianos, sino también como una de las calificaciones para los diáconos más tarde en el mismo capítulo. Mientras que aquellos que argumenta en contra de ordenar mujeres ven este versículo como una evidencia conclusiva de que las mujeres deben estar excluidas de ejercer autoridad en la iglesia, los cristianos primitivos no lo veían de esta manera. Mientras que la expresión es específica con el género, los primeros cristianos no creían que fuera exclusiva con el género.
Podemos ver esto en el hecho en que aunque Pablo dijera que un diácono debía ser “de una mujer hombre”, las mujeres servían en la iglesia primitiva como diaconisas de todas maneras. Sabemos, por ejemplo, de Romanos 16 que una mujer llamada Febe servía a la iglesia de Cencreas como una diaconisa, y sabemos de muchas más mujeres que servían como diaconisas en la iglesia primitiva. Lo que es significativo, es que el requisito de que un diácono debía ser “de una mujer hombre” no era visto como un obstáculo para el ministerio de diaconisas mujeres. Los cristianos primitivos claramente entendían la expresión “de una mujer hombre” como una referencia a la importancia de la pureza sexual, la cual era entendida como una relación monógama entre un hombre y una mujer. El pasaje no excluye a las mujeres del ministerio más de lo que lo hace a hombres sin hijos de servir en la iglesia como obispos.
Al igual que la Biblia, Elena de White tampoco prohíbe explícitamente la ordenación de mujeres el ministerio. Tanto en lo que ella dijo como lo que hizo, Elena de White alentó a las mujeres a estudiar y desarrollar sus dones dados por Dios para que así pudieran servir a la iglesia en posiciones de liderazgo. Como una mujer, Elena de White ciertamente enseñó y ejerció autoridad sobre hombres y mujeres.
En conclusión, creo que la única posición que es verdaderamente consistente con la Escritura, la doctrina de la iglesia, y que verdaderamente promueve la unidad de la iglesia es permitir la ordenación de las mujeres al ministerio evangélico. Este punto de vista no se opone a la Escritura, ni tiene que ser racionalizada como una acomodación o modificación de un así llamado patrón universal de liderazgo masculino sobre todas las mujeres. No hay ningún mandato prohibiéndolo. Es consistente con las enseñanzas de la Biblia de las creencias fundamentales del Adventismo. Promueve la misión y la unidad de la iglesia, y está en armonía con la manera en que el Espíritu ha guiado a la iglesia a través del ministerio de Elena de White, y con lo que el Espíritu Santo ya ha estado haciendo en la iglesia a través del ministerio de pastores mujeres. Sobre estas bases, nosotros recomendaríamos que la iglesia mundial permita la ordenación de las mujeres al ministerio evangélico en aquellas áreas de la iglesia mundial en que estén cómodos con eso.
Fuente: Esta es una traducción del artículo “Theology of Ordination: Position No. 2 The notes that Carl P. Cosaert used in his 20-minute presentation to the Annual Council. (Teología de la Ordenación, Posición No. 2, Las notas que Carl P. Cosaert usó en su presentación de 20 minutos ante el Concilio Anual.) publicado por la Adventist Review (Revista Adventista) el 23 de Octubre de 2014.