Mujeres en el Ministerio: Estructurando la Conversación

 Mujeres en el Ministerio: Estructurando la Conversación

Por James Wibberding, D.Min

 

En algún momento durante mi adolescencia, una mujer predicó en mi iglesia. Durante el almuerzo, hubo una discusión, con el punto de vista de que esta nueva experiencia era mala. Las “razones” iban desde la influencia desestabilizadora del Síndrome Pre-Menstrual, al tono agudo no muy placentero de una mujer a través de los parlantes de la iglesia. Más tarde, me uní al coro de voces que repetían tales tensas argumentaciones que contendían por la subordinación previa al pecado de las mujeres a los hombres… o trataba de apretar una palabra definitiva de entre líneas de los textos acerca de los obispos “siendo esposo de una mujer”… o empujaba con el concepto del hombre como cabeza a través del paradigma del matrimonio. Desde esos años, he estudiado las Sagradas Escrituras por mi cuenta y llegue a la conclusión opuesta.

Si mi creencia de que las mujeres deben servir como compañeras en igualdad en el ministerio es correcta, ¿por qué es que no todo estudiante Bíblico serio haya llegado a las mismas conclusiones? La respuesta puede ser muy simple: El que pregunta estos interrogantes es quien gana el debate. Tal vez la forma más fácil de torcer la verdad es haciendo preguntas estrechas e ignorando las abiertas. Por ejemplo, si le pregunto a un amigo gentil si ha dejado de pegarle a su perro, ya lo entrampo. Si él dice, “si”, el admite los golpes. Si el dice, “no”, el admite que continúan. Por la pregunta, yo compruebo la culpa de un amigo inocente. La conclusión está presente. Tristemente, las preguntas estrechas como estas han dominado la discusión sobre las mujeres en el ministerio.

Necesitamos lidiar con las preguntas angostas para lograr deshacer la neblina – el desafiar los conceptos erróneos acerca de ciertos textos de las Escrituras. Por el momento, sin embargo, elevémonos por encima de la bruma y miremos a cuatro preguntas abiertas. Por preguntas abiertas, me refiero a esas preguntas que consideran toda la imagen. El preguntar con interrogantes abiertos permite que las Escrituras fijen el orden del día.

La Primacía de Funciones

La primera pregunta abierta es esta: ¿ A qué funciones ministeriales está Dios llamando a las mujeres a realizar? La iglesia del Nuevo Testamento no pensaba en términos de cargos o títulos pero en funciones. Esto aparece en la forma en que los cargos de iglesia se fueron desarrollando pragmáticamente en derredor de las necesidades de la misión. La iglesia estableció diáconos y ancianos a medida que se presentaban las necesidades sociales y espirituales (Hechos 6:1-7; 14:23), y luego adaptaron sus funciones a medida que las necesidades cambiaban. Por ejemplo, el diácono Felipe (Hechos 6:2-6) cambio desde su función de diácono, de cuidar por las necesidades sociales, a una función de apóstol en la predicación (8:4-8) cuando la misión lo requería.

Esta función pragmática sugiere de que ellos no estaban preocupados por los límites de ciertos cargos sino que estaban interesados en servir las funciones que requería la misión. Cuando miramos los datos Bíblicos, necesitamos comprenderlos dentro de este marco. La jerarquía de autoridad tal como la conocemos hoy estaba ausente en la iglesia del Nuevo Testamento.

Un repaso rápido de las funciones a las cuales Dios llamó a las mujeres a realizar demuestra que Dios las llamó para todo tipo de función mayor que tiene un anciano o pastor moderno. Miriam y otras mujeres demostraron altos niveles de liderazgo espiritual (Éxodo 15:20; Miqueas 6:4; Hechos 21:9). Débora, Priscila, y otras sirvieron como administradoras entre el pueblo de Dios (Jueces 4:4; Romanos 16:1-4). Varias mujeres estuvieron involucradas en la predicación y en la enseñanza, a pesar de las normas culturales en contra de ello (Hechos 2:4, 16-17; 1 Cor. 11:5; Fil. 4:3). Finalmente, las mujeres estuvieron involucradas en lo que llamamos el cuidado pastoral (Rom. 16:1-2; Hechos 9:36). No hay mayor función ministerial en el cual Dios haya llamado a las mujeres para que realicen.

Comprendiendo la Autoridad

La segunda pregunta abierta es esta: ¿A qué nivel de autoridad es que Dios llama a las mujeres a realizar? Muchos de los que se oponen a la mujer en el ministerio pastoral sugieren que no tiene que ver con las funciones cuales Dios las llama a realizar sino a la autoridad del cargo. Debemos pesar este punto cuidadosamente.

Primeramente, debemos comprender de que la autoridad de los líderes de la iglesia no residen en ellos. En vez, es la extensión de la autoridad de Cristo. Cuando Jesús comisionó a los primeros ministros de la iglesia Cristiana, El se identificó a Sí mismo como la fuente de autoridad, diciendo: “Toda autoridad en el cielo y en la tierra me ha sido dada. Por lo tanto id y haced discípulos de todas las naciones… Y seguramente estaré con vosotros siempre, hasta el fin del tiempo.” (Mateo 28:18-20). En otras palabras, Cristo tiene la autoridad y Sus agentes pueden servir Su misión si Él va con ellos. El pastor o anciano no tiene autoridad personal sobre nadie. Su ministerio es solo legitimo/autoritativo cuando Cristo trabaja a través del agente humano.

Debemos comprender también de que la autoridad no es abstracta. Es la autoridad para hacer algo con legitimidad, para realizar una función. El caso de Pablo demuestra que la autoridad acompaña la función. Luego de su Teofanía en ruta a Damasco, Ananías lo ordenó al ministerio por imposición de manos (Hechos 9:17-20). Luego, la iglesia de Antioquía lo ordenó nuevamente para una nueva misión por imposición de manos (13:2-4). Claramente, la autoridad ministerial de Pablo acompañó la función la cual había sido llamado en ambos casos. Si hubiera residido en él personalmente, el hubiera requerido sólo una ordenación.

Dada a que la autoridad para el ministerio viene con cada función ministerial cual Dios llama a una persona a realizar, debemos concluir de que Dios llama a las mujeres para todo nivel de autoridad eclesiástica; porque Él las ha llamado para toda función mayor.

Restricciones Mencionadas

La tercera pregunta abierta es esta: ¿Qué restricciones mencionadas coloca Dios para las mujeres en el ministerio? Necesitamos buscar declaraciones directas, no inferencias extraídas de otras declaraciones. Encontramos ninguna. Esto es raro para una idea con tan vehemente oposición. Si a Dios tan (malamente o firmemente) quiere excluir a las mujeres de ciertos tipos de ministerio, ¿por qué no se molesta en decirnos claramente? Si examinamos cuidadosamente toda declaración propuesta como una prohibición a la mujer para ser anciana o pastora, encontramos que cada una cae corta. Incluso las que al principio parecen ser las más claras caen cortas de un “así dice el Señor, las mujeres no debieran hacer esto.”

Los dos textos mayormente usados para oponerse a la mujer en el ministerio provienen de la primera epístola de Timoteo. Ninguno dice lo que se le ha hecho decir, aunque estos parecen ser las declaraciones más claras disponibles de anti-mujeres-en-liderazgo. Si permitimos a Pablo definir su propio lenguaje, descubrimos interpretaciones defectuosas.

El primero de estos textos dice: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.” 1 Timoteo 2:11-12 Reina-Valera 1960 (RVR1960). Esto suena como una prohibición categórica del liderazgo femenino. Con más cercano escrutinio, encontramos que no era tal cosa la intención de Pablo.

En este texto, Pablo liga los términos Griegos para esposa y esposo, no para la mujer y el hombre en general, que significa que él está hablando en el contexto del matrimonio. Más adelante, él le dice a todos los creyentes, no sólo a las esposas, que estén en silencio (verso 2) y en sujeción (Efesios 5:21). Históricamente, la relación de maestro-estudiante carga en si la idea de superior e inferior en situación social. Pablo sostiene de que esto está fuera de lugar en el matrimonio. El texto no requiere que las mujeres sean menores que sus esposos; les instruye a las esposas para que dejen de dominar a sus maridos. En esencia, Pablo llama a las mujeres en cuestión para que sean buenos modelos de Cristiandad. Eso es todo. Él ni siquiera está lidiando con el liderazgo eclesiástico allí.

El segundo testo a menudo usado para oponerse a la mujer en el ministerio dice: “Ahora el obispo debe ser… el marido de una sola esposa…” (1 Tim. 3:2) y luego dice que el candidato debe “manejar bien su propia familia.” La combinación de estos dos rasgos se ha utilizado ampliamente como un caso hermético en contra de la mujer sirviendo este rol; dado que ambos criterios están relacionados con el comportamiento masculino.

El dejar que Pablo defina su propio lenguaje una vez más cambia la imagen. De sus palabras, podemos deducir que Pablo asume que los candidatos en Efesios son masculinos, de que ellos deberían ser monógamos, y que ellos debieran tener un buen registro administrativo. Lo que él dice por lejos queda corto de prohibir a las mujeres para que nunca sirvan en este rol. Podemos estar seguros que él quiere decir que no hay tal prohibición porque el pone en lista las mismas cualificaciones para los diáconos (v. 12) pero luego apoya a una diaconiza (Rom. 16:1, Griego diakonon).

Sin leer entre líneas, no podemos encontrar texto alguno que prohíba a la mujer liderar en los niveles más altos de la iglesia. En vez, encontramos ejemplos al contrario.

El Rol de la Iglesia

La cuarta pregunta abierta es esta: ¿Qué rol juega la iglesia de Dios para decidir a quién Él llama? De las cuatro preguntas abiertas, esta es la mas descuidada. Sin embargo, sugiero que es la pregunta más importante de todas. Podríamos estar tratando de solucionar un tema del cual Dios se ha reservado para Sí Mismo. La precausión está a la orden.

Dios si da a Su iglesia un rol en el proceso. En varias ocasiones, la iglesia es llamada a discernir cuidadosamente a quién Él ha llamado. Cuando esto sucede, Él pide a la iglesia que vean dos criterios. El primero es el fruto del Espíritu (1 Cor. 12:4-6; Tito 1:7-9), o carácter piadoso. El segundo son los dones del Espíritu (1 Cor. 12:4-6, 21), o la habilidad para la tarea. El rol de la iglesia se limita a reconocer el llamado luego de los hechos, identificando lo que Dios ya ha realizado en una persona.

Una prueba más de que Dios se reserva el derecho de seleccionar por Sí mismo es que llamó algunos contra la voluntad de su pueblo. Ejemplos incluyen a Pablo, el perseguidor de la iglesia (Hechos 9:1-15, 26), y muchos profetas. Dios llama a quien quiera que desea llamar. ¿Nos atreveremos a pararnos en Su camino? Si vemos los frutos del Espíritu (un carácter piadoso) y los dones del Espíritu (la habilidad para la tarea), no tenemos derecho para oponernos al ungido del Señor.

Conclusión

Las preguntas estrechas que han enmarcado la conversación hasta el día de hoy todavía crean limitaciones fuertes para un consenso. Las preguntas sobre roles de género en la Creación y en la caída, así también los paradigmas ministeriales como el sacerdocio, obispado, apostolado, y matrimonio deben ser puesto en balanza.

Mientras pesas estas preguntas, mantén las preguntas abiertas firme en mente y trata con cuidado al distinguir entre qué hay en cada texto y qué es lo que se extrae de entre líneas. Va a encontrar, yo creo, de que el caso en contra de la mujer en el ministerio es hecha por inferencia en vez de declaraciones explícitas de la Escritura. Esto debiera pausarte. Nos conviene dejar a Dios a que llame a quien quiera Él llamar. Él está seguro de saber lo que Él está haciendo.

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