La mujer como pensamiento de Dios: Parte I
Por Daniel A. Mora
El relato de Génesis 2, es un bosquejo un poco más detallado que profundiza lo general de Génesis 1. En esta exploración del humano como ser creado (exnihilo), nos encontramos con un texto que más allá de convertirse en un mero relato, es propiamente un concepto antropológico.
[1] LA MUJER EN EL PENSAMIENTO DE DIOS: A una acción, antecede el pensamiento; y la mujer no fue creada como mera acción, sino que fue pensada por Dios. Así, es como se introduce a la mujer en el relato: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada» (Gn 2:18). El hecho de que Dios como sujeto, piense en la mujer, es una muestra de que, la existencia de la mujer es vital para la existencia de la humanidad. El primer enunciado reconoce esta vitalidad: «No es bueno que el hombre esté solo» (2:18a). Es lo contrario a la frase «he aquí que era bueno» (1:31), dicha para resaltar que la acción de creación estaba destinada para la existencia de lo humano. Sin embargo, el hombre no percibió lo que Dios sí.
La mujer se forma entonces en el pensamiento de Dios, más no del hombre. Así, el segundo enunciado (2:18b) es de innovación, como lo indica el verbo עָשָׂה (qal). Es decir, Dios se convierte en una especie de ingeniero para hacer una obra monumental, se emplea la misma forma verbal en 11:4: «Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre…». Ella, será creada por Dios como la contraparte del hombre, como «ayuda adecuada» (2:18b NVI).
No haríamos justicia a la riqueza del texto, sí solo hacemos una lectura simple del mismo. Es imperante que nos detengamos a reflexionar sobre esta frase. Se emplean dos vocablos, כְּנֶגְדּֽוֹ רעֵ֖זֶ (‘êzer kə·neḡ·dōw). El sustantivo ‘êzer, se traduce propiamente como «ayuda» en la dirección de «socorro». En este sentido Dios se presenta como el ‘êzer de la humanidad: «Mi socorro viene de Jehová» (Sal 121:2 R60 cf. 33:20; 70:5). La ayuda aquí, no es concebida en los términos de servidumbre, sino de «socorro». Después de Dios, la mujer es quien «socorre» al hombre, y es propio decir que ella es la única dentro del concepto de humanidad que puede auxiliar al hombre. Pero, para que ella pueda ser ayuda, Dios la concibe como IGUAL al hombre. Así, el sustantivo kə·neḡ·dōw se traduce «delante, una contra parte», la mujer esta cara a cara, a la misma altura que el hombre. Esta expresión en todo el AT es de igualdad, sin importar los rangos, posición social o el contexto, todos los humanos son iguales (1 R 20:27; 2 R 1:13; Sal 22:25).