Kit Watts – El ascenso y la caída de las mujeres adventistas en el liderazgo

El ascenso y la caída de las mujeres adventistas en el liderazgo

Factores históricos que afectaron el número, la influencia y el estatus de las mujeres líderes en los últimos  150 años.

Por Kit Watts

 Al comienzo del siglo XIX en los Estados Unidos las mujeres tenían el mismo estatus legal aproximadamente que los niños y los esclavos. Las mujeres casadas generalmente no podían ser dueñas de propiedades independientemente de sus esposos. Si ellas tenían un empleo, sus esposos podían apoderarse de sus salarios. La potestad legal acerca de sus hijos residía completamente en las manos de sus padres[1]. Las mujeres no eran admitidas en colegios y universidades. Ellas no tenían permitido acceder a algunas profesiones.  Ellas no podían votar ni ocupar puestos públicos. Y no tenían permitido hablar en público[2]. Cada vez que estas costumbres y leyes eran desafiadas mediante propuestas para cambiar o ampliar el rol de las mujeres en el hogar, la iglesia o la sociedad, lo más probable es que se suscitaran debates emocionales.

Dadas las restricciones que tenían en general las mujeres del siglo XIX, ¿Cuáles fueron las actitudes en la Iglesia Adventista primitiva hacia las mujeres? ¿Cómo se compara esto con lo que le estaba pasando a otras mujeres en otros grupos cristianos? ¿Fue Elena de White una excepción en nuestras filas o hubo una cantidad significativas de mujeres adventista que sirvieron como líderes electas y figuras públicas? ¿Qué tendencias han surgido en los últimos años?

Este artículo examinará brevemente estas cuestiones y dará evidencia de los ascensos y descensos de las mujeres adventistas en posiciones ministeriales y de liderazgo.

Separadas y Desiguales

Las razones que se daban a principios del siglo XIX para al bajo estatus social de las mujeres no eran nuevas, sino que se originaron en los tiempos de los Griegos y los Romanos. Se pensaba que las mujeres eran físicamente débiles, intelectualmente frágiles, y emocionalmente inestables. Por lo tanto, se les asignaba  una esfera separada de los hombres.

El valor moral de las mujeres también fue debatido a través de los siglos. Aristóteles teorizaba que las mujeres eran hombres “mal engendrados”. Ellas eran “más débiles y más frías por naturaleza”, decía él, “y debemos considerar el carácter femenino como de un tipo de deficiencia natural”[3].

Tomás Aquino (1227-1274) pensaba que Aristóteles había ido demasiado lejos. Él razonaba que en la creación no se pudiera haber creado nada “mal engendrado”. Aun así, la única obra que Aquino podía imaginarse en que las mujeres podían ayudar a los hombres era la procreación. En cualquier otra cosa, “un hombre puede ser ayudado más efectivamente por otro hombre”[4].

Esta clase de opiniones persistían en el siglo XIX. En 1840 un escritor de la Godey’s Lady Book (El libro Goodey para señoritas), una de las primeras revistas para mujeres en los Estados Unidos, definió a las mujeres como “el eslabón conector… entre el hombre y los animales inferiores, poseyendo un rango central entre los instintos misteriosos de los últimos y las energías inalcanzables del primero”[5]

Suelo del Evangelio.

Las enseñanzas cristiana a menudo eran usadas para confinar a las mujeres. Pero las semillas del cambio que llegaron a modificar el rol de las mujeres en la sociedad no brotaron de fuentes seculares, sino del suelo del Evangelio. Indicios de esto comenzaron en la década de 1740 con el Primer Despertar que barrió Inglaterra y las colonias americanas. La religión sacó a las mujeres de las sombras.  “La misma experiencia de conversión, por ejemplo, se convirtió en un ritual público en el cual las mujeres eran animadas a unirse”.

John Wesley, fundador del Metodismo en Inglaterra, tomó otro paso al darles a las mujeres responsabilidades públicas, primero en pequeños grupos de otras mujeres. Más tarde, él “le dio la bienvenida a la predicación pública, en las formas de oraciones, testimonios personales, exhortación, y exposición de literatura religiosa”[6].

Mientras que las iglesias principales, como las presbiterianas, luteranas y episcopales se atrasaron al expandir los roles de las mujeres, los nuevos grupos evangélicos rápidamente les dieron voz a las mujeres[7]. En Inglaterra George Fox defendió a partir de la Escritura la igualdad de las mujeres y justificó que hablaran en público.

Alentadas por esta visión, mujeres predicadoras cruzaron el Atlántico y soportaron enormes adversidades –incluso la tortura y la muerte- para compartir los ideales Cuáqueros en América[8].

Si tales ideas florecieron en el Gran Despertar, ¿qué ocurrió en el Segunda Gran Despertar (1787-1825)? Una vez más el poder convincente del evangelio sacó a las mujeres de los roles tradicionales[9].

Entre las primeras reformas en las cuales las mujeres norteamericanas participaron  públicamente, estaba el movimiento abolicionista. Despertado y vitalizado por principios cristianos, las mujeres pronto comenzaron a encabezar otras reformas sociales. Ellas congregaron miles para unirse a la Unión de Mujeres Cristianas para la Temperancia. Ellas trabajaron incansablemente. Para mejorar las condiciones de asilos mentales, prisiones, hospitales y escuelas.

Mediante la diligencia y el auto-sacrificio ellas organizaron y fundaron grandes sociedades misioneras que alcanzaron a la India, África, China y las islas del mar.

El Mundo de Elena

Elena de White nació en 1827 en un hogar metodista en Maine. La esperanza y la emoción la capturaron, junto a sus padres y hermanos, cuando William Miller predicó que Cristo regresaría en 184 o 1844. Aunque los Harmon fueron desfraternizados de su congregación local por su ferviente fe adventista, pareciera que ellos retuvieron muchas de sus creencias metodistas y prácticas de adoración.

Analizaremos aquí la ocasión cuando Elena tuvo su primera visión. Después del Gran Chasco, ella estaba con un pequeño grupo de otras mujeres jóvenes, un contexto apropiado para las mujeres evangélicas de su tiempo.

Fueron estas mujeres jóvenes, junto con la familia Harmon y otros, quienes alentaron a Elena a aceptar lo que ella consideraba un llamado asombroso y abrumador –el llamado a hablar públicamente a audiencias mixtas acerca de su inusual experiencia religiosa. Parte de su reticencia a hacer esto se originaba en su juventud, timidez y mala salud. Porque para una mujer, orar o hablar públicamente tanto a hombres como a mujeres, era algo atrevido en aquellos días, incluso en círculos religiosos.

En 1889 Elena recordó que su hermano le había suplicado que no hable en público. “Te suplico que no traigas desgracia sobre la familia. Haré lo que sea por ti si tu no sales como una predicadora”, él le escribió.

Elena respondió: “¿Cómo puedo traer desgracia sobre la familia si predicó a Cristo crucificado? Aún si me dieras todo el oro que puede entrar en tu casa, no cesaría de dar mi testimonio para Dios”[10].

Cuando el predicador de revives Charles Finney comenzó a permitir que las mujeres asuman roles públicos en 1827, sus compañeros predicadores lo acusaron de apoyar una causa que dividiría iglesias[11]. Phoebe Palmer, una predicadora metodista, era desafiada frecuentemente acerca de la propiedad de su labor pública. En 1859 ella publicó un libro de 429 páginas en defensa de las mujeres hablando en la iglesia, comenzando sus argumentos bíblicos de Joel 2:28[12].

La opinión de los pioneros adventistas

Joel 2 era un terreno familiar para los primeros adventistas del séptimo día por motivos similares. Para responder al criticismo acerca del ministerio público y profético de una mujer específica (Elena Harmon de White, que se había casado con James en 1846), ellos trataron el rol de las mujeres en general.

Tan pronto como el 30 de Julio de 1861, Urías Smith, el editor de la Review and Herald, reimprimió un artículo de la Portadown News, con estas palabras de aprobación: “Nosotros consideramos el siguiente [artículo] como una vindicación triunfante del derecho de las hermanas de tomar parte en la adoración pública a Dios. El escritor aplica la profecía de Joel –Tus hijas profetizarán, etc., a la predicación de mujeres; pero mientras que [el artículo] acepta la predicación pública de algún tipo, nosotros pensamos que esto es apenas la mitad de su significado”.

El 18 de Agosto de 1868, en la Review and Herald, M. W. Howard habló de “ese conservadurismo el cual fácilmente se asusta de la prominencia concedida a las mujeres”.

El tema del rol público de las mujeres en la Iglesia Adventista resurgió muchas veces. En 1879 J. N. Andrews y James White escribieron artículos apoyándolo, al igual que G. C. Tenney en una editorial publicado primero en 1892 y reimpreso en 1894[13].

Una defensa de las mujeres

Elena de White se convirtió en una modelo y portavoz para las mujeres adventistas contemporáneas. Ella alentó a las mujeres para que haga uso de sus talentos tanto en roles tradicionales y no tradicionales (públicos). Ella también le pidió a los hombres que las apoyaran. Las siguientes declaraciones ilustran su creciente convicción de que las mujeres deberían involucrarse en el ministerio público.

En 1878: “Hermanas, Dios las llama a trabajar en el campo de cosecha y ayudar a juntar las gavillas”[14].

En 1886: “Fue María la primera [persona] que predicó a Jesús resucitado; y la influencia refinadora y suavizadora d las mujeres cristianas es necesitada en la gran obra de predicar la verdad ahora”[15].

En 1898: “Hay mujeres que debieran trabajar en el ministerio evangélico. En muchos aspectos ellos harían más bien que los ministros que no visitan al rebaño de Dios”[16].

Elena de White siempre apoyó la importancia del rol de la madre al criar a los hijos. Al igual que los cristianos a su alrededor, ella vió el hogar como una misión de elevada prioridad[17]. La investigación, sin embargo, me llevó a concluir que la Elena de White más anciana se volvió más enfática acerca del lugar de la mujer en el ministerio público[18]

Elena de White también fue una defensora declarada por sueldos justos y políticas que afectaban a las mujeres. En 1898, por ejemplo, ella declaró: “Si una mujer es nombrada por el Señor para hacer un cierto trabajo, su trabajo debe ser estimado de acuerdo a su valor. …se puede pensar que es un buen plan el de permitir que algunas personas entreguen sus talentos y labores fervientes a la obra de Dios, mientras ellos no retiran nada de la tesorería. …Dios no ha puesto su sanción en un plan así”[19].

Mujeres que toman decisiones

¿Qué impacto tuvo la defensa de Elena de White sobre las mujeres y la iglesia? Una medida puede ser la considerable cantidad de mujeres a quienes la iglesia empleo en roles de liderazgo clave.

Berthe Dasher ha tabulado el número de mujeres líderes en los SDA Yearbooks (Anuarios adventistas del séptimo día) por varios años (ver las gráficas). Este estudio muestra que mientras varias mujeres fueron alguna vez elegidas para roles claves de toma de decisiones, hoy no hay casi ninguna.

En 1905, por ejemplo, las mujeres ocuparon 20 de las 60 posiciones de tesoreros de asociaciones. El número de mujeres encabezando departamentos de asociaciones era aún más destacado. En 1915 aproximadamente dos tercios de los 60 líderes de departamentos de educación y más de 50 de los 60 líderes del departamento de la Escuela Sabática eran mujeres.

Como las gráficas muestran, la influencia de las mujeres como tomadoras de decisiones en la Iglesia Adventista del Séptimo Día llegó a su climax ente 1900 y 1915.

Algunas de estas mujeres que ocuparon altos puestos muy temprano en la historia de nuestra iglesia. Tres fueron elegidas como tesoreras de la Asociación General antes del cambio del siglo: Adelia Patten Van Horn (1871-1873), Fredricka House Sisley (1875-1876), y Minerva Jane Loughborough Chapman (1877-1883).

Unas pocas ganaron prominencia después de la muerte de Elena de White en 1915. Una fue Flora Plummer, cuya carrera empezó durante la vida de Elena de White cuando ella fue elegida secretaria de la Asociación de Iowa en 1897. Plummer también fue la primera mujer de la que se sabe que fue presidenta interina de una asociación (cuando Clarence Santee fue llamado a California en 1900)[20]. La contribución más recordada de Plummer sucedió durante los 23 años en que ella lideró el Departamento de la Escuela Sabática de la Asociación General (1913-1936). Ningún líder de Escuela Sabática de la Asociación General ha excedido su record.

Mujeres evangelísticas y predicadoras

Otra medida del impacto de la defensa de Elena de White puede ser mostrada por la cantidad de mujeres adventistas que portaron licencias ministeriales. Usando listas encontradas en los viejos SDA Yearbooks (Anuarios adventistas), que comenzaron a ser publicados en 1883-1884. Josephine Benton descubrió al menos a 53 mujeres con licencias ministeriales entre 1884 y 1975. La mayoría trabajó en los Estados Unidos, pero algunas recibieron sus licencias en Finlandia, Nueva Zelanda, China y Sudáfrica. Veintiocho de estas mujeres recibieron licencias en los treinta años entre 1884 y 1915. Desde ese punto, el número decreció rápidamente. En los 60 años entre 1915 y 1975, solo 25 nombres de mujeres aparecen en la lista (El fin de esta práctica en la década de 1970 cuando la cuestión de la ordenación de la mujer surgió. La iglesia en ese entonces, finalizó su práctica de 100 años de conceder licencias ministeriales a mujeres).

En realidad, más de 53 mujeres han portado una licencia ministerial en la historia adventista; el SDA Yearbook, como cualquier registro, tiene errores. El registro de Sarah A. Hallock Lindsay refleja estos errores. Como una evangelista pionera entre las iglesia en New York durante un período marcado por la apostasía y la deserción, ella recibió una licencia en 1872[21]. Sin embargo, su nombre no aparece en el SDA Yearbook sino hasta 23 años más tarde, en 1895[22]. Los registros pueden ser perdidos o pasados por alto. Helen Stanton Williams asistió al Colegio de Battle Creek y se convirtió en una instructora bíblica, una oradora de reuniones campestres y una efectiva evangelista. De acuerdo con el SDA Yearbook, ella recibió una licencia ministerial por primera vez en 1897. En 1906 ella y su esposo se convirtieron en pastores en Chicago, cada uno dirigiendo iglesias separadas. Más tarde ellos fueron misioneros en Sudáfrica. Más tarde en su vida Williams fue acusada de mentir acerca de haber tenido una licencia ministerial. Un líder de la iglesia asumió que ella había sido deshonesta cuando ella no pudo encontrar su registro[23]. Después al descubrimiento de Benton, Bert Haloviak ha encontrado los nombres de una docena de mujeres que recibieron licencias ministeriales de parte de seis asociaciones antes de 1884. Los nombres de al menos dos de ellas, Helen Morse e Ida Ballenger, no aparecen en los SDA Yearbooks en absoluto[24]. Por lo tanto, el número total de mujeres adventistas que han portado es definitivamente más grande que 53.

La importancia de las licencias ministeriales

¿Cuán importantes eran las licencias ministeriales para los pioneros adventistas? ¿Las recibían las hombres y mujeres de la misma manera? Las licencias eran tomadas muy seriamente en el siglo XIX. Por ejemplo, Haloviak indica que la Asociación de Michigan adoptó una resolución en 1881 pidiéndoles a las iglesias a no “animar a individuos a predicar que no tengan una licencia”[25]. Por cierto tiempo quienes recibían licencias eran testeados cada año. Las mujeres “seguían el mismo camino al ministerio que los varones seguían”[26]. Ellas recibían el mismo entrenamiento y debían realizar los mismos exámenes. Ellas recibían un sueldo de las asociaciones locales o la Asociación General de los fondos de diezmos. Aunque el énfasis del ministerio adventista cambio con el tiempo, las mujeres eran tan efectivas como los hombres en todos los roles, como evangelistas, pastoras distritales y pastoras locales[27].

¿Por qué el declive?

Varios factores contribuyeron al dramático declive de tanto las mujeres adventistas líderes como de las pastoras con licencia. En 1923, por ejemplo, los líderes de la iglesia establecieron nuevas políticas en el Concilio Otoñal con la intención de asegurar que los líderes departamentales sean ganadores de almas. Ellos recomendaron que “en el futuro, los secretarios de los misioneros hogareños y misioneros voluntarios sean seleccionados entre quienes tengan experiencia exitosa en la obra evangelística, preferentemente ministros ordenados”. Las mujeres habían ocupado muchas posiciones departamentales hasta entonces. Estas nuevas políticas se convirtieron en un factor clave del declive en posiciones administrativas en la iglesia, porque las mujeres no eran ordenadas[28].

Las tendencias socioeconómicas en los Estados Unidos impactaron la iglesia[29]. Durante la gran depresión los líderes adventistas establecieron políticas diseñadas a salvar la iglesia de la ruina financiera. Algunas de estas impactaron más negativamente sobre las mujeres que los hombres, incluyendo recortes de sueldos, fusión de asociaciones y límite de términos para las posiciones en las asociaciones[30].

Mientras los presupuestos se achicaban, los ministros ordenados a menudo eran los últimos en perder sus trabajos. Al faltarles una credencial, las mujeres eran más vulnerables.

Hubieron otros factores. La cantidad de ministros varones entrenados profesionalmente se incrementó. Mientras los hombres regresaban a casa al final de la Segunda Guerra Mundial, la sociedad norteamericana le dio más énfasis al hogar y la maternidad[31].

La muerte de Elena de White en 1915 no debe ser subestimada como un factor en el declive de la visibilidad de las mujeres en la iglesia. Cuando una voz defensora es silenciada, hay menos iniciativa a mantener políticas inclusivas, especialmente si los líderes han tenido dudas acerca de ellas para empezar.

Algunos tenían estas dudas. Si todos hubieran estado de acuerdo con el punto de vista de Elena de White, ella no hubiera tenido que escribir el consejo mostrado sobre el pago justo.

Más mujeres, menos credenciales

Otro elemento que contribuyó al declive en el número de mujeres que recibieron licencias ministeriales desde 1915: el juicio subjetivo de los administradores de la iglesia. Los líderes no siempre han estado dispuestos, o no siempre han recibido permiso, para medir el ministerio de las mujeres usando el mismo criterio para medir el ministerio de los hombres.

Con toda seguridad, el número real de mujeres adventistas realizando trabajos evangelísticos y ministeriales se ha incrementado desde 1915. Pero el número de administradores que han concedido las credenciales apropiadas reconociendo el contenido y la calidad de la obra de estas mujeres ha descendido.

El estudio de un caso

La historia de la credencialización de mujeres en Finlandia ilustra una tendencia a dar licencias ministeriales solo a hombres. La primera obrera ministerial nativa de Findandia –hombre o mujer- fue Alma Bjugg. Una ex capitana del Ejército de Salvación, ella estaba equipada para ser una líder y ser reconocida[32].

El SDA Yearbook muestra a Bjugg (escrito alternativamente como “Bjdigg”) como portando una licencia ministerial en 1904 y 1905. Bjugg, por ese entones, tenía 40 años; ella continuo su ministerio. En 1909 ella estaba recibiendo una licencia como instructora bíblica. ¿Por qué no se le renovó la licencia ministerial? ¿Cambió realmente la naturaleza de su trabajo o los líderes de la unión o división lo vieron de manera diferente?

De hecho, mientras el tiempo pasaba, las licencias ministeriales llegaron a ser concedidas en toda la Iglesia Adventista no considerando el trabajo, sino el género?

Las estadísticas para 1949 en Finlandia es una ilustración de esta tendencia. La iglesia allí poseía 12 pastores ordenados y 12 pastores con licencias, todos ellos hombres; y 36 personas con licencias misioneras de las cuales 25 eran mujeres. Entre estas 25 mujeres 11 eran obreras institucionales. De las otras 14, nueve eran consideradas personas conocidas por ocupar posiciones ministeriales[33].

Esta estimación es ampliamente respaldada por artículos describiendo cruzadas de mujeres evangelísticas en el Northern Light[34], una revista adventista para Europa. En otras palabras, en 1949 al menos nueve mujeres no recibían las credenciales que representaban la verdadera naturaleza ministerial de su obra. Desde el comienzo del siglo XX se considera que entre 20 y 40 mujeres en Finlandia han realizado trabajos ministeriales[35]. Aun así, Alma Bjugg es la única mujer conocida que ha tenido una licencia ministerial. Dada que esta dicotonomía ha existido por varias décadas, la Unión Finlandesa en 1986 sorprendió tanto a la División Europea del Norte y a la Asociación General al pedir para rectificar la situación. Lo que estaban pidiendo, sin embargo, no era licencias ministeriales para mujeres. Finlandia quería ordenar mujeres[36]. W. Duncan Eva, president de la División Europea del Norte, transmitió la cuestión de Finlandia y buscó consejo del secretario de la Asociación General, W. R. Beach[37]. Beach respondió que los adventistas no habían ordenado mujeres en el pasado. Él sugirió que los líderes de la Asociación General y la división debieran mirar “el problema” durante el Concilio Bianual de 1968[38].

Estas dos cartas comenzaron un debate de 27 años que aún está en camino[39]. La ordenación de la mujer permanece como un asunto controvertido.

En conclusión

En 1915 muchas mujeres adventistas ocupaban puestos de toma de decisiones. Debido a que la iglesia era relativamente pequeña por ese tiempo (alrededor de 137.000 miembros en todo el mundo), las mujeres eran una proporción notable de los líderes de la iglesia. Pero su número declinó dramáticamente. En el tiempo en que la Segunda Guerra Mundial terminó, las mujeres adventistas perdieron casi todo el terreno que habían ganado en los 00 años previos. Ellas se desvanecieron por completo del liderazgo de las asociaciones. Ahora, 50 años más tarde, se ha vuelto más y más difícil recordar la prominencia y efectividad de las mujeres.

En una tendencia similar, el número de mujeres que poseían licencias ministeriales ha decrecido. Durante la última parte de la década de 1970 la iglesia a abandonado su práctica de 100 años de entregar licencias ministeriales a mujeres.

A pesar de estas adversidades hay mujeres adventistas que han mantenido la fe. Las historias de su valentía y logros persisten. Ellas predican, evangelizan, y ministran a lo largo y ancho del mundo, aunque su trabajo no será evaluado o reconocido apropiadamente.

¿Es posible que actualmente muchos adventistas del séptimo día hayan olvidado –o nunca han tenido la oportunidad de aprender- acerca de la rica e innovadora historia de la iglesia cuando las mujeres adventistas eran bienvenidas como compañeras iguales en la vida, puestos de toma de decisiones, y misión del evangelio de la Iglesia?


Esta es una traducción del artículo “The  rise  and  fall of  Adventist  women in  leadership” de Kit Watts, que se publicó en la edición de Abril de 1995 de la revista Ministry pp. 6-10


 

Referencias

[1] Lorna Tobler, “A More Faithful Witness (Artículo no publicado presentado en la Conferencia de Profesores de Religión de la Costa Oeste, 2-4 de Mayo de 1985), pp. 2-6

[2] Ver, por ejemplo, Sheila Ruth,  Issues  in  Feminism,  a  First  Course  in Women’s  Studies  (Boston: Houghton-Mifflin  Co., 1980),  pp.  322-326.

[3] En Ruth,  p.  98.

[4] Ibid.,  p. 99

[5] Godey’s  Lady’s  Book 20  (1840):  273.  Citado en Ann  Douglas,  The  Feminization  of  American  Culture  (New  York:  Avon  Books/Alfred  A.  Knopf, 1978),  p.  67.

[6] Barbara  J.  MacHaffie,  Her  Story:  Women in  Christian  Tradition  (Philadelphia: Fortress Press,  1986),  p.  84.  (énfasis añadido)

[7] Barbara Brown  Zikmund,  “The  Feminine Thrust  of  Sectarian  Christianity,”  in  Women  of Spirit,  ed.  Rosemary  Ruether  and  Eleanor McLaughlin  (New  York:  Simon  and  Schuster, 1979),  pp.  206-209.

[8] MacHaffie,  pp. 90,  91

[9] Dorothy  C.  Bass,”  ‘Their  Prodigious  Influence’:  Women,  Religion  and  Reform  in  Antebellum  America,”  in  Ruether  and  McLaughlin,  p. 281.

[10] De  “Looking  for  That  Blessed  Hope,” un sermón que  Elena de  White  predicó en  Washington, D.C.,  el 26 de Enero de 1889. En  Signs  of  the  Times, 24 de Junio de 1889.

[11] Nancy  Hardesty,  Lucille  Sider  Dayton,  and Donald  W.  Dayton,  “Women  in  the  Holiness Movement:  Feminism  in  the  Evangelical  Tradition,”  in  Ruether  and  McLaughlin,  p. 230.

[12] Charles  Edward  White,  The  Beauty  of  Holiness  (Grand  Rapids:  Zondervan,  1986),  pp.  187-193.

[13] J.  N.  Andrews,  “May  Women  Speak  in Meeting?”  Review  and  Herald,  2 de Enero de 1879;  James White,  “Women  in  the  Church,”  Review  and Herald,  29 de Mayo de 879;  G.  C.  Tenney,  “Woman’s Relation  to  the Cause  of  Christ,”  Review  and Herald,  24 de Mayo de 1892.  (Reimpreso el 5 de Junio de 1894.)

[14] Review  and  Herald,  19 de diciembre de 1878.  Citado en Ellen  G.  White,  Evangelism  (Washington,  D.C.: Review  and  Herald  Pub.  Assn.,  1946),  pp.  477, 478.

[15] Signs  of  the  Times, 16 de septiembre de  1886.  Citado en Ellen  G.  White,  Welfare  Ministry  (Washington, D.C.:  Review  and  Herald  Pub.  Assn.,  1952)  p. 146.  (énfasis añadido

[16] Manuscrito 43a,  1898. Citado en The Evangelismo, p. 472.

[17] Ver  Michael  Pearson, “Early  Adventist Women:  In  the  Shadow  of  the  Prophetess,” Millennial  Dreams  and Moral  Dilemmas  (Cambridge, England:  Cambridge  University  Press, 1990),  pp.  134-151.

[18] Ver  Kit  Watts,  “The  Role  of  Women  in  the Seventh-day  Adventist  Church,”  pp.  21-46. Este manuscrito no publicado se completó en Febrero de 1972 y estuvo entre aquellos artículos estudiados en el Concilio de Camp Mohaven sobre el Rol de la Mujer en Septiembre de 1973.

[19] White,  Evangelism,  p.  491.

[20] La única otra mujer adventista conocida actualmente por haber sido una presidenta interina de asociación desde 1900 es Phyllis Mosley Ware. Ver Wanda  Grimes Davis,  “Woman  Becomes  Acting

President  as  Conference  Weathers  Crisis,” Adventist  Woman,  Junio/Julio de  1994,  p.  1.

[21] Brian  Strayer,  en  Adventist  Heritage  11,  No. 2  (otoño de 1986):  18-24.

[22]  Josephine  Benton,  Called  by  God (Smithsburg,  Md.:  Blackberry  Hill  Publishers, 1990),  p.  229.

[23]  Ibid.,  pp. 24,  25.

[24] Bert Haloviak,  “Longing  for  the  Pastorate:Ministry  in  the  19th  Century” (manuscrito no publicado),  p.  9.

[25] Ibid.,  p.  8.

[26]  Ibid.,  p. 1.

[27] Ibid.,  pp.  34,  35.

[28] Actions  of  the  Autumn  Council,  9-17 de octubre de 1923,  p.  21.  Ver también  Bert  Haloviak,  “Adventism’s Lost  Generations:  The  Decline  of  Leadership Positions  for  SDA  Women”  (manuscrito no publicado, 10 de Mayo de 1990).

[29] Ver Pearson,  pp.  152-155

[30]  Patrick  L.  Alien,  “Effects  of  the  Depression on  the  Role  of  Women  in  the  Seventh-day Adventist  Church”  (unpublished  honors  paper presented  at  Andrews  University  in  May  1985).

Citado en “Women  in  SDA  Leadership  Lost  Ground During  Depression,”  Adventist  Woman,  Julio/Agosto de 1985,  p.  4.

[31] Ver  Bertha  Dasher,  “Women’s  Leadership, 1915-1970:  The  Waning Years,”  en  A  Woman’s Place:  Seventh-day  Adventist  Women  in  Church and  Society,  ed. Rosa  Taylor  Banks (Hagerstown,Md.:  Review  and  Herald  Pub.  Assn., 1992),  p. 76.

[32] Carta a la autora Anna-Liisa Halonen,  tesorera de la Unión de Finlandia, 18 de Noviembre de 1994

[33] Ibid.

[34] El éxito de mujeres evangelistas en la década de 1950 como se reportó en el Northern Ligh incluye estos ejemplos: E.  L.  Minchin,  “Itinerating  in Sweden  and  Finland,”  March  1951,  p.  10;  foto de seis mujeres evangelistas publicada en Octubre de 1952, p.  5;  Hanna  Vaananen,  “Women  Evangelists  in Finland,”  Noviembre de  1952,  p.  7;  Ida  Matilainen, “Jesus  Christ,  the  Same  Today,” Enero de  1953, p.  7;  C.  Gidlund,  “East  Nordic  Union  [news notes],”  Enero de  1954,  p.  8;  C.  Gidlund,  “An Evening  With  the  Northern  European  Division [1 de Junio de 1954],  Julio/Agosto de  1954,  p.  5;  A.  F.  Tarr, “Northern  European  Division,”  Julio/Agosto de  1954,  p.  11;  Onni  Peltonen,  “Greetings  From Finland,”  Abril de  1957,  p.  7.

[35]  Carte de Anna-Liisa  Halonen.

[36] Esta no es la primera vez que los adventistas han discutido la ordenación de la mujer, En 1881, la Asociación General pasó la resolución; “RESUELTO, que las mujeres que posean las cualificaciones necesarias para ocupar esa posición, puedan, con perfecta propiedad, ser separada mediante la ordenación, para la obra del ministerio cristiano” (Review  and  Herald,  20 de Diciembre de 1881)

[37] 28 de Marzo de 1968,  Archivos de la Asociación General

[38]  15 de Abril de 1968,  Archivos de la Asociación General

[39]  Haloviak  ve la carta de Eva acerca de las mujeres evangelistas finlandesas como un factor que eventualmente resultó en la creación del Concilio sobre el Rol de la Mujer en la Iglesia en Septiembre de 1973,  Camp Mohaven,  Ohio.  Ver  “The  Long Road  to Mohaven,”  Adventist  Woman,  Septiembre/Octubre de 1993,  p.  1.

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