¿Es Bíblica la Teología de la Primacía?

¿Es Bíblica la Teología de la Primacía?

Por Kendra Haloviak-Valentine

 

Los versículos de la Biblia en el Nuevo Testamento a los que a menudo se hace referencia como “los pasajes de la primacía” deben considerarse cuidadosamente y con oración puesto que, como muchos lo notan perceptivamente, las interpretaciones a menudo dicen más acerca de los prejuicios de los intérpretes que de la intención de la Escritura. Emprendemos este breve estudio procurando comprender la Escritura y vivirla fielmente. No nos sorprende que la comprensión de la Escritura es a menudo una tarea desafiante. A veces una nota escrita solo hace dos semanas por una persona amada o un amigo íntimo puede ser mal entendida y requiere una clarificación. Frases escritas hace casi 2,000 años en un idioma que no es el nuestro ciertamente requieren detenimiento y oración cuando buscamos comprenderlas. De modo que procedemos con humildad, agradecidos por un Dios que nos ha hecho a todos una familia. Este documento mostrará que la primacía,[1] como se la entiende con las connotaciones en inglés de [las palabras] gobernante o líder, no está presente dentro de estos pasajes del Nuevo Testamento.

TEOLOGÍA DE ROMA VS. TEOLOGÍA DE PABLO: “¡CÉSAR ES EL GOBERNANTE!” VS. “¡CRISTO ES EL SEÑOR!”

La maravilla de las palabras literales de la Escritura se capta mejor contra el trasfondo del tiempo en el cual fueron escritas. Imagine un mundo donde César reina y todos son vulnerables a sus caprichos. En este mundo el poder es siempre de arriba abajo, y todas las personas están sujetas a la autoridad de aquellos que están por encima de ellos en la escalera jerárquica. Siempre en la cima está el emperador, seguido de la realeza, la elite de los romanos, los mecenas griegos, los soldados, los mercaderes, los negociantes, los campesinos, los enfermos, los esclavos y los intocables. En un mundo tal, la gente sabe su lugar. Si no, la vida no tiene valor; tales vidas pueden fácilmente ser extinguidas.

Entonces llega una carta a un grupo de cristianos que se reúnen regularmente en casas/iglesias en Éfeso. Ellos son una pequeña minoría en esa gran ciudad, pero tratan de permanecer fieles a Jesús. La carta dice: “Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo” (5:21, NVI)[2],  y continúa para mostrar que Cristo, no el César, debe ser el Señor de sus vidas. Cuando el César es reemplazado por Cristo, ¡una manera nueva de pensar es posible! Los cristianos son llamados a un sentido de responsabilidad mutua entre esposos y esposas, padres e hijos, amos y esclavos (5:22-6:9).

En otra carta dirigida a las casas/iglesias en Filipos, se les presenta a los cristianos este desafío: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (2:5, RV 1995), y entonces se les recuerda el sacrificio de Jesús mediante palabras dispuestas en un himno (2:8-11):

Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Aquí está la motivación y la inspiración para otra manera de mirar al mundo. César busca honor y exaltación, aun demandándola de sus súbditos. En contraste, Cristo voluntariamente se convirtió en un siervo sufriente, hasta entró en la tumba y proclamó para siempre mediante sus acciones que la humildad es mejor que el así llamado “poder real”.

Pablo está tan convencido de esta nueva era introducida por Cristo que, en su declaración a las casas/iglesias de Galacia al concentrarse en la centralidad de la fe en Cristo, incluye lo siguiente: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (3:28). Los hombres judíos —que habían orado habitualmente en la sinagoga agradeciendo a Dios que no habían sido hechos gentiles, esclavos o mujeres— como seguidores de Cristo ya no podían orar esa oración. El desafío de Pablo al rito de la circuncisión refleja su convicción de que una nueva creación había comenzado en Jesús (Gálatas 6:15; Romanos 8; 1 Corintios 15) y que esta incluía a los incircuncisos.

YA NO HAY MÁS JUDÍO O GRIEGO

Pablo se explaya sobre la primera frase, “ya no hay más judío o griego”, en su carta más extensa a los Romanos. “Esta justicia de Dios llega, mediante la fe de Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó” (3:22-24, NVI). Esta carta dirigida a aquellos cristianos que trataban de ser fieles en la ciudad capital del emperador concluye con una lista de veintisiete personas que han de ser saludadas en favor del apóstol. Algunos de los nombres son latinos, otros son griegos y algunos son judíos. Esta lista encarna una diversidad maravillosa, todos incluidos y recordados por Pablo. Él saluda a mujeres judías que sirven como diaconisas y como apóstoles (16:1, 7), un converso muy rico de Corinto llamado Erasto (16:23), hombres griegos que se habían unido a la fe (16:14), dos hombres esclavos (16:22-23), y la lista continúa.

YA NO HAY ESCLAVO O LIBRE

Pablo se extiende en la segunda frase, “ya no hay esclavo o libre”, en su corta carta a los que adoraban en la casa de Filemón y Apia. Usando el estilo retórico de un romano bien educado, Pablo urge a Filemón a cambiar su modo de pensar desde el mundo de César, donde el amo está sobre el esclavo, al reino de Dios, donde Onésimo es el propio hermano en Cristo de Filemón. Aunque Pablo podía demandar ciertas acciones de Filemón (v. 8), más bien quería que Filemón respondiese por sí mismo, sobre la base del amor (v. 9). ¿Trataría Filemón a Onésimo como trataría al propio “hijo” de Pablo, su “corazón”, o como trataría al mismo Pablo (vers. 10, 12, 17, NVI)? ¿Vería Filemón que un compañero creyente debe ser considerado “no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado”? (v. 16).

NO HAY MÁS VARÓN NI MUJER

Pablo adopta la tercera frase, “no hay más varón ni mujer”, en varias cartas que son ahora parte de las Escrituras cristianas. En varios lugares dentro de su primera carta a las casas/iglesias en Corinto, Pablo sugiere nuevas formas de entender a la familia. Hombres y mujeres pueden permanecer solteros con su foco de atención en la obra de Dios, en vez de seguir la presión tradicional a casarse (7:25-40). Hombres y mujeres abrieron sus casas como lugares de adoración (16:19), y hombres y mujeres profetizaron (11:4-5). Pablo advierte que, debido a las costumbres y normas culturales (11:16), los hombres debieran mantener sus cabezas descubiertas y las mujeres debieran cubrir su cabello al adorar, puesto que los hogares privados se habían convertido en espacios públicos. Por respeto hacia sus normas culturales del primer siglo, y acogiendo el principio de amar a otros más que a su propia libertad (8:1-13; 10:23-11:1), los hombres debían actuar como actuaban los otros hombres de sus días, y las mujeres debieran actuar claramente como mujeres mientras oran o profetizan (11:3-5). La relación entre Dios y Cristo debía ser el modelo para la relación entre esposos y esposas (11:3).

Al continuar su llamado y advertencias a los miembros de la iglesia en Corinto, Pablo considera la variedad de dones espirituales, y observa que “todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere” (12:11). Se les recuerda entonces a los creyentes que “por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (12:13). ¿Por qué no se incluye aquí el pareado “varón o mujer”? ¿Fue el elitismo debido a razones étnicas o a clase social un problema mayor que el sexismo cuando se vino a ver la distribución de dones, de ahí la advertencia de 12:13? Toda esta sección sobre dones espirituales nunca distingue entre dones para mujeres y dones para hombres (12:1-14:25). A lo largo de toda la sección el enfoque está en la edificación del cuerpo de la iglesia a través de dones que el Espíritu da a todos los miembros, con particular énfasis en el don del amor (13:1-13).

Entonces, ¿por qué se hace esta orden muy específica de que “vuestras mujeres callen en las congregaciones [iglesias]” (14:34)? ¿Se debe a los problemas de hablar en lenguas y de adoración sin orden? Este parece ser el enfoque de la sección (14:26-40). ¿Pero a qué se refiere Pablo en los versículos 14:34-35? ¿El pedido a las mujeres de que les hagan preguntas a sus esposos en la casa (14:35) sugiere que hay un sentido de discusión y conversación animosa (demasiado animosa) mientras están en el culto? Después de decir que “vuestras mujeres callen en las congregaciones”, ¿por qué Pablo entonces pide a los creyentes varones: “¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o solo a vosotros ha llegado?” (14:36) ¿Pablo realmente cita a otros cuando incluye la frase que “vuestras mujeres callen en las congregaciones”? ¿Cómo comprendieron esta carta los creyentes en Corinto, y cómo la misma moldeó su adoración y la comunidad de la iglesia? Después de todo, Priscila y Aquila continuarían su ministerio de establecer casas/iglesias en Roma (Romanos 16:3-5), Efeso (1 Corintios 16:19) y Corinto (Hechos 18). El apóstol también afirmaría la iglesia en la casa de Ninfas (Colosenses 4:15), y la que estaba en la casa de Filemón y Apia (Filemón 1-2). La tensión reflejada en 1 Corintios 14 sugiere que la comunidad cristiana experimentaba diversidad de opinión en cuanto a los cambios que vienen cuando Cristo es el Señor en vez del César.

“FUENTE-CÍA” EN VEZ DE PRIMACÍA

Como quiera que uno entienda la situación en Corinto, y por consiguiente las preocupaciones y órdenes de Pablo a lo largo de la carta, se necesita señalar un punto claramente. La palabra griega kephalē, traducida como cabeza en 1 Corintios, es un juego de palabras, con un uso que corresponde a la cabeza literal de una persona (11:4-7) y el otro significado mejor comprendido como fuente de vida. Si [el nombre] Pablo hubiese significado gobernante o líder, se habría usado otra palabra griega[3]. Pablo está arguyendo que lo que los hombres y las mujeres usan en la cabeza física está conectado con la idea del hombre como fuente de vida de la mujer (11:8, 9). Este argumento continúa con la proclamación: “Sin embargo, en el Señor, ni la mujer existe aparte del hombre ni el hombre aparte de la mujer. Porque así como la mujer procede del hombre, también el hombre nace de la mujer; pero todo proviene de Dios” (11:11-12, NVI).

Aquí es importante entender que el significado de las palabras está determinado no solo por un diccionario sino por cómo son usadas las palabras (kephalē no se usa con el significado de gobernante o líder en el Nuevo Testamento) y por el contexto de las palabras en una oración y un pasaje. El juego de palabras funciona en el versículo 12 solo si lo que se considera aquí es el origen de la humanidad. Pareciera que el código de vestimenta en las casas/iglesias de Corinto se estaba desafiando cuando algunos hombres judíos adoptaron el hábito cultural usado por hombres gentiles que se cubrían la cabeza como un símbolo de status. (Los hombres romanos también se cubrían la cabeza durante algunas celebraciones cúlticas.) Además, algunas mujeres cristianas que dirigían en las oraciones y profetizaban estaban dejando su cabello sin cubrir, lo cual estaba en contra de las normas de la sinagoga judía y emulaba a mujeres romanas de su tiempo. Pablo dice “no” a ambas conductas. Los cristianos varones pertenecientes a la elite no deben hacer alarde de su status, y las mujeres no deben hacer alarde de su libertad. La reputación de las casas/iglesias estaba en juego. En su argumento Pablo apela a la “fuente-cía”, si se quiere así. En el culto ellos debieran seguir los códigos para el cabello y el vestido que recalcan la masculinidad y la femineidad, un recuerdo de la creación y del Dios que creó al hombre y la mujer (11:7-9), y a la vez reconocer que el cubrirse el cabello [con un velo] es una costumbre (11:16). (Recuerdo a mujeres Maasai a quienes encontré en un viaje a Kenya en la década de 1980, para quienes afeitarse la cabeza es la encarnación de la femineidad, mientras que los hombres usan el cabello más largo.) Pablo dice que los miembros de iglesia debieran seguir los códigos de vestimenta en los servicios de culto. Cuando oran, los hombres debieran actuar en forma apropiada. Cuando profetizan, las mujeres debieran abrazar su femineidad como creada por Dios. Uno podría realmente ver que este pasaje refleja la convicción de Pablo de que tanto los hombres como las mujeres son necesarios en la dirección de las iglesias. El uso de este capítulo en Corintios para argumentar en favor de una teología de la “primacía” impone las palabras inglesas similares “cabeza” y “primacía” sobre palabras e ideas que no están presentes en el pasaje.

DISCIPULADO, NO DISTRACCIONES

Cuando un grupo de hombres airados y mujeres ricas estaba causando problemas en las casas/iglesias de Efeso, el apóstol usa un lenguaje fuerte dirigido al pastor de ellos, Timoteo (1 Timoteo 2:8-10). La fraseología a lo largo de esta carta contra enseñanzas falsas sugiere que el mensaje enviado antes a aquellos que vivían en Efeso había sido descuidado al menos por algunos miembros de las casas/iglesias allí. El maravilloso mensaje de que la carne de Cristo derribó “la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades” (Efesios 2:14, 15) se había olvidado, y en cambio la ira y la inmodestia llenaban la iglesia (1 Timoteo 2:8-10).  La comunidad aparentemente tenía mucho que aprender, y la manera rabínica tradicional de aprender, históricamente disponible solo a los hombres, escuchaba calladamente al maestro. Esta pequeña carta sanciona la idea radical de que las mujeres podrían aprender como aprendían los estudiantes varones, “en silencio, con toda sujeción” (2:11). La ostentación de riqueza (2:9) por parte de las mujeres no las descalificaba de su nueva libertad en el evangelio, pero ellas necesitaban aprender antes de que pudieran enseñar a otros (2:12). Cuando oímos estas palabras nuevamente nos preguntamos en cuanto a los eventos que ocurrieron en la ciudad de Efeso y en la pequeña minoría de la población que se reunían como cristianos en las casas/iglesias. ¿Por qué se le recuerda a la iglesia en cuanto a Adán y Eva y se le habla del orden de la creación (2:14)? ¿Dice realmente esta carta que las mujeres se salvan engendrando hijos y por otras buenas obras (2:15), contradiciendo la profunda convicción de Pablo de que la salvación es solo a través de Cristo?

No sabemos por qué algunos de los hombres que se reunían en las casas/iglesias de Efeso estaban airados y quizás eran aun violentos (2:8). Tampoco sabemos por qué algunas mujeres que asistían a los cultos eran extremadamente ricas. ¿Eran conversos? ¿Estaban considerando convertirse? Lo que está muy claro por la descripción del apóstol en 1 Timoteo 2:9-10 es que comunicaban su status a los demás (el trenzado de cabello con oro era un símbolo de status y solo estaba disponible a las extremadamente ricas). ¿Habrían sido en otro tiempo parte de una secta religiosa en el templo de Artemisa (Diana) en su gran ciudad? Esta secta famosa solo tenía sacerdotisas mujeres, que animaban a otras mujeres a tomar control de sus vidas viviendo en celibato. Para algunos miembros de la secta que adoraba a Artemisa, el engendrar hijos era una carga y era inevitable en el mundo del primer siglo a menos que se negasen a tener relaciones sexuales con sus esposos. ¿Es este el trasfondo de estas nuevas adoradoras? ¿Qué están sugiriendo a otros miembros de las congregaciones?

Es irónico e inquietante que uno de los pasajes más liberadores en el Nuevo estamento para las mujeres se ha usado típicamente para suprimirlas: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción” (2:11). Se entendía que aprender “en silencio, con toda sujeción” era la manera en que los estudiantes o discípulos aprendían de un maestro o rabino en ese tiempo. La frase “sentado a los pies” se refiere a la posición del estudiante ante el maestro, y es una señal de respeto y sumisión. Pablo fue esta clase de discípulo ante Gamaliel (Hechos 22:3). En el primer siglo, la oportunidad para estudiar era disponible a muy pocos hombres, y ciertamente a ninguna mujer. Era este mismo desafío a las convenciones sociales lo que incomodó a Marta acerca de su hermana María, “la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra” (Lucas 10:39). ¿Cómo podía su hermana adoptar esa posición tan tradicionalmente masculina (Lucas 10:38-42)? No era justo. Sin embargo, Jesús afirmó a María y tranquilizó a Marta.

Aun cuando a las mujeres se les permitía aprender, 1 Timoteo 2 continúa diciendo: “Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (2:12). ¿Significa que esto es siempre así y en cada situación? ¿O solo en los servicios de la iglesia (lo cual parecería contradecir 1 Corintios 11)? ¿O se refiere específicamente a las ocasiones cuando se escucha al maestro, a fin de ser un buen discípulo (2:11)? ¿Es esta una orden a los nuevos creyentes que solo recientemente habían dejado el culto a Artemisa? Algunos traducen “enseñar o tener autoridad” como teniendo un sentido de “tratar de dictar” a los hombres o “tomar control” sobre otros. ¿Exactamente qué sucedía en Efeso? No sabemos. Pero suena como que esta carta de preocupación por falsas enseñanzas (1:4, 6-7; 4:1, 7, 16; 6:3, 20) también transmite preocupación para que las mujeres no sean engañadas como Eva (2:13, 14) sino que aprendan lo que está bien y lo que está mal, incluso que el engendrar a hijos no es algo malo, sino un don maravilloso (2:15).

ALGUNOS COMENTARIOS PARA CONCLUIR

Las interpretaciones mencionadas antes sugieren que la teología de la primacía no está presente en estos pasajes. En realidad, el parecer del Nuevo Testamento sobre la familia cristiana contrasta con las suposiciones típicas sobre la primacía como gobierno. Una comprensión jerárquica del poder y la autoridad no es una reflexión adecuada del significado de palabras particulares en esos pasajes del Nuevo Testamento, ni de las casas/iglesias del primer siglo y de los hombres y mujeres capacitados que las dirigían.

En el contexto del Imperio Romano del primer siglo, donde César era adorado como salvador, los creyentes que vivían en comunidades minoritarias dentro de las grandes ciudades trataban de ser fieles a Jesucristo. Luchaban, como lo hacemos nosotros, con la intersección de Cristo y la cultura. ¿Hasta qué punto deberían continuar con la cultura judía que dio origen al cristianismo? ¿Hasta qué punto podrían mantener partes del mundo greco-romano en el cual vivían? ¿Hasta qué punto significaba el llamado de Cristo un abandono radical de sus normas culturales? Como todos los seres humanos, los miembros de iglesia del primer siglo cometieron errores, formularon preguntas desafiantes, actuaron contrariamente al Evangelio, y tuvieron puntos débiles. Pero una de las maravillas de la Escritura es que 2,000 años más tarde podemos leer las palabras escritas por apóstoles inspirados que trataban de ayudar a estas congregaciones, guiándolas hacia una comprensión mayor y a una vida más fiel.

El término primacía es una creación cultural que imponemos a los textos. Es una manera de analizar ciertos pasajes del Nuevo Testamento desde una perspectiva particular. Aunque la Escritura usa un léxico que dice que “el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia” (Efesios 5:23), la mayoría de los cristianos hoy no dirían que el marido es el salvador del cuerpo de la mujer, aunque la metáfora continúa precisamente de esa manera: “El marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador”. Interpretar la metáfora como denotando autoridad, poder o gobierno sería imponer una perspectiva personal que se adscribe al modelo del César. Es una imposición del concepto moderno de primacía al término cabeza, lo cual no es parte del significado griego. Si el modelo del César se desafía realmente en el Nuevo Testamento, y Cristo es el nuevo modelo para la comunidad creyente, la cabeza entonces significa humildad, abnegación y ser “obediente” a otros (Filipenses 2:8).

Los datos demográficos a los que estamos acostumbrados hoy en los Estados Unidos hubieran sido inconcebibles en el Nuevo Testamento. En los Estados Unidos, 102 millones de adultos (44.1 por ciento de la población) no están casados. De estos, el 53 por ciento son mujeres, 47 por ciento son hombres, y 62 por ciento nunca han estado casados. En el año 2011, 33 millones de estadounidenses vivieron solos (el 28 por ciento de todos los hogares). Además, 10 millones de madres solteras viven solas con sus hijos, y 1.7 millones de padres no están casados. En los Estados Unidos hoy, la primacía masculina tiene poca lógica o relevancia para personas que viven solas, y podría ser motivo de desconcierto a las madres solteras y a sus hijos[4].

Incluido en la primera carta de Pablo a los Corintios hay un llamado a respetar y amar a otros en la comunidad de fe de uno, más que a la libertad propia (8:1-13; 10:23-11:1). Esto debe guiar nuestra discusión sobre la cuestión de la ordenación de la mujer en la Iglesia Adventista. Esta es la razón por la que no estamos pidiendo la ordenación de la mujer como una póliza global, aunque estamos convencidos que dicha póliza es bíblica y moralmente correcta. En vez, estamos pidiendo que en aquellos lugares de nuestro mundo donde se trata a los hombres y a las mujeres en forma desigual, no se respetan las normas culturales y se está obstruyendo la misión de la iglesia que amamos, que a nosotros se nos permita seguir el mandato de la carta de Pablo a los Corintios y respetar la cultura al mismo tiempo que proclamamos el Evangelio.

PARA UNA INVESTIGACIÓN ADICIONAL

Este enfoque para interpretar la Escritura también se refleja en los Principios de Interpretación enumerados para los proponentes de la ordenación de la mujer en la obra de Ján Barna, Ordination of Women in Seventh-day Adventist Theology[5]. Este libro es extremadamente útil para comprender las dos principales posiciones hermenéuticas de adventistas que son oponentes y proponentes de la ordenación de la mujer. En base al estudio de Barna es claro que ambos lados están profundamente comprometidos a la Escritura y, mientras que abrazan presuposiciones significativamente diferentes, tienen mucho más en común de lo que a veces se entiende (ver especialmente págs. 253-318).

En su capítulo en Women in Ministry: Biblical & Historical Perspectives [Mujeres en Ministerio: Perspectivas Bíblicas e Históricas], Richard M. Davidson concluye que la igualdad era el ideal, pero que después de la Caída, “se le dio al esposo un rol de primacía de siervo para preservar la armonía del hogar, mientras que al mismo tiempo el modelo de asociación en igualdad era todavía expuesto como el ideal”[6]. Esta primacía masculina se limita a la relación entre un esposo y una esposa y no se aplica a la sociedad como un todo.[7]

En un documento encargado por el Biblical Research Committe [Comité de Investigación Bíblica] para las reuniones de 1973 en Mohaven, Madelynn Haldeman desafía a la iglesia a ser cuidadosa de no sancionar normas sociales paganas en vez del modo de obrar del Nuevo Testamento, el cual ella cree que proclama que todas las mujeres “han sido llamadas por Cristo y algunas de ellas al púlpito”[8].

Sheryl Prinz-McMillan en The Welcome Table: Setting a Place for Ordained Women [La Mesa de Bienvenida: Colocando un Lugar para las Mujeres Ordenadas (al Ministerio)] concluye que cuando pasajes del Nuevo Testamento se toman en su contexto histórico, “no hay tal cosa como ‘primacía’ bíblica”[9], al menos no entendida en términos de jerarquía. Una discusión de Efesios 5 a la luz de los códigos de la familia romana muestra que Pablo omite la orden para los esposos de “gobernar” a sus esposas y más bien “amarlas” (Efesios 5:25-33)[10].

Peter M. Van Bemmelen muestra que en los escritos de Elena de White el foco de la redención está sobre la restauración del ideal de Dios para el hombre y la mujer[11]. Él escribe: “Igualdad y compañerismo son conceptos claves para Elena de White en conexión con la relación matrimonial”[12]. Y con respecto a la iglesia: “Nunca Elena de White cita un lenguaje bíblico de primacía con referencia al liderazgo humano de la iglesia; ni hay ninguna referencia en sus escritos de que ella se refirió a ministros ordenados en términos de primacía”[13].

Creencia Adventista Fundamental N o 14, La Unidad del Cuerpo de Cristo

La iglesia es un cuerpo constituido por muchos miembros que proceden de toda nación, raza, lengua y pueblo. En Cristo somos una nueva creación; las diferencias de raza, cultura, educación y nacionalidad, entre encumbrados y humildes, ricos y pobres, hombres y mujeres, no deben causar divisiones entre nosotros. Todos somos iguales en Cristo, quien por un mismo Espíritu nos ha unido en comunión con él y los unos con los otros. Debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservas. Por medio de la revelación de Jesucristo en las Escrituras participamos de la misma fe y la misma esperanza, y salimos para dar a todos el mismo testimonio. Esta unidad tiene sus orígenes en la unicidad del Dios triuno, que nos ha adoptado como hijos. (Romanos 12:4, 5; 1 Corintios 12:12-14; Mateo 28:19, 20; Salmo 133:1, 2; 2 Corintios 5:16, 17; Hechos 17:26, 27; Gálatas 3:27, 29; Colosenses 3:10-15; Efesios 4:14-16; 4:1-6; Juan 17:20-23.)

 


Referencias

[1] La palabra inglesa headship, que se suele traducir como primacía, es una palabra usada en inglés por primera vez en 1582. La palabra liderazgo es aún más reciente.

[2] A menos que se especifique lo contrario, se usará la Nueva Versión Internacional.

[3] La palabra griega archon (líder o gobernante) es usada en el Nuevo Testamento para los líderes judíos, los funcionarios romanos, las fuerzas del mal y Cristo, pero jamás para ministros cristianos.

[4] Asimismo, ¿qué significa la primacía masculina en el caso de las 22 naciones que actualmente son dirigidas por primeras ministras o presidentas, y los trece países de la Mancomunidad de Naciones en las que las mujeres son gobernadores generales? Además, en

los Estados Unidos, las mujeres conforman actualmente el 49 por ciento de los estudiantes de medicina, el 51 por ciento de los estudiantes de leyes, el 47 por ciento de los estudiantes de odontología, y el 60,8 por ciento de los estudiantes de farmacia.

[5] Ján Barna, Ordination of Women in Seventh-day Adventist Theology (Serbia: Euro Dream, 2012), 242-243.

[6] Richard M. Davidson, “Headship, Submission, and Equality in Scripture”, Women in Ministry: Biblical & Historical Perspectives, editado por Nancy Vyhmeister (Berrien Springs, Mích.: Andrews University Press, 1998), 284.

[7] Davidson, 259–295

[8] Madelynn Haldeman, “The Role of Women in the Early Christian Church”, Mohaven Papers (Septiembre 1973), 52; disponible en línea en http://www.adventistarchives.org/1973-5-mohaven#.UaEvRdimXl8.

[9] Sheryl Prinz-McMillan, “Who’s in Charge of the Family?” The Welcome Table: Setting a Place for Ordained Women, editado por Patricia A. Habada y Rebecca Frost Brillhart (Langley Park, Md.: TEAM Press, 1995), 216.

[10] Prinz-McMillan, 197–221.

[11] Peter M. Van Bemmelen, “Equality, Headship, and Submission in the Writings of Elena G. White”, Women in Ministry: Biblical & Historical Perspectives, Nancy Vyhmeister (editora), (Berrien Springs, Mích.: Andrews University Press, 1998), 297-311.

[12] Van Bemmelen, 305.

[13] Van Bemmelen, 306.

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