Elena G. de White: Declaraciones Acerca de las Mujeres en el Ministerio

Elena G. de White: Declaraciones Acerca del Ministerio

Compiladas por Bert Haloviak

Marzo de 1986

 

Elena G. de White y la creación de un nuevo concepto del ministerio

“Las mujeres pueden ser instrumentos de justicia y prestar un servicio santo. María fue quien primero predicó a Jesús resucitado… Los que participan con el Hijo de Dios en su obra, aunque tengan muchas aspiraciones, no pueden tener un trabajo más noble y santo que éste. Si hubiera 20 mujeres donde ahora hay una sola, que deseen convertir esta santa misión en su trabajo más apreciado, veríamos un mayor número de conversos a la verdad. La influencia refinadora y suavizadora de las mujeres cristianas se necesita en la gran obra de predicar la verdad… Estamos cortos en obras de simpatía y benevolencia, en servicio sagrado y social para los necesitados, los oprimidos y los afligidos. Ahora se necesitan mujeres que puedan trabajar, mujeres que no sean vanidosas, sino pacientes y humildes de corazón, que estén dispuestas a trabajar con la humildad de Cristo cía cualquier parte donde encuentren trabajo para la salvación de las almas” (“Discurso y Llamado: Destacando la Importancia de la Obra Misionera”. Review and Herald, enero 2,1879).

Elena G. de White revolucionó el ministerio en el siglo XIX

“No estoy escribiendo acerca del gran error cometido al extender nuestra obra a lugares que no podemos supervisar, y de sentir inquietud afiebrada por encontrar a nuevas personas interesadas, y luego dejarlas morir espiritualmente por falta de ayuda. Este caso se ha repetido en todos los Estados. Debo decir que es necesario visitar más las iglesias y preocuparse solícitamente de los nuevos creyentes para fortalecer las cosas que están a punto de morir… Se organizan nuevas iglesias, pero se las deja marchitar mientras se inicia la obra en nuevos campos….Así están las cosas ahora… La obra no se ha llevado a cabo en forma pareja. Mientras hay cosas que es necesario hacer a nuestro alrededor, no debiéramos anhelar y suspirar por trabajo a larga distancia… He recibido luz considerable sobre esto. El fortalecimiento, la habilidad y los recursos financieros son más necesarios en este momento crítico en nuestro propio país que en cualquier otro lugar. El corazón de la obra debe mantenerse fuerte y funcionando con vigor y utilidad… Nuestros ministros deben ser educados y preparados para que hagan su obra en forma más completa y perfecta. Debieran asegurar la obra y no permitir que se deshaga. Y debieran preocuparse especialmente de las personas a quienes han interesado en la verdad, y no irse de la iglesia sin mostrar el menor interés en su suerte de allí en adelante. Este error se ha repetido con mucha frecuencia” (Carta de Elena de White a J. N. Haskell, enero 27,1879, HI-1879).

Elena G. de White y la autorización de mujeres como ministros

“La Comisión de Credenciales y licencias hizo la recomendación de que se renueven las credenciales de J. N. Ayers, J. H. Cook, C. F. Stevens, J. Lamont, L. D. Santee y Smith Sharp,y que se ordene como pastor alE. Dawson y se le concedan credenciales. Estas recomendaciones fueron aprobadas, con excepción del caso de W. E. Dawson, cuya ordenación fue diferida por pedido de él mismo. El pastor Butler y la Hna.White hablaron con cierta extensión sobre el tema de las licencias… La Comisión de Credenciales presentó otro informe en el que se recomendaba que W. E. Dawson John Gibbs, Marshall Enoch, Hattie Enoch, G. H. RogersJ. S.Thorp, George Kennedy, Clarence Santee, N. W. Vincent y R. F. Barton recibieran licencias, recomendación que fue aceptada”. (Actas de la Asociación de Kansas, Mayo de 1879.)

Ciertas mujeres pueden ser más capaces de dirigir una iglesia que algunos hombres

“No siempre son los hombres quienes están mejor adaptados para dirigir una iglesia con éxito. Si mujeres fieles poseen una piedad más pro­funda y verdadera dedicación que los hombres, pueden ciertamente mediante sus oraciones y sus labores hacer más que los hombres que no son consagrados en su corazón ni en su vida” (Carta 33, p. 2.1879).

Contexto de la declaración anterior:

[Elena de White al Hno. Johnson, quien al parecer era anciano de la Iglesia de South Lancaster, Maryland; 133-1879.]

“Usted tiene una disposición a dictar y controlar los asuntos, y si no puede hacerlo se pone malhumorado y desagradable… Sus sentimientos hacia las fieles hermanas de la iglesia tienen más de satánico que de divino. Usted se ha unido con otras personas que también abrigan sentimientos equivocados. Si tan solo tuviera la misma piedad, perseverancia, fervor y energía constante como las que han manifestado estas humildes y dedicadas mujeres que tienen que soportar sus actitudes despectivas, se encontraría en una condición espiritual mucho mejor… Es vergonzoso que hombres que han estado en la verdad tanto tiempo como usted, no estén calificados para actuar en la iglesia y edificar la causa de Dios por medio de una obra fiel y sincera…A la iglesia de Lancaster del Sur le ha tocado la desgracia de tener en su medio un número considerable de miembros no consagrados, habladores, envidiosos y celosos que malogran cualquier esfuerzo que algunos desean hacer para promover la prosperidad de la iglesia. Esta crítica despreciable, censura mezquina, búsqueda de defectos, ridiculización y oposición que usted y otros han llevado a cabo, ha afligido al Espíritu de Dios y lo ha separado a usted de Dios.

“No siempre son los hombres quienes se encuentran mejor adaptados para dirigir una iglesia con éxito. Si hay mujeres fieles que tienen una piedad más profunda y verdadera dedicación que los hombres, ciertamente pueden mediante sus oraciones y sus trabajos hacer más que los hombres que no son consagrados en su corazón y en su vida… Dios le pide que sea fervoroso y se arrepienta de su tibieza, de sus inconsecuencias, de su espíritu dominante y dictatorial que es tan diametralmente diferente del Espíritu de Cristo.

“El material humano como usted, que se encuentra en nuestras iglesias, es lo que las convierte en iglesias débiles y llenas de enfermedad… La Iglesia de Lancaster del Sur estaría mucho mejor si no tuviera que soportar la carga de su espíritu no consagrado y perverso… Me siento angustiada día y noche al ver la debilidad de nuestras iglesias a causa de hombres que desean gobernar por su propio espíritu”.

Elena G. de White y la lucha por un ministerio “pastoral”

“Veo que se ha producido un gran descuido de parte de nuestros predicadores, quienes no hacen su trabajo concienzudamente ni visitan con frecuencia ni disciplinan las iglesias que se han organizado… Se necesitan no sólo ministros, sino también personas que puedan actuar como misioneros —hombres y mujeres con facultad para comprender al prójimo, con dignidad y firmeza moral, capaces de relacionarse con la gente y hacer brillar la preciosa luz en todas partes”. (Carta a Willie y Mary White, feb. 12,1879.W15-1879-)

Nuestra obra es sólo para las iglesias

[Carta escrita desde el Congreso Campestre de Milton, Oregón.]

“Oh, cuánta instrucción ha necesitado este pueblo. Nuestra obra es sólo para las iglesias. No podemos entrar en nuevos campos. Debemos confinar nuestro trabajo totalmente a las iglesias”. [Advierta cómo Elena de White hace que su esposo Jaime White modifique sus conceptos anteriores acerca del ministerio.] (Carta a Jaime White, mayo 26, 1880. L30-1880.)

Elena de White como obispo Metodista

“Salimos de Salem, Oregón…y yo permanecí un sábado y un primer día más de lo que había anticipado. La esposa del pastor metodista estaba decidida a que yo hablara en la iglesia metodista, de modo que los dirigentes me enviaron una invitación. Después que el pastor Haskell se fue, hablé tres veces. Mucha gente vino a la carpa y la atención fue excelente, aunque las noches eran muy frías. El sábado me reuní solamente con nuestros miembros adventistas y les presenté testimonios que Dios me había dado para casos individuales. Esta fue una reunión importante y hubo numerosas confesiones. El domingo de noche, la iglesia metodista, un magnífico edificio, estaba repleta. Hablé a unas 700 personas que escucharon con profundo interés. El pastor metodista me agradeció por la disertación. La esposa del pastor metodista se mostró muy satisfecha… Uno de los ministros metodistas dijo al Hno. Levitt que lamentaba que la Sra. White no fuera una sólida metodista, porque de inmediato la habrían convertido en su obispo; podría haber desempeñado bien el cargo”. (Carta a Jaime White, junio 23,1880. W33a-1880.)

La centralización sobre un ramo o sobre una esfera limitada trastorna la dirección en la que el ministerio está yendo en la década de 1880

[Carta de Elena de White a Stephen Haskell.]

“Mientras usted presta tanta atención a la distribución de folletos y a la obra misionera, con exclusión de otros intereses, se está perjudicando a sí mismo. Perjudica también los demás ramos de la obra. Esto lo encuentro escrito con claridad, pero lo había pasado por alto. Se me mostró que debía producirse un cambio juicioso en muchas cosas. La ramificación y la extensión del trabajo mientras se descuida a los que ya están en la verdad y se los deja morir espiritualmente, es un error terrible”. (Carta de oct. 29, 1880. H55-1880.)

Participa activamente en el examen de los que recibirán licencia ministerial

“Ayer no pude sentarme, porque con tanto escribir, esforzándome para recibir a diferentes personas que presentaban pedido de licencia, hablar en público, y exponer la incapacidad de diferentes personas para intentar enseñar la verdad a otros…” (Carta a Edson y Emma White, escrita desde Salem, Oregón. Junio 14,1880.W.32a-1880.)

Las credenciales, y no la ordenación, es el problema. Elena de White toma muy en serio la cuestión de las credenciales

“Tuve que realizar algunos trabajos muy desagradables. Fui a ver al hermano Bean y a su esposa y les hablé con toda claridad. No se rebelaron. No pude evitar llorar. Le dije que no podía esperar credenciales, porque no las recibiría. Ahora ha abandonado esa esperanza”. (Carta a W C.White y Mary White. sept. 22,1880.W42-1880.)

Elena de White y el enfoque “pastoral”

“Con el aumento de nuestra feligresía hay que trazar planes más amplios para satisfacer las crecientes demandas; pero no vemos ningún aumento es­pecial de piedad fervorosa, de sencillez cristiana y de sincera devoción… El progreso firme de nuestra obra y el aumento de nuestras instalaciones están llenando los corazones y las mentes de muchos en nuestro pueblo con satisfacción y orgullo, que tememos tome el lugar del amor de Dios en el alma… ¿Dónde están los que se hallan dispuestos a llevar la carga? ¿Dónde están los padres y las madres de Israel? ¿Dónde están los que llevan sobre su corazón la preocupación por las almas y los que simpatizan con sus semejantes y están dispuestos a colocarse en cualquier posición con tal de salvarlos de la ruina eterna?… En medio de una campaña evangélica, algunos descuidan la parte más importante del trabajo. Dejan de visitar a los interesados y de familiarizarse con los que han demostrado interés en asistir todas las noches para escuchar la explicación de la Biblia… Los ministros que descuidan su deber en este respecto no son verdaderos pastores del rebaño” (Testimonies, t. 4, pp. 535-536. Publicado en 1881.)

Ayuda y servicio

“A muchos les encanta predicar pero tienen poquísima experiencia en las tareas de ayudar y servir. Investigad la Biblia con las familias que visitáis” (Manuscrito 7,1891, p. 6).

“Es muy difícil impresionar la mente de nuestros hermanos que ministran con la idea de que los sermones solos no pueden hacer la obra que se necesita en nuestras iglesias” (Pág. 7).

El trabajo personal es servicio

“A los hombres les encanta predicar, y no han considerado que en el servicio hay un arte verdadero. No han aprendido el oficio de hacer obra personal. Hay que dedicarse a esta obra como nunca antes”. (Carta 61, p. 3. 1892. E. G. De White revoluciona el concepto del ministerio en la Iglesia Adventista).

 

Nuevos métodos en australia

“Pocas veces puedo permitirme el placer de escuchar discursos de nuestros hermanos que se ocupan en el ministerio; pero el sábado de tarde asistí a una reunión y escuché predicar al profesor Prescott” (Carta 82, p. 6. 1895).

Elena G. de White y el servicio

“Hemos tenido bastante trabajo con las visitas a las iglesias, con el servicio a los pobres, con hablar y escribir acerca de temas importantes. El interés en Ashfield y Petersham se ha estado profundizando” (Carta 99, p. 1.1895).

Elena G. de White y el ministerio evangélico—Un nuevo concepto sobre el desarrollo del ministerio

“Ha habido tanta predicación en nuestras iglesias que casi han dejado de apreciar el ministerio evangélico. Ha llegado el tiempo cuando este orden de cosas debe ser cambiado” (Manuscrito 45, p. 3,1895).

Declaración sobre la ordenación

“Las mujeres que están dispuestas a dedicar algo de su tiempo al servicio del Señor debieran ser designadas para visitar a los enfermos, cuidar a los menores y atender las necesidades de los pobres. Debieran ser apartadas para hacer esta obra mediante la oración y la imposición de las manos… Esta es otra forma de fortalecer y edificar la iglesia. Necesitamos ampliarnos más en nuestros métodos de trabajo. Ninguna mano debe ser atada, ninguna persona debe ser desanimada, ninguna voz debe ser acallada; que cada persona trabaje, en forma privada o pública, para ayudar a promover esta obra grandiosa” (Review and Herald, julio 9,1895).

Dios resuelve el asunto de las mujeres, según Elena de White

“Se ha cometido injusticia con las mujeres que trabajan con tanta dedicación como sus esposos, y que son tan reconocidas por Dios como necesarias para la obra del ministerio como sus esposos. El método de pagar a los obreros varones y no a sus esposas, es un plan que no está de acuerdo con el orden de Dios… Este arreglo… es el responsable de que nuestras hermanas no se preparen para la obra que debieran hacer [es decir, el ministerio]… Cuando el pastor consagrado y su esposa se dedican a su trabajo, debieran recibir sueldos adecuados para dos obreros diferentes, para que tengan recursos que puedan usar como consideren conveniente en la obra de Dios. El Señor ha puesto su Espíritu en ambos. Si el esposo llega a morir, y deja a su esposa, ella estará preparada para continuar su obra en la causa de Dios, y recibir un sueldo por el trabajo que realiza…

Este asunto no es algo que los hombres deben resolver. El Señor ya lo ha resuelto. Debéis cumplir vuestro deber con las mujeres que trabajan en el Evangelio” (“El Obrero es Digno de su Salario”, Manuscrito 43a, 1898. MS 267).

La obra ministerial debe abrirse para las mujeres

“Dios necesita obreros que puedan llevar la verdad a todas las clases sociales, encumbradas y humildes, ricas y pobres. Las mujeres pueden desempeñar una parte importante en esta obra. Dios quiera que los que leen estas palabras realicen un esfuerzo ferviente para presentar una puerta abierta para que las mujeres dedicadas entren por ella al campo de labor” (.Ibíd., MS 298).

Las mujeres que trabajan en la obra evangélica deben recibir pago

“Los adventistas del séptimo día no deben menospreciar de ninguna manera el trabajo de las mujeres… Si las mujeres hacen el trabajo que no es el más agradable para muchos de los que trabajan en palabra y doctrina, y si su trabajo da testimonio de que están realizando una obra que ha sido descuidada, ¿no debiera ese trabajo considerarse tan productivo como el que hacen los pastores ordenados?… Debéis cumplir vuestro deber con las mujeres que trabajan en el Evangelio, cuyo trabajo da testimonio de que son indispensables para llevar la verdad a las familias. Su trabajo es precisamente la obra que debe realizarse. Una mujer, en diversos sentidos, puede impartir conocimiento a sus hermanas que un hombre no podría. La causa experimentaría una gran pérdida sin esta clase de labor. El Señor me ha mostrado repetidamente que las mujeres que enseñan son tan necesarias como los hombres para que hagan la obra que él ha pedido que se lleve a cabo” (Ibíd., MS 330).

Hay mujeres que debieran trabajar en el ministerio evangélico

[Relativo al concepto de “ministrar” o servir, que Elena de White aplicaba tanto a hombres como mujeres.]

“Hay mujeres que debieran trabajar en el ministerio evangélico. En muchos sentidos harían mayor bien que los ministros que no visitan como deben la grey de Dios” (Evangelismo, p. 345).

Propósito del ministerio de ayuda cristiana

“Los cristianos tienen una obra que deben hacer entre los humildes, no sólo en el sentido de satisfacer sus necesidades físicas, sino mediante una verdadera profesión de fe en Cristo deben ministrar a las necesidades del alma” (Manuscrito 17, p. 4.1898).

La obra del ministro del evangelio

“Alzad el estandarte. El ministro del Evangelio no debe dedicar toda su atención a sermonear. La iglesia de Dios debe ser mantenida en orden. Hay que prestar servicio. Los enfermos deben ser visitados” (Manuscrito 107, p. 6,1898).

Las mujeres y el ministerio

“La mayor parte de estas personas eran pobres. Aquí tenemos a la Hna. Robinson llevando a cabo la obra de ministración, tan plenamente valiosa como cualquier ministro ordenado” (Manuscrito 182, p. 8.1898).

“Definidamente debiera haber un número considerable de mujeres dedicadas a la obra de ministrar a las personas que sufren, elevándolas y enseñándoles a creer -simplemente a creer- en Jesucristo nuestro Salva­dor” (Carta 133,p-1-1898).

Elena de White considera a las mujeres como ministros en su sentido más pleno

“Todos los que deseen una oportunidad para el ministerio auténtico, y que quieran entregarse sin reserva a Dios, encontrarán en la obra del colportaje oportunidades para hablar de muchas cosas que pertenecen a la vida inmortal futura. La experiencia así obtenida será de mucho valor para quienes se están preparando para la obra del ministerio. La compañía del Espíritu Santo de Dios es lo que prepara a los obreros, tanto hombres como mujeres, para que lleguen a ser pastores del rebaño de Dios” (Review and Herald, enero 13,1901. Elena de White reconocía claramente que las mujeres poseían capacidad para ser “pastoras”).

Las mujeres igualan a los hombres como consultoras, consejeras, compañeras y colaboradoras

“La mujer, si aprovecha sabiamente su tiempo y sus facultades, confiando en Dios para recibir sabiduría y fortaleza, puede estar en igualdad con su esposo como consultora, consejera, compañera y colaboradora, sin perder nada de su gracia femenina ni de su modestia” (The Adventist Home, 159-160).

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