EL DEBATE DE LA ORDENACIÓN: CÓMO ABORDAR CUESTIONES TEOLÓGICAS

EL DEBATE DE LA ORDENACIÓN: CÓMO ABORDAR CUESTIONES TEOLÓGICAS

Por Ekkehardt Mueller

 

La ordenación de la mujer es un asunto discutido apasionadamente no solo en la Iglesia Adventista del Séptimo Día (IASD), sino también en otras iglesias. Para los adventistas, surge un número de preguntas: ¿Qué es la ordenación? ¿Qué enseña la Biblia sobre la ordenación? ¿Qué enseña la Biblia sobre la ordenación de la mujer? ¿Es la ordenación de la mujer una cuestión cultural? ¿Es la ordenación no tanto un asunto bíblico sino eclesiástico? ¿Es recomendable ordenar a las mujeres en el caso de que la ordenación sea posible desde una perspectiva bíblica?

Mientras se discute la ordenación, debemos tener en mente que, probablemente, hay una lista de cuatro diferentes grupos en la IASD: (1) aquellos que están a favor de la ordenación de la mujer, (2) aquellos que se oponen a la ordenación de la mujer, (3) aquellos que son indiferentes y no les importa de cualquier manera, (4) aquellos que se oponen o no a la ordenación de la mujer; pero, que están dispuestos a seguir cualquier decisión que la IASD tome en una Sesión de la Asociación General.

La ordenación de la mujer no es simplemente un asunto entre los así llamados adventistas conservadores y liberales. Los adventistas “conservadores” se encuentran en ambos lados importantes de la discusión —los que apoyan y se oponen a ella. Esto tiene serias implicaciones. Tenemos que ser cautelosos. Debemos escucharnos los unos a los otros y tratarnos como hermanos y hermanas, pese a tener diferentes perspectivas. Tenemos que estudiar la Escritura cuidadosamente y sopesar los argumentos. Tenemos que ser cuidadosos con las ideas preconcebidas y mantenerse alejados de las generalizaciones. Es más recomendable declarar “Yo creo que la Escritura se opone a la ordenación de la mujer” o “Yo estoy convencido de que la Biblia no se opone a la ordenación de la mujer”, en vez de declarar “La Biblia se opone/no se opone a la ordenación de la mujer”. Las afirmaciones generales permiten que otros aparezcan como herejes. En este asunto, que encontramos incomparable a las creencias fundamentales, debemos evitar las timarnos y culparnos los unos a los otros. Hemos sido llamados a controlar nuestros sentimientos y a nosotros mismos, y ser agentes de reconciliación. Vayamos a un posible proceso de participación en el debate de la ordenación.

Deliberaciones hermenéuticas y exegéticas

Base hermenéutica. Para los adventistas, la Biblia es normativa. Pero, antes de empezar a estudiarla, necesitamos recordar nuestro enfoque común para la exposición de la Escritura. Aceptamos el testimonio que da de sí misma. Por tanto, creemos que Dios se ha revelado a sí mismo en la Escritura e inspiró a sus profetas. Sus escritos son la Palabra de Dios. Nosotros usamos un método histórico-bíblico (gramatical) para interpretar la Escritura. Esto incluye los principios de la sola Scriptura (la Escritura sola es para determinar los asuntos de fe), tota Scriptura (la Biblia como la proporcional Palabra de Dios con un lado humano y divino, ligadas inseparablemente; el uso de la Escritura en su totalidad), la Escritura como su propio intérprete y la dirección del Espíritu Santo en el proceso de la interpretación.

Labor exegética y teológica. Después de que hemos acordado una base común concerniente a la Escritura, podemos involucrarnos en la exégesis, la teología bíblica y la teología sistemática.

La exégesis se ocupa de la interpretación de versículos y pasajes de la Escritura, e incluye un estudio cuidadoso de los contextos históricos y literarios, y del pasaje bajo investigación, antes de aplicarlos a nuestra situación[1]. Los estudios exegéticos deben, también, ser distinguidos cuidadosamente entre las descripciones bíblicas y las prescripciones bíblicas. Las descripciones bíblicas pintan una imagen de lo que sucedió en un cierto tiempo; pero, no siempre son necesarias y, a veces, no se deben seguir (e.g., la embriaguez de Noé). Esto es diferente de las prescripciones bíblicas. Los mandatos divinos —ya sea positivo (e.g., para hacer algo) o negativo (e.g., para no hacer ciertas cosas)— se deben seguir, a menos que se les haya dado solo a un individuo o un grupo específico en un tiempo determinado (e.g., el mandato de Jesús para el joven rico de renunciar a sus posesiones).

La teología bíblica estudia temas en todos los libros bíblicos y la Biblia en su totalidad. Esta observa trayectorias, cambios y avances.

La teología sistemática no solo discute los temas principales de la Biblia, proveyendo un sistema global de la teología, sino que también se ocupa de asuntos contemporáneos y cuestiones que no están directamente explicados en la Biblia.

Diferentes categorías de preguntas que los creyentes encuentran. Esto nos lleva a la cuestión de que no todas las preguntas que los cristianos plantean o encuentran, son de la misma naturaleza. Hay diferentes categorías de preguntas que los creyentes enfrentan: (1) preguntas sobre textos bíblicos (e.g., Daniel 7 o 8), (2) preguntas sobre temas bíblicos (e.g., el sábado), (3) preguntas sobre conceptos bíblicos (e.g., la Trinidad), y (4) preguntas teológicas y éticas no mencionadas en la Escritura (e.g., la clonación humana o la cuestión de que si los cristianos hoy pueden involucrarse de alguna u otra forma con la esclavitud, puesto que la Biblia —claramente— no la prohíbe). Parece que la ordenación de la mujer pertenece, en gran parte, a la cuarta categoría.

Aproximaciones para preguntas que no pueden ser respondidas con uno o más textos. ¿Cómo manejamos las preguntas que están en la cuarta categoría —preguntas sobre conceptos bíblicos que no tratan directamente con la Escritura? Hay cuatro enfoques principales que se puede hacer en estos casos:

Primer enfoque: Lo que la Escritura no prohíbe, está permitido.

Mientras este enfoque suena bien a primera vista, tiene grandes debilidades y, por ejemplo, permitiría el uso de drogas narcóticas, fumar y participar en juegos de azar y ver pornografía.

Segundo enfoque: Lo que la Escritura no permite, está prohibido. Este enfoque no es tan amplio como el primero; pero, también enfrenta algunos problemas y es muy exclusivo. Por ejemplo, esto prohibiría el uso de todos los medios principales de transporte y comunicación, medicina moderna y la estructura organizacional de la IASD, incluyendo la mayor parte de sus instituciones.

Tercer enfoque: Escoger los dos enfoques mencionados de forma simultánea. Esto, sin embargo, es un camino inconsistente para hacer frente a cuestiones que no se tratan directamente en la Escritura. Aunque suena ilógico, estas cuestiones se encuentran aún con los creyentes. Bajo el primer enfoque, uno puede mirar televisión, y bajo el segundo enfoque, uno puede oponerse a las velas o flores en el santuario. En tales casos, la Escritura no actúa como la guía, sino la autoridad del agente humano para determinar qué incluir y qué excluir.

Cuarto enfoque: Usar principios bíblicos para determinar cómo se deben decidir las cuestiones sobre asuntos teológicos. Una mirada a nuestras creencias fundamentales y a otros principios de nuestro sistema de creencias, revela que los adventistas han decidido usar este cuarto enfoque; es decir, emplear principios bíblicos para determinar cómo las cuestiones sobre asuntos teológicos —no abordados directamente en la Biblia— deben ser decididos. Este es también el enfoque bíblico (ver, por ejemplo, Jesús y el divorcio en Mt 19).[2]

El enfoque del uso de principios bíblicos. El cuarto enfoque no elimina una compresión literal de los textos bíblicos (a menos que encontremos parábolas, metáforas, símbolos, etc.), con una sana exégesis ni el descubrimiento de temas bíblicos. Todo esto está incluido. Sin embargo, la cuestión sería: ¿Cómo encontramos los principios bíblicos y los aplicamos a los asuntos que enfrentamos? Aquí están algunas recomendaciones: Leer la Escritura ampliamente para reconocer los principios bíblicos que se pueden emplear para un caso específico. Pedir al Espíritu Santo que te guíe a los principios correctos. Estar dispuesto a escuchar a la iglesia como un todo, y no basarse únicamente en sus propias deliberaciones.

El asunto de la ordenación

Una vez aclarado cómo entendemos la Escritura y la interpretamos, estamos listos para abordar el asunto de la ordenación y hacer algunas preguntas pertinentes.

¿Qué es la ordenación? Típicamente, las iglesias cristianas tienen una teología de la ordenación. La Iglesia Católica sostiene un punto de vista sacramental. Los diáconos (diferente de los diáconos adventistas), sacerdotes y obispos son ordenados. La ordenación no solo produce un cambio ontológico en la persona ordenada, sino que es un asunto de sucesión. El papa se “encuentra” en la sucesión apostólica y la comparte con los obispos.

Los protestantes tienen una comprensión más funcional de la ordenación, y no lo consideran un sacramento y, sin embargo, la ordenación mantiene un carácter algo semi-sacramental. La ordenación se entiende como siendo representativa. En algunos aspectos, las personas ordenadas representan al cuerpo de creyentes.

Los adventistas tienen que preguntar qué es la ordenación —si se encuentra en la Escritura y/o si seguimos una cierta tradición que no se encuentra necesariamente en la Escritura; si es sacramental y mueve a las personas en un ámbito específico que los hace diferentes del resto de la gente, y les permite funcionar de un modo que el resto de los miembros de la iglesia no pueden hacerlo (bautismo, Cena del Señor, matrimonio, predicación, etc.); cómo se relaciona con el sacerdocio de todos los creyentes, por qué ordenar diáconos, ancianos de iglesia y pastores y no otras personas; si la ordenación es un mandato bíblico o una decisión de la iglesia, para que la iglesia tenga la autoridad para tomarla; si hay diferentes clases de ordenación, y así sucesivamente.

¿Cómo estudiar el tema de la ordenación? El término “ordenación” se encuentra en varias traducciones al inglés; pero, solo en el Antiguo Testamento (AT). El verbo “ordenar” aparece en varias traducciones al inglés, principalmente en el AT; pero, también, en el Nuevo Testamento (NT). Algunas traducciones no la emplean en absoluto en el NT. “Ordenar” se usa para frases y palabras como “consagrados” (Lv 8:33), “imposición de manos” (1 Ti 5:22), “establecer” (Tit 1:5). A menudo, sucede en un sentido general (el Señor ordena/establece paz [Is 26:12]; Pablo ordena/dirige en todas las iglesias [1 Co 7:17], y “Porque algunos hombres… habían sido destinados [ordenados] para esta condenación” [Judas 4])[3]. Entonces ¿Qué debemos hacer?

  1. Estudie el vocabulario que pueden señalar a la “ordenación” (“imposición de manos”, “consagrar”, “establecer”, “ungimiento”). Cada palabra o frase puede tener diferentes significados, dependiendo del contexto. Por ejemplo, la “imposición de manos” tiene varios significados, que incluye la bendición de niños. Por tanto, uno debe tener cuidado de no leer demasiado sobre estos términos. Las preguntas que se deben abordar, son: ¿Cuál es el significado del término? ¿Quién experimentó este tipo de procedimientos? ¿Qué significan? ¿Cuál es el contexto?
  2. Estudie los conceptos teológicos más amplios que están involucrados, tales como: ¿Hay una diferencia entre el AT y el NT cuando se trata de la ordenación (ver, por ejemplo, el sacerdocio)? ¿Qué significa el sacerdocio de todos los creyentes? ¿Cuál es la relación entre liderazgo, oficios y dones espirituales? ¿Qué tipo de autoridad tiene la iglesia? La consideración de estas y otras preguntas similares, debe conducir para desarrollar una teología consistente.
  3. Aplique los resultados a la práctica en la IASD. ¿En la ordenación se está apartando para un ministerio específico? ¿Quién, entonces, debe ser ordenado? ¿Cómo ordenamos? ¿Debemos tener diferentes tipos de ordenación? ¿Cuáles son las funciones de los ordenados? ¿Estas funciones están limitadas a lo ordenado?

El asunto de la ordenación de la mujer

Esto nos lleva al último paso. ¿Cómo abordamos el estudio de la ordenación de la mujer? Aquí hay una serie de sugerencias.

  1. Cuente con una teología de la ordenación que sea general, comprensiva y consistente, que aclare los asuntos importantes.
  2. Después de haber comprobado que a los varones se los menciona en relación con la ordenación, investigue si la Biblia dice algo sobre la ordenación de la mujer. ¿La Biblia permite la ordenación de la mujer? ¿La Escritura prohíbe la ordenación de la mujer? ¿Qué principios ayudarían en el debate? No hay que confundir los textos que hablan sobre el papel y las funciones desempeñadas por las mujeres con la cuestión de la ordenación, aunque indirectamente puedan contribuir a la discusión.
  3. Estudie la ontología del género femenino. ¿Hay igualdad básica entre los géneros o no hay nada en absoluto, o la igualdad está limitada a ciertas áreas? ¿Cómo se debe entender la subordinación? Si hay subordinación ¿Se la debe limitar al matrimonio, o toda mujer debe someterse a todos los hombres? Entonces ¿Qué lugar tienen las mujeres en el matrimonio, en la iglesia y en la sociedad? En todo caso ¿Cómo afectó la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo en la vida, el papel y las funciones de las mujeres?
  4. Estudie la trayectoria bíblica de la ontología y las funciones del género femenino. ¿Notamos un cambio desde el AT hasta el NT?

Algunas de estas cuestiones y asuntos deben ser abordadas exegéticamente, es decir, aquellos que tratan con la interpretación de textos y pasajes bíblicos. Algunos no se pueden abordar exegéticamente, porque la Escritura no habla directamente de ellos. Deben ser parte de una teología general —bien integrada— de la ordenación que haga justicia a toda la Escritura.

Con el propósito de estar bien informados, también hay que leer los argumentos, ya sea en pro o en contra, respecto a la ordenación de la mujer y artículos sobre la historia del debate de la ordenación de la mujer. Esto nos obliga a estudiar más a fondo la Escritura.

Conclusión

El asunto de la ordenación en general y la ordenación de la mujer en particular, no solo es un gran desafío, sino también una gran oportunidad para la IASD mundial; para escucharse unos a otros, orar y estudiar la Escritura intensamente. En este tema, no es suficiente seguir una mera corazonada o un hábito anclado en la tradición adventista solamente, y tampoco es lo suficiente para discutir con las adaptaciones necesarias a la cultura y la sociedad. La cultura puede ser opuesta a Dios, al evangelio y a las enseñanzas bíblicas.

Los adventistas están dispuestos a mantener su fidelidad a la Escritura. Un estudio sincero y profundo de la Palabra de Dios por quienes ya participan, y quienes deseen participar, si se sigue un espíritu de humildad, puede ayudarnos a estar más unidos. Los pioneros adventistas no tuvieron miedo tratar temas difíciles. Ni debemos hacerlo nosotros.


Referencias

[1] Ver, por ejemplo, Richard M. Davidson, “Biblical Interpretation”, en Handbook of Seventh-day Adventist Theology, Commentary Reference Series 12, ed. Raoul Dederen (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000), 58–104; Gerhard Pfandl, The Authority and Interpretation of Scripture (Wahroonga, Australia: South Pacific Division of Seventh-day Adventists, n.d.); Ekkehardt Mueller, Pautas para interpretar las Escrituras, ed. Merling Alomía, trad. Joel Iparraguirre (Lima, Perú: Idemerjos Editores – Universidad Peruana Unión, 2015)

[2] Para una discusión más detallada de estos enfoques, ver Ekkehardt Mueller, “Hermeneutical Guidelines for Dealing with Theological Questions”, Reflections—The BRI Newsletter (October, 2012), 1–7.

[3] Para un mayor estudio sobre el término “ordenación“ en el NT, ver Ekkehardt Mueller, “Ordination in the New Testament“, Journal of Asia Adventist Seminary 15, no. 2 (2012): 127-147

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *