Gálatas 3:28 y la Abolición del Género

Gálatas 3:28 y la Abolición del Género

Por Norman Young

“Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús.”

La Increíble afirmación de Pablo

Declarar que “ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer” es lo contrario a los que los contemporáneos de Pablo podían observar a su alrededor. Todos, en el mundo antiguo, e incluyo en la actualidad, sabían que estas distinciones étnicas, sociales y de género dirigían todas las interacciones humanas. Su rol en definir la naturaleza y las funciones en el hogar y en estado nunca fueron cuestionadas fuertemente. Así, n el mundo greco-romano todos conocían cuál era su lugar en la sociedad y las reglas y costumbres que modelaban su conducta. En ningún lugar estas divisiones fueron abolidas. En el mundo real no hubo ninguna negación de su poderosa presencia. Así que ¿Está Pablo hablando en serio cuando él menciona la abolición de estas tres clases sociales firmemente establecidas?. Si, él hablaba en serio.

Tomemos el género por ejemplo. Desde tiempos antiguos hasta el día de hoy nosotros diferenciamos los sexos mediante nuestra vestimenta, nuestras vocaciones, nuestros cortes de cabello, y nuestros roles domésticos. Por supuesto, todo esto está siendo desafiado en las modernas democracias occidentales, pero incluso así, ellas aún influyen en nuestras interacciones sociales[1]. Así que esta situación “en Cristo” parece estar en contra de la cultura. ¿O deberíamos resolver este dilema limitando el significado de Pablo al estatus espiritual invisible de aquellos en Cristo? ¿Está Gálatas 3:28 completamente enfocado en el reino celestial y vacío de cualquier referencia a la igualdad social verdadera entre hombres y mujeres sobre la tierra o en la iglesia? ¿Podemos concluir, por lo tanto, que Gálatas 3:28 no contribuye en nada al asunto de la ordenación de la mujer al ministerio evangélico?

De hecho no hay una referencia directa en Gálatas 3:28 a la ordenación al ministerio evangélico ni de hombres ni de mujeres. Así que, por lo tanto, ¿Es irrelevante al asunto de la ordenación de la mujer al ministerio? Que la Epístola a los Gálatas trata sobre la salvación individual de las personas mediante la cruz de Cristo, es innegable. Está más allá de la discusión que a los pies de la cruz todos somos iguales, porque todos somos pecadores, no hay diferencia (Romanos 3:22-23). Sin embargo, antes que desechemos Gálatas 3:28 como irrelevante a la cuestión de la ordenación de la mujer, examinemos el pasaje en su contexto.

La División Étnica

Primero, debemos prestar atención a la frecuencia de las referencias en Gálatas a judíos y gentiles. El término “gentil” aparece nueve veces en gálatas (1:16; 2:2, 8, 9, 12, 14, 15; 3:8, 14) y la palabra “griego” dos veces 2:3; 3:28). Menos común es la palabra “judío” (2:14 [dos veces]; 3:28), pero presten atención al uso de “circunciso” (2:3; 5:2, 3; 6:12, 13), “circuncisión” (2:7, 8, 9, 12; 5:6, 11; 6:15) e “incircuncisión”  (2:7; 5:6; 6:15). El uso frecuente de estos términos indica que la preocupación de Pablo en Gálatas tiene mucho que ver con las relaciones entre judíos y gentiles en la iglesia apostólica.

Segundo, deberíamos recordar que significaba la circuncisión para los judíos del primer siglo (o de cualquier siglo). La eliminación del prepucio en el octavo día (Génesis 21:4; Levíticos 12:2-3; Hechos 7:8) proveían una señal tangible de que Israel era una nación escogida en una relación única con el Dios Viviente. Como judíos devotos, los padres de Jesús y los de Pablo circuncidaron a sus hijos de acuerdo a la Ley en el octavo día después de sus nacimientos (Lucas 1:59; Filipenses 3:5). El pacto eterno (Génesis 17:10-14; Hechos 7:8) en su carne les aseguraba a los varones judíos que ellos cargaban dentro suyo la semilla del pueblo de Dios. No había fertilización cruzada con gentiles (Deuteonomio 7:3-4; Esdras 9:2). Dios prometió con un pacto voto/juramento (Salmos 105:8-11) a los patriarcas que Éñ sería su Dios y ellos serían su pueblo (Génesis 17:7-8; Levíticos 26:12; Ezequiel 37:27). El pacto del Sinaí confirmó y estableció esto (Éxodo 6:7; Deuteronomio 29:10-15).

¿Cómo, entonces, los judíos pudieron comer con los gentiles incircuncisos dentro de la nueva comunidad cristiana? ¿Acaso no estaba esta clase de compañerismo en conflicto con la separación entre judíos y gentiles que se remontaba a las leyes del Sinaí y a las promesas de Dios a Abraham y sus herederos (Génesis 17:7-8; Éxodo 34:15-16)? Esta dificultad surgió cuando representantes de Jacobo llegaron a Antioquía e influyeron a todos los cristianos judíos, incluyendo a Pedro y a Bernabé, para que dejen de comer con los cristianos gentiles (Gálatas 2:11-16). La agrupación de términos étnicos (“Gentil”, “cincunciso”, etc.) en el capítulo 2 indica una vez más que un asunto serio entre los Gálatas era la unidad de judíos y gentiles en el cuerpo de Cristo[2]. Y comprender esto nos ayudará a entender el difícil argumento de Pablo en el capítulo 3[3].

Tensiones Sociales en la Iglesia Apostólica

Pablo tuvo que enfrentar algunos fuertes pasajes del Antiguo Testamento que favorecían el punto de vista de sus oponentes de que los cristianos judíos no podían comer con los cristianos gentiles a menos que estos estuvieran circuncidados. Por ejemplo, los oponentes de Pablo pudieron haber indicado que Dios le demandó a Abraham y a sus descendientes que se circunciden, y que esta práctica había sido confirmada y estipulada en la Ley de Moisés (Génesis 17:10, 13; Levíticos 12:3; Josué 5:2-7). La penalidad para la desobediencia era severa[4]. Pedirles a los judíos que abandonen su herencia especial y acepten a los gentiles incircuncisos en la comunidad mesiánica de Jesús cuestionaba su herencia y singularidad.

Para equilibrar los textos del Antiguo Testamento de sus oponentes, Pablo argumenta que Dios le dio otra promesa a Abraham además de aquella relacionada a convertirse en el padre de una gran nación y heredar la tierra de Canaan. Esa otra promesa era inclusiva para todas las naciones y no exclusiva como era el caso con las dos promesas previas[5]. Así es como Pablo entendía esa otra promesa: “En efecto, la Escritura, habiendo previsto que Dios justificaría por la fe a las naciones, anunció de antemano el evangelio a Abraham: «Por medio de ti serán bendecidas todas las naciones.»” (Gálatas 3:8; énfasis añadido). Pablo se refiere aquí a la promesa de Génesis 12:2-3, la cual para Pablo precede, y, por lo tanto, tiene prioridad sobre la promesa relacionada a la circuncisión en Génesis 17:10[6]

Ahora la promesa que en Abraham todas las naciones serían bendecidas fue hecha a él y a su descendencia (Gálatas 3:16). El hecho de que el sustantivo colectivo está en singular –“descendencia” y no “descendientes”- es apropiado, porque se refiere a Cristo, a una sola persona[7]. Él es aquel de quien la promesa se refería (vers. 18). La separación entre judíos y gentiles era temporal. Esa es la idea detrás de todos los términos temporales en los capítulos 3:19 (“hasta que viniera la descendencia”), vers. 23 (“Antes de venir esta fe… hasta que la fe se revelara”), vers. 25 (“Pero ahora que ha llegado la fe, ya no estamos sujetos al guía.”), vers. 28 (“Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer”) y 4:1 (“Entre tanto que”), vers. 2 (“hasta el tiempo señalado por el padre”), vers. 3 (“cuando éramos niños”), vers. 4 (“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo”).

Así que el advenimiento de Cristo trajo un nuevo orden. La primera promesa de Dios de que Abraham y sus herederos traerían una bendición a todas las naciones se cumplió en Cristo. Esto no era discernido en los días de la relación especial de Dios con Israel.

En las generaciones pasadas este misterio no fue hecho conocido a la humanidad, como había sido revelado a los santos apóstoles y profetas por el Espíritu: esto es, los gentiles se habían convertido en co-herederos, miembros del mismo cuerpo, y participantes de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio (Efesios 3:5-6).

Los días de separación entre judíos y gentiles (Deuteronomio 7:2-) pertenecían a una etapa temporal, pero ahora la nueva era de incorporación en Cristo había llegado[8].

“Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros [Gentiles] que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos [judíos y gentiles] hizo uno, derribando la pared intermedia de separación… para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,  y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.” (Efesios 2:13-16)

El orden nacional del Sinaí con Israel vino muchos años después de la promesa de Dios a Abraham de que a través de Él todas las naciones serían benditas, pero el orden del Sinaí con Israel no negaron la primera promesa (Gálatas 3:17). La venida de Jesús llevó esa promesa a su complimiento. Así, todos aquellos que vienen a Dios “mediante la fe en Jesucristo” (vers. 22) reciben “lo que fue prometido” a Abraham (es decir, la bendición de Dios para las naciones)[9].

El Bautismo y el Cuerpo de Cristo

¿Por qué Pablo habla del bautismo en el versículo 27 (“porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo”)? Debido a que a diferencia de la circuncisión, el bautismo no es exclusivo sino inclusivo: “Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús” (vers. 26) “todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. Y si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa” (vers. 28b-29; énfasis añadido), “Ustedes, hermanos, al igual que Isaac, son hijos por la promesa” (4:28). En la nueva comunidad de Cristo –establecida en la promesa de Dios de bendecir a todas las naciones en Génesis 12 –“ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer” (vers. 28a). Y “Pablo no está aquí anunciando un ideal abstracto, sino más bien, este verso refleja la nueva realidad social del movimiento mismo”[10].

Así, en los capítulo 2-4 de gálatas, Pablo no solo se está enfocando en la posición individual ante Dios, sino también en la naturaleza inclusiva de la nueva comunidad trajo mediante la vida, muerte y resurrección de Cristo. ¿Tiene este hecho algo que decir acerca de quien califica para la ordenación? Ciertamente si. ¿Cómo responderíamos si alguien creyera que los africanos o asiáticos no pueden ser ordenados, sino solo los hombres caucásicos son elegibles? ¿Acaso no apelaríamos a Gálatas 3:28 e indicaríamos la naturaleza inclusiva de la comunidad de Cristo? ¿Acaso no diríamos que en la iglesia “no hay griego ni judío, circunciso ni incircunciso, culto ni inculto, esclavo ni libre, sino que Cristo es todo y está en todos” (Colosenses 3:11)? Nosotros no diríamos, de hecho no podemos decir, que Gálatas 3:28 se refiere solo a nuestra salvación personal.

¿O que si alguien basándose en 1 Timoteo 6:1 y Tito 2:9 defiende la esclavitud como algo que Dios apoya?[11] ¿Excluiríamos a Gálatas 3:28 de la discusión basándonos en la idea de que solo aplica a la salvación personal de uno? ¿Deberíamos ordenar solo a aquellos de medios independientes? ¿O quizás, como hicimos en una ocasión con el derecho al voto, limitar la ordenación a los dueños de tierras? ¿Podríamos nosotros, incluso basándonos en Colosenses 3:22-25, limitar la ordenación a amos de esclavos? ¿Acaso estas exclusiones no contradecirían la esencia de la fe cristiana? De hecho, un punto de vista tal de la ordenación chocaría directamente con Gálatas 3:28.

Bueno, ¿Qué entonces con la ordenación de la mujer? Hasta ahora el argumento de Gálatas se ha enfocado en la etnicidad; específicamente en Judíos y Gentiles. Aun así Gálatas 3:28 expande el rango para incluir a otras dos distinciones obvias en el mundo antiguo: esclavos y libres, y hombres y mujeres. Así como la llegada de Cristo hizo irrelevante la separación de judío/gentil (Efesios 2:11-19), así también eliminó las distinciones de esclavo/libre y mujer/varón[12]. Por lo tanto, de acuerdo con Gálatas 3:28, la comunidad que se reúne en el nombre de Cristo no conoce ninguna clase de privilegios de clase o género[13]. No es simplemente un asunto de salvación personal; el versículo describe la misma naturaleza del cuerpo de Cristo, es decir, la iglesia.

Si Gálatas 3:28 define para nosotros el carácter de la comunidad como sin tener ningún prejuicio de género, ¿por qué entonces escogeríamos a aquellos que ministran dentro de ella específicamente basándonos en el género? ¿No contradice eso la esencia de la comunidad cristiana? El evangelio de Jesús es imparcial, como Dios mismo lo es (Hechos 10:34), así que deberíamos escoger a aquellos que predican este mensaje inclusivo basándonos en el género? Sería como tener a un hombre calvo promoviendo un producto contra la caída del cabello, o a un hombre en bancarrota ofreciéndonos una inversión –hay una discordancia entre el mensaje y el mensajero. Elegir al mensajero (al predicador del evangelio) basándonos en algo que contradice el mensaje (el evangelio) es inconsistente con la naturaleza inclusiva y diversa de la iglesia de Cristo; y eso es trágico[14].


Fuente: http://spectrummagazine.org/article/2015/07/08/galatians-328-and-abolition-gender-0


Referencias

[1] Por supuesto, la esclavitud ha sido abolida, pero su esencia se manifiesta en talleres clandestinos, el trato deshumano a obreros inmigrantes, y en ciertas formas de prejuicio racial.

[2] Ver Carl P. Cosaert, Galatians: A Fiery Response to a Struggling Church (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2011), 29–36.

[3] Ver Norman H. Young,“Who’s Cursed—and Why? (Galatians 3:10–14),” Journal of Biblical Literature 117 (1998), 79–92

[4] Cosaert, Galatians, 29.

[5] Presten atención a la frecuentes referencias a la promesa de Dios a Abraham en Gálatas 3:14, 16, 17, 18, 21, 22, 29; 4:23, 28.

[6] Comparar también Génesis 18:18; 22:18; 26:4

[7] De hecho, por supuesto, un sustantivo colectivo se refiere a un grupo y no a una sola persona, pero Pablo argumenta que el singular gramatical puede apropiadamente ser aplicado a un individuo, es decir, a Cristo. Es un estilo rabínico de interpretación.

[8] Pablo ilustra la naturaleza temporal de esta relación especial de Israel con Dios al referirse al rol del “pedagogo”. El pedagogo no era un maestro, sino un esclavo que tenía control completo sobre un niño desde la niñez hasta la pubertad, es decir, el rol era temporal. Ver Norman H. Young, “Paidagōgos: The Social Setting of a Pauline Metaphor,”Novum Testamentum 29 (1987) 150–176; y por descripciones ver Norman H. Young, “The Figure of the Paidagōgos in Art and Literature,”Biblical Archaeologist 53/2 (June, 1990), 80–86.

[9] Presten atención al énfasis sobre el término “promesa” en Gálatas 3-4. La palabra griega (eppaggelia, promesa) aparece ocho vees en el capítulo tres y doce en el capítulo 4. Él no la usa de nuevo en ningún otro lugar en la epístola.

[10] Marcus J. Borg, Meeting Jesus Again for the First Time (New York: HarperCollins, 1994), 58.

[11] Como muchos cristianos hicieron en los siglos XVIII y XIX.

[12] Es relevante notar aquí que Peter Lampe en su exhaustivo estudio concluye que de los veintiséis cristianos que Pablo saluda en Romanos 16 “al menos nueve eran de origen esclavo”, y que en el mismo capítulo él alabó a mas mujeres que a hombres -7 a 5- (De Paul to Valentinus: Christians at Rome in the First Two Centuries [E.T. Minneapolis, MN: Fortress, 2003], 165–166, 183).

[13] Pablo envía a Onésimo de regreso con Filemón “ya no como a esclavo, sino como algo mejor: como a un hermano querido” (vers. 16). Porque que un esclavo, un “niño” se dirigiera a su señor y amo como un hermano hubiera tenido una impacto social asombroso en el primer siglo. Para la posición de Febe y Junia en la iglesia primitiva ver Eldon Jay Epp, Junia: the First Woman Apostle (Minneapolis, MN: Augsburg/Fortress, 2005); Darius Jankiewicz, “Phoebe: Was She an Early Church Leader?” Ministry 85/3 (April, 2013), 10–13; Nancy Vyhmeister, “Junia the Apostle,” Ministry 85/7 (July, 2013), 6–9. Para el punto de vista opuesto ver Richard A. Sabuin, “Were Andronicus and Iounian Apostles?” Ministry 86/5 (May, 2014), 10–13

[14] “La visión inclusiva encarnada en el compañerismo de la mesa de Jesús está reflejada en la forma del movimiento mismo de Jesús. Era una movimiento inclusivo, que negaba las límites del sistema [judío] de pureza” (Borg, Meeting Jesus Again for the First Time, 56)

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