Los Dones Espirituales y las Buenas Nuevas

Los Dones Espirituales y las Buenas Nuevas

Por Joyce Hanscom Lorntz

Dones Espirituales.— La Biblia da testimonio de que Dios derramó el Espíritu Santo en mujeres tanto como en hombres en el Pentecostés (Hech. 2:1-21). El Espíritu Santo continúa su ministerio, morando en el interior de cada cristiano ya sea hombre o mujer, y concediendo dones espirituales a todos (Juan 16:7-14; Rom. 8:9, 14; 1 Cor. 12:4-11).

En años recientes se ha producido un notable resurgimiento del interés en los dones espirituales. Muchos miembros de la Iglesia Adventista han expresado una preocupación válida en el sentido de que las prácticas tradicionales dificultan, y a veces imposibilitan, el uso de sus dones espirituales por parte de las mujeres en la forma como consideran que Dios las está guiando. Este capítulo mostrará cómo la comprensión bíblica del derramamiento de dones espirituales provee una base para que las mujeres expresen sus talentos en el ministerio pasto­ral dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. El punto central girará en torno a (1) las enseñanzas bíblicas que alientan la mutualidad de hombres y mujeres que trabajan juntos en el cuerpo de Cristo,y (2) las Escrituras, que apoyan a las mujeres en su vocación.

El apóstol Pablo y los dones espirituales

Pablo enseñó que el propósito de los dones espirituales es edificar la iglesia, hacerla distinta y fuerte .Y es evidente que Dios no eligió sólo a mujeres para que recibieran dones de compasión, enseñanza o profecía. El Espíritu Santo concede dones espirituales tanto a hombres como mujeres. Son talentos especiales que tienen el propósito de que se los use para servir las necesidades de los seres creados por Dios y para edificar a la iglesia y la comunión de sus miembros.

En todos los escritos del apóstol Pablo se encuentran las enseñanzas de la iglesia cristiana primitiva y el valor que se les atribuía a los dones espirituales en esa época. Por ejemplo:

Acerca de los dones espirituales, no quiero, hermanos, que estéis en ignorancia… Sin embargo, hay diversos dones, pero el Espíritu es el mismo… A cada uno le es dada manifestación del Espíritu para bien común (1 Cor. 12:1, 4, 7).’

Tenemos diferentes dones según la gracia que nos es dada. Si alguno tiene el don de profecía, úselo conforme a la medida de la fe. Si es de servicio, úselo en servir; el que enseña, en enseñar; el que exhorta, en animar, el que reparte, hágalo generosamente: el que reside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría (Rom. 12:6-8).

Los cristianos de la actualidad reconocen la urgencia de comunicar el mensaje de Cristo que pide la edificación de la comunión en la iglesia. La importancia del lugar que ocupamos en la historia y la urgencia de llevar las buenas nuevas a todo el mundo, crea un desafío imperioso para los creyentes adventistas a considerar con gran cuidado quién puede ejercer los dones dados por Dios. Es importante dilucidar este asunto desde una perspectiva bíblica, puesto que algunos interpretarán la Biblia para limitar o negar la libertad inherente de las mujeres para usar sus dones espirituales.

Dios es el Autor de los dones

En Santiago 1:17 se nos asegura que Dios es el autor de los dones, y 1 Corintios 12:4-11 revela que el Espíritu Santo otorga dones a quien él quiere Al estudiar los dones espirituales, tenemos que evitar la herejía de que los individuos o las religiones controlan de algún modo la autoridad de Dios. El Señor da dones a quien él quiere, y como resultado, los creyentes tienen dones diferentes, de acuerdo con la gracia que se les ha impartido.

Las historias inclusivas de las Escrituras nos revelan que tanto las mujeres como los hombres son llamados a servir a Cristo. Ambos son llamados a usar los dones concedidos por Dios para fortalecer el cuerpo de Cristo y servirle. Cuando se enseña a hombres y mujeres que el pie es más importante que la mano, o que la costilla es más importante que la carne, o que el ojo es más importante que el oído, entonces se destruye el admirable ejemplo del cuerpo de Cristo que trabaja al unísono en mutua sumisión, como se ilustra en Romanos 12:45.

Numerosas historias bíblicas sirven como modelos de acción para las mujeres que permiten que Dios las capacite con sus dones espirituales. Esas historias presentan a mujeres a quienes Dios usó en funciones de liderazgo y administrativas, o bien que fueron llamadas a proclamar las buenas nuevas del Evangelio.Algunas de las verdades más importantes que Jesús entregó a la humanidad, originalmente fueron enseñadas por mujeres (por ejemplo, Marta, María la madre de Cristo, María de Betania y Salomé) que las compartieron con la comunidad cristiana.

El testimonio del Nuevo Testamento

El Antiguo y el Nuevo Testamento dan testimonio de los dones derramados por Dios sobre las mujeres. Consideremos Hechos 21:9: “Este [Felipe] tenía cuatro hijas solteras que profetizaban” (Hech. 21:9). Otras mujeres cuyos dones espirituales se mencionan en la Biblia incluyen a María (Exo. 15:20);Débora (Jue. 4:4);Huida (2 Rey. 22:14); Noadías (Neh. 6:14); la esposa de Isaías (Isa. 8:3); y Ana (Luc. 2:36-38). María era una líder de Israel; Débora era jefe de Estado; Huida proclamaba la autorizada palabra de Dios; Febe era colaboradora de Pablo, quien la respaldaba como compañera en el ministerio y dirigente; Priscila enseñó a Apolo; Abigaíl tenía el don de pacificadora. En el libro de los Hechos, los dones espirituales seguían al Evangelio dondequiera que fuera predicado y aceptado (Hech. 9:31-42; 14:1-20).

Estas mujeres no desempeñaron roles “femeninos” peculiares. Cuando Dios asignó roles no confundió los sexos. Y las mujeres, al aceptar los dones de Dios, no tenían ninguna confusión con respecto a su sexo. Débora, la juez, no ocultó el hecho de que era una madre en Israel; Huida, la profetisa, no se avergonzaba de ser esposa; María de Betania no era menos femenina porque su primera prioridad era aprender de Cristo.

El testimonio del Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento menciona varias excepciones no­tables en los tiempos cuando el valor elevado que Dios colocaba sobre la difusión de las buenas nuevas pesaba más que las limitaciones que la cultura imponía sobre el ministerio. ¿Ha escuchado el lector en alguna exposición sobre el lugar espiritual de la mujer decir:“Pero la Biblia enseña que…”? Para comprender cómo esto se relaciona con los dones espirituales, el análisis de Deuteronomio 23 resulta útil.

Deuteronomio 23 ofrece una importante percepción de las proscripciones o exclusiones culturales; una importante consideración acerca del lugar de la mujer contemporánea en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. La primera proscripción (vers. 1) declara que “no entrará en la congregación del Eterno ninguno que tenga los testículos magullados, ni su miembro cortado”. ¿Excluiría usted a un hombre con estas desventajas físicas de adorar en su congregación? La Biblia lo prohíbe. La segunda ilustración de Deuteronomio 23 (vers. 2) declara que “no entrará bastardo en la congregación del Eterno, ni aun en la décima generación”. ¿Le gustaría que lo pusieran a usted a la entrada de la iglesia, para rechazar a los hijos ilegítimos? La Biblia dice que esa clase de gente no debe entrar en el santuario.

La tercera ilustración de Deuteronomio 23 se refiere a los amonitas y los moabitas. “El amonita y el moabita no serán admitidos nunca en la congregación del Eterno, ni aun en la décima generación, porque no os recibieron con pan y agua en el camino, cuando salisteis de Egipto” (vers. 3). ¿Necesita la comunidad espiritual mirar más allá de las proscripciones específicas? La respuesta es Sí, y aparece en la historia de Rut la moabita.A pesar de pertenecer a una raza cuyos miembros, según Deuteronomio 23, no podrían jamás entrar en el santuario (lo cual estaba prohibido aun para las mujeres judías), Rut fue usada por Dios en una forma notable. En su relación con su suegra Noemí, Rut reveló en su comportamiento el carácter de Dios, y tuvo parentesco de consanguinidad con Cristo (Mat. 1:5). Cuando Dios llamó a Rut a ser un ejemplo de piedad en tiempos oscuros, la capacitó para que pudiera serlo. Dios llama a las mujeres en la actualidad para que sean ejemplos de piedad. Como en el caso de Rut, capacita a cada mujer para que use sus dones. Lo mismo que en la iglesia primitiva, la esencia del ministerio en la actualidad se ve cuando el Espíritu es derramado sobre los creyentes. La presencia del Espíritu Santo en hombres y mujeres glorifica a Dios.

Los dones espirituales en la actualidad

Si en la Biblia no hay prejuicios acerca del sexo de una persona en lo que se refiere al otorgamiento de los dones espirituales, ¿por qué la iglesia ha sido renuente a reconocer plenamente y respetar el ejercicio de parte de las mujeres de todos los dones espirituales, incluyendo el don del ministerio pastoral? Los tres pasajes del Nuevo Testamento que hablan más de los dones espirituales (Rom. 12:3-8; 1 Cor. 12;Efe.4:ll- 13) no contienen ni una base mínima para suponer que las mujeres debieran esperar recibir ciertos dones y ser excluidas de otros.

A pesar de la enseñanza de algunos teólogos de que las mujeres fueron creadas para satisfacer las necesidades de los hombres y que son espiritualmente responsables directamente ante los hombres, no existe una base bíblica que requiera que las mujeres den cuenta ante los hombres de los dones que Dios les ha concedido bondadosamente, y tampoco existe indicación alguna de que las mujeres pertenezcan a alguien que no sea Cristo.

Si las mujeres no debieran recibir ciertos dones, si tuvieran limitaciones en lo que concierne a la forma de usar sus dones, sería lógico que la Biblia lo hubiera hecho claro. Puesto que la Biblia requiere que las mujeres tanto como los hombres difundan las buenas nuevas en cualquier forma que Dios les pida, es importante que las mujeres sean bendecidas o apartadas para servir a sus hermanos y hermanas. La esencia del ministerio en la iglesia primitiva se encontraba en la presencia del Espíritu en los creyentes; glorificaban a Dios por este don.

Lamentablemente, los creyentes no siempre son animados a usar sus dones. Examinemos a continuación algunas de las razones que la gente da para obstaculizar el pleno reconocimiento de los dones espirituales entre las mujeres de la iglesia.

Las mujeres como “ayuda”

El primer obstáculo gira en torno a la idea equivocada de que la mujer no fue creada en el mismo pie de igualdad que el hombre. Se ha hablado mucho de la mujer sólo como ayuda de segunda clase. Este concepto no está en armonía con el significado del lenguaje bíblico original. La palabra hebrea que se ha traducido como “ayuda”, ezer, indica claramente una persona fuerte, y se usa con más frecuencia con referencia a Dios. El Salmista describe a su ayudante (ezer): “Mi socorro viene del Eterno, que hizo el cielo y la tierra” (Sal. 121:2). Sería una herejía sugerir que Dios, el Creador del cielo y la tierra, se encuentra en una posición subordinada. Sin embargo, muchos emplean esta palabra para sugerir que las mujeres debieran estar en una posición subordinada en relación con los hombres. La equivocación en la comprensión del vocablo ezer ha conducido a los conceptos de “primacía” y “subordinación”, que alejan del plan ideal de Dios para las relaciones entre los hombres y las mujeres.2 En lugar de discutir sobre quién tendrá cuáles dones, los hombres y las mujeres cristianos debieran deleitarse en darse mutuamente la bienvenida en el uso de sus dones espirituales en el ministerio.

La imagen de la primacía edénica presenta tanto al esposo como a la esposa como receptores de las mismas instrucciones de parte de Dios, concernientes a su acceso al árbol de la vida y al árbol del conocimiento del bien y el mal. Eva no debía delegar a Adán la responsabilidad de su propio viaje espiritual. Debían animarse ambos en el Señor. El pecado ha confundido la relación original entre hombres y mujeres, hasta el punto en que muchos creen en la dominación del hombre. Sin em­bargo, la Biblia describe con claridad el dominio del hombre sobre la mujer después de la caída. La Biblia no ordena que exista ese dominio.Muchos adventistas consideran que la Biblia recomienda una relación con mutua sumisión y ausencia de dominio de parte del hombre y de la mujer, que destaca el sacerdocio de todos los creyentes antes que una jerarquía del hombre sobre la mujer.

Cristo es honrado cuando los integrantes de su pueblo se honran mutuamente. Es deshonrado cuando los conceptos equivocados sobre primacía, o la arrogancia, desplazan al Creador del primer lugar en nuestras vidas (1 Cor. 12:25). Tampoco es honrado Dios cuando la arrogancia espiritual desplaza al Creador (por ejemplo, creer que puesto que la creación concluyó con Eva, la mujer debe ser superior al hombre). Dios es también deshonrado cuando la gente cree que porque Eva fue creada para ser ayuda idónea para Adán, esto significa que él era el más débil de los dos, ya que necesitaba ayuda. Dios no es honrado cuando suponemos que el vocablo hebreo ezer (ayuda) significa que las mujeres deben “pertenecer” a los hombres. La definición debida de ezer es “ayuda” o “identificarse con”, lo que ejemplifica el dulce carácter de Cristo,“Dios con nosotros” (Mat. 1.23).

¿Mutualidad o jerarquía?

El asunto real no es: ¿Cuál es mi posición como hombre o mujer en la pirámide del poder? (Efe. 1:22-23), sino más bien: ¿Cuál es la voluntad del Creador para mí en todo esto? Las luchas humanas por el poder siempre crean un ambiente que impide el ejercicio de los dones espirituales en un contexto de afecto y aceptación. La sumisión mutua, lejos de significar entrega, implica una oportunidad para la mutua dedicación y cooperación. Para evitar la herejía de la jerarquía, tenemos que procurar usar la mutualidad como el modelo tanto para los hombres como para las mujeres mientras buscamos “la otra cara de Dios”. La primacía de Cristo permite que los hombres y las mujeres se vean los unos a los otros como coherederos de la promesa de la salvación, y como personas iguales desde los puntos de vista espiritual y moral. 1 Pedro 2:4-10 insiste en el sacerdocio de todos los creyentes, y no en una jerarquía de hombre-mujer. Ningún mediador humano puede reemplazar al Mediador celestial,Jesucristo. No es consecuente con nuestra tradición protestante sugerir que los hombres de alguna manera sirven de mediadores entre las mujeres y Cristo o su iglesia. No es extraño que muchos miembros de iglesia estén estresados en la actualidad. Tratan de desempeñar el rol de Dios. ¡Qué carga es ésta para cualquier ser humano!

El segundo desafío inherente en el concepto de mutualidad es el uso de la “primacía” para sugerir una jerarquía en la que los hombres dictan la voluntad de Dios a las mujeres. Desde el punto de vista teológico, la subordinación espiritual de un ser humano a otro niega que Dios otorga dones espirituales individuales a quien quiera que él elija, y conduce a considerar que Jesús es “tan sólo” el Hijo. La misión de la iglesia es glorificar a Dios revelado en Jesucristo, su Hijo. Dios pide a todos los creyentes, hombres y mujeres, que en igualdad espiritual se identifiquen unos con otros y que se ayuden mutuamente, así como Jesús reveló a “Dios con nosotros”. Ninguna religión ni individuo controla a Dios. Tampoco los individuos lo representan en el mismo sentido en que un papa podría decir que representa a Cristo en la tierra. La deificación del hombre o la mujer nunca producirá la clase de unidad y cooperación necesarias para que la iglesia cumpla en el mundo su misión de reconciliación. Dios pide que la iglesia use los dones de todos los creyentes en la propagación de las buenas nuevas.

Tanto desde el punto de vista de la salvación como del ejercicio de los dones espirituales,la responsabilidad individual ante Dios debiera impedir que los hombres ejerzan dominio sobre las mujeres,y que éstas se desanimen de usar sus dones. Cristo es la única autoridad que inviste a una persona o un cargo con eficacia espiritual.Y es esta eficacia lo que importa, y no la persona ni el cargo. Es importante destacar que Cristo es la fuente de todos los dones, y que la Trinidad es el modelo en el que deben plasmarse las relaciones humanas. Estas son las autoridades que debemos consultar cuando tratamos de determinar si una persona ha recibido un don en particular. También hay que considerar el principio bíblico que dice,“por sus frutos los conoceréis… Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,bondad,fidelidad, mansedumbre, dominio propio… No seamos vanagloriosos, irritándonos y envidiándonos unos a otros” (Mat. 7:20; Gál. 5:22-26).

El tercer aspecto de la mutualidad tiene su centro en el asunto de cómo usar la autoridad y dónde ésta reside. Este asunto es con frecuencia una piedra de tropiezo para la unión de los hermanos y las hermanas en el espíritu de Cristo.Antes que sentirse animados, muchos en la iglesia no han tenido un lugar donde estar o donde hacer lo que Dios les ha pedido que lleven a cabo.Así que muchas veces abrimos los himnarios y cantamos juntos:“A cualquiera parte iré…Diré lo que deseas que diga… Seré lo que quieras que sea”.3 Afortunadamente existen unos pocos lugares en la Iglesia Adventista en los que algunas mujeres pueden usar plenamente sus dones, pero un número demasiado grande de ellas todavía no han encontrado esos lugares. Para ellas es sólo una humilde experiencia de pesebre —no hay lugar en la posada para el Cristo niño—, porque no hay lugar en la iglesia para las mujeres piadosas y dotadas.A pesar de las evidencias de que poseen el don pasto­ral o de liderazgo, las mujeres son consideradas fuera de lugar o excesivamente agresivas cuando intentan usar sus dones.

Los hombres no son llamados por Dios para servir como supervisores de las mujeres. Esto se aparta del modelo de liderazgo que provee el humilde servidor, propuesto por Dios, y se parece más a los conceptos papales de liderazgo que a los recomendados por la Biblia. La teoría de “cadena de mando”, tomada en préstamo de ciertos teólogos populares y recientemente aceptada por algunos adventistas, refleja la misma comprensión equivocada de lo que es la autoridad que indujo a Satanás a aspirar a ser como Dios, o a los discípulos a desear posiciones especiales en el cielo. (Ver Isa. 14:12-14; Mar. 10:35-45.)

Todos son llamados

Cuando Dios llama, él llama a quienes quiere. Ningún hombre o mujer tiene derecho a poner barreras en el camino de quien se ha comprometido en el nivel más puro, que es el de servicio a los demás. No debiera ser necesario que las mujeres tengan que probar que los demás debieran permitirles usar sus dones en el lugar al que Dios las llama. La responsabilidad de proveer pruebas recae sobre las personas que intentan restringir de diversos modos los dones espirituales de las mujeres. Deben demostrar que al hacerlo no están discriminando contra la Palabra de Dios y contra sus hermanas en Cristo. Cuando Dios llama, y cuando cada uno responde a su invitación, la iglesia se fortalece y enriquece con la participación de todos los miembros del Cuerpo. La presencia de hombres y mujeres con educación teológica (profesores) y el clero (pastores y capellanes) es un signo visible de que todos los seres humanos son un reflejo del Dios a cuya imagen todos fuimos creados.

Considerando las razones que han estorbado el pleno aprovechamiento de los dones entre las mujeres, resulta de gran importancia comprender la relación que existe entre los dones espirituales y la misión de la iglesia. La Biblia sugiere que los dones espirituales son otorgados para que cada uno pueda recibir y poner en ejercicio los dones que estén en consonancia con sus talentos antes que con su sexo. No hay exclusividad en el uso de estos dones motivada por el sexo, la raza, la edad, la condición física, la posición social, las circunstancias económicas o la afiliación política. Ninguno de nosotros puede arrogarse la prerrogativa de decidir quién es digno de ejercer los dones espirituales.

En Lucas 9:49-50, Jesús advirtió contra la discriminación cuando reprochó a los discípulos por querer excluir a quienes no hacían las cosas exactamente como ellos las hacían. En Hechos 9 encontramos la historia de Ananías, quien rechazó a Saulo a causa de su pasado. Dios le dijo: “Este hombre es un instrumento elegido por mí” (Hech. 9:15). Dios estaba diciendo que aunque algunos pensaban que Saulo (Pablo) era una elección no adecuada, no era Ananías quien debía poner en duda el uso que Dios deseaba hacer de los dones espirituales de Saulo.

Es necesario que comience una misión de reconciliación dentro de la iglesia, entre hombres y mujeres, para que cualquier miembro pueda poner en práctica los dones espirituales con la misma posibilidad de acceso tanto a las responsabilidades como a los privilegios. No pesa sobre las mujeres la carga de demostrar su capacidad, sino pesa sobre todos el deber de animarse mutuamente cuando un don espiritual se manifiesta en forma evidente en la vida y las acciones de una hermana o hermano en la iglesia. La “igualdad de oportunidad” es un principio bíblico.

El carácter de Dios revela la necesidad de que sus hijos se sirvan unos a otros. Cuando Cristo salió del Cielo para venir a este mundo pecador, nos dejó un modelo que revela la importancia de la humildad. Cristo quería “estar con nosotros”. Del mismo modo, nosotros debemos someternos unos a otros, “identificarnos con” los demás o ser “ayuda” unos para otros.

Al considerar el tema de los dones espirituales, debemos evitar la falsa enseñanza de que los individuos o las religiones pueden controlar de alguna manera la autoridad de Dios. Los representantes de Cristo son como embajadores llamados a comunicar el mensaje del gobierno que representan. La autoridad del representante individual no procede de la autodesignación, sino de la agencia que representa. En la iglesia cristiana, Cristo es nuestra autoridad; la Biblia es la agencia representativa.

Un desafío urgente

La historia del mundo está por terminar, lo que crea un desafío urgente a que los adventistas piensen cuidadosamente acerca de quién puede o no puede ejercer los dones que Dios concede. Santiago 1:17 asegura que Dios es el autor de nuestros dones, y 1 Corintios 12:4-11 nos dice que el Espíritu Santo concede dones a quien él quiere. Es contradecir las Escrituras y el ejemplo de Cristo decir que una mujer dotada espiritualmente no debe proclamar la autorizada Palabra de Dios en la forma como se sienta llamada por Dios a hacerlo. Decir que una mujer no debe usar los dones que Dios le ha otorgado es deshonrar al Dador divino de los dones. Es triste comentario escuchar a ciertos teólogos sugerir que una mujer puede pastorear una iglesia sólo si le deja la dirección espiritual a un hombre.4 Colocar a los hombres como supervisores espirituales sobre las mujeres los pone en una posición injusta que tiene visos de idolatría y es contraria a la enseñanza y el ejemplo del humilde Siervo,Jesucristo. Las mujeres a quienes se les niega el privilegio de usar sus dones en la forma como creen que Dios les indica, y que se ven forzadas a renunciar a sus percepciones espirituales por estar supervisadas por otro ser humano, encontrarán ánimo y fortaleza en las enseñanzas del Nuevo Testamento.

El sacerdocio de todos los creyentes, como lo afirma 1 Pedro 2:4-10, desacredita cualquier sistema que enseñe que un hombre o sacerdote debe mediar entre los seres humanos y Dios. Los adventistas se adhieren al concepto bíblico de que Cristo, y no ningún ser creado, es nuestro Mediador ante Dios. No reconocemos la validez de ningún sistema que sostenga que un ser humano es la autoridad definitiva en el discernimiento de la verdad. La enseñanza de la Iglesia Adventista del Séptimo Día sobre el mensaje del santuario hace muy claro este punto. Tales enseñanzas intentan reemplazar con obras humanas la preciosa obra del Mediador en el Santuario celestial. La iglesia debe hacer más para confrontar a los que profesan basar sus enseñanzas en la “autoridad de la Palabra de Dios”,pero que en realidad están perpetuando esos falsos sistemas.

Los cristianos adventistas son nuevas criaturas en Jesucristo que tienen un ministerio de reconciliación en el que los dones se cultivan y fortalecen. Nuestro mundo ha entrado en la etapa final de su existencia. El pueblo de Dios debe concentrarse en el uso de sus dones y en aceptar la capacitación de Dios mientras ellos manifiestan su amor al mundo.

Cristo es nuestro ejemplo

Algunos dirigentes y laicos adventistas han dedicado una cantidad considerable de tiempo y dinero a tratar de convencer a la iglesia de que numerosos dones espirituales son de distribución limitada. Sin embargo, otros interpretan la enseñanza bíblica en el sentido de que Dios otorga los dones y capacita a quien él quiere para que difunda las buenas nuevas de salvación y redención. La totalidad de la misión de Cristo en este mundo tuvo el propósito de revelar el amor de su Padre. Denunció los esfuerzos de la religión establecida por crear una primacía espiritual sobre los hombres y las mujeres. Además, la Biblia nunca presenta a Cristo tratando de convencer a sus auditorios de que un ser humano debiera dominar a otro en cualquier forma, sea ésta espiritual o de otra naturaleza.

Si somos fieles a las Escrituras y al ejemplo de Jesús, confirmaremos el sacerdocio de todos los creyentes. Debido a que las mujeres están incluidas en este sacerdocio, no debiera sorprendernos que Dios llame a hombres y mujeres a usar sus dones para promover su causa. Dios será honrado cuando las mujeres respondan al llamamiento del Espíritu en cuanto lo reciban, y no cuando otros exijan que deben responder.

La Biblia destaca la igualdad de oportunidad y responsabilidad en el servicio y en el uso de los dones espirituales en la forma como Dios guíe. Tanto los hombres como las mujeres, en su calidad de individuos, han sido llamados por el Espíritu Santo a ser dirigentes, administradores, pastores, evangelistas y maestros.

Una evaluación del otorgamiento y el uso de los dones en la iglesia se encuentra en Gálatas 5. En este pasaje se anima a los cristianos a conocerse unos a otros por los frutos del Espíritu. Los hombres y las mujeres que usan sus dones juntos, en la mutualidad de su creación a la imagen de Dios, y en armonía con la oración de Jesús registrada en Juan 17:20-23, expresan la unidad, igualdad, armonía y cooperación que reflejan la perfecta semejanza a la Trinidad.

Cuando el Espíritu Santo entra en una persona o en un grupo de creyentes, los dones se emplean para servir y glorificar a Dios. La gente no se distrae de su tarea de satisfacer mutuamente sus necesidades por dedicarse a criticar o juzgar a los demás; sirven en consonancia con los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio (Gal. 5:22-23).

Cuando se usan los dones espirituales para fortalecer la iglesia de Dios, la comunión mutua y a los individuos, los poseedores de los dones serán conocidos como servidores humildes y semejantes a Cristo, que animan y reconfortan a los demás. Un ejemplo importante lo encontramos en las palabras de Jesús dichas a su amigo y discípulo, Pedro:“Simón… ¿me amas más que éstos? El respondió: Sí, Señor.Tú sabes que te amo. Jesús le dijo:Apacienta mis corderos…Apacienta mis ovejas” (Juan 21:15-17).

Los hermanos y hermanas en Cristo deben tener cuidado de nunca usar los dones para dominar a otros, sino más bien para imitar el humilde ejemplo del Siervo doliente, Jesús. Tenemos que estar en guardia contra quienes están dispuestos a valerse de tácticas impías para quebrantar nuestra unidad cristiana, o para obstruir el pleno uso de los dones espirituales, para desanimar a los hombres y las mujeres cristianos de avanzar en el servicio en favor de los demás.

Conclusiones

Aunque existen pasajes difíciles en la Biblia sobre los que los teólogos no se han puesto de acuerdo, también hay pasajes referentes a la salvación y los dones espirituales sobre los que todos están de acuerdo. Por ejemplo, nadie pone en duda el más grande de los mandamientos, dado por Cristo:“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo” (Luc. 10:27). Compartir el Evangelio es el mayor deseo de Dios para sus hijos. Cuando él nos pregunte en qué forma hemos usado los dones que nos dio, será trágico si alguien contesta:“Alguien me dijo cómo debía usarlos”;pero será más trágico aún si una persona contesta: “Alguien me dijo que no los usara”. Somos responsables individualmente delante de Dios. Los cristianos, para ser fieles a la Biblia, deben reconocer que Jesús dio a las mujeres oportunidades para que le sirvieran y proclamaran su mensaje.

Si una mujer contemporánea posee claramente dones de liderazgo, enseñanza y administración, como fue el caso de algunas mujeres en el Antiguo y el Nuevo Testamento, entonces se trata de dones otorgados por Dios, el Dador de todas las cosas buenas. Para María, hermana de Moisés, resultaba natu­ral actuar como líder; para Débora, actuar como juez; para Huida, profetizar; para Febe, supervisar;y para Priscila, enseñar. Su Creador sabía lo que estaba haciendo cuando les dio dones específicos. Cristo es nuestro ejemplo en nuestra relación con las mujeres, a quienes respetó como personas y dotó con dones espirituales.

Dios no es autor de confusión. La humanidad caída, y no el Creador, tiene dificultades con roles masculinos y femeninos y con quién será bendecido (ordenado/apartado) o no bendecido. Se nos insta a no restringir el uso de los dones de las mujeres a unas pocas “excepciones”. La Iglesia Adventista tiene un tremendo desafío y oportunidad de bendecir a las mujeres y apartarlas para que usen plena y completamente sus dones para ayudar a terminar la obra de Dios en el mundo. Podemos confiar en que Dios bendecirá y otorgará los dones adecuados a quienes él quiera. El cuerpo de Cristo puede fortalecerse únicamente cuando los dones sean usados en la forma como él lo desea.

Jesús pide que tanto los varones como las mujeres lo conviertan en su prioridad más importante. Como vimos anteriormente, Pablo siguió el ejemplo de Jesús al dar a las mujeres oportunidad de usar sus dones en el ministerio. El ideal más elevado de la iglesia cristiana es concentrarse en el Dador de los dones espirituales y creer que Cristo capacita a todos para que le sirvan. Es privilegio del creyente alimentar los dones de otros creyentes.“Animaos y edificaos unos a otros, así como lo hacéis” (1 Tes. 5:11).

En 1 Timoteo 2:5 y en Hebreos 10:19-22 se nos dice que cada uno puede acudir libremente a Dios. Las propias palabras de Jesús nos aseguran:“Al que viene a mí, nunca lo echo fuera” Ouan 6:37).

Dios concede dones espirituales a todos los que creen en él. La obra terminada de Jesucristo (Heb .7:25) garantiza a cada cristiano dones espirituales, incluyendo los de las mujeres. “Cada uno ponga al servicio de los demás el don que ha recibido, dispensando fielmente las diferentes gracias de Dios” (1 Ped. 4:10).

Dios es un empleador que practica el principio de oportunidades iguales para todos. Su iglesia no debe ser menos.


Sobre la autora:  Joyce Hanscom Lorntz tiene seis títulos académicos, incluyendo un doctorado en Servicios Humanos y Orientación Individual. Es consejera profesional y pastoral certificada y licenciada, y aparece en la publicación “Quién es quién entre los profesionales de servicios humanos”. Es oradora de fama nacional, y sus grupos de estudio son muy conocidos y apreciados porque ella dialoga con los asistentes. An­tes de su cargo actual de pastora asociada de la Iglesia Adventista de Fletcher, Carolina del Norte, trabajó como capellana del Centro Médico de la Universidad de Loma Linda, Loma Linda, California.La Dra. Lorntz y su esposo, el Dr. Lorntz, tienen dos hijos, Breyette y Tarina.

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