Las mujeres no nombradas del Antiguo Testamento

Las mujeres no nombradas del Antiguo Testamento

Margaret Mowczko

La hija de Jefté, la esposa de Manoa, la madre del Rey Lemuel, el Antiguo Testamento está repleto de mujeres cuyos nombres no son mencionados. Usualmente son identificados solo por su relación a un varón. A menudo me irrito cuando leo una historia del Antiguo Testamento que presenta a una mujer sin hacer referencia a su nombre. ¿Por qué los autores del Antiguo Testamento dejan de lado el nombre de estas mujeres? ¿Acaso no eran lo suficientemente importantes como para ser nombradas? ¿Está la Biblia minimizando la importancia de sus personajes femeninos? ¿Promueve el Antiguo Testamento una sociedad en la que el servicio de las mujeres es relegado o ignorado? Para responder a estas preguntas, es necesario dejar de lado la cosmovisión moderna e introducirnos en el mundo de las mujeres no nombradas del Antiguo Testamento.

En la sociedad actual, el individualismo es atesorado y nuestras identidades son representadas por los nombres que nos identifican como personas únicas. A menudo llevamos con nosotros tarjetas que contienen nuestra información identificatoria. Nuestra identidad se basa en el individuo y nuestros nombres únicos representan a cada uno de nosotros. Cuando queremos honrar a alguien por un logro, colocamos su nombre públicamente en placas, títulos de noticias, o en firmas. Al hacer que el mundo vea sus nombres les damos honra, pero siempre como individuos independientes.

Pero la cultura del Antiguo Testamento no era individualista. Al igual que en muchas sociedades orientales actuales, la identidad se basaba en la familia y el clan al que se pertenecía. Todas las personas, pero especialmente las mujeres, eran dependientes de su familia extendida para apoyo mutuo, protección y, en no pocas ocasiones, su misma supervivencia. La familia, que estaba representada por su patriarca, era la identidad que importaba. Los individuos no buscaban reconocimiento personal, sino traer honor a sus familias. La dinámica del honor y la vergüenza estaba íntimamente ligada a esta cultura patriarcal orientada a la familia.

En el mundo del Antiguo Testamento, el honor era la fuerza subyacente que motivaba e impulsaba los comportamientos sociales. Todo lo que hombres y mujeres hicieran podía traer honor o vergüenza al nombre familiar, pero existían diferentes estándares basados en el género. Se creía que los hombres poseían honor por defecto y también eran considerados los responsables de proteger el honor de sus familias. Mediante la participación en discursos públicos, acciones valerosas y osadas, o al tener a una familia con buena conducta, un hombre ganaba prestigio y honor para su familia. Por el otro lado, una mujer era vista primordialmente como una potencial fuente de vergüenza. Ella traía honor al evitar traer deshonra sobre su familia. Esto se lograba mediante la castidad sexual, la fertilidad, la sumisión, la conducta tranquila y permaneciendo lejos del ojo público.

La mujer ideal descrita en Proverbios 31 es un ejemplo femenino que trae honor a su esposo y a su familia. Su duro trabajo y sabias acciones tienen una influencia directa en el honor y respeto de su esposo y de su familia (Prov 31:11-12, 23, 28). En la Septuagunta, no es la mujer, sino su esposo el que recibe elogios públicos en las puertas de la ciudad (Prov 31:31). Esta mujer es alabada por traer honor a su hogar. Sorprendentemente, ella no solo logra esto mediante su castidad u obediencia, sino por su duro trabajo y carácter ejemplar. Su historia es una de muchas que sugieren que las restricciones de género de una cultura patriarcal no son el ideal de Dios.

Aunque el pueblo de Dios vivía en una cultural patriarcal basada en el honor y la vergüenza, donde las mujeres tenían pocas libertades sociales, ningún autor del Antiguo Testamento afirma que este tipo de sociedad sea el ideal de Dios. El trato de Dios hacia la mujer no estaba limitado por la cultura.

Los relatos del Génesis muestran que la dominación de hombres sobre mujeres es el resultado directo del pecado que entró al mundo (Gn 3:16). Tanto hombres como mujeres fueron hechos en la imagen de Dios (Gn 1:27; 5:1-2). Como portadores de la imagen de Dios, hombres y mujeres comparten la dignidad que viene de reflejar la divinidad. La Biblia también dice que hombres y mujeres fueron creados para enseñorearse sobre la creación de Dios (Gn 1:26-28). Además, en ningún momento se sugiere que los humanos fueron creados originalmente para dominar otros humanos.

A pesar de los estándares de la sociedad patriarcal, Dios no uso necesariamente a padres o esposos como mediadores de su palabra a mujeres. Dios habló directamente o, en ocasiones, envió a mensajeros angelicales para comunicarse directamente con mujeres. Esto es lo que pasó cuando Dios se comunicó con la esposa de Manoa (Jue 13); con Rebeca (Gn 25) y con Agar (Gn 16). Incluso usó mujeres como Débora (Jue 4), Hulda (2 Cro 34:22-23) y las plañideras (Jer 9:17-24) como medio para comunicarse a hombres.

La Biblia nunca apoya la caracterización cultural de mujeres como poco más que fuentes de vergüenza. Más bien, muchas mujeres son descritas como sabias, inteligentes, valientes, ingeniosas y emprendedoras. Sirvieron como profetisas, maestras, consejeras, líderesas, libertadoras e incluso como heroínas. Considerando la cultura del Antiguo Testamento, es notable que tantas mujeres son mencionadas y que muchas de ellas son nombradas. Unas cuantas mujeres en la Biblia, mencionadas por nombre o no, no encajan en el estereotipo culturalmente aceptado de una mujer privada, pasiva y sumisa. Más bien desafiaron sus culturas y sus autoridades, y en esto no encontramos censura en el texto. Dios siempre ha escogido mujeres para desempeñar papeles significativos en su historia, algo que continúa haciendo hoy.

A través de mis ojos occidentales, las mujeres no nombradas parecían poco importante, como si no fueran valiosas o hubieran sido ignoradas. Pero los autores del Antiguo Testamento se dieron cuenta que Dios interactúa con algunas mujeres como individuos, y que las acciones y palabras de estas mujeres eran notables e importante, lo suficientemente importante para incluirlas en la Sagrada Escritura. Ya no me siento frustrada por no conocer sus nombres, porque ahora sé que fueron reconocidas, identificadas y alabadas en las maneras que eran apropiadas por su cultura. ¿Estamos haciendo lo mismo en nuestra sociedad actualmente?

Dios utiliza todo tipo de personas, las comunes y las extraordinarias, dentro de sus distintas culturas, para crear nuevos relatos en los que Dios puede revelar su gracia y su misericordia, así como traer su justicia y liberación. ¿Estamos activamente identificando las mujeres que Dios está usando actualmente en su servicio vital? Así como somos alentados por la fe, la iniciativa y la valentía de las mujeres en el Antiguo Testamento, debemos identificar a las mujeres en el ministerio de hoy y contar sus historias. Parte de nuestra historia puede consistir en influir positivamente nuestra sociedad. Debemos mostrar y promover los valores bíblicos de la igualdad, la misericordia y la justicia para todas las personas sin importas su raza o género.


Fuente: https://www.cbeinternational.org/resource/article/mutuality-blog-magazine/shame-unnamed-women-old-testament

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