Pastora adventista enseña cómo impactar a otros mediante el discipulado digital

Cómo impactar a otros mediante el discipulado digital

Para. Mervi Kalmus


Sobre la autora: Mervi Kalmus es una pastora adventista del séptimo día en el país báltico de Estonia. Posee una maestría en teología y otra en lingüística. Es la directora de los departamentos de Niños, Familia y Salud de la Asociación Adventista del Séptimo Día de Estonia.


Soy una persona muy privada. Ciertamente no soy una de esas personas que constantemente publican imágenes de “Jesús te ama” o canciones cristianas en Facebook. Gritar a otros acerca de mis creencias o circunstancias de mi vida no es realmente algo que haga. Por otro lado, soy una seguidora consagrada de Jesús y, por lo tanto, tengo que obedecer su Gran Comisión. Esto inevitablemente me lleva a momento en que estos dos aspectos de mi vida chocan.

En septiembre del año pasado, pude sentir que uno de esos choques iba a suceder. Por cierto tiempo había sentido en mi corazón el impulso de ofrecerles a mis amigos una oportunidad para orar. Sin embargo, mi lado introvertido me decía que evite esto. Quizás la idea podría desaparecer si la ignoraba por un tiempo.

Pero esta idea no se iba. Tenía que juntar coraje y actuar.

Era un viernes de tarde. Estaba en un tren que viajaba de Londres a Newbold y finalmente decidí que ya no podía ignorar esa vocecita en mi cabeza. Tal vez me ayudó el hecho de que estaba de vacaciones, lejos de Estonia, lejos de mi entorno habitual y lejos de las personas que iba a alcanzar, y cuyo criticismo podía intimidarme o incluso lastimarme.

Sentada en ese tren, abrí mi cuenta de Facebook y le escribí a todos mis amigos estonianos. Les dije que al día siguiente dedicaría un tiempo especial para orar. Si alguno de mis amigos deseaba que orara por ellos personalmente, simplemente debían darle un “me gusta” a mi publicación. Si tenían algún pedido de oración específico podían enviarme un mensaje privado. Luego apagué mi teléfono.

Estaba un poco asustada, sin saber qué esperar o cómo sentirme acerca de esto. Lo que sucedió después, ciertamente no podía anticiparlo.

Docenas y docenas de personas le pusieron “me gusta” y comentaron en mi publicación, algunos de ellos me escribieron mensajes privados y me abrieron su corazón. Y que mezcla de personas: jóvenes y ancianos, cristianos y ateos, amigos cercanos y conocidos lejanos, heterosexuales y homosexuales, amas de casa y pastores, y desde estudiantes hasta uno de los pianistas más famosos de mi país.

Las personas que decidieron escribirme me contaron acerca de sus luchas. Me compartieron problemas de salud, su soledad, sus preocupaciones por sus seres amados o su deseo de servir a Dios y a su iglesia sin saber cómo hacerlo.

Leí esos mensajes en la noche hasta que lloré. A la mañana siguiente escribí con dedicación los 76 nombres y oré por cada uno de ellos. Tuve la suerte de tener un sábado libro, un lujo de un pastor rara vez tiene estos días, porque mi oración duró la mitad del día. Era casi la noche del sábado para cuando terminé de orar y estaba por borrar mi publicación en Facebook acerca de la oración cuando recibí el mensaje privado más conmovedor de todos. Provino de una conocida de la infancia que no había visto hace más de 20 años. Ella me preguntó si todavía había espacio en mi lista de oración y me dijo que apreciaría mis oraciones por su hijo de un año que estaba por recibir una operación a corazón abierto.

Ella no sabía cómo orar y se preguntaba si yo podía ayudarla. “Si, por supuesto”, le dijo. “Oraré”.

Resultó ser una de las batallas de oración más duras en toda mi vida. Oré durante dos semanas por ese pequeño niño que tuvo que soportar no una sino dos operaciones de corazón y que casi no sobrevive. Hasta este día su madre me envía fotos y videos de su recuperación y la alegría que solo los niños pueden tener. Actualmente casi lo considero como mi propio hijo. Aunque no he podido visitar a esta familia aún y nunca he visto cara a cara a esto niño, ¡anhelo el día en que finalmente pueda conocerlo en persona!

Este experimento de oración que he repetido ya varias veces (con mucho menos ansiedad y mucha más confianza) me ha enseñado algunas importantes lecciones.

Primero, me ha mostrado el anhelo general en nuestros corazones porque alguien se preocupe lo suficiente como para orar por nosotros personalmente. Nosotros, seamos o no religiosos, realmente tenemos este anhelo en nosotros y como cristianos hacemos bien en no olvidarlo.

También me ha enseñado acerca del potencial y poder de las redes sociales.

Facebook lo hace tan fácil, imagínate, una oración personal a solo un “me gusta” de distancia. No hay un umbral más bajo que ese. Sé que muchas de las personas por las que he orado no se atreverían a poner un pie dentro de una iglesia, pero dar un “me gusta” es fácil.

También aprendí más acerca del poder de la oración que nunca antes. En las semanas y meses durante mi aventura de oración he recibido muchos mensajes y llamadas felices y reconfortantes. “Si, la diagnosis fue mejor de lo que temía”, “esta situación se ha resuelto”, “ese problema se ha solucionado”. “Gracias, gracias”.

Por supuesto, hay muchas personas de las cuales no he escuchado de nuevo. Y, probablemente, ellos son quienes me han enseñado la lección más importante: acerca de la necesidad de ser perseverantes en la oración, ya sea que veamos resultados o no escuchemos reportes felices. Dios no es como un espectáculo público, sino más como una obra silenciosa e invisible en los corazones de las personas. Y cuando no escuche de estas personas, simplemente soy paciente y continúo orando.

Atesoro las listas de oración del año pasado. Amo las historias que escucho. Amo la manera en que estoy mucho más involucrada en las vidas de mis amigos después de haber orado por ellos. Me preocupo por ellos mucho más ahora. Amo ir a un salón de conciertos a escuchar a mi pianista favorito con diferentes oídos, porque cada día menciono su nombre en mis oraciones.

De la misma manera, he llegado a atesorar estas hermosas palabras escritas por la co-fundadora de la Iglesia Adventista, Elena G. de White:

“Vi que toda oración elevada con fe por un corazón sincero, será oída y contestada por Dios, y que el suplicante obtendrá la bendición cuando más la necesite, y a menudo ésta excederá sus expectativas. No se pierde una sola oración de un verdadero santo, si es elevada con fe por un corazón sincero” (Testimonios para la iglesia, tomo 1, p. 117)


Fuente: https://www.sdadata.org/digital-evangelism-blog/how-you-can-positively-impact-others-through-digital-discipleship

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *