Herencia Olvidada: La historia de Sarepta M. I. Henry

Herencia Olvidada: La historia de Sarepta M. I. Henry

Por Dr. Kit Watts

Ella brilló como un cometa a lo largo del cielo del Adventismo casi un siglo atrás. Exuberante, con visión. Vibrante con esperanza.

Respondiendo a una iniciativa amistosa de Elena de White, que por ese entonces estaba viviendo a 19.000 kilómetros de distancia en Australia, Sarepta Myrenda Irish Henry escribió, confiándole tanto consternación como deseo. Consternación de que las mujeres adventistas parecieran tan letárgicas acerca de su fe e ignorantes de su potencial. Y un deseo de cambiar todo eso.

  1. M. I. Henry estaba acostumbrada a cambiar cosas. En 1874, cuando ella descubrió que su hijo menor había entrado a una taberna, ella inmediatamente entró en acción. Determinada a proteger los hogares cristianos, ella galvanizó a las mujeres de Rockford, Illinoid, en una vigorosa campaña contra el licor.

CRUZADA

Ella también unió fuerzas con la recientemente formada Unión Femenina de Temperancia Cristiana (WCTU por sus siglas en inglés) destinada a convertirse en uno de los movimientos más potentes de fines del siglo XIX y la organización femenina más grande del mundo.

Sirviendo lado a lado con su amiga Frances Willard, la comprometida y poderosa líder de la WCTU desde 1879 hasta 1898, la Sra. Henry aceptó un puesto como evangelista nacional. Ella trabajó hasta el agotamiento predicando y organizando para la WCTU por 20 años. Una biografía suya es apropiadamente nombrada “Torbellino del Señor”[1].

En 1874 ella había sido una mujer tímida. De hecho, el libro de su hija acerca de ella está titulado, en parte, como “La Evolución de una Reclusa”[2]. Y aunque Sarepta consideraba que era terriblemente injusto que solo porque ella era una mujer no podía ir a una universidad, ella subscribió al punto de vista social prevaleciente de que las mujeres debían permanecer en el trasfondo.

Pero la consciencia ganó sobre la convención. Con hogares fallando, con familias sufriendo porque los hombres despilfarraban sus ingresos en tabernas, con niños esclavizados en fábricas para ayudar a que sus familias sobrevivan, S. M. I. Henry no podía permanecer en silencio.

Ella trabajó en hogares y en pequeños grupos. Ella escribió tratados, panfletos y libros. Y ella se hizo pública. De reuniones campestres a convenciones, de congresos en Chautauqua a revives en iglesias, ella predicó a grandes multitudes. Cientos aceptaron a Cristo, y cambiaron sus costumbres. Pero su salud se quebrantó. Postrada en cama, la Sra. Henry ingresó al Sanatorio de Battle Creek el 31 de Agosto de 1896. Tres meses más tarde ella aceptó el sábado. Para la siguiente primavera ella había sido milagrosamente sanada mediante la oración. Restaurado a su vigor anterior, ella predicó a una audiencia de 2.500 en el Tabernáculo Dime.

Ella luchó para entender y aceptar el don profético de Elena de White. Una vez que esta barrera fue superada, las dos mujeres –gigantes espirituales y líderes maduras- gravitaron entre sí mediante correspondencia transoceánica. “Tu carta fue refrescante” Elena de White escribió una vez, “aún más porque tus ideas están en armonía con mi mente”[3].

El 6 de Diciembre de 1898 la Sr.a Henry publicó sus esperanzas en un suplemento de cuatro hojas en la Review and Herald. El “ministerio de la mujer” que ella propuso organizaría a las mujeres adventistas a alentarse unas a las otras, estudiar las escrituras, y hacer que sus vidas cuenten para Jesús.

Todas las semanas en 1899 la Review and Herald le dio una página a la Sr.a Henry, atrevidamente titulada “La Obra Evangélica de la Mujer”, que ella llenó con estudios bíblicos, poesías, cartas y consejos prácticos. Al mismo tiempo ella atravesó el país, hablando incansablemente.

RECONOCIMIENTO

El 30 de Marzo de 1898, surgió la cuestión de una licencia ministerial para la Sra. S. M. I. Henry. “Varios enfatizaron que era aconsejable que ella recibiera una licencia ministerial, lo cual estaría más en línea con su trabajo. Una moción prevaleció para concederle ese reconocimiento de la Asociación General.[4]

La Sra. Henry murió inesperadamente el 16 de Junio de 1900. Los nueve miembros del Comité de la Asociación General sobre la Obra de la Mujer continuaron valientemente, pero solo por un corto período de tiempo[5]. La columna en la Review and Herald se desvaneció en Junio de 1901.

Marzo es el mes de la Historia de las Mujeres en los Estados Unidos. ¿Acaso nuestra historia nos asombra más que el periódico de las mañanas?

¿Estamos listos actualmente para avanzar en el terreno sobre el cual Elena de White y los hermanos de hace 90 años atrás se pararon y reconocieron el potencial de las mujeres? ¿Nombraremos coordinadores para el ministerio de la mujer en la Asociación General, uniones y asociaciones locales? ¿Les concederemos a mujeres calificadas, tal como lo hicimos con S. M. I. Henry, licencias ministeriales que manifiesten nuestro reconocimiento de su misión evangélica?

Es tiempo de reclamar nuestra herencia olvidada.


Fuente: Adventist Review, 16 de Marzo de 1989, p. 5


Referencias

[1] By her granddaughter, Margaret R. White (Washington, D.C.: Review and Herald Pub. Assn., 1953).

[2] Mary Henry Rossiter,  My Mother’s Life: The Evolution of a Recluse  (Chicago: Fleming H. Revell, 1900).

[3] Ellen G. White letter 118, 1898.

[4] General Conference Committee Minutes.

[5] General Conference Bulletin,  1900, p. 200.

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